TOMADA DE GACETA MÉDICA
Resumen
La salud mental comienza a tener una relevancia de suma importancia, por ello es importante comenzar a pensar en ella desde una postura ética y política que atraviese por la comunidad y la estructura del propio sujeto. El momento actual que se está viviendo a través de la pandemia ha llevado a los sujetos a resguardarse en su propio hogar, y dentro de este resguardo los individuos se han enfrentado a una serie de problemáticas que ha desencadenado en una mayor violencia, y precisamente en esta construcción de la identidad los profesionales de la salud mental deben hacer acto de presencia para dar soluciones de manera política ante un tema de salud y bienestar mental.
Palabras clave: política, ética, salud mental, subjetividad, zonas, psicología
Abstract
Mental health begins to have an extremely important relevance, so it is important to start thinking about it from an ethical and political position that attracts the community and the structure of the subject himself. The current moment that is being lived through the pandemic has led the subjects to take shelter in their own home, and within this shelter, individuals have faced a series of problems that have led to greater violence, and specifically in In this construction of identity, mental health professionals must make an appearance to provide political solutions to an issue of mental health and well-being.
Keywords: politics, ethics, mental health, subjectivity, zones, psychology
Formas de estructurarse entre éticas y bifurcación
Es momento de asistir al bosque. Vivir deliberadamente resulta una exhalación. En espacios de encierro la estructura psicológica de cada individuo necesita estructurarse para no decaer y desaparecer entre muros de alucinaciones.[1] Las patologías y la cultura (bastante política) del bienestar están al acecho. Ahora, más que en otros tiempos los profesionales de la salud mental deben hacer acto de presencia tratando de estructurar un pensamiento práctico para su población, comunidad, fraternidad, tribu, seres queridos por igual. El fomento de la(s) ética(s) se hace necesario, y para esto es importante fundamentarla(s) desde el ser-ahí. Más no debemos olvidar que hablamos de un aparato psicológico, es decir, que se construye partiendo de la práctica productiva.[2] La interacción con la circunstancia permite que la estructura mental se desdoble y se descubra en sus múltiples configuraciones subjetivas,[3] campos, zonas, espacios.
Al encerrarse el individuo desdobla sus costumbres y cada pequeña arista que sostiene sus valores se desarrolla a grados excesivos o insuficientes, apenas mostrables. Esto lleva a conductas sumamente importantes que influyen en la sociedad y la comunidad, que ya cuenta con sus reglas y espacios. Cuando se toma la decisión de apartarse de la interacción el campo psicológico necesita seguirse desarrollando, y para esto busca herramientas que lo entretengan: cambios de espacios, situaciones extremas, consumos desenfrenados, lenguajes ilógicos, entre otras tantas formas de sujetarse a la realidad. Quiero decir que la estructura psicológica dejará visible por un tiempo (¿indeterminado?) las sensaciones y emociones que se desarrollan en su forma más cruda a través de diversas conductas.
Si las unidades, que posiblemente pueden estudiarse y seguirse descubriendo, se desarrollan partiendo de múltiples procesos psicológicos básicos y superiores,[4] nos enfrentamos a n dimensiones de posibilidades de afectación psicológica cultural. Este proceso subjetivo que se configura en espacios políticos sociales queda enmarcado por una serie de argumentos que buscan transformar al individuo en un ser responsable de una salud cultural. Se le pide quedarse en casa, que resista, que se articule en actividades, que desarrolle proyectos, que luche y se solidarice. También se le pide, pero no de manera abierta, que se individualice más. Al mostrarle los aspectos importantes del encierro para consigo mismo (en un inicio) y para los demás debe hacerse sujeto responsable del mismo encierro. No busques salidas, no te enmarques en opiniones diversas, sé responsable (culto-técnico-arquitectónico) de tu propio encierro. Individualízate más para poder apoyar con tu encierro un problema social que está afectando diversas esferas. La economía de la individualización permite que los múltiples aparatos psicológicos luchen desde sus trincheras para salvaguardar una economía comunitaria.
Esta individualización parte desde el apoyo, desde una filosofía no vista de la ética. Los sectores que pueden (y por ello deben) mostrar su actividad en formas de prácticas artísticas, despliegan una serie de metodologías para ‘pasar mejor el encierro’: las plataformas abren de manera gratuita sus archivos (ya sean videos, clases, talleres, libros de descarga, etc.), se hacen comunidades que recomiendan actividades, las páginas (de revistas, marcas, voces) luchan de manera incontrolada por ver quién da más actividades o recomienda mejores cosas por hacer. De alguna manera los individuos que habitan esa jaula artística gritan “¡He, mírenos, acá estamos! ¿Ven que somos necesarios?” y se venden como pasatiempos. La museística del mundo posmoderno nos apabulla y nos llena de información gratificante.[5] La salud, por lo tanto, se vuelve tema político cruel.
