Revista de filosofía

La extracción de la piedra de la locura

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EL BOSCO, “LA EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA” (SIGLO XVI)

 

Resumen

El artículo pretende ser una reflexión desde el ahora del momento de crisis que vivimos. Ante las medidas tomadas por el gobierno de España, entre ellas el confinamiento, se abordarán temas como la posibilidad de solidaridad, el concepto del virus enemigo, el papel del ser humano en la naturaleza, la necrofilia y el narcisismo.

Palabras clave: coronavirus, crisis, confinamiento, solidaridad, necrofilia, narcisismo.

 

Abstract

In this article I think about the emergency moment that we live in this days. The Spanish government has made differents decisions like confinement. I this approach I write about the posibility of solidarity, the enemy virus, the humans in the nature, necrofilia and self-love.

 Keywords: coronavirus, emergency, confinement, solidarity, necrofilia, self-love.

 

3 abril 2020 Conil de la Frontera, España.

117.710 contagios contabilizados

10935 muertos

A principios del siglo XVI Hieronymus Bosch, más conocido como El Bosco, pintó en una tablita de roble una obra a la que denominó: “La extracción de la piedra de la locura”. Es una pintura que contiene una crítica a las antiguas tradiciones, entendidas como supersticiones por la modernidad que entonces alzaba su vuelo. En la imagen aparece un “cirujano” acompañado de dos personas, extirpando una piedra de la frente de un campesino. El cirujano es dibujado con un embudo en la cabeza ridiculizándolo, haciendo entender a las personas que observan la pintura que se trataba de un embaucador. Pero describamos un poco más el contexto, según alguna tradición europea se pensaba que la locura se debía a unos cálculos (unas piedras) que se formaban en la cabeza. Extirparlos equivalía a terminar con la locura. Así, como digo, en la obra del Bosco, el supuesto cirujano está extirpando de la frente de un campesino la “piedra de la locura” que curiosamente, no es una piedra, como en otras obras de otros artistas en las que se recogen escenas similares, sino que se trata de una flor, lo que extirpa de la frente del campesino es una locura simbólica. Y en esta clave simbólica es en la que voy a interpretar el momento presente caracterizado por una especie de locura colectiva con flores/piedras en el celebro social como el coronavirus, el estado de alarma, los fake news, el #yomequedoencasa, el virus enemigo, la guerra contra el virus, la militarización de la sociedad, los aplausos desde los balcones, la pérdida de los puestos de trabajo, el crack económico y el castigo de la madre naturaleza.

Son tiempos extraños estos que vivimos, tiempos desconocidos, de cambio y adaptación, tiempos quizás en los que los árboles no nos dejan ver el bosque, pero aun así, tiempos en los que debemos de mantenernos críticos, tiempos en los que indagar, porque sobre todo confinados como estamos no podemos dejar de pensar, y a la vez no nos dejan pensar.

He tardado mucho en escribir. El viernes 13 de marzo el presidente del gobierno Pedro Sánchez declaraba el estado de alarma en el país. Se publicaba al día siguiente y así empezaba el confinamiento. Días y días encerrada en casa y millones de noticias. La información era desmesurada, encontrabas una cosa y su contraria. La sobreinformación anula la capacidad de pensar. Todas las noticias son potencialmente falsas, es imposible determinar alguna certeza. Es imposible pensar con tan magna cantidad de ruido, no se oye ninguna música, es todo informe.

Muchas personas aplauden desde sus balcones a las 8 de la tarde, por el personal sanitario, personal con unas condiciones laborales precarias que se encuentra en una situación límite de estrés y que tiene dificultad de acceso a materiales de protección básicos, como mascarillas o guantes. Que trabaja para un sistema sanitario público que se ha ido desmantelando poco a poco a lo largo de años por un Estado que ha estado favoreciendo a las empresas privadas. Pero aplauden a las 8 de la tarde, como si todo se estuviera haciendo bien, por los sanitarios un@s y otr@s por el viva España, con la bandera y el himno. La unión que tanto gusta al fascismo. La unión ciega de la masa sin capacidad crítica.

