Revista de filosofía

Des-precarizar la mirada: el sendero del disenso y la contemplación

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Des-precarizar la mirada: el sendero del disenso y la contemplación

Resumen

Este ensayo propone la práctica de la mirada desde su cualidad disensual y contemplativa. Para ello se revisan mínimamente los conceptos de disenso de J. Rancière y la pedagogía del mirar de B. Chun Han, como alternativas capaces de posibilitar una vía para desprecarizar la mirada. Finalmente, reflexionamos sobre las potencias emancipatorias de colocar el mirar desde esta otra perspectiva.

Palabras clave: Rancière, Han, desprecarizar, mirada, disenso, contemplación.

 

Abstract

This essay proposes the practice of the gaze from its dissensual and comtemplative quality. In order to do this, the concepts of dissent by J. Rancière and the pedagogy of the look of B. Chun Han are minimally reviewed, as alternatives capable of enabling a way to deprecarize the gaze. Finally, we reflect on the emancipatory powers of looking at this perspective.

Keywords: Rancière, Han, precariousness, look, dissent, contemplation.

 

La mirada es uno de esos objetos de reflexión filosófica que, como dirían Deleuze y Guattari,[1] ocupan un lugar menor en la historia de la filosofía. No obstante, en el siglo XX sobresalen las figuras de Bataille[2] y Sartre,[3] que, con sus puntuales divergencias, se abismaron en la minuciosa tarea de enfocar su pensamiento en la extrañeza de la mirada. Por un lado, el filósofo de la transgresión concentró parte de sus energías en esbozar una breve genealogía de las mutaciones del mirar en relación con la representación del arte. De este modo, reivindicando la mirada como una potencia capaz de dibujar las diversas aproximaciones del ojo a la representación de la “realidad”. Por el otro, el filósofo del existencialismo –más popular, por cierto- meditó sobre la mirada como un artefacto de dominación, a partir del cual el otro se convierte en un intruso en mi horizonte: “Con la mirada ajena, la “situación” se me escapa, o, por usar una expresión trivial pero que traduce bien nuestro pensamiento: ya no soy dueño de la situación”.[4] De ahí que podamos pensar que para ambos filósofos la mirada se encuentra, por así nombrarlo, “sujetada”, es decir, que hay una mirada que por un lado se va modelando de acuerdo al progreso lineal de la imagen del arte, y por el otro, un dispositivo que de cierta manera vigila y subjetiva a partir de una lectura constante sobre mi cuerpo y el de los otros. En pocas palabras: una mirada “subordinada” o “precarizada” que para decirlo en términos nietzscheanos ha perdido la inocencia de la mirada niño.

Ahora bien, si a lo anterior le añadimos las constantes modificaciones que ha padecido la mirada con la aparición de la industria cultural,[5] los medios masivos de comunicación, y la ascensión de las redes sociales en todas sus variantes, podemos afirmar que existe cierta precarización en la mirada, producto de todo lo anterior, y también, de lo que Rancière nombra el orden policial.[6] Solo basta asomarnos a la variedad de muros virtuales, donde día tras día, mañana tras mañana, aparecen, como diría el pensador francés, imágenes intolerantes con el claro objetivo de manejar la orientación de los ojos y así, consumir la desgracia en turno: “Así el tratamiento de lo intolerable es un dispositivo de visibilidad”.[7] De esta forma, lo que Rancière quiere decir es que, en definitiva, no hay tal cosa como un espectador emancipado.

Por otro lado, en esta misma línea de reflexión, el filósofo coreano B. Chul Han[8] supone que hemos pasado de la sociedad disciplinaria a la sociedad del rendimiento. Esto significa que los “sujetos” ahora se encuentran en un régimen que requiere que elaboren varias tareas a la vez, lo cual, dará pauta para una hiperactividad que desembocará, entre otras cuestiones, en una pérdida de atención a los detalles. Por ello, el autor no dudará en afirmar que hemos perdido la capacidad para contemplar, y, en consecuencia, propone una pedagogía del mirar inspirado en las enseñanzas de Nietzsche.