Es durante este espacio, entonces, que hay que pensar y desarrollar las diferentes éticas. La construcción de la ‘cárcel’ debe rehacerse desde los argumentos morales que mejor se apoyen en una salud política. Tener presente la idea del encierro, de las cuatro paredes que aprisionan, como sujetos libres, es muy similar a pensarse desde la tortura. A través de los diferentes mecanismos que contribuyen a formular la psique se abre una serie de posibilidades para la bifurcación: el espacio imaginario donde la tortura es posible.[6] Por ello los índices de violencia aumentan: física, familiar, psicológica, económica, simbólica. Los sujetos (por ser mayoría) sienten la posibilidad de experimentarse en nuevas formas desde su cultura patriarcal-machista-colectiva. Los teléfonos no dejan de sonar, las líneas no se dan abasto, las noticias no paran de extender por el globo la gran noticia: ¡la violencia está aumentando!
El ser, en toda la extensión de su significado, se muestra aturdido por el descubrimiento: no hay espacio para el ser. Se piensa en la sobrevivencia, en los tiempos ‘después de la pandemia’, en su relación histórica con momentos similares (¿enserio?), en la salvación filosófica del ensayo y la ciencia, se piensa en todo menos en las éticas y su bifurcación. Atender las nuevas posibilidades de recrearse debe hacerse con estructura y formulación del ser-ahí. Entonces, éticas del placer, de la crueldad, del sadismo, de la existencia y la deconstrucción se vuelven fundamentales para abrir espacios internos a la estructuración de la salud política mental. Los famosos ‘comerciales mentales’ también deben contener una estructura. De nada sirve comenzar a experimentar pasatiempos estilísticos como el niksen, Ikigai, hygge, lagom, minimalismo, feng shui, vastu shastra, entre otros. Sirven, cualquiera de ellos, cuando pensamos desde la(s) ética(s), que permite(n) la formulación de espacios alternos de manera interna y externa. Ahora bien, si las pensamos desde la categoría existencialista-vitalista nos encontraremos con una posibilidad de estructurar la bifurcación. El ser-ahí permite entender el estar como una categoría filosófica y física del ahora. Esta categoría problemática, difícil, compleja, debe ser desde el todo.
TOMADA DE PÚBLICO
La deconstrucción y reformulación de la masculinidad a la panorámica sensible o de círculos saludables presenta un argumento fuerte: una nueva ética está al acecho. Comenzamos a hablar de amores compañeros, amores chidos, anarquía relacional, ética-compañera, y muchos otros términos que se estructuran partiendo de diferentes corrientes: humanistas, existencialistas, de apego, emocionales, cognitivo-conductuales, psicoanalíticas (no el de antes, ése que acusa al pasado de todo mal presente). Pensamos la sexualidad desde los valores, quizá desde aquel que se nos ha presentado como el más importante y al mismo tiempo el más problemático: la libertad. Deseamos el derecho a desear. Aquí también juega la crueldad un papel relevante:[7] el reconocimiento de lo inconsciente, de la sombra, de aquella danza de espectros interiores que nos llega sin avisar y se presenta ante todo lo otro. Es precisamente en estos espacios donde la reflexión práctica puede reformularse en múltiples desdoblamientos. Si no comenzamos a hacerlo ellos ganarán: se muestran ansiosos por vendernos seguros de vida.
Aquí lo relevante es pensar el ‘seguro de vida’ como una filosofía de venta. La seguridad, ésa que tanto nos llama la atención, se llena de colores diferentes. Pensamos en la seguridad de una relación que involucra a otro, nos llena de ansiedad encontrar una pareja que se muestre ideal. La seguridad que tiene que ver con ‘me quiero libre’ y entonces las políticas de países como China se muestran atractivas. La misma población se pregunta: “¿Por qué no comienzan a tomar medidas más drásticas? ¡Usa al ejército, que no salgan de casa!” Hay suciedad en el otro, y se necesita una seguridad que brinde tranquilidad. El problema es: ¿quién puede asegurar nuestra salud mental desde la economía? La famosa institución apuesta por la patología colectiva que sostendrá la venta de las otras seguridades que nos ofrecen. El seguro de vida, la seguridad en la vida se muestra atractiva. La idea de apostar por lo otro en ese seguro de vida es una ilusión momentánea que permite la decadencia de la ética. Lo irónico es que la ética también se juega como una seguridad en la vida, pero que puede ser transformada y reformulada como una seguridad en el ahora. Y es a través de la arquitectura de estas éticas en la bifurcación donde podemos comenzar a crear una habitación propia partiendo de una realidad subjetiva que logra desdoblarse partiendo de múltiples conceptos de valor que dejan de jerarquizarse para cuestionar -cuestionarse- en espacios seguros partiendo del todo.
