JACQUES LACAN
Resumen
¿Qué dimensión política tiene la intimidad? Esta pregunta será la que resonará de fondo a lo largo del siguiente escrito. Sazonado por distintas lecturas realizadas de Tiqqun, el Comité Invisible, el Partido Imaginario y los Seminarios de Jacques Lacan, se exploran diferentes modos en los que la intimidad produce efectos en la retícula relacional política. Se esboza aquí una directriz ética sin programa que aboga por lo hogareño como lugar de creación frente al re-creativo régimen de la contemporaneidad. Por último, haré mención al metamodernismo, lugar en el cual convergen las distintas investigaciones.
Palabras clave: psicoanálisis, política, ética, Yo, metamodernismo, intimidad.
Abstract
What political dimension does intimacy have? This question will be the one that will resonate in the background throughout the following writing. Seasoned by different readings from Tiqqun, the Invisible Committee, the Imaginary Party and the Seminars of Jacques Lacan, different ways in which intimacy produces effects in the political relational grid are explored. An ethical guideline is outlined here without a program that advocates the homeliness as a place of creation in the face of the re-creative regime of contemporaneity. Finally, I will mention metamodernism, a place where different investigations converge.
Keywords: psychoanalysis, politics, ethics, I, metamodernism, intimacy.
La lectura contra-edificante de los textos de Tiqqun, el Comité Invisible y el Partido Imaginario mezclada con la potencia de los conceptos flotantes y la escritura significante de los de Jacques Lacan, provoca, si más no, una alteración disruptiva en los procesos, no solo de aproximación al objeto de estudio, es decir, metodológicas, sino que a la par, descubre una hiancia en la escritura personal, entre el saber y la verdad, entre lo consciente y lo inconsciente.
Por un lado, la fuerza del grupo anarquista francés, descentralizado y anónimo, cuyas publicaciones han sido revisadas por un comité de reducidos académicos marginales (entre otros anónimos) para su evaluación de impacto. En un camino opuesto al del MIAR… se procura la magia en la poética de la escritura. Tal y como Mariblanca recuerda sobre la figura nómada de los que publican y más allá del publicar actúan sobre lo público, éste es el que está en busca de la magia porque siente que esta no proviene de lo que el Espectáculo contemporáneo le concede, porque sabe que hay una guerra civil en la que las múltiples formas-de-vida han sido neutralizadas debido a que el Imperio dominante no cesa en su intento por manejar tal guerra.
¿A qué se refiere TCIPI[1] con magia? Para TCIPI las palabras son un campo de batalla en el cual se disputa la prevalencia de los dispositivos Imperialistas. Las palabras como ‘terrorista’, ‘parado’, ‘aborto’, etc., son palabras que, lanzadas a través de medios de comunicación, provocan tumultos en la ciudadanía con un corte rapaz del presente, de la presencia. O como señala el Comité Invisible “[…] ciertas palabras son como campos de batalla cuyo sentido es una victoria, revolucionaria o reaccionaria, necesariamente arrancada tras una lucha encarnizada”.[2]
Tal vez las palabras ‘Imperialistas’ o ‘dispositivos’ o incluso ‘ciudadanía’ puedan resonar en este orden a Antonio Negri y Michael Hardt, a Gilles Deleuze, Félix Guattari y Michel Foucault, o Joseph Alois Schumpeter. Pero, y esto es algo que ya Agamben, colaborador con TCIPI, sabía, es que el grupo anarquista escribe para sus amigos, los nómadas. De hecho, tienen una publicación con dicho nombre: A nuestros amigos[3]. Aun con todo, por más que sus referentes estén claros en muchos casos, lo que los caracteriza es una cuestión de estilo, puesto que la retórica entraña, llama a la acción, a tomar lugar en una guerra en curso de la que ya somos parte. Guerra en curso para la cual TCIPI también tiene un libro titulado Contribuciones a la guerra en curso.[4]
Por otro lado, a medida en la que he profundizado en la lectura de los textos de Jacques Lacan, me di cuenta de que inevitablemente lo estaba haciendo mío. No al estilo erudito de aquel que recuerda una y otra vez los fragmentos de la Fenomenología del espíritu de Hegel o La crítica de la razón pura de Kant, sino que al contrario puedo hablar de mí-mismo como complejo teórico sumido en la experiencia íntima de mí propia voz. Hay una Fenomenología, pero no del Espíritu como aquel, sino del que lee, el que se lanza a pensar-se. Por ello recuerdo estar leyendo seminario tras seminario, y reconocer que fue con él, con quien más ejercí mis facultades de discernimiento. Dejé de intentar comprender qué quería decir y empecé a pensar qué acababa de decir, giraba en torno a lo dicho, a recordar qué fue lo que vine haciendo en lugar de sumirme en la proyección yoica esquiva del deseo, es decir, permanecer alienado.
