ILUSTRACIÓN DE SHINTARO KAGO
“(…) me inclino a pensar que si ellos [los singapurenses] demuestran tener razón, lo que en verdad habrán demostrado será algo muy triste, y no respecto de Singapur, sino de nuestra especie. Habrán demostrado que es posible florecer a través de la represión activa de la libre expresión. Habrán demostrado que la información no necesariamente quiere ser libre.” William Gibson, “Disneyland with the Death Penalty”
“China ofrece (…) un modelo que dice: no se necesita la democracia para progresar.” DW, “EE.UU. contra China”
Resumen
La eficiencia de los regímenes autoritarios de China, Corea del Sur, Singapur, Japón, en el combate al covid-19 sobre la base de a) sociedades colectivistas y de b) la inteligencia artificial (IA), cuestiona la libertad y la democracia, los valores constitutivos del Occidente. Mientras que el Oriente, conjugando la oralidad milenaria con la IA, ha logrado el baipás de la tecnología alfabética con sus formas concomitantes de individualismo, libertad política y democracia, el Occidente está en una decadencia histórica debida al engendro tecnológico mixto, “mecánico” y “eléctrico” (McLuhan), constituido por las redes sociales. Estas, lejos de ser una “purificación social” (McLuhan), son la morada de la ira, el factor disolvente de la democracia y de la libertad en medio de una polarización social imparable.
Palabras clave: libertad, democracia, alfabeto, redes sociales, China, coronavirus.
Abstract
The efficiency of the authoritarian regimes of China, South Korea, Singapore, Japan, in combating covid-19 on the basis of a) collectivist societies and b) artificial intelligence (AI), questions freedom and democracy, the constitutive values of the West. While the Orient, combining millenary orality with AI, has bay-passed the alphabetic technology with its concomitant forms of individualism, political freedom and democracy, the West is in a historical decline due to the mixed technological – “mechanical” and “electric” (McLuhan) – spawn constituted by social media. Social media, far from being a means of “social cleansing” (McLuhan), are the dwelling of the social temper of anger, and wherewith the dissolving factor of democracy and freedom amidst a growing and unstoppable social polarization.
Keywords: liberty, democracy, alphabet, social media, China, coronavirus.
En todo el mundo la irrupción del coronavirus llevó de una u otra manera al incremento notable de la presencia del Estado, tanto en lo económico como en la adopción de medidas directivas sobre los individuos, lo que muchos intelectuales occidentales perciben como una amenaza tanto para la libertad como para la democracia. Respecto de esta percibida doble amenaza, para muchos intelectuales occidentales es preocupante que sus conciudadanos hayan sido tan dóciles, dicen ellos, frente a los controles introducidos por sus Estados. Sin embargo, a dichos intelectuales les resulta tal vez más preocupante la impresionante demostración de la eficiencia de los Estados orientales autoritarios (China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Japón) en el combate al virus con base en medidas de control social muy amplias y enérgicas. Curiosa pero significativamente, los intelectuales occidentales preocupados por la libertad y la democracia tienden a pasar por alto dos factores centrales en los sucesos orientales, a saber, que: a) las medidas de control en Oriente han sido bienvenidas por las sociedades colectivistas que gobiernan dichos estados y que b) los controles ejercidos han dependido básicamente de la aplicación de las tecnologías de la inteligencia artificial (IA). Los intelectuales ven claramente en Oriente Estados fuertes, autoritarios, pero son notoriamente ciegos tanto: 1) frente al colectivismo oriental, simplemente tal colectivismo no cabe en su set mental individualista, como 2) frente a la relación entre dicho colectivismo y la IA. Siguiendo a McLuhan, podemos decir que los hombres altamente alfabetizados de Occidente, sus intelectuales (Fukuyama, Harari, Runcinam, Keany, etc.), presentan un “sonambulismo” (McLuhan) notabilísimo respecto de la tecnología, “[…] ignorando la naturaleza del medio, de todos y cada uno de los medios”.[1] Se trata del “sonambulismo (…) particularmente observable en periodos de nueva tecnología”.[2] En este trabajo mostraremos en particular que la ceguera tecnológica del intelectual occidental concierne la relación entre el alfabeto y los “medios eléctricos” (McLuhan), especialmente las redes sociales en tanto versión intensificada de dichos medios, en Occidente. Tal ceguera es el otro lado de la medalla de la ceguera que concierne la relación entre la oralidad y el entorno tecnológico de la IA, en el Oriente. También veremos que la dinámica tecnológica es tal que la combinación entre colectivismo, Estado autoritario e IA, opera a favor del Oriente en el tablero geopolítico mundial. En este trabajo examinaremos, pues, la relación entre la democracia, la libertad y el coronavirus y debe ser visto como una continuación del artículo El coronavirus, el individualismo y el colectivismo digitalizado, por lo que aquí se presupone la discusión desarrollada en él.[3]
Disneylandia, la libertad y la democracia y las muertes por el covid-19
El primer fragmento escogido como epígrafe de este trabajo plantea la posibilidad de florecimiento social sin libertad, por ello es, por lo menos, profundamente perturbador para los valores occidentales, y de hecho, para una mente reflexiva, sugiere la posibilidad de dichos valores como simples prejuicios de carácter histórico. W. Gibson escribió dichas líneas en un artículo muy famoso, Disneyland with the Death Penalty, en abril de 1993, es decir hace ya poco más de 27 años, publicado en WIRED, la famosa revista occidental dedicada a discutir la tecnología digital más reciente, refiriéndose a lo que en ese entonces eran meros planes para convertir a Singapur en un “[…]solo nodo gigantesco de datos digitales”,[4] es decir, refiriéndose al “proyecto nacional”[5] singapurense de “[…] ponerse en línea [on-line] como una isla inteligente”.[6] Lo importante es que desde hace algunos años tal proyecto ya se realizó, convirtiendo a Singapur en un avanzado entorno de IA que se combina con un Estado democrático pero fuertemente autoritario que ha sido altamente efectivo en el combate al covid-19. Lo inquietante para Gibson hace ya 27 años era que la IA conllevaría la utilización masiva de la red digital en un marco de autoritarismo. Por eso Gibson se preguntaba
[…] cómo sería que una sociedad basada en la guía paternal (…) lidiaría con los salvajismos del ciberespacio catalogados como X, o si simplemente no tendría que hacerlo, y qué si mientras se puede decir que en todos lados la información quiere ser libre, el singapurense promedio puede decir que, principalmente, no quiere hacer olas, y para que todo sea muy agradable, le agradece a Usted que tampoco las haga.[7]
Considerando además que ya entonces, hace 27 años, Singapur
“[…] aparentemente había ganado la lucha económica y su extensa clase media gozaba de gran prosperidad, [que] se había efectuado obras públicas enormes y proyectos todavía más ambiciosos estaban en marcha, y [que] un gobierno profundamente paternalista estaba preparado para contener, a cualquier costo, la triple amenaza del comunismo, la pornografía y las drogas […]”,[8]
y por todo eso “[…] el futuro aquí es tan brillante […]”,[9] considerando todo eso es que Gibson agrega, inmediatamente después de lo citado sobre “no hacer olas”, su sombría reflexión sobre la especie humana y la libertad:
[…] me inclino a pensar que si ellos [los singapurenses] demuestran tener razón, lo que en verdad habrán demostrado será algo muy triste, y no respecto de Singapur, sino de nuestra especie. Habrán demostrado que es posible florecer a través de la represión activa de la libre expresión. Habrán demostrado que la información no necesariamente quiere ser libre.[10]
Dado que el “paternalismo” estatal singapurense incluye el castigo por la pena capital, además de penas corporales como los azotes públicos y, sin embargo, el “singapurense promedio” prefiere “no hacer olas” y agradece que uno tampoco las haga, desde un punto de vista occidental se comprende el pesimismo de Gibson. Es decir, ya en 1993 Singapur era la demostración de que es posible florecer al más alto nivel económico y tecnológico sin libertad o, como lo sugiere Gibson, con una “información” que “[…] no necesariamente quiere ser libre […]”[11] como suponen los valores occidentales más elevados.
Para el punto de vista occidental la cosa se vuelve todavía más, formulémoslo así, traumática, si también nos referimos al segundo fragmento tomado como epígrafe de este texto, según el cual “China ofrece (…) un modelo que dice: no se necesita la democracia para progresar”.[12] La idea tiene la misma estructura que la anterior, a saber, “es posible florecer, progresar, sin x”, donde x en el primer caso = libertad, en el segundo x = democracia. Con esto queda en entredicho la triada de valores occidental (libertad, democracia, florecimiento o progreso), como una triada causal, donde los dos primeros factores son causantes del tercero.[13] Tal triada causal, o simplemente condicionante, es el artículo de fe más básico y sólido de la autocomprensión occidental, y las dos frases escogidas como epígrafe destruyen dicha triada al separar al progreso de los antecedentes libertad y democracia.
