José Luis Guzmán: ¿Cómo fue que decidiste ser músico? ¿Desde qué edad empezaste con esta inquietud por la música? ¿Qué fue lo que te atrajo de ella?
Alex Mercado: Mis padres como muchos, deciden que sus hijos experimenten muchas actividades que los puedan enriquecer en la etapa de la infancia; nos metieron a mi hermana y a mí a clases de guitarra a los 9 años, ese fue mi primer acercamiento con un instrumento musical. Pero yo recuerdo que antes de eso me gustaba mucho escuchar música clásica a través de una colección de mi abuelo que tenía LPs y cada que regresaba de la escuela me sentaba junto al reproductor, me ponía audífonos y me metía en ese mundo de la música, descubría todas estas sonoridades, música de orquesta, música de piano, ¡me fascinaba la música! Esto fue a los 9 años, pero por alguna razón la guitarra no era un instrumento con el que sentía esa química, mi cuerpo no se acomodaba naturalmente a él y, de repente, por azares del destino, llega un piano a la casa y fue una conquista instantánea, nadie me tuvo que obligar. Al segundo año de estudiarlo, ya era el alumno más destacado del maestro José Luis Arcarás; al cuarto año ya había alcanzado un nivel muy alto de ejecución, y es entonces cuando sucede algo: llegué a un límite con la música clásica, descubrí que tenía algo dentro de mí que necesitaba ser expresado y que no podía hacerlo mediante la música clásica, entonces fui a un concierto de Jazz y descubrí cómo era posible combinar las texturas de la música clásica con algo llamado improvisación y que le daba un toque muy fresco que no descubría con la música clásica, entonces, a través de esta experiencia comienzo a explorar la improvisación.
J.L.G.: ¿Qué tan importante consideras que es en la carrera del músico hacer relaciones públicas para que ésta fructifique?
A.M.: En el momento que estás en la universidad, todavía no piensas en la repercusión de las relaciones públicas, eso vino después, y sí, es muy importante. En ese momento no me afectó en cuestiones de disminuir mis posibilidades de trabajo, pero sí puedo decir que me afectó porque hay otra parte del arte que es expresar la vida, que eso yo iba a aprender después con la experiencia. En ese momento estaba obsesionado por mejorar mi técnica, estaba muy concentrado en la música, en el instrumento, en el vehículo de expresión, no en qué es lo que iba a expresar, ahora para mí es lo más importante. De hecho en mi libro, el primer aforismo dice: “En el arte hay que saber qué decir y después averiguar cómo decirlo”. En Berklee estaba muy concentrado en cómo decir algo que no sabía qué era, porque no había vivido lo suficiente y yo mismo me estaba cerrando las puertas a la experiencia, entonces al terminar Berklee, recuerdo un concierto en el que Antonio Gandía me decía: “Yo creo que falta que expreses más, falta transmitir…”, recuerdo que lo tomé como una crítica positiva, pero no le hice mucho caso, yo seguía clavado en la impresión que tenía que dar. Justo en ese verano del 97, un amigo me recomienda para trabajar en los cruceros, quise aprovechar esa oportunidad y me fui a trabajar porque fue un cambio muy brusco el viajar, conocer gente y estar forzado a vivir, comencé a conocer esta otra parte de las relaciones humanas y públicas que iban a nutrir mi arte de esa sustancia que le faltaba que era la sustancia humana y no solamente la técnica y el profesionalismo.
J.L.G.: ¿Y ahora sigues estudiando tanto tiempo como lo hacías antes o sólo te dedicas a vivir?
A.M.: Lo que pasa es que hace algunos años desarrollé una metodología especial, justo coincide con esa inquietud de producir mi propia música. Y por el año 2010-2011 comienzo a experimentar con una nueva forma de hacer música a través de la percepción, del cultivo de la sensación de la escucha constante y comienzo a sacar conclusiones; se empiezan a desarrollar nuevos métodos de estudio, se traslada el estudio de las manos y del piano a la mente y a la interpretación que tiene la mente de la realidad; cómo se puede manipular esa virtualidad para conseguir un objetivo específico, ahí nace la metodología que llamo “Visualización el método de loops”, la música es un lenguaje, método de grupos, métodos de asociación, de fusión, de conocimientos con sensación que de todo esto voy a hablar en mi segundo libro, que es parte del proyecto del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes planeado para el año 2020 a manera de ensayo en el cual voy a plasmar los resultados de esos experimentos que hago conmigo mismo.
