Resumen
El presente ensayo explora desde un par de frases de Clarice Lispector, las posibilidades de una “escritura desorientada” como posibilidad y potencia. ¿Cómo lograr un ejercicio de (IN)Disciplina que desarme —al menos cuestione— su propio sistema de enunciación? ¿Este tipo de escritura posibilita otras formas narrativas y afectivas para pensar lo impronunciable, lo enigmático?
Palabras Clave: escritura, subjetividad, lugar, indisciplina, narrativas, Clarice Lispector
Abstract
The essay explores from a couple of sentences of Clarice Lispector, the possibilities of a “disoriented writing” as possibility and power. How to achieve an exercise in (IN)Discipline that disarms —at least questions— its own enunciation system? Does this type of writing allow other narrative and affective ways to think the unpronounceable, the enigmatic?
Keywords: writing, subjectivity, place, indiscipline, narratives, Clarice Lispector
Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida. Vivir es una especie de locura que la muerte comete.
Clarice Lispector, Un soplo de vida[1]
[…]estoy buscando, estoy buscando. Intento comprender. Intento dar a alguien lo que he vivido y no sé a quién, pero no quiero quedarme con lo que he vivido. No sé qué hacer con ello, tengo miedo de esa desorganización profunda. Desconfío de lo que me ocurrió. ¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber cómo vivir, viví como si fuese otra cosa? A eso querría llamarlo desorganización, y tendría yo la seguridad para aventurarme, porque sabría después a dónde volver: a la organización en lo que viví: en la conformación de mi perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro […] Ayer, sin embargo, perdí durante horas mi montaje humano. Si tuviese valor, me dejaría seguir perdida. Pero temo lo que es nuevo y temo vivir lo que no entiendo; quiero siempre tener la garantía de, al menos, pensar que entiendo, no sé entregarme a la desorientación.
Clarice Lispector, La Pasión según G.H.[2]
La escritura como desorganización o de las posibilidades para desorientar(se) desde la escritura, es el tema que me interesa abordar. ¿Cómo lograr un ejercicio de (IN)disciplina que desarme —al menos cuestione— su propio sistema de enunciación? Para dicho fin, acaso deba pensar primero ¿qué vínculos encuentro posibles entre “desorientación” “espectralidad” y “escritura”? Toda ocasión que leo a Clarice Lispector, aprecio una voz que deriva de un decir propio, íntimo. Al mismo tiempo, me siento profundamente afectada, de esa otra intimidad tan próxima a la mía y tan ajena al mismo tiempo. ¿Cómo es posible esta identificación con una escritura que se coloca en lo que Clarice reconoce como: “nacida del vacío”, “nacida de la fatalidad de voz” y que propone para “liberarse de la difícil carga de ser una persona”? Escritura donde una palabra desenmascara a otra sin tregua alguna.
La escritura que no acaba, ni concluye —y menos aún delimita—, sino que más bien deriva y apertura; también es una provocación para pensar desde lo que desborda o hace borde, la huella que aún es indescifrable. La narrativa escritural que apuesta por las posibilidades de un pensar sin destino, sino más bien como búsqueda —acaso acontecimiento— donde la desorientación y espectralidad se enuncien como posibilidad, que promuevan el extravío, estrategia estética y vital, para desenmascarar lo que el discurso legitimado niega, paraliza u oculta y que —al mismo tiempo—, impide que esa intensidad del decir —vivir— afecto, pueda devenir en puro flujo de escritura.
¿Qué implicaría escribir desde la desorientación, desde las imágenes, recuerdos y memoria inexacta? En un primer momento, será, asumir la intuición e incertidumbre por el arribo de algo desconocido que está por enunciarse y aceptar que no se estará preparado. La apuesta, es cómo resistir a inmediatamente asumir posicionamientos frente a ello y retardar el momento, al intentar favorecer la contemplación de eso extraño y ajeno, que aún no ha sido atrapado por el discurso. La inclinación inicial, será pretender resolver de la forma más próxima o común, aquello que inquieta; ya sea dudar, cuestionar o descifrar desde algún territorio que resulte familiar o al ajustar a las normas de la gramática o del saber académico. Aún con esto ¿existe algo próximo a un “escribir desorientado”?
Considero que Clarice Lispector invita a dos acciones al proponer: “Perderse también es camino” y “escribir es una piedra lanzada en lo hondo del pozo”. Lo que encuentro en estas dos oraciones es la condición misma del extravío, la desorientación e incertidumbre como posibilidades de la escritura.
