El papel de los medios de comunicación en torno a los linchamientos
Resumen
En el marco en el que gran parte de la subjetividad colectiva comprende a los delitos, robos y asaltos como parte de la cotidianeidad en las calles, surgen nuevas modalidades de reclamar por la seguridad propia y punición del otro dejando de lado el sistema judicial, penal y legal. En este tipo de acontecimientos, surgen conceptos como “linchamientos” o “Justicia por mano propia” que empiezan a ganar popularidad y relevancia. La configuración de fenómenos de violencia colectiva como representación de la “justicia por mano propia” ha aparecido en América Latina como un evento reiterado, tal como se registra tanto en los medios de comunicación como en las escrituras académicas e institucionales.[1] En los últimos años el fenómeno de los linchamientos en Argentina, se mostró en las cadenas massmediáticas de forma espectacularizada y extendida.[2] La creciente magnitud de este tipo de casos hizo que aumentara en los medios de comunicación los debates en torno a la violencia punitiva no estatal. El propósito de este trabajo es, por consiguiente, analizar el debate que tuvo lugar en los medios de comunicación en el año 2014 sobre esta problemática, intentando comprenderlo a través de diversas teorías sobre el delito y la violencia.
Palabras clave: Violencia, linchamientos, medios de comunicación, justicia por mano propia, delitos, seguridad.
Abstract
In the context in which most of the collective subjectivity includes crimes, robberies and assaults as part of the everydayness in the streets, new forms to claim for safety and punishment of the other arise, leaving aside the judicial and penal system. In those events, concepts such as “lynching” start to gain popularity and relevance. The configuration of the collective violence phenomenon has appeared in Latin America as a repeated event, such as recorded both in the media and in academic and institutional papers. In the recent years the phenomenon of lynching in Argentina, as a form of taking justice into their own hands, was shown in the mass-media in a spectacularized and extended way. The growing magnitude of these cases led to the increase in media discussions around the non-state punitive violence. The purpose of this paper is to analyze the debate of violence in the media in the year 2014 about this problem, trying to understand it through violence and crime theories.
Keywords: Violence, lynching, media, own hand justice, felony, security.
Reflexiones teóricas
Diversas investigaciones situadas en América Latina abordaron la problemática de la violencia punitiva no estatal, en las cuales se pueden encontrar debates teóricos de diversa índole en relación con la razón causal de los hechos de violencias colectivas como formas sociales de ajusticiamiento. Este es el caso de autores como Moreira[3] que, en pos de explicar estos hechos, pone el énfasis en la “nueva conciencia legal”, mecanismo que exhibe medios punitivos alternativos que se pretenden justificados por la incompetencia de los organismos estatales. A su vez, Rodríguez Guillén pretende explicarlos como expresión de la ruptura de códigos morales que relacionan a la sociedad y la autoridad, por lo que se encuentran reducidos en tanto ejemplos que condensan el fenómeno de la llamada “crisis de autoridad”.[4]
Según González,[5] en el caso de la violencia colectiva en Argentina, el linchamiento tiene un contundente, aunque espontáneo y efímero, principio de protesta ante un Estado que no logra institucionalizar los reclamos de los sectores sociales más postergados. A su vez, suele haber un vínculo de vecindad entre el supuesto victimario y la víctima del delito por el cual la muchedumbre lleva a cabo el accionar punitivo.[6]
Otras investigaciones hacen énfasis en el concepto de “linchamientos”. Este término surgió en Estados Unidos en las guerras por la independencia, como una práctica que combinaba racismo y sadismo, principalmente usada para reforzar el sistema de castas, considerándolo como el único medio efectivo de control de los blancos sobre los negros.[7] En dicho contexto, el juez Charles Lynch decidió castigar ilegalmente a un grupo de leales al imperio británico aun cuando éstos habían sido absueltos ante un jurado oficial. A partir de allí, el término “lynch-law” comenzó a utilizarse para designar la práctica de los “cazadores de hombres”, quienes comenzaron a organizar “patrullas” civiles.[8] Este método de “justicia popular” había surgido en la frontera sur estadounidense, donde el poder policial del Estado era, según los pobladores, aún insuficiente. En la actualidad el linchamiento recurre a antiguos rituales de exposición al escarnio público y, según Sofsky,[9] la masa disfruta de los placeres de la estigmatización, la caza de brujas y la ejecución colectiva.