Pero el resumen es que la música es un lenguaje y al serlo su aprendizaje se asemeja mucho al aprendizaje de nuestro idioma materno. Hay una cosa en la que somos todos expertos y es hablar, todos lo hacemos de manera libre, improvisada y se da de manera natural en todos los seres humanos. Si podemos aprender de la misma manera que aprendimos a hablar, la música, la pintura, el arte, la filosofía, la ciencia, entonces seríamos también expertos en eso porque lo haríamos de manera libre e improvisada, sin ningún requisito de previo aprendizaje de elementos que se van desglosando, dosificando para que tú puedas obtener ese mismo objetivo; la academia es la que realiza ese desglose de conocimientos para que tú eventualmente consideres que aprendiste el lenguaje, sin embargo, no lo aprendiste porque el instrumento no es el leguaje, hay una disociación entre el instrumento y el lenguaje. Por eso el 90% de los músicos no pueden expresarse improvisadamente con su instrumento, tienen que recurrir al repertorio de un cierto estilo, el ejemplo más claro es el de la música clásica, porque podemos graduarnos de la academia solo si tocamos cierto repertorio pero no se exige la improvisación ni la composición en los instrumentistas, eso se vuelve una especialización en el conservatorio, entonces si la música es un lenguaje, entonces tendríamos que hablar con ese lenguaje, y ¿qué vamos a decir? Lo que sentimos, no lo que sintió otra persona en otra época, entonces no sería un lenguaje.
Siempre se dice que la música es un lenguaje que sirve para expresar sentimientos, emociones, ¿de quién? Esa es la pregunta, ¿de los clásicos, de los que sí pudieron expresarse, o los míos? Mis propias sensaciones, mis propias emociones y ¿cómo es que estoy desarrollando eso? ¿La academia me está ayudando o me está perjudicando? Si la música es un lenguaje, todos podemos hablarlo, no existiría talento o genio, esa es otra desmitificación que quiero lograr con mis escritos, una persona que está en sus plenas capacidades físicas y mentales habla si está inmersa en el contexto en donde se habla esa lengua. Termina hablándola, dominándola; no importa si no la sabe leer o escribir, la habla. Yo considero un grado de mayor analfabetismo el no hablar un lenguaje que sí escribes y sí lees.
Entonces si la música es un lenguaje, todos podemos hablarlo, no existe talento o genio. ¿Quiénes son las dos instancias que discriminan esta situación? Primero que nada, las escuelas que dicen que tú no puedes dedicarte a esto porque no pasaste el examen de ritmo, de notas, de solfeo, porque previamente debiste haber estudiado dos años de tu instrumento; y la segunda instancia somos los propios músicos que decimos “yo sí leo, yo sí escribo, y tú, sonero veracruzano, salsero entiendes la música pero no la lees ni la escribes, eres un analfabeta”. Sin embargo el que no la lee ni la escribe quizá pueda expresarse mejor de una manera improvisada que el que sí. Entonces no se le puede decir a una persona de origen japonés que no puede hablar español porque para eso se necesita un “don”, sería absurdo. Pues así de absurdo es cuando se le dice a una persona: “tú tienes talento para hacer música, tú no”, entonces todas esas ideas estoy plasmándolas, estoy reflexionando sobre ellas y forman parte de mi concepción sobre la música.
J.L.G.: Alex, estoy de acuerdo en varias cosas que dices, que la música es un lenguaje, etcétera; pero, cuando nosotros estamos aprendiendo a hablar, no nos ponen con gente que no sabe hacerlo, pero en la música sí sucede que los músicos experimentados no se ponen al nivel de los principiantes, ¿qué piensas de esto?