Este girar en torno a lo dicho, es la atestiguación íntima del pez que se muerde la cola. A medida que se gira se vuelve a decir lo mismo y sobre esto se retorna nuevamente para volverlo a hacer. A lo largo del proceso analítico, el deseo inconsciente no halla contradicción puesto que es producción pura por más que la represión se haga patente en la sesión, sigue siendo una producción. El inconsciente siempre halla una forma de hablarse, ya sea mediante el síntoma o cualquier otra forma. Lo que permite salirse por un momento del circuito es el sorprenderse a uno mismo en ello, otra vez. Por ello Lacan en una conferencia brindada al Instituto Francés de Milán dijo que “lo que tenemos que sorprender, es algo cuya incidencia original fue marcada como traumatismo”[5], refiriéndose a aquel evento traumático sobre el cual el sujeto no cesa de reincidir sin dar-se cuenta.
Tanto TCIPI como Lacan aportan una visión clara y distinta de lo que no está ahí. Cuando TCIPI habla de la crisis de la presencia señala como la existencia se halla siempre descentrada. El Yo sujeto al soporte fantasmático, lugar donde la proyección del Ideal del Yo genera una batería de sentidos, imágenes-simbólicas (entrelazamientos entre Lo Imaginario y Lo Simbólico), le permite, con “su” deseo, tomar-se cómo aquel que tiene la determinación de sus actos. Pensar en la libertad desde la yoicidad implica, por lo que he venido leyendo, hablar de procesos de alienación.[6] ¿A qué se debe esto? La realidad acaece constantemente sobre los designios fantasmáticos en los que está sujeto el Yo, éste, el cual ha sido sobreexplotado por los estudiantes de Freud en Estados Unidos y frontalmente confrontados por Jacques Lacan, mediante mecanismos de defensa variados hace lo posible por sobrevivir a su preponderada y asediada existencia. Lacan, por su parte y a mi entender, considera que hablar del Yo es sólo referirse a la punta del iceberg y obviar los procesos inconscientes cuya complejidad arrasa los psicologismos que se desprenden del estudio del Yo.
Los procesos de represión, negación y re-negación son efectivamente mecanismos de defensa contra el deseo, es la preservación del sujeto frente al deseo del Otro, la manutención del fortín yoico en el cual, atrincherado, hace de su existencia un valle de lágrimas intrascendente. Este sujeto resultante es un sujeto telemático cuyo hic et nunc funciona de forma remota. Por ponerlo de forma comprensible, el Yo sumido en su alienación desiderativa y protegido con distintas formas de seducción masturbatoria sólo halla la salvación a través del pensamiento del suicidio. El planteamiento del suicidio en este caso es la entrega, el sacrificio último, ante el Ideal del Yo, el Bien Supremo, le permite al Yo recordar que aún le queda dicha opción escapatoria. Como dice Nietzsche en Más allá del bien y el mal, “[…] el pensamiento del suicidio es un poderoso medio de consuelo: con él se logra soportar más de una mala noche”.[7] ¿Cómo se constituye este Ideal del Yo y porqué es tan importante?
Esta pregunta doble tiene dos vertientes, una teórica y la otra, más allá. Atendiendo a la primera, si hablamos del Ideal del Yo, hablamos del Yo del Ideal.[8] Saltar de uno al otro implica el reconocimiento del sujeto sumido en ello. No se engañen, no son metas, sino reconocimientos, la manutención del honor del juego dialéctico, con la dignidad, con la preservación de un “tesoro”, de un valor “propio”, de “algo” único que “puede ser robado”.[9] La proyectiva condición yoica del sujeto provoca la creación de una mirada en los demás que acusa aún sin saber. El otro posee el saber de la verdad. Así, ubicado el sujeto en la instancia yoica habla con soberbia de lo que desconoce en lugar de la humildad de la ignorancia primordial.
La cuestión apunta en estos casos a que el Yo es el soporte de una realidad perversa.[10] ¿Perversa? La perversión se caracteriza primordialmente por una característica central del deseo: no hay manera alguna de desear sino es mediante la trasgresión de la ley. Esta ley, se halla en la realidad subjetiva, no en lo real. Es por ello que Lacan dirá: “[Cuando] hablo de lo real como imposible en la medida en que creo justamente que lo real (en fin, creo, si es mi síntoma, díganmelo), lo real es, debo decirlo, sin ley. El verdadero real implica la ausencia de ley”[11]. ¿Qué es entonces el Ideal del Yo? El lugar donde reina el límite, la ley, el Bien, lo correcto, además de ser el lugar de aspiración[12] del yo. El Yo aspira a la eliminación del Yo, el retorno a la ausencia de la ley.
Como se puede ver el Yo hace lo que puede por cumplir, llevar a término, este deseo que le viene de algún lado, de más allá, cuya fuerza es irresistible y acaba por atraparlo repetidamente, puesto que no cesa de intentarlo, de hacer el Bien. Pero, ¿qué es este Bien y qué es ese más allá que ya en el párrafo anterior recalcaste como respuesta parcial a lo que es importante? Éste Bien se halla, dentro del campo fenoménico del afecto, como brújula del juicio. En el habla el sujeto toma posiciones constantemente, el juicio comporta en cierta medida un acto de fe, un acto que espera ser santificado. Es decir, que tras que se haga algo aquello suceda. ¿Qué? La bendición. El Bien, si hablamos desde el campo del deseo, evidentemente no piensen que es algo socialmente aceptado, sino que por el contrario es una complicidad que va más allá del bien y el mal. La constricción moral o las implicaciones éticas no tienen nada que ver en este campo, sino más bien con un Bien Supremo, algo que es irremediablemente imposible[13]. La demanda que nace del Ideal del Yo y va a parar al sujeto es sumamente exigente y usualmente no son requisitos que el cuerpo pueda asumir. Es por ello que ahora convendría traer a colación aquello que está más allá y aplasta: el goce.
