Revista de filosofía

Butler: cuerpos que importan o sobre la pregunta por la materialidad del cuerpo

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FOTOGRAFÍA DE UNA PERFORMANCE REALIZADA POR DIANA J. TORRES

 

Why should our bodies end at the skin,

or include at best other beings encapsulated by skin?

Donna Haraway

 

Resumen

La pregunta sobre la materialidad del cuerpo es problematizada por Judith Butler en su libro Cuerpos que importan en respuesta a los problemas suscitados por sus propios trabajos sobre performatividad de género, publicados 10 años antes, y también pueden considerarse inspirados por las brechas que Butler encuentra en el trabajo de Michel Foucault sobre la sexualidad y el cuerpo. Este artículo traza la trayectoria del problema, comenzando con las denuncias de Foucault a la construcción del cuerpo y su sexualidad, pasando por la elaboración de Butler sobre la performance de género y mostrando algunas direcciones o soluciones que ella adopta e indica ante el problema.[1]

Palabras-claves: cuerpo, género, performatividad, materialidad, constructivismo, sexualidad.

 

Abstract  

The question about body materiality is problematized by Judith Butler in her book Bodies that matter in response to problems aroused by her own works about gender performativity, published 10 years earlier, and can also be thought of as inspired by the gaps that Butler found in Michel Foucault’s work about sexuality and body. This paper traces the trajectory of the problem, starting with Foucault’s denunciations of body construction, passing through Butler’s elaboration about gender performance and showing some ways or solutions she takes and indicates for this problem.

Keywords: body, gender, performativity, materiality, constructivism, sexuality.

 

El problema al rededor de una materialidad del cuerpo envuelve, de modo muy inicial, a la pregunta ¿Qué es el cuerpo? Y, de modo más elaborado, ¿cómo considerar al cuerpo en su existencia material?, ¿cómo no ignorar o abordar este detalle de que el cuerpo siente, desea, vive, muere, duerme, defeca, se enferma, etc.? Esta cuestión aparece en la obra de Butler a partir de, por lo menos, dos teorizaciones anteriores de las cuales ella elabora sus tesis. Una de estas es lo que fue elaborado por Michel Foucault en sus trabajos sobre la disciplina y sobre la sexualidad. La otra es oriunda de sus propios trabajos, sobre el género y el sexo, publicados en el início de la década de los 90 del siglo XX, donde defendia la tesis de que incluso el sexo (que solía ser considerado como dato natural e irrelevante al ejercicio social del género) también es construído, histórica y socialmente, en el tiempo y espacio de una época que lo formula discursivamente mientras lo afirma de un modo y no de otro. Estas ideas también se relacionan con los trabajos de Foucault. Especialmente las ideas acerca de la sexualidad como algo construído socialmente por medio de relaciones entre conocimientos enunciados acerca de los cuerpos y micro-poderes, que organizan los modos como estos cuerpos se relacionan entre sí y existen, pero lo rebasan al considerar la división de género como constitutiva de todo cuerpo y, también, por abordar las cuestiones acerca de una materialidad de los cuerpos que no puede ser ignorada en nombre de tesis constructivistas. En este sentido, Butler supone (con Foucault) que lo que el cuerpo es está siempre subordinado a una discursividad que lo define y regula y, más aún, regula lo dicho y lo no dicho de una época.

La pregunta sobre la materialidad del cuerpo surge de estas tesis, las cuales Butler intenta resolverlas. Especialmente en el contexto de sus propios trabajos, de modo a reproblematizar y reformular estos temas, para intentar, al menos, indicar algún camino. A las tesis, que despertaron estos planteamientos, paso en este momento, para así, poco a poco, desenredar de forma más detallada la manera en la que nuestra pensadora resuelve la cuestión.

