María de Lourdes Solís Plancarte
Resumen
La filosofía de la individuación se compone de diversos elementos científicos. Esta construcción filosófica es llevada a cabo a partir de algunas teorías de la física de los siglos XIX y XX, de la biología evolutiva, entre otras, cuyos conceptos e implicaciones para nuestra comprensión de la realidad son aplicados por Simondon a su propia apuesta ontogenética. Nuestro propósito principal consiste en mostrar el desarrollo de la primera parte del libro La individuación a la luz de las nociones de forma e información, denominada “La individuación física”. Con un espíritu enciclopedista, Gilbert Simondon ensambla estos elementos científicos para alcanzar una comprensión más amplia de todo lo que existe y esto implica una fuerte crítica a algunos postulados filosóficos capitales.
Palabras clave: Simondon, individuación, ontogénesis, elementos.
Abstract
The philosophy of individuation is composed of various scientific elements. This philosophical construction is carried out from some theories of the nineteenth and twentieth century physics, from evolutionary biology, among others, whose concepts and implication for our understanding of reality are applied by Simondon to his own ontogenetic bet. Our main purpose is to show the development of the first part of the book Individuation in the light of the notions of form and information, called “Physical individuation”. With an encyclopedic spirit, Gilbert Simondon assembles these scientific elements to reach a broader understanding of everything that exists, and all this implies a strong criticism of some capital philosophical postulates.
Key words: Simondon, individuation, ontogenesis, elements.
Todos deben interesarse en todo.
Nicolas Bourbaki
El concepto elementos tiene una larga tradición en la matemática. El colectivo de matemáticos franceses Nicolas Bourbaki publican, en 1935, Elementos de matemática donde proponen el uso en singular de este concepto, con la finalidad de señalar que esta disciplina es una estructura unificada, un sistema cuyos elementos trabajan armónicamente. Con este leitmotiv, los elementos de filosofía simondoniana se pueden comprender como la parte constitutiva, los pilares del sistema de pensamiento de Gilbert Simondon; estructura y sistema, como veremos, son palabras claves para el filósofo de Saint-Étienne. Los elementos tienen una amplia connotación en distintas ciencias, no solo en la matemática sino también en física, química, biología y otras. Precisamente el recorrido que aquí planteamos, la individuación física, marcha entre estas ciencias, de las cuales Simondon abreva para la elaboración de su teoría filosófica, no únicamente a nivel conceptual sino llevando a profundas consecuencias y posibles transformaciones de la filosofía misma.
El espíritu enciclopedista de Gilbert Simondon se nutre de dos fuentes principalmente; la primera es antecedente en la tradición francesa: Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955); la segunda, contemporánea al filósofo de la individuación, la cibernética (1942), cuya etimología proviene del término griego para “timonel”, así llama Homero al hombre que, con la mirada fija en la luz del faro, toma el timón para llevar el barco a puerto. Esta es el significado que toma Norbert Wiener (1894-1964), quien acuñó el término en su libro Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas, publicado en 1948, para denominar a la ciencia que estudia los flujos de energía estrechamente vinculados a la teoría de control y a la teoría de sistemas.
En este orden de ideas, Simondon es heredero de su propia cultura, en la infancia devoraba las publicaciones de difusión científica y mantuvo su optimismo frente a la Ilustración debido a que, como movimiento cultural, considera que permitió poner el conocimiento al alcance de la mayoría de los hombres. En 1955 se publica El fenómeno humano de Pierre Teilhard de Chardin, filósofo, antropólogo y geólogo jesuita, donde preconiza una propuesta de carácter evolucionista para explicar el origen del universo, de la vida y del pensamiento humano.
De este pensador, Simondon podría haber tomado una visión global, universalista, cierta cosmovisión; lo que algunos especialistas simondonianos llaman “enciclopedismo”. Esta cosmovisión consistiría en realizar una teoría general sobre lo existente, con visión de sistema donde todo está en relación con todo, en términos de proceso, pensamiento que se preocupa por comprender los componentes, operaciones y estructuras de todo lo que es.
La semejanza entre Teilhard y Simondon se comprende por el espíritu humanista, mentes en búsqueda del conocimiento total e integrador que les permita ampliar los horizontes humanos intentando fundir los distintos saberes científicos, técnicos y filosóficos. La diferencia que establecería la apuesta simondoniana frente a la de Chardin estriba en que el filósofo de Saint-Étienne mantendrá hasta sus últimas consecuencias un grado superlativo de inmanencia, límites demarcados por la propia condición humana, gesto profundamente arraigado en el mundo.