En el contexto latinoamericano, los linchamientos suelen ser clasificados como “rituales violentos”,[10] en donde existe un grupo definido y coordinación de acciones por parte del mismo.[11] Si bien esto es cierto para algunos países de Latinoamérica, en Argentina, estos hechos presentan otra modalidad. El carácter “espontáneo” y el escaso saldo organizativo de estas acciones, combinado con el tipo de reclamo que, por lo general, se asocian a ellas, sea, quizá, la razón por la cual los científicos sociales han descuidado su análisis.[12] Los métodos de los linchamientos y las ejecuciones recuerdan a las formas de ajusticiamiento más primitivas. Se apalea a la víctima “como a un perro” y los asesinos arremeten contra ella con listones de madera o barras de metal. Es un acto de castigo y humillación mediante el cual se expulsa a la víctima de la comunidad humana.[13]
Más allá del dilema moral que puedan presentar estos hechos para la población, no podemos dejar de lado los efectos que generan los discursos mediáticos. Si bien es posible pensar el linchamiento como una suerte de frontera social que materializa un discurso comunitario, es evidente que el rol de los medios de comunicación en dicha dinámica es esencial, ya que es quien se encarga de generar la frontera social que define dos sujetos antagónicos: Uno, identificado colectivamente con la figura del justo, y otro, identificado con la figura que encarna el peligro. Sostenemos, junto con Caravaca, que la construcción mediática-social de los sujetos linchados representa figuras y problemáticas claves de la Argentina actual.[14]
Por lo tanto, el propósito de este trabajo es rastrear las representaciones mediáticas sobre los linchamientos en su relación con la problemática de la justicia por mano propia, poniendo especial énfasis en la construcción de fronteras. Sostenemos como hipótesis que el discurso puesto en circulación en los medios de comunicación genera una estereotipación de dos sujetos: el vecino y el linchado, que es en realidad quien encarna la figura del peligro. Este tipo de discurso, junto con los que centralizan la temática de la inseguridad y construyen la tipología de “olas”, funciona como condición de posibilidad para la aparición y proliferación de casos de linchamientos. Para llevar a cabo el análisis utilizamos fragmentos de noticieros televisivos[15] del año 2014, año en el cual se registraron la mayor cantidad de casos de linchamientos en Argentina.
Linchamientos: El debate en los medios de comunicación
La problemática de las violencias colectivas ha sido construida, tanto en su mirada analítica como en su mediatización, con un énfasis pronunciado en los episodios de violencias civiles contra el Estado.[16] La creciente magnitud de este tipo de casos hizo que en los medios de comunicación aumentaran los debates en torno a la violencia punitiva no estatal. La extensión de un discurso difuso que promueve la seguridad ciudadana y la constitución del linchamiento como un repertorio de acción probable son las principales causas que explican la frecuencia de estas acciones.[17]
El debate por los linchamientos fue precedido por la puesta en escena de las nuevas reformas del código penal, con titulares como: “¿Penas cada vez más leves?”[18] Destacamos también las intervenciones mediáticas de funcionarios públicos como el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, quien afirmaba: “No es momento para reducir ninguna pena […] Porque no estamos en Suiza”, o como quien es el actual presidente de la Nación, Mauricio Macri, que aseveraba, en sintonía con el imaginario popular en materia de seguridad, que: “La cárcel es una puerta giratoria”.
