JEAN-LUC NANCY
Resumen
Este texto es una revisión del vocabulario configurado en parte de la obra de Jean-Luc Nancy. El objetivo de extraer de ello algunos indicios para comprender la noción de ecotecnia y dar luces acerca de la propuesta de este pensador para la acción. A lo largo del texto describiremos el mundo presente como algo fragmentado y dividido, pero al mismo tiempo conectado en su totalidad; constituyéndose, en esta operación de conexión, una nueva creación siempre ex nihilo, nombrada aquí como un “éste” que le da sentido al mundo a cada ocasión. A partir de ello, rastrearemos una propuesta para la acción en la obra de Nancy, sobre todo como respuesta a la operación del capital y su apropiación de este mundo.
Palabras clave: Contemporaneidad, sentido, capital, arte, creación ex nihilo, mundo.
Abstract
This text is an examination of the Jean-Luc Nancy’s vocabulary configured in part of his work. The aim is to extract from the analysis some indices to understand the notion of ecotechnics and to shed light on the proposal for action by this author. Throughout the text we will describe the present world as something fragmented and divided, but at the same time totally connected; constituting, in this connection, an always ex nihilo new creation, named here as a “this” that gives sense to the world on every occasion. From this, we will trace a proposal for action in Nancy’s work, especially as a response to the operation of capital and its appropriation of this world.
Keywords: Contemporaneity, sense, capital, art, ex nihilo creation, world.
Ante la obra de un pensador como Jean-Luc Nancy es necesario hacer una lectura atenta que siga sus planteamientos de un texto a otro. No sólo es necesario mostrar cómo se entrelazan los temas y los términos sino también dar cuenta de que, más allá de una creación literaria que se compone como casi un lenguaje entero, hay una proposición de fondo que nos puede ayudar a entender el mundo actual y al menos alguna forma de hacerle frente. Por lo tanto, este texto propone hacer una revisión de un vocabulario configurado a través de parte de la obra de este filósofo contemporáneo con el objetivo de extraer de ello algunos indicios que nos sirvan de guía para comprender la noción de ecotecnia y, más allá de eso, dar luces acerca de la propuesta de este pensador actual para la acción. Para poder hacerlo, en un primer momento se identifica una suerte de diagnóstico del mundo presente; como uno que se encuentra fragmentado y dividido, pero al mismo tiempo conectado en su totalidad (primer indicio: “Partes”). Más adelante, se describe como un “Éste” (segundo indicio), aquello que se construye mientras se generan dichas conexiones. Se entra así a la exposición de la causa y no sólo del diagnóstico. A partir de la explicación de Nancy acerca del mundo como una permanente “Creación ex nihilo” (tercer indicio), se pretende esclarecer cómo nuestro mundo sólo se sostiene y puede sostenerse sobre la generación constante de su propio “Sentido” (cuarto indicio). Es decir que el mundo perdería su camino si no fuera por el entramado de técnicas y tecnologías que lo mantienen en su curso. Se pasa de este modo a la interpretación. Y finalmente, en los últimos dos apartados, se rastrea una propuesta en la obra de Nancy, en primer lugar, a partir de una comprensión enfocada en el componente del “Capital” (quinto indicio) y sugiriendo un tipo particular de “Acción” (último indicio) a través del arte como su contraparte. Se concluye, por lo tanto, que la tarea del arte, y particularmente de la escritura, no puede ser sino permanente e inconclusa, pero, sobre todo, ha de ir acompañada del pensamiento sobre la ecotecnia todo el tiempo, pues está destinada a mantenerse siempre no como respuesta o resolución absoluta, sino sólo indicio y no más que eso.
Partes
Nuestro mundo es el de la ecotecnia, dice Nancy.[1] Y “la ecotecnia funciona con aparatos técnicos a los cuales ella nos conecta desde todas partes”.[2] Por lo tanto, se puede decir que nuestro mundo es el de las conexiones, de las conexiones infinitas; o aparentemente infinitas porque también es el de los aparatos técnicos, los cuales, por más que pareciera que pueden abarcarlo todo, aún no lo han hecho. Y podemos saber que no lo han hecho porque su desarrollo sigue en marcha y parece no tener fin. Más bien, nuestro mundo es el de las conexiones que no solamente se nos aparecen como infinitas en este momento, sino que a su vez tienden a crear cada vez nuevas conexiones y, por lo tanto, su infinitud se exacerba exponencialmente. Es el de lo inacabado también, y el del deseo infinito por completarlo.