SEMINARIOS JACQUES LACAN
El goce, en la teoría lacaniana se opone a lo que vengo comentando como deseo-ley. El goce es lo que absorbe al sujeto obligándole, como defensa, la creación del Yo. El goce, cuyo poder fascinador aspira la atención del sujeto, está incluido en el complejo deseo-ley. El goce forma parte del deseo-ley, es la fuerza que atrae al sujeto y le compela a que su registro de actuación disfrute con ello. El goce, no se engañen, es insoportable. Es un peso psíquico que aplasta al sujeto. Como dirá Lacan diferenciando la frustración en el amor y en el goce: “La frustración del amor y la frustración del goce son dos cosas distintas. La frustración del amor está en sí misma preñada de todas las relaciones intersubjetivas que a continuación podrán constituirse. La frustración del goce, no lo está, en absoluto”[14]. ¿A qué se debe ello?
Cuando el goce, soporte fundamental de lo imposible, perteneciente al campo de Lo Real, trasgrede, se filtra, por la pantalla fantasmática en la que el sujeto puede hablar-se, todo queda destrozado resultando en distintas figuras como, por ejemplo, la más común, la del impotente[15]. El Ideal del Yo no tiene cabida contra algo que está por encima de él. Por poner un ejemplo, en la película de Woody Allen titulada “La rosa púrpura del Cairo” en la que Tom Baxter interpretado por Jeff Daniels sale de la pantalla de cine rompiendo la cuarta pared tras sentir un flechazo por Cecilia, Mia Farrow. No se engañen, en esta dramatización la realidad es mucho más cruda y violenta. Pasaría lo que le sucede a uno de los dos hombres que se hallan en la escena de la cafetería Winkie’s en la película de David Lynch, “Mulholland Drive”.
En esta escena tras un diálogo en el que uno confiesa que quería ir a ese establecimiento porque “soñó” con ello. El diálogo continúa hasta que salen del local y aquel que tuvo la pesadilla, cual autómata, va al encuentro con algo. Tras un recorrido cargado de suspense y una sonora oclusión ambiental el hombre es sobresaltado por una figura monstruosa, sucia y deforme que le deja inconsciente. Se atraviesa la pantalla, pero no es una comedia romántica sino una pesadilla (aunque en innumerables veces una no se distinga de la otra), ya que tiene un encontronazo con el resto tras el corte significante.
Entonces, ¿cuál es la propuesta que se deduce de estas apreciaciones? Beligerantes se han mostrado Lacan y TCIPI contra la producción de una instancia yoica irresponsable con su deseo, pero totalmente comprometida con su Ideal lo que implica sujetos sumidos en una Rat Race, por darle palabra a ese Ideal del liberalismo económico.[16] El primero contra los Psicólogos del Yo que se afincaron en Estados Unidos tras exiliarse de Europa debido al periodo de entreguerras. Allí, en EE. UU. los continuistas e intérpretes de la teoría freudiana siguieron sus estudios centrándose en los instintos (mala traducción e interpretación del Trieb), el Yo y los distintos mecanismos de defensa. Por otro lado, Jacques Lacan en plena ebullición intelectual francesa, propuso una interpretación del psicoanálisis freudiano que dialogaba con las corrientes del momento, no solamente absorbiéndolas sino criticándolas de tal modo que más que destrozarlas las estudiaba y las acogía como efectos del inconsciente.
Los segundos, TCIPI, por su parte, reconocen la instancia yoica como el vertedero primordial en el cual se afincan los dispositivos de producción capitalista mediante la promoción de un imposible sustentado por una sociedad volcada en el espectáculo.[17] El reflejo de sí, su manutención, es más importante que Uno. La intimidad sólo puede vivirse codificada.[18] Es por ello que cuando hablan de crisis de la presencia se refieren básicamente a que los dispositivos, su función, es la de codificar los cuerpos mediante la organización discursiva del ser hablante para la producción descentrada, deslocalizada, de la subjetividad.
Esta “deslocalización” conlleva el distanciamiento de la presencia y su ubicación en un Yo que no tiene como primor vital el reconocimiento de su muerte sino la de una infinita repetición allá donde Uno no cesa de morir, de coartar la vida, el deseo. La figura del a-dicto[19] representaría firmemente este posicionamiento al que el Yo se acostumbra. El a-dicto, como su nombre indica, es aquel que niega o cancela toda dicción, la voz. ¿Qué voz es la que se cancela? La voz del inconsciente, es decir, el reconocimiento y asunción de sí-mismo como sujeto alienado. La escucha queda sustituida por diferentes “deberes” diarios. Lo que proponen es acabar con esta crisis y retornar, si más no, a la presencia, al presente, a una savoir faire que no hable de pronósticos sino de improvisaciones.
