TOMADA DE AMAPOLA PERIODISMO
Resumen
A partir del concepto de comunidad planteado por Roberto Esposito, podemos interpretar las medidas de cuidado de la salud como un acto de responsabilidad ante la comunidad, entendiendo que la salud de las personas concretas repercute directamente en la salud de la comunidad. Siempre que los actos de cuidado de la propia salud no tengan su origen en el miedo o en el egoísmo, serán actos responsables que procuran la salud de la comunidad al mismo tiempo que la propia salud de la persona que los realiza.
Palabras clave: biopolítica, Esposito, responsabilidad, comunidad, COVID-19.
Abstract
Based on the concept of community proposed by Roberto Esposito, we can interpret health care measures as an act of responsibility towards the community, understanding that the health of specific people directly affects the health of the community. As long as the acts of taking care of one’s own health do not originate from fear or selfishness, they Will be responsable acts that seek the health of the community at the same time as the very health of the person who performs them.
Keywords: biopolitics, Esposito, responsability, community, COVID-19.
La situación de contingencia derivada del COVID-19 pone de manifiesto la sentencia que ha dado Roberto Esposito en su libro Comunidad, inmunidad y biopolítica, donde concentra una propuesta de casi dos décadas de desarrollo: “[…] la política hoy ha de ser pensada a partir del fenómeno de la vida”.[1] Por un lado, la política no se puede pensar abstractamente, sino que es necesario reconocer que lo que está en juego es la propia carne, el cuerpo y por ende el bienestar de la persona concreta, y por otro, nos advierte Esposito, hay que evitar reducir la vida al mero ámbito biológico, si queremos distanciarnos de las prácticas inmunitarias que se volvieron tanatopolíticas, tristemente vistas en el siglo XX. La necesidad de pensar la política desde la vida lleva a que “[…] el viviente, entonces, podrá devenir no sólo como una fuente de inspiración de nuevas preguntas para la reflexión filosófica, sino también la coordenada para una rotación capaz de cambiar enteramente la perspectiva: ¿qué es, qué puede ser, una política que ya no piense la vida como objeto, sino como sujeto de política? Una política, así, ya no sobre la vida, sino de la vida”.[2]
La situación particular de la contingencia nos lleva pues, a pensar conceptos como la responsabilidad desde una perspectiva biopolítica, pues las acciones que toman tanto gobernantes como población repercuten directamente en la vida biológica de las personas concretas, ámbito desde el cual cabe preguntar qué tan responsables somos ante el otro. Además de que tales conceptos y situaciones deben pensarse desde su circunstancia específica, pues las medidas que aplica una nación no siempre resultan viables para otras. El contexto en el que se vive afecta radicalmente la decisión y la actitud ante el problema. Byung-Chul Han comenta:
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas.[3]
Aunque los comentarios de Han pueden ser leídos como exhortos a los gobiernos occidentales a poner atención a las medidas que resultaron exitosas para los países asiáticos, así como polemizar sobre temáticas como la privacidad, acceso a la información y manejo de tecnología de monitoreo entre otras, no pierde el tono de que occidente debería actuar de tal o cual manera. Si bien aprender de la experiencia ajena tanto positiva como negativa es una buena costumbre que debe aplicarse generalmente y no sólo en tiempos de contingencia, una pandemia es una problemática que no puede pensarse, tratarse, ni decidirse en ideales utópicos o fuera de nuestro contexto, hay que trabajar con los recursos que en efecto estén disponibles para autoridades, funcionarios y población involucrada y no pensar con frustración en qué debería o no hacerse si se tuvieran o no determinados recursos.