Con la cibernética, Simondon comparte el ideal de generar una teoría unificada del ser a partir de la noción de información,[1] no es gratuito que a su obra capital la haya titulado La individuación a la luz de las nociones de forma e información (ILFI). Al estudiar la cibernética, Simondon descubre que ambos conceptos, además de centrales en cualquier teoría de sistemas, han sido aplicados por separado, el primero en filosofía, el segundo en ciencias; la audacia simondoniana es intentar relacionarlos en su filosofía de la individuación para la revisión crítica de los viejos pero inacabados problemas filosóficos, en específico ontológicos, que lo llevarán no solo a una renovación conceptual en filosofía, sino que además propondrá la ontogénesis como una nueva veta en el estudio del ser en devenir, es decir, estudiar al individuo no como algo dado y aislado, sino como proceso y relacionado con un medio.
Elementos de física en el siglo XX: realidad individuada, realidad preindividual
Simondon aplica ciertos conceptos y procesos científicos dentro de su propia construcción filosófica. Esta aplicación arranca con la física de principios del siglo XX y consiste en la transformación dada entre los conceptos y postulados de la física clásica (newtoniana) y lo que demuestran un grupo de jóvenes físicos, entre los que destacamos a Einstein, De Broglie y Borh que proponen, gracias a sus antecesores,[2] una ciencia física que comporta implicaciones aún más complejas sobre la comprensión de la realidad física que teníamos hasta ese momento, en el sentido de dejar atrás postulados que conllevan cierto determinismo y reduccionismo.[3] A ellos agregamos a Heisenberg con su formulación matemática que permite tratar la dualidad onda-partícula indistintamente como onda o partícula en 1925.
Con lo anteriormente señalado, deseamos apuntar dos elementos centrales en el modo de proceder del pensamiento simondoniano; en primer lugar, su abandono y distancia crítica de los postulados filosóficos que cumplen la función de paradigmas reflexivos. Simondon escribe en la introducción de su tesis doctoral que existen sendas vías por las cuales se suele abordar la realidad del ser como individuo, en primera instancia está el sustancialismo, al que considera dado en sí mismo, inengendrado y resistente a lo que no es él mismo; por otro lado, el hilemorfismo, que considera el ser como engendrado por el encuentro de forma y de materia.[4] El fuerte cuestionamiento a este par de caminos se verá constantemente apoyado en el alto contraste que surge al oponerles los resultados observados no solo por los físicos estudiados por Simondon; además, este filósofo realiza sus propias experimentaciones en el laboratorio. Su propuesta teórica y, por ende, la metodología puesta en marcha cuenta con una fuerte base experimental.
En segundo término, el discurso que construye Simondon, sin llegar a ser matemático, sí se puede llamar científico más que filosófico, ya que aplica nociones y experimentaciones de la física para explicar los procesos de individuación del ser. Con ello, nuestro pensador realiza una suerte de disipación de la neblina que, para él, traen consigo ciertas nociones filosóficas tradicionales, las cuales irá limitando y descartando.
En este sentido, la metodología simondoniana propone tomar estos cambios y nuevos acoples conceptuales de la física del siglo XX con respecto a la física clásica, a la ontogénesis centrada en la realidad preindividual que él propone. Simondon lo expresa con estas palabras: “La necesidad de corregir y de acoplar los conceptos básicos en física traduce quizás el hecho de que los conceptos son adecuados solamente a la realidad individuada, y no a la realidad preindividual”.[5]
El segundo elemento de la física en el que, a nuestro juicio, descansa esta posición filosófica proviene de la llamada Interpretación de Copenhague (1927); en ella, Bohr sostiene que mientras en física clásica un sistema de partículas en dirección funciona como un aparato de relojería, independientemente de que sean observadas o no, en física cuántica el observador interactúa con el sistema en tal medida que éste no puede considerarse con una existencia independiente.[6]
Veremos como el propio pensamiento está inmerso en los procesos de individuación que Simondon desarrolla y expone en los siguientes términos:
“El pensamiento es un cierto modo de individuación secundaria que interviene luego de la individuación fundamental que constituye el sujeto; el pensamiento no es necesariamente capaz de pensar el ser en su totalidad; es segundo respecto a la condición de existencia del sujeto; pero esta condición de existencia del sujeto no es aislada y única, pues el sujeto no es un término aislado que ha podido constituirse por sí mismo; la sustancialización del sujeto como término es una comodidad que el pensamiento se concede para poder asistir a la génesis y a la justificación de sí mismo; el pensamiento busca identificarse con el sujeto, es decir identificarse con su condición de existencia para no retrasarse con respecto a ella”.[7]
Esta nueva toma de posición epistemológica resulta en una crítica a las posturas filosóficas que se presentan como reflexiones ajenas y, por ello, independientes al mismo objeto que estudian; además, las filosofías corrientes toman al individuo pensado como sujeto que, a su vez, es asimilado como hombre. Se trata de una subjetividad implícita en toda concepción del individuo. Es, en definitiva, un antropomorfismo del conocimiento, debido a esta sustancialización del sujeto, cuando, para Simondon, la sustancia es un caso extremo de la relación, el de su inconsistencia.