JACQUES LACAN
Cuando nos encontramos con un libro como el de Luciano Concheiro, Contra el Tiempo: Filosofía práctica del instante, premiado ensayo por la editorial Anagrama, y atendemos a lo que se refiere con el instante como último bastión para contraatacar la aceleración de los tiempos contemporáneos, en los que la velocidad es sinónimo de poder, la mirilla se hace pequeña. El panorama que presentan TCIPI, citado por el autor algunas veces, presenta un panorama de acción mayor, que si se lo acompaña con una batería conceptual psicoanalítica parece que sea tan directo como el título de aquel famoso libro de Peter Sloterdijk, Has de cambiar tu vida: sobre antropotécnica. Cierto es que las posibilidades del instante presentado por Concheiro tienen unas dimensiones lo suficientemente precisas como para producir una détournement en el momento en el que ello se halla en una situación como las que enumera de la mano de Marcel Duchamp y sus infraleve o inframince.[20] Pero, ¿acaso alguien va a dar cuenta de estos “instantes”? Ya, el propio Concheiro, señalaba que la dificultad para llevar a cabo este tipo de acciones era elevada pero que sus consecuencias serían tremendas para el presente, para la presencia.
La propuesta que, a lo largo de mi tesis doctoral, presento, es la de “timar al Yo”. ¿Qué es timar al Yo? Tanto para TCIPI como para el psicoanálisis lacaniano la instancia yoica, el Yo, es algo a lo que se le tiene que dar cabida, a sus problemáticas cotidianas, para aflojar con el tiempo su prevalencia. Desde ahí se ha venido siempre operando así. Lo inimaginable es pensar en otra cosa. El sujeto fóbico puede imaginarse lo peor para postergar su acto, el obsesivo no terminará nunca de revisar sus conocimientos y, con el tiempo, ejercerá una posición dominante, de saber, o será una figura más ejerciendo el entumecido carácter del eterno estudiante… Es, desde estos lugares, no se engañen, no son lugares perfectamente delimitados sino sugeridos, desde donde el Yo se camufla pensando en el futuro, siempre lanzado a un pronóstico. Soberbio y, si recuerdan lo dicho más arriba, con mucho que perder. Pero, al mismo tiempo, con muchas ganas de perder-se, de dejar lo que está haciendo, de hacer otra cosa. Llama a la puerta del no-saber para irse corriendo. Siempre anda de vuelta dando vueltas al no-saber. El Yo pues, tomado desde estos dos lugares que vengo mencionando, es el campo de batalla primordial. ¿Por qué?
El yo neurótico tiende a no confiar en su deseo, a tomarlo como una entidad extraña, y por ello le otorga un sentido. Al otorgarle sentido, puede tomarlo como algo que le es propio, cuando ya en primera instancia, el deseo, es algo que solo él puede contemplar apuntalarse en diferentes objetos. El Yo vive entonces sumido en la insistencia en lo imposible de la imagen sin estar atravesado por la significación. Como un asno que sigue una zanahoria, la imagen promete la salvación del sujeto ante su deseo. Se pone una meta imposible de lo que se puede hablar y hablar, llorar, reír, hacer lo posible para alcanzarla, pero a fin de cuentas el presente queda descuidado, queda en crisis. La presencia, hipotecada por un futuro inconmensurable, emborrona los gestos y los alinea al acontecimiento planeado (contradicción) más esperado de toda una vida (condición) bajo la ilusión del Yo de acabar definitivamente con su deseo. Pero, hay malas noticias, éste, no deja de aparecer en forma de fallo, de interrupción, de equivocación, etcétera… Como se ve el sujeto está encerrado en una paradoja: desea desear conforme al Ideal.
La injerencia de sentido no empreña la vida, sino que adeuda el presente. Si esta búsqueda de sentido por parte del Yo, para salvarse del deseo (puesto que para el Yo el deseo es una cuestión siempre tomada como desobediente del Bien Supremo), queda sustituida por un trabajo de escucha y asunción del lugar de repetición, de reincidencia, resulta en una enorme masificación de multiplicidades que atentan contra cualquier inclinación yoica puesto que les va la vida en ello. ¿Qué pasaría si estas multiplicidades se diesen?
Al igual que Gilles Deleuze y Félix Guattari en el Anti-Edipo,[21] no sabían que pasaría si el esquizoanálisis y toda su ética para abandonar una vida fascista tenían finalmente una cabida en la cotidianeidad. Es por ello, justamente, por lo que no puedo decir nada, ya que si llegase a decir algo estaría traicionando mi propio argumentario. A diferencia de la psicología cognitivo-conductual o la psiquiatría farmacológica cuya pretensión es la de producir efectos positivos en la vida de sus pacientes, el psicoanálisis está orientado a producir efectos en el analizante, a sumirlo en su propia problemática, en las determinaciones de sus actos cotidianos, a reconocer la dialéctica del reflejo del reflejo en el que se ha sumido por mor de su deseo (espejo infinito), en hacer que su vida le vaya en ello. No se engañen, no es que no haya cura en psicoanálisis, sino que es el propio analizante el que determina si la cura como tal se ha dado. Evidentemente cabe la pregunta que todo el mundo se plantea cuando piensa en psicoanálisis: ¿solo existe análisis para neuróticos?