Martini[19] afirma que tanto la inseguridad, como la temática de las violencias colectivas, se han instalado en el debate público. La noticia policial se propone (y consigue) retomar los discursos que circulan en la sociedad en un momento determinado construyendo un relato posible sobre la realidad que es fuente para otros discursos sociales. En este sentido, podemos plantear que la reproducción de las noticias acerca de las reformas del código penal que enfatizaban la baja de las penas puso en circulación el debate sobre las condenas a los criminales y la sensación de falta de una “justicia efectiva” por los medios del Estado, por lo cual, no parecería extraño que una semana después aparecieran noticias relacionadas con una ola de linchamientos que expresarían la furia e impotencia de los vecinos, que no tuvieron más remedio que acudir al uso de la “justicia por mano propia”. Siguiendo a Bourdieu podemos afirmar que, efectivamente, las imágenes que se nos muestran en los noticieros producen efectos de realidad, es decir, que la televisión, en este caso en su rol como comunicador de noticias, puede enseñar y hacer creer en lo que muestra a la vez que es capaz de provocar fenómenos que van desde dar vida a ideas o representaciones, como a la formación de grupos y la movilización social. Puesto en sus términos, coincidimos en que “[…] el hecho de informar de manera periodística implica siempre una elaboración social de la realidad capaz de provocar la movilización (o desmovilización) social. […] La televisión, que pretender ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtiéndose en un instrumento que crea una realidad”.[20]
Lo particular de las imágenes que se dejan ver en los medios de comunicación sobre los linchamientos y otros tipos de violencias colectivas es que con frecuencia aparecen como imágenes capturadas por los “vecinos”, quienes dieron relevancia a un hecho fuera de lo común en las calles. Los linchamientos asumen un tremendo poder simbólico precisamente porque se constituye como un hecho extraordinario y por su mera naturaleza pública y visualmente sensacional.[21] El espectáculo del linchamiento crea al público presencial y al abstracto (el de los medios de comunicación) y, a su vez, queda atrapado en su mirada concreta e imaginada.[22] La búsqueda de imágenes más dramáticas (como a menudo se las clasifica) impulsa la empresa fotográfica y es parte de la normalidad de una cultura en la que la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo.[23] Las fotografías no sólo son mostradas, sino también nombradas. La manera de mostrarlas, de enmarcarlas, y las palabras empleadas para describir lo que es mostrado, actúan, a su vez, para producir una matriz interpretativa de lo que se ve.[24]
Es por demás sabido que los noticieros, en pos de reforzar la idea de desprotección social, hacen hincapié en que lo sucedido no es un hecho aislado, retroalimentando el clima de inseguridad que los ciudadanos en sus testimonios dicen estar viviendo. Una característica propia de la noticia sobre inseguridad es la constitución, a partir de un caso, de lo que se denomina “olas”, es decir, una concatenación de casos similares que se presentan en serie. Este modo de presentación provee un marco de interpretación que prueba que el caso no fue un hecho aislado.[25] Con tan sólo observar los titulares de distintos periódicos del año 2014 encontramos infinidades de ejemplos que nos muestran cómo se construye el fenómeno de las “olas” expresado así tanto en la teoría como en la práctica. A modo de ejemplo, podemos mencionar los siguientes titulares: “Preocupación por la ola de linchamientos a lo largo del país”;[26] “Se suman tres nuevos intentos de linchamiento a ladrones”.[27]
Según Garland,[28] tanto en el nivel del discurso como en el de la imagen, la construcción del acontecimiento aparece signada por un tono entre alarmista y conservador que presenta una paradoja: si bien la inseguridad es representada con rasgos de imprevisibilidad que vuelven imposible detenerla, a la vez es un problema que necesita una solución urgente por parte de las autoridades, para recuperar una supuesta seguridad perdida. En sintonía con esto, podemos citar diversos ejemplos donde en los medios de comunicación se refuerza la idea de que la misma ciudadanía reclama que el Estado, en su rol de impartidor de seguridad, está fallando, dejando en evidencia la falta de soluciones inmediatas:
“Desde lo más alto del poder hasta lo más bajo, desde el oficialismo hasta la oposición, todos parecen espectadores de una dramática película sobre lo que sucede en la Argentina. Pero nadie se hace cargo, nadie es responsable de lo que estamos viendo. Vamos a ver algunos de los testimonios, de las declaraciones que hoy tuvieron como protagonistas a funcionarios y a políticos de la oposición. En primer lugar, como usted dijo, tenemos a Berni, el secretario de seguridad. ¿Qué es lo que dijo Berni? ‘La gente ha reaccionado con cierto hartazgo’, pero, agregó Berni (porque si bien reconoce esto, después le echa la culpa a otros), dice: ‘La sociedad está cansada de ver cómo los delincuentes entran y salen de la comisaría porque la justicia no puede o no quiere hacer su papel’ Es decir, la pelota para otro campo. Después Mauricio Macri dijo: ‘La Argentina se está yendo de madre en términos de inseguridad’, y agrega: ‘La ciudadanía entra en esta locura y no hay respuesta de las autoridades’. Y Cristina kirchner volvió a hablar por la cadena nacional de radio y televisión, esta vez con motivo del acto recordando a los veteranos de la guerra de Malvinas y habló tangencialmente, como es sabido, Cristina no habla de inseguridad, de las cosas que están pasando con la palabra inseguridad, pero, medio encriptado, medio indirectamente, hoy dijo: ‘Eso de la venganza es de la prehistoria, del Estado de no derecho’”.[29]
Podemos considerar al linchamiento dentro de la categoría de “Pánico moral”, término que fue acuñado en la década de 1970 por el sociólogo Stanley Cohen, recuperado luego por Kenneth Thompson. Distintas secciones de los medios de comunicación, sometidas a las presiones del mercado, representan relatos dramáticos con alto contenido moral. El resultado ha sido la generación de situaciones de pánico en la sociedad, muchas veces desmedidas.[30] Sin duda, los casos más resonantes en los medios, generalmente vinculados con la sección policial, promueven estados de pánico moral en la sociedad y tienen como efecto generar reacciones rápidas.[31] Entendemos así, a los Pánicos morales, como ligados a los constantes “nuevos peligros” y a la prensa sensacionalista.