El conocimiento, a los ojos de Simondon, debe ser considerado parte del proceso de ontogénesis, es decir, al tener una percepción limitada del ser lo que devela es también un conocimiento sobre el pensar mismo, en este caso el de sus límites, pero que de ninguna manera queda fuera o exento de la propia operación analizada en su desarrollo. Por el contrario, el conocimiento se revela, en su operatividad, insuficiente para abarcar la totalidad de lo que se considera su objeto de estudio, más aún cuando este consiste en procesos. Asimismo, pone de manifiesto ciertas características ‘naturales’ de su composición, por ejemplo, su funcionamiento ágil o su suficiencia para tratar y explicar sustancias, objetos considerados inertes,[8] tal como lo hace y muestra el hilemorfismo.
Con todo esto, deseamos indicar que hay un alto contraste entre las posiciones filosóficas del sustancialismo y del hilemorfismo, frente al fuerte movimiento de pensamiento científico inmediato anterior a Simondon; se trata de una ola de nuevos conocimientos contemporáneos a él que envuelven, sostienen y otorgan un viraje a su apuesta filosófica. Como intentamos mostrar a continuación, los esquemas de pensamiento físico son el aporte de mayor peso epistemológico para la ontología genética simondoniana.
En este sentido, la tercera columna tomada de la física es el descubrimiento de la dualidad onda-partícula, realizado por De Broglie en 1923. De acuerdo con esta demostración matemática, la luz puede poseer propiedades corpusculares de partícula y propiedades ondulatorias; en física clásica, una partícula ocupa un lugar en el espacio y tiene masa, una onda se extiende en el espacio y tiene velocidad definida y masa nula.
En física cuántica, el concepto onda-partícula señala que no hay diferencias fundamentales entre partículas y ondas, las ondas se pueden comportar como partículas y las partículas se pueden comportar como ondas. La situación experimental de la dualidad onda-partícula ocurre accidentalmente en la compañía de teléfonos de Nueva York, donde se concebían amplificadores de válvulas de vacío para transmisiones telefónicas. Clinton Davisson logró un patrón de interferencia, formado por electrones que rebotaban en pocas direcciones bien definidas, confirmando la naturaleza ondulatoria del electrón.[9]
La dualidad onda-partícula, nos parece, la podemos entender como postulado ontológico dentro de la filosofía de Simondon en el siguiente sentido. Si la materia posee propiedades compactas y extensas, es decir, una partícula de materia tiene masa que ocupa un lugar en el espacio y posee velocidad, movimiento, se extiende en el espacio, implica que tiene también una duración en el tiempo, entonces esa partícula de materia algunas veces se observa como onda y otras como partícula, significa que está en el espacio y se mueve en el tiempo a la vez, tenemos con ello una espacialización del tiempo o una temporalización del espacio.
Decimos que es un postulado ontológico puesto que algo, por ejemplo, un individuo, el electrón o el fotón tomados por Simondon, hecho de materia, tendría propiedades espaciotemporales de manera simultánea, lo cual quiere decir que ese individuo no se limita a lo que podemos percibir en una sola observación, tal como lo plantea el sustancialismo como una entidad dada, o como el hilemorfismo lo postula, como un compuesto ya constituido por la materia pasiva y la forma recibida.
