Revista de filosofía

Michel Foucault: Ethos filosófico y estética de la existencia

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Michel Foucault: Ethos filosófico y estética de la existencia

Resumen

Para Foucault el pensamiento es una irregularidad intensiva, una serie dislocaciones que atacan directamente al pensamiento y al cuerpo; así, el proceso de pensamiento ya sea como escritura o como lectura nos abre a una experiencia límite: el afuera. Este pensamiento se articula a través de tres ejes que, conectados entre sí, resultan en la construcción de dispositivos que, a través de una arqueología, Foucault descubre sus prácticas de dominación sobre el saber; y a través de una genealogía, piensa la Ilustración como creación de un sujeto presente liberado de un pasado histórico que lo dominaba: estética de la existencia que opera como bisagra hacia una microfísica del poder que busca pensar el poder de una forma múltiple y no totalizante. Pensar posibilidades de relaciones de poder no dominantes y hacer una ontología crítica de nosotros mismos que se vuelve una actitud en lugar de una doctrina: un ethos filosófico.

Palabras clave: Saber, poder, subjetividad, el afuera, dispositivo, dominación.

 

Abstract

Thought for Foucault is an intensive irregularity, a series of dislocations that directly attack body and thought, thus the process of thought, whether it be as writing or as reading, it opens for us a limit experience: the outside. Thought articulates itself through three axes that connected amongst each other, result in the construction of apparatuses (dispositif), which throughout an archaeology, Foucault uncovers their practices of domination upon knowledge, and throughout a genealogy, Foucault thinks the Enlightenment as the creation of a present subject liberated from a dominant historic past: an aesthetic of existence that operates as a hinge towards a micro-physics of power that seeks to think power as a multiple form, contrary to a totalizing form. Thinks possibilities to generate non-dominant relations of power and to construct a critical ontology of ourselves, that will transform itself into an attitude instead of a doctrine: a philosophical ethos.

Keywords: Knowledge, power, subjectivity, the outside, dispositif, domination.

 

I

Un ser que no se ocupa de sí mismo es como si no fuera. Quererse a sí mismo, ocuparse de sí mismo, recogerse en sí mismo, ponerse a sí mismo en su totalidad, es una sola cosa, es la única existencia activa, la única existencia verdadera.

Schelling

 

Para Michel Foucault el pensamiento es una irregularidad intensiva, una serie de espasmos, contorsiones y dislocaciones que atacan directamente el pensamiento y el cuerpo, así, el proceso de pensamiento ya sea como escritura o como lectura nos abre a una experiencia límite: el afuera. Pensar de otra forma supone, a la manera de Nietzsche, Bataille o Blanchot, un ejercicio de auto-alteración. Así, este re-pensar el pensamiento es a la vez re-pensar la vida. Filosofía de la experiencia, pero también filosofía experimental: performance que compone un arte del ensayo. Pensamiento poético para el que la verdad deja de ser algo que descubrir y ahora aparece como algo que inventar, producir o crear, liberando la potencia de la ficción.

Para hacer un diagrama, podemos decir que el pensamiento de Foucault se articula a través de tres ejes problemáticos: el eje del saber esbozado en libros como Las palabras y las cosas, La arqueología del saber y El orden del discurso, el eje del poder explorado en la Historia de la locura y Vigilar y castigar y el eje de la subjetividad al que dedico los tres tomos de Historia de la sexualidad y varios ensayos como Tecnologías del yo y Hermenéutica del sujeto. A través de estos tres ejes de problematización podemos esbozar líneas que nos orienten dentro del pensamiento del filósofo francés, que más que desplegarse en etapas, se mueve en distintas capas de inmanencia abriendo campos de visibilidad, en donde se hacen inteligibles las relaciones transversales entre el saber y el poder, haciendo ver cómo uno de los efectos de dichas relaciones es la subjetividad. Al respecto, Deleuze apunta: “Pensar es experimentar, es problematizar. El saber, el poder y el sí mismo son la triple raíz de problematización del pensamiento”.[1]

