Revista de filosofía

Gerda Walther: el gran olvido de la fenomenología de lo social

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Gerda Walther: el gran olvido de la fenomenología de lo social

Resumen

Este texto plantea la revisión de la obra de Gerda Walther como una oportunidad para la renovación de cierta fenomenología de lo social. Se describe, en términos generales, la vida y obra de Gerda Walther, para después exponer de manera sintética cómo el concepto de “unión interior” puede relacionarse con la pregunta sobre la relación entre amor y tecnología.

Palabras clave: Gerda Walther, fenomenología, sociología, unión interior, amor, tecnología.

 

Abstract

This text proposes the recalling of Gerda Walther’s works as an opportunity to renew a certain phenomenology of the social. In a first moment, it retells and describes, in general terms, the life and work of Gerda Walther; in a second moment, it explains synthetically the concept of “inner union” and its possible relation to the question of the relationship between love and technology.

Keywords: Gerda Walther, phenomenology, sociology, inner union, love, technology.

 

El presente texto se plantea alcanzar dos objetivos —el segundo como consecuencia del primero— de manera breve y general. Primeramente, proponer la noticia de la vida y obra de Gerda Walther (1897-1977) como la oportunidad para (re)formar un escenario teórico, específicamente entendido éste como una fenomenología y ontología de lo social, a partir del cual sea posible no sólo renovar el valor y el peso de las investigaciones de esta mujer fenomenóloga, sino también proyectar nuevos (y viejos) problemas, que puedan ser abordados desde un punto de vista fenomenológico, sin rechazar —como lo muestra la obra de Gerda Walther— un diálogo de la fenomenología con otras corrientes de la filosofía y otras disciplinas pertinentes al problema en cuestión. Por ello, en segundo lugar, se propondrá este escenario teórico waltheriano como una vía pertinente para pensar la relación contemporánea entre amor y tecnología.

El sentido, el valor y la presencia de lo filosófico, que en esta propuesta pueda hallarse, dependerá de cada experiencia de lectura de la fenomenóloga en cuestión.

 

“Frl. Gerda Walther”

En una tarjeta postal con matasellos del 24 de octubre de 1922, en Friburgo de Brisgovia, Edmund Husserl escribió a Karl Jaspers con el único propósito de tomarse la libertad de recomendarle a una “alumna y amiga”, a quien le tenía una “bien fundada y fuerte confianza personal”, no sólo con respecto a ella misma, sino también a su “capacidad científica”. Husserl describe a esta alumna como un “ser humano sin prejuicios, completamente libre, absolutamente puro y honesto en sus actitudes”, además de “ciertamente difícil de acercársele, difícil de hacerle hablar, vuelta bastante tímida por una dura juventud”. Con todo, una mujer “digna de todo apoyo y a quien vale la pena conocer”, razón por la cual Husserl le pidió a Jaspers acogerla amistosamente.[1] Dicha alumna era “la señorita Gerda Walther”.

Puede decirse que el modo en el que Husserl se relacionaba con sus estudiantes era quizá tan variable y estricto como su forma de tratar sus propios manuscritos; para bien o para mal (de los estudiantes cercanos a Husserl y de éste mismo), el fundador de la fenomenología trascendental veía en su alumnado una forma en la que su obra podía seguir en marcha. El que Husserl haya escrito, pues, a su colega de Heidelberg exclusivamente para recomendarle, con esas palabras, a una tal Gerda Walther, es algo que, por lo menos, nos plantea la pregunta: ¿quién era Gerda Walther?[2]