Consideramos que la aportación de la dualidad onda-partícula en términos filosóficos para la propuesta simondoniana radica en la posibilidad de concebir todo lo que es en conjunto con el devenir, gracias a esta nueva concepción espaciotemporal, entendidos “ser” y “devenir” no como opuestos, tampoco como complementarios, sino como unidad del ser. Y no porque sea uno, sino porque el ser —en esta filosofía de la individuación— es devenir y el devenir es ser.
Para Simondon, esta dualidad está calcada del ser (¿o a la inversa?), lo que se demostró para un electrón puede ser válido para el ser; en otras palabras, partícula-onda es ser-devenir. Una manera simondoniana de expresar esto sería onda-partícula-onda… ad infinitum; ser-devenir-ser… ad infinitum.[10] La posición epistemológica, adquirida de la Interpretación de Copenhage y este postulado ontológico, trasvasado de dualidad onda-partícula, atraviesan y constituyen la posición filosófica básica de Gilbert Simondon.
Dentro de esta apuesta, se considera al ser no como algo distante, ajeno o aislado; por el contrario, el ser es todo lo que es, no es posible concebirlo de manera independiente, por ejemplo, de las cosas, de hecho, es la cosa más importante, el objeto de estudio filosófico por excelencia. El espacio y el tiempo son, después del ser, las categorías de mayor relevancia dentro de la argumentación científica y filosófica; al asimilarlas, no solo como nociones, Simondon las pone en operación como el puente directo que comunica a la ciencia física con la ontología filosófica.
Al desarrollar su oposición al principio de individuación como punto de partida del estudio del individuo, deja sentado que su visión ontológica corresponde a concebir al ser como sistema, en comunicación con todo y, en este sentido, al buscar un término primero o principio, lo que se busca es el soporte que posibilita las relaciones. Simondon lo expresa de la siguiente manera: “[…] todo lo que puede ser soporte de relaciones ya es de igual modo de ser que el individuo, sea el átomo, partícula indivisible y eterna, la materia prima o la forma: el átomo puede entrar en relación con otros átomos a través del clinamen, y así constituye un individuo, viable o no, a través del vacío infinito y del devenir sin fin”.[11]
A partir de este puente construido entre la física y la filosofía, Simondon hará transitar al ser y al devenir en el mismo camino, como lo que él considera que son ambos: fases de la ontogénesis, fases del proceso que él llama individuación ya que esta perspectiva toma en cuenta los aspectos correlativos a la formación del ser, quiere realizar una auténtica explicación filosófica de los procesos por los que atraviesa y se constituye el ser.
Elementos de química: energía, fases y metaestabilidad
Al comenzar a explicar la individuación física, Simondon trata de establecer una analogía en el empleo de la noción de energía potencial que le permita inferir el saber de una relación a partir del saber que tenemos de otra;[12] es decir, las relaciones conocidas entre las fases de un sistema fisicoquímico, como semejantes a las relaciones entre las fases por las que atraviesa un individuo, el cristal aperiódico.
“Vamos a esforzarnos por mostrar la validez de la noción de energía potencial estructural empleándola como instrumento para estudiar casos en los que la individuación física es de un uso muy delicado, y que constituye no obstante un ejemplo liminar muy notable: las formas alotrópicas cristalinas de una misma sustancia. Será posible captar en un caso semejante la individuación al nivel más primitivo…”[13]
Para comprender la noción de lo preindividual, entendiendo al ser como sistema, Simondon apela al proceso de cristalización en el cual encuentra la operatividad en las fases de un sistema fisicoquímico que le permita expresar filosóficamente el cambio, el devenir, en su ontología genética; en este sentido, sostiene que el ser no es uno, no es una substancia y tampoco materia pasiva a la espera de recibir alguna forma, por supuesto, también considera que el ser es más que identidad y unidad consigo mismo; ello supone un proceso de transformaciones del ser, exige explicar el cambio y el movimiento en que se da el ser. Para ello, el papel de la energía potencial, entendida como energía acumulada y disponible para que el sistema se desfase, le permite realizar esta especie de analogía entre los cristales alotrópicos tomados como individuos y los procesos de ontogénesis llamados individuaciones.