El hecho es que muy pocas ideas aspiran en el Occidente al brillo y al prestigio de la idea de la libertad como un valor definitorio de la idea misma de humanidad. Poner en entredicho de cualquier manera la idea de libertad resulta definitivamente traumático para la intelectualidad occidental, atenta contra la autocomprensión más profunda de dicho intelectual representando al individuo occidental en general. No es posible aquí, ni necesario, entretenerse en una lista de intelectuales occidentales, especialmente filósofos, pero también humanistas de todo tipo, para no hablar de teóricos de la política, que han hecho del concepto de libertad una piedra angular no solo de sus reflexiones sino, como ya se dijo, de su mismísima autocomprensión y de la esencia misma de lo humano. Podemos recordar la efectista por dramática frase de Sartre de que “[…] el hombre está condenado a la libertad”,[14] pero resulta más útil en nuestro contexto el inicio del cuarto capítulo, Acerca de la esclavitud, del Second Treatise of Civil Government, de John Locke (1690), ya que ahí la exposición lleva de la libertad a la democracia como valor adicional que parece ser nada menos que la especificación operativa de la libertad. Locke nos dice:
Sec. 22. La libertad natural del hombre consiste en ser libre de cualquier poder superior en la tierra, y en no estar bajo el poder o la autoridad legislativa del hombre, sino en tener por su norma solamente la ley de la naturaleza. La libertad del hombre, en la sociedad, consiste en no estar bajo ningún otro poder que el establecido, por consentimiento, en el cuerpo político (…)[15]
Ciertamente (Sec. 133), por “cuerpo político [commonwealth]”[16] no se debe entender “[…] una democracia, ni ninguna otra forma de gobierno, sino cualquier comunidad independiente […]”,[17] pero Locke no abandona el principio del “consentimiento” y este remite, a fin de cuentas, a la “mayoría”. Uno de los pasajes claros al respecto es el siguiente, al final de la Sec. 95: “Cuando cualquier cantidad de hombres ha consentido constituir una comunidad de gobierno, quedan incorporados por el mismo acto, y constituyen un cuerpo político, con lo que la mayoría tiene un derecho a actuar y pactar el resto.”[18] Con esto no queda definida la forma de la democracia, por ejemplo, si es representativa o de otro tipo, pero en principio queda establecida la realización de la libertad como consentimiento que, a su vez, se realiza como la forma política de la mayoría.[19]
Entonces, ya con Locke, considerado como el padre del liberalismo económico y político, queda establecida en principio la relación entre libertad y democracia como consentimiento fundacional por parte de “la mayoría”. Ahí puede ser visto el punto de partida para que el concepto de libertad especificado a la esfera política haya devenido el conjunto de libertades que definen a un Estado democrático —entre ellas la libertad de expresión que le preocupaba a Gibson respecto del Singapur de 1993—. Con ello, “libertad” y “democracia” se constituyeron como binomio de valores básicos para el mundo Occidental. Si las preocupaciones de Gibson respecto de Singapur ya en 1993 resultan en verdad inquietantes, es todavía mucho más que comprensible que en el marco de la pandemia desatada por el covid-19, los poderes extraordinarios que han asumido y ejercido los gobiernos occidentales, en especial los similares a estados de excepción que restringen libertades de los individuos, hayan llevado a un clamor de voces que se preocupa y se cuestiona el futuro de la democracia, sobre todo con el telón de fondo de China como potencia mundial que “progresa” sin democracia. Más allá del lamento, tales voces tratan de señalar vías para salvaguardar ambas, la libertad y la democracia, frente a la para los intelectuales occidentales, doblemente traumatizante experiencia: a) del incremento del poder del Estado en Occidente y b) de la demostración fulgurante de la eficacia del poder estatal en el Oriente (China, Corea del Sur, Singapur, Japón, Taiwán).
En términos prácticos la diferencia entre la intervención estatal en Occidente y en Oriente se concentra de manera dramática en las cifras de muertes debidas al covid-19 en Estados Unidos y en China, los dos grandes rivales geopolíticos que son los campeones de las libertades democráticas y del estatismo fuerte, respectivamente. Mientras que en China se quedaron hasta ahora en el conteo de hace unas seis semanas, que no llega a los 5 mil decesos, en los Estados Unidos los decesos acaban de rebasar el número de 100 000. Podríamos decir que el estatismo oriental más intenso, el chino, se ha mostrado hasta ahora algo más que 20 veces más eficiente que el democratismo campeón de Occidente, eso sin contar con que al día de hoy no queda claro hasta dónde crecerá el número de víctimas del covid-19 en los Estados Unidos. Si de por sí los intelectuales occidentales estaban ya preocupados por el súbito estatismo occidental en el marco de la pandemia, las cifras recién señaladas deben llevarlos a la alarma pura y simple en vista de la ineficiencia del estatismo occidental y la eficiencia del estatismo oriental.
Algo de la teoría básica. La oralidad y la tecnología eléctrica vs. el alfabeto
En nuestro artículo mencionado, que este busca complementar, establecimos una explicación tecnológica en vena mcluhaniana de la diferencia entre las dinámicas occidental y oriental en la lucha contra el covid-19. Muy resumidamente, buscamos mostrar que en comparación con el Occidente en el Oriente representado por China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Japón, la respuesta al virus fue —como sigue siendo— eficiente por la combinación de dos fuerzas tecnológicas que impiden el individualismo. Una es A) la tradición oral del Oriente, otra es B) la tecnología eléctrica.
A) La tradición oral impregna la totalidad de la vida social por generar un set mental colectivista, que, entre otras cosas fundamentales, conlleva una aceptación profunda del orden establecido por un Estado fuerte. Dijimos que la prevalencia de este set mental colectivista, supone que la alfabetización tipográfica, que es el fenómeno básico de la occidentalización, nunca ocurrió en Oriente porque: a) en la mayor parte el siglo XX en China y en los otros países orientales señalados en realidad siguieron imperando diferentes formas de escritura no alfabética concordantes con el predominio de la oralidad, y b) cuando se desarrolló la industrialización en Oriente esta ya vino acompañada del fenómeno occidental del desarrollo de los “medios eléctricos” (McLuhan), el telégrafo, el diario basado en él, el radio y la televisión. De hecho, la extensión de la alfabetización en inglés en Corea del Sur y en Singapur, a partir aproximadamente de los años 70 del siglo XX incluyó además el medio eléctrico de la computadora y, poco después, la red digital. En Taiwán hay tres grupos lingüísticos chinos por lo menos, mientras que en China son casi 300, prácticamente todos con lenguas incomprensibles entre sí,[20] sin embargo todos usan la misma escritura china ideográfica, que al no ser alfabética no es logográfica, es decir, no tiene letras que correspondan a sonidos sino figuras que corresponden a ideas y combinaciones de las mismas y, por lo tanto, es una escritura completamente independiente de las múltiples lenguas “chinas”. Lo mismo que diferentes grupos piensan con base en la misma escritura china, cada grupo lo dice de manera diferente en su propia lengua incomprensible a las demás.[21] La escritura les permite comunicarse por escrito a todos estos grupos lingüísticos, a pesar de que verbal, oralmente, permanecen incomunicados entre sí. Lo central es que la escritura china no afecta la oralidad de ninguno de los grupos, a diferencia del alfabeto fonético. McLuhan lo plantea así:
La palabra escrita fonéticamente sacrifica mundos de significado y percepción que estaban asegurados por formas como el jeroglifo y el ideograma chino. Estas formas de escritura culturalmente más ricas (…) no ofrecieron al hombre ningún recurso de transferencia súbita del mundo mágico discontinuo y tradicional de la palabra tribal al medio visual frío y uniforme. Muchos siglos de ejercicio ideográfico no amenazaron la red sin fisuras de las sutilezas familiares y tribales de la sociedad china.[22]
Eso vale a grandes rasgos para todas las sociedades orientales consideradas aquí y es una parte de la explicación, puramente tecnológica, basada en el medio de la oralidad, del conservadurismo oriental de los valores familiares y jerárquicos que se cultivaron desde hace milenios según el modelo de los preceptos confucianos.[23] La oralidad es la tecnología que es correlativa con el set mental del conservadurismo tribal, el cual, sin más, es al mismo tiempo el set mental colectivista propio de las sociedades no alfabéticas a lo largo de toda la historia y que es el que predomina en el Oriente al que hemos venido haciendo referencia.