A.M.: Cuando crecemos, nos encontramos en un seno familiar que nos acoge, nos envuelve, que nos llena de protección, de amor, porque hay una filiación del bebé con sus padres. En el caso de la música no hay afiliación, sería una afiliación social, entonces es más difícil que exista eso, pero creo que depende mucho del que quiere aprender, es más, depende más del que quiere aprender que del que quiere enseñar. El que quiere enseñar, si lo hace en un contexto de la institución, va a replicar o repetir lo que se ha dicho durante muchos años; los programas de las universidades y de las escuelas ya son caducos y no responden a las necesidades actuales que son enseñar a alguien a improvisar, a expresarse. Entonces lo que yo estoy planteando es que un bebé musical, que somos todos los músicos, adoptemos a padres experimentados; no les vamos a pedir que vengan a nuestra casa a escucharnos, a tocar con nosotros, pero si los podemos escuchar en grabaciones, podemos ir a conciertos, pero sobre todo en grabaciones. Con el método de visualización, tú puedes escuchar algo e imaginarte que estás ahí, porque es el poder de la música, es un portal que te comunica con seres que incluso ya no están en este plano, ya fallecieron, hicieron su música en otro país, en otro tiempo, sin embargo gracias a la tecnología tú puedes escucharlos, traerlos a esta realidad. Sucede una concatenación de realidades, entonces esa es la mejor experiencia y la que tú puedes controlar; no puedes controlar que los músicos experimentados quieran tocar contigo o no, pero puedes controlar que Beethoven, Mozart, Bach, Charlie Parker, Thelonius Monk, Miles Davis estén en tu casa todo el día enseñándote cómo tocar.
Sobre todo, ahora en estos tiempos, eso es lo que tendríamos que hacer. Es decir, hay que simular el aprendizaje del habla cuando aprendemos música. Entonces estudiar en una escuela sería lo contrario a lo natural, incluso sería completamente al revés, como si una maestra de español llegara a nuestra casa cuando tenemos seis meses a tratar de enseñarnos español a través de clases, una hora de sustantivos, un hora de adjetivos, ejercicios de técnica de las consonantes con metrónomo… así es como se estudia música. Entonces, ¿cuál sería el resultado, si lo trasplantáramos al idioma materno? Pues el niño, el bebé no podría hablar, porque le están poniendo una serie de requisitos para hablar, que no es la expresión, es el lenguaje, son las letras, las palabras; sin embargo, cuando un bebé dice: “mamá” o “tengo hambre”, ¿qué es más importante, lo que tienes qué expresar o cómo lo expresas? No sabe lo que quiere decir “tengo”, no sabe que es un verbo, no sabe que “hambre” es un sustantivo, no sabe que mamá tiene acento en la A, eso no le importa, ha escuchado el lenguaje lo suficiente para saber que eso sirve para expresar un vacío en su estómago y para evitar o pedir ayuda para que ese vacío se llene y se satisfaga esa necesidad. Entonces, ¿qué es más importante? Lo que tienes qué expresar, eso es lo que yo llamo el arte, el sentimiento, la necesidad, la emoción, todo eso es más importante que el medio con el cual lo vas a transmitir.
J.L.G. En la escuela tenía un maestro que nos decía que la música clásica es perfecta, pero de repente llegó el jazz y le dio un gancho al hígado con esto llamado improvisación. ¿Te consideras más improvisador que músico, van de la mano estas dos cosas?
A.M.: En el libro que acabo de escribir hay una idea que me gustaría compartir que viene mucho al caso, dice: “antes de ser instrumentistas somos músicos, antes de ser músicos somos artistas, antes de ser artistas somos seres humanos, y antes de ser seres humanos somos simplemente seres vivos que necesitamos expresarnos”. Al hacer música es recomendable partir de lo último, no de lo primero. Yo me considero, primero que nada, un ser humano que tiene que asumir su propio poder creativo para poder expresarse. Esa capacidad de comprensión de lo que ocurre, de la realidad, de los paisajes que percibo, de la relación con los seres humanos, trato de reunirlo, de absorberlo con la mayor agudeza posible para poder expresarlo. Si es a través de la música o de la palabra, a través de la improvisación o de la composición es irrelevante porque sigue siendo un vehículo. Entonces me considero más como un artista que refracta la luz de la realidad para convertirla en colores, en formas, y eso crea como resultado la obra de arte, ese es el sustento de mi tercer disco Refraction, el arte es una refracción de la vida misma, si no viene la vida, entonces no es arte, si viene del tecnicismo, del profesionalismo, del oficio, entonces no es arte, porque estamos enfocándonos en donde no debe de ser, estamos exaltando el vehículo en lugar de la esencia.
