Revista de filosofía

El imperativo de valorización

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Autores: Emiliano Exposto  & Gabriel Rodriguez Varela

FELIX GUATTARI (IZQUIERDA) Y GILLES DELEUZE (DERECHA), PLANTEADORES DEL PROBLEMA DE LA VALORIZACIÓN DE LA POBLACIÓN

 

Resumen

En la intersección entre la crítica marxista del valor, la filosofía post-estructuralista y el psicoanálisis teórico, el texto aborda el problema del carácter inconsciente de la dominación impersonal en la sociedad capitalista a partir de la postulación de aquello que se denomina “Imperativo del capital”.

Palabras clave: servidumbre, dominación, deseo, valor, trabajo, imperativo del capital.

Abstract

At the intersection between the Marxist critique of value, post-structuralist philosophy and theoretical psychoanalysis, the text addresses the problem of the unconscious character of impersonal domination in capitalist society from the postulation of what is called “Imperative of capital”.

Keywords: servitude, domination, desire, value, work, capital imperative.

 

Un problema fundamental de la teoría crítica de la sociedad sigue siendo el que Deleuze y Guattari supieron plantear: ¿por qué deseamos el valor como si tratase de nuestra salvación? Cómo es posible que se llegue a gritar: ¡anhelamos valorizarnos! ¡Necesitamos auto-valorizarnos! ¿Por qué soportamos desde hace algunos siglos la explotación económica y la opresión política, hasta el punto de anhelarlas no sólo para los demás, sino también para nosotros mismos, a cuestas de producir siempre más valor? Nunca Deleuze y Guattari fueron mejores pensadores que cuando rehusaron invocar un desconocimiento ideológico o una ilusión de las masas para explicar el capitalismo, y cuando labran una explicación a partir del deseo, en términos de deseo: no, las masas no somos engañadas, deseamos el capitalismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación; este devenir-mercancía del trabajo inconsciente del deseo convertido en mano de obra del capital.

Escribe Anselm Jappe en Trabajo abstracto o trabajo inmaterial: “Se roza el absurdo cuando se habla en sentido positivo de auto-valorización […]. El problema reside propiamente en el devenir-valor de todo, en la total reducción del individuo a economía en un mundo en el que sólo lo que tiene un valor merece existir. La autovalorización no es, en definitiva, más que una completa auto-sumisión a los imperativos económicos”.[1]

El “Imperativo del capital” determina la “subsunción tendencialmente totalista” de las fuerzas de trabajo libidinal-pulsional hacia el interior de las formas límites de las relaciones sociales capitalistas. El funcionamiento inconsciente de este imperativo, es decir la “ley del valor” como “ley fundamental de la razón práctica capitalista”, se objetiva en el siguiente mandato universal: “¡VALORIZA(TE)!”

Esto se resume en la exigencia inapelable de una “unidad mínima de valor”valer=ser. Ese imperativo se impone de manera ciega con una desmesura insoportable; funciona de manera inconsciente en la práctica concreta de las relaciones sociales, reproduciéndose más allá de la voluntad de los actores particulares y la deliberación de los agentes colectivos que asimismo lo dinamizan.

El imperativo real de valorización deriva en un mandato simbólico de competencia generalizada, cifrado en la fórmula: tener=ser. “Valorizar para competir, competir para valorizar”. Esa conversión del ser en tener se extiende, en un registro imaginario, en la formula parecer=ser examinada por Guy Debord en la Sociedad del espectáculo.

La lógica del capital es inconsciente; se sustrae a toda intencionalidad teleológica; no depende de una voluntad que gobierne su desarrollo semoviente. El capital no es sólo la imposición de los intereses de la clase burguesa (explotadora) sobre la clase proletaria (explotada), sino una relación social total que es la forma histórica del “metabolismo inconsciente” de la sociedad. Lo inconsciente es un atributo productivo del capital.

Lo inconsciente es la “forma abstracta de dominación” de la conciencia libre del productor independiente de mercancías como forma concreta de la enajenación al capital. Lo “inconsciente capitalista”, en tanto relación social específica de la moderna sociedad burguesa, comporta un orden objetivo de determinaciones históricas cuya eficacia subjetiva opera de espaldas a la conciencia.

La mutación del nexo social suscitada con el advenimiento de la modernidad, es decir el retroceso de la matriz de relaciones tradicionales signada por lazos de dependencia personal y modos de coacción directa en favor de formas de dominación impersonal e interdependencia social, es concomitante al nacimiento histórico de la conciencia libre del productor independiente de mercancías como forma concreta de la enajenación. La enajenación y alienación constitutiva de la conciencia capitalista a las categorías reales del capital (mercancía, trabajo abstracto realizado de manera privada e independiente, valor, dinero, etc.) es convergente con la génesis de lo inconsciente capitalista como relación social organizada bajo la forma pre-individual de una dominación impersonal por abstracción.