La resistencia tecnológica oriental a la “occidentalización”[24] consistente en la mera conservación inercial de escrituras tradicionales no alfabéticas no fue por supuesto planeada ni consciente. Se trata del simple apego a complejos sistemas ideográficos al tiempo que se utiliza lenguas sin ningún equivalente fonético. Esto es el más poderoso valladar antiindividualista en Oriente, que se expresa en formas religiosas, culturales y administrativas. Estas últimas, en particular los modelos confucianos de administración, consabidamente permean la organización industrial de lo que en Occidente son las “tecnologías mecánicas” (McLuhan). En China, Corea, Japón, Singapur y también en Taiwán, el modelo jerárquico y colectivista confuciano es la norma,[25] y es un set mental congruente con el colectivismo propio de las sociedades orales, no alfabéticas. Tal colectivismo con base tecnológica oral generó, pues, en Oriente una absorción sui géneris de las tecnologías mecánicas, con lo que el individualismo propio de la fragmentación mecánica (McLuhan) fue neutralizado.[26] Esto nos daría un ejemplo brillante —pero ciertamente para McLuhan inesperado—[27] del caso en el que “[…] los medios lingüísticos configuran el desarrollo social […]”.[28]
B) La explicación anterior estaría incompleta sin tomar en cuenta otro aspecto también tecnológico y tan central como la oralidad misma, a saber, que la industrialización oriental se dio ya en el marco de lo que McLuhan llama los “medios eléctricos”. McLuhan insiste en que “[l]as tecnologías especialistas detribalizan. La tecnología eléctrica, no especialista, retribaliza”.[29] Dicho brevemente, la especialización, propia de la fragmentación de todo proceso que es característica de la “tecnologías mecánicas”, genera individualismo. El individualismo es el efecto mismo de la “[…] fragmentación que es la esencia de la tecnología maquinista […]”[30] sobre las sociedades orales y sus estructuras tales como las clases, las castas, los gremios, los clanes, las familias, etc.,[31] y la principal tecnología fragmentadora, y por ende detribalizadora es, justamente la tipografía alfabética.[32] En Occidente mismo ya en 1964, cuando McLuhan escribió su obra cumbre, Understanding Media, las “tecnologías mecánicas”, de hecho la misma “época mecánica” toda estaba ya en retroceso[33] por la irrupción de los “medios eléctricos”[34] y con ello el hombre occidental se encontraba ya en “[…] conflicto, en un mundo suspendido entre dos tecnologías […]”.[35] Contrariamente a eso, en Oriente las “tecnologías eléctricas”[36] simplemente se sumaron a la oralidad imperante y las formas sociales colectivistas concordantes con ella. Es decir, la pinza tecnológica de 1) oralidad y 2) medios eléctricos evitó, lisa y llanamente, la occidentalización del Oriente. La tecnología eléctrica, con su efecto general retribalizador —en la medida en la que tiende a excluir el individualismo en sus formas del “distanciamiento y la disociación”—[37] se añadió simplemente al set mental tribal oriental correlativo a su oralidad y su escritura no logográfica, es decir, no alfabética.[38] En Oriente la tecnología eléctrica simplemente entró en resonancia con la oralidad profunda dominante, es decir, fortaleció a la oralidad, tradicional, milenaria del Oriente. En otras palabras la tecnología eléctrica llegó a Oriente tribalizando lo que de por sí ya era tribal.[39]
La acción combinada de ambas formas tecnológicas antiindividualistas en Oriente, la oralidad y la tecnología eléctrica, ha llevado, de manera que podríamos calificar de natural, a las democracias autoritarias de Corea del Sur, Singapur y Japón. La democracia en tanto institución es otro medio, otra tecnología de organización social,[40] y ciertamente tuvo su origen en Occidente, sin embargo, McLuhan insiste en que el efecto, la realidad de un medio, depende de la matriz tecnológica en la que quede inserto.[41] El transplante de la democracia a Oriente ha dado lugar a democracias autoritarias, al paternalismo del que se queja Gibson en su artículo sobre Singapur como Disneylandia con la pena capital. En Occidente la democracia es un medio para el choque controlado de los puntos de vista, es decir, un medio polémico, sin embargo, el singapurés, y en general el hombre oriental, prefiere un control intenso porque a lo que más le teme es precisamente al caos.[42] Eso se expresa tanto en las democracias autoritarias orientales como en el autoritarismo chino. Así, el set mental oriental, el cual es una verdadera forma o patrón político, consiste en que se trata de “no hacer olas” y de agradecer que nadie las haga, a lo cual se añade la tecnología eléctrica más moderna, la IA, según nos refirió Gibson hace ya 27 años.
El colectivismo y la falla de la teoría de la convergencia en el individualismo
Un problema teórico central de este texto es justamente el baipás del individualismo en el Oriente a pesar de que llevamos por lo menos dos o tres décadas en las que el Occidente y el Oriente tienen acceso a las mismas tecnologías. Vistas las cosas superficialmente, por ejemplo, las grandes corporaciones industriales japonesas de los 80 y los 90, como Sony, Toyota, Mitsubishi, para no hablar ya de los grupos financieros, producían bienes que competían en el mercado mundial, incluidos los mercados occidentales, con los bienes occidentales producidos por Ford, Phillips, General Electric, etc. De la misma manera, el aspecto de Tokio y otras grandes ciudades japonesas era totalmente similar al de grandes ciudades norteamericanas o las partes más modernas de las europeas. Las instituciones, universidades, parlamentos y otras, también presentaban —y presentan— una gran similitud con las occidentales. En ese entonces China estaba todavía fuertemente afectada por los estragos de la famosa Revolución Cultural y sus ciudades rebozaban de bicicletas, su industria en desarrollo ya estaba en el mercado mundial pero con bienes de baja intensidad tecnológica y mala calidad. Corea del Sur estaba en una situación intermedia entre Japón y China aunque más cercana a esta última. Pero ya para mediados de la segunda década de este siglo, es decir, apenas 40 años después, Corea del Sur se elevó al nivel japonés, lo que es lo mismo que decir al nivel occidental, como lo indican los nombres LG, KIA y en especial Samsung. En cuanto a las grandes ciudades coreanas podemos decir que su aspecto de modernidad supera a la mayoría de las ciudades occidentales, empezando por el orden y la limpieza, que es parte de ese aspecto. En esta misma consideración de acceso a las tecnologías al nivel occidental pero de una modernidad urbana muy superior a la occidental, hay que colocar a Singapur y a Taiwán. Pero definitivamente impresionante es el grado de modernización alcanzado por China en solamente 40 años. En principio está claro que China está ya, en muchos ámbitos tecnológicos a la par de los Estados Unidos o incluso los supera, como lo muestra la tecnología 5G desarrollada por Huawei, que ha desplazado a Apple. La idea, entonces es que el Oriente desarrollado está en muchos rubros clave a la par que Occidente y que en algunos lo supera.
La modernización de China, que no occidentalización, con su evidente acceso a tecnologías comparables a las occidentales, de la mano de la apertura del país comunista a prácticas y formas económicas capitalistas, con empresas e inversión privadas tanto china como extranjera, llevó en Occidente a la “teoría de la convergencia”, consistente en la creencia de que si Occidente mantenía su “compromiso” económico en China, es decir, si continuaba llevando capital y tecnología a China, al final China y Occidente convergerían también en términos políticos y sociales, es decir, que China acabaría no solo con una tecnología esencialmente como la occidental, sino con una sociedad democrática basada en libertades individuales, lo que equivale a suponer, aunque no se sea totalmente consciente de ello, con una sociedad basada en la forma moral del individualismo occidental, en general, con personas con patrones mentales indistinguibles de los de un occidental.[43] Es claro que en el caso de las democracias autoritarias, con un Estado fuerte, aunque no tan autoritario como el chino, el Occidente ha tendido ya no a pensar en una teoría de la convergencia tecnológica, económica, política y social, con Oriente, sino que simplemente la ha dado por sentada. La idea era, por un lado, que China se occidentalizaría tarde o temprano, por otro, que naciones como Corea o Taiwán o Singapur, son ya algo esencialmente homogéneo en términos del tipo de mentalidad con Occidente, es decir, naciones ya occidentalizadas —aunque con costumbres y folclore propios—. Pero lo cierto es que si bien se da una convergencia tecnológica general de Estados Unidos con China, como antes se dio entre Occidente y Japón y ahora también Taiwán, Corea del Sur y Singapur, lo que no se está dando es una convergencia social profunda entre el Oriente y el Occidente, es decir, que a pesar de las apariencias superficiales, en el mero aspecto de ambos tipos de sociedades, Oriente no se occidentaliza mentalmente, como se nota en la preponderancia de los Estados fuertes y las actitudes colectivistas en dichas sociedades … y esa es su fortaleza principal. Nuestra hipótesis es que se mantiene el “[…] patrón tribal del involucramiento intenso”[44] y la “participación”,[45] en contra del distanciamiento y la privacidad individualistas —es decir, de la carencia de “involucramiento” que “[…] es la ventaja peculiar del hombre occidental alfabetizado […]”—[46] porque a pesar de los alcances de las nuevas alfabetizaciones en Oriente, especialmente en inglés, tales alcances no derivan en la formación del ciudadano individualista porque antes de que eso pasara la vieja tradición oral se combinó armoniosamente con las tecnologías eléctricas, especialmente con la digital de la IA. La tradición colectivista se combinó con la tecnología eléctrica más moderna, potenciándose en algún grado, por lo menos en el caso chino. Si seguimos la teoría mediológica de McLuhan, es probable que el baipás de la mentalidad alfabética en Oriente sea definitivo. Todo indica que en el tiempo previsible la occidentalización individualista de Oriente no ocurrirá. El baipás de la mentalidad alfabética, con sus “hábitos de individualismo y privacidad”, puede muy bien ser definitivo históricamente.