Todo vehículo está subordinado al conductor, necesitamos a alguien que lo dirija, de lo contrario es inservible, muchas veces queremos hacer sonar el instrumento rascando por todos lados pensando que la música está ahí dentro, ¿por qué sucede eso?, porque la sociedad nos indujo y nos propuso que la música está en el instrumento. Por eso cuando alguien quiere ser músico nos dicen: ¿a ver, qué quieres tocar? Como si la música fuera el instrumento, pero la música no está ahí, no está ni en las notas ni en el instrumento, está en esa experiencia que tiene que ser concretada a través de ese vehículo, la vida es arte contenido y todos tenemos alguna forma de arte, todos tenemos vida, todos tenemos historias, todos tenemos sensaciones. La gente que dice que no es creativa, es increíble porque su vida es una evidencia de esa misma creatividad. Otro aforismo dice: “Hasta una persona que no se cree creativa inventa excusas”. <Risas>
J.L.G.: Entonces por eso decides dedicarte al jazz. ¿El jazz es el mejor vehículo que has encontrado para expresarte?
A.M.: Cuando dejé la música clásica, lo hice porque me pareció que no era el vehículo idóneo para poder expresarme espontáneamente, en el jazz encontré ese vehículo para poder plasmar mi identidad de una manera más distintiva, que la gente se diera cuenta que soy yo. Cuando escucho los discos que he hecho: The Watcher, Simbiosis, Refraction, Paisajes, de alguna manera puedo decir: “Ese es un reflejo de lo que soy yo, o una refracción de lo que soy yo, pero de lo que la vida es a través de mí, también”. Entonces, es un lenguaje que me permite personalizar la experiencia, materializarla, y de esa manera es una prueba palpable de que soy único porque nadie ha vivido lo mismo que yo. Nadie estudió diez horas diarias durante cuatro años, viajó en cruceros, conoció sesenta países o nadie transcribió un disco completo de Chick Corea. Obviamente muchas personas hacen muchas cosas tan irrelevantes o importantes como esas, dependiendo con qué ojos mires la relevancia de las cosas, pero son sucesiones únicas de acontecimientos de experiencias, y eso es lo que da como resultado mi personalidad. Pero no trato de llegar hasta ahí, si la experiencia ha modificado su manera de ser, entonces yo voluntariamente puedo seguirla modificando si voluntariamente me dispongo a experimentar cosas nuevas. Para mí la mayor experiencia es escuchar música, porque al oír música yo experimento no solamente la identidad del compositor o del intérprete sino todo lo que ellos representan, que es su cultura, su historia, la humanidad, su contexto temporal, la idiosincrasia, la actitud, la manera de ser, de pensar; si desvestimos a la música de todo su disfraz que son los acordes, las notas, los timbres, la orquestación, el contrapunto, nos vamos a encontrar con esa esencia, la historia, el relato, la experiencia, con eso sí me puedo identificar porque yo también tengo todo eso. Una persona que no se considera músico tiene el germen, la semilla, la esencia de lo que puede convertirse en arte, solamente tiene que buscar la manera de plasmarlo. Todos somos artistas mientras estemos consientes, mientras estemos vivos, todos somos arte encarnado en cuerpo, y tenemos la responsabilidad de devolver esa dosis de creatividad que se ha plasmado en nosotros, porque nosotros somos una obra de arte, nuestro cuerpo, nuestras facciones, nuestra piel, nuestro actuar, nuestra relación con el contexto, la naturaleza de la cual provenimos, o sea todo eso es arte pero la sociedad nos ha alejado de ese espejo, la sociedad nos lo quita y nos da otros espejos que reflejan una imagen que no somos, un espejo con obligaciones, con responsabilidades y todo esto nos absorbe a tal grado que se nos olvida quiénes somos y quiénes podemos ser.