En el contexto de la contingencia tanto los funcionarios como la población de cada nación requieren hacerse a diario estos cuestionamientos desde su contexto, y pensar claramente con qué recursos cuentan de manera efectiva, pues las soluciones que se deben tomar van contra el reloj y no se pueden ni demorar ni plantear desde escenarios ideales sino concretos. El contexto mexicano, por su infraestructura y configuración social no puede optar por medidas de vigilancia con el nivel de detalle que comenta Byung-Chul Han ni puede plantearse de manera práctica un escenario de restricción del tránsito como otros países lo han hecho. La estrategia mediadora por la cual se ha optado es por la cuarentena voluntaria, descartando el uso de la fuerza pública y apelando a la responsabilidad ciudadana[4] así como exhortar a guardar la “sana distancia” para aquellos que requieren, por necesidad laboral o por adquisición de alimentos o bienes de primera necesidad, salir e interactuar en espacios públicos. Estas medidas, sin embargo, apelan como indica la nota, que la población sea consciente de su responsabilidad con el otro. Esta responsabilidad requiere explicarse pues no puede quedarse como algo deseable en la situación actual, sino que ser consciente de ello es una necesidad derivada del el hecho de entenderse como un ser en comunidad. La comunidad, como nos dice Esposito, “[…] es necesaria porque es el lugar mismo (o, mejor dicho, el presupuesto trascendental) de nuestra existencia, dado que siempre existimos en común. Hay que entender pues, la ley de la comunidad como la exigencia, hacia la que nos sentimos obligados, de no perder esta condición originaria”.[5] Pero esto no basta para justificar la responsabilidad ante el otro. Lo que hay en común con el otro y que pasa de la existencia a la necesaria empatía con el otro necesita aún más que sólo el lugar en común, o preguntarse qué hay en común. Para esto, Esposito entenderá que la comunidad se funda en la propia muerte, la finitud, lo que funda la comunidad: “La comunidad es la presentación de su verdad mortal, de su finitud, a quienes la integran, aunque ellos no puedan reconocerse en esta verdad, desde que, en la muerte del otro, pero también en la propia, como se ve en la mirada ‘expropiada’ de quien muere (justamente en la imposibilidad de vivir conscientemente su propia muerte), no hay nada en qué reconocerse”.[6] Básicamente, tenemos el deber de cuidar de la comunidad, pues sin ella no tendríamos un fundamento constitutivo. La comunidad es un deber en tanto que “[…] los individuos en cuanto tales –fuera de su ser-en-un-mundo-común-con-otros—no existen”.[7]
Necesitamos cuidar de la comunidad en tanto que somos en comunidad. A partir de ser con el otro es como en efecto somos, y ese ser con el otro tiene su límite en la finitud misma, en nuestra condición común de mortalidad que no mira otra cosa que el hecho de que estamos vivos. La fragilidad del otro es mi propia fragilidad, anuncia mi propia finitud y al mismo tiempo me pone en la necesidad de cuidar de la comunidad en tanto que sus límites y su finitud son míos. No es sólo empatía, sino el reconocimiento de que la muerte de los demás es la mía que está por llegar, y tampoco es una afirmación pesimista, sino un recordatorio de que la vida se debe procurar en tanto que es. La vida es en comunidad, y por ello procurar la comunidad es procurar mi propia vida y la de los demás:
Es la muerte que libera a la comunidad de su propia inmanencia a sí misma, pero de forma tal que no coincide en nada con la tradicional trascendencia, en cuanto superesencialidad exterior. La comunidad no trasciende a sus propios miembros como una hipóstasis colectiva capaz de rescatar su finitud en la propia inmortalidad. […] Lo que se comparte no es una presencia, sino una ausencia de ser, en el sentido de que mi falta puede ser potenciada solamente por una falta del otro.[8]
Esta comunidad fundada radicalmente en la finitud del otro, implica que necesariamente lo que le ocurra al otro en la comunidad también me ocurre a mí. La responsabilidad radica en comprender que los actos propios, los de la persona concreta no sólo repercuten en su existencia única e individual. Es un error pensar que si somos con el otro estamos aislados en cuanto a nuestras decisiones. Somos responsables del otro en tanto que:
[…] la figura del Otro coincide en último término con la de la comunidad. Pero no en el sentido obvio de que cada uno de nosotros tiene que ver con el otro, sino más bien en el de que el otro nos constituye desde el fondo de nosotros mismos. No que comunicamos con el otro, sino que somos el otro. No somos nada más que el otro –como dijo una vez Rimbaud. O que somos extraños a nosotros mismos, como tanto se ha repetido. Ése es el problema: ¿cómo traducir esta fórmula a la realidad de nuestra subjetividad? ¿Cómo <<con-vencer>> a nuestra obstinada identidad?[9]