 

Butler y los senderos abiertos por Michel Foucault

En su libro más conocido sobre el tema del cuerpo, Vigilar y Castigar (1975), Foucault ha investigado cómo los procesos disciplinarios, inherentes a las sociedades, hacen más dóciles las conductas de los indivíduos a través de una domesticación de sus cuerpos y costumbres. Esto por medio de sus reglas de vida: se organizan sus horários, se crean modelos de conducta a ser seguidos y se hacen normas institucionales que son incorporadas, de modo individualizado, hasta el punto de naturalizarlas. Los cuerpos humanos (y en ellos comprendida su sexualidad) figuran como blancos de saberes y normas de conducta, que se construyen en las propias relaciones inter-humanas entre cuerpos individuales y en la auto-vigilancia frente a tales normas. En los trabajos sobre la sexualidad, el filósofo radicaliza estas concepciones llegando a mostrar que una idea de naturaleza sexual humana, también, es construída según reglas sociales vigentes, que no son fijas, pero que constriñen la sexualidad a movimentos previsibles y a manifiestarse siempre bajo la oposición entre natural y pervertido. De tal suerte que crea, así, una sexualidad regulada por el cuerpo y sus funciones consideradas como normales o como averiadas. En este juego de opuestos, la sexualidad humana tiene su ejercicio orientado por lo que se sabe y se dice del sexo (cuerpo), de modo que este cuerpo sexuado (y sexualizado) se hace piedra de toque para la elaboración de las reglas que rigen las prácticas sexuales. Un cuerpo natural y naturalmente sexual, pegado a un único género, es regulado según una concepción sobre lo normal (y lo anormal) de sus funciones y, su modo de ser cuerpo, estará condicionado a ello. En caso de que escape de lo que estas reglas prescriben, será considerado un cuerpo averiado, desarreglado, pervertido y enfermo.

La inversión que puede ser percibida en la concepción de Foucault sobre el sexo, el género y la sexualidad en relación a otras teorías sobre el cuerpo que fueron elaboradas, más o menos, en la misma época, como el psicoanálisis freudiano muy criticado por él —o aún algunas tesis de la segunda ola del feminismo, a las cuales sus teorias estuvieron expuestas, aunque nunca las haya citado—, es que rechaza pensarlos desde la oposición entre natural y cultural, sobretodo para no caer a una crítica de lo cultural como lo que aplastaría a la naturaleza de modo a calificar aquella como opresora y esta como liberada. Exactamente en esta formulación se identifica su gran punto de crítica, y a la cual Butler asume como punto de partida en sus trabajos sobre el género. Para Foucault, en la oposición entre naturaleza y cultura, hay una disposición mircro-política que involucra poderes y saberes (enunciados) acerca de los cuerpos —especialmente acerca del sexo y del género, añadiría Butler— donde tal oposición los reduce a una dinámica (o dispositivo) que los plantea entre su adentro y su afuera y, en ello, regula y normaliza sus acciones.

Foucault, en este sentido, enfatiza que en la construcción normativo-discursiva de el cuerpo, en tanto modelo natural, están implicadas las normas para los cuerpos en sus existencias particulares. De eso resultaría que el humanola mujer y el hombre, añadiría Butler— está atrapado a un modo prescritivo de ejercicio de vida (de ser, de actuar con los demás y de comprenderse a sí mismo) donde la verdad de su cuerpo, de su sexualidad —y de su sexo, agregaría Butler— determina sus deberes como tal. Dicho de otro modo, el humano está atrapado a una subjetividad, modos de ser y concebirse como sujeto con su actuar en el mundo, desde un deber ser (así), que coincide con un es verdadero ser (así). Lo que enmarca lo prescritivo de tal subjetividad, ya que en ella se obedece a una naturaleza enunciada del cuerpo.[2]