Las conexiones son nuestra producción común. Es el valor absoluto: “[…] la humanidad produciéndose al producir objetos”.[3] Nuestro mundo es nuestra producción, pero es nuestra alienación a la vez. No podemos ya siquiera pensarnos fuera de las condiciones técnicas que constituyen la ecotecnia.[4] Nuestro mundo es el de lo infinito. Sí, pero, lo que dejan ver las infinitas conexiones de la ecotecnia es que, por más infinito que sea, siempre hay espacio para las conexiones y, por lo tanto, siempre hay un “entre” que se llena con determinaciones, condiciones, constreñimientos, relaciones, asociaciones, orígenes, procesos, finalidades, cambios. “«Nuestro mundo» se toca él mismo, se dobla [se fléchit], se inclina [s’infléchit] y se refleja [se réfléchit]. De este modo se auto-afecta y se hétero-afecta, se pliega, él mismo sobre sí mismo. Se toca para volverse mundo, claro, pero también para salir de sí” dice Derrida leyendo Nancy.[5] Pero lo que toca es su propio rechazo, expulsión, que se da justo como producción; producción de conexiones que llenan el espacio, lo significan.
JACQUES DERRIDA
El espacio es lo que está entre las partes que se conectan: “Mundo – espaciamiento – sentido como existencia y téchne”.[6] Este espacio no está ahí antes que la producción de las conexiones ni de las partes. Más bien, es el espacio el que abre el tiempo, permite que el tiempo se destienda. Es el origen del tiempo.[7] A la vez cada una de las partes de ese infinito es precisamente sólo una parte; una parte de un todo que no se puede definir, que no se deja apresar. Esas partes hacen el espacio a la vez que se conforman como partes. Se trata de partes sin todo; o de un todo que a la vez siempre será sólo una parte: partes que siempre son partes de otras partes y compuestas por más partes. Es decir, partes extra partes, con lo cual Nancy quiere decir: separación continua, lo impenetrable, lo abierto, pero no como sustantivo. “El «extra» no es otra «pars» entre las «partes», sino solamente la repartición de las partes. Repartición, partición, partida”.[8] Tal es nuestro mundo. El cual, a pesar de todo el esfuerzo que hemos hecho por conectarlo, de pronto se nos presenta como fragmentado, dejándonos en la paradoja.
“Éste”
Pero ¿qué nos quiere decir eso? si es que quiere decirnos algo. O, en todo caso ¿qué hay que decir sobre eso?, ¿qué hay que decirle al mundo sobre sí mismo? Y si no hay nada que decirle, ¿por qué de todas maneras le vamos a decir algo?, ¿no es acaso un acercamiento constante a nuestro propio mundo el que se juega en cualquier desarrollo de conocimiento de la cultura occidental? La historia de Occidente, según Nancy, es la de la obsesión por mostrar un “éste” que no se puede nunca ver ni tocar; un “éste” que escapa siempre y que, sin embargo, ha dado para generar todo el corpus de conocimientos, ciencias y artes de nuestra cultura.