ROBERTO ESPOSITO
Ahora lo que sigue es plantearse los escenarios donde en apariencia las personas han respetado en efecto medidas como la cuarentena. Parece que han sido responsables de su comunidad, han cuidado del otro en tanto que se cuidan a sí mismos. Sin embargo, esto no es así, pues dichas acciones que en apariencia provienen de una consciencia de cuidado de la comunidad realmente son emanadas del egoísmo y del miedo. No se han preocupado del otro, sino que han actuado ante el temor de la propia muerte. Su reacción ha emanado de pensar en perder su propia salud y su comodidad, de ahí que se ha repercutido en actos de acaparamiento de productos y compras de pánico,[10] o en la agresión o discriminación al personal de salud[11] que sí está actuando responsablemente para con su comunidad, poniendo en riesgo su propia persona en beneficio del bienestar común. Dice Esposito sobre los individuos en la comunidad que “[…] si el adhesivo que los asocia no es otro que el miedo común, su resultado no podrá ser sino una común servidumbre, es decir, el contrario de la comunidad. Esto último es precisamente lo que se sacrifica sobre el altar de la autoconservación individual”.[12] Son esclavos del miedo y la desinformación y ponen en riesgo a los demás, a la comunidad que en última instancia tiene los medios para su propia salvación.
En última instancia, su miedo y su egoísmo manifestado en sus actos es una táctica inmunitaria, pues:
[…] si la communitas determina la ruptura de las barreras protectoras de la identidad individual, la immunitas es el intento de reconstruirla en una forma defensiva y ofensiva contra todo elemento externo que venga a amenazarla. De ahí tanto la necesidad como el riesgo implícito en las dinámicas de inmunización, cada vez más extendidas en todos los ámbitos de la vida contemporánea. Cuando la inmunidad, aunque sea necesaria para nuestra vida, es llevada más allá de un cierto umbral, acaba por negarla, encerrándola en una suerte de jaula en la que no sólo se pierde nuestra libertad, sino también el sentido mismo de nuestra existencia individual y colectiva.[13]
Miedo que además de las acciones ya mencionadas se traduce en la actitud retadora de los que no respetan las medidas, pensando que sólo ellos son los que se arriesgan al salir no por necesidad, no por trabajo, no por requerir insumos para sus hogares, sino por ocio, porque no creen, porque simplemente “de algo nos vamos a morir”.[14] No es el hecho de la finitud como un destino ineludible, sino la manera en que llegamos a ese destino, pero eso sería avanzar por otro rumbo que no es nuestro objetivo por ahora. Las actitudes anteriores también pueden interpretarse como tácticas inmunitarias, pues buscan de origen proteger la propia vida y el bienestar. Ya sea el acaparamiento de insumos, la repelencia social ante los funcionarios y médicos involucrados directamente en los sistemas de salud, o los que salen a desafiar a la amenaza invisible terminan en su cerrazón individualista poniéndose al mismo tiempo en riesgo y fracasando en su objetivo: “Así como la communitas remite a algo general y abierto, la immunitas reconduce a la particularidad de una situación definida precisamente como algo que se sustrae a la condición común”.[15] Ponen en riesgo a la comunidad en la cual habitan y son, de la cual depende su propia vida.
El ser en comunidad no es algo que se pueda evitar, así como la responsabilidad que conlleva. El sólo hecho de estar vivo, y estar vivo en la comunidad, de ser con el otro y que el otro sea con nosotros nos compromete a ser responsables de nuestra propia salud, pues en última instancia, la salud, en la multiplicidad de interpretaciones que puede tener este término, repercute en la salud de la comunidad. No nos morimos solos, pues aunque la muerte es personal, hay toda una burocracia y una afectación emocional, social, económica e incluso espiritual alrededor de la muerte de cada persona, por ello es que nos morimos en comunidad, y no vivimos solos, vivimos en una comunidad que se aferra a la vida desde que se sabe limitada y finita. Según lo que hemos planteado desde el pensamiento de Roberto Esposito, la consciencia originaria de la finitud, de que no hay otra cosa que la fragilidad humana es la que compromete en última instancia a que cada uno individual y colectivamente sea responsable del cuidado de los demás.
