Resumen
Desde diversos abordajes, el presente ensayo intenta explorar la cuestión del aborto, la idea de la multiculturalidad y la falta de hospitalidad hacia ese otro no deseado que ha fagocitado el terrorismo moderno. Sostenemos la tesis de que el self moderno tiene serios problemas para comprender y aceptar la alteridad, sobre todo cuando ésta es impuesta. El aborto legal y libre puede ser comprendido como un fenómeno que trasciende a la mujer y que la emparenta con la necesidad de “negar al otro”, con una suerte de anti-hospitalidad.
Palabras clave: aborto, hospitalidad, deseo, modernidad, alteridad, terrorismo.
Abstract
From different angles, this essay explores the question of abortion and the ideas of hospitality and multiculturalism, points that modern terrorism has instilled as necessary debates. We hold the thesis that the modern self has serious problems to understand the alterity, when it confronts the own desires. The right of free abortion should be framed as a decline of hospitality, a type of anti-hospitality imposed by modern terrorism and the culture of fear.
Keywords: abortion, hospitality, desire, modernity, alterity, terrorism.
Primera reflexión
A horas de sancionarse en la cámara baja la ley por el Derecho al Aborto legal en la República Argentina, y establecido en el país tras algunos días ajetreados de conferencias y seminarios en el extranjero, me dispuse a escribir algunas líneas que no parten ni de la consciencia personal ni del fervor religioso, sino de la filosofía misma.
El primer punto que ha cautivado la atención no ha sido el contenido del debate, sino la conformación de los exponentes. Por un lado, celebrities, personas de la cultura, actores y periodistas emparentados con una ideología (pseudo) progresista y, por otro lado, especialistas, médicos, científicos y jurisperitos o constitucionalistas. En perspectiva, los celebrities encarnan el poder de la emoción, la fama y el deseo de trascendencia para con la mirada del Otro. El científico, su contrario, la voz del conocimiento y la ciencia. En cualquier caso, la cultura del simulacro implica imponer una política que en realidad no resuelve los problemas, sino que desvía la atención de las verdaderas causas del problema.[1] El show no revierte las causas de los eventos, sino que replica sus consecuencias para la creación de un nuevo show, advierte Marc Augé.[2] La modernidad ha desplegado las pantallas digitales donde un evento reemplaza al otro, pero realmente poco se sabe sobre sus causas. Un río puede ser distinguido por su lecho y su desembocadura, pero no en la sobre-modernidad, donde ambas se cofunden.
Como bien ha inferido Slavoj Žižek, el falso progresismo consiste en hacernos creer que existen dos polos opuestos y que sólo uno es el correcto. Vemos a esos filósofos —que se hacen llamar “pensadores de izquierda”— abrir un debate sobre las carencias de los migrantes, o los pobres, de una forma descarada y cínica, pues ellos nunca renuncian a su pertenencia de clase privilegiada, enfatizando en políticas imposibles de llevar a cabo. En este mismo sentido, dice Žižek, el aborto es una decisión que comúnmente adoptan mujeres de clase media, en raras ocasiones personas de clase baja; para estas últimas —dice Žižek— ser madre es un valor cultural que se busca a temprana edad. El discurso que promueve el aborto legal busca ideológicamente estigmatizar a una clase entera para imponer sus propios deseos.[3] Una suerte de “quiero que hagas lo que yo quiero, pero pensando que es una necesidad que sale de ti”.
Por otro lado, y, ante todo, quiero mencionar que existen motivos como la integridad de la madre, una violación previa y/o incapacidad de la madre para llevar a término el embarazo que en Argentina se aceptan como formas legales o no punibles de aborto. Este proyecto de ley, sin embargo, va más allá y plantea “el deseo de la mujer y de su cuerpo” a no alojar una vida “indeseada”.
Friedrich Nietzsche nos habla de la tragedia como el encuentro entre la fuerza vital de la vida (pathos) y la idealización del mundo (logos) que sólo asegura la razón.[4] El mito de Penteo revela dos asuntos importantes. Penteo no puede aceptar lo inesperado, el descontrol, la falta de orden que sólo el logos puede garantizar y cae presa de su propio pánico, el cual se alimenta no sólo de las premisas del Oráculo (verdad establecida como incuestionable) sino también de su propia imaginación. Penteo es el deseo de aquello que se resiste a ser aprendido, y no sólo se libera sino que lleva a Penteo a su propia ruina. El hecho de deshacerse de las ataduras de Penteo revela cómo el pathos siempre —tarde o temprano— se impone al logos. ¿Es el aborto legal y libre un intento del logos por constreñir al pathos?
