Muy simple: dos tipos de médicos divergen: el que tiene de la naturaleza una visión exterior y no-extensiva, que la constituye en su dominio –o especialidad-, y el que trabaja desde su latido más íntimo y tónico, que bastaría activar para que brote la miel del gran panal tierra-cielo
Nakb ab Ra
El tacto: el espacio que manos desalojan.
Lezama Lima
Resumen
El cuerpo, en su territorialidad, es abordado desde las transversalidades de la palabra y de la percepción. Desde la clave leibniziana se abordan las consideraciones de Deleuze el fantasma como clave de una potencialidad creativa en función de restituir la importancia de los principios de la luz en la formación de las imágenes y de la transformación de la sensibilidad.
Palabras clave: fantasma, cuerpo, Deleuze, percepción, Leibniz
Abstract
The body, in its territoriality, is approached from the transversality of the word and perception. From the Leibnizian key addresses the considerations of Deleuze the ghost as the key to a creative potentiality in terms of restoring the importance of the principles of light in the formation of images and the transformation of sensibility.
Keywords: ghost, body, Deleuze, perception, Leibniz
Introducción
Hablamos de cuerpo. Escuchamos su erotismo. Atendemos a la inversión y al gasto energético de sus esfuerzos. Ahora, con el pretexto de poder decir algo sobre el fantasma me concentraré en mencionar algunas de las más acuciosas consideraciones sobre el cuerpo: la percepción. Por un momento atendamos “exclusivamente” al mundo perceptivo, englobando lo visual, lo auditivo, el movimiento, el tacto y los fenómenos que ocurren en el cuerpo durante el proceso que va de una forma hacia una figura. En esta apreciación, los datos de los sentidos no simplemente ofrecen datos cualitativos: lo frío, lo áspero, lo caliente, lo suave, sino que dan información que estructura un orden y un sentido en el sistema corporal. En síntesis y en clave leibniziana se sostiene que a los fenómenos sensibles corresponden experiencias perceptivas conforme a su magnitud. Cada fenómeno ocurre en un marco que brinda signos a la percepción. Cada signo, como lo sostendrá Deleuze es el encuentro fundamental con un extraño objeto.
Si echamos un vistazo a la Historia, topamos con momentos en los que los fantasmas abundaron. La narración y la explicación de esas experiencias estuvieron asociadas con la luz. La Historia hizo labor de entender el espíritu de la época, atendiendo a todos los fenómenos perceptivos: luz, temperatura, atmósfera, sonido, etcétera, hasta que a través de la explicación logró desafiar la impostura de las almas errantes y lograr dar una justificación al por qué de las creencias en fantasmas. Sin duda, desde nuestro nicho, las características de los fantasmas son otras, pero no está de más recordar las creencias en casas embrujadas y leyendas de jinetes sin cabeza para acentuar la potencia de la sola percepción en la formación de fantasmas como potencia de creación, en tanto que aceptación de umbrales perceptivos y en tanto relación con el espacio.
Hubo un momento en la historia en el cual la luz —cuando se ausentaba el sol—se conseguía con farolas y flamas. Las sombras que esto producía no sólo hacían ladrar a los perros y meterse debajo de las camas a los niños si no que producían relatos fantásticos del orden del concepto. Desde las tinieblas en esa lucha personal por encontrar luz, cada quien, gracias a los fantasmas-signos, se hace de un mito.
La intención de este texto reside en restituir la importancia en re-conocer los principios del viaje de la luz, de la formación de imágenes, o de la transformación de un círculo en un cuadrado bajo ciertos marcos sensibles. Para colocar la relación de la tensión en el cuerpo como el tránsito de las ilusiones. Pensemos que ilusiones ópticas, como juegos que evidencian el trabajo de los ojos en conjunción con la predisposición a mirar y el desfase mental que promueve, permiten matizar el dramatismo de algunos fenómenos de atribución psíquica situando el sistema de auto-organización de la percepción como fundamento para la experiencia de vida.
Mallarmé, gran poeta simbolista decía: “el ojo debe olvidar todo lo que haya visto y aprender de nuevo la lección ante él. Debe separarse de la memoria, para ver sólo aquello que mira, y como por primera vez”[1]; en esa línea el tiempo se despliega en la aparición de algo. Como de una voz que se escucha al oído, pero cuya boca está a varios metros. Ya decía Hamlet, amigo íntimo de fantasmas que el tiempo estaba fuera de quicio. Esa experiencia que muchos calificarían de siniestra, nosotros la intentamos devolver al cuerpo desde la fenomenología de su percepción. Tratando de rastrear la trayectoria de tensión en el cuerpo.
Espectra psicoanalítica
Decimos que un fantasma: aparece y desaparece, es su característica, tal como vemos que ocurre en algunos de los procesos perceptivos más cotidianos y simples. El hecho de que conservemos olvidado el sistema perceptivo o bien, que lo tengamos asumido como algo automático debería de poner en entredicho a nuestra propia experiencia corporal. ¿Cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo y sus tensiones y desalojos? ¿No será, acaso, que un fantasma provenga de esta relación? Las preguntas que se pueden elaborar viéndolo desde este lugar son muchas. De momento, que sirvan las descripciones que copila Gilbert Simondon en su Curso sobre la percepción para ver en qué consiste esta aparición a nivel perceptivo.