Espacios en el hogar que permiten encontrar zonas de sentido
El gran instrumento de prevención y ayuda mutua que es el seguro, la aseguradora, nos brinda la paz y tranquilidad de estar protegidos y no sucumbir ante el inminente riesgo de perder la existencia. Para esto se necesita cierta certeza de que “podemos ser asegurados”, es decir, que la gran institución estatal debe tener los números a favor del no suicidio mental y físico. La locura nunca ha sido una posibilidad para vivir en sociedad. A mayor riesgo tu tarifa de prima asegurada sube, y los paquetes adicionales que podrían asegurar tu estabilidad mental no estarán disponibles. Esos son y han sido para aquellos que tienen la posibilidad de contratar un seguro de vida plus, premium, de clase dorada con quince insignias.
Cuando la ‘cárcel’ se presenta, cuando hemos decidido libremente experimentarla sin saberlo también hemos tomado la decisión de fracturar nuestro estado mental, que los estados (en sus múltiples variedades) emocionales se desplegaran en un abanico incontrolado y sentiremos ansiedad, depresión, estrés, irritabilidad, enojo, miedo, soledad. Las preguntas existencialistas serán más constantes, y partirán no solo desde la subjetividad, sino desde el estado emocional en el que nos encontremos durante ese momento. Las estadísticas subirán y las tablas de mortalidad nos situarán en una posición donde la suma a pagar aumentará. Básicamente los índices más importantes para asegurar a alguien dependerán de su código postal y su línea de vida. El contratante podrá tener beneficiarios y un mediador que tomará el rol de agente de seguros mentales. La aseguradora deberá contratar personal capacitado para medir los riesgos de manera estadística y que se pregunten: ¿qué probabilidad existe de que este sujeto pierda su estado mental y se conduzca a la locura o un trastorno mental? Los coaseguros serán más importantes dentro de esta rama. Existirán descuentos en la prima dependiendo de qué tanto sigas esa línea de salud y bienestar mental política.
Imaginar que los servicios crezcan hasta este punto y que exista un servicio de asistencia que nos acompañe a cualquier lugar y esté disponible de manera inmediata es dejar que la salud del bienestar se siga pensando como un modelo colectivo de primer orden. La salud también es política. Las cláusulas adicionales de asistencia permitirán que se economice lo único que puede ayudarnos a la reflexión en estos tiempos: las éticas. Por esto es necesario retomarlas y pensarlas desde la situación actual de manera multidisciplinar partiendo de la estructura mental.
TOMADA DE EL TIEMPO
Se debe iniciar con el descubrimiento de diferentes zonas dentro de la estructura mental que pueden desplegarse de múltiples maneras a través de la bifurcación. Una de ellas nos la da la arquitectura al hablar de la dimensión oscura o espacio vacío. La casa, es decir el hogar, tiene que ver con las paredes y estructuras que la componen, los azulejos, el tamaño, las medidas y su forma de construcción. Más importante aún es entender el hogar como esa dimensión oscura o espacio vacío que no lo da la estructura en sí, sino ese espacio sin nada que hay dentro del hogar. Este espacio que puede existir entre una silla y otra, entre un mueble y otro o bien lo no habitado tiene una relación importante con la estructura mental, pues ahí habita la identidad. Por eso “preparar el hogar para la pandemia” resulta primordial. Esta preparación del hogar no tiene que ver solamente con el reacomodo de las cosas o construirla pensando en la tranquilidad. Ni con paredes blancas o azules tenues con una que otra planta que la acompañe. La preparación tiene que partir desde la estructura psicológica y pasar por las éticas que mejor se adecuen a estos momentos. De esta forma colocar letreros (ya sean invisibles o no) en determinados lugares nos permitirá crear espacios que asemejen la estructura mental: la habitación, la propia habitación tiene que ser el lugar de la reflexión, la praxis, la emoción, en suma, mi propia identidad. Ayudará dotarla de diferentes mecanismos materiales que permitan la expresión tal cual la estoy sintiendo. Cada espacio inhabitado debe asemejar un aspecto de mi estructura psicológica. La rueda de las emociones podría ser una gran herramienta para entenderme en un inicio y posteriormente trasladar la idea a formas más complejas. Tener espacios donde la estructura es superior a mi tamaño permite que la creatividad fluya y descubra nuevas zonas de sentido.