Estas articulaciones implican también, en la calificación del trabajo de Foucault (y también el de Butler) como constructivista (y estructuralista), en lo que concierne a la definición del humano. Sin embargo, la diferencia del constructivismo de Foucault (y el de Butler) es que sus críticas se dirigen en un momento anterior de la denuncia de una construcción discursiva cultural del cuerpo: atacan la propia formación de una discursividad pegada a una época espacio-tiempo (histórica) que crea condiciones de posibilidad para que discursos constructivistas se formen. Así, se trata de una crítica al constructivismo, en tanto articulador de la idea de que el cuerpo es producto cultural, y su radicalización, en tanto defiende que los binomios involucrados en la construcción del cuerpo también son construidos según una red de relaciones que los permiten. A partir de esto, es posible defender que también la naturaleza está formulada por discursos enunciados en nuestras culturas del mismo modo que lo están los discursos acerca de la distinción entre natural y cultural, y eso ocurre, también, dentro de juegos localizados históricamente, que involucran lenguaje, prácticas sociales, culturales y políticas. No obstante, el problema que parece permanecer, o incluso agravarse en este constructivismo radical, es lo de la relativización, o inclusive romantización, de lo que se vive de hecho al ser cuerpo. Las cuestiones que surgen son: ¿cómo los cuerpos pueden ser puros constructos discursivos? ¿cómo a este cuerpo que está aquí leyendo, escribiendo, que tiene sus experiencias sexuales y emocionales que se materializa en la muerte, en la violencia, en el dolor, en el goze, en el amor, podemos atribuirle una existencia puramente discursiva?[3]

FOTOGRAFÍA DE UNA PERFORMANCE REALIZADA POR DIANA J. TORRES

 

Butler y sus propios senderos

Otro de los factores que llevaron a Butler hacia la pregunta sobre la materialidad del cuerpo (o mejor dicho, de los cuerpos, en plural), son las tesis que ha presentado en su propio trabajo, más especificamente en su libro El género en Disputa. Ahí evalúa que el cuerpo materialmente considerado con sus órganos y sistemas anatómicos, sus dolores y deseos, sólo gana algún sentido cuando a él se relacionen discursos que siempre le marcan y encuadran a un género. En líneas muy generales, El género en disputa presenta una idea de construcción del cuerpo más o menos en los mismos moldes de la teoría foucaultiana sobre la sexualidad donde un cuerpo natural es entendido como constructo discursivo, pero cuya existencia conlleva un dimensión ativa, productora, formadora y jamás neutra, pasiva y estática, de la sexualidad. Cuando se atribuye un conjunto de características a los cuerpos, cuando se enuncia lo que es el cuerpo, se está creando un cuerpo o una idea de cuerpo en general que sólo tiene sentido al recibir estos predicados. En esta enunciación/fabricación, el cuerpo aparece como referencia a una naturaleza humana que justifica sus actos, pero que, también, se moldea y se naturaliza en función de estos actos. Es en este carácter actuante y auto-productor de un cuerpo naturalizado, discursivamente, que actúa en tanto naturaleza fundadora del género, que el sexo no puede más ser pensado, según Butler, como un dato orgánico y a priori de la naturaleza humana, sino como producto elaborado en un juego o ejercicio de fuerzas entre las acciones corporales y todas las líneas que forman la sexualidad y que, como tales, inciden sobre las determinaciones de género.

Estas formulaciones de Butler no se limitan, es importante enmarcar, a una herencia de lo que fue formulado por Foucault acerca de la sexualidad, ya que engloban también la apreciación detallada de tesis del feminismo, como el elaborado por Simone de Beauvoir sobre la no-naturalidad del género, y del psicoanálisis freudiano, con sus teorías de las pulsiones sexuales y el complejo de Edipo, o, aún, sobre los trabajos más recientes y con los cuales ella dialogó directamente, como los de Gayle Rubin[4] y de Johan Scott[5] sobre los sistemas de separación y unión entre sexo y género. Butler realiza sus primeras reflexiones de El género en disputa de modo muy cercano a las tesis de estos últimos trabajos y asume, con relación en ellos, una postura más radical. Su constructivismo acerca del género asume un movimiento profundamente foucaultiano —también deconstructivista y derridiano— el cual se centra en exponer los procesos de formación del sexo, del género y de las sexualidades en sus contextos históricos, políticos y discursivos.