A consulta acuden todo tipo de sujetos, sean neuróticos o psicóticos. Lo que acontece en cada análisis es particular de cada sesión que se de en dicha consulta entre analista y analizante. Pero hay algo más relevante, y es que los cuadros clínicos que ubican al “paciente” como neurótico o psicótico en psicoanálisis, en mi opinión, no tienen cabida, puesto que lo que se ve es a un sujeto hablante que describe su sintomatología y a medida que el análisis prosigue ahonda en su problemática existencial, reconociendo las determinaciones de su psiquismo y abandonando paulatinamente el mundo del sentido que otorgan las imágenes yoicas para desarraigarse, desterritorializarse, desubicarse, y ser cómplice de su deseo. Por esta razón no podría lanzar un aforismo predictivo de cuáles serían las consecuencias de que esta ética en la que estoy trabajando quepa, con su particular escritura y esbozo de otra cosa, en la cotidianeidad cual quiebre de lo que no cesa de ser lo mismo, picar el timbre y salir corriendo.
A todo esto, ¿a qué viene lo del título si ni siquiera se ha mencionado la cuestión de lo hogareño como intimidad disruptiva?
¡Ah sí! ¡Aquello! Cierto. Gracias. Ya casi se me olvidaba que puse ese subtítulo.
Nada hombre, para eso estamos, aún.
Pues bien, lo que al inicio del texto indicaba como lo hogareño cual intimidad disruptiva es una idea que germinó de mi investigación doctoral. A lo largo del trabajo se han ido perfilando distintos conceptos de los cuales me he ido sirviendo para dar explicación a aquellos lugares que, a medida que la investigación y mis circunstancias personales proseguían caminos inciertos, descubría un no-saber, es decir, rastros de otra cosa. Este concepto, aunque más que representación mental de una realidad es más bien una manifestación retórica tras la emergencia de un no-saber cuyo acontecer fenoménico no cesaba de ser un lugar de insistencia para un pensamiento sin imágenes, retumba una ubicuidad que se halla en el reconocimiento de lo hogaño, de lo que pertenece a esta época, a este año incluso. Lo hogareño no participa de la nostalgia o la melancolía, sino de un echar en falta tras una elección. Al tomar una deliberación, al tomar un rumbo vital o una determinación existencial, la imagen de sí puede acaecer como lo deseable, pero como ya mencioné anteriormente, no es más que una ilusión en la que el yo, reflejo del reflejo, queda alienado. No es cómplice de su deseo, sino que complica, pervierte, la aparición del deseo y en su lugar predomina la manutención de una imagen. Esta imagen a su vez, poderosa por su vigor salvífico, traiciona con su silencio (puesto que siempre está callada, pero con su presencia, la cual otorga la palabra o la quita) al deseo sumiéndolo en lo contrario de lo hogareño: el ermitaño.
La contraposición entre el ermitaño y el hogareño queda reflejada en la actualidad cuando por un lado vemos que mediante las redes sociales, o incluso en compañía, la condescendencia o el empleo masivo de eufemismos a la par que las cuestiones honoríficas o el ya tildado por la mayoría de la comunidad filosófica como la dictadura de la tolerancia o lo políticamente correcto o corrección política, se hace cada vez más patente en la sociedad con algunas excepciones como pueden ser las confesiones mediáticas de algunos artistas contemporáneos o figuras públicas sobrecargando los barómetros de lo que es adecuado o no.[22] En esta situación socio-política, este cachito de realidad que me he esmerado en cortar del cuerpo social, lo ermitaño queda señalado como aquellos actos que, siendo codificados con las buenas formas (apuntaladas en el Bien Supremo), no buscan darse a un vínculo íntimo con el otro sino más bien asumirla desde la parcela dedicada al Yo. La intimidad, como bien recuerda TCIPI, se hilvana, se constituye a través del compartir un lenguaje que es común: “No habrá solución social a la situación presente. En primer lugar, porque el vago agregado de entornos, instituciones y burbujas individuales que se denominan por antífrasis «sociedad» no tiene consistencia; en segundo, porque ya no hay lenguaje para la experiencia común. Y no se comparten riquezas si no se comparte un lenguaje”.[23]
Esta intimidad, de la cual el ermitaño huye o se camufla, no toca, no arriesga, no decide, y si lo hace espera recibir algo a cambio. Es una intimidad que se vive de forma remota, como si fuese una película, una sucesión de fotogramas que organizan los encuentros. La imposibilidad del dos no se da, lo que aparece en su lugar es un dos imposible, que a diferencia del primero podría catalogarse de la unión perfecta, la pareja perfecta, el amor eterno, etcétera… Todo aquello que la mercadotecnia del romanticismo se ha encargado de explotar. El segundo, un dos imposible se refiere a la constatación de que no hay relación sexual. Con ello, oportuna cita de Lacan, me refiero la constatación de que 2 + 2= 3, es decir, la vivencia de la imposibilidad del dos se vive de forma particular y siempre hay un tercero que resulta de la unión entre ambos, ese tercero es, precisamente, lo que puede llevar a esa suma hacia algo que los números no pueden indicar con sólo un 3, por ello: o ermitaño o hogareño, -1 o +1.