Siguiendo esta lógica, nos encontramos con esta conversación que se da entre dos periodistas en torno al debate por los linchamientos:
“Periodista 1: Podés terminar transformando a un victimario en una víctima. Y aunque a veces suene con enojo: ‘No, vení vos, si a vos te roban…’ No es el camino. Porque si no dejamos de ser Sociedad.
Periodista 2: Lo que pasa Rodolfo es que también hay que reconocer que estamos escuchando vecinos que tienen que hacer de policía, entonces aquí el Estado tiene una ausencia vital porque no puede dejar a la gente librada a sus instintos. Tiene que estar antes y tiene que dar protección, porque uno de los derechos de la gente es estar protegida y que preserven su vida”.[32]
Thompson considera al pánico moral como algo que atenta justamente contra la vida en sociedad, tal como se ejemplifica arriba: “El motivo para denominar ‘moral’ al pánico es precisamente indicar que la amenaza que se percibe no es hacia algo trivial […], sino una amenaza al orden social en sí mismo o a una concepción idealizada (ideológica) de alguna parte de tal orden social”.[33]
Así, se la considera como una categoría que puede ser ampliamente abordada desde puntos de vista distantes. De esta manera, se pueden plantear a los linchamientos dentro de la categoría de pánico moral, en términos metodológicos, ya que nos interesa desentrañar la construcción discursiva que realizan los medios de comunicación y la opinión pública. Por un lado, se produce un “efecto espiral” entre la interacción de los medios de comunicación masiva, la opinión pública y autoridades referentes de la sociedad, pero, por el otro, habría que negar la existencia de un solo grupo que detente la actividad que se considera inmoral. Es decir, en los linchamientos se mezclan dos grupos que a priori son totalmente opuestos. Podemos afirmar que la preocupación y el pánico es entonces doble: por un lado, por el criminalismo que —según los medios— no cesa de avanzar, pero, por otro, por la reacción “desmedida” de los sujetos que, en estos actos, se asemejan al accionar delictivo.
En suma, nos es claro inferir, a partir de los discursos enunciados en los medios de comunicación, que, efectivamente, los linchamientos tienen lugar en la escena pública gracias a “estallidos sociales” generados en gran medida por la exposición de temáticas referidas a la cuestión criminal. Es de esta manera, entonces, en la que los medios de comunicación, y también las figuras públicas (como los funcionarios mencionados más arriba), funcionan como moldeadores de los imaginarios y representaciones sociales, imponiendo ideas tales como la de desprotección social, inseguridad, falta de justicia efectiva, etc. Estos discursos reproducidos constantemente en los medios se configuran haciendo posible la existencia y el aumento de casos de linchamientos que podemos rastrear.
En línea con esto, no podemos dejar de pensar en que las representaciones mediáticas sobre delitos y crímenes están ligadas a reproducir viejos estereotipos e imaginarios sociales sobre los sujetos que intervienen en el hecho. En general se estipulan dos sujetos antagónicos: el “vecino” y el “criminal”, donde pareciera haber una frontera claramente demarcada. La pregunta que surge, entonces, es por las fronteras: ¿en los linchamientos las fronteras son rígidas o porosas? ¿La cuestión criminal desdibuja los límites o los demarca? Esto es lo que intentaremos desentrañar a continuación.