Butler considera la formulación socio-cultural del género y del sexo como realizada en conjuntos discursivos que producen lo que se dice y se repite constantemente sobre ellos, pero también como lo que se oculta y lo que no se dice sobre ambos. Dicho de otra manera, en la construcción del género no hay solamente una co-producción de género y sexo de modo correlativo, sino, también, la producción de lo no-dicho y de lo invisible de los cuerpos. Se trata de pensar la relación de producción del cuerpo en un nível anterior y más profundo, tal como propuso Foucault, con el detalle de que esta producción no puede ignorar, como ha hecho Foucault, que los cuerpos siempre aparecen divididos por su sexo/género.

En el mismo sentido, todavía es importante enmarcar que Butler no se ha direccionado a un constructivismo radical por fidelidad a esta teoría, sino por su compromiso filosófico de problematizar los procesos de formación del género; principalmente, de las consecuencias politicas y subjetivas de esta formación. Para eso, se sirve de la teoría de los actos del habla, elaborados por Austin, para crear una idea de performance de género, donde performar el género es más que un acto o actuación (papel) que coincide o se opone a un dato normativo presente en una regla corporal (el sexo). Performar el género es un acto que ocurre en un ejercicio contínuo y constante de ser y de actuar de cierto modo, lo cual será justamente lo que define la norma del género y del propio cuerpo (o sexo) como dato. En este actuar, lo que se es, lo que se quiere y lo que se siente, son movimientos de formulación, repetición y reiteración discursivas que definen al género y al sexo; al cuerpo y a sus pulsiones sexuales. Sin embargo, cuando Butler defiende que el género es construído en el ejercicio del vivir y en el interactuar de los humanos de modo performativo, y que este define al sexo tal como el sexo al género, defiende también que el lenguaje realiza enunciados creadores. En la propia medida que son enunciados, los cuerpos se realizan en estas hablas/actos bajo normas que les permiten existir o que lo permiten de un cierto modo (y no de otros). En las normas del género, entonces, se regula lo que puede/debe ser dicho y lo que no, y eso crea una “realidad” de los cuerpos y, más aun, crea una normatividad bajo la cual estos cuerpos pueden existir.

Eso trae la idea de co-producción entre sexo y género en la performance de género: mientras el género se construye socialmente como papel a ser asumido en función de diferentes factores que definen constantemente las normas a ser seguidas por cada uno de sus integrantes (y que están ligadas al momento histórico y a las relaciones científico-políticas vigentes), el sexo se consolidaría y se reforzaría en una (u otra) materialidad específica en función de su relación con el género y de las incidencias de estas normas sobre él. El género, por lo tanto, aparece en este trabajo de Butler como un acto performativo que no es despertado por la naturaleza del cuerpo/sexo, sino que actúa sobre éste. Como acto performativo, el género se refuerza poco a poco en la repetición ritualizada de las acciones y discursos que lo forman, y, en contrapartida, incide sobre el sexo actuando sobre su formación y determinando sus características. Sin querer reducir sus teorizaciones sobre el género a una simple circularidad, pienso que este problema puede resumirse más o menos así: el sexo no es temporalmente anterior al género, sino que el género actúa sobre el cuerpo como norma que es repetida constantemente. En esta repetición, el género se genera a sí mismo como norma —que en nuestro contexto occidental es una norma heterosexual— y se impone al cuerpo/sexo. En el sentido inverso, el sexo/cuerpo se orienta por la heteronorma del género y funciona sobre él como refuerzo de ella. Así, el género es productor del sexo tanto como éste es de aquél. Y ambos se co-producen a partir de la interferencia de la cultura, de los muros, los puentes, los coches, trenes, aviones, del clima, de las relaciones sexuales, la pornografía, la música, la industria de la música, la producción de látex en larga escala, las epidemias, las guerras, etc., etc., etc.; todo eso actúa sobre sexo y género, y ambos actúan sobre todo.

