Revista de filosofía

La tragedia: ¿catarsis o experiencia dionisíaca?

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Nietzsche versus Aristóteles

                                                                                                       

A León Emmanuel Coronel

El pensamiento de Nietzsche no es menos

concreto y riguroso que el de Aristóteles

Martin Heidegger

 

Resumen

El objetivo es mostrar los aspectos más destacados de la tragedia, según Aristóteles y luego la interpretación de Nietzsche. La hipótesis es que Aristóteles elabora una presenta una concepción reduccionista de la tragedia toda vez se limita al efecto moral que produce dejando de lado el efecto estético que en Nietzsche constituye el núcleo.

Palabras clave: dionisíaco, apolíneo, temor, piedad, trágico, moral

 

Abstract

The aim is to show the aspects most distinguished from the tragedy, according to Aristotle and then Nietzsche’s interpretation. The hypothesis is that Aristotle elaborates one a conception reduccionista of the tragedy any time limits itself to the moral effect that produces, leaving of side the aesthetic effect that in Nietzsche constitutes the core. 

Keywords: Dionysian, Apollonian, fear, pity, tragic, moral

I

El objetivo del presente trabajo consiste en mostrar los aspectos más destacados de la tragedia, según Aristóteles, tal y como los desarrolla en la Poética, enfatizando los conceptos: catarsis, temor y piedad.[1] En un segundo momento, me interesa presentar la interpretación de la tragedia de Nietzsche en El origen de la tragedia, centrada en la relación entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

La importancia de este trabajo reside en que es un lugar común la crítica de Nietzsche a la concepción de la tragedia de Aristóteles, sin reparar en los elementos constitutivos de dicho cuestionamiento. Por otro lado, se suele aceptar la interpretación de la tragedia de Aristóteles sin problematizarla.

La hipótesis de la que parto es que Aristóteles elabora una interpretación reduccionista de la tragedia toda vez se limita a ver el efecto moral que produce dejando de lado el efecto estético que en Nietzsche constituye el núcleo.

 

II

Para Aristóteles, la tragedia es una composición poética que tiene en común con otras “ser un conjunto de imitaciones”.[1] La imitación resulta fundamental porque “el imitar, en efecto, es connatural al hombre desde la niñez, y se diferencia de los demás animales en que es muy inclinado a la imitación y por imitación adquiere sus primeros conocimientos y también el que todos disfruten con las obras de imitación”.[2] La mimesis o imitación es parte de la naturaleza humana, constituye una fuente de conocimiento y es lo que permite la construcción de la poesía trágica.

La tragedia es “imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, […] actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante compasión y temor lleva a cabo la purgación de tales afecciones”.[3] La poesía trágica busca generar en el espectador o lector compasión y temor para que de ese modo se realice la catarsis o purgación de éstas.[4]

La compasión es “cierta pena por un mal manifiesto, destructivo o penoso, de quien no merece recibirlo; mal que también uno cree poder padecer o que lo puede padecer alguno de los suyos, y esto cuando se muestra cercano”.[5] La compasión es la aflicción que se experimenta al ver que alguien cercano o uno mismo cae en desgracia, sin que existan razones para creer que lo merece. Aquello de lo que se compadece son “las cosas tristes y dolorosas, cuantas son destructivas, todas mueven a compasión y cuantas pueden causar ruina, y todos los grandes males que dependen de la fortuna”. [6] La compasión surge al ver que un sujeto se encuentra en una situación desgraciada o que su ruina ha empezado a gestarse o se ha consolidado. Muestra de aquellas cosas dolorosas y destructivas son “las muertes, las heridas, los daños corporales, la vejez, las enfermedades, la falta de alimento, y los males causados por la fortuna, la carencia o la escasez de amigos, […] la fealdad, la endeblez, la mutilación”. [7]

El temor es “cierta pena o turbación ante la idea de un mal futuro, destructivo”.[8] Esa pena se experimenta ante la inminencia de una desgracia propia o de algún ser tenido en alta estima (familiar o amigo) y “necesariamente será temible todo lo que parezca tener gran poder para destruir o causar daños capaces de producir gran pena […] y son tales el odio y la ira de quienes pueden hacer daño”.[9] El temor se manifiesta ante la posibilidad de que algún sujeto poderoso, movido por el odio o la ira, pueda destruir nuestra vida o algo querido en ella. Se trata por supuesto de una posibilidad en tanto que existe un agente que tiene el poder de destruir. La compasión surge ante la desgracia de un sujeto concreto; mientras que el temor es la pena ante la posibilidad de que alguna desgracia pueda acaecer.