A todo esto, ¿qué es la imposibilidad del dos y cómo el resultado deriva en una elección entre o lo uno o lo otro? Salvando las distancias con Søren Kierkegaard y su obra O lo uno o lo otro[24], pero sin dejar de nombrarlo, la cuestión siempre remite al acto. La obra de Kierkegaard, que explora los modos de actuación pertenecientes al campo religioso, estético y ético, representados por sus distintos seudónimos, nos pone en suspensión frente a la posibilidad del acto. La pregunta que resuena de fondo es la misma que Aristóteles explora en Ética a Nicómaco: “¿Cómo deberíamos vivir?” o “¿Cómo tener una vida feliz?”. Pero, como ya dije, guardaré las distancias con Kierkegaard, a la par que con Aristóteles.
Para ir por partes, la imposibilidad del dos es un término que concebí mucho antes del par hogareño/ermitaño. Este término viene a significar lo que ya el mismo Nietzsche recalcaba al señalar el abismo que hay entre uno y otro, las dificultades lingüísticas para saber lo que uno piensa realmente:
“Las diversas lenguas, comparadas entre sí, nos muestran que en las palabras jamás se trata de llegar a la verdad, a una expresión adecuada: pues de otro modo no habría tantos idiomas. La ‘cosa en sí’ (ésta sería precisamente la pura verdad sin consecuencias) tampoco le es en absoluto aferrable al forjador de las imágenes lingüísticas, y completamente indigna de ser ambicionada. Él sólo designa las relaciones de las cosas con los hombres, y toma para su expresión las metáforas más audaces como ayuda”.[25]
Salvar estas distancias absolutas, esta cosa en sí de la que habla Nietzsche, es algo en lo que uno no deja de insistir, y en última instancia deja la verdad en un lugar cuya única salvación es la que uno mantiene, uno fabrica, uno es. Hay, volviendo a Kierkegaard, un salto de fe con respecto al otro, un gesto de confianza. Al igual que un creyente, como recuerda Slavoj Žižek en el debate que mantuvo con Jordan Peterson en la Universidad de Toronto el 19 de abril, en su creencia incluye esa distancia imposible que se da entre él y la divinidad. En el gesto, en el acto, en el salto, ya está implícito el reconocimiento de que allí no hay nadie. Visto así el abismo entre ambos, la imposibilidad del dos es un lugar en el que se insiste. Es por ello que lo imposible se presenta como un movimiento que implica, más que la búsqueda de la objetividad, el encuentro definitivo en el que el narcisismo se ve definitivamente absuelto, liberado, de su propio deseo. Pero, ¿qué sucedería si esta “liberación” llegase a término?
Lo único que acaba con el deseo es la muerte. No se engañen, la pulsión de muerte siempre está al acecho cuando el deseo parte del Otro y no del propio sujeto, y con sujeto no me refiero a la instancia yoica que venía criticando acompasado por los escritos de Lacan y TCIPI, sino con la asunción del sujeto hablante sujeto a determinaciones que sólo él puede escuchar, sentir. Si el deseo parte del Otro y el sujeto hablante no le da cabida en su narrativa biográfica, es decir, lo toma como verdad y no duda de ello como hacía el famoso “Hombre de las Ratas”, generando un pesado laberinto que aplasta el deseo bajo una marca de muerte simbólica, dicho con otras palabras, lo tacha como enemigo a fulminar, el deseo del sujeto que debe pasar por el deseo del Otro queda atrapado en una duda infinita que ya bien recuerda Shakespeare en Hamlet[26] al mencionar el famoso ser o no ser.
La imposibilidad del dos pues refiere a esta distancia insalvable que todo ser hablante carga. Luego, tras esta aseveración, lo que resta es la pregunta por el cómo se resuelve el sujeto ante esta constatación reiterada. Es por ello que evoco la salida del hogareño/ermitaño como variable binaria que sitúa al sujeto frente a lo imposible de un modo u otro. Para dejar clara la diferencia mencionaré nuevamente a Slavoj Žižek puesto que considero que hay verdad en lo que mencionó, constatada, además, sobre cómo los dirty jokes permiten que lo hogareño, como fuerza disruptiva de lo ermitaño, se dé en su máxima expresión abriendo los canales de confianza lo suficiente como para permitir al sujeto un mayor despliegue de su inconsistencia y extrañeza. Con lo cual obtendríamos la posibilidad de otra cosa en contraposición del reincidente Yo.
Sé, que la propuesta que vengo mascando a lo largo de este ligero ensayo puede ser declinada por el lector hacia el campo de la psicología más superficial y especular, como puede ser el coaching muy extendido últimamente por el gran mercado del Marketing Online o el empoderamiento empresarial de la self-discipline y el abandono de lo que usualmente se llama trabajador asalariado…[27] Pero a diferencia de éste campo, no vengo a presentar una propuesta fácil en la que al Yo se le infla de un trastocado concepto, de una nueva significación, de una restauración del sentido o un sentido de la restauración, de una salvífica premisa oculta bajo la variable binaria del hogareño/ermitaño… No se engañen, no voy por esos infértiles terrenos de los cash grabbers vistos por grandes editoriales, tampoco hablo desde la marginalidad como les gusta a los posmodernos, sino, por otro lado: el metamodernismo[28] o, como en mi tesis doctoral gusto en titular de otra cosa.