Hay conciencia libre, como determinación del productor independiente de mercancías, porque hay determinación inconsciente del capital. La libertad no es un atributo natural que pertenezca a la persona del individuo, sino una relación histórica que emerge con el desarrollo de la producción generalizada de mercancías. El carácter libre es la forma en que se produce la conciencia del productor social independiente, cuyo contenido no podría ser otro que la enajenación en la mercancía. La libertad constituye la forma concreta de la conciencia enajenada: se es libre, porque se está enajenado en la mercancía; siendo correlativo a esto mismo, la dominación inconsciente como forma abstracta del productor de mercancías.

La dominación inconsciente del imperativo de valorización no aplasta a los individuos ni los condiciona de modo “conductivista”, sino que los constituye realmente en tanto que “objetos-agentes del capital” que se experimentan como “sujetos” de la acción/pasión en inmanencia a las prácticas concretas.

Imperativo de la felicidad (Sara Ahmed), imperativo del goce (Žižek), imperativo de la salud (Rodríguez-Costa), imperativo de la autenticidad (Taylor), imperativo de la competencia (Jordi Maiso), etc., son derivaciones del imperativo de valorizaciónTérminos tales como eficiencia, rentabilidad, auto-realización, rendimiento, empresario-de-sí, redituabilidad, etc., no podrían ser sino “formas simbólicas y determinaciones imaginarias derivadas” de la dominación impersonal de las categorías reales del capital. En tales mediaciones simbólicas e imaginarias se concretiza la mediación real del mandato capitalista de valorización, en virtud de reproducirse forzando exigencias de “auto-valorización” (optimización, éxito, reconocimiento, actualización-adaptación, normalidad, representación, formación incesante, auto-explotación, productivismo, redistribución, etc.) imposibles de satisfacer en los límites del capitalismo.

KARL MARX

La autonomización del automatismo inherente al imperativo de valorización es inseparable de la independización de las “categorías reales del capital” respecto de la decisión conciente de la acción y los intereses pre-concientes de clase.

El Imperativo del capital tiende a subsumir la producción de la sociedad bajo la forma a priori del valor. Desde el punto de vista del proceso social de valorización, el trabajo vivo se halla subordinado a la lógica del capital (lo general subordina a lo particular, la diferencia se pone bajo la equivalencia, la cantidad subtiende la cualidad, lo concreto se presenta como soporte de lo abstracto, etc.). Aunque ahora mismo podríamos identificar zonas empíricas del “mundo de la vida” no subsumidas a la función social de mediación objetiva dada por la instrumentalidad (cálculo, medio-fines) del trabajo (abstracto y concreto) productor de mercancías (valor y valor de uso), no obstante la tendencia histórica del capitalismo consiste en un devenir-mercancía de todo lo existente.

La forma social de las categorías reales del capital existe antes de toda distinción entre la economía, la política, el poder, el saber y la subjetivación. Constituyen abstracciones sociales que se producen en la inmanencia de la experiencia social, pero que resultan indiferentes respecto del sufrimiento informado que el mismo capitalismo produce desigualmente en los productores sociales. En palabras de Omar Acha:

Marx logra conceptualizar en los cuadernos de trabajo de los años cincuenta, los Grundrisse, que la dominación involucrada en el sujeto-capital reside en su abstracción dialéctica. El que la abstracción formalice una lógica de dominación sostenida en relaciones de producción sociales (es decir, globales) implica que no atañe solo a lo económico, sino también a la producción inmanente de la sociedad como tal. Esa lógica puede ser clasificada de alienada no porque malogre una esencia humana originaria, sino porque se impone a individuos y clases como una realidad a la que siempre-ya es preciso ajustarse incluso para combatirla. Materializa la constitución de una realidad como tal, y no de una representación distorsionada de la misma.[2]

El metabolismo inconsciente configurado por el Imperativo del capital, la (auto) valorización permanente y obligada, “inalcanzable por definición”, subtiende los procesos de individuación capitalistas. Los productores sociales expresan una determinada personificación de sus mercancías. En rigor, los individuos en el modo de producción capitalista no podríamos ser sino personificaciones (forma-clase) y personalizaciones particularizadas (forma-sujeto), en las cuales se concretizan las determinaciones pre-individuales de las categorías reales del capital. Las contradicciones sociales (objetivo) “se viven” de manera potencialmente conflictiva (subjetivo). La forma inconsciente del valor, al funcionar como patrón universal de todo proceso de individuación, conduce a circunstancias y acciones que “nadie quiere” pero que todos no podemos sino “desear”. Es decir, resulta “objetivamente imposible” no encontrarse involucrados en la producción inconsciente (deseo) del proceso social de valorización (directa o indirecta) del capital.