A este respecto, conviene recordar que el cristal ha desatado especulaciones y discusiones físicas y metafísicas a través de la historia del pensamiento,[14] Simondon se integra a esta antigua vertiente de estudios llevando con él los conocimientos de la física y la química de su tiempo, con lo cual su perspectiva es, digamos, práctica, de aplicación de las observaciones científicas, las cuales permiten también volver a señalar que la misma frontera entre las distintas ciencias, así como la frontera entre ciencias y filosofía, no es tan clara como solemos concebirla.
“Simondon muestra que una fina comprensión de la física del cristal puede traer consecuencias reflexivas y especulativas que desbordan a la física. El cristal, paradigma de la individuación, constituye para él la ocasión de reafirmar las conexiones entre las fases del ser y el devenir. El cristal ocupa un lugar estratégico porque es el modelo de individuación físico-químico a partir del cual será operada la transición hacia la individuación biológica. Simondon ha hecho de un objeto de ciencia un sujeto de reflexión filosófica”.[15]
En este sentido, la energía potencial y la metaestabilidad le servirán para mostrar una nueva perspectiva en el estudio del ser, y decimos nueva porque en el rastreo histórico encuentra que
“Los antiguos no conocían más que la inestabilidad y la estabilidad, el movimiento y el reposo, no conocían clara y objetivamente la metaestabilidad. Para definir la metaestabilidad es preciso hacer intervenir la noción de energía potencial de un sistema, la noción de orden y la de aumento de la entropía, la noción de información de un sistema; […] es posible definir ese estado metaestestable del ser, muy diferente del equilibrio estable y del reposo, estado que los antiguos no podían hacer intervenir en la búsqueda del principio de individuación, ya que ningún paradigma físico claro podía alumbrar para ellos su empleo”.[16]
El estado metaestable, puesto en operación en la ontogenética, consiste en varios estados de equilibrio, equilibrio suficiente para generar, con la intrusión de un germen (información o evento), un nuevo proceso de individuación que desata esta energía potencial. En otras palabras, el ser-sistema es metaestable, con energía potencial y distintas fases, en el cual lo preindividual, estado sin fases del ser, es rico en singularidades y es condición de todo posible individuo.
La metaestabilidad, en el empleo que le da Simondon, es la propiedad del ser que posibilita la operación de individuación, lo preindividual, la primera fase del ser, continúa presente a través de todas las individuaciones, como energía potencial se mantiene y mantiene los procesos de individuación; las fases son modos del ser-sistema donde la operación de desfase no comporta necesariamente un cambio en el estado de agregación de la materia. En palabras de Deleuze, la filosofía de la individuación se explica porque
“La condición previa de la individuación, según Simondon, es la existencia de un sistema metaestable. La filosofía cae en las dos aporías mencionadas [en el sustancialismo y el hilemorfismo] por no haber reconocido la existencia de este tipo de sistemas. Pero lo que define esencialmente un sistema metaestable es la existencia de una «disparidad» [disparation] entre al menos dos órdenes de magnitud, dos escalas dispares de realidad entre las cuales no hay interacción comunicativa. Implica, por tanto, una diferencia fundamental, como un estado de disimetría. Se trata, empero, de un sistema en la medida en que la diferencia se da en él como energía potencial, como diferencia de potencial repartida en tales o cuales límites”.[17]
En la captación del individuo, Simondon explica que este sería
“[…] una realidad relativa, una cierta fase del ser que supone antes que ella una realidad preindividual y que, aún después de la individuación no existe completamente sola, pues la individuación no consume de golpe los potenciales de la realidad preindividual y, por otra parte, lo que la individuación hace aparecer no es solamente el individuo sino la pareja individuo-medio”.[18]
El ser concebido como sistema se encuentra relacionado consigo mismo y con el entorno, su medio; la relación consigo mismo no se reduce a la identidad ni a la unidad, el vínculo con su entorno no nos dice que haya un afuera, ni una exterioridad. La metaestabilidad se entiende, pues, como el tiempo-espacio de la individuación, relación entre polos y el conjunto de fuerzas, energía y estructura.