¿Qué es la otra cosa? La otra cosa se caracteriza por lo incaracterizable. Sí, sé que suena a posmoderno, pero apuntar a algo, al Ding, y esperar a que haga dong, es una tarea que por muchos tratados de persuasión y retórica que abran al escritor frente a la hoja en blanco de tal modo que provoquen un Streit, el abismo constata lo imposible del gesto por la Versöhnung. Aún así se prosigue en la tarea, se la continua. Cuando me refiero a lo incaracterizable de la otra cosa, lo digo precisamente por, al contrario del soberbio, mi desconocimiento de la problemática que acucia al lector con respecto al estado de su deseo. La otra cosa, apuntar a ella, implica el abandono de lo que no cesa de ser lo mismo. La problemática recae entonces en que lo mismo, al no cesar, no permite la entrada de otra cosa dentro del rango de actuación del sujeto. Pero con otra cosa, como habrán notado, no se engañen, hay cierto Ding que cuyo dong solo puede escuchar Uno. Esa otra cosa impele por mor del Nombre Propio, aquel que aparece cuando se toma lo hogareño como intimidad disruptiva de lo mismo.
Bibliografía
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- Nietzsche, Friedrich,“Über Wahrheit und Lüge im außermoralischen Sinn”, en: Friedrich Nietzsche, Werke in drei Bänden (ed. Schlechta), III, , München: Hanser, [Trad. Pablo Oyarzun R.], (http://www.heortiz.net/cpm/Nietzsche-Verdad%20_Mentira.pdf), 1966, pp. 309-322.
- Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y el mal, [Trad. Andrés Sanchez Pascual], Alianza, Barcelona, 1984.
- Sloterdijk, Peter, Has de cambiar tu vida, [Trad. Pedro Madrigal], Pre-textos, Barcelona, 2012.
- Stirner, Max, El único y su propiedad, Ed. CPSIA, USA, 2017.
- Tiqqun & Deleuze, Gilles, Contribución a la guerra en curso, [Trad. Javier Palacio Tauste], Ed. Errata Naturae, Madrid, 2012.
Notas
[1] A partir de ahora llamaré al grupo anarquista francés Tiqqun, “el Comité Invisible” y “el Partido Imaginario” empleando el siguiente acrónimo: TCIPI. La razón por la cual hago es debido a la constatación de que, al igual que Kierkegaard y sus seudónimos, uno encuentra que este grupo heterogéneo muta su nombre, pero conserva la misma intensidad, la escritura flagrante, el estilo que los caracteriza. Es por ello, y por cuestiones de economía al redactar, que los unifico.
[2] Comité Invisible, La insurrección que viene, ed. cit., p. 21.
[3] Escrito por el Comité Invisible y publicado el 2015 por Pepitas de Calabaza.
[4] En la edición de Errata Naturae publicada el 2012, junto al texto de Tiqqun se ha agregado ¿Qué es un dispositivo? de Gilles Deleuze.
[5] Lacan, Jacques, «Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad», ed. cit., 54
[6] Cfr. Lacan, Jacques, «XXIII La función de la hendidura subjetiva en el fantasma perverso» en Seminario VI: El deseo y su interpretación, [Trad. Gerardo Arenas], Paidós, Buenos Aires, 2017, pp. 453-468.
[7] Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y del mal, ed. cit., p. 56.
[8] Cfr. Lacan, Jacques, «El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica» en Escritos I, [Trad. Tomás Segovia], Siglo XXI, Madrid, 1998, pp. 86-93.
[9] Un ejemplo de esto, burdo, sería la pelea entre los diferentes luchadores del espectáculo WWE en el que se confrontan por el título, aunque éste realmente no signifique nada. El título no como tal, se lo hace existir.
[10] Cfr. Pardo, Miriam, «La perversión como estructura» en Límite. Revista de Filosofía y Psicología, Vol. 1, Nº13, 2006, pp.169-193.
[11] Lacan, Jaques, Seminario XXIII: El sinthome, ed. cit., p. 135.
[12] Aspiración aquí me refiero no sólo me refiero en su sentido teleológico sino a lo que ya Lacan, recordando a Platón, propuso como agalma.
[13] Es imposible e inimaginable. Lo único que se recibe de allá, de ese más allá, es la directriz al acto y/o una casquería de imágenes cuya apercepción fenoménica expone una brutalidad digna de historias mitologías.
[14] Lacan, Jaques, Seminario IV: La relación con el objeto, ed. cit., p. 127.
[15] La figura del impotente es la consecuencia de la asunción del falo donde el sujeto queda atrapado en un fantasma cuya demanda es exacerbada, por ponerlo con otras palabras, ese posicionamiento le va grande. Esta figura suele darse en los perfiles neuróticos en los que el sujeto, como dice Lacan sobre el deseo del neurótico, “el neurótico siempre está ocupado en hacer sus valijas o su examen de conciencia (es lo mismo), o en organizar su laberinto (es lo mismo). Reúne sus valijas, las olvida o las deja en la consigna, pero siempre son valijas para un viaje que nunca hace”. (Lacan 2017, p.509).