¿De qué se trata este “éste”? Se trata de un “Monstruo imposible de tragar” dice Nancy.[9] Dicho “éste” podría ser quizá cualquier cosa. Pero lo que hay que pensar es cómo se ha constituido en nuestra cultura. Para ello, Nancy, de acuerdo con Derrida, ha iniciado una escritura otra, como una tarea imposible que no termine siendo una hipérbole de lo mismo; siguiendo la línea de la técnica por un lado y un más allá del cristianismo por otro.[10] El cuerpo que se busca tocar, dice Derrida, es aquél que es receptivo de una téchne que a su vez éste mismo da para pensar. La téchne y la encarnación en el cristianismo son dos formas de la venida a la presencia. Ellas se entre-pertenecen y se excluyen a la vez. De ahí que Derrida plantea que es necesaria una “deconstrucción del cristianismo”, tal como lo ha venido realizando Nancy. La prótesis técnica, las conexiones que difieren infinitamente el tocar, es la encarnación misma.[11]
En la religión cristiana el “éste” es el cuerpo de Dios encarnado. No es solamente el concepto de Dios. Es el sentido que ese concepto dio a la cultura occidental para configurarse como tal y que fue justamente heredado por la ciencia como estructura teleológica de la verdad. En las ciencias ese cuerpo es el objeto de conocimiento, el cual se extiende siempre hasta el infinito pues por más que hayan ya conocido las ciencias nuestro mundo no dejan de sorprenderse, de descubrir y de auto-recomponerse. La ciencia es una cuestión autopoiética en ese sentido. Pero esa autopoiésis es motivada por un deseo: el de conocimiento, un deseo que no puede morir. El juicio final es el juicio verdadero, es el conocimiento absoluto al que tiende la ciencia. Pero, como lo apunta Ian James,[12] más allá de ver al cristianismo como una metafísica de la presencia en el sentido en el que lo planteaba Heidegger, Nancy ve en la deconstrucción del cristianismo la posibilidad de romper con toda metafísica de la presencia, dando cuenta de que ésta fue siempre imposible. Con el vaciamiento de Dios en el cuerpo que plantea el cristianismo, lo que queda es sólo la presencia: el ser abandonado por el propio Dios; tal cual como la imagen de Jesucristo en la cruz clamando: “¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”.[13] Tal es la historia de Occidente; siempre cruzada, atravesada no tanto por la metafísica, como lo argumentaba Heidegger, sino por la imposibilidad y permanente búsqueda de ella.
Creación ex nihilo
Como lo plantea Marie-Eve Morin,[14] el mundo para Nancy es existencia des-unificada. Es decir, no es algo que esté ahí de antemano, sino que, también como la creación cristiana del mundo, se crea sin condiciones, sin razón, sin origen y sin fin. Se trata de una creación ex nihilo, pero no doctrinaria, sino, al contrario, radicalmente materialista. Nancy se separa de la versión usada y gastada del monoteísmo acerca de la creación. La creación del mundo debe ser entendida junto con la mundialización; simultáneamente en disyunción, sustitución y conjunción. Es decir, la creación del mundo, hasta ahora entendido como misterio teológico, y la mundialización, hasta ahora reservada a la economía y la técnica (también llamada globalización), deben pensarse en su coexistencia y copertenencia. Es necesario, para Nancy, pensar la creación y el motivo de ésta fuera de lo teológico y más bien como abstenteísmo; es decir, con un dios ausente, o una ausencia como dios,[15] apegándose a una tradición nietzscheana.
La creación de la nada que planteaba el monoteísmo, precisamente al carecer de justificación, ha devenido una no-razón del mundo que se ve desplazada por una mundialización. Las dos son caras de lo mismo. El mundo ya no depende más que de sí mismo. Por lo tanto, la mundialización ha sido entendida como la fabricación o producción. Pero la mundialización fue precedida por la mundanización del cristianismo, es decir, que ésta sigue teniendo como referencia un sentido del mundo que está fuera de éste. Situar lo mundano frente a lo supramundano hace que el mundo devenga in-mundo. “El mundo ha perdido su capacidad de hacer mundo”.[16] Se trata de una especie de pulsión de muerte del mundo, que se manifiesta como la afirmación del poder técnico y la razón económica que está llevando a la destrucción de éste.[17] Tales son los componentes de la ecotecnia: “«La técnica planetaria» y «la economía mundo»: doble signo de un mismo complejo se reciprocidad de causas y efectos, de circularidad de fines y medios”.[18] Ambos actúan en conjunción para llenar la angustia, el vacío que hay entre unos y otros. El vacío se llena con las conexiones visibles y con los valores de intercambio. Pero entonces se trata ya de un vacío sobresaturado; un sentido que ha sido ya significado, catalogado, clasificado, entendido, capturado. La ecotecnia permite la manipulación y el control de los cuerpos, de las partes, pues pone entre ellas puentes. En la ecotecnia el mundo es más bien globo, acumulación, aglomeración.