La “paradoja del dominado”, la “servidumbre voluntaria”, la “no-conciencia de los propios intereses”, etc., expresan una “fetichización subjetivista” del problema de la determinación compleja de la dominación inconsciente en la sociedad de la mercancía. La “fetichización objetivista” es la otra cara de la moneda. Cuando son materialistas, olvidan la historicidad; cuando son historicistas, olvidan la materialidad. He allí las dos facetas de una y la misma “infértil unilateralización del pensamiento”: el fetichismo de la mercancía se patentiza tanto en lo que afirman los unos como en lo que niegan los otros. El vínculo entre coacción y consentimiento, represión y consenso es un derivado de la sujeción compulsiva al capital. Antes que denunciar la complicidad imaginaria y simbólica con el control, o la subordinación pseudo-voluntaria y cuasi-conciente con la vigilancia, necesitamos una crítica categorial de la “servidumbre involuntaria al valor”. La servidumbre de sí es el reverso de la autonomización del circuito automatizado que determina la servidumbre involuntaria al valor.

TRABAJADORES DE FÁBRICA

“Deseo y deber” convergen genéticamente en la producción inconsciente del valor, en tanto este último comporta una categoría objetiva que constituye la forma tendencialmente totalista de las llamadas categorías subjetivas propiamente capitalista. Por lo tanto, el Imperativo del capital “pone al descubierto una determinada estructura social que los individuos deben seguir independientemente de lo que piensen al respecto”.[3]

El mandato de valorización incesante se encuentra realmente inmanentizado: no podríamos sino actuar conforme a las “exigencias del valor”. Las mismas personas producen relaciones sociales que se les oponen como formas autonomizadas que los controlan y gobiernan. El individuo deviene ejecutor y siervo inconsciente de relaciones sociales reificadas. Expresiones como “autovalorización de la clase obrera”, “luchas de auto-valorización”, o incluso “valorización autónoma”, no hacen sino manifestar una inversión fetichista que presenta como quintaescencia de la resistencia y la libertad aquello que no es sino un proceso general de subsunción al capital. En las condiciones históricamente determinadas del capitalismo universalizado, el valor como categoría negativa se autonomiza como sujeto automatizado del deseo. El deseo inconsciente de (auto) valorización es un problema fundamental de la crítica inmanente contra la servidumbre involuntaria a la abstracción social capitalista. Nunca se trató de liberar el trabajo del deseo (como si fuera una energía rebelde reprimida de manera exterior por el parasitismo de la mercancía, o una potencia vital capturada por el vampirismo del dinero), sino de abolir la forma social del deseo de auto-valorización en la medida en que constituye la dinámica inconsciente que produce la dominación del capital.

En el imperativo de valorización se funda “la ley fundamental de la economía política libidinal-pulsional del capitalismo”. La misma, en cuanto subsunción real de las fuerzas de trabajo libidinal-pulsional a la (re)producción inconsciente del capital, se puede definir en los siguientes términos: resulta objetivamente imposible (límite históricamente específico) que la fuerzas de trabajo no respondan sino a una ley general que determina férreamente la lucha inmanente de la sociedad capitalista, y esto en virtud de la siguiente oposición: “¡VALOR O MUERTE!”

Para finalizar, recordemos lo que escribe François Lyotard en Economía libidinal (1974):

Vais a decir, eso [el valor] da lugar a poder y dominación, a explotación e incluso a exterminio […] observad a los proletarios ingleses, lo que el capital, es decir su trabajo, ha hecho a sus cuerpos. Pero iréis a decirme: era eso [el valor] o morir. Pero siempre es eso [valorizar-se] o morir, esa es la ley de la economía libidinal… eso o morir, que es: eso y morir por eso, siempre la muerte dentro de eso, como su corteza interior, su fina piel de avellana, no como su precio, al contrario: como lo que hace eso impagable. […] La muerte no es una alternativa a eso, es parte de ello.[4]

 

Bibliografía

  1. Acha, Omar, Encrucijadas de marxismo y psicoanálisis. Ensayos sobre la abstracción social, Teseo, Buenos Aires, 2018.
  2. Heinrich, Michael, Crítica de la economía política. Una introducción aEl capital de Marx, Escolar y Mayo Ediciones, España, 2018.
  3. Jappe, Anselm, “Trabajo abstracto o trabajo inmaterial”, en Marxismo crítico, disponible en: https://marxismocritico.com/2016/10/03/trabajo-abstracto-o-trabajo-inmaterial/
  4. Lyotard, Jean-François, Economía libidinal, Fondo de Cultura Económica, México, 1990.

 

Notas

[1] Jappe, Anselm, “Trabajo abstracto o trabajo inmaterial”, ed. cit., fecha de consulta: 25/08/2019.
[2] Acha, Omar, Encrucijadas de marxismo y psicoanálisis. Ensayos sobre la abstracción social, ed. cit., p. 60.
[3] Heinrich, Michael, Crítica de la economía política. Una introducción a El capital de Marx, ed. cit., p. 63.
[4] Lyotard, Jean-François, Economía libidinal, ed. cit., p. 130.