La incidencia del alfabeto sobre los medios eléctricos. Las liaisons dangerouses.
En las dos secciones anteriores abordamos una de las previsiones fallidas de McLuhan, la de la occidentalización del Oriente. Ahora abordaremos la otra gran previsión errónea de McLuhan que es complementaria de la anterior. Justamente el subtítulo de esta sección resulta extraño porque uno está acostumbrado a que McLuhan estudie más bien la incidencia de las nuevas tecnologías sobre las viejas, por ejemplo del alfabeto sobre la oralidad, o de los “medios eléctricos” sobre los “medios mecánicos”. Sin embargo, bajo el título de “[…] la energía híbrida: les liaisons dengereuses”,[47] McLuhan considera las “[…] cruzas o hibridaciones de los medios”[48] en general y nos dice que “[…] las grandes uniones híbridas (…) dan lugar a una liberación furiosa de energía y cambio […]”.[49] Precisamente la acción o incidencia del alfabeto sobre la oralidad da lugar a lo que “[…] llamamos occidentalización”.[50] A continuación McLuhan nos da su pronóstico fallido, según discutimos en nuestro texto del número extraordinario de Reflexiones Marginales sobre el covid-19, pronóstico según el cual “[…] la alfabetización se dispon[ía] a hibridar las culturas de los chinos, los hindúes y los africanos […]”,[51] cosa que vemos que no ocurrió ya que el Oriente ni se ha alfabetizado realmente, empezando con China, ni a depuesto el set mental oral que se realiza como colectivismo.
Digamos entonces que la occidentalización es el proceso en el que el alfabeto erosiona la oralidad, pero “[e]so es solo la historia del Oriente [según el pronóstico fallido], ya que la implosión eléctrica trae ahora la cultura auditiva oral y tribal al Occidente alfabetizado”.[52] En otras palabras, según McLuhan, el proceso de occidentalización del Oriente sería ahora, gracias a los “medios eléctricos”, paralelo a un proceso en cierto sentido inverso, de oralización o tribalización del Occidente. De acuerdo con McLuhan ocurre que “[…] su propia tecnología eléctrica comienza ahora a traducir al hombre visual [alfabético] de vuelta al patrón oral y tribal con su red sin fisuras de la consanguineidad y la interdependencia”.[53] En este punto aparece claramente el otro pronóstico erróneo de McLuhan, cuando dice que “[e]l individualismo fragmentado, alfabético y visual, no es posible en una sociedad configurada e implosionada eléctricamente”.[54] Ahora veremos que no solamente existe la incidencia de los medios eléctricos sobre la estructura mental alfabética, sino, al revés, que el alfabeto tiene una incidencia sobre los medios eléctricos inesperada por McLuhan.
Como acabamos de ver, McLuhan pensaba (1964) que la tecnología eléctrica suprimiría el individualismo creado por la fragmentación alfabética de las sociedades orales. Esto está de acuerdo con la idea central de McLuhan al escribir Understanding Media, la cual consiste en que en el choque entre las tecnologías mecánicas, esencialmente el alfabeto y la tipografía alfabética, y los medios eléctricos, si bien desgarraba al hombre occidental, generando luchas en su interior y su exterior, la tendencia era a la “erosión” de los patrones mecánicos por los eléctricos, de tal manera que nos acercaríamos a la “[…] armonía última de todo lo que existe”.[55] El individualismo como forma moral del Occidente, sería, pues, desplazado por el “involucramiento profundo”[56] y la “participación profunda”[57] en tanto forma moral integradora, podemos decir incluso, colectivista y, ciertamente, global. Por ello con los medios eléctricos estaríamos ya “[…] involucrándonos en la totalidad de la humanidad e incorporando a la totalidad de la humanidad en nosotros […]”.[58] La fragmentación del tejido social propia del individualismo sería, entonces, revertida por una tendencia hacia la integración mundial, la cual, por lo demás, correspondería a la idea del mundo como “aldea global”.[59]
Algo más de medio siglo después es claro que si bien existe la “interdependencia eléctrica”[60] global, y de hecho se intensifica, distamos mucho de que “[e]n la época eléctrica port[emos] a la humanidad como nuestra piel”.[61] La razón de esto es algo que McLuhan no previó, y lo que podemos llamar la segunda falla de su teoría de las “liaisons dangerouses”[62] entre los medios eléctricos y la tecnología alfabética. Se trata del efecto o de la incidencia del alfabeto sobre los medios eléctricos, y no al revés. Ciertamente se sigue cumpliendo la idea de que las hibridaciones entre la alfabeticidad y la electricidad “[…] liberan una gran fuerza y energía nuevas […]”.[63] De hecho esta gran fuerza nueva es la que se manifiesta en la gran polarización que aqueja a las naciones occidentales y que ha sido acusada por muchas voces. En los Estados Unidos, en Latinoamérica, en Europa, se dan potentes fuerzas centrífugas en casi todos los países. Personalidades como Trump, Bolsonaro o López, por mencionar solo a algunas, corresponden a fracturas nacionales partisanas muy intensas, las cuales corren paralelamente a movimientos identitarios muy crispados, especialmente los movimientos feministas o nativistas —como en Cataluña—. La radicalización y la intolerancia partisanos van de la mano y los extremos crecen a expensas del centro social negociador y tolerante. Esto ha sido ya tematizado bajo el nombre de “la era de la ira”.[64]
La “lucha de puntos de vista”
Lo que McLuhan no previó fue justamente la ira, la polarización y el disenso dominantes en el mundo occidental como efecto de la hibridación de las tecnologías eléctricas por la tecnología alfabética o mecánica. McLuhan estudió detenidamente el efecto del alfabeto sobre la oralidad y se ocupó del efecto de la “electricidad” sobre las tecnologías “mecánicas” según el modelo de la tipografía alfabética, pero apenas se ocupó del efecto inverso, es decir, del alfabeto sobre las tecnologías eléctricas. Sin embargo, el propio McLuhan da la clave para entender el fenómeno actual, que, en 1964 (publicación de Understanding Media) ya era visible pero estaba en sus inicios y McLuhan no lo registró en su obra magna. En un primer fragmento de interés en este contexto McLuhan se refiere a la TV y al final a su diferencia con la prensa. McLuhan empieza refiriéndose a
[…] la frustración que mucha gente experimenta con este medio [la TV] en sus usos políticos. Un artículo de Edith Efron in TV Guide (mayo 18 – 24, 1963) llamó a la TV ‘el gigante tímido’ porque es inapropiada para los temas candentes y los tópicos controvertidos claramente definidos: ‘A pesar de la libertad oficial de censura, un silencio autoimpuesto hace que los documentales televisivos sean casi mudos respecto de muchos de los grandes temas del día’. En tanto medio frío la TV, piensan algunos, ha introducido una especie de rigor mortis en el cuerpo político. Es el grado extraordinario de participación de la audiencia en el medio de la TV lo que explica su incapacidad para abordar los temas candentes. Howard K. Smith señaló: ‘Las cadenas televisivas están encantadas si Usted entra en una controversia en un país que esté a 14000 millas de distancia. Ellas no quieren controversia verdadera, disenso verdadero, en casa’. Para gente condicionada por el medio cálido del periódico, el cual se ocupa con la lucha entre los puntos de vista, más bien que con el involucramiento profundo en una situación, el comportamiento de la TV es inexplicable.[65]
Es claro, entonces, que McLuhan ve una diferencia radical entre la TV como “medio frío” —es decir, que conlleva una gran “participación”, “involucramiento profundo” de la audiencia— y el periódico, como “medio cálido”. El periódico es “cálido” porque evita todo “involucramiento profundo” dado que es un medio para “la lucha entre los puntos de vista”. Aquí es conveniente aclarar que McLuhan habla de “involucramiento” y “participación” no en el sentido de prenderse de un tema de manera acalorada y beligerante. Todo lo contrario. McLuhan entiende esos términos en el sentido de solidaridad, de compasión, de hecho, en términos de una sintonía emotiva con alguien o con un grupo.[66] Precisamente tal sintonía es lo que es imposible en “la lucha entre lo puntos de vista”.[67] Para confirmar esto podemos hacer referencia a otro pasaje de UM también clave en el contexto de nuestra discusión. McLuhan dice que
[e]n la esfera meramente privada y personal se nos recuerda frecuentemente que son necesarios cambios de tono y actitud en diferentes momentos y estaciones con la finalidad de mantener las situaciones bajo control. En aras del compañerismo y la amigabilidad, hace mucho que los clubes británicos para caballeros excluyeron los tópicos candentes de la religión y la política de toda mención al interior los clubes altamente participativos.[68]
Mantener las situaciones “bajo control” demanda excluir “la lucha entre los puntos de vista”, es decir, excluir los “temas” o “tópicos candentes”, que son contrarios a la participación y el involucramiento en términos no de disputa, sino, justamente lo contrario, de compañerismo, amigabilidad y, como dijimos arriba, solidaridad, simpatía, compasión. La idea es, pues, que el periódico —como diario— es un “medio cálido” porque al ser un medio para “la lucha entre los puntos de vista” es lo contrario a un club destinado a la amigabilidad y la participación.[69] Esa, el “punto de vista” como destructor del “involucramiento”, es una tesis mediológica central. También central es la constatación de McLuhan de que alrededor de 1963 la TV, como si fuera un club británico para caballeros, rechazaba el disenso, la confrontación. Así, la TV y los clubes británicos de caballeros eran ambos, en esos días, “medios fríos”, es decir, participativos, generadores de sintonía emotiva. De hecho, McLuhan se refiere al “grado extraordinario de participación de la audiencia en el medio de la TV”. Sin embargo, y esto es capital, pronto la TV también se convertiría en un “medio cálido”, abriría sus puertas al “disenso” y la “controversia verdadero[s]”. Podemos decir que esto, justamente esto, es la incidencia del alfabeto sobre los medios eléctricos.