Para pensar más allá del globo hay que afrontar el mundo como esa “[…]sin razón, sin-fundamento; “un mundo de los cuerpos, un mundo de los sentidos, un mundo del ser-en-el-mundo”.[19] No se trata de una totalización, como de un contenedor, sino que es una configuración constante que se da en la articulación, en la conexión, la relación entre sus partes. Es necesario tomar la mundialización como una actividad ontológica, una praxis. Cada una de las configuraciones, de los acomodos y composiciones que generan sus partes es siempre única. Por eso el mundo se crea en todo momento. El mundo es entonces lo que pasa en el “entre” de las partes; lo que hay de una parte a otra y a su vez de éstas con otras partes, con sus partes o ellas como parte de otras partes que las contienen. “La «creación» es la téchne de los cuerpos”[20] dice Nancy.[21] Es decir que esa creación que ya es vista aquí como mera articulación de las partes no denota más que su actividad. El mundo se está creando a cada momento y se está creando de la nada siempre, pues no es un hacer, una producción o un trabajo que se remita a un fondo. La apertura del mundo es el propio retirarse de Dios. Y esto es porque el ser de la creación desaparece con ella, es inconmensurable porque el ser es siempre ser-con.[22] Al igual que el ego, “[…] su substancia es igual a la de su operación”.[23] La “nada” es lo que trama la puesta en relación de lo que existe sin ponerlo en un fondo.[24]
Sentido
El sentido ha de ser inventado cada vez en la ciencia, la filosofía, la política, la estética, la ética, dice Nancy.[25] Pero eso no quiere decir que cualquier cosa pueda aparecer. No todo el mundo puede hacer sentido. Esta es la versión capitalista, “[…] que establece la equivalencia general de todas las formas de sentido en una informidad infinita”.[26] Lo que aparezca siempre estará en relación con todo lo demás que aparezca también. No es que por el crearse de la nada carezca de sentido, sino al contrario, en ese aparecer de la nada siempre lo que se crea es un sentido; siempre un nuevo sentido. “El ser mismo nos es dado como sentido. El ser no tiene sentido, pero el ser mismo, el fenómeno del ser, es el sentido, que es a su vez su propia circulación —y nosotros somos esa circulación”.[27] La téchne como actividad de los cuerpos es a la vez un modo de aparecer de los cuerpos, porque es un modo de aparición de unos cuerpos frente a otros cuerpos. Es decir, el ser es la relación de los unos con los otros que a cada momento es diferente. No hay, por lo tanto, un modo mejor de aparecer que otro. Siempre aparecemos de algún modo y ese modo tampoco es absoluto ni eterno; éste permitirá otros modos de aparición.
El sentido es justo lo que hay en el “entre” de los cuerpos. Sentido es relación. Por eso no se trata aquí de dejar de pensar la téchne, sino al contrario, es lo único que hay que pensar. Dice Nancy: “Mientras no se piense sin reservas en la creación ecotécnica de los cuerpos como la verdad de nuestro mundo, y como una verdad que no es inferior a las de los mitos, las religiones o los humanismos han podido representar, no se habrá comenzado a pensar este mundo de aquí”.[28] Precisamente lo que permite la perspectiva de Nancy es asumir el abandono de los cuerpos fuera de cualquier ley moral absoluta. Estamos abandonados a nuestra téchne a nuestro hacer y hay que hacernos cargo de ello. Si de algo somos responsables ahora es de todo ya, dice Nancy en Responding to existence.[29] Pero ¿cómo hacernos responsables de ello? Justo interviniendo en la construcción de las verdades que anteriormente les pertenecieron a las religiones, los mitos o cualquier humanismo. Se trata de ir más allá de todos ellos a la vez que solamente se recomponen, se utilizan, se ajustan, se articulan, se ponen en circulación, se muestran y se hacen comparecer.
Para que el pensamiento sobre la ecotecnia alcance el estatuto de un pensamiento sobre la verdad y ésta no sea una verdad supeditada a ningún dogmatismo anterior, contando por supuesto el dogmatismo de la ciencia que se describió arriba, éste pensamiento habría de situarse al nivel de los mitos, pero no como otro de ellos, sino como uno que está constantemente interrumpiéndolos; mostrando que, como en el cristianismo, ninguno de ellos pudo jamás completar su proyecto y quizá tampoco estaban ahí para eso. En El mito interrumpido,[30] Nancy toma al mito como el nacimiento de la humanidad que al contarse se revela como el ser íntimo de una comunidad. Pero el mito se interrumpe cuando sabemos que es mito. Estamos, desde la modernidad en una comunidad inoperante donde ya no queda mito, y frente a eso la idea de levantar una nueva mitología sería peligrosa y vana; tal es lo que hace el capital —como se verá más adelante—. Por el contrario, lo que nos queda es asumir la voz de la interrupción, una voz que a su vez tendría que poder interrumpirse a sí misma. De esa manera, al desmontar la lógica del mito podemos al fin pensar lo que tendríamos que hacer, no con el mito o los mitos, sino con el fin de todo mito. Esto es lo que nos vuelca hacia nuestra responsabilidad.