Últimamente, mientras más pasa el tiempo no me queda esa etiqueta de Jazzista porque la música es mucho más grande que cualquier estilo, el arte es mucho más grande que la música, y la humanidad es mucho más grande que el arte, ese es otro aforismo del libro, por cierto. Es importante subir a la cima de la montaña para ver todo el paisaje, para poder interpretarla mejor. No nos podemos quedar en las etiquetas, en la separación de los conceptos, porque eso nos ha llevado a refugiarnos en ellas. El nacionalismo es una etiqueta, ser pianista, músico, cristiano, cualquier cosa te separa porque te aloja en una cuadrícula de la cual no puedes salir. Trato de pensar que el Jazz es una cosa demasiado vasta como para denominarla en una sola palabra y al final de cuentas es música, es improvisación. Bach, Beethoven, Chopin, todos ellos improvisaban. Estoy más interesado en la improvisación de la música para que se parezca más al idioma materno. Creo que la música debería de ser así, agarrar nuestro instrumento, trascender el vehículo y realmente decir lo que estamos sintiendo a través de él.
J.L.G.: ¿Cómo fue la experiencia de grabar con Antonio Sánchez?
A.M.: Nos conocíamos desde la escuela, y cuando yo le planteé la invitación para venir a grabar, aceptó. Muchas veces cuando hay un músico con mayor trayectoria o más reconocido, pensamos que no va a querer grabar con nosotros, pero en estos tiempos modernos el intercambio se ha vuelto más sencillo entre músicos, ya los niveles no importan tanto. Llevo cuatro o cinco años intentando darme a conocer aquí en México, trato de internacionalizar mi música y este fue uno de los pasos importantes para lograrlo, se pidió la beca para el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en el programa de fomentos y coinversiones, y me proporcionaron los fondos para poder realizar este disco, todo lo que implica la producción, los honorarios, el viaje a Nueva York, la maquila, el diseño, la distribución, todo eso. Entonces, creo que el objetivo se logró a través de ese disco, y fue una experiencia maravillosa grabar ese disco, porque pude experimentar su gran maestría en la interpretación de mis propias composiciones. Pareció como si hubieran conocido las composiciones desde hace mucho tiempo, tocaban con esa madurez que se logra a través de mucho tiempo, de alguna manera ellos permearon toda su experiencia de tocar con los más grandes músicos de todo el mundo durante muchos años y la plasmaron ahí con mi música. Fue un compartir de visiones, de experiencias, y creo que también tuvo mucho que ver la parte humana de aceptar la invitación y, a la hora de grabar, nunca sentir que ellos eran superiores, ellos de alguna manera se subordinaron a las necesidades de la música en ese momento y de ahí deriva su grandeza, que lo más importante para ellos era interpretar bien mi música y hacernos sonar bien recíprocamente. Esa es una de las prerrogativas del jazz, es escuchar a tu interlocutor para poder responder acordemente y poder llevar una conversación a su máxima expresión. Eso sucedió en Simbiosis, más que magia fue una fraternidad, compartir nuestro amor por la música que se plasmó en ese disco y que logró reseñas importantes en Downbeat Magazine, donde se dieron comentarios muy positivos al disco. Se empezó a escuchar en las diferentes plataformas, te platico que se ha escuchado ya más de medio millón de veces solo en Spotify, para mí eso es muy importante porque personas de otros países pueden experimentar lo que yo soy sin conocerme, eso es una maravilla de la tecnología, ahora alguien en Japón puede estar escuchando lo que yo sentí en México en un momento de angustia o felicidad, y es compartir música y establecer puentes entre los seres humanos. Por eso es tan importante que la música esté ahí.
J.L.G.: La humildad en los músicos, creo, es algo muy importante. ¿Tiene que ver el ser humilde para crecer como músico?
A.M.: Sí, yo creo que sí. La principal fuente de humildad es reconocer que somos instrumentos de la música, nuestro propio cuerpo, nuestra propia alma es un instrumento de algo superior que se llama música y que se tiene que manifestar a través de nosotros, es decir, no somos nosotros los que hacemos las cosas, o los que hablamos o los que tocamos, simplemente dejamos que suceda. Muchas veces cuando yo compongo, pareciera como si no fuera yo el que estoy componiendo, es como si estuviera escuchando un dictado de la música, de esa entidad que es mayor que yo, me posee y además existe antes de que yo existiera y va a existir mucho después de que yo exista. Yo simplemente soy un canal para que eso suceda; y para que suceda mejor, yo tengo que prepararme, tengo que tener una buena técnica y también tengo que percibir bien, abrir los oídos para escuchar el dictado de la música, entonces yo espero estar en ese nivel de humildad o de entrega a la música en donde tú desapareces y nada más existe la música; y es cuando mejor tocas, cuando estas demasiado clavado en ti mismo es cuando no sale nada, nadie entendió tu mensaje, no hay magia, incluso cuando sientes que no tocaste bien es una manifestación del ego, porque piensas: ¿qué van a decir? ¡No toqué bien! Ahí estas concentrándote demasiado en ti, creo que hay que rendir todas nuestras herramientas al servicio de la música.