Walther nació y creció en un ambiente de interacción social donde se encontraban los enfermos y los sanos, los ricos y los pobres, los intelectuales y los iletrados. Su padre era dueño y director de un hospital de tuberculosis en la Selva Negra, y, desde muy joven, Gerda Walther tuvo contacto directo con el movimiento socialista de Alemania. A los 19 años era una activista política marxista y, a pesar de no estar totalmente convencida de esta decisión, comenzó sus estudios en la Universidad de Múnich en 1916. Fue ahí donde conoció a su primer gran maestro, el fenomenólogo Alexander Pfänder, quien trabajaba muy de cerca con Edmund Husserl (más tarde, sin embargo, el movimiento fenomenológico de Friburgo se distanciaría completamente de Múnich, cuando Pfänder decidiera no compartir más las investigaciones posteriores de Husserl). Fuertemente impresionada por las investigaciones psicológicas y filosóficas de Pfänder, Walther comenzó a hallar en la fenomenología una forma muy particular de pensar lo social, una forma de analizar la relación conflictiva y variable entre individuo y comunidad, que no le habían ofrecido antes sus otras influencias y maestros: Eckhart, Hegel, Marx, Engels, Karl Kautsky, August Bebel, Max Adler, Georg Simmel, Max Scheler y Max Weber.[3] Fue por ello que, después de leer las Investigaciones lógicas e Ideas… (I), Walther fue a Friburgo en 1917 para conocer y estudiar con el propio Husserl.

Husserl dudó al inicio sobre si aceptar o no a Walther y encomendó a su entonces asistente, Edith Stein, “ponerla a prueba”. Convencida y emocionada, la propia Stein escribió, el 20 de agosto de 1917, a su colega y amigo polaco Roman Ingarden, que los nuevos alumnos de Husserl parecían “personas muy prometedoras”, entre ellos Gerda Walther y un tal Ludwig Clauß (ironía de la vida política, pues mientras que Stein sería asesinada años más tarde en Auschwitz, Ludwig Clauß se convertiría en impulsor y elaborador de la “teoría de razas” oficial del nacionalsocialismo del tercer Reich).

EDMUND HUSSERL

Walther asistió en Friburgo no sólo al seminario de Husserl, sino también a cursos sobre Aristóteles y —por recomendación del propio Husserl— matemáticas (teoría de conjuntos y geometría analítica, curso donde ella era la única mujer). Llegado el momento de elegir con quién escribir su tesis doctoral, Walther dudó de Husserl, pues quienes escribían bajo su asesoría trabajaban según los lineamientos del fundador de la fenomenología trascendental. Walther buscaba, en cambio, escribir con cierta iniciativa, es decir, verter y transformar, en un campo de estudio fenomenológico, sus inquietudes teóricas y prácticas, propias de una joven marxista (para ese entonces, Walther había estudiado no sólo filosofía y matemáticas, sino también economía, derecho, psicología y sociología). Es por esto que Walther decidió volver a Múnich para escribir bajo la asesoría de Pfänder. De ese trabajo de escritura resultó la obra Ein Beitrag zur Ontologie der sozialen Gemeinschaften (Una contribución a la ontología de las comunidades sociales), defendida en 1921 y publicada en el volumen sexto (1923) del Jahrbuch für Philosophie und Phänomenologische Forschung, editado por Husserl. Al final del prefacio de dicha obra y en algunas notas a pie de página, Walther agradeció también, por sus enseñanzas y observaciones al tema del texto en cuestión, a un doctor Privatdozent de Friburgo llamado Martin Heidegger.

Walther tuvo en ese entonces el ímpetu de continuar en la academia filosófica alemana, a pesar de lo adverso que parecía seguir con la escritura de una tesis de habilitación, por razones económicas y, a pesar de todo y en cierta medida, por ser mujer. De esos días data, sin embargo, el mensaje de Husserl a Jaspers, antes mencionado: aunque Husserl no estaba convencido de que la habilitación era algo que le conviniera a Walther, le deseó la mejor de las suertes y la recomendó a Jaspers para comenzar la habilitación en Heidelberg.

A la par de lo anterior, Gerda Walther se acercó también en ese tiempo, de manera muy personal y estricta, al estudio de la mística, la astrología y la parapsicología. De ahí que, en esos años productivos y amables, Walther escribiera su segunda (y prácticamente última) obra, su Fenomenología de la mística (1923, reeditada en 1955 y 1976).