Capital
El capital es aquel que se ofrece ahora como la respuesta para organizar el mundo, para organizar la producción de sentidos. El capital es la generalización banalizante del cuerpo y del prójimo. La banalización puede ser en dos registros: como modelo (copia), o como el todo-vale (lo desgastado, deforme).[31] Cada uno de ellos trae a su vez al otro. Si bien, como lo diría el mismo Nancy en 48 indicios sobre el cuerpo, todo cuerpo es deforme —ya sea de hombre, de mujer o de lo que sea— pues si se trata de un cuerpo perfecto ya no es cuerpo sino diseño; justo el cuerpo es aquello que por no poder ser perfecto escapa al modelo pero a su vez por ello tampoco entra en la cuenta del “todo-vale”, pues ésta siempre se mide respecto al modelo. No es que todo valga, porque ese “todo-vale” siempre es respecto a algo. Banalizar el cuerpo es olvidar que cada relación, que cada acercamiento hacia el cuerpo es siempre nuevo, lo cual no nos quita ninguna responsabilidad, sino que al contrario nos la devuelve. El capital, como reverso perverso de nuestra responsabilidad, se ofrece como alienación de nuestras relaciones. El capital muestra, expone nuestra configuración como siempre relativa; revela lo que es el ser unos con otros, pero como comercio; es decir, de la forma más violenta. Ser-los-unos-con-los-otros se vuelve ser-comerciante y comerciado.[32] El capital es el cuerpo que es traficado, transportado, reemplazado; es el sistema de sobresignificación de los cuerpos.[33]
Y, a pesar de todo, el sentido ahí sigue: “El cuerpo goza al ser tocado”;[34] y también al ser presionado, pesado, pensado, medido, comparado con otros cuerpos y hacer eso mismo con los demás. El cuerpo sigue sintiendo y el sentido escapa a toda significación, o más bien se inmiscuye en cualquier significación. El sentido no se da en el lenguaje o en los puentes que se presentan para llenar el vacío, sino que se da justo en donde éstos fallan, se da en las orillas y en los límites; en las fracturas e interrupciones. Y esto, por supuesto, no quiere decir que por eso tengamos que dejar de hacernos cargo de la ecotecnia. No quiere decir que podamos escapar, huir, por medio de nuevos artificios a la responsabilidad del sentido. El sentido exige ser y hacer sentido. Es evidente que por más que intentásemos escapar de la responsabilidad que suponen nuestras relaciones con los otros, nuestro ser-con, más seremos presas de la sobresignificación. Seríamos presas de un nuevo mito que se gestaría a pesar de nosotros.
Tal es lo que sucede con el capital y con las tecnologías: éstas parecen no servir a ningún fin determinado; se presentan como meros medios para la satisfacción de los cuerpos. Pero el cuerpo goza, mas no se satisface. El cuerpo se ofrece. Y en ese ofrecimiento el cuerpo llama a ser tocado, a ser llenado, satisfecho. “«El cuerpo» es nuestra angustia puesta al desnudo”.[35] Pero si creemos que podemos satisfacerlo entonces es posible que quedemos adictos. La adicción es definida por Nancy como una relación con una presencia tangible y apropiable.[36] Si bien el mundo es la exposición de unos frente a los otros, esta exposición tampoco es única y para siempre. El ofrecimiento de los cuerpos no acepta cualquier moneda a cambio; de hecho, ningún valor es suficiente. Si creemos que podemos comprar los cuerpos y el goce de tocarlos, entonces menos lo estaremos haciendo. Frente a la adicción, Nancy opone la adoración como una relación con una presencia que no está presente en un sentido dado, no es algo particular, sino mera apertura ontológica.[37] El sentido de los cuerpos, la brecha que hay entre ellos, la relación, el “aquí”, sólo puede darse así: como vacío, como apertura; no como respuesta. La comparecencia es un lugar vacío.