J.L.G.: ¿Te ha sido difícil desarrollarte como jazzista aquí en nuestro país? ¿Se te ha dificultado?
A.M.: No, no se me ha dificultado, la verdad. Yo lo atribuyo a una decisión propia que tomé en el 2010 a raíz de la muerte de mi padre. Yo tocaba en eventos, daba muchas clases particulares, después de los cruceros me vine a México y estuve trabajando en el anonimato del “hueso”. Tocaba en eventos y en algún momento me di cuenta que podría ser yo o cualquier otro músico no importaría la persona que estaba escuchando en ese momento, no importa quién sea porque estás desempeñando una función, no estás manifestando la unicidad de tu experiencia, nada más estás de alguna manera cobrando un cheque, yo pasé por esa etapa, el trabajo como músico es muy digno, pero llega un momento en el que tienes que afrontar esa decisión, si vas a continuar en el anonimato del trabajo, de la profesión de ser músico o vas a plasmar tus ideas o tu personalidad a través de la obra de un disco, de una composición, de una canción. Si la música es nuestro lenguaje, tenemos que hablar con ese lenguaje, entonces en ese momento decidí hacer mi disco The Watcher.
Cuando tomas esa decisión ya no hay dificultades, hice lo que tenía que hacer, contaba con los medios económicos para hacerlo, porque tres de mis discos son producciones ejecutivas propias: ésa es la historia del músico independiente, el músico independiente tiene que generar trabajo para sí mismo, yo asumí esa responsabilidad y desde que hago The Watcher empiezo a ver que hay una reacción positiva hacia mi música, reseñas en periódicos, la gente empieza a responder, a invitarme a tocar, empiezo a dejar las clases particulares y no quedaba de otra mas que continuar por ese camino haciendo un segundo disco llamado Simbiosis y todo eso fue desencadenando una serie de consecuencias positivas que fueron haciendo fáciles las cosas. Yo, en un lapso corto de tiempo de 2012 a 2017, he tenido la oportunidad de mantener una producción discográfica y una actividad constante en la escena del jazz nacional. Considero que cada cosa que haces en tu trayectoria es como un ladrillo que va construyendo ese edificio que se llama carrera o trayectoria, no es algo automático, obviamente hay mucho trabajo involucrado. Cuando decido hacer mi primer disco ya tengo 20 años tocando, experiencia laboral como docente y, al mismo tiempo, había desarrollado la metodología que me permitió recuperar el nivel que tenía y mejorarlo, en ese momento renace esa obsesión de mejorar, estudiar todo el tiempo, de grabar, de componer, de tocar y en eso ando precisamente ahora, tengo cuatro discos, pero gracias al apoyo del FONCA voy a poder hacer tres más, uno al año en los próximos tres años, un libro y dos giras internacionales. Nunca es suficiente, si nos ponemos a ver la discografía de Wynton Marsalis o de Chick Corea son cien discos en una vida como líder y ellos son ejemplos de cómo puedes seguir produciendo, evolucionando, buscando, experimentando con proyectos nuevos, diversificándote. Tenemos muchos ejemplos en la historia de la humanidad, creo que la escena del jazz nacional a veces se estanca porque los músicos no encuentran los canales suficientes para poder subsistir del género del jazz y se ven orillados a buscar otro tipo de trabajos y eso distrae el movimiento, lo fragmenta, entonces creo que es necesario asumir tu carrera o tu trayectoria como una empresa que necesita creatividad, necesita calidad, pero también necesita promoción, publicidad, relaciones públicas, para dar a conocer todo lo que estás haciendo. Yo estoy muy presente en las redes sociales, considero que son una herramienta importante para dar a conocer lo que estamos haciendo y para crear un ejemplo de contagio, un ejemplo de cosas positivas, que muchas veces cuando estamos hablando de persona a persona sucede pero a menor medida. Entonces, las redes sociales precisamente son redes que se van uniendo para crear conceptos nuevos, evolucionar la manera del pensamiento colectivo, y promocionar la propia obra.