La interconexión de líneas de estos conjuntos prácticos es a lo que Foucault denominara «dispositivo», siendo éste un entramado, una multiplicidad, un ensamble de líneas de visibilidad y de enunciación (saber), líneas de fuerza (poder) que se conectan con las líneas de la dimensión de sí (deseo, pensamiento, psique) que componen la subjetividad.[2] El pensamiento de Foucault desmonta y hace visible la operación y articulación de los dispositivos de poder, abriendo fisuras, haciendo pasar entre los estratos líneas de fuga creadoras, de las que germinan singularidades nómadas, liberación del deseo que se expresa en un devenir-otro: pensar de otra forma. En este sentido, la tarea de la arqueología y la genealogía es pensar entre los intersticios, entre los estratos haciendo una microfísica del poder, un acercamiento epidérmico a las prácticas de dominación y sometimiento, para generar formas de resistencia desde las grietas. El desmontaje de los estratos muestra cómo las sedimentaciones en donde nos pensamos, actuamos y vivimos, son emergencias y brotes contingentes, azarosos y no esenciales, ni fundamentales, sino ficcionales, movimiento del pensar que Foucault denominara «arqueología», que más que un procedimiento con pasos o reglas a seguir o una búsqueda de la verdad, sólo es un método en el sentido de proceso o modo de operación del pensamiento crítico. Según Deleuze: “Es muy posible que Foucault en esta arqueología, no construya tanto un discurso de su método como un poema de su obra precedente, y alcance ese punto en que la filosofía es necesariamente poesía de la que se dice, que es tanto la del no-sentido como la de los sentidos más profundos”. [3]

De esta manera, habría un cuarto aspecto intrínseco a estos conjuntos prácticos, que es la posibilidad de resistencia como pensamiento del afuera, fuerza creadora y estética de la existencia, que se traduce en la posibilidad de acontecimiento de micropolíticas, esto es, la puesta en operación de prácticas de libertad que rompan con las relaciones de dominación, dando lugar a otras prácticas de sí y a otros modos de ser con otros; en este sentido las micropolíticas —como también pensaba Guattari— acontecen en la relación transversal entre ética, estética y política.

 

II

Los hombres van abandonando poco a poco el estado de barbarie gracias a su propio esfuerzo, con tal de que nadie ponga un particular empeño por mantenerlos en la barbarie.

Kant

El ensayo de Foucault sobre la ilustración conecta los tres ejes problemáticos, saber-poder-subjetividad a través de la pregunta por la actualidad. En un movimiento genealógico Foucault se retrotrae a la reflexión kantiana sobre la Ilustración, en donde ésta es pensada como un gesto crítico, siendo la tarea de la filosofía moderna dar respuesta a la pregunta por la Ilustración que es, a la vez, la pregunta por el presente y aquello que, como presente, es urgente de ser pensando así: “No se trata de comprender el presente a partir de la totalidad o de un acabamiento futuro. Busca una diferencia: ¿qué diferencia introduce el hoy en relación con el ayer?”[4]

Siguiendo la lectura de Foucault, la pregunta sobre la actualidad planteada por Kant abarca tres aspectos: ¿qué es la crítica?, ¿qué es la ilustración? y ¿qué es la revolución?

El escrito de Kant sobre la Ilustración es un texto bisagra que articula y conecta las tres críticas con los escritos sobre la historia; la novedad de la reflexión kantiana, para Foucault, radica en que Kant no plantea el problema de la Ilustración como si se tratase de un momento histórico, la Ilustración no es una edad del mundo, ni un acontecimiento cuyos ecos resuenan y se hacen sensibles. Se trata más bien de un final, de una salida de la minoría de edad. La Ilustración sería pues la edad de la crítica, siendo el momento en que la razón alcanza la mayoría de edad, haciéndose capaz de definir sus usos legítimos en tanto conocer, hacer y pensar; dejando a un lado los usos ilegítimos: la ilusión, la heteronomía y el despotismo (dominación-sometimiento), que junto a la pereza y la cobardía la mantienen en estado de minoría.