Desafortunadamente, en medio de crisis personales (donde probablemente hubo una profunda decepción amorosa), tras esos primeros momentos tranquilos en Heidelberg, vinieron años difíciles para Gerda Walther, que la alejaron de la academia filosófica. Esto, principalmente, por motivos económicos, ya que con la crisis inflacionaria Walther perdió el apoyo económico que había heredado y tuvo que trabajar en múltiples y variados oficios; también, por motivos de interés teórico, pues si bien sus investigaciones y oficios la habían llevado a publicar sobre temas psiquiátricos, otros temas de corte parapsicológico y casi de ocultismo, la mantuvieron a raya de poder seguir publicando como antes en ámbitos estrictamente científicos; y, finalmente, por la guerra: en medio de muchos problemas y confusiones por sus propios temas de investigación y su pasado socialista, Walther fue asignada por los nazis a trabajar en la oficina de censura del correo exterior, pues dominaba inglés, francés, italiano, neerlandés y danés. Después de la guerra, su situación económica no mejoró mucho, pero, además de reeditar dos veces su Fenomenología de la mística, escribió una autobiografía. Ya en los setentas, participó en un proyecto de mujeres filósofas de Alemania. Poco antes de cumplir los ochenta años, murió en su última residencia a las afueras de Múnich, cerca del lago Starnberg.

 

Comunidad, amor, objetos 

¿Cuál es el atractivo teórico que una joven marxista encontró en la fenomenología trascendental y en la aproximación de ésta a la psicología? ¿En qué sentido ofrece la fenomenología una vía para pensar la formación de comunidades, o bien, la relación del individuo con distintas formaciones (Gebilde) sociales? ¿Qué nos puede sugerir este planteamiento al respecto, por ejemplo, de la relación contemporánea entre amor y tecnología?

Para Gerda Walther, el “mérito inmortal” de Marx y de algunos marxistas fue llamar la atención sobre el hecho de que, para analizar una sociedad o una comunidad, no hay que hacer abstracción de lo que sucede en una misma (“dentro de una misma”) y en la comunidad misma, para luego tomar las producciones de esa formación social como lo único real.[4]

Es, más bien, desde la perspectiva de análisis que se abre, cuando las formaciones sociales se consideran desde lo interior, es decir, desde el sí misma de una, que se puede comprender la realidad íntegra de una formación social, sin disociar sus producciones de los procesos interiores de los sujetos productores. Para Gerda Walther, es la vivencia interior, compleja pero estructurada, aquello primario que fundamentalmente ordena lo real de una formación social y donde debe buscarse y analizar el distintivo clave para comprender la formación de una comunidad (al contrario de otros sociólogos que intentaban comprender la formación social a partir de las producciones “externas”, y a diferencia de otros que no alcanzaban a ver el origen subjetivo interior de ciertos trazos fundamentales de algunas formaciones sociales).

Existen distintas maneras en las que los seres humanos pueden establecer una relación los unos con los otros. Hay varias formas de asociación o de sociabilidad. En ellas, de algún modo, los seres humanos saben unos de los otros, en distintas formas y grados. A veces los seres humanos pueden, incluso, convivir y organizarse para compartir una misma vida anímico-intelectual (o una parte de ella) con más o menos los mismos contenidos intencionales o direcciones intencionales, por ejemplo, un grupo de obreros enlazados por un mismo objeto (la construcción de una obra o la producción de un producto), o bien, distintos individuos de un mismo país que cooperan para defender su territorio cuando han entrado en guerra. ¿Estos elementos estructurales permiten, empero, definir una auténtica comunidad, o solamente ciertas conexiones sociales o sociabilidades? Bien puede ser que la obra en construcción se complete y los obreros regresen a la búsqueda independiente de otro empleo, y bien puede ser que, tras la guerra, la cooperación o el actuar en común llegue a su fin. ¿Cuál es el distintivo clave de una comunidad?

Para Walther, aquello que convierte cualquier formación social en una comunidad es un cierto sentimiento de pertenencia que llama “la unión interior” (die innere Einigung). La unión interior es el constituyente esencial de una comunidad. ¿Pero qué es esta unión interior, qué tipo de vivencia es? Aquí es donde la pregunta (sociológica) sobre la especificidad de las formaciones sociales, en este caso, aquella de la comunidad, se enlaza con el campo de investigación (fenomenológico) de la estructura subjetiva intencional, pues, según Walther, la unión interior no es ni un acto de conocimiento, ni un juicio, sino un peculiar conectarse anímico-interiormente con un objeto (Objekt) intencional.