Fred Evans ha hecho una lectura brillante del mundo multicultural y el poder del Oráculo como verdad preestablecida, incuestionable e ideológica.[5] La democracia parece fundamentarse mediante una convergencia de voces y valores, pero no todos tienen el mismo peso. Por su parte, Christopher Lasch llama la atención sobre una nueva cultura narcisista donde el self, lejos de generar empatía, sólo sigue instrumentalmente sus intereses. El trabajo ha quitado a los padres la responsabilidad sobre sus hijos, despojándolos de su tiempo para con ellos. Como resultado, los niños son alojados en jardines o colegios casi todo el día. Los nuevos ciudadanos se encuentran insertos en una cultura que los frustra y les mutila el ego, produciendo nuevos consumidores narcisistas y hedonistas, más interesados en el propio placer que en el sacrificio por “otros”.[6] En uno de mis últimos libros he bautizado a la cultura capitalista como “el capitalismo mortuorio”, lo cual se refiere a una imposibilidad del hombre-consumidor para comprender la vida. En perspectiva, el hombre —siempre temeroso de morir— niega la trascendencia y desarrolla una cultura patológica donde la muerte es una cuestión de inferioridad. El hombre especial vive para siempre; y es diferente porque puede vivir para siempre. Esta suerte de narcisismo lleva paradójicamente a “defender la vida bajo cualquier circunstancia” pero extendiendo la muerte “de otros” como forma de entretenimiento. Vemos en el cine, en los videojuegos y en las novelas una suerte de aniquilación colectiva donde unos pocos sobreviven y al hacerlo se coronan como los administradores de “todo”. Es más, la vida es vista como una gran carrera donde todos compiten por llegar a la meta. No obstante, pocos ganan y los que ganan se llevan todo. En una suerte de “darwinismo social”, donde los fuertes sobreviven y los débiles perecen, esta nueva cultura nos muestra “el sufrimiento ajeno” como una forma identitaria de supremacía cultural.[7]
Segunda reflexión
Ahora bien, lo ya expuesto sugiere una pregunta por demás particular: ¿por qué se impone el discurso del aborto legal y libre y porque ahora?
Una lectura general sugiere que en el mundo religioso la vida le compete a Dios, siendo la mujer y el hombre receptores pasivos que deben aceptar el designio, pero, en el mundo secular, el individuo decide. Por otro lado, las estadísticas demuestran dos puntos importantes. El primero es que aquellos estados seculares occidentales de países del primer mundo han adoptado una ley que contempla el aborto legal, mientras que en gran parte de América Latina y África el aborto sigue siendo ilegal. Para algunas voces, ello significa que la influencia de la Iglesia Católica no permite un debate ajustado a la necesidad de una madre “en situación vulnerable”. En segundo lugar, en pos de falta de conflictos bélicos totales (como las dos guerras mundiales) las sociedades occidentales han cosechado un avance tecnológico tendiente a extender la vida y a maximizar la producción en las grandes fábricas.[8] Como resultado se ha generado un crecimiento vegetativo agravado por una masa laboral activa cada vez más pequeña que debe —tributariamente hablando— solventar a una población envejecida.[9] En dicho contexto, hay una tercera lectura que debe hacerse. Si bien el aborto es contemplado en la mayoría de los países occidentales, el debate parece instalarse (como en el caso español) luego del 2000. Con excepción de Francia, Reino Unido y Estados Unidos, que ya gozaban de legislación al respecto, en países como España (2010), Portugal (2007), Alemania (1995), y ahora en Irlanda, el debate parece reciente.
¿Es el derecho al aborto libre, es decir, sin restricción, más que la voluntad de la madre, un efecto secundario del 9/11 y al avance del terrorismo internacional?