La escritura también se enriquece en nuestra narración, de la forma en la que nos apropiamos —mediante el lenguaje—, de las experiencias del deseo, el duelo, el miedo y la infinita gama de emociones que nos habitan. En este tenor, me arriesgaré a proponer un primer escenario que —en mi caso— favorece la “desorientación” como posibilidad del saber y cuya traducción en el modo de la escritura podría salvar algo del enigma —aún— por develar.
Pienso en el —mi— lugar en el gabinete —como analizante— donde mi hablar ha dejado de ser solamente un “contar”, cercano a la narrativa de un cuento, sino también un “contar” como cifra y como algo que está por ser descifrado, que hace uso de extravíos para espaciarse, al dar lugar a otras formas del descontar, que regresa sobre sus propias afirmaciones y en la resonancia, encuentra vacíos, quiebres en la narrativa, inconsistencias, discontinuidades. En la repetición inexacta del relato, algo se ha “descifrado”, se ha desgastado a fuerza de su reiteración, de su inexacto retorno desde la palabra, los olvidos, cambios en la secuencia y aparición u ocultamiento de personajes, la espectralidad de los convocados a mi relato acentuados desde su inexactitud. El relato fracturado, los extravíos, dudas y silencios, promueven la pérdida. Y entonces, ¿qué pérdida he dejado atravesar y debilitar mi discurso? ¿qué desorientación ha llevado a mi decir por caminos inesperados?
En este momento pienso la negatividad de mis equívocos como lo que resta —o es resto—y cuya pérdida, ha favorecido el desgaste que desmonta y (des)cuenta mi narrativa o al menos la que asumía como propia. La palabra y el extravío como cuña y golpe que desbasta, lo que en apariencia ya estaba formado. ¿Y cómo llevar eso a la escritura?, ¿cómo ir a eso que se pueda vislumbrar como propio?
La escritura y la memoria, como ese par de amantes que sostienen nuestro deseo en un permanente: “ni aquí contigo, ni allá con él”. ¿Cómo negociar la traición de la traducción de nuestros recuerdos inexactos, intensidades afectivas, frente a la demanda del dar sentido desde la estructura del discurso? ¿Acaso sea necesaria una suerte de negatividad y “perdidas” que desenmascaren la unicidad monolítica del relato fundante?
El discurso científico —del que de alguna forma somos herederos—, intenta secuenciar, estructurar y generar un encadenamiento de los datos que no permiten lo aleatorio. En este tenor, suponer algún extravío o desorientación, sería la posibilidad misma que permita el flujo diferencial de intensidades, espaciamientos erráticos que filtren otras formas de enunciación. Lo equívoco, como esa posibilidad aún no explorada pero siempre latente en toda forma de relato.
El extravío y la desorientación invitan a un “no estar en solo un lado”; es la posibilidad misma del umbral, de la transitoriedad, impermanencia y transformación, lo inexacto e inasible. El escribiente desorientado como actitud estética y el extravío, como apertura que luego será reorganizada (no sin algunas pérdidas) por las reglas de la escritura y estilo que – en algún momento- serán las encargadas de reorientar aquellas derivas. De alguna forma, ese primer descolocamiento, hará diferencia entre hacer un reporte de mundo y rehacerse desde una escritura, donde flujos e intensidades, generen contradicciones, silencios y posibilidades.
El momento de la incertidumbre inicial de la escritura, es el que va a la búsqueda de lo aún no dicho, del misterio y no a la transcripción. Es un ir y regresar, ese andar sin rumbo determinado, perderse, saber caminar, pero no hacer de la caminata un destino trazado, deleitarse con los tropiezos, recuperar el sentido vital del balbuceo, del caminar errático, de la destinerrancia que invite a lo imprevisible o que no cancele la infinita posibilidad del “quizá”.
¿Cómo desorientarse entonces y no perderse del todo? Derrida nos dirá de la posibilidad imposible, que acaso sea, pensar en clave del enigma, del por/venir y de la necesidad. Me resulta inevitable, en este momento, traer a cuenta aquella repuesta que le daría a su entonces tutor Jean Hyppolite “Si viese claramente, y por anticipado, a dónde voy, creo realmente que no daría un paso más para llegar allí […] ¿Para qué ir adonde se sabe que se va y a donde se sabe uno destinado a llegar?”.[3] Si ese lugar no hace enigma en el pensar, entonces ¿pará que acudir a su falso llamado? Acaso para ello tocará ser valientes y amar lo inesperado, la apertura, lo inacabado, inexacto, lidiar con las formas y discursos que nos ha modelado y dejar que el acontecimiento de lo inestable, la pérdida, el azar, el extravío y la desorientación, nos habite.