La restricción del tránsito de aquéllos que no están obligados o no necesitan hacerlo va en función de minimizar riesgos de contagio en una infraestructura que no permite realizar sus actividades esenciales de manera remota. Las medidas de seguridad para la interacción están recomendadas para aquellos que por trabajo requieren salir, ya sea que sus actividades sean esenciales para el funcionamiento urbano o rural, o que por el carácter de su actividad económica no pueden dejar de salir,[16] pues a su vez también son responsables de familias, de vidas concretas cuyo bienestar también estaría en riesgo. Aquellos que tienen la posibilidad de quedarse en sus hogares deben hacerlo no por miedo ni por obligación, sino por la plena consciencia de que al cuidar de sí cuidan y son responsables del otro, de su comunidad.
Bibliografía
- ________, “¿Cómo hacer el súper de manera segura ante el coronavirus?,” en Milenio (2020, https://www.milenio.com/negocios/coronavirus-covid-19-mexico-compras-panico-1-6), consultado el 19 de abril de 2020.
- ________, Comunidad, inmunidad y biopolítica, Herder, España, 2009.
- Camhaji, Elías, “México apela a la responsabilidad de los ciudadanos para sortear la emergencia del coronavirus” El país, (https://elpais.com/sociedad/2020-03-31/mexico-apela-a-la-responsabilidad-de-los-ciudadanos-para-sortear-la-emergencia-del-coronavirus.html), consultado el 19 de abril de 2020.
- Cruz, Joel, “<<Es pura mentira>> o <<de algo nos vamos a morir>> dicen turistas sobre el coronavirus”, XEU Veracruz (https://www.xeu.mx/nota.cfm?id=1092544&t=es-pura-mentira-o-de-algo-nos-vamos-a-morir-dicen-turistas-sobre-el-covid19), consultado el 19 de abril de 2020.
- Esposito, Roberto, Categorías de lo impolítico, Katz, Buenos Aires, 2006.
- González Díaz, Marcos, “Coronavirus: el preocupante aumento de agresiones en México contra personal médico que combate el covid-19,”, BBC, (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52319044), consultado el 19 de abril de 2020.
- Han, Byung-Chul, “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín”, en El país, (https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html), consultado el 19 abril de 2020.
- Manso, Diana, “Vivimos al día y no podemos dejar de vender por Covid-19: comerciantes zapotecas”, Aristegui noticias, (https://aristeguinoticias.com/2303/mexico/vivimos-al-dia-y-no-podemos-dejar-de-vender-por-covid-19-comerciantes-zapotecas/), consultado el 19 de abril de 2020.
[1] Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 22.
[2] Idem.
[3] Han, Byung-Chul, “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín,” El país, 22 marzo, 2020, consultado el 19 de abril de 2020.
[4] Véase Camhaji, Elías, “México apela a la responsabilidad de los ciudadanos para sortear la emergencia del coronavirus”, El país, 31 marzo, 2020, consultado el 19 de abril de 2020.
[5] Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 26.
[6] Esposito, Roberto, Categorías de lo impolítico, ed. cit., p. 43.
[7] Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 42.
[8] Esposito, Roberto, Categorías de lo impolítico, ed. cit., p. 315.
[9] Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 44.
[10] Véase “¿Cómo hacer el súper de manera segura ante el coronavirus?”, Milenio, marzo 2020.
[11] Véase González Díaz, Marcos, “Coronavirus: el preocupante aumento de agresiones en México contra personal médico que combate el covid-19”, BBC, 17 de abril de 2020, consultado el 19 abril, 2020.
[12] Esposito, Roberto, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 28.
[13] Ibid, p. 17.
[14] Véase Cruz, Joel, “<<Es pura mentira>> o <<de algo nos vamos a morir>> dicen turistas sobre el coronavirus” XEU Veracruz, 28 de marzo de 2020, consultado e 19 de abril de 2020.
[15] Roberto, Esposito, Comunidad, inmunidad y biopolítica, ed. cit., p. 17.
[16] Véase Manso, Diana, “Vivimos al día y no podemos dejar de vender por Covid-19: comerciantes zapotecas,” 23 de marzo de 2020, consultado el 19 abril, 2020.