Las diferentes mitologías concuerdan en señalar que los héroes (entre los cuales entran Gilgamesh, Sigfrido, Cristo, Mahoma y otros) se encuentran en una difícil situación desde su nacimiento, siendo la mayoría de ellos perseguidos por su linaje. Como María, y muchas otras mujeres que deben protegerlos, el destino se les impone y las interroga a efectos de una decisión. En ninguno de los casos ese destino es deseado por estas mujeres, pero aun así continúan con un designio que les es ajeno. Sin lugar a dudas, todas estas estructuras míticas señalan al mismo punto, la hospitalidad. La madre funciona como un anfitrión que protege y cuida a su huésped durante un lapso determinado de tiempo. Algunas buscan ese huésped con ansias y no lo consiguen, mientras que otras, teniéndolo, no quieren hospedarlo. Jacques Derrida señalaba que existen dos tipos de hospitalidades: la generalizada y la restringida. La primera no pide nada a cambio, mientras que la segunda no puede darse sin algo a cambio. Derrida advierte que la hospitalidad restringida se impone, a la vez que la generalizada se hace una utopía.[10]
La sociedad moderna no funciona en forma muy diferente a esa madre que no desea su embarazo (y decide pararlo). La lógica extorsiva del terrorismo produce miedo, aversión por lo diferente, por la falta de control que nos lleva a la incertidumbre. Como bien advierte Daniel Innerarity, cualquiera puede dar alojamiento a quien paga por él, empero, comprender al extranjero que busca asilo es interrogarse así mismo sobre un acto de generosidad y reciprocidad. Como el riesgo que llega sin avisar, el extranjero apela a nuestra propia concepción de seguridad; como un bebé indeseado, yo agregaría. En algún punto, y por temor, Occidente se refugia en sí mismo cercenando la ley de hospitalidad, la cual la ha constituido como civilización.[11] La paradoja es que aun buscando una sociedad de riesgo cero, muchos otros riesgos peores emergen. El sentido de una seguridad que se cierra al exterior es lo que define a la cultura postmoderna; no obstante, cerrarse es lo lleva al surgimiento de nuevos y mayores riesgos que ponen en jaque a la sociedad. Cabe decir que el aborto libre reduce, pero no elimina, los riesgos. La madre aloja a su hijo o hija de la misma forma que un huésped es alojado por su anfitrión. Abortar por causas injustificables —como el simple deseo de la madre— simboliza la negación a esa contingencia que nos hace humanos. La hospitalidad le es negada al nuevo no-nacido, de la misma forma que el refugiado encuentra el destrato, la discriminación y la cárcel.[12]
Después de todo, el terrorista se suicida para asesinar a otros,[13] mientras que, en este caso, la mujer occidental asesina a otro para salvarse ella. El terrorista funde su individualidad en una masacre colectiva, mientras que quien practica un aborto funde la colectividad en su deseo individual de no ser madre. La mujer occidental no acepta la interpelación, quiere disponer de su cuerpo, no según el mandato de la biología, sino según su propio deseo. Como bien admite Giddens, el sexo, que ha sido una unidad social de reproducción, ha mutado en una fuente de placer que no acepta sus consecuencias. El resultado, sin lugar a dudas, es no sólo la simetría entre los dos géneros, lo cual explica la violencia del hombre hacia la mujer, sino la destrucción de los géneros como entidades sociales. En igualdad de condiciones, en un mercado de trabajo que los explota, el hombre se hace mujer y la mujer se torna en hombre.
Si la mujer medieval moría en el parto, la ciencia moderna ha hecho que la cantidad de muertes por parto disminuyera en forma notable. El resultado ha sido que el sexo se institucionalice como algo más hedonista que un simple fin de reproducción. Por lo tanto, la figura de la mujer como dadora de vida sucumbe frente a un nuevo arquetipo híbrido.[14] La ley que le da a la mujer mayores beneficios es impotente para frenar la violencia hacia ellas. Como bien infieren, primero Durkheim,[15] y más recientemente Giorgio Agamben,[16] la ley, lejos de prevenir un acto, lo promueve. No sólo por el sentido de la excepción que la ley encierra en sí misma, sino porque une dos partes, quien la rompe y quien la respeta dentro de un mismo valor social. En su libro The Dwarf and the Puppet, Slavoj Žižek sostiene que el poder de la ley depende de cuán rápido se fagocita a sí misma. Ideológicamente, el poder de la hegemonía está en que ésta nunca se cuestiona, pero por sobre todo en el hecho que la ley afirma por lo que niega. Cuando el cristianismo impone la ley: “¡No matarás!”, lo que en el fondo dice es: “No. ¡Matarás!”.[17] Misma observación puede hacerse sobre el lema del feminismo argentino: “¡Ni una menos!” (discurso que de forma naïve intenta reducir la cantidad de feminicidios en el país). En el fondo, el lema se subvierte en: “Sí. ¡Una menos!”. A pesar de sancionarse una ley en protección del sexo débil, la cantidad de femicidios se ha triplicado en los últimos años. Por último, y no por eso menos importante, cabe discutir que la creencia que apunta a que despenalizando el aborto se solucionará el tema es tan irreal como pensar que más muros alejarán al terrorismo.