Según vimos en el primero de los fragmentos bajo examen, en 1963 la TV ejercía la autocensura sobre los temas candentes y lo interesante es que McLuhan parece tomar la situación de autocensura de la TV de 1963 como algo estable, como algo que no va a cambiar, en razón de una cierta pureza “eléctrica” de la TV. El periódico es una liaison dangereuse de lo eléctrico con lo mecánico ya que
[e]l telégrafo es una forma eléctrica que, cuando se cruza con la imprenta y las prensas rotatorias, genera al periódico moderno [el diario]. Y la fotografía no es una máquina sino un proceso químico lumínico, que cruzado con la máquina, genera al cine. Sin embargo, en tales formas híbridas hay un vigor y una violencia que es autoaniquilante […].[70]
A continuación McLuhan nos muestra que da por excluida la hibridación maquínica de la TV (y del radio), por lo que la TV no sería “autoliquidante” sino una forma nueva estable: “Aunque en el radio y en la TV —formas eléctricas puras de las cuales el principio mecánico ha sido excluido— hay una relación totalmente nueva del medio con sus usuarios. Esta es una relación de elevada participación e involucramiento que, para bien o para mal, ningún mecanismo ha evocado nunca”.[71]
El problema del pasaje total constituido por los dos recién citados consiste en que se centra de manera literal en la idea de la máquina, como imprenta devenida prensa rotatoria y moviola y proyector cinematográfico, pero, por supuesto, McLuhan descarta que en los “medios eléctricos” propiamente dichos, caracterizados por la “[…] velocidad instantánea de la electricidad”[72] y que, por lo tanto operan bajo la forma de la “compresión”[73] de los contenidos a la “simultaneidad”[74] de la “ahoridad todo inclusiva”,[75] pueda existir cualquier rastro de la forma “mecánica”, la cual supone la diacronía de la “serie”. Veremos que esto conlleva el segundo error central en los pronósticos más importantes de McLuhan acerca de las liaisons dangereuses entre las tecnologías mecánicas y las eléctricas, a saber, suponer que “[…] las formas eléctricas puras”[76] están blindadas, por así decirlo, frente a “la lucha de los puntos de vista”. La tesis de la impenetrabilidad de “lo eléctrico”[77] por “lo mecánico”[78] es, simplemente, falsa.
El “punto de vista privado” y las redes sociales
Lo cierto es que “la lucha de los puntos de vista”, es decir, de las opiniones individuales, que McLuhan creía confinada a la prensa y frente al cual la TV y el radio serían inmunes, penetra radicalmente a los medios eléctricos. McLuhan tenía razón en considerar que en la prensa la opinión privada es en general un conjunto de “opiniones editoriales”[79] y, como es sabido, estas son controladas, es decir, bajo el efecto de lo que se conoce como los gate keepers, o sea, mecanismos de control de las opiniones vertidas en la prensa.[80] Gracias a los gate keepers o controles de acceso, “la lucha de los puntos de vista” en la prensa respecto de los asuntos candentes, del día, incluidos los de “casa”, es la confrontación de lo que el propio McLuhan llama “[…] las opiniones más cultas [the most enlightened opinions]”.[81] En otras palabras, los “puntos de vista conflictivos”[82] eran y son en la prensa, razonados, reflexivos, conllevan the most enlightened opinions[83] no solo en el sentido de las más cultas, sino también las más liberales, tolerantes, gracias a los controladores del acceso. Sin embargo, lo que ocurrió poco tiempo después de la publicación de Understanding Media fue que en los medios eléctricos de la TV y el radio los gate keepers o mecanismos de control fueron substituidos por mecanismos de selección del acceso que con plena conciencia admitieron en dichos medios eléctricos “[…] la opinión y el sentimiento que resultan de la información instantánea y global […]”,[84] opinión y sentimiento que, justamente, por estar ligados al instante, al tiempo real o la “simultaneidad” de la “ahoridad todo inclusiva”, no pueden ser enlightened ni en el sentido de cultos ni de tolerantes. Ocurrió, entonces, lo que para McLuhan era impensable, a saber, que tanto en la TV como en el radio se empezó a admitir sistemática y conscientemente opiniones o “puntos de vista conflictivos” que en vez de cultura y tolerancia, son meras reacciones emotivas.
Con la introducción de la opinión individual en la TV y en el radio se produjo la violentísima liaison dangereuse entre: a) un “punto de vista” que proviene del alfabeto, y que por eso es individual —justamente un punto de vista—, por un lado y, por otro, b) la inmediatez del tiempo real, que es la “compresión (…) eléctrica”[85] en la “ahoridad todo incluyente” y cuyo efecto es que la opinión sea una mera reacción emotiva a la inmediatez del tiempo real de la totalidad del acontecer global. Se llega con ello a que el “punto de vista” no puede ser reflexivo, lógico, sino que esencialmente es una toma de posición individual, una opinión reactiva puramente emotiva ante cada uno y todos los temas candente del momento concentrados en la “ahoridad todo incluyente”.[86] Podemos decir que la opinión penetrando los medios eléctricos no es otra cosa que el individualismo del punto de vista u opinión personal pero degradado a pura reacción individual emotiva. El elemento mecánico en esta mezcla peligrosa es el “punto de vista” u opinión individual, el elemento eléctrico es el efecto del tiempo real consistente en la falta de reflexión en dicha opinión, su emotividad en la inmediatez. El elemento eléctrico, la inmediatez de la velocidad de la luz, degrada el elemento individual a pura emotividad inmediata. El elemento mecánico es que esa emotividad inmediata no es ninguna sintonía que responda a una armonía tribal de acuerdo con códigos y cánones heredados y estables, sino que dicha emotividad carece de todo código, es una pura reacción individual. El resultado es el individualismo beligerante propio de una opinión tanto inculta como tolerante. Se trata del puro sentimiento exaltado del sujeto carente de códigos armonizadores por provenir del individualismo alfabético.
Los mecanismos de control de acceso a la prensa impedían tal individualismo salvaje, puramente emotivo. Pero ya en 1996 en la televisión (O’Reilly Show) se admitió expresa y conscientemente la opinión encendida sobre los temas candentes, y lo mismo ocurrió antes, 1986, en el radio (Rush Limbaugh), donde individuos daban su opinión como puro parecer personal militante, partisano, cargado de emotividad.[87] Nótese que lo que incidía aquí en los dos medios eléctricos clave de la TV y el radio, era el individuo, creación del alfabeto y la tipografía alfabética, pero no el individuo culto y tolerante sino el individuo intolerante y pasional. Se trata del conocido individualismo mecánico pero completamente degradado a individualismo enlightened. No obstante es individualismo, es decir, no es solo la falta de sintonía y armonía, sino un individualismo eléctrico generando conflicto alrededor de los temas candentes. Con ello se dio el fenómeno no previsto por McLuhan de que el medio eléctrico, “frío”, funcionara de manera cálida, es decir generado confrontación y destrozando la posibilidad del “involucramiento profundo” propio de los medios eléctricos. El resultado fue un entorno eléctrico cálido, muy cálido, “autoaniquilante”. En vez de movernos hacia “la armonía última de todo lo que existe”, la sociedad se movió hacia una radicalización partisana creciente. Ese fue el resultado de haber eliminado a los gate keepers para dejar abierto el paso a la versión eléctrica del individualismo de la opinión: opinión en tiempo real, individualismo salvaje sin control alguno. Tal es el individualismo eléctrico —que McLuhan descartaba por completo— y que no es otra cosa que la incidencia del alfabeto, de su herencia, el individuo, sobre la tecnología eléctrica de la TV y el radio.