Sobre la catarsis, lo primero es comprender que su significado es “quitar, eliminar […] Todos los empleos metafóricos del término, ya sea en medicina, en higiene pública o en el culto tienen su origen en esta significación fundamental”.[10] Lo segundo es que existe un profundo debate pues resulta “dudoso que se pueda en general hablar de una opinión dominante sobre el significado de la expresión katharsis ton pathematon”.[11] Sin duda, “la catarsis trágica es una de las cuestiones más controvertidas de la teoría aristotélica de la tragedia porque Aristóteles no comenta qué entiende como purificación o purgación de las emociones y sólo menciona la palabra kátharsis dos veces en la Poética [1449b 25-28 y 1455b 15]”.[12] La controversia sobre la forma de entender la catarsis ha derivado en dos interpretaciones: “la catarsis trágica de las emociones del espectador y la catarsis ritual del personaje trágico en el seno de un drama.”[13] La cuestión es ¿cuál de esas dos interpretaciones puede sostenerse para todas las tragedias? En el caso de la catarsis ritual sólo aplica para Orestes en Ifigenia entre los tauros, de Eurípides. Pero no se puede aplicar para otras tragedias. Nos encontramos ante el problema de pretender pasar de un caso particular a una interpretación universal de la catarsis: la de la catarsis ritual.

“La principal razón para cuestionar la hipótesis de que la palabra catarsis (purificación) significa lo mismo en ambos casos es que resulta discutible tomar un sentido particular del término katharsis en un drama singular como base para establecer el significado de la catarsis en la teoría aristotélica de la tragedia”.[14]

La catarsis trágica ocupa el centro de la reflexión aristotélica y es la interpretación que se puede aplicar a la totalidad de las tragedias o al mayor número de ellas. Se trata entonces de la catarsis trágica del espectador, como un alivio al eliminar la compasión y el temor que surge en la poesía trágica. Sobre la relación entre catarsis, compasión y temor, es importante notar que no se trata de impurezas que deban ser eliminadas,

“… no necesitamos, por tanto, atribuir un sentido patológico a las pasiones o a su exceso para entender la catarsis trágica como alivio, basta considerar que toda afección o pasión es una tensión o alteración del ánimo (adjudicando al término un sentido médico-moral neutro), para admitir que ésta pueda ser objeto de una catarsis, separación o descarga.”[15]

La catarsis trágica es la eliminación de la compasión y el temor, de modo que al eliminar esas emociones el espectador o lector experimenta una descarga o alivio. En cuanto a la relación de las partes de la tragedia, con los tres conceptos antes tratados, es relevante notar que Aristóteles considera que la fábula es “el principio y como el alma de la tragedia”.[16] La fábula o argumento es el conjunto de sucesos o momentos esenciales de la acción imitada en la poesía trágica. “El más importante de estos elementos es la estructuración de los hechos; porque la tragedia es imitación, no de personas, sino de una acción y de una vida, y la felicidad y la infelicidad están en la acción, y el fin es una acción no una cualidad”.[17] La fábula o argumento de la tragedia se desarrolla mediante los hechos y “los medios principales con los que la tragedia seduce al alma son las partes de la fábula; me refiero a las peripecias y a las agniciones”.[18] La peripecia “es el cambio de acción en sentido contrario”.[19] La agnición es “el cambio desde la ignorancia al conocimiento, para amistad o para odio, de los destinados a la dicha o al infortunio”.[20] Son tanto la agnición como la peripecia las que “suscitarán compasión y temor”.[21] La tercera parte de la fábula es el lance patético que “es una acción destructora o dolorosa”.[22] Son esas tres partes, o cambios, de la fábula los que mueven al espectador a la compasión y al temor.

La fábula de la tragedia debe constituirse al pasar “de la dicha a la desdicha; no por maldad, sino por un gran yerro”.[23] Aquí encontramos un elemento esencial. No es la maldad lo que mueve al personaje principal de la tragedia a realizar ciertos actos, sino un gran error, que en algunos casos se puede presentar por ignorancia, como Edipo; o con pleno conocimiento como en el caso de Orestes al cometer matricidio.