Las tecnologías de la visibilidad no terminan por mostrar la exposición, o más bien, justamente sólo muestran la exposición y nada más que ella, pero con eso no satisfacen del todo a nadie. Siempre hacen falta más imágenes. De lo que no nos damos cuenta es de que en ese exigir más imágenes es donde las imágenes nos tocan. “La visión de los cuerpos no penetra nada invisible: es cómplice de lo visible, de la ostentación y de la extensión que lo visible es”.[38] Es decir que por más que a través de las tecnologías parezca que podemos acceder a verlo todo, a conocerlo todo; por más que parezca que todo se nos presenta ahí sólo para ser visto, sólo para ser buscado y encontrado, admirado y espiado; por más que creamos que podemos introducirnos e inspeccionar en los cuerpos para extraer por fin su verdad; esta verdad se presenta como únicamente la exigencia de más imágenes. “La imagen siempre promete más que la imagen”.[39] A su vez, la imagen nos toca en la más absoluta intimidad. Las imágenes “[…] son el modo en que los cuerpos se ofrecen entre sí […] Un cuerpo es una imagen ofrecida a otros cuerpos, todo un corpus de imágenes que pasan de un cuerpo a otro”.[40] Así, el capital y la imagen no pueden estar sino entrelazados.
Acción
Del deseo de infinito actual o la producción de valor absoluto que se produce por el intercambio y por las conexiones habría que pasar a la creación de sentido como voluntad de acción, dice Nancy; no como cálculo o programa, sino como posibilidad de lo imposible. Nuestra tarea es crear un forma y simbolización del mundo. Se trata de una tarea concreta y determinada que es la de poner a Occidente contra sí mismo, es decir, del capital contra sí mismo. Y éste es el trabajo del arte.[41] Pero como lo definiría el propio Nancy cuando habla de On Kawara: el arte como poesía, como técnica o procedimiento calculado, como artificio, pero no con vista en algo más que su sola producción y exposición.[42] Se trata de un arte de espaciamientos, de producción de mundo y no de propagación, no de un aplastamiento de las distancias a través de las tecnologías y el intercambio global de mercancías.
“Mundo es el nombre de un montaje o de un ser-conjunto que pone de relieve un arte —una téchne— y cuyo sentido resulta idéntico al ejercicio mismo de este arte […] Así es como el mundo es siempre una ‘creación’: una téchne sin principio ni fin, ni materiales, más allá de sí misma”.[43] Lo que se enuncia como “mundialización” es sólo la enunciación de lo que hay que pensar como tarea, ya que fuera de ella aún nos queda por pensar si hay algo en común. Lo que falta por pensar es el mundo de los cuerpos; el mundo que viene; el de la densidad del espaciamiento, de intensidad y lugar, de presentación, desgarradura, pero no como fin, sino sólo como un ahora; tendremos que pensar ahora el tiempo también como cuerpo, diría Nancy.[44] La tarea del pensamiento y de la escritura sobre la ecotecnia se trata entonces de una apertura del mundo como creación sin creador, un dar lugar a la creación como espacio absoluto, sacar al tiempo del tiempo para comenzar a crearlo.
El sentido, como el espacio entre los cuerpos, exige un trabajo: el trabajo de ir hacia el otro, de verlo, de tocarlo. “Los cuerpos están primeramente en el trabajo”.[45] Y es ese trabajo, ese esfuerzo, el que puede ser incorporado a las mercancías y a las tecnologías. La ecotecnia está compuesta por ese trabajo. Ha sido construida gracias al esfuerzo acumulado a través de la historia de Occidente por llegar a conocer, a mostrar el cuerpo. El cuerpo se presenta como siempre lo más próximo, lo que está ahí y nos motiva, nos fuerza. Por ello, dice Nancy, el cuerpo es sexuado, es deseo. Y la relación es siempre un acercamiento del uno al otro que es interminable; que se da sólo por momentos, momentos que generan un ritmo como en el acto sexual,[46] pero donde el tocar se da en la síncopa y no en el propio ritmo; y se da también siempre sólo por zonas, masas, áreas, localidades, lugares, espacios, partes que se tocan. Mientras no pensemos nuestra condición ecotécnica como una que nos regresa nada más que a nuestro propio pensamiento, seguiremos creyendo que hay algo que aún se puede tocar, alcanzar totalmente. Y no es que no haya un cuerpo, un “éste”, el cual excite y enloquezca nuestro pensamiento, sino que lo que hay que ver es que el pensamiento también es cuerpo. “El cuerpo es material. Es denso. Es impenetrable”.[47] Pero el cuerpo también es la Idea, es inmaterial.[48] El pensamiento que exige la ecotecnia y que a su vez es la ecotecnia misma es un pensamiento que ya no intenta clausurar el sentido brindando una respuesta absoluta, sino uno que asume su condición a-real:[49] uno que se asume como cuerpo y, por lo tanto, como atracciones, relaciones, emplazamientos, posturas, planos, repliegues; y que se da en listas, fragmentos, pedazos, trozos, huellas, descripciones, indicios.