J.L.G.: Háblanos un poco de tu disco Simbiosis. ¿De qué va este disco?
A.M.: Simbiosis es el concepto del segundo disco, se relaciona con el concepto de simbiosis de la biología. Dos seres vivos que se vuelven codependientes a tal grado que no pueden subsistir uno sin el otro, se complementan, se comparten nutrientes y creo que es un ejemplo perfecto, una analogía con el artista y el espectador. Porque nosotros los artistas, que… bueno, el espectador también es un artista en potencia, pero el emisor del mensaje depende de la interpretación del receptor del mensaje, a tal grado que la recepción o la interpretación de ese mensaje valida la existencia de la obra. El espectador se vuelve como un cómplice en la creación de la obra. La obra se vuelve un organismo vivo que se va adaptando a las experiencias de cada uno de los escuchas, entonces hay muchos artistas que piensan que tocan para ellos mismos. Yo he escuchado algunas entrevistas y se me hace increíble porque se está minimizando la importancia de la persona que tiene que ser transformada o sobre la cual el artista tiene que verter esa nueva realidad; el espectador se vuelve como un molde en el cual nosotros podemos derramar una realidad filtrada que se llama arte, entonces si no existe eso nuestra obra pierde toda justificación, nos podemos divertir mucho tocando en nuestra casa, pero si nadie nos escucha esa música no está ayudando, no está proyectándose, no está surtiendo efecto. Sería como hablar con las paredes. Entonces, creo que es un ciclo de dos entidades que participan en una conjugación de ser, de tiempo y de espacio para poder contar una historia conjunta que modificará la esencia de ambos.
J.L.G. Tú que has viajado por todo el mundo, has conocido 60 países, has estudiado en el extranjero, ¿crees que los músicos mexicanos somos competitivos a nivel mundial?
A.M.: Yo creo que la percepción del músico mexicano en el extranjero es todavía limitada, es decir, no hay todavía suficientes referencias de músicos mexicanos, muchas veces nos preguntan: ¿Quiénes son los representantes de la cultura musical mexicana? Incluso un Manuel M. Ponce, un Moncayo no son tan conocidos, no han repercutido a nivel mundial. En el jazz, por ejemplo, mucha gente no tiene la noción de que existe en México porque no es una manifestación nuestra, no sé si tú podrías pensar que hay jazz en Perú. Pues no sabemos, no conocemos a ningún músico famoso de Perú… bueno, está Oscar Stagnaro. Un pianista, un amigo querido, Esteban Herrera, fue a Italia y le decían eso: “No sabíamos que había jazz en México, ¡ah mira!, qué sorpresa que haya un pianista de jazz mexicano”. De alguna manera como que todos sucumbimos a esa relatividad, porque si nos pusiéramos a nombrar pianistas de jazz italianos tampoco sabríamos, quizás en el pop han trascendido más, yo creo que falta mucha proyección. Antonio Sánchez, Magos Herrera, Gerry López, Mark Aanderud, son ejemplos de músicos que viven fuera, formaron parte de jazz en México y ahora están esparcidos por el mundo representando el nivel que tenemos. Todos ellos son grandes representantes del jazz, de la escena, y cada uno está haciendo su labor. Nosotros la estamos haciendo desde aquí también tratando de proyectarnos lo más posible hacia el extranjero, no solamente con nuestra presencia sino con nuestra música. Entonces, poco a poco, gracias a las plataformas actuales, las nuevas generaciones que vienen empujando muy fuerte y que tienen mucho talento van a poder encontrar esas vías para poder expandir el nombre de la música mexicana, que se conozca por todo el mundo, estamos en proceso.
J.L.G.: Platícame un poco de tu libro Aforismos. ¿Por qué te decides por escribir aforismos, por qué cuánticos?