La compasión y el temor “pueden nacer de la estructura misma de los hechos […] La fábula debe de estar constituida de tal modo que, aun sin verlos, el que oiga el desarrollo de los hechos se horrorice y se compadezca por lo que acontece”.[24] Es importante notar que no todas los actos o cualquiera son dignos de compasión o temor, sino aquellos en los que “el lance se produce entre personas amigas, por ejemplo si el hermano mata al hermano, o va a matarlo, o le hace alguna otra cosa semejante, o el hijo al padre, o la madre al hijo, o el hijo a la madre, éstas son las situaciones que deben buscarse”.[25]

En cuanto al efecto de la acción es posible que se realice de tres modos: “con pleno conocimiento de los personajes […] cometer una atrocidad sin saberlo, y reconocer después el vinculo de amistad […] estando a punto de hacer por ignorancia algo irreparable, se produzca la agnición antes de hacerlo”.[26] Sin embargo, Aristóteles apunta, que en la tercera posibilidad no se realiza la tragedia pues “mejor aún es que el personaje la ejecute sin conocer al otro y, después de ejecutarla, le reconozca; pues así no se da lo repulsivo, y la agnición es aterradora”.[27]

La tragedia o poesía trágica es una composición poética en la que se imita una vida y como producto de los infortunios que se generan en la misma surgen la compasión y el temor, emociones que serán superadas mediante la catarsis dentro de la propia tragedia. La tragedia genera en un primer momento compasión y temor, pero al final de la obra el espectador o lector puede experimentar el alivio de esas emociones.

III

En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche sostiene

Pienso que no hago una afirmación desatinada si digo que hasta ahora el problema de ese origen [el de la tragedia] no ha estado ni siquiera planteado con seriedad, y mucho menos resuelto, aunque con frecuencia los retazos flotantes de la tradición antigua hayan sido ya cosidos entre sí de manera combinada, y luego hayan vuelto a ser desgarrados y divididos.[28]

Si el problema del origen de la tragedia no ha sido planteado, su solución es inexistente. Resulta condición necesaria para que algo sea resuelto que primero sea planteado como problema. Nietzsche considera que el nacimiento de la tragedia nunca ha sido visto como un problema. Empieza por tratarlo como una cuestión central para la filosofía y luego genera una perspectiva propia. Al referirse a la “tradición antigua”, es claro que Aristóteles es el filósofo más representativo de dicha tradición, en lo concerniente a la tragedia.

Desde la época antigua hasta la moderna parece que todos los filósofos han considerado valida e incuestionable la interpretación de Aristóteles sobre la tragedia y su efecto, hasta que aparece Nietzsche no sólo para cuestionarla, sino fundamentalmente para mostrar una visión de la tragedia centrada en la relación entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

Aún no se ha dado nunca, desde Aristóteles, una explicación del efecto trágico, a partir de la cual haya sido lícito inferir unos estados artísticos, una actividad estética de los oyentes. Unas veces los sucesos serios deben apremiar a la compasión y el miedo hacia una descarga aliviadora, otras veces debemos sentirnos elevados y entusiasmados con la victoria de los principios buenos y nobles, con el sacrificio del héroe en el sentido de una consideración moral del mundo; y con la misma certeza con la que yo creo que para numerosos seres humanos es precisamente ése, y sólo ése, el efecto de la tragedia, con esa misma claridad se deduce aquí que todos ellos, junto con sus estéticos que así lo interpretan, no han tenido ninguna experiencia de la tragedia como arte supremo. Aquella descarga patológica, la catarsis de Aristóteles, de la que los filólogos no saben bien si considerarla entre los fenómenos médicos o entre los morales.[29]

Desde la perspectiva nietzscheana, Aristóteles crea una concepción reduccionista de la tragedia. En esa concepción lo estético se pone al servicio de la producción de un efecto moral y por tanto se convierte en una cuestión de segundo orden. La tragedia pierde valor estético al estar supeditada a cuestiones morales. Aristóteles, cancela la posibilidad de que el “oyente estético” pueda tener una experiencia estética, al centrar todo el efecto de la tragedia en la catarsis.

La tragedia para Nietzsche no es más que el resultado de la lucha contante e interminable entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

Ambas pulsiones tan diferentes van en compañía, las más de las veces en abierta discordia entre ellas y excitándose mutuamente para tener partos siempre nuevos y cada vez más vigorosos, con el fin de que en ellos se perpetúe la lucha de aquella antítesis, sobre la cual la común palabra “arte” tiende un puente sólo en apariencia; hasta que, finalmente, se manifiestan, gracias a un milagroso acto metafísico de la “voluntad” helénica, apareadas entre sí, y en ese apareamiento engendran por último la obra de arte de la tragedia ática, que es dionisíaca en la misma medida que apolínea.[30]

Se trata de dos pulsiones distintas. Apolo representa el sueño y el arte del escultor; Dioniso la embriaguez y el arte no escultórico de la música. Esa unidad implica que en la tragedia están de igual forma tanto lo apolíneo como lo dionisíaco. No es que se trate de un equilibrio, entendido como un estado en que cada pulsión se manifiesta en igual proporción, sino más bien de una lucha entre las dos pulsiones sin que sea posible la aniquilación de alguna de ellas. Nietzsche considera, en “Lo que yo debo a los antiguos”, que Aristóteles elabora una interpretación pesimista de la tragedia.