Acerca de sujetos y fronteras
Sofsky[34] ubica la raíz de la violencia colectiva en lo que se denomina “Amok”: “El amok se diferencia de otros actos homicidas por su rapidez y su desmesura. La violencia alcanza su punto culminante en un instante. […] La casualidad y la sorpresa otorgan al amok su poder mortífero. El acto violento atraviesa el muro protector de la normalidad de forma súbita.”[35]
La mayoría de las aproximaciones teóricas sobre el fenómeno de la violencia civil suelen preguntarse acerca de la posibilidad de los “vecinos” de convertirse, en cuestión de segundos, en seres capaces de atacar a otros, a la vez que coordinan entre sí acciones de violencia con sujetos a quienes nunca antes habían conocido.[36] Los “otros” son percibidos como inhumanos, ante los cuales no hay obligaciones morales, transformando la agresión y el odio en legítimos. Situaciones de marginación y descalificación ideológica de grupos son su correlato social y ocurren durante mucho tiempo antes de la violencia.[37] La agresión se refuerza cuando se actúa en grupo, anónimamente, con impunidad y con pocas posibilidades de tener que rendir cuentas personalmente a sus víctimas.[38]
En línea con esto, podemos afirmar que, en los actos de violencias colectivas, como los linchamientos en los que se pone en juego la justicia por mano propia, pareciera haber dos sujetos antagónicos en escena. El discurso de los medios de comunicación, en mayor medida refuerza esta idea del “vecino” contra el “chorro/ladrón” pero se plantea en el debate la existencia de pasajes de uno y otro hacia el otro lado:
“Es que justamente aquí está el punto: vos no te podés convertir en lo que estás deplorando. O sea, no te podés convertir en delincuente. Tenemos que tratar de que este problema se resuelva adentro de la ley, que el Estado de la respuesta que tiene que dar, que se dé el debate que tiene que dar, que no haga oídos sordos, porque es el principal problema que aparece en las encuestas, y por supuesto llamar a la paz. Pero las dos cosas, con una no alcanza, que la gente no actúe no alcanza, ¡el Estado tiene que actuar ya!”[39]
Podemos pensar que, si bien es evidente en el discurso mediático la necesidad de realizar una dicotomización de los sujetos en tanto forma parte de un modo de espectacularización y escándalo de la noticia, podemos dar cuenta de que efectivamente la frontera no está muchas veces dada como un límite preciso, sino que puede llegar a ser difuso. En este caso, si bien hay un nosotros y un ellos, el nosotros ya no es el ideal del vecino que hace lo correcto, sino que la línea que lo separa con el otro es delgada, o, mejor dicho, porosa. Hay entrecruces entre el uno y el otro, entre el vecino que se transforma en asesino y el delincuente que se convierte en víctima.
Haraway sostiene que la frontera entre lo humano y lo animal tiene bastantes brechas, es difusa: “Ni el lenguaje, ni el comportamiento social logran establecer la separación entre lo humano y lo animal de manera convincente. Mucha gente ya no siente la necesidad de esa separación”.[40] Haraway, a diferencia de autores como Debray, postula la existencia de fronteras, pero éstas son perforadas por el acontecimiento, lo contingente. En su postura, si bien las fronteras están allí, son transgredidas. Debray, en cambio, sostiene que la idea de frontera no sólo no se ha diluido, como otros autores intentan demostrar, sino que emergen cada día nuevos tipos de fronteras. Se aleja de la acepción “muro” en tanto sostiene que la frontera es como la piel humana: “[…] la piel no es un muro sino un filtro que regula los intercambios entre lo de dentro y lo de fuera; un mundo sin dentro y sin fuera es abstracto, no colma los anhelos de un ser humano, que necesita tener un orgullo, una estima de sí. La frontera es, por tanto, la piel de las sociedades”.[41]
En los linchamientos se observan dos posturas radicalmente opuestas: la sociedad ya no garantiza la separación entre lo humano y lo animal, según Haraway.[42] Mientras que se mata de una paliza a otra persona, el comportamiento del victimario es semejable al de un animal. Expresa Sofsky: “Aun cuando la víctima yace tirada en el suelo sangrando, los asesinos siguen y siguen golpeándola. Cada uno de los asesinos se acerca cuanto puede al cuerpo para asestarle golpes […]. Quieren sentir el efecto de sus embestidas, quiere experimentar cómo revienta la piel o cómo se rompen los huesos del cráneo”.[43] Pero a la vez que este fenómeno está siendo llevado a cabo, el victimario también se siente sujeto de la justicia, cree cumplir su deber ciudadano de desenmascarar un culpable, de ser guardián de la comunidad, de otorgar justicia allí donde nadie más lo hace.