No podía escribir porque no podía pensar. Tenía la piedra alojada en mi cabeza y espero que estas palabras obren la cirugía de la extracción. Como viene diciendo Giorgo Agamben todos nos hemos convertidos en “potenciales untadores”.[1] Habla de la epidemia de la peste en Europa, cuando se consideró la existencia de unas personas que vendían ungüentos venenosos que llevaban la peste. Y no sólo eso, se dedicaban a untar con ellos los asientos de las iglesias, las puertas y así se convirtieron en los agentes transmisores de la peste. Ni que decir que tales personas no existieron nunca, pero, así se le puso cara al enemigo.

El coronavirus no tiene cara o tiene nuestra cara. Todas las personas nos hemos convertido en potenciales portadores, potenciales asesinas, potenciales enemigas y la tensión aumenta con los días, a pesar de los aplausos conjuntos. Como apunta Byung-Chul Han: “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa sólo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa”.[2]

Y es que el virus es el enemigo, “hacemos la guerra al virus” es como un mantra de los y las políticas (y por eso sacamos el ejército a las calles, las fuerzas de seguridad del estado patrullan las calles vacías a la búsqueda de incumplidores, de posibles untadores). Y si el virus es el enemigo y puede estar en cada uno de nosotros, todos somos enemigos y hasta nuestro propio cuerpo es nuestro enemigo: ¿Qué cirujano podría extirpar esta piedra de la locura?

ANTONIO DECINTI “EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA” -DETALLE- (2014)

Aunque se hable de solidaridad no es posible la solidaridad en este estado de guerra de todos contra todos y de cada persona consigo misma. Es imposible la solidaridad. Si el estado decide que tales contagiados van a ser atendidos en tal sitio sin contar con nadie ¿dónde va a estar la solidaridad? En ninguna parte, no es cuestión de solidaridad. Las órdenes paternalistas del Estado han suprimido la solidaridad. Si la autoridad da una orden, el cumplimiento de tal orden no puede ser denominado solidaridad. Más cuando no hay opción a no cumplir tal orden. En el estado de alarma la solidaridad ha sido abolida. Al menos la solidaridad entre comunidades o países. Esto no quiere decir que no haya personas solidarias ni mucho menos. Este no es un momento colectivo, es un momento de aislamiento, de cierre de fronteras, de sálvese quien pueda, de cada uno en su casa cuidándose del enemigo invisible que puede llevar consigo. De alejamiento de los demás, de no tocarse, del metro de distancia, de separación obligada de los familiares, de imposibilidad de vernos en persona.

Vivimos días de pánico visceral, como si acabásemos de descubrir que vamos a morir, que desde el momento en que nacimos no estábamos destinados a morir. Como si creyésemos realmente aquel lema transhumanista de que la primera persona en vivir 1000 años ya había nacido, que el problema del envejecimiento sería solucionado, que acabaríamos con la muerte.

Por el miedo a la muerte hemos renunciado a nuestras libertades, al roce del viento, al rayo del sol, al beso, al abrazo, al movimiento, a la reunión, hasta al espíritu crítico y al pensamiento. El miedo nos paraliza y es la principal piedra a extirpar. Como lo son la necrofilia de los medios de comunicación, el morbo televisivo. Esta sociedad no mejorará después de esta conmoción sino es capaz de deshacerse del miedo y el amor a la muerte. Porque están de la mano, el miedo se regodea tanto en la muerte que acaba siendo amor o apego a ella.

Otra piedra de la locura resulta del narcisismo exacerbado de nuestras sociedades (tanto necrofilia, como narcisismo los entiendo aquí siguiendo la definición que de ellos hace Erich Fromm en El corazón del hombre). Me refiero a esa condena a vernos a nosotros mismos y poder entender el mundo desde él y que nos lleva en muchos casos a malentendidos. Sobre todo generados por la incapacidad de ver fuera de otros otra cosa que no sea a nosotros mismos y que en estos días se traduce entre otras cosas en el discurso de la antropomorfización de la Tierra o de la Naturaleza entre otros.