Como hemos podido verlo, la escritura de Nancy se presenta como un corpus de textos no solamente asume la falta de fundamento, sino que se toma como una labor de escritura y creación permanente y sin búsqueda de una transmisión directa de un mensaje o significado. Con Nancy nos encontramos entonces con una escritura un tanto críptica que, sin embargo, tiene por intención abrir sentidos y lanzarnos a su vez a la creación de nuevos senderos en nuestra lectura. Este tipo de escritura no tiene ya interpretaciones correctas o incorrectas. Más bien, lo importante de él es que nos puede llegar a tocar en algún sentido y a partir de éste llevarnos a crear. En este caso, nos ha permitido no solamente hacernos una explicación de nuestro mundo actual, sino también dar cuenta de la causa de ello, de sus modos de operación y de la forma de enfrentarlo. Todo esto, como se ha señalado desde el principio y desde el título, no ha es sino únicamente a partir de indicios. Se trata de una forma de acercarse y componer el mundo en y con la escritura. Por ello, estos indicios no pretenden ser únicos o finales, sino que apenas constituyen una orientación primaria que en el mejor de los casos haga sentido.
En un primer momento, partimos de una concepción del mundo como partes des-unificadas que a su vez siempre pueden ser desplegadas en más partes. Se partió de esta referencia como estado de las cosas, si bien apegado a la lectura nanciana, también cercano a la experiencia cotidiana del mundo que se nos aparece siempre por fragmentos, donde pareciera que cada uno de los momentos que componen nuestra vida no están sino en un devenir permanente que sólo tiene sentido si lo aceptamos todo en su conjunto. Pero que no sólo eso, sino que no para de bombardearnos con más posibilidades de particiones y formas de vincularse entre ellas. Se infiere así que este mundo, de hecho, se configura en torno a esta relación entre las partes que lo componen y las infinitas conexiones potenciales. Tan amplia es esta gama de posibilidades que esto es lo que constituye toda nuestra ciencia, arte y tecnología. Pero incluso va más allá. Continuando con nuestra exposición, la religión cristiana no era otra cosa sino una narración de esta misma obsesión por mostrar el “éste”. Es decir, se trataba de una forma de contener las posibilidades infinitas del mundo. Así, las actuales disciplinas, a pesar de lo mucho que pudieran estar separadas de la concepción religiosa del mundo, no son sino herederas de ésta. Hasta aquí nuestros primeros dos indicios.
JEAN-LUC NANCY
Para entender cómo es que el mundo se mantiene con la misma configuración aparente a pesar de su fragmentación, nos hemos servido la noción cristiana y bíblica de la creación ex nihilo. Lejos de pensarla como un mito en el sentido peyorativo, la hemos afrontado precisamente como un mito que se vuelve necesario deconstruir, pues justamente en esta posibilidad de la creación de la nada está la oportunidad para que el mundo se cree de otras maneras. Y, sin embargo, al no hacernos cargo de la creación del mundo a cada momento, entonces le dejamos esta tarea a nuestras técnicas. Y a su vez éstas terminan reproduciendo el mundo de la misma manera. El sentido del mundo está destinado a ser el mismo siempre y cuando no nos hagamos responsables del pensamiento sobre la téchne. Ésa es nuestra manera de echar abajo los mitos, sabiendo que a la vez la generación de nuevos mitos es inevitable. Se convierte esto entonces en una tarea infinita y constante. Hasta aquí el segundo par de indicios que describe el modo de operación de la creación permanente del mundo.