¿Para qué pensar desde una escritura que busque el extravío? Esta forma de exploración anhelará más la pregunta que la respuesta; lo contingente, lo que siempre está en transformación al aceptar que dejarse ir es vértigo, dar lugar y apostar por lo que se coloca en un tercer valor: lo indeterminado. Escribir desde la desorientación, va más allá del que escribe y lo vivido: será el lugar del “misterio”. Descolocarse. También invita a echar una ojeada a lo que ha quedado en punto ciego, lo negado y lo oculto. Así que la escritura desorientada, celebrará el misterio, lo indeterminado, la no llegada, lo que aún se pueda profanar.
La escritura como desorientación es la pregunta que cuestiona: ¿desde qué relato y racionalidad escribimos el mundo? ¿qué es lo que ha quedado fuera? ¿se escribe de lo ausente, lo olvidado, suprimido?
El extravío que deviene en escritura hará uso de su desorientación para ir tras aquellas preguntas que, de otra forma, no encontrarían espacio de formulación. La potencia de esta forma del pensar emerge de la diferencia, no al dar cuenta de lo probable si no de lo posible y hacer de la duda el detonador que libere a la imaginación, que habita los terrenos áridos del escribir de lo imposible.
Posiblemente por ello escribir de la guerra se ha hecho en forma de cifra, de dato, de relato limitado desde el discurso histórico o científico y más cercano a lo espectral. La posibilidad de este decir de los ausentes como intensidad, fue aún más potente al irrumpir otras formas de enunciar el mundo desde la poesía de Paul Celan, la danza butoh, la pintura, la música, la escritura. ¿Cómo entonces dar condiciones de posibilidad a una escritura desorientada? ¿cómo escribir desde la espectralidad que habitamos?
Acaso un primer tiento sea, como anuncian Walter Benjamin y Clarice Lispector al considerar que la escritura, su forma de relato, lugar de consignación, etcétera; podría salvar nuestra vida (de una suerte de borradura por olvido) o la de otro ser que —al leernos— se reconcilie con lo ausente desde una suerte de eco de un dolor compartido; del goce de lo prohibido o del sentimiento de soledad que se abisma un escritura a varias manos: las de nuestros difuntos, los que aún están por llegar, los que no hemos visto, los que nos han dejado y los que dejaremos. La escritura y su espectralidad como espacio de posibilidad con aquellos con los que tejeremos nuestros cuerpos y los que están por ser narrados en las escrituras que cada uno quiera presentar como su huella en el mundo. Escribir, si bien es un acto de muerte, también es posibilidad de hablar desde la vida, de los ausentes y de estar presente desde la intensidad del narrador. Escribir también es acto de vida, es potencia creativa. ES.
Bibliografía
- Derrida, Jacques, El tiempo de una tesis. Deconstrucción e implicaciones conceptuales, Barcelona, Proyecto A Ediciones, 1997. Edición digital de Derrida en Castellano. Disponible en
https://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/tesis.htm [Consultado el 03/05/2018]
- Duras, Marguerite, Escribir, Barcelona, Tusquets Ed, 2000.
- Lispector, Clarice, Un soplo de vida: Pulsaciones, Madrid, Siruela, 2008.
- La pasión según G.H. Versión digital. Disponible en https://libroschorcha.files.wordpress.com/2017/12/la-pasion-segun-g-h-clarice-lispector.pdf [Consultado el 30/05/2018]
Notas
[1] Clarice Lispector, Un soplo de vida: Pulsaciones., p.113.
[2]______________, La pasión según G.H. Versión electrónica. pp. 7-8 Disponible en https://libroschorcha.files.wordpress.com/2017/12/la-pasion-segun-g-h-clarice-lispector.pdf [Consultado el 30/05/2018]
[3] Jacques Derrida, El tiempo de una tesis. Deconstrucción e implicaciones conceptuales. pp. 11. Edición digital en Derrida en Castellano. Disponible en https://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/tesis.htm [Consultado el 03/06/2018]