La sociedad occidental en donde la mezcla y choque entre las tecnologías mecánicas y las eléctricas se dio primero y más fuertemente, es decir, los EEUU, empezó su polarización partisana e identitaria desde la guerra de Vietnam y la llamada lucha por los derechos civiles de los negros.[88] Pero alrededor del año 2000 la partisanización era muy intensa, y justamente entonces aparecieron las redes sociales. Estas son la renuncia a todo gate keeper, a toda selección de entrada. Justamente su definición es que el usuario individual —el individuo, el producto por excelencia del alfabeto— puede ser cualquiera, absolutamente cualquiera, y que él, este individuo, no requiere ninguna calificación, ninguna característica distintiva, es simplemente el individuo totalmente abstracto, y es él quien aporta los contenidos de las redes sociales tal y como a él le de la gana. Por supuesto, en la inmediatez del tiempo real que caracteriza a las redes sociales, los contenidos que son el lado obscuro de la sociedad —el equivalente a las bad news de McLuhan—,[89] los asuntos conflictivos, son los que —como en la prensa— llaman la atención de los usuarios y generan su participación militante, agonal, tan inflamada pasionalmente como carente de reflexión, de toda calificación, de toda coherencia lógica o causal, como corresponde a la presión del tiempo real de la información global delocalizada, que conforma un flujo que nunca se detiene.
Ciertamente en las redes sociales los usuarios pueden “publicar” contenidos de diferente tipo, sin embargo, hay algunas redes como Twitter y Facebook, sobre todo pero no son las únicas, que tiene una “ventana” para que los usuarios escriban algo. En general se trata de sus opiniones bajo la presión del tiempo real, lo cual desliga a esas opiniones de la reflexión empujándolas hacia la mera respuesta emotiva ante el acontecer. Por supuesto, si el acontecer pertenece a la categoría de los asuntos cálidos, los temas de disenso o disputa, lo que surge es la ya conocida “lucha de los puntos de vista”, que ahora ya no son opiniones cultas y tolerantes, sino simples tomas de posición emotivas. El resultado necesario son disputas y conflictos interminables caracterizados por una agresividad muy elevada, por una gran violencia verbal expresada por escrito y, además, de manera mecánica en tanto se emplea no la escritura manuscrita sino la tipográfica. Podemos, pues, decir que toda “ventana” para la opinión en una red social, y también en su versión menor constituida por los blogs de la prensa acompañantes de los artículos de opinión —que todavía pasan por el tamiz de los gate keepers tradicionales— es ya no solo la incidencia del alfabeto sino de la tipografía alfabética en esta versión intensificada de los medios eléctricos que son las redes sociales. Las ventanas para la opinión de los usuarios alrededor de los temas candentes en tiempo real son la incidencia del individuo con su medio más característico que es la tipografía alfabética en los medios eléctricos de última generación. Pero el carácter eléctrico de las redes sociales y sus ventanas de opinión degrada a la pareja individuo y tipografía alfabética al nivel de emotividad sin reflexión, sin coherencia lógica ni causal. Al la inversa, el contraataque del alfabeto sobre los medios eléctricos que son las redes, lleva a algo que no tiene que ver con el “involucramiento en profundidad” propio del tiempo real, tendiente a “la armonía última de todo lo que existe”, sino que es la inversión de la frialdad del involucramiento a la calidez muy intensa de la disputa sin fin. En vez de la emotividad sintónica, armonizadora, integradora, propia de las sociedades orales, lo que surge en el entorno eléctrico concentrado en las redes sociales es una emotividad fraccionada y fraccionante, que divide profundamente a las sociedades occidentales.
En vez de recuperar formas orales integradoras, los medios eléctricos transidos por el individuo con su tipografía alfabética en los teclados digitales generan la inocultable polarización del Occidente, empezando por su versión más desarrollada tanto alfabética como eléctricamente, los Estados Unidos. Se tiene entonces la irreflexividad automática, inmediata de las sociedades orales pero no en la sintonía o la integración sino en la polarización. No se recupera la armonía de la oralidad sino se llega a la conflictividad insuperable del individualismo eléctrico. La inmediatez del “ajuste” sintónica de la oralidad queda substituida por la inmediatez del conflicto sin fin y creciente en tiempo real. La parálisis creciente de los EU en la arena mundial como prolongación de los conflictos internos que padece hacen necesario preguntar cuál será el futuro de la gran nación. Por lo pronto, en su inmensa y creciente conflictividad interna, lo cierto es que los EU han perdido toda vocación geopolítica. La multitud de grupos identitarios y de partidismos socaban crecientemente las posibilidades de acuerdo interno, con lo que los EU han perdido la unidad necesaria para ser un actor geopolítico, lo cual solo es posible con una nación unificada. En el horizonte se asoma el Oriente, en especial China, esta última con una vocación geopolítica inocultable y con una sociedad colectivista que integra y se integra con base en los dos fenómenos mediáticos de la oralidad milenaria y la inteligencia artificial con su “carácter de evolución orgánica”.[90] Por el contrario, la polarización en los Estados Unidos parece convertir a esta potencia, así sea poco a poco, en lo que Mao llamó “un tigre de papel” o “un gigante con pies de barro”.
Ciencia y progreso sin democracia
La pandemia del covid-19 nos fuerza a reflexionar sobre las capacidades sociales de largo alcance de Oriente y Occidente, pero el virus solo ha sacado a relucir lo que ya estaba ahí prefigurado en las estructuras sociales. Con base en lo arriba discutido nos atrevemos a: A) esbozar hipótesis especulativas sobre la naturaleza del desarrollo social oriental en relación con el valor supremo de Occidente, la libertad, en su especificación política, a saber la democracia, así como, B) sobre el destino de la libertad y la democracia en Occidente.
A) Oriente ha mostrado una enorme funcionalidad político social en su respuesta al coronavirus. Esta funcionalidad conjuga estrechamente el poder político, el concierto social, la ciencia y la tecnología, por lo que se hace necesario reconsiderar la visión dominante en Occidente sobre las posibilidades históricas del Oriente, en particular de China como caso de contraste extremo respecto de Occidente. La visión occidental sobre China parece haber fusionado, en grave indiferenciación conceptual, la libertad de pensamiento propia de la ciencia y la libertad de opinión política. Parece razonable suponer que tal indiferenciación proviene del hecho de que en Occidente la ciencia fue directamente política en el origen de la Modernidad porque chocó frontalmente con la religión, la cual articulaba al poder político. Tal confusión de tipos de libertad se expresó en particular en la idea de que en la URSS y en China la falta de libertad política y de libertad de empresa, impedirían el desarrollo científico y de la productividad. Ciertamente, lo que sí faltó en la URSS, pero que corrigieron “a tiempo” en China, fue la libertad de empresa, y con ellos se estancó la productividad. Contrastantemente, en el video “In the Age of AI” (min. 11:55 – 13:30) se muestra a un joven empresario chino, Cao Xudong, que posee una multimillonaria empresa dedicada a los autos autónomos con base en la IA y al que las autoridades —o sea el partido comunista chino— le están creando nada menos que toda una nueva ciudad del tamaño de Chicago en la que estarán permitidos los vehículos autónomos para que su empresa desarrolle el auto inteligente. A Cao Xudong lo presentan como un hombre joven orgulloso, obviamente muy pudiente, manejando un vehículo de lujo autónomo, y lo que es claro es que a él —como a muchos otros— les dan libertad para la investigación científica a la par de libertad económica. Evidentemente en lo que menos piensa ese joven empresario comandando científicos y tecnólogos y ayudado por administradores es en subvertir el régimen. De su ejemplo y muchos otros podemos concluir que las libertades que generan desarrollo económico son la científica y la de empresa, y frente a ellas la política aparece más bien como factor de perturbación, como campo por excelencia del disenso, así sea controlado, o de plano del acuerdo crecientemente inestable o incluso hasta imposible en el marco del partisanismo y la ira generada por las redes sociales.[91] Entonces, podemos aventurar que si la URSS no logró productividad sostenida y generalizada a pesar un desarrollo y capacidad científica y tecnológica impresionantes, fue porque no hubo libertad empresarial, no porque no haya habido libertad política. El Oriente parece haber logrado una fórmula de éxito, si no es que la fórmula correcta por comparación con el crispado entorno de los “medios eléctricos” en Occidente: mucha ciencia, mucha administración empresarial, poca, muy poca (Corea, Singapur, Japón) o, incluso, ninguna “política” (China).