Finalmente, ofrecimos una derivación de cómo el capital acaba por apropiarse de esta labor de creación del mundo y de todas las posibles relaciones entre las partes, incluidos, por supuesto, los cuerpos y los sentidos que se generan a partir de éste. Ante esto, sin embargo, no queda solamente el lamento o resignación, sino que precisamente con lo que expusimos hasta el momento, parece esbozarse una posible respuesta o alternativa. Ésta es la que aquí apuntamos bajo el apartado de “acción”. Dentro de esta categoría, no es casualidad que el asunto del arte sea su eje central. Se trata de una apuesta por el arte como contracara de una creación técnica irresponsable e irreflexiva que hoy ha terminado por abarcar todo el globo. Parte de esta misma labor del arte no es solamente aquello reservado a lo que se identifica regularmente con ese apelativo, sino más importante aún, lo es el trabajo mismo sobre la escritura, tal como éste que hemos decidido emprender aquí. Se propone este ejercicio de escritura, de este mismo texto, como un compromiso con esa creación del mundo y del sentido a ser com-partido entre nosotros.
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Notas
[1] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 69.
[2] Idem.
[3] Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, ed. cit., p. 24.
[4] Ibid., p. 115.
[5] Jacques Derrida, El tocar, Jean-Luc Nancy, ed. cit., p. 88.
[6] Jean-Luc Nancy, El sentido del mundo, ed. cit., p. 76.
[7] Jean-Luc Nancy, Multiple Arts: The Muses II, ed. cit. p. 192.
[8] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 25.
[9] Ibid.., p. 9.
[10] Jacques Derrida, Óp. cit., p. 309.
[11] Ibid., p. 332.
[12] Ian James, The fragmentary demand, ed. cit., p. 131.
[13] Evangelio según San Mateo, 27: 46.
[14] Marie-Eve Morin, Jean-Luc Nancy, ed. cit., p. 43.
[15] Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, ed. cit., p. 80.
[16] Ibid., p. 16.
[17] Ídem.
[18] Jean-Luc Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 137.
[19] Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, ed. cit., p. 45.
[20] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 69.
[21] Hay que aclarar que cuando Nancy habla de cuerpo no se refiere al cuerpo humano, sino en general al mundo material, o en otras palabras a lo terrenal que en otras épocas se oponía lo celeste. Ahora que nos hemos quedado sin referencia divina sólo nos queda un cuerpo sin centro, sin alma ni fundamento. Ese cuerpo, que es el mundo en general, se ha vuelto nuestra obsesión. Queremos conocerlo, explorarlo, manipularlo, explotarlo, contemplarlo, etc. Pero como resultado no obtenemos ninguna verdad o experiencia suprasensible, no tenemos más que más manifestaciones del cuerpo. La única verdad que nos revela el cuerpo es que no hay verdad.
[22] Jean-Luc Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 15.
[23] Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, ed. cit., p. 76.
[24] Ibid., p. 83.
[25] Ibid., p. 49.
[26] Ibid., p. 50.
[27] Jean-Luc Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 13.
[28] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 69.
[29] Jean-Luc Nancy, A finite thinking, ed. cit., p. 289.
[30] Jean-Luc Nancy, La comunidad inoperante, ed. cit., p. 61.
[31] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 71.
[32] Jean-Luc Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 83.
[33] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 84.
[34] Ibid., p. 81.
[35] Ibid., p. 10.
[36] Jean-Luc Nancy, Adoration, The deconstruction of Christianity II, ed. cit., p. 8.
[37] Ibid., p. 9.
[38] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 38.
[39] Jean-Luc Nancy, The ground of the image, ed. cit., p. 97.
[40] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 92.
[41] Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, ed. cit., p. 53.
[42] Jean-Luc Nancy, Multiple Arts, ed. cit., p. 192.
[43] Jean-Luc Nancy, El sentido del mundo, ed. cit., p. 69.
[44] Jean-Luc Nancy, Corpus, ed. cit., p. 91.
[45] Ibid., p. 84.
[46] Jean-Luc Nancy, Corpus II, ed. cit, p. 99.
[47] Jean-Luc Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo: Extensión del alma, ed. cit., § 1.
[48] Ibid., § 5.
[49]En Nancy este concepto permite nombrar dos cosas a las vez: no-real, no conocida ni terminada, pero también que se da por áreas. Esto quiere decir que el tocar siempre se da por un rodeo del mismo. En ese acercamiento infinito lo que se genera es el mundo. “Nosotros estamos en la téchne del prójimo […], el «prójimo» como téchne sería la «creación» y el verdadero «arte» de nuestro mundo” dice Nancy en Corpus (ed. cit., p. 70).