Traducción de Maria Konta
A Jorge Octavio Hernández Rosales,
por haber tomado el riesgo de saber
a quien uno dice “y yo, y tú”
La señora Prokhoris publicó en Libération (el 17 de noviembre) un artículo más que severo sobre mi persona: francamente infame.[1] Para ella, me falta la dignidad que corresponde a un filósofo. Lo que es molesto es que esta cruel juez me atribuye frases que ella ha malinterpretado. Dislexia voluntaria o no, eso no me concierne. Pero para discutir, uno al menos debe leer.
Esta señora cita, de un artículo, una frase que ella presenta como mi pensamiento cuando se trata en modo irónico de la repetición de la opinión que he criticado en la frase anterior. Pero la dislexia se agrava cuando ella cita un pasaje de mi libro La banalidad de Heidegger presentándolo como un respaldo del antisemitismo “histórico”, cuyo contexto completo e incluso el texto citado muestran que se trata de un cuestionamiento. No es de extrañar que, al haber entendido o fingir entender que comparto el antisemitismo en cuestión, sea empujado de nuevo en la “suciedad” y calificado de “confuso” (alrededor de otro artículo tan mal entendido). Sin embargo, es notable que la misma persona no menciona ninguno de los pasajes en que he dejado tan claro cómo uno debe distinguir en Heidegger entre la infamia y el pensamiento, no sin precisar que este pensamiento debe ser objeto de críticas cuidadosas y serias, lo que no significa que debe ponerse en el olvido.
Pero la dislexia se aplica primero al propio Heidegger en todos aquellos que tienen una sola obsesión: poner su trabajo, la Tribunal de Núremberg, sin prestar atención por un momento del lugar de esta obra en nuestra historia. Tampoco uno quiere ocuparse de las implicaciones del “arquifascismo” y su desprecio bien atestiguado (y disimulado) por los nazis desde al menos 1939. Esto no lo hace resistente, obviamente. Pero eso le distingue —le guste o no— por ejemplo, de Carl Schmitt o de Baümer y de muchos otros filósofos e intelectuales de la época. Aplicado a sus textos, la dislexia produce lecturas aberrantes (como en la señora Kellerer, a quien se refiere la señora Prokhoris) o desplazamientos semánticos frágiles (señor Rastier, citando Himmler como si fuera Heidegger) o incluso una forma de acusarme, precisamente, de ser mal lector, como el señor Faye, quien asegura que no he retenido nada de los Cuadernos negros. A él como a otros donadores de lecciones simplemente pido amablemente reflexionar sobre dos citas que no están mal cortadas ni falseadas, pero elegidas, para ser corto, entre cientos de otras posibles.
“El deterioro de la vida en los pueblos y las razas desalojadas es la consecuencia conjunta de los nacionalismos y de la cultura moderna. El egoísmo […] no encuentra sus grandes posibilidades que […] dentro del tema de la comunidad”.[2] Uno podría poner esta frase en contradicción con algunos pasajes de Ser y tiempo. Entonces, ¿cómo debe uno leer las épocas de Heidegger?
En el mismo volumen: “Al igual que el nacionalsocialismo, el judaísmo es la tentativa vana de hacer que la ‘maquinación’ sirva para sus propios fines. La ‘maquinación’ sigue siendo el poder real”[3] (Precisemos que la “maquinación” —Machenschaft, uno la podría traducir como “intrigas”— es la palabra clave que caracteriza lo que Heidegger considera como el proceso de autodestrucción del Occidente).
Que uno quiera leer bien, eso es todo lo que pido, con el fin de pensar bien y poner fin a las guerrillas de las columnas de los periódicos. Sólo fomenta la dislexia y el hostigamiento intelectual. Por mi parte, me detendré allí. Vuelvo a mis lecturas. A la buena lectora, al buen lector, ¡salut!
Notas
[1] Véanse Nancy, Jean-Luc, “Dyslexies philosophiques” publicado en Liberation el 21 de noviembre 2017, (http://www.liberation.fr/debats/2017/11/21/dyslexies-philosophiques_1611561) y Prokhoris, Sabine, “Designer l’inmonde” (“Señalar lo repugnable”) en Libération el 16 de noviembre 2017, (http://www.liberation.fr/debats/2017/11/16/designer-l-immonde_1610543).
[2] GA 95, p. 250.
[3] p. 450.