“El movimiento Fi: si dos puntos luminosos (o dos imágenes) inmóviles aparecen sucesivamente con un intervalo bastante corto en dos lugares bastante próximos del campo visual, el sujeto percibe un desplazamiento de punto luminoso o de objeto único de la primera a la segunda posición.
El fenómeno Fi se vuelve a encontrar en el tacto: causan la impresión de un desplazamiento de un insecto sobre la piel, es percibida una continuidad allí donde solamente existen estimulaciones separadas en el tiempo y en el espacio.
En la audición, el fenómeno Fi es extremadamente claro, ha sido utilizado para reproducir artificialmente la impresión de desplazamiento de la fuente de sonido; si se envía un sonido primero hacia un altoparlante, luego hacia otro, el sujeto tiene la impresión el sujeto tiene la impresión de que la fuente ha saltado de un altoparlante al otro.
El movimiento Gama: consiste en la expansión o la contracción aparente de una figura aislada, se manifiesta en la aparición o en la desaparición de la figura […] Se puede aproximar este efecto a aquel que se produce cuando se enciende una lámpara en una habitación de grandes dimensiones o en el exterior de un inmueble: la luz parece desplegarse a partir de la lámpara y extenderse repeliendo las zonas oscuras, como si rechazara la oscuridad. Quizá este efecto es la fuente de las antiguas imágenes poéticas que muestran la lucha entre las tinieblas y la luz; en efecto, en el momento de elevarse o de ponerse el sol se produce un movimiento aparente comparable al que se observa en el encendido y apagado de una lámpara dentro de un lugar amplio. Piaget descubrió por otra parte que los niños, antes de conocer el principio de la sombra proyectada, consideran la sombra como una realidad continua que, durante el día, se refugia debajo de las camas, en los rincones, para volver a salir de noche; tal creencia se corresponde bien con la percepción de la expansión o de la retracción de la sombra en el momento en que se produce una variación brusca de intensidad luminosa”. [2]
Los niños, los poetas, los locos, cada uno de ellos quienes observan fuera de neurosis los fenómenos simples de la percepción, anuncian la tensión entre percepción y entendimiento, entre afectividad y emotividad. Con este remate podemos comprender mejor la importancia de la percepción ya señalada por Freud y la frontera somático-psíquica.
Nosotros quienes pretendemos escuchar y ver transversalmente al cuerpo y sus procesos vemos que un cambio de intensidad en la percepción cambia el movimiento y el destino de conexión en el cuerpo; así pues, algo aparece y desaparece en una extensión tal como lo hemos leído en las descripciones de los movimientos Fi y Gama. Estas diferencias/apariciones las podemos llamar umbrales perceptivos. Uno ve fantasmas. Y aprende a vehiculizar el sistema afectivo-emotivo hacia la creación de un interior motriz perteneciente a la magnitud y la intensidad del encuentro. Uno habita con apariciones.
La tensión aparece y desaparece, el espacio está afuera y está adentro, la percepción sale del tiempo. ¿Hemos procurado una relación?, ¿Quién es el fantasma? En el curso al que aludo sobre percepción de Simondon, se dice que el número de elementos que pueden ser percibidos simultáneamente sin correlación entre ellos es 6 o 7[3]. Para que estos seis o siete elementos sensibles evolucionen hacia una figura perceptiva, se necesita un tiempo. Ese tiempo es un tiempo en que se relaciona el cuerpo con esas apariciones sensoriales. El tiempo de Hamlet: time is out of joint. Una relación que pregna las 7 cualidades hacia una integración muy probablemente logrará contener estas presencias en su cuerpo y darle forma a su alma hacia una dimensión estética.
La provocación que lanzo con este acercamiento no es únicamente desdoblar la percepción si no también, ¿por qué no?, atreverse a vivir un cuerpo. ¿Verdaderamente hemos sentido los matices de la percepción en él? Parafraseando a Chogyam Trunpa, hemos sentido “how intelligence arises in space, how it communicates with and grasps the sensory world”?[4]
El cuerpo es el contorno fenoménico, él mismo no deja de ser fondo y figura que asisten a la integración de las sensaciones. La mente puede ir en varias direcciones, el cuerpo va hacia donde los órganos le permiten su finitud permite contener la dimensión del espacio y seguir las líneas energéticas de las líneas de fuga de su percepción. Capturar las apariciones-fantasmas como signos de un encuentro con el espacio, permite producir otros signos crear un ambiente perceptivo. Un trabajo con esa valencia es similar a los movimientos Fi y Gama. Cabe dejar la insinuación de la relación que guardan dichos movimientos en o con las neuronas φ y ψ del aparato psíquico, producto de la imaginación de Freud.
Bibliografía
- Midal, Fabrice, Recalling Chögyam Trungpa, Shambala, Boston/London, 2005.
- Simondon, Gilbert, Curso sobre la percepción, Cactus, Argentina, 2012.
- Solana, Guillermo, El impresionismo: la visión original. Antología de la crítica de arte (1867-1895), Siruela, Madrid, 1997.
Notas
[1] Cfr. Stepháne Mallarmé, “Los impresionistas y Edouard Manet”, en Guillermo solana, El impresionismo: la visión original. Antología de la crítica de arte (1867-1895), p. 16.
[2] Gilbert Simondon, Curso sobre la percepción, p. 12
[3] Idem.
[4] Midal, Fabrice, Recalling Chögyam Trungpa, p. 302.