Revista de filosofía

Editorial #43

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Biopolítica y nuevas subjetividades

 

La biopolítica ha venido cobrando mayor interés desde que, como concepto, apareciera en el horizonte del pensamiento a mediados del siglo pasado. Seminarios, congresos, coloquios, organizados por los más disimiles profesionales y académicos (médicos, sociólogos, psicólogos, filósofos, etc.) dan testimonio de su importancia volviéndose, hoy día, un tópico ineludible para la reflexión.

Más allá de purismos podemos decir que este concepto refiere al lugar que tiene actualmente la vida en la política. Es por ello por lo que en esta discusión encontramos autores tan diversos como Foucault, Agamben, Mbembe, Lazzarato, etc. Afirmar que la vida es un referente es percatarse de que ésta se ha constituido en una suerte de a priori, algo que cruza todas las relaciones sociales, que se encuentra supuesto detrás de cada una de nuestras conductas, que es por y para ella que SE legisla, SE planea, SE gobierna, SE trabaja, SE cuida, etc. Por ello le conciernen discursos variopintos como el derecho, la economía, la medicina, la psicología, el urbanismo, entre otros.

De esta intuición dio cuenta Foucault, quien sentenciaba que, desde el siglo XIX, el médico había ocupado el lugar del sacerdote, apuntando así al cambio de todo un paradigma: el abandono de una mirada que tenía como centro la salvación y la aparición de una hegemonía del mantenimiento de la vida, que no es otra cosa que la priorización de la salud (no sólo de los individuos, sino de la sociedad “en su conjunto”).

Algún despistado entusiasta del “progreso” podría decir: ¿qué de malo tiene cuidar de la salud o de la vida? La respuesta es que esta forma de disponer de los cuerpos de los individuos, de las poblaciones, de la sociedad, como cualquier otro pensamiento totalitario, supone la supresión de otras formas de vida. En ese sentido no hay que olvidar que los primeros apologistas de “la vida de las poblaciones” fueron los iniciadores de la geopolítica de la Alemania nazi que, literalmente, y parafraseando a uno de ellos, recubrieron el esqueleto legal con carne y sangre socio-geográfica. No es por ello de extrañar que, a cuento de esta sobrevivencia, veamos fenómenos de “nuda vida” que, en ciertas regiones del mundo, adquieren formas que acertadamente han sido calificadas como necropolíticas.

El discurso de la biopolítica también, y esto no es menor, obtura las posibilidades de ser. Si el ser humano “es sus posibilidades”, el giro biopolítico dispone hacia las posibilidades ligadas a la gestión de la vida que, paradójicamente, se encuentran relacionadas con eso que se ha dado en llamar normalidad y anormalidad, salud y enfermedad, etc.

La biopolítica se constituye como un discurso estratégico que divide a las sociedades y a los individuos, los vuelve vigilantes, esclavos y gestores de su salud, haciéndolos responsables de la enfermedad que los habita. Este discurso no es neutral, es —sobre todo— político, el Tiqqun lo hace evidente: “Se prepara una revolución que trata de impedir toda revolución futura. Trata de hacer de nuestro cuerpo un agente exclusivo de separación; quiere que cada uno se convierta en la excepción a una regla médicamente definida. Nosotros seremos entonces pacientes, los anormales”. Es, entonces, la biopolítica y todos sus fenómenos relacionados un a priori actualmente incuestionado que, sin duda, merece ser analizado con detenimiento.

El presente Dossier ha juntado especialistas en diferentes ámbitos (filósofos, psicólogos, sociólogos) que, desde esos espacios, se acercan a dicho problema. Sean, pues, estos textos un botón de muestra para reflexionar estos fenómenos de los que, parece, apenas podemos apreciar la punta del iceberg.

 

Editor invitado:

Ramón Chaverry