La Ilustración deviene así en actitud crítica, una forma de resistencia cuya divisa es “sapere aude”, tener el valor de pensar por sí mismo, ejercer el arte de no ser gobernado por otro o arte de la inservidumbre voluntaria, resistencia frente a los dispositivos a los que estamos sometidos por pereza y cobardía. Tener el valor expresar la singularidad en lo que pensamos, decimos y hacemos, proceso de des-subjetivación que supone la liberación de las tutelas religiosas, teóricas, médicas, etc. La ilustración aparece como una tarea y una obligación, la responsabilidad de ejercer un cambio en sí mismo. Foucault siguiendo a Kant apunta:

“Por tanto, hay que considerar que la Aufklanrung es a la vez un proceso del que los hombres forman parte colectivamente y un acto de coraje a efectuar personalmente. Ellos son a la vez elementos y agentes de un mismo proceso. Pueden ser sus actores en la medida en que forman parte de él; y él se produce en la medida en que los hombres deciden ser sus actores voluntarios”.[5]

La Ilustración aparece, así, como un rasgo de la filosofía moderna, un modo de relación con la actualidad, que abre territorios existenciales en donde se expresan otras maneras de actuar, sentir, pensar y habitar configurando un ethos.

En este sentido, el segundo rasgo que recoge esta genealogía es conectar la pregunta por la Ilustración a la pregunta por la modernidad. Esta vez Foucault recupera el pensamiento de Baudelaire, para quién la actitud moderna es vivida como una repuesta a la actualidad ya que: “no tenemos derecho a despreciar el presente”, por el contrario la actitud moderna deviene en voluntad de heroizar el hoy. Para Baudelaire se trata de introducir lo poético en lo histórico a la manera de Constantin Guys (el pintor de la vida moderna). De esta manera, la actitud moderna es irónica ya que a la vez que valora el presente en eso que tiene de singular y efímero, al mismo tiempo busca transformarlo. La actitud moderna es una voluntad de arte, de transfiguración de sí (dandismo), del mundo y de la vida, en este sentido señala Foucault: “El hombre moderno, para Baudelaire, no es aquel que parte al descubrimiento de si mismo, de sus secretos y de su verdad oculta; es aquel que procura inventarse a sí mismo. Esta modernidad no libera al hombre de su ser propio; lo constriñe a la tarea de elaborarse así mismo”.[6]

CONSTANTIN GUYS

CONSTANTIN GUYS

En este movimiento genealógico, Foucault engarza la actitud ilustrada (Kant) cuya divisa es pensar por sí mismo, a la divisa de la actitud moderna (Baudelaire), crearse a sí mismo, estética de la existencia, gozne del que emerge un ethos filosófico

 

III

No imaginéis que hay que ser triste para ser militante, incluso si lo que se combate es abominable. Es el vínculo del deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de representación) el que posee una fuerza revolucionaria.

Michel Foucault

 

La crítica para Foucault no es la investigación por la legitimidad del saber, sino la prueba de su eventualización: cómo acontece el saber y cuáles son sus efectos. Cómo de la relación entre saber y poder surgen dispositivos. La crítica deviene en ejercicio de desmontar los efectos de poder, en su operatividad, en las relaciones, la microfísica es ver y hacer ver como el poder (la relación dominación-sometimiento) se ejerce en prácticas concretas, cotidianas, volviéndose epidérmico y viral. Así, se trata de liberar el campo de inmanencia, condición de posibilidad para el acontecimiento de las singularidades.