“La psicología del orgasmo entendido como un desbordante sentimiento de vida y de fuerza, dentro del cual el dolor mismo actúa como un estimulante, me dio la clave para entender el concepto de sentimiento trágico, sentimiento que ha sido mal entendido tanto por Aristóteles como especialmente por nuestro pesimistas. La tragedia está tan lejos de ser una prueba del pesimismo de los helenos en el sentido de Schopenhauer, que ha de ser considerada, antes bien, como un rechazo y una contra-instancia decisivos de aquél. El decir sí a la vida incluso en sus problemas más extraños y duros; la voluntad de vida, regocijándose de su propia inagotabilidad al sacrificar a sus tipos más altos, – a eso fue a lo que yo llamé dionisiaco, eso fue lo que yo adiviné como puente que lleva a la psicología del poeta trágico. No para desembarazarse del espanto y la compasión, no para purificarse de un afecto peligroso mediante una vehemente descarga de ese efecto –así lo entendió Aristóteles-: sino para, más allá del espanto y la compasión, ser nosotros mismos el eterno placer del devenir”.[31]

Aquí Aristóteles aparece como un pesimista, que sólo ve en la tragedia una expresión de horror y dolor del que es necesario que el ser humano se libere vía la catarsis o purgación. En ese sentido recuerda el planteamiento de Sileno de que lo mejor para el ser humano es no haber nacido o morir pronto, en razón del dolor. Pero Nietzsche muestra que la tragedia, en tanto lucha permanente entre lo apolíneo y lo dionisíaco, es un sí a la vida, una afirmación plena de la existencia con todas sus luces y sombras. El sufrimiento no es razón para negar la existencia, ni para asumir el pesimismo

“Tengo derecho a considerarme el primer filósofo trágico– es decir, la máxima antítesis y el máximo antípoda de un filósofo pesimista. Antes de mí no existe esta transposición de lo dionisíaco a un pathos filosófico: falta la sabiduría trágica, […] La afirmación del fluir y del aniquilar, que es lo decisivo en la filosofía dionisiaca, el decir sí a la antítesis y a la guerra, el devenir”.[32]

¿Qué significa ser “el primer filósofo trágico”? Significa oponerse al pesimismo; afirmar la existencia en su totalidad. La sabiduría trágica consiste en reconocer el sufrimiento como parte de la existencia. Por eso, en última instancia lo que encontramos entre Nietzsche y Aristóteles es la contraposición entre lo trágico o no trágico.

 

IV

El punto esencial de la interpretación de estos dos grandes filósofos es la oposición entre lo trágico y lo no trágico o moral: “El tema dramático del escrito [El nacimiento de la tragedia] es la relación de lo trágico con lo no trágico”.[33] Aristóteles encuentra el sentido de la tragedia en la catarsis trágica -lo que implica destacar exclusivamente el aspecto moral de la tragedia- y de ese modo constituye lo no trágico. Nietzsche centra la totalidad de la tragedia en el efecto estético que produce en el espectador y sitúa la tragedia más allá del bien y del mal.

Como hemos visto, Aristóteles elabora una revisión cuidadosa de los elementos constitutivos de la tragedia y cómo mediante esos elementos se genera la compasión y el temor que serán superados en la catarsis, pero no se pregunta ¿cuál es la importancia de la tragedia para los griegos? Cuestión esencial que sólo es considerada en el marco de la filosofía nietzscheana. Para los griegos la tragedia es sinónimo de fuerza y no una muestra de pesimismo.

No es que se trate de discutir cuál interpretación de la tragedia es más fiel o “verdadera”, sino comprender que la concepción de Aristóteles es una muestra de reduccionismo moral; que la de Nietzsche reconoce que el efecto estético es el centro de toda tragedia.[34]

Con la interpretación de la tragedia propuesta por Nietzsche y que tiene como centro lo dionisíaco no sólo encontramos una profunda ruptura con Aristóteles, sino el punto de partida de toda la filosofía nietzscheana, es decir, de una concepción trágica de la existencia y del pesimismo dionisíaco.