JEAN-FRANÇOIS MILLET, “LAS ESPIGADORAS” (1857)

 

Si bien este señalamiento abre la tarea de un análisis más detallado del modo en el que opera y las formas en las que se presenta la unión interior, importa por ahora señalar que, para Gerda Walther, si bien no todas las formas de unión interior están acompañadas por “sentimientos positivos” (positive Gesinnungen), todos los “sentimientos positivos”, a la inversa, sí están acompañados por una unión interior. Tal es lo que ocurre en la amistad, la simpatía y, por supuesto, el amor.

¿Qué significa esta coincidencia de la unión interior con un sentimiento positivo? Dice Gerda Walther:

“Influenciado por un algún objeto [Gegenstand] exterior, surge en el sujeto un sentimiento de unión y éste aspira ahora a unirse con este objeto [Objekt]. ¿Qué se produce ahí? Una cálida, afirmativa ola [Welle] anímica, de mayor o menor ímpetu, se expande repentinamente, más o menos de manera abrupta y violenta, o bien, con tranquilidad y ligereza, por todo el sujeto, o sólo por una parte, o por una muy ‘delgada’ esfera del mismo. Pareciese que ésta inundara a toda la vida anímica y a su respectivo complejo de vivencias con una luz cálida, hasta desbordarse, y penetrara entonces también, desde el fondo de la conciencia, en la esfera de la conciencia despierta del primer plano, con su momento del yo [Ichmoment], que observa despierto y todo lo vivencia”.[5]

Por más somera que haya quedado hasta aquí esta base teórica, nos atrevemos a plantear sobre ella la siguiente hipótesis: Se trata de la relación entre amor y tecnología, como si ciertos artefactos tecnológicos guardaran alguna relación con lo que reconocemos como amor. Por ejemplo: ¿cierto uso de esos artefactos tecnológicos pone en riesgo la existencia de lo que llamamos amor?, ¿subsiste y persiste la relación amorosa independientemente de los artefactos que medien la relación?, etc.

Cuando Gerda Walther distingue entre los objetos externos (äußere Gegenstände) y el objeto (Objekt) de la unión interior intencional, alrededor del cual la ola anímica y afirmativa colma también de luz, sin agotarse en el objeto, se sugiere, por un lado, que si se busca lo esencial de una disposición anímica (Gesinnung) como el amor, ello no puede depender de objetos externos considerados como la clave para la comprensión de lo real en el amor; mientras que, por otro lado, y en la dirección inversa, si acaso los objetos externos se “integraran” al proceso anímico de la unión interior, es porque éstos son iluminados por la ola anímica, es decir, porque la dirección del uso de esos objetos externos es guiado por la luz que rodea el objeto intencional.

Esto significa que entre el amor y los artefactos tecnológicos no hay ni una contradicción directa, ni una simple complementariedad, sino una posible adaptación, una unificación por iluminación intencional, que oscila, como con cualquier difícil construcción de comunidad, entre lo más superficial y habitual, y la potencia desbordante de la subjetividad comprometida.

 

Bibliografía

  1. Jaspers, Karl, Korrespondenzen – Philosophie, Wallstein Verlag, Gotinga, 2016.
  2. López McAlister, Linda, “Gerda Walther (1897-1977)”, en Waithe, Mary Ellen, A History of Women Philosophers Volume 4: Contemporary Women Philosoophers 1900-today, Cleveland State University, Cleveland, 1995.
  3. Walther, Gerda, Ein Beitrag zur Ontologie der sozialen Gemeinschaften, Max Niemeyer, Halle, 1922.

 

Notas

[1] 313. Edmund Husserl an Karl Jaspers, Wallstein Verlag, Gotinga, 2016, p. 377.
[2] Además de la autobiografía de Walther intitulada Zum anderen Ufer: Vom Marxismus und Atheismus zum Christentum (1960), puede consultarse el artículo de Linda López McAlister dedicado a Walther, incluido en el volumen cuarto de la obra A History of Women Philosophers (1995).
[3] Walther, Ein Beitrag zur Ontologie der sozialen Gemeinschaften, Max Niemeyer, Halle, 1922, pp. 3-4.
[4] Ibid., p. 28.
[5] Ibid., p. 34.