La crítica es un aspecto del ethos filosófico que supone en primer lugar rechazar lo que Foucault denomina el chantaje de la Ilustración, reconociendo nuestra pertenencia a la misma, nuestro ser ilustrados al tiempo de hacer una crítica permanente de nosotros mismos. En segundo lugar, Foucault nos previene de confundir la Ilustración con una forma de humanismo, ya que ambas más bien son perspectivas en tensión. Siendo que cualquier forma de humanismo supone la creación de un modelo, una generalidad, que se erige y genera dispositivos de la subjetividad, oponiéndose a la crítica y a la invención permanente de sí mismo; en este sentido, para Foucault: “El humanismo sirve para embellecer y justificar las concepciones del hombre a las cuales está completamente obligado a recurrir.”[7]

En este sentido el ethos filosófico es pensado más bien como una actitud límite y una actitud experimental, una ontología histórica de nosotros mismos, así pues no se trata de un proyecto de ser, global, radical, universal o macropolítico, no es un nuevo humanismo, sino que, a partir de la microfísica, entendida como la crítica de lo que decimos, pensamos y hacemos, realiza una crítica práctica, poniendo en operación formas de transgresión posibles, diseñando estrategias que den lugar a micropolíticas, prácticas de transformación de las relaciones de dominación en relaciones de creación. Revolución molecular que a traviesa impacta, modifica y genera otros modos de ser, de actuar, de pensar, de sentir y de habitar el mundo. En este sentido Foucault nos dice: “Yo caracterizaría, pues, el ethos filosófico propio de la ontología de nosotros mismos como la prueba histórico-práctica de los límites que podemos franquear y, por tanto, como un trabajo nuestro sobre nosotros mismos en tanto seres libres”.[8]

COLECCIÓN DE BUSTOS NEOCLÁSICOS, NY CARLSBERG GLYPTOTEK (COPENHAGEN)

COLECCIÓN DE BUSTOS NEOCLÁSICOS, NY CARLSBERG GLYPTOTEK (COPENHAGEN)

Así pues, el ethos filosófico no es un programa de conjunto, si no una revolución molecular, ético-estético-política, una puesta en operación de la crítica cuyo envite, es pensar la paradoja de las relaciones de poder, no sólo como dominación sino como posibilidad o capacidad de creación, siendo la pregunta por: “¿Cómo desconectar el crecimiento de las capacidades y la intensificación de las relaciones de poder?”[9] ¿Cómo generar relaciones de poder no dominantes?

Su homogeneidad requiere de un análisis y estudio de los conjuntos prácticos y de la operación de los dispositivos, una microfísica del poder cuyo aspecto tecnológico describe, analiza y desmonta las formas de racionalidad, a través de las que se normalizan, se organizan y se producen subjetividades homogéneas, liberando campos de inmanencia en donde surjan y entren en juego estrategias y resistencias. Desplazamiento que supone otra forma de pensar y ejercer el poder, el poder es un campo de fuerzas con flujos heterogéneos, potencias nómadas, líneas de fuga, agujeros negros…

De esta manera, el ethos filosófico posee una sistematicidad que se dirige a ver cómo los conjuntos prácticos constituyen dispositivos que operan a través de ejercer relaciones de dominación sobre las cosas (Saber), los otros (ético-político) y consigo mismo (deseo, sensibilidad, afectos). La ontología del presente se dirige a pensar cómo nos hemos constituido como sujetos de saber, como sujetos que ejercen o padecen relaciones de poder y ver cómo nos hemos constituido en sujetos morales, es decir, se trata de ver y hacer ver como los dispositivos operan en nosotros configurando deseos, cuerpos, sensibilidades, afectos e ideas. Para partiendo de las generalidad ir al estudio, al análisis singular de los acontecimientos. En este sentido, la ontología crítica de nosotros mismos no es una doctrina, sino una actitud, un ethos.

No sé si hoy día es necesario decir que el trabajo crítico implica todavía la fe en las Luces; necesita siempre, creo yo, un trabajo sobre nosotros mismos, es decir, una labor paciente que de forma a la impaciencia de la libertad.[10]

Este ethos filosófico, es una forma de pensamiento crítico descentrado, que hace de la teoría una caja de herramientas, pensamiento no totalizante, sino múltiple, que, a la manera del rizoma, se multiplica y multiplica las perspectivas, creando conceptos que nos ayuden a pensar la actualidad y su complejidad.