La naturaleza es, sin más, pura y magnífica. La naturaleza no castiga, el virus es naturaleza, la naturaleza no quiere decirnos nada, no tiene voluntad, simplemente es y seguirá siendo, porque la destrucción es también naturaleza, la extinción es también naturaleza. La naturaleza, fue, es y será. Que los seres humanos hallamos sobreexplotado nuestro medio está claro, y que debemos interesarnos y esforzarnos por cuidarlo si queremos seguir existiendo también está claro. Estas palabras sobre la naturaleza no son una consigna antiecologista. Lo que quiero decir es que hay que poner las cosas en su justa medida. El coronavirus, como todos los virus son naturales, forman parte de la existencia en la naturaleza. Y si nosotros podemos crear virus eso también es natural. Somos seres creadores, hemos creado especies vegetales y animales. Y somos parte de la naturaleza, no estamos fuera de ella, ni ella depende de nosotros. Sino más bien al contrario, nosotros dependemos de ella. La naturaleza no es una madre cruel que nos castiga con un virus. No es ni siquiera una madre. La muerte es también naturaleza. Todo nace y muere en una naturaleza en perpetuo cambio y transformación. Tenemos que vernos y entender nuestra existencia en nuestra justa medida. Creo que es necesario si queremos cambiar algo después de esto.

La piedra de la locura del narcisismo nos incapacita para la comprensión de fenómenos tales como esta crisis del coronavirus. Del lado del poder, muchas personas se vuelven inquisidoras y desconociendo las circunstancias ajenas insultan a los que salen a la calle, incluso saliendo ellas mismas. Se alegran de los abusos de poder, de las multas por ir a comprar cerveza o ir a tu segunda casa. Acusan a los chinos o a los EEUU de haber creado el virus. Le piden perdón a la naturaleza. Nada de esto nos hará mejores. El virus no nos hará mejores.

Hay quienes dicen que el virus no discrimina, que ataca a todos por igual, al rico, al pobre, al blanco al negro, al cristiano, al musulmán. Pero esto es una gran mentira, es como decir que la muerte es democrática, nos iguala a todos. Es verdad que todos morimos, es verdad que todos podemos contagiarnos, pero no es verdad que esto nos iguale. El rico tendrá posibilidad de vivir porque podrá acceder a un respirador. El rico tendrá la posibilidad de una vida más larga y hasta quién sabe, de una muerte con menos sufrimiento. No será lo mismo contagiarse de coronavirus en Alemania que en Bolivia. Ni siquiera es lo mismo contagiarse en un campo de refugiados en Europa o en un CIE, o en una cárcel. Un virus no tiene la capacidad de igualarnos, es más nos diferencia, nos convierte en ciudadanos del mundo de primera y segunda clase.

¿Qué cirujano podrá extirparnos la piedra de la locura? ¿Será la ciencia? ¿Será la razón? ¿Será la religión? ¿Dios? ¿El Nirvana? ¿Serán los sueños? ¿La intuición? ¿La imaginación? ¿Las palabras?

¿Será este el fin de una época? ¿Vivimos realmente un momento de transición como muchas personas apuntan? En la pintura del Bosco se representa una burla de la tradición antigua frente la modernidad, se trata de un cambio de época, de mentalidad. ¿Seremos capaces de encontrar la piedra de la locura, de extraerla? ¿Y cuando la tengamos entre las manos, seremos capaces de ver su inconsistencia, de ver que era una flor?

Por lo menos he hablado, a pesar de todo este caos: he hablado, y en las palabras podría estar mi salvación, porque cada palabra es una piedra extirpada de mi cabeza, un orden frente al desorden (la locura), mis palabras son una señal de que me he sobrepuesto a la conmoción, de que he conseguido superar la anulación a la que me empujaba la sobreinformación y he empezado a ser yo misma.

He conseguido forjar palabras, construir un discurso contingente, no sé si válido porque es un discurso desde el bosque, entre los árboles, en la espesura, entre las sombras, donde se ve poco y tropiezo con las raíces, en donde casi me arrastro, vivo como alimaña a la espera de un rayo de sol o de la luz de la luna.

 

Bibliografía

  1. Diéguez, Antonio, Transhumanismo, Herder, Madrid, 2017.
  2. Ferry, Luc, La revolución transhumanista, Alianza editorial, Madrid, 2017.
  3. Fromm, Erich, El Corazón del hombre, FCE, México, 2015.
  4. VVAA, Sopa de Wuhan, ed. ASPO, 2020.

 

Notas:

[1] Agamben, Giorgio, Contagio, Sopa de Wuhan, ed. ASPO, 2020.

[2] Han, Byung-Chul, Emergencia viral y el mundo de mañana (El País, 22 de marzo 2020), en Sopa de Wuhan, ed. ASPO, 2020.