En esta telaraña de líneas y actos repetitivos de fuerzas normativas que se co-producen, todo parece relativizarse, incluso el cuerpo: el cuerpo y el sexo narrados en esta producción parecen estar reducidos a una dimensión discursiva-normativa (heteronormativa), y una resistencia o remanejo de esta dinámica de auto-producción-regulación no parece encontrar salida, visto que la norma regula a los cuerpos y los cuerpos regulan a la norma. Sin embargo, cuando una tal dinámica se repite para conservarse, también es posible que no se imite completamente, de suerte que al cambiar detalles de su repetición, puede reescribir la norma, aunque sea para seguir normalizando. En una concepción del género como performance, por lo tanto, Butler encuentra la posibilidad de repensar el cuerpo y su fabricación discursiva-performativa.

FOTOGRAFÍA DE UNA PERFORMANCE REALIZADA POR DIANA J. TORRES

 

La pregunta por la materialidad del cuerpo

Uno de los problemas consecuentes de todo eso que ha formulado de manera bastante compleja y cuidadosa en El género en Disputa, y que Butler identifica muy rápidamente, es que toda esta teoría parece sacar de las experiencias del cuerpo el peso o la importancia que pueden tener. Y por ello busca resolver el problema de los límites entre la materialidad y los discursos formadores del cuerpo/sexo en el libro Cuerpos que importan. En el prefacio de la segunda edición del libro escribe: “Por cierto los cuerpos viven y mueren, comen y duermen, sienten dolor y placer, soportan la enfermedad y la violencia y una podría proclamar escépticamente que estos hechos no pueden descartarse como una mera construcción”.[6] Y esta referencia abre precedentes para que ella también pregunte “¿Por qué lo construido se entiende como artificial y prescindible?”[7]

Las respuestas más adecuadas a esta cuestión parecen ser las que defienden una no-negación o no-oposición a lo artificial del cuerpo, proponen que se deje de oponer su construcción a su naturaleza para pasar a otras posibilidades de ser del cuerpo, o de los cuerpos, de existir y de formularse. Desde una perspectiva que ya no opone natural y cultural, y asume un constructivismo radical, pero no olvida de la materialidad del cuerpo, Butler abraza esta cuestión al formularla del siguiente modo: Si todo es construido discursivamente, entonces ¿cómo explicar esta materialidad del cuerpo?[8]

La filósofa intenta responder el problema adecuando y reformulando su teoría sobre la performatividad del género hacia una que no ignore la materialidad del cuerpo y que, sobre todo, no reduzca las experiencias corporales posibles a un conjunto de experiencias prescritas. De este modo, la respuesta que elabora al problema no retoma una naturaleza del sexo y tampoco renuncia al constructivismo o reformula alguna suerte de ontología del ser del cuerpo. Al contrario, sus elaboraciones teóricas siguen un argumento que refuerza la idea de producción de sentido al cuerpo en la repetición performativa que se efectúa en el lenguaje. Y, en este sentido, argumenta que el acceso al cuerpo material es realizado en el lenguaje, pero, más que todo, es al decirlo que le damos sentido; lo ponemos al universo de lo inteligible y lo hacemos ser. Afuera, eso no sería posible considerarle otra manera de existir como matéria, visto que al hacerle referencia, ya estaría postulándole en el lenguaje. Cuando el lenguaje denota también crea, y cuando repite sentencias, reitera lo creado. Sin embargo, no se trata de un acto deliberado. “En primera instancia, la performatividad debe ser entendida no como un ‘acto’ singular o deliberado, sino como la práctica reiterativa y citacional por la cual el discurso produce los efectos que nombra”.[9]

Cuando se dice que el cuerpo es de un sexo, de un género, de una manera u otra ya se está operando en el lenguaje un movimiento que además de nombrarlo, también, lo fabrica con estos atributos bajo el sentido que estos le imprimen. Cuando se habla del cuerpo de modo general (de cómo son sus funciones), por lo tanto, se le está produciendo en el momento mismo en que esto es enunciado. En este sentido, a la pregunta ¿qué es el cuerpo? se responde que: es lo que se dice que es en el momento mismo en que se habla.  