El carácter relacional del ser emerge gracias a lo preindividual, de acuerdo con Pascal Chabot, Simondon trata lo preindividual como el origen de todo lo que es, como la physis de los presocráticos. Dentro de estos filósofos de la antigüedad griega, Chabot señala a Anaximandro, quien, como sabemos, nombró a esa fuente originaria ápeiron; en esta línea, lo preindividual es descrito por este especialista así: “Es una potencia generadora y creadora. Su potencia es una vitalidad todavía salvaje, una naturaleza, una physis, una natura naturans. Lo preindividual es la naturaleza tomada en la fuente, la naturaleza virgen todavía de determinación, sin límite ni forma, pero ya una gran vitalidad que será determinada”.[19]
Lo preindividual es equiparado, por este especialista, a la naturaleza en el sentido de los presocráticos, a los ojos de Simondon verdaderos pensadores y técnicos;[20] pero además esta concepción de la naturaleza concebida como naturaleza que hace a la naturaleza, que se (re)produce a sí misma, nos haría comprender lo preindividual como una literal matriz generadora, la cual está en un estado de metaestabilidad, cargada de energía potencial (singularidades de todo tipo) y relacionada, a su vez, con todo lo que existe.
La realidad preindividual puede concebirse también como un reservorio que está formando parte del todo, donde todo lo significativo es el resultado de la individuación; empero, de lo cual no podemos tener ninguna definición precisa sino hasta que se ha realizado la operación de individuación. “El ser individuado es portador de origen absoluto”.[21] Esto nos alerta sobre la interpretación que Simondon realiza del pensamiento presocrático,[22] el riesgo consistiría en aceptar una pura indeterminación, una fuente natural de la cual puede brotar todo, con lo cual nuestra comprensión de la realidad quedaría francamente ciega o, al menos, con un horizonte reducido para prever ciertas posibilidades.
La posición en la historia de la filosofía que poseen los presocráticos, para Simondon, es privilegiada ya que son los pensadores del comienzo, ellos preceden la historia de este encubrimiento del proceso de individuación, “Para ellos”, escribe Simondon, “la realidad actual del mundo se comprende por su génesis, y la cosmogénesis es palpable y concreta como el cambio progresivo de estado que tiene lugar en la mano del alfarero, cuando la arcilla absorbe más agua”.[23] Sin embargo, el conocimiento humano ha avanzado en sus previsiones de tal modo que esta idea sobre la naturaleza, desde el punto de vista de la historia de la ciencia, tiene un alcance limitado; a pesar de estas limitantes, la comprensión simondoniana sobre la naturaleza resulta en un movimiento, un cambio importante de perspectiva epistemológica, que encuentra sus raíces profundas en los presocráticos para presentarnos un nuevo camino de reflexión.
Elementos de biología: convergencia de saberes
El primer elemento que deseamos destacar es el mecanismo hereditario junto con la similitud entre la parte más esencial de una célula viva —la fibra cromosómica— que puede muy bien ser llamada un cristal aperiódico. Esta analogía entre el cromosoma y el cristal aperiódico resulta altamente interesante porque el individuo ejemplar de la individuación física, como lo hemos mencionado, es precisamente el cristal.[24]
Siguiendo esta analogía, podemos decir que el sistema de reproducción empaqueta la información, la herencia genética, en los cromosomas y la transporta mediante el proceso de mitosis. Los gametos los podemos concebir como la energía potencial del sistema porque al ser un grupo ‘reservado’ quiere decir que estas células no son utilizadas para otra finalidad y se dividen menos que el resto, aunque como un dispositivo preformativo da lugar a una forma conocida, es decir, sabemos de antemano el resultado de su proceso; el sistema mantiene almacenada esta energía potencial para que se encuentre disponible al momento de cumplir con la fase de reproducción.
Para rematar la maravilla del mecanismo de la herencia, el proceso de meiosis ocurre de tal manera que el azar cumple un rol fundamental, compuesto en parte por el entrecruzamiento y la localización de los caracteres, donde se da una alta dosis de singularidad ya que este proceso altera reglas y probabilidades. Nos encontramos con el infinito valor de la diferencia, lo que hace que realmente cada individuo sea ese individuo y no otro;[25] la diferencia que persiste en el entrecruzamiento (parejas de cromosomas en estrecho contacto en el cual intercambian información) es la ley de la composición de los ‘elementos últimos’, diferencia que hace que el individuo sea ese individuo.