Otra zona de suma importancia nos la brinda el teatro con eso que llaman la zona de inefabilidad o zonas de existencia, que a mi parecer no son lo mismo. La zona de inefabilidad logra transgredir y sobrepasar el lenguaje de la experiencia, de tal modo que lo corporal permite su expresión por un tiempo inexacto a través de diferentes sensaciones en determinados contextos. La zona de experiencia logra expresarse a través del lenguaje no solamente narrativo, sino todo tipo de lenguaje que involucre la emoción del momento. Es a través de la zona de inefabilidad que podemos comenzar a entender la estructura psicológica como un componente que no queda en la estructura mental, sino que su desarrollo depende fuertemente de lo corporal. Aquí los procesos psicológicos pueden experimentarse a través de la sensación completa de mi existencia. El ser-ahí puede reformularse y concretarse en lo corporal que no deja de lado el aparato psicológico y su contexto.
Descubrir estas zonas desde una postura ética permite una nueva interpretación platónica de aquellos conceptos que son la epistḗmē y la dóxa, en el sentido que le da Antonio Alegre Gorri en su estudio introductorio a la obra de Platón: “Por tanto, el reino de las Ideas, de la razón, es la epistḗmē (la verdadera ciencia) frente al reino de lo sensible, el mundo de la dóxa, de la opinión. Las verdades epistémicas son necesarias y no pueden ser de otra manera; las doxásticas son contingentes.” [8]
Donde rescata, además, el aspecto psicológico como eje importante para la universalidad de la razón. De esta manera logra rescatar una unión importante entre estos dos conceptos, ya que le da un valor intrínseco a la practica productiva, es decir, la interacción entre el ser y su contexto, mejor dicho, entre el aparato mental (que contiene lo corporal) y la circunstancia que la rodea. En el encierro esta interacción resulta fundamental pues a diferencia del contexto externo el individuo aquí debe hacerse responsable, una vez más, de aquello que desea que lo rodee. Quiero decir que los espacios imaginarios, ficticios, pero también reales son primordiales para que el desarrollo de la personalidad no sufra de un altercado existencialista en un espacio que se asemeja a la tortura.
El mundo del conocimiento, de lo lógico y pensable que puede ser demostrable se desarrolla en el mundo de lo sensible y subjetivo, y en este proceso se configuran diferentes zonas de sentido. Es por esto mismo que la relevancia de pensar las éticas desde el ser-ahí en estas diferentes zonas y campos subjetivos de la estructura psicológica en el hogar se vuelve necesario. Las conductas se desarrollarán de diversas formas, y entonces comenzaremos a actuar ‘sin sentido’, es decir, a través de mecanismos que pongan en duda nuestra razón. Moveremos cosas por el simple hecho de hacer algo, potenciaremos conductas básicas a grados extremos (enojarse por algo que tiene una solución sencilla), criticaremos los espacios privilegiados en la pandemia, nos juzgaremos de manera constante hasta haber creído que nos conocemos por completo, y la violencia se potenciará hasta tal grado que la tortura pasará desapercibida (incluso la física) para toda una sociedad. El mensaje: ¡denuncia! Carecerá de sentido una vez que la tortura alcance lo simbólico en lo psicológico. Al salir del encierro muy posiblemente nuestra personalidad y nuestra identidad sufrirán un desgaste que se desarrollará y encontrará lugar en el bienestar político que pide la sociedad. El “te quiero saludable” esconderá un sufrimiento humano excesivo acallado por el mensaje “lo logramos”.
El refugio como una forma política de vivir la pandemia
Tras este espacio breve global que nos ha involucrado en diferentes aspectos, debemos comenzar a integrar en el mosaico que es la salud mental una postura política. Aquello que se llamó “la situación extraña” debe reformularse y desprenderse de la categoría que se le ha dado. Esta situación, pensada de esta forma, involucra toda la existencia del ser. Más allá de una estructura de apego que funciona como mecanismo ante el sentimiento de soledad, debe abarcar otras estructuras posibles que se involucren en la existencia que está en juego dentro de una zona de crueldad. La situación extraña debe repensarse como una zona más dentro de la estructura mental que acompañará a la dimensión oscura y la zona de inefabilidad.