La ya referida teoría de la convergencia entre China y Occidente, imperante a principios de este siglo,[92] partía del error de suponer que para que hubiera conocimiento científico y tecnológico y también productividad económica, era necesario empezar por la libertad política, por la democracia o, por lo menos, que en un momento dado la democracia sería indispensable. Bien puede ser que la falla del pronóstico occidental sobre China consistió en verla como la URSS improductiva, sí, pero improductiva supuestamente por el autoritarismo político. Sin embargo en China, aparentemente, están logrando lo que Occidente creía imposible, el desarrollo científico y económico sin democracia. Parece que la consecuencia directamente política de la ciencia en Occidente, al inicio de la ciencia moderna —Copérnico, Galileo, Giordano Bruno, Kepler— quedó como sesgo cognitivo y no acabamos de comprender que una sociedad autoritaria, a diferencia de la medieval occidental, sea capaz de impulsar la ciencia y la empresa. Es más, puede ser que en Oriente tal relación sea algo mucho más viejo. A diferencia de los señores y reyes feudales occidentales, que eran unos palurdos, presos del dogmatismo cristiano, bíblico, los “emperadores” asiáticos, tanto en China, como en Corea, como en Japón, eran hombres sumamente instruidos, muy refinados y que se preocupaban por cultivar el conocimiento —y las artes— en sus dominios. Parece que el haber carecido del dogmatismo bíblico les permitía por lo menos cierta apertura hacia el conocimiento y hacia las mejoras materiales, tal vez hasta a la empresa. En cualquier caso, puede ser que la sorpresa Occidental con la China actual se debe a que la hemos medido con el rasero ruso y la idea occidental de que sin libertad política, no hay progreso, ni científico ni económico. Sin embargo la pandemia pareciera orillarnos a preguntarnos si los chinos y los orientales digitalizados en general realmente están mostrando que “se puede florecer” con autoritarismo. Pero el autoritarismo oriental es un cierto tipo de colectivismo —no comunismo—, muy distinto del despotismo y las tiranías occidentales, empezando porque los Estados asiáticos parecen haber sido todos ellos muy pragmáticos en cuestiones de religión, muy alejados de los militantismos que en Occidente alcanzaron su expresión extrema en la inquisición y en las famosas guerras de religión. Tal vez la pareja fatal de Occidente sea la de religión bíblica y democracia porque de la oposición original entre la ciencia y el militantismo bíblico, se llegó a amalgamar y confundir la libertad de pensamiento científico con la libertad política funcionalizada como democracia. Adicionalmente, dada la creciente relación entre ciencia aplicada y empresa, se amalgamó conceptualmente la libertad de empresa con la democracia. En cualquier caso, la pandemia parece haber llamado la atención sobre el hecho de que el progreso del saber y el progreso económico son posibles sin libertad política, como en China o, por lo menos, sin gran libertad política, como en los casos de Singapur, de Corea del Sur y de Japón.
B) Finalmente, hay que señalar que la libertad política en Occidente, este valor tan grande y prestigioso, está en trance de desaparición como resultado del fenómeno mediático constituido por la mancuerna del victimismo y los do-gooders, ambos impulsores de la suerte de inquisición neopietista constituida por la llamada “corrección política”. Tal mancuerna es la expresión más acabada de la ira como temple social generado por el individualismo eléctrico propio e inevitable de las redes sociales y el entorno eléctrico todo en Occidente. En otras palabras, buena parte del clamor occidental por la libertad y la democracia no es más que una mezcla de inconsciencia e hipocresía acerca del estado de la libertad de pensamiento político y social en Occidente, donde cualquiera puede ser e-linchado en un par de horas por decenas de millares de apasionados e irreflexivos individuos eléctricos actuando en las redes sociales en tanto violenta liaison dangereuse del alfabeto y los medios eléctricos. En este contexto no solo sufre la libertad de pensamiento sino que a través de “cuotas” e “igualdades” artificiales, impuestas, crecen las cortapisas a la libertad económica, como en el caso del anuncio de Goldman Sachs de que no ayudará a salir a la bolsa a empresas que no tengan por lo menos a un CEO mujer.[93] Lo cierto es que aunque que los intelectuales occidentales se rasguen las vestiduras por el avance del estatismo, muchos descuidan la gran amenaza a los valores de la libertad que viene de la atmósfera victimista propiciada por las redes sociales y el entorno eléctrico general, victimismo que actualmente se descabeza y se tira estatuas de Colón pero que nadie sabe hasta dónde llegará. [94]
La reflexión temprana sobre las redes sociales las veía como la continuación y la profundización de la acción de “purificación comunitaria”[95] ejercida por la prensa diaria mediante la “filtración”[96] para la denuncia. Se les tomó como el evangelio de una edificación social radical en libertad y democracia. En vez de esto, el engendro alfabético eléctrico constituido por las redes sociales devino el factor disolvente de la democracia y de la libertad por ser el medio condicionante del temple social dominante y permanente en Occidente de la ira, una ira flotante que se manifiesta al tomar como su “contenido” cualquier incidente, generando una polarización social creciente e imparable. Las redes mismas son “lo que importa” (the message), y no su “contenido”, ya que como liaison dangereuse del alfabeto y la tecnología digital, ellas son la forma mediática de participación universal autoliquidante por ser la participación inculta e intolerante. Al ser en sí mismas la forma social de la intolerancia desbocada emotivamente no tienen remedio, al margen de todo contenido del ámbito público. Las redes son lo que son. Son, en principio, la autoliquidación del Occidente democrático y tolerante, liberal.
Bibliografía
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- Wikipedia Contributors. “Lenguas de China”, Wikipedia (2020), https://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_de_China (Consultado el 6 de julio de 2020).
Notas
[1] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.11.
[2] Ibidem, p. 24.
[3] Carrillo Canán, Alberto J. L., “El coronavirus, el individualismo y el colectivismo digitalizado”, Reflexiones marginales, https://revista.reflexionesmarginales.com/el-coronavirus-el-individualismo-y-el-colectivismo-digitalizado/ (Consultado el 6 de julio de 2020). El artículo apareció en el número extraordinario de la revista Reflexiones Marginales (Mayo 2020) dedicado al coronavirus.
[4] Gibson, William. “Disneyland with the Death Penalty”, Wired, https://www.wired.com/1993/04/gibson-2/ (Consultado el 6 de julio de 2020).
[5] Idem.
[6] Idem. Por supuesto, hablar de Singapur como Disneylandia refiere al orden y planificaciones totales de la vida pública de dicho país, lo que incluye tanto la excelencia de su infraestructura como la pulcritud del país – varias veces Gibson se refiere Gibson como una versión oriental de Suiza –, que en realidad una sola gran ciudad.
[7] Idem. Las cursivas en el interior de una cita siempre nuestras a menos que se indique otra cosa.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Idem.
[11] Idem.
[12] “EE.UU. contra China”, Deutsche Welle, https://www.youtube.com/watch?v=_EzfGrTEgDU (min. 26:40 – 27:09) (Consultado el 6 de julio de 2020).
[13] Una versión más simple es que la libertad y la democracia solo sean un marco coadyuvante para el progreso.
[14] Sartre: “el hombre está condenado a ser libre (…)”, en L’existentialisme est un humanisme, ed. cit., p. 37.
[15] Locke, John. Two Treatises of Government, ed. cit. p. 212.
[16] Ibidem, p. 312. En teoría política commonwealth también suele traducirse como Estado.
[17] Idem.
[18] Ibidem, p. 279
[19] Agradezco al colega filósofo Marcelo Sada Villareal la referencia a la sección 22 del texto de Locke, que me permitió el desarrollo anterior.
[20] Véase: “Lenguas de China”, Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_de_China (Consultado el 6 de julio de 2020).
[21] Se trata del mismo fenómeno que ocurre con el simbolismo internacional con el que uno reconoce la salida de la autopista al aeropuerto al ver el ícono de un avión, por ejemplo, o el baño de mujeres. Todo el mundo piensa en lo mismo aunque lo verbalice de manera diferente, de acuerdo con la lengua que se hable. El pensamiento no es lo mismo que el habla, como insiste en ello McLuhan (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 8)
[22] Ibidem, p. 83.
[23] No está demás insistir aquí en que la mediología de McLuhan tiene como un medio, como una tecnología y, a saber, a uno de importancia capital, a la oralidad (el lenguaje puramente hablado). Véase: McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., capítulo 8, The Spoken Word.
[24] Ibidem, p. 50.
[25] Véase: Chong L., Luis M. “Confucianismo y modernismo en Taiwan”, Noticias de Taiwan, https://noticias.nat.gov.tw/news.php?unit=98&post=90491 (Consultado el 6 de julio de 2020).
[26] Ver abajo el fracaso de la teoría de la convergencia entre Oriente y Occidente.
[27] McLuhan pesaba que China y el mundo entero se alfabetizarían, llevando al individualismo occidental: “Recientemente China se ha embarcado en un programa de alfabetización masiva que resultará en que adquiera por completo el sesgo cultural del hemisferio cerebral izquierdo [el de Occidente] sumergiendo a los chinos en una nueva fase de la empresa y la agresión individualizadas, para lo cual se está desarrollando, nuevamente, una base de hardware industrial.” (McLuhan, Marshall; Powers, Bruce, The Global Village, ed. cit., p. 68) McLuhan cita incluso a un “observador canadiense” que en 1980 habría dicho que “[l]os chinos están rasgando su piel cultural para protegerse ellos mismos del hardware ruso.” (Idem)
[28] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 49.