Ahora bien, en este breve texto intentaremos relacionar cómo vivir y trabajar bajo el orden policial –Rancière- y la sociedad del rendimiento –Han- pueden asumirse como nuevas formas de precariedad, que inciden no sólo en las formas de trabajo, sino que también, afectan, los sentidos y la cognitividad de los humanos. De acuerdo con Cuevas[9] la palabra precariedad deriva del término precarius que en Roma se refería a todo aquello que se obtiene por la súplica y el ruego, y por tanto, se caracteriza por una posición marginal y de pobreza. Además, en años más recientes el término ha gozado de cierto resurgimiento en el mundo académico, donde regularmente se utiliza para describir las condiciones asociadas a las nuevas formas de flexibilidad, inseguridad, y explotación laboral. De ahí que, bajo este contexto, de la mano de Butler[10] se producen vidas precarias, lo cual, nos permite vincularlo con modos precarios de operar los sentidos tal y como sugieren Rancière y Han. No obstante, ambos pensadores no se conforman con realizar una radiografía de la mirada en el contexto contemporáneo. Por el contrario, asumen una posición que busque “emancipar” la mirada más allá de la lógica de la denuncia, y nos invitan a reactivar su carácter subversivo. Por consiguiente, en este texto proponemos el término “desprecarizar” para nombrar aquellas propuestas que no buscan denunciar y describir los dispositivos de precariedad en la mirada, sino por el contrario, busquen interrumpir y desmantelar sus sujeciones a través de la creación de alternativas conectadas a la existencia cotidiana.

Así pues, resulta urgente preguntar: ¿Cómo podemos desprecarizar la mirada a partir del disenso? ¿Cuáles son los alcances de una nueva pedagogía del mirar a través de la contemplación?

En virtud de lo expuesto, este texto tiene como objetivo revisar los conceptos de disenso y la pedagogía del mirar para construir una propuesta enfocada en desprecarizar la mirada. Una primera directriz constituye la exposición del concepto de disenso de la filosofía política y estética de J. Rancière. La segunda directriz consiste en una exposición mínima de algunas ideas de la pedagogía de la mirada a través de la contemplación de Byung Chul Han. Por último, reflexionamos sobre las posibilidades emancipatorias de estos conceptos para desprecarizar la mirada.

 

Miradas disensuales: la lección de Rancière 

Si prestamos la mínima atención al torrencial de imágenes decadentes que pasan por nuestros ojos durante el transcurso de un día, no sería extraño pensar que nuestros ojos pocas veces se iluminan ante el resplandor metafísico que aún existe, de manera discreta, en los pequeños detalles de la naturaleza. Al respecto Rancière[11] señala que el orden policial genera un reparto de lo sensible, lo cual por supuesto, repercute en las maneras en las que mecanizamos nuestros sentidos. Por esta razón, sólo se podrán ver aquellos eventos o representaciones que aparezcan durante el transcurso de la vida atada a la policía temporal, y por tanto, desconectarse e irrumpir en otro horizonte no reconocido por dicho régimen, pocas veces será posible. En efecto, sublevar la mirada, y asomarse al gran torrencial de nubes infinitas, en esta modalidad del tiempo y distribución del espacio, es casi una imposibilidad, puesto que hay que mirar las paredes de la oficina, el monitor, las malas noticias. Revisar los correos electrónicos, la lista de pendientes, esto es, la agenda impuesta por las obligaciones cotidianas. Entonces, el ojo empieza a temblar. No soporta el ritmo del tiempo robado, y por ende, necesita una irrupción, un descanso, una vitamina. Y es aquí donde precisamente Rancière recurre al ejemplo de Gauny, aquel carpintero del siglo XIX, que supo encontrar el disenso, en un momento no previsto que, sin embargo, logró descolocarlo del hábito sensorial que le impone la vida y el trabajo:

Durante la revolución francesa de 1848, un diario revolucionario obrero, Le Tocsin des travailleurs, publica un texto aparentemente “apolítico”, la descripción de la jornada de trabajo de un obrero carpintero, ocupado en entarimar una habitación por cuenta de su patrón y del propietario del lugar. Pero lo que hay en el corazón de esta descripción es una disyunción entre la actividad de los brazos y la de la mirada que sustrae al carpintero a esta doble dependencia.[12]

Así, no queda duda que parte de la tarea para desprecarizar la mirada, radica en el poder disidente de colocarla en otra dirección. Visto así, los ojos de Gauny experimentaron la revelación de otro paisaje, y por ende, logró redimirse del mecanicismo habitual de sus sentidos. De ahí que como expresa Rancière: “Creyéndose en casa, mientras no ha terminado la habitación que está entarimando, aprecia la disposición del lugar; si la ventana da a un jardín o domina un horizonte pintoresco, por un momento detiene sus brazos y planea mentalmente hacia la espaciosa perspectiva para gozar de ella mejor que los poseedores de las habitaciones vacías”.[13]

De lo anterior, conviene destacar el rechazo implícito a la mirada precaria, puesto que esta nueva perspectiva reorganiza la visión hacia la potencia del gozo y la belleza. La apreciación de otros horizontes brinda la oportunidad de ser partícipe de otros signos de la naturaleza, regularmente vedados ante la cotidianidad laboral. De ahí que esta desidentificación de la mirada también se presente como un disenso, tal y como argumenta Rancière: “Esa mirada que se separa de los brazos y corta el espacio de su actividad sumisa para insertar en él un espacio de libre inactividad es una buena definición de disenso, el choque de dos regímenes de sensorialidad. Ese choque marca una conmoción de la economía “policial” de las competencias”.[14] Frente a ello, la mirada disensual se presenta como una modificación radical de las perspectivas, pues desactiva el espacio alienado desconectándolo, de sus tareas habituales. De tal modo Rancière ratifica: “Es romper la división entre aquellos que están sometidos a la necesidad del trabajo de los brazos y aquellos que disponen de la libertad de la mirada”.[15] En suma, la mirada disensual desarticula la visión bajo la dictadura de los espacios precarios abriendo la posibilidad para que emerjan otros cuadros y otras latitudes no reconocidas por la estrechez sensorial normalizada.

Hasta aquí, hemos intentado trazar una breve explicación del concepto de disenso desde la perspectiva de Rancière con el propósito de proponer una mirada disensual. Dicho esto, partimos a la exploración de otro sendero a fin de encontrar otros modos, otros horizontes, de colocar la mirada.

Miradas contemplativas: la vía de B. Chul Han

Tal como mencionamos anteriormente, una de las cualidades que se pierden ante la precarización de la mirada es la contemplación. De ahí que una de las meditaciones centrales del filósofo coreano B. Chul Han, se enfoque precisamente, en dar cuenta de cómo la vida “moderna” ha perdido poco a poco esta práctica tan profundamente espiritual. Por esta razón, en su libro la Sociedad del Cansancio, Han compone un capítulo denominado “Pedagogía del Mirar”. En este marco, bajo la influencia de ese otro gran monstruo del pensamiento –Friedrich Nietzsche, tan vigente, por cierto- recupera aquellas tres tareas pertinentes para todo educador: aprender a mirar, a pensar, y a hablar y a escribir. Así, la meditación de Han se afinca en una continuación de la enseñanza nietzscheana en la que se reconoce el carácter disidente de la mirada. Y bien, ¿De qué formas la mirada contemplativa puede construir una resistencia ante su precarización? ¿Qué misterios guarda la contemplación que pocas veces es recordada? ¿Por qué ya no sabemos contemplar?