Sin embargo, a partir de su teoría del performance, donde normas se reiteran en el ejercicio constante de actuar/hablar, Butler enmarca que la materialidad del cuerpo no se origina en el discurso, es decir, que el discurso no sería el marco cero o la fuente inicial de la producción de la materialidad del cuerpo; como si antes no existiera y luego pasara a hacer y, entonces, se fijara como tal. Se trata, más bien, de que el discurso es proceso y medio de la producción del cuerpo. Se hace importante, así, pensar esta producción en la repetición y sin ningún tipo de temporalidad. Neutralizar la temporalidad, entonces, hace que se pueda seguir afirmando que el cuerpo es producido discursivamente, pero a la pregunta ¿qué es el cuerpo? se responde: el cuerpo está siendo lo que se está diciendo que es en este momento en que hablamos.[10] El énfasis sobre el estar siendo remarcaría al carácter productor del discurso y no su origen. La profesora Angela Fonseca, nos sugiere que:

Por la consideración de lo performativo, la relación entre lenguaje y cuerpo no se despega de un acto constructivo aislado, sino de un proceso jamás acabado definitivamente, de modo que la materialización de los cuerpos por el lenguaje no indica una producción demiúrgica de la matéria, pero los procesos de referencialidad que confieren contornos inteligibles a los cuerpos que se producen en su relación continuada con las normas y las significaciones linguísticas.[11]

La materialidad del cuerpo, en este sentido, es más que un detalle importante a ser considerado, es inevitable a la propia producción del cuerpo, por lo tanto, afirmar “que el discurso es formativo no equivale a decir que origina, causa o compone exhaustivamente aquello que concede. Antes bien, significa que no hay ninguna referencia a un cuerpo puro que no sea al mismo tiempo una formación adicional de ese cuerpo”.[12] Una concepción que, según la lectura que hago aquí, parece señalar a respuestas animadoras frente a las cuestiones que de eso siguen: ¿cómo se podrían reinventar los cuerpos? o ¿Cómo se podría resistir a las normatividades que les marcan (como la heteronorma, por exemplo), ya que serían respondidas por el própio movimiento performativo en el lenguaje en su repetición y reformulación constante?

 

Bibliografía 

  1. Butler, Judith, Bodies That Matter: on the discursive limits of sex’, Routledge, New York & London, 1993.
  2. ___________, Bodies That Matter: On the Discursive Limits of ‘Sex’, Routledge, New York, 1993.
  3. ___________, Cuerpos que importan, sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Alcira Bixio, Paidós, Buenos Aires, 2010.
  4. ___________, El género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad, Maria Antonia Muñoz, Paidós, Barcelona, 2007.
  5. ___________, “¿puedo llevar una vida buena en una vida mala?” En: Judith Butler, European Graduate School, Trad. M. Ricalde y S. A. Rueda, I, Frankford, December 14, 2012.
  6. ___________, Quadros de Guerra: Quando a vida é passível de luto?, Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 2015.
  7. ___________, Marcos de Guerra, las vidas lloradas, Paidós, México, 2010.
  8. Haraway, Donna, “A Cyborg manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth Century.” En: Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature, Routeledge, New York, 1991.
  9. Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión (1975), Trad. Aurélio Garzón del Camino, Siglo XXI, México,
  10. ______________, Historia de la Sexualidad 1, La voluntad de saber (1976), Trad. Ulises Guiñazu, Siglo XXI, México, 2009.
  11. Rubin, Gayle, “Sexual Politics, the New Right, and the Sexual Fringe” In The Age Taboo, Alyson, 1981, pp. 108-115.
  12. Scott, Johan, “El género: Una categoría útil para el análisis histórico”, In: Lamas, Marta (Comp.) El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México: PUEG,, pp. 265-302.