No sólo los medios de comunicación lo afirman en titulares como: “La peligrosa ley de la selva. Robó, se tiroteó con un policía y los vecinos le dieron una paliza”.[44] Sino que la gente asimismo lo expresa. En una nota periodística con una persona que había sido testigo de un linchamiento ocurre esta conversación:
“Periodista: Pero en este caso, estaba la policía que ya lo había detenido. ¿No alcanzaba con que se lo lleve?, digo, ¿Por qué pegarle?
Testigo: sí, no, bueno, porque te cansa, ya te cansa. Siempre estamos en lo mismo, parece que estamos viviendo en una selva. En una selva un animal te va a atacar cuando vos lo jodés, en cambio acá te atacan, no te van a perdonar la vida, si te tienen que matar, te matan. Y lo peor, lo que más bronca me da de anoche es que vi que había un debate por el linchamiento, en vez de dedicarse a hacer un debate por la gente que matan, por la gente buena, por los robos que hay…”[45]
En este sentido, podemos ver los efectos de realidad que producen los medios. Si bien este último fragmento está extraído de un noticiero periodístico, el que enuncia es un hombre que fue testigo de un linchamiento y da su opinión sobre el hecho. Lo que podemos observar, asimismo, es la manera en que el sujeto reutiliza las mismas frases o conceptos que se ponen en circulación en los medios de comunicación. No podemos dejar de lado el hecho de que los medios retoman también concepciones del sentido común, es decir, hablan el mismo idioma que el espectador, de manera tal que la noticia pueda llegar a ser comprensible y pueda generar una reacción en él.
A su vez, notamos la tajante distinción que el testigo propone: “hay gente buena, que no molesta” pero también “hay animales que te atacan y te pueden llegar a matar.” Con esto último, podemos confirmar, en parte, la hipótesis de que hay dos sujetos que intervienen en un linchamiento, en el caso del testigo entrevistado: “la gente buena” y “los animales”. En línea con Haraway,[46] aquí también podemos observar la animalidad que pareciera traspasar una frontera, pero en este caso hay un sujeto que sí tiene características positivas en oposición con el animal que, aun siendo la víctima, es puesto en el lugar de enemigo.
Dentro de este contexto, surgen otras reflexiones en torno a quiénes son los sujetos que cometen estos actos delictivos. Refiriéndose a los protagonistas de linchamientos, un hombre, que había impedido que el acto violento terminara con la muerte del linchado, atestiguó para los medios de comunicación: “Cuando te hablo de la gente te hablo de señoras, señoritas, adolescentes, chicas, chicos, muchachitos… Gente con un aspecto, una ropa y una mirada que para nada podés imaginar que puedan caer en un acto de violencia […]”[47] Es cierto que aquí se ponen en juego las figuras estereotipadas de los actores sociales. Este testimonio pone en evidencia con mucha claridad que un sujeto que ejerce violencia y comete un crimen tiene una cierta forma de ser, de vestirse y hasta de mirar. Lo sorprendente aquí es cómo esos estereotipos parecieran desdibujarse. En otras palabras, desde el sentido común se espera que los ciudadanos, quienes tienen una manera de ser determinada, cumplan ciertos roles que tienen que ver con su lugar en el campo social. Sin embargo, en cuanto a los casos de violencias colectivas, como los que fueron llevados a cabo en el 2014, podemos pensar en refutar esta hipótesis que tiene que ver con una visión más simplista de la vida social.