A.M.: Pues es un libro que se llama: Arte, Conciencia y Vida, Aforismos Cuánticos y consta de 1,680 aforismos. «Aforismo» es una sentencia breve, que pretende establecerse como regla o doctrina en alguna ciencia o arte. Su característica es la concreción. Son ideas vastas que se dicen en pocas palabras, que invitan a la reflexión. Yo empecé a publicar ideas en la redes sociales hace algunos años y coincide con el lanzamiento de mi disco The Watcher en donde comienzo todo este proceso de reflexión y me doy cuenta pues que ese es un formato, un género amable que no exige demasiado desarrollo de las ideas, entonces en un molde pequeño tú puedes verter una idea en pocas palabras. Me gustó este formato, hay algunos más largos, recuerdo haber leído el libro de aforismos de Leonardo da Vinci, que antes el aforismo estaba destinado a la medicina nada más, y después se amplió su uso. Puede haber aforismos más extensos y ahora en la era moderna, es la era de la inmediatez, de la satisfacción instantánea, es la era en que los seres humanos estamos acostumbrados a asimilar mucha información en poco tiempo y ya no identificamos cuál es importante, cuál no es, es un bombardeo constante. Entonces este formato se adapta muy bien a las redes sociales, al Twitter, al Facebook. Es de fácil lectura porque no sigue un orden desde brotes fugaces e iluminados que yo creo que todos tenemos.
Aquí en la dedicatoria explico: “Un día comencé a escribir mis ideas, en esa actitud osada que viene como resultado de sentirse poseído por la santa inspiración que todo lo cree posible y todo lo avala”. Es decir, yo no me sentía escritor, sin embargo, escribía, entonces yo creo que el acto de escribir, así como el acto de hacer música, es más importante que la denominación. Antes de ser eso, somos simplemente seres humanos que necesitamos expresarnos, entonces yo no pretendo llamarme escritor, simplemente me gusta escribir y todo lo que escribo está abalado por mi profesión, es decir hay una asociación fuerte con lo que escribo. Juan Carlos Valdez en la presentación, en su texto mencionó: “El jazz escrito de Alex Mercado”. Es como si improvisara con la palabra en lugar de con las notas, eso es todo. Cuánticos, porque desde The Watcher que habla del observador en la física cuántica, todo mi concepto de la música tiene que ver con la capacidad que tenemos los seres humanos de modificar nuestra realidad a través de una percepción más aguada y a través de actos congruentes con esa percepción, entonces yo decido ingresar a la escena del jazz nacional y modifico mi realidad de ser perfectamente desconocido, me convierto en una persona, en un pianista reconocido en la escena del jazz nacional, es algo que yo produzco, es decir, es una consecuencia de mi voluntad de ser eso. Y puede tener una connotación de autoayuda, ese término se ha maltratado, se ha malentendido de muchas maneras, pero yo creo que, en cuanto al arte, tiene mucho que ver porque mientras más percibamos esa realidad que está fuera de nosotros más podremos modificar esa percepción y plasmar esa sensación en obras de arte, o sea, lo cuántico es la observación y el arte es el resultado, el fruto de esa observación.
J.L.G.: ¿Cómo proyectas al medio musical en los próximos años? ¿Cómo te gustaría que fuera? ¿Qué le hace falta? ¿Qué consideras importante?
A.M.: Tengo ideas muy radicales al respecto, porque en el libro digo que todos somos artistas, todos somos conscientes, todos tenemos que plasmar nuestra historia en una obra de arte. A mí me gustaría que la gente que no se considera artista se volviera artista, a pesar de que todos vamos a estar en contra de eso, la academia, los artistas, que se atrevan para que haya más artistas en el mundo, o sea, somos muy poquitos, “El arte es una batalla que se pelea con pocos soldados”. Es decir, somos pocos soldados en la batalla del arte, necesitamos más y, si somos más, entonces van a cambiar las prioridades de esta sociedad. Dicen que si alguien en lugar de una escopeta tiene un arma, el mundo va a estar mejor y eso es un hecho. A mí me gustaría trascender esto de los músicos profesionales, me gustaría que el arte fuera más allá de eso, que invadiera los hogares, las familias, que estuviera presente no como un adorno, porque hasta ahora el arte es un adorno, antes era una necesidad de comunicación y ahora es un cliché, es un concierto, es un programa, es idolatrar a una persona que está en un escenario y que de alguna manera tiene el derecho de expresarse y yo le voy a aplaudir por eso, en realidad todos tenemos derecho a expresarnos, no sólo los artistas. Con conciencia de la técnica, de la calidad pero sobre todo conciencia de la honestidad, porque para mí el arte más importante es el honesto, no el bien hecho.
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