 

Bibliografía

  1. Aristóteles, Poética, Edición trilingüe, Valentín García Yebra, Gredos, Madrid, 1999.
  2. Aristóteles, Retórica, Traductor, Miguel Candel Sanmartín, Gredos, Madrid, 1994.
  3. Düring, I., Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, UNAM, México, 2005.
  4. Nietzsche, F., “El nacimiento de la tragedia”, en Obras completas, Volumen I. Escritos de juventud, (edición dirigida por Diego Sánchez Meca), Tecnos, España, 2011.
  5. , Crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, Alianza, Madrid, 2001.
  6. , Ecce homo, Alianza, Madrid, 2000.
  7. Sloterdijk, P., El pensador en escena. El materialismo de Nietzsche, Pre-textos, España, 2009.
  8. Trueba, C., Ética y tragedia en Aristóteles, Anthropos / UAM-I, España, 2004.

 

Notas


[1] Emplearé “compasión” y “temor”, pero es importante notar que Ingemar Düring llama la atención sobre esa traducción y recuerda que Schadewalt considera mejor emplear: conmoción o aflicción y horror. Düring propone emoción y estremecimiento. Sin duda, existen grandes matices en esas traducciones. Aunque aquí no se tratará la cuestión, es importante notar que el término compasión tiene una carga cristiana, que no corresponde con a las ideas de Aristóteles.
Cfr., Düring, I., Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, ed., cit., pp. 274 y 277.
[2] Aristóteles, Poética, 1447a 16
[3] Aristóteles, Poética, 1448b 5-9.
[4] Aristóteles, Poética, 1449b 24-28.
[5] Aristóteles considera que el efecto producido por la poesía trágica es igual en el lector y en el espectador. (Poética, 1453b 4.) Sin embargo, me parece cuestionable esa afirmación. Pues considero que la experiencia estética que surge al encontrarse en el teatro y ver la actuación acompañada de un vestuario, escuchar los diálogos, con una escenografía y una música; no se puede equiparar a la experiencia de leer una tragedia. Además, no debemos olvidar que el teatro griego fue concebido para ser representado y no leído.
[6] Aristóteles, Retórica B. 8, 1385b 13-16.
[7] Aristóteles, Retórica B. 8, 1386a 5-7.
[8] Aristóteles, Retórica B. 8, 1386a 9-12.
[9] Aristóteles, Retórica B. 8, 1382a 21-22.
[10] Aristóteles, Retórica B. 8, 1386b 28-33.
[11] I. Düring., Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento, ed., cit., p. 278.
[12] Ibídem., p. 276.
[13] C., Trueba, Ética y tragedia en Aristóteles, ed., cit., p. 43.
[14] Ibídem., p. 44.
[15] Ídem.
[16] C. Trueba, Ética y tragedia en Aristóteles, ed., cit., p. 50.
[17] Aristóteles, Poética, 1450a 38.
[18] Aristóteles, Poética, 1450a 15-18.
[19] Aristóteles, Poética, 1450ª 33-35.
[20] Aristóteles, Poética, 1452a 22. Podemos ver ejemplificada la peripecia en La Orestíada. A la llegada de Agamenón a Argos, él espera el reconocimiento de su pueblo y de su reina (y esposa) por su triunfo en Troya; lo que encuentra es la muerte a manos de su esposa Clitemnestra y el amante de ésta: Egisto.
[21] Aristóteles, Poética, 1452a, 30-33. La agnición la encontramos ejemplificada en Edipo rey, cuando Edipo comprende que su esposa es también su madre y que sus hijos son también sus hermanos. O cuando en La orestía, Electra reconoce que aquel que se presenta como un extranjero en realidad es su esperado hermano Orestes.
[22] Aristóteles, Poética, 1452b 1.
[23] Aristóteles, Poética, 1452b 11-12. El lance patético lo podemos ver representado en Edipo rey en el momento en que la madre y esposa de Edipo se quita la vida y en el instante en el que Edipo con los prendedores de su madre decide sacarse los ojos. En La orestía, cuando Orestes comete el matricidio.
[24] Aristóteles, Poética, 1453a, 14-15.
[25] Aristóteles, Poética, 1453b 1-6.
[26] Aristóteles, Poética, 1453b 19-23.
[27] Aristóteles, Poética, 1253b 28-36.
[28] Aristóteles, Poética, 1454a 3-5.
[29] Nietzsche, F., “El nacimiento de la tragedia”, en Obras completas, Volumen I. Escritos de juventud, ed., cit., p. 359.
[30] Ibídem, p. 428.
[31] F. Nietzsche, “El nacimiento de la tragedia”, ed. cit., p. 338.
[32] F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, ed., cit., pp. 143-144.
[33] F. Nietzsche, Ecce homo, ed., cit., pp. 78-79.
[34] P. Sloterdijk, El pensador en escena. El materialismo de Nietzsche, ed., cit., p. 111.