La propuesta de trabajo de la cual partimos consistió en describir y analizar el discurso mediático poniendo énfasis en la delimitación de una frontera que demarca dos sujetos antagónicos: el “vecino” y el “peligroso”. A lo largo del proceso de investigación nos abocamos tanto a recabar apariciones mediáticas de sujetos involucrados en linchamientos (sea como víctima, victimario o mero observador) como a analizar la intencionalidad editorial de los massmedia a la hora de televisar o publicar un hecho o un relato. Además, intentamos visibilizar el uso de la repetición por parte de los medios como herramienta para generar “efectos de realidad”,[48] como mencionamos a lo largo del trabajo, constituyendo así lo que se denominó como “olas” de inseguridad o de linchamientos, etc.
En consecuencia, con lo dicho anteriormente, podemos concluir que los medios de comunicación son actores activos en los fenómenos de violencias colectivas (y puntualmente de linchamientos) no sólo por presentarlos masivamente, sino también por repetirlos deliberadamente propiciando entre los consumidores de dichos medios una naturalización del fenómeno. Con Bourdieu[49] afirmamos que los noticieros de la televisión inician la dramatización en un doble sentido: a la vez que escenifica en imágenes un acontecimiento, exagera su importancia o gravedad, su carácter dramático.
Por otro lado, los medios, en su análisis de los linchamientos clasifican a los participantes en dos grupos antagónicos: uno, el vecino justo, y otro, el delincuente o “motochorro” peligroso. Esta delimitación de una frontera simplifica el fenómeno al punto de poder instalarlo fácilmente como una realidad de perpetuas “olas de inseguridad” y, a su vez, impide un análisis crítico y profundo sobre una situación extremadamente más compleja que un planteo nosotros/ellos. En otras palabras, de acuerdo con las reflexiones de Thompson, consideramos que los linchamientos están enmarcados en el concepto de pánicos morales, en tanto atentan contra las bases mismas de la sociedad. Dentro de ese contexto los medios de comunicación tienen un rol primordial, en tanto (re)producen imaginarios sobre la inseguridad y el peligro, instalándolos como temáticas constantemente actualizadas y en tanto reflexionan sobre estos, generando dilemas morales de difícil resolución. Al mismo tiempo, llegamos a la conclusión de que el pánico instalado en torno a los linchamientos es de carácter doble: no sólo por la cuestión criminal y delictiva en sí, sino también por la reacción del ciudadano que “se ve obligado” a cometer el acto violento en los linchamientos.
Entendemos, por otro lado, que la clasificación planteada por los massmedia, “vecino justo/delincuente peligroso”, es también tendenciosa en el sentido que sugiere que ante el fenómeno de los linchamientos no existe otra realidad posible, sino ser vecino justo o delincuente peligroso, invitando al consumidor de medios a identificarse con uno de los actores. Luego, mediante la repetición de los hechos, busca generar en el espectador, identificado con el vecino justo, sensaciones de indignación, bronca, etc., que permite justificar la hostilidad con que es ajusticiado el otro, perpetuando el hecho ya desde su televisación o publicación, sobredimensionado y convirtiendo de esa forma al espectador, como un actor activo del hecho.
Sin embargo, según hemos planteado, y en línea con Haraway, esta frontera no es más que un límite poroso y no se configura como selectiva, de modo que permite el pasaje de cualquier sujeto de uno al otro lado de la supuesta frontera en cuestión de instantes complejizando la situación y desdibujando los rótulos propuestos por los medios de comunicación. Así, el delincuente peligroso pasa a ser víctima del —hasta hace un instante— vecino justo (ahora sujeto peligroso y violento).
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- Wood, A.L., Lynching and spectacle: Witnessing racial violence in America, 1890-1940, University of North Carolina, Chapel Hill, 2009.
Notas
[1] Cfr. Kaufman, “Genealogías de la violencia colectiva”, ed. cit. y Caravaca, “De qué hablamos cuando hablamos de linchamientos. Una sociología de la actualidad”, ed. cit.
[2] Cfr. Focás et al., “Apuntes sobre el fenómeno de los linchamientos en la Argentina reciente”, ed. cit.
[3]Cfr. Moreira, op. cit.
[4] Cfr. Rodríguez Guillen, Crisis de legitimidad y violencia política, ed. cit.
[5] Cfr. González, Leandro et al., Acciones colectivas de violencia punitiva en la Argentina reciente, ed. cit., pp. 165-193.
[6] Cfr. Ibid.