[16] Jordan Peterson como muestra de este liberalismo económico mezclado con asunciones provenientes del psicologismo más rudimentario, razón por la cual su fama se ha grajeado entre el público además de su posicionamiento ácido y sombrío, es el paradigma sintomático, en mi opinión, del paroxismo al que lleva la psicología del yo al someterse a los procesos de producción capitalista neoliberales. Las cuestiones estructurales que presenta el sistema capitalista, sus problemas diseño, son relativizadas por Peterson al situar la problemática la poca resiliencia de los individuos para asumirla, para aprovecharse del sistema resultando en la banalidad acuciante que, como un guantazo, se le lanza a cualquiera que se halle en situación de sistemática precariedad: “Si no estás allá es porque no quieres”.
[17] Como por ejemplo las recientes tomaduras de pelo a la ciudadanía (tampoco es que se esperara algo muy distinto, lo cual da amplio margen para hablar de una realidad sabida) con los tres debates electorales celebrados en cadenas de televisión de la península española.
[18] Cfr. Fernández Porta, Eloy, En la confidencia: Tratado de la verdad musitada, Barcelona, Anagrama, 2018.
[19] Cfr. Fernández Porta, Eloy, «El sublime objeto de la publicidad: Drogas/Anuncios/Burroughs» en Afterpop. La literatura de la implosión mediática, Anagrama, Barcelona, 2010, pp. 82-103.
[20] Concheiro, Luciano, Contra el tiempo: Filosofía práctica del instante, ed. cit., pp.119-120.
[21] La versión empleada en este escrito es la traducción de Francisco Monge realizada para la editorial Paidós en su treceava impresión en abril de 2017.
[22] Lamentablemente algunos cuantos de estos han sido sentenciados o llamados a declarar ante el juez debido a querellas levantadas contra sus actos en redes sociales o en la televisión pública. El Artículo 20 de la constitución española, laica y aconfesional, debido a estos eventos fue puesta en tela de juicio replanteando nuevamente los límites de la libertad de expresión y el alcance de la censura por parte del penal.
[23] Ibíd., p. 31.
[24] Cfr. Kierkegaard, Søren, O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida II, [Trad. Darío González], Trotta, Barcelona, 2018.
[25] Nietzsche, Friedrich, “Über Wahrheit und Lüge im außermoralischen Sinn”, en: Friedrich Nietzsche, Werke in drei Bänden, ed. cit., p.3.
[26] Texto comentado por Lacan en el Seminario VI, El deseo y su interpretación, donde explora como el deseo del propio Hamlet, los diferentes actos que realiza, no son más que los del neurótico obsesivo que duda una y otra vez entre su deseo y el del padre cuya aparición le dejó el encargo de matar a su asesino. Es de ahí que la pregunta por el ser, revisada por el psicoanálisis sea “ser o no ser el Falo del Otro”. Luego evidentemente cabe otra discusión sobre “el nombre-del-padre” y la disposición del joven Hamlet para asumirse en dicho lugar, como ejecutor de la venganza o otra cosa, es decir, ser o no-ser.
[27] La proliferación de empresas que actualmente ofrecen este tipo de servicios de Marketing Online o self-employment acucian lo que Byung-Chul Han recuerda (en Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder), y lo que Deleuze mencionó cual Predicto® de lo que la sociedad estaba germinando entre sus entrañas en su conferencia “¿Qué es un acto de creación?”, la incorporación de la dialéctica patrón-trabajador (amo-esclavo) como instancia superyoica donde va acumularse una enorme cantidad de goce, que persiguiendo los frutos de su subsistencia, el aparato crítico que le permite distinguirse del sistema queda afincado en un cansancio que dista del aquel revolucionario y se aproxima al del depresivo. Figura tal, la del depresivo, que comentada por el Comité Invisible en La insurrección que viene, recuerda que éste encarna aquel sector de la población que se ha declarado en huelga ante las presiones del sistema neoliberal. La depresión, estado de tristeza profunda, el cual es comentado en primera persona por Mark Fisher al final de Los Fantasmas de mi vida, es el lugar de la suspensión de la cual hablaba cuando la duda acaece. Es por ello que en estados depresivos los eventos de agresividad, ya sea autoinfligida o contra alguien, son tan recurrentemente denotados en los análisis clínicos.
[28] Nacido a raíz de un escrito publicado por Timotheus Vermeulen and Robin van den Akker en 2009 titulado Notes on Metamodernism, que puede encontrarse en http://www.metamodernism.com/, propone una abierta interpretación de los acontecimientos culturales que se han ido sucediendo desde entonces al reconocer que el posmodernismo ya no supone un desafío para la situación política actual. También cabe mencionar a la revista DIS Megazine por su labor en este campo que, aun no siendo declarados como metamodernistas, ofrecen una serie de documentos audiovisuales que resuenan a la operatoria del conjunto.