Revista de filosofía

Margarita

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Margarita es una mujer que sufre, que llora sin lágrimas todos los días. Margarita esta seca de no vivir. ¿Por qué no me regaló mi madre? ¡Qué pregunta! Es la que inicia el relato de su vida de mujer objeto, de mujer carne.

Mujer sin voz y sin palabras. Atravesada por el odio de su madre, penetrada por el padrastro que le hizo una hija y ella nombró Marcela como la madre, porque así se aferró al árbol como las orquídeas lo hacen, ¡pero necesita agua para vivir! ¿Dónde hay agua?

Ya medio muerta y abandonada por el cielo, se liga a un hombre muy mayor, logra con él ser madre de dos hijos hombres y se sorprende de existir.

Regala a Marcela, pero ¿no empezó así su relato? Diciendo: ¿por qué no me regaló mi madre? Un acto en apariencia salvaje es su deseo de salvación.

Margarita se prostituye como la madre, intenta vivir; busca comida en la basura, intenta vivir, los hijos se avergüenzan de ella, intenta vivir. La echan de la casa y la calle la desprende del árbol donde inútilmente esperó la lluvia; deambula, intenta vivir.

Culpa, depresión, abandono, o la peor palabra ¡discapacidad! Estos nombres se quedan cortos, no sirven para nada, Margarita quiere agua, quiere que otro la acepte en su jardín. Se sube a la camioneta del DIF la clasifican, le ponen un número de serie, la albergan, cubren su carne con el manto que oculta sus vergüenzas, Margarita quiere agua y no puede decirlo, no ha podido… se ha convertido en una madre sin hijo, en una loca.

Caminará en la vida con un letrero a cuestas como condenada por algo que ella misma desconoce, que nunca fue. Margarita es una vieja, aunque no llegue a los cincuenta, camina ya con los que no cuentan,

La ley, ¿dónde está la ley? ¿Por qué no me regaló mi madre? ¿Cómo no ver que su demanda está mas acá de los derechos?

Margarita es un pedazo de carne, una vida sin vida que pide ser objeto de alguien que la quiera.

¿No es esto un llamado a la transferencia? ¡Una demanda de amor!

Si su palabra surge, si el agua llega, si otro es sensible a esto, podría llorar y sus lágrimas harían florecer esas orquídeas que se adhirieron al árbol de la que la parió sin quererla.

 

Ciudad de México, abril de 2017