En este sentido la teoría no expresa, no traduce, no aplica una práctica; es una práctica. Pero local y regional, no totalizadora. Lucha contra el poder, lucha por hacerlo aparecer y golpearlo allí donde es más visible y más insidioso. [11]

La crítica es hacer del pensamiento una máquina de guerra, que resiste frente a los burócratas de la revolución, los funcionarios de la verdad y los terroristas de la teoría, contra las tecnologías del deseo y los microfascismos. Pensamiento del afuera, hacer del pensamiento un generador de formas de resistencia, fuera del régimen de la verdad, al margen del orden del discurso y la representación. Hacer de las ideas lluvia de estrellas y de los libros armas, crear libros-bomba dirigidas a hacer estallar los estratos, los dispositivos saber-poder, libros que sólo sean útiles como acontecimientos de escritura o lectura, pero cuyo estruendo explosivo libere fuegos artificiales que iluminen el cielo llenándolo de colores y formas diversas, para después desaparecer y perderse en la noche.

Más tarde los historiadores y demás especialistas podrían decir que ese libro o tal otro fue tan útil como una bomba y también tan hermoso como unos fuegos artificiales.[12]

Para Foucault un ejemplo de libro-bomba o máquina de guerra es el Anti-edipo, libro de ética en donde se plantea un arte erótico, un arte político y un arte teorético, una estética de la existencia, un ethos filosófico. Libro-rizoma que a las tres preguntas que extrae Foucault de la lectura de Kant (Critica, Ilustración, Revolución) añadirá una cuarta: ¿Qué es un acto de creación?

Pensar de otra forma supone no sólo la creación de estilos de pensamiento, sino, al mismo tiempo, la creación de estilos de vida: actitud, gesto y ritmo. El ethos filosófico expresado, en aquellas palabras que Foucault dedica al pensamiento de Deleuze, mismas que son, más bien un filum que los une, hilo invisible que se teje entre ambos, en una suerte de conversación infinita, un pensar entre amigos que: “No es un pensamiento por venir prometido en el más lejano de los recomienzos. Está ahí, en los textos de Deleuze saltarín, danzante ante nosotros, entre nosotros; pensamiento genital, pensamiento intempestivo, pensamiento afirmativo, pensamiento acategórico […]. La filosofía no como pensamiento sino como teatro”.[13]

 

Bibliografía

  1. Deleuze, Gilles, Foucault, Paidós, Barcelona, 1987.
  2. _______, Dos regímenes de locos, Pre-textos, Valencia, 2009.
  3. Foucault, Michel, Sobre la Ilustración, Tecnos, Madrid, 2011.
  4. _______, Microfísica del poder, La piqueta, Madrid, 1992.
  5. Foucault, Michel y Deleuze, Gilles, Theatrum philosophicum, Anagrama, Barcelona, 1995.
  6. Kant, Immanuel, ¿Qué es la Ilustración?, Alianza, Madrid, 2007.
  7. Morey, Miguel, Escritos sobre Foucault, Sexto Piso, Madrid, 2014.

 

Notas

[1] Deleuze, Foucault, ed. cit., p. 152.
[2] Cfr. Deleuze, “¿Qué es un dispositivo?”, ed. cit.
[3] Deleuze, op.cit., p. 45.
[4] Foucault, Michel. Sobre la Ilustración, ed. cit., p. 74.
[5] Ibídem, p.75.
[6] Ibídem, 86.
[7] Ibídem, p.89.
[8] Ibídem, p. 93
[9] Ibídem, p. 94.
[10] Ibídem, p. 97.
[11] Foucault, “Los intelectuales y el poder” en Microfísica del poder, ed., cit., p. 85.
[12] Foucault, “Un diálogo sobre el poder”, apud Morey, Escritos sobre Foucault, ed. cit., p. 13, n. 1.
[13] Foucault y Deluze, Theatrum philosophicum, ed. cit., p. 47.