Revista de filosofía

¿Qué queda por lo demás?

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Jean-Luc Nancy / trad. Maria Konta

ANDREI TARKOVSKY, “NOSTALGIA” (1983)

ANDREI TARKOVSKY, “NOSTALGIA” (1983)

Además, ¿qué persiste? Esto quiere decir: ¿queda algo de lo que se llama “el resto”? [1] Pero, también, eso quiere decir: por otro lado, al alejarse de nuestras observaciones anteriores, ¿qué persiste? (En este sentido, uno dice también “por lo demás”, y el matiz entre los dos es muy difícil de comprender…).

Según el primer sentido, debe suponerse que el resto ha desaparecido o, al menos, sufrido una lesión o una disminución notable. Entonces uno pregunta: ¿qué queda de eso? ¿Por qué, entonces, el resto habría perdido su sustancia hasta el punto de que nos estamos haciendo esta pregunta? Porque el resto ya es en sí mismo una disminución de la sustancia. No forma una nueva sustancia: es solo el resto de una sustancia anterior y esta sustancia en su remanente subsiste y desaparece. Un resto de pan no es exactamente pan: no es adecuado para el uso normal del pan. Sin duda, permite analizar la composición del pan original, pero este análisis no es un uso. Uno puede comer este resto, pero no se alimentará adecuadamente. Al final, uno se lo da a los caballos o lo deshace para las gallinas.

FRANCIS BACON, “ESTUDIO DEL RETRATO DEL PAPA INOCENCIO X DE VELÁZQUEZ” (1951)

FRANCIS BACON, “ESTUDIO DEL RETRATO DEL PAPA INOCENCIO X DE VELÁZQUEZ” (1951)

Por lo demás, solo puede tender a permanecer como ese desmigajado, esta borradura.

Luego, uno va al segundo sentido: si hemos terminado con el primero, ¿qué queda por decir? No queda nada: cuando el resto está usado, y los restos del resto, nada más queda. Queda nada: nada es el último resto de todos los restos, la borradura de todos los rastros.

Pero nada no es la pura nada. Nada es la misma cosa: la palabra viene de res y significa, primero, “algo”. Decimos bien “agregarle algo de sal a este plato”. Se dice también en el mismo sentido, una ‘sospecha’: un ‘nada’ es lo que permite sospechar algo, su sombra, su rastro apenas perceptible. Pero este algo no es ninguna cosa: es la cosa incluso en su desvanecimiento todavía desvaneciéndose.

¿Qué persiste del todo? Nada: la sospecha que nos pone en el trazo de una presencia. Nos queda tan poco que es como si fuera nada. Pero queda bastante para que sea algo, una cosa en la cual el “algo” supera la “cosa”, pero superándola de esta forma mantiene vagamente, temblorosa e indecisa, la presencia de un presente desaparecido. Queda algo de todo. No hace falta mucho para hacernos olvidar el resto, pero se necesita tan poco para hacernos sospechar nuevamente.

Ninguna presencia se anula y cada una de ellas permanece. Su permanencia es un nada de presencia. O, quizás, es necesario decir: la presencia de nada. Pero esta presencia es también lo que regresa cuando se utilizan todos los programas del presente (actuar, hablar, pensar, saborear, tocar, producir). El resto se resiste. Su nada ocupa lugares vacíos de la memoria o de la esperanza. El resto nos lastima. No quedan restos sin hacer una herida y eso es lo que queda del resto: la sombra de la presencia y la claridad de las lágrimas.

Una lágrima permanece, una gota, una lágrima, una pizca de humor. Lágrima de vino en el fondo del vaso, lágrima de placer en las sábanas, y el llanto salado que queda seco en la mejilla.

Nota

[1] El original en francés “Que reste-t-il du reste ?” fue publicado en Vacarme 23, primavera 2003, p. 92. Para la versión en línea véase: https://vacarme.org/article2566.html