[29] Ibidem, p. 24.
[30] Ibidem, p. 8.
[31] Véase: “(…) la estrategia [la estructura] de clases sociales y castas se ha usado con frecuencia en el pasado, dado que la casta y la clase son técnicas de desaceleración social que tienden a generar el equilibrio de las sociedades tribales.” (Ibidem, p. 344) McLuhan usa el concepto de clase de manera totalmente diferente a la tradición marxista, remitiendo a las diferencias que se dan por el nacimiento no por la situación con respecto de la propiedad de los medios de producción, entonces, en una sociedad liberal, democrática, donde se da la igualdad formal de los individuos para todo fin jurídico, en rigor no hay clases, solo diferencias de ingreso, provenga este de dónde provenga. Por eso McLuhan se pregunta si “[d]ebería sorprender que los europeos asocien la uniformidad del entorno y de las mercancías con el comunismo (…) o que Lloyd Warner y sus asociados, en sus investigaciones sobre las ciudades norteamericanas hablen del sistema de clases en términos de ingreso (…). El más alto ingreso no libera al norteamericano de su vida de ‘clase media’. El ingreso más bajo le da a cualquiera una parte considerable de la misma existencia de clase media.” (Ibidem, p. 221s.)
[32] Este tema es central no solamente en Understanding Media sino también en la gran obra de McLuhan preparatoria de aquella, The Gutenberg Galaxy (1962). Véase la nota de pie de página siguiente.
[33] Cfr. McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 4.
[34] Ibidem, p. 47.
[35] Ibidem, p. 108.
[36] Ibidem, p. 110.
[37] Ibidem, p. 4.
[38] Para la exposición del efecto fragmentador del alfabeto fonético y de la tipografía alfabética, conducente a la forma moral del individualismo, por una parte y, por otra, el efecto tribalizador de la tecnología eléctrica, concordante con el colectivismo, remitimos tanto a nuestro artículo sobre el covid-19 en el número extraordinario sobre el coronavirus de la revista Reflexiones Marginales, como a nuestro artículo “McLuhan y el programa de comprender los medios”, en el número 56 de la misma revista.
[39] En su texto póstumo, The Global Village (1989), McLuhan se refiere repetidamente al colectivismo en el caso japonés y chino y, claro, se trata de la ausencia de individualismo, y en dicha obra trata el tema del colectivismo como la “sintonización con una identidad colectiva, moral” (McLuhan, Marshall; Powers, Bruce, The Global Village, ed. cit., p. 70).
[40] Lo mismo que la clase o la casta o las formas de la familia o los juegos.
[41] Véase: “(…) ningún medio tiene su significado o existencia solitario, sino solamente en la interacción constante con otros medios.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 26)
[42] Véase: “(…) la psique china teme al caos más que a cualquier otra fuerza, la gente ve con buenos ojos al Estado fuerte.” Mahbubani, Kishore. “The world after covid-19. Kishore Mahbubani on the dawn of the Asian century”, The Economist, https://www.economist.com/by-invitation/2020/04/20/kishore-mahbubani-on-the-dawn-of-the-asian-century (Consultado el 6 de julio de 2020)
[43] El editor la icónica revista WIRED, Nick Thompson, dice que hace 20 años él hubiera dicho que todo era cosa de mantener el “compromiso” en China y la gente acabaría por tener acceso a las redes sociales, a Google, en fin, “con libertad de expresión y muchos valores occidentales”, pero que lo cierto es que no ha pasado – de hecho, Xi Jinping reformó apenas en 2018 la constitución para poder ser presidente vitalicio – . Ver el video “In the Age of AI”, https://www.youtube.com/watch?v=5dZ_lvDgevk (alrededor del minuto 1:44) (Consultado el 6 de julio de 2020)
[44] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 24.
[45] Ibidem, p. 166.
[46] Ibidem, p. 86.
[47] Véase: Ibidem, capítulo 5.
[48] Ibidem, p. 48.
[49] Ibidem, p. 49.
[50] Ibidem, p. 50.
[51] Idem.
[52] Idem.
[53] Idem.
[54] Ibidem, p. 51.
[55] Ibidem, p. 5. Sobre esto ver nuestro texto “McLuhan y el programa de comprender los medios”, publicado en el número 56 de la revista Reflexiones Marginales.
[56] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 9.
[57] Ibidem, p. 31. Véase también el texto recién mencionado, “McLuhan y el programa de comprender los medios”.
[58] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 4.
[59] Véase, McLuhan en The Global Village: “El estrechamiento siempre creciente de la malla satelital va a revertir ese desarrollo de cuatrocientos años [el desarrollo del individualismo alfabético]. El corrimiento hacia el interés propio individual y las metas privadas será revertido.” (p. 119)
[60] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 137.
[61] Ibidem, p. 47.
[62] Ibidem, p. 48.
[63] Idem.
[64] Ver en especial mi libro Los “medios eléctricos” y la emotividad. La forma política en el entorno digital, de próxima aparición.
[65] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 309. En este fragmento las cursivas son de McLuhan, por eso nosotros enfatizamos ciertos términos mediante subrayados.
[66] Véase: “En el mundo occidental [gracias a la tecnología eléctrica] tendemos a un influjo de objetivos y estructuras sociales. La mente de grupo predominará y nos hará tan sensibles a las necesidades y deseos de los demás que regiones enteras van a quedar exhaustas por las necesidades de ajuste.” (McLuhan, Marshall; Powers, Bruce, The Global Village, ed. cit., p. 97) Recuérdese el fragmento citado arriba de la misma obra en donde se concibe la ausencia de individualismo como la “sintonización con una identidad colectiva, moral” (Ibidem, p. 70).
[67] Véase: “Los orientales son capaces de un ajuste instantáneo a todas las condiciones psíquicas y sociales, lo cual está relacionado a ver la vida como un equilibrio multisensorial sin prioridades de orden (…) – esto es el modo acústico. Los occidentales están anclados en un punto de vista fijo (…)” (Ibidem, p. 57). En el mismo sentido tenemos que “(…) Okakuro Kakuzo explica la actitud de los japoneses hacia las relaciones sociales como un ‘reajuste constante a nuestro entorno.’ Esto es el contraste extremo respecto de los occidentales o el punto de vista visual, [por oposición a ‘acústico’] que asume una posición fija para examinar cada situación y afirmar la preferencia propia.” (Ibidem, p. 65)
[68] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 28.
[69] Véase la formulación “involucramiento social total en vez del espíritu burgués de separación o de los puntos de vista” (Ibidem, p. 47)
[70] Ibidem, p. 194.
[71] Idem.
[72] Ibidem, p. 25.
[73] Ibidem, p. 323.
[74] Ibidem, p. 185.
[75] Ibidem, p. 335.
[76] Ibidem, p. 194.
[77] Ibidem, p. 195.
[78] Idem.
[79] Ibidem, p. 256.
[80] Recientemente Macario Schettino ha insistido en esta idea. Ver “Inundar de basura”, https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/inundar-de-basura (Consultado el 6 de julio de 2020).
[81] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 257.
[82] Ibidem, p. 297.
[83] Ibidem, p. 257.
[84] Ibidem, p. 342.
[85] Ibidem, p. 323.
[86] Refiriéndose al overflow de información en el tiempo real, Macario Schettino ha insistido en que la información no se puede procesar cognitivamente, solo se reacciona a ella emotivamente. Ver “Repensar el liberalismo”, https://youtu.be/CquaHzHyOuU (Consultado el 6 de julio de 2020).
[87] Para una breve exposición de tal proceso véase nuestro texto “Los ‘medios eléctricos’ y la era de la ira”, de próxima aparición.
[88] Cfr. McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 3.
[89] Ibidem, p. 205.
[90] Ibidem, p. 183.
[91] El caso de las dificultades de las elecciones españolas para lograr mayorías gubernamentales es solo un ejemplo, pero se trata de algo ahora común en Occidente.
[92] Cfr. “In the Age of AI”, https://www.youtube.com/watch?v=5dZ_lvDgevk (min: 1:44 – 1:45:01) (Consultado el 6 de julio de 2020).
[93] Véase: “Goldman Sachs no ayudará a salir a bolsa a empresas sin mujeres en dirección”, https://forbes.co/2020/01/27/forbes-women/goldman-sachs-no-ayudara-a-salir-a-bolsa-a-empresas-sin-mujeres-en-direccion/ (Consultado el 6 de julio de 2020).
[94] Véase: Mars, Amanda. “Unos manifestantes derriban la estatua de Colón en Baltimore durante la fiesta del 4 de julio”, https://www.facebook.com/829824627137079/posts/3097283163724536/?vh=e&d=n (Consultado el 7 de julio de 2020).
[95] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 207.
[96] Ibidem, p. 213.