Ciertamente, una de las hazañas de Han consiste en detectar esta ausencia en la mirada. Por ello, considera que es de suma relevancia “educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada. Este aprender a mirar constituye la ‘primera enseñanza preliminar para la espiritualidad’”.[16] Ante esta sentencia, el filósofo coreano nos recuerda la importancia de recuperar la lentitud que presupone mirar atentamente, y por el otro, la urgencia de rescatar esa práctica robada por el ajetreo cada vez más acelerado de la vida “moderna”, esto es, el regalo de la contemplación. Sin dejar de lado que la experiencia contemplativa requiere de cierta voluntad para parar el tiempo, para situar los ojos en aquellos paisajes no reconocidos por los enfoques precarios. De ahí que la contemplación trace otra forma de cifrar el mundo, pues logra descalibrarnos de la orientación mecanicista, que sobre todo, pierde la riqueza del mirar. En este sentido Han argumenta: “En cuanto acción que dice No y es soberana, la vida contemplativa es más activa que cualquier hiperactividad, pues esta última representa precisamente un síntoma del agotamiento espiritual. (…) Una verdadera vuelta hacia lo otro requiere la negatividad de la interrupción”.[17] Con esta idea en mente, el pensador señala el carácter negativo de la contemplación, el cual no sólo se fundamenta en debilitar lo afirmativo, sino por el contrario, se fortalece al activar la potencia espiritual pocas veces practicada en el hiperactivismo de las sociedades modernas. Visto así, podemos pensar que la contemplación infunde una energía extraordinaria a la vida, puesto que la libera de toda normativa que predica vivir de prisa sin ninguna intensidad fortificadora. Y bien, ¿qué necesitamos para contemplar? ¿Por qué la contemplación puede abonar a desprecarizar la mirada?

De entrada, podemos pensar que la contemplación requiere en estos días, de cierto ascetismo digital, es decir, de esa disposición para alejarnos del mundo de las pantallas y los espectaculares amarillistas, y por ende, recuperar la visión de los atardeceres, de las nubes, de la tierra. Esto quizá nos permitiría nutrir la mirada con las potencias luminosas que elevan la vida, y por tanto, interrumpirla de su connotación mecanizada.

En resumen, la posibilidad de desprecarizar la mirada a través de la praxis del disenso y la contemplación, configuran una alternativa política “real” ante el actual terrorismo de imágenes y acontecimientos violentos que inundan nuestra existencia cotidiana, que van desde nuestro despertar –ese abrir los ojos, al amanecer- hasta nuestro descanso –al cerrarlos- en espera de otro día. A partir de esto, podemos decir que una mirada disensual transgrede el orden policial, pues mira lo que antes estaba prohibido ver, y también, porque permite abrirse ante panoramas no codificados por la vida precaria. Sin olvidar que tal vez la mirada disensual incluya la mirada contemplativa o viceversa, o sólo sea una llave de acceso hacia otras potencias del mirar. Y ello porque una determinada parte de la vida académica insiste en describir las vidas precarias, y pocas veces concentra sus esfuerzos en pensar posibilidades emancipatorias. Finalmente, la contemplación constituye una salud para el espíritu, puesto que permite iluminar los ojos con nuevas fuerzas para asumir nuestro transitar por este mundo desde el amanecer hasta el ocaso.

El objetivo principal de este texto consistió en proponer una desprecarización de la mirada a partir de los conceptos de disenso –Rancière- y de la contemplación –Han-. Vimos como la mirada se encuentra precarizada en el imperio del orden policial, que, bajo su repartición de lo sensible, solo da pauta para mirar aquellos acontecimientos enmarcados en la cotidianidad de la vida y el trabajo. De este modo, propusimos cómo a partir del concepto de disenso, del filósofo francés J. Rancière, podemos construir una resistencia ante dicha precarización del mirar, y poder abrir otros escenarios no vistos por la estrechez y límites oculares. Así, conceptualizamos el disenso como esa interrupción –que no sólo pertenece al mirar, sino también a otros sentidos- cuya eficacia revolucionaria radica en desconectarnos de los horizontes preestablecidos por el régimen de visibilidad en turno. Así, resulta oportuno pensar que nos es permitido mirar y de qué imágenes estamos normalizados.