 

Notas

[1] El estudio en el que se basa este artículo es parte de los resultados de la investigación que he realizado en mi tesis doctoral, presentada y aprobada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en noviembre de 2015, y para la cual he recibido una beca doctoral de CONACyT.

[2] A eso Butler añadirá, ampliando e incluso contrariando Foucault, que enmarca también una subjetividad de una naturaleza marcada por el cuerpo sexo/género, dividido entre femenino y masculino, entre hembra y macho, mujer y hombre, y que también determina como algunos de estos cuerpos son vistos y concebidos como no-sujeto, como abyectos, como otros de la norma. Acerca de ello, sugerimos la lectura de su libro Marcos de Guerra, las vidas lloradas, Paidós, México, 2010.

[3] Es interesante pensar cómo estas preguntas fueron poco consideradas por Foucault. Lo ha abordado una única vez de modo literário en una intervención titulada Le Corps Utopique y que leyó en la Radio France Culture en 1966, antes de haber elaborado sus teorías sobre la sexualidad. Creo que no haber tocado de modo profundo el tema de la materialidad del cuerpo se debe a que responder a las preguntas, implicaría reducir el cuerpo, de antemano, a algo que lo atraparía a esto que está dicho acerca del cuerpo, como si una definición cualquiera siempre lo prendería a un molde. Por otro lado, también ha evitado la temática para no recaer a teorías de la fenomenología, a las cuales se oponía, principalmente a las que entendían que habría un cuerpo (corps o chair) de una experiencia anterior al lenguaje.

[4] Cf. Rubin, Gayle, Óp. Cit., pp. 108-115.

[5] Cf. Scott, Johan, Óp. Cit., pp. 265-302.

[6] Butler, Judith, Cuerpos que importan, ed. cit., p. 13.

[7] Idem.

[8] Ibidem, p. 54.

[9] Butler, Judith, Bodies That Matter: On the Discursive Limits of ‘Sex’, ed. cit., p. 33 (traducción libre).

[10] Respecto al problema de la materialidad también está involucrado la cuestión de la muerte del cuerpo, por su presencia y existencia que determina el fin del cuerpo y la interrupción de la vida (y de toda experiencia posible), pero también desde un punto de vista político, donde estarían las discusiones y acciones políticas por la preservación del cuerpo, por la posibilidad de mantener el cuerpo con vida. Es el problema de la supervivencia que involucra todo un enmarañado de cuestiones sobre biopolíticas ligadas a las sociedades y relacionadas a los Estados y sus relaciones de poder sobre el globo, pero también a cada individuo y el movimiento subjetivo de mantenerse con vida. Eso implica la preocupación en mantenerse, pero más que todo, en mantener la vida dentro de un conjunto de experiencias que no sean la completa privación de derechos (dignidad, alegría, libertad, y todo un conjunto de condiciones que debe contener una vida que no esté muerta). Es en estos contextos que Butler lanza la pregunta ¿qué cuerpos importan? y hace una lectura del presente según la cual apunta para la importancia que ciertos cuerpos tienen en contraste con la completa insignificancia de otros en nuestras configuraciones socio-mundiales. Una de estas relaciones que lavan el cuerpo a asumir el movimiento de mantenerse con vida, y con una vida vivible, es la negociación de su condición de vulnerabilidad, la cual hace unos más dependientes de otros, pero más que todo, hace posible inúmeras formas de biopolíticas de desigualdad, las cuales sólo pueden ser superadas desde ellas mismas. Cf. Butler, Judith, ¿puedo llevar una vida buena en una vida mala? En: Butler, Judith, European Graduate School, Trad. M. Ricalde y S. A. Rueda, I, Frankford, December 14, 2012.

[11] Cf. Fonseca, Angela, Crítica de la Subjetividad y la crisis del humano: Butler, pós-estructuralismo y performatividad, publicado en este número de Reflexiones Marginales.

[12] Butler, Judith, Cuerpos que importan, ed. cit., p.31.