[7] Cfr. Gibson, The negro hollocaust: Lynching and race riots in the United States. 1880-1950, ed. cit.
[8] Cfr. Gamallo, Crimen, castigo y violencia colectiva: los linchamientos en México en el siglo XXI, ed. cit., pp. 14-15
[9] Cfr. Sofsky, Tiempos de horror: amok, violencia, guerra, ed. cit. p. 47.
[10] Cfr. Tilly, Violencia colectiva, ed. cit.
[11] Cfr. Gamallo, op. cit., p. 57.
[12] Cfr. González, et al., op. cit.
[13] Cfr. Sofsky, op. cit., pp. 50-51.
[14]Cfr. Caravaca, op. cit., p. 39.
[15] Utilizamos los siguientes noticieros: Visión 7, Telefé Noticias y Telenoche, considerándolos como los más vistos de la televisión argentina.
[16] Cfr. Caravaca, op. cit., p. 34.
[17] Cfr. Gamallo, op. cit., p. 132.
[18] Todo Noticias, noticiero central (04/03/2014). “Penas cada vez más leves”.
[19] Cfr. Martini, “La prensa gráfica argentina: reflexiones sobre la calidad periodística, la información ‘socialmente necesaria’ y la participación ciudadana en las agendas sobre el delito”, ed. cit.
[20] Cfr. Bourdieu, Sobre la televisión, ed. cit., p.28.
[21] Cfr. Wood, Lynching and spectacle: Witnessing racial violence in America, 1890-1940, ed. cit.
[22] Cfr. Guerrero, “Los linchamientos en las comunidades indígenas. ¿La política perversa de una modernidad marginal?”, ed. cit., pp. 482-483.
[23] Cfr. Sontag, Ante el dolor de los demás, ed. cit, pp. 14-15.
[24] Cfr. Butler, Marcos de guerra: Las vidas lloradas, ed. cit., p. 117.
[25] Cfr. Focás, “Inseguridad. En busca del rol de los medios de comunicación”, ed. cit.
[26] Infobae (1 de abril, 2014): “Preocupación por la ola de linchamientos a lo largo del país”. Recuperado de: https://www.infobae.com/2014/04/01/1554159-preocupacion-la-ola-linchamientos-lo-largo-del-pais/
[27] Clarín (1 de abril, 2014): “Se suman tres nuevos intentos de linchamiento a ladrones”. Recuperado de: https://www.clarin.com/policiales/casos-seguidilla-ladrones-golpeados-vecinos_0_BJ8OkvC5D7e.html
[28] Cfr. Garland, La cultura del control, ed. cit.
[29] José Antonio Gil Vidal (periodista) — Canal 13, Telenoche, 02/04/2014.
[30] Cfr. Focás, “Miedo al delito. Los medios de comunicación ¿una dimensión explicativa?”, ed. cit.
[31] Cfr. Kessler, El sentimiento de inseguridad: Sociología del temor al delito, ed. cit.
[32] Rodolfo Barili, (Periodista) — Telefé, Telefé Noticias, 02/04/2014.
[33] Cfr. Thompson, Pánicos morales, ed. cit., p. 24.
[34] Cfr. Sofsky, op. cit., p. 34.
[35] Cfr. Ibid.
[36] Cfr. Gamallo, op. cit., p. 51.
[37] Cfr. Ibid.
[38]Cfr. Paez, Superando la violencia colectiva y construyendo la paz, ed. cit.
[39] Rodolfo Barili, (Periodista) — Telefé, Telefé Noticias, 02/04/2014.
[40] Cfr. Haraway, Ciencia, Cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, ed. cit., p. 101.
[41] Cfr. Debray, Elogio de las fronteras, ed. cit.
[42] Cfr. Haraway, op. cit.
[43] Cfr. Sofsky, op. cit., p. 51.
[44] Telenoche, Canal 13 (02/04/2014) “La peligrosa ley de la selva. Robó, se tiroteó con un policía y los vecinos le dieron una paliza”.
[45] Ignacio Otero (periodista) — Canal 13, Telenoche, 03/04/2014.
[46] Cfr. Haraway, op. cit.
[47] Gerardo Romano (Actor que fue testigo de un linchamiento) — Canal 13, Telenoche, 03/04/2014.
[48] Cfr. Bourdieu, op. cit.
[49] Cfr. Ibid.