El gran problema filosófico del aborto legal y gratuito, como la pena de muerte, radica en lo que llamo “la temporalidad de la decisión”. Tema ya estudiado por Leibniz y Espinoza.[18] La filosofía ha demostrado que no todas las decisiones internalizadas por correctas o incorrectas a corto plazo lo son realmente a largo plazo.[19] Puedo creer que algo es bueno para mí cuando realmente no lo es y viceversa. Lo que es peor aún, hoy puedo pensar que mi decisión es la correcta y luego darme cuenta de que ha sido un error o, simplemente, cambiar de opinión. Es precisamente lo que muchas mujeres que han pasado por esta situación traumática manifiestan hoy, la radicalidad de la muerte no tiene reversión. Por lo pronto, espero que en otros países el debate se dé con mayor altura intelectual que el gran simulacro que todos estos días tuvo en vilo a la ciudadanía argentina.
Bibliografía
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- Auge, Marc, Diario de Guerra: el mundo después del 11 de septiembre, Gedisa, 2002.
- Baudrillard, Jean, Cultura y simulacro, Barcelona, Editorial Kairós, 1993. Barcelona,
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- Centeno, Miguel y Enriquez, Elaine, War and society, Cambridge, Polity Press,
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- Durkheim, Émile, “What is a social fact?”, The rules of sociological method, London, Palgrave, 1982. pp. 50-59.
- Evans, Fred, “Cyberspace and the concept of democracy”, Studies in practical philosophy, Vol. 4, No. 1 (2004), pp. 71-101.
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- _______, Terrorism, Tourism and the end of Hospitality in the West, New York, Palgrave Macmillan, 2017
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- Leibniz, Gottfried Wilhelm, Discurso de metafísica, Madrid, Alianza, 1982.
- Nietzsche, Friedrich Wilhelm, The birth of tragedy, Oxford, Oxford University Press, 2000.
- Spinoza, Baruch, Spinoza: The Complete Works, New York, Hackett Publishing, 2002.
- Taylor-Gooby, Peter (ed.), New risks, new welfare: the transformation of the European welfare state, Oxford, Oxford University Press, 2004.
- Žižek, Slavoj, The puppet and the dwarf, Cambridge, Massachusetts Institute of Technology,
- _______, The universal exception, London, Bloomsbury Publishing, 2014.
Notas
[1] Baudrillard, Cultura y simulacro, ed. cit.
[2] Auge, Diario de Guerra: el mundo después del 11 de septiembre, ed. cit.
[3] Žižek, The universal exception, ed. cit., pp. 79-82.
[4] Nietzsche, The birth of tragedy, ed. cit.
[5] Evans, “Cyberspace and the concept of democracy”, ed. cit.
[6] Lasch, The culture of narcissism: American life in an age of diminishing expectations, ed. cit.
[7] Korstanje, The Rise of Thana Capitalism and tourism, ed. cit.
[8] Centeno y Enriquez, War and society, ed. cit.
[9] Taylor-Gooby, New risks, new welfare: the transformation of the European welfare state, ed. cit.
[10] Derrida, “Hostipitality”, ed. cit.
[11] Innerarity, Ethics of Hospitality, ed. cit.
[12] Korstanje, Terrorism, Tourism and the end of Hospitality in the West, ed. cit.
[13] Baudrillard, The spirit of terrorism and other essays, ed. cit.
[14] Giddens, The transformation of intimacy: Sexuality, love and eroticism in modern societies, ed. cit.
[15] Durkheim, “What is a social fact?”, ed. cit.
[16] Durkheim, “What is a social fact?”, ed. cit.
[17] Žižek, The puppet and the dwarf, ed. cit.
[18] Leibniz, Discurso de metafísica, ed. cit.
[19] Spinoza, Spinoza: The Complete Works, ed. cit.