Aunado a lo anterior, también intentamos revisar de manera breve, el apartado sobre la pedagogía del mirar, del pensador coreano B. Chul Han, en su libro la Sociedad del Cansancio. Ahí encontramos que, más que un diagnóstico de las condiciones y características de dicha sociedad agotada, su autor nos invita a encontrar alternativas viables para salir del actual régimen de precarización al que da el nombre de hiperactividad. De este modo, observamos cómo sobresalen esas subjetividades que siempre viven en un tiempo acelerado, porque el trabajo no espera y, además, tener uno en estos días es un privilegio. De ahí que la mente y los sentidos se tengan que ajustar ante el predicamento de un exceso de positividad –de actividad- que termina por precarizar, entre otros sentidos, a la mirada. Por ello, el pensador oriental rescata algunas de las meditaciones nietzscheanas donde se afirma que todo educador tiene que enseñar, entre otras cuestiones, a mirar, lo cual supone que, precisamente, existe una estrechez o régimen de alienación en dicho acto. Frente a esto, Han pretende reactivar la práctica de la contemplación para vivificar este acto tan en desuso y en el olvido en estos tiempos, dado que, hasta el atardecer, en ocasiones, se aprecia a través de una pantalla.

Finalmente, nos aventuramos a pensar que tanto el disenso como la contemplación, podrían habilitar la mirada hacia un descanso capaz de interrumpir la precarización del orden policial y el hiperactivismo. Así como la creación de una nueva salud ocular, donde la curiosidad y el asombro se tornen presentes ante la voluntad de navegar hacia otras cartografías. Quizá en un futuro no muy lejano, si pretendemos vivir en paz y en alegría, será necesario potenciar un ascetismo digital, y cultivar una mirada postrada hacia la celebración del infinito. Falta, por supuesto, reflexionar sobre los alcances del término des-precarizar, y sus implicaciones en otros ámbitos vitales y disciplinares, pues sin duda, este es sólo un pequeño acercamiento hacia otros confines que buscan posibilidades emancipadoras y no sólo de denuncia.

 

Bibliografía

  1. Adorno, Theodor, Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1988.
  2. Bataille, Georges, Teoría de la religión, Taurus, Madrid, 1988.
  3. Butler, Judith, Vidas precarias, Paidos, Buenos Aires, 2006.
  4. Cuevas, Hernán, “Precariedad, precariado y precarización. Un comentario crítico desde América Latina a The Precariat The new Dangerous class de Guy Standing.” en Polis (Santiago) (https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-65682015000100015), consultado el 27 de febrero de 2020.
  5. Deleuze, Gilles, Guattari, Felix, Por una literatura menor. Era, México, 1978.
  6. Han, Byung-Chul, La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2012.
  7. Rancière, Jaques, El espectador emancipado, Manantial, Buenos Aires, 2010.
  8. Sartre, Jean Paul, El ser y la nada. Losada, Madrid, 1990.

 

Notas

[1] Gilles Deleuze, et al, Por una literatura menor, ed., cit., p. 8.
[2] Georges Bataille, Teoría de la Religión, ed., cit., p. 32.
[3] Jean Paul Sartre, El Ser y la Nada, ed., cit., p. 43.
[4] Ibídem, p. 45
[5] Theodor Adorno,. Dialéctica del Iluminismo, ed., cit., p. 4.
[6] Jaques Rancière, El espectador emancipado, ed., cit., p. 46.
[7] Ibidem, p. 102.
[8] Jaques Rancière, El espectador emancipado, p. 63.
[9] Hernán Cuevas, Precariedad, precariado y precarización. Un comentario crítico desde América Latina a The Precariat. The new Dangerous class de Guy Standing, ed., cit.
[10] Judith Butler, Vidas precarias, ed., cit., p. 12.
[11] Rancière, El espectador emancipado, p. 65.
[12] Ibídem, p. 64.
[13] Ídem
[14] Ibídem, p. 65.
[15] Rancière, El espectador emancipado, p. 65.
[16] Han, B. La sociedad del cansancio, p. 53.
[17] Ídem.