Habrá que entender, de igual forma, la reformulación de los modelos operativos internos (MOI) que definió y describió Bowlby. Estos deben tener la posibilidad de desdoblarse y estirarse tal como sucede en las figuras geométricas en el espacio. De esta forma, los esquemas que recopilan las diferentes relaciones pueden complejizarse y adaptarse ante situaciones de riesgo como es la pandemia. Al ser una decisión libre la posibilidad de experimentar la bifurcación en el imaginario es más alta, por lo que las situaciones cotidianas pueden salirse de control. Para esto es necesario tomar una postura ético-política. Es decir, habrá que tener la certeza de que los profesionales de la salud mental comenzarán a involucrarse en mayor medida en la política para vivir mejor el encierro, con toda la idea de reformular conceptos como lo justo y lo injusto desde las éticas para la comunidad activa, de tal forma que se pueda trabajar en lo corporal-mental aquellas palabras de Aristóteles que aparecen en su libro I de la política:
La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el hombre está naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlas para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad. La justicia, en cambio, es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo.[9]
Para trabajar estas palabras desde la categoría del ser-ahí se necesita reinterpretar el concepto de la justicia y quitarle su carácter neoliberal, colonial, en suma, político histórico patriarcal. La justicia debe comenzar a pensarse de otros modos que involucre no una jerarquía de los valores, sino una suma de conceptos fundamentados en el compañerismo que se sustenta en la amistad. El concepto justicia compañera-amiga puede ser uno de los tantos modos de reinterpretar la justicia en momentos de ansiedad y falta de aroma.
Si pensamos en nuevas formas de relación, debemos hacerlo desde una postura ético-política que involucre una multidisciplinariedad sustentada en las comunidades diversas. Al pensarlo de esta forma la construcción y deconstrucción pueden continuar desde la praxis, así rituales y cultura son posibles de repensarse desde las mismas comunidades que las sustentan. El encierro algo nos ha enseñado y es la puesta en escena del teatro cruel: somos una constante infinita que busca espacios entre cuerpos para pensarse. La salud política es tener la posibilidad de reflexión práctica para mostrar las injusticias del acaparamiento de productos, del desempleo, de las múltiples formas de egoísmo hacia los otros y hacia uno mismo, de la violencia desmedida en hogares no pensados para aguantar la tortura simbólica del encierro. La salud del bienestar político es entender que la sociedad nos quiere involucrados en múltiples actividades de lucha con uno mismo y acallar las zonas más crueles que aparecen a la luz sin avisar, aquellas que conocemos y acallamos en sociedad, es saber que nuestros múltiples matices tienen que cambiar, pero no nos dan la posibilidad de elegir cómo cambiarlos, de mostrarlos en el arte, en espacios singulares y plurales, diversos.
El hogar es un todo que queda sustentado en la existencia del ser, y de un concepto que apenas es esbozado: nudo-vacío. El ser-ahí como una forma compleja que no se relaciona con el yo puede dificultar la construcción del aparato psicológico en encierros, pero también permite la accesibilidad a nuevas zonas de sentido para trabajar el mismo encierro. Será a través del trabajo de las múltiples disciplinas que pueda irse construyendo una nueva ética-política que nos ayude a pensarnos de nuevas formas como un todo que tiene relación fundamental (y quizá sustentada) en el contexto global que habitamos: clima, ambiente, cosmos, hogar, cuerpo. Somos la física estelar de la existencia.
Bibliografía
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[1] Fanny, Miranda, “Aislamiento por coronavirus podría desatar trastornos mentales: especialista”, ed. cit., párr. 3.
[2] Ilienkov, Evald, Lógica Dialéctica, ed. cit., p. 284.
[3] González, Fernando, “La subjetividad como definición ontológica del campo psi: repercusiones en la construcción de la psicología”, ed. cit., p. 19.
[4] Vygotski, Lev, “Pensamiento y Lenguaje. Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas”, p. 25.
[5] Huyssen, Andreas, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, ed. cit., p. 144.
[6] Pavón-Cuéllar, David, “Psicología y destrucción del psiquismo: la utilización profesional del conocimiento psicológico para la tortura de presos políticos”, ed. cit., p. 18.
[7] Ovejero, José, La ética de la crueldad, ed. cit., p.42.
[8] Alegre, Antonio, “Estudio introductorio”, ed. cit., p. XLIV.
[9] Aristóteles, Política, ed. cit., p. 32.