En el ámbito biológico, por otra parte, la transducción es un proceso de transferencia genética entre bacterias mediante un virus, fue descubierta en 1951 por Joshua Lederberg y Zinder; en biofísica, a la fotosíntesis se suele denominar transducción, conversión de energía lumínica en clorofila.[26] Como podemos apreciar, las relaciones entre sistemas, individuo-medio, prácticamente cualquier relación, en términos de Simondon, no se remite a una relación simple o intercambio sin alteraciones, ni siquiera podríamos entenderla como un continuo en el cual fluyen ciertos elementos, «por transferencia de evidencia»; por el contrario, la continuidad entre individuos o sistemas que expone Simondon supone una relación compleja que comunica, horizontalmente, estructura y energía, con lo cual se compatibilizan los distintos órdenes de magnitud de un sistema y en relación con su medio.
A este respecto, Simondon mantiene su perspectiva de lo viviente como sistema al afirmar que
“Existe génesis de formas cuando la relación de un conjunto viviente con su medio y consigo mismo pasa por una fase crítica, rica en tensiones y en virtualidad, y que culmina con la desaparición de la especie o con la aparición de una forma de vida nueva. […] Por otra parte, no es solamente la especie la que es modificada, sino también todo el conjunto del complejo vital formado por la especie y su medio, que descubre una nueva estructura”.[27]
El espacio, medio o entorno de un individuo, para Simondon, “[…] es un mundo que no coincide consigo mismo, porque no puede ser visto desde un único punto de vista”.[28] Con lo cual, la relación individuo-medio o bien organismo-entorno, desde la perspectiva de la individuación, da lugar a un nuevo sistema, no a dos entidades que se desarrollan por separado y se mantienen heterogéneas entre sí. “Para que sea posible la integración de los elementos a un nuevo sistema, es preciso que exista una condición de disparidad en la relación mutua de esos elementos”.[29]
No se trata, pues, de comprender al organismo y al medio como elementos disasociados, donde cada uno sigue su propio camino o donde el medio produce infinidad de obstáculos para el desarrollo del organismo; por el contrario, para Simondon lo que hay es una “[…] superposición cambiante de conjuntos incompatibles, casi semejantes, y sin embargo dispares”.[30]
En conclusión, para Simondon, no existe una primacía del individuo sobre el medio o viceversa; lo que hay es una relación alagmática,[31] es decir, una relación donde el intercambio de energía y estructura arroja ganancia para ambos componentes del sistema.
En este sentido, Simondon se declara totalmente en contra de una jerarquización de los sistemas de la vida y prefiere desarrollar un estudio sobre las equivalencias funcionales entre ellos para captar la realidad vital.
“El método que se desprende de estas consideraciones preliminares exige ante todo que no estemos preocupados por ordenar jerárquicamente los niveles de los sistemas vitales, pero que los distingamos para ver cuáles son las equivalencias funcionales que permiten captar la realidad vital a través de esos diferentes sistemas, desplegando todo el abanico de los sistemas vitales, en lugar de clasificar para jerarquizar”.[32]
Una vez más, Simondon nos muestra su rechazo a una epistemología cuya finalidad sea la taxonomía, le interesa desarrollar un conocimiento preocupado por los procesos, por las funciones que tienen lugar en aquello que se está estudiando, para él, es el único camino que revela el ser de cualquier ‘objeto de estudio’.
Como hemos visto en este recorrido por los distintos elementos, el pensamiento de Simondon trabaja con una visión global entre ciencias y filosofía; razón por la cual, algunos estudiosos de su obra la denominan ‘Enciclopedismo genético’.[33] Este pensador es una verdadera enciclopedia que se va desplegando a través de las explicaciones sobre las distintas individuaciones. Quizá la cara más conocida de la filosofía de Gilbert Simondon sea la de la técnica, sin infravalorarla, quisimos mostrar estos elementos científicos, sólida base teórica, que da lugar en su devenir a las tecnociencias. Es sabido que este pensamiento de la individuación es una teoría filosófica de amplio alcance, tanto como para plantear la existencia de un mundo mágico, primigenio, manifiesto en los objetos técnicos y las obras de arte. Ciencia, técnica, filosofía, religión, prácticamente todo dominio humano conforma lo que Simondon llama mecanología y nosotros queremos llamar, en su significado etimológico, sabiduría.
Sabiduría que permite una aproximación a la capa más profunda tanto del propio hombre como del mundo, porque en una filosofía de este tipo nada puede ser marginado o aislado, el saber siempre es un saber amplio y complejo pero integral. En estos términos, la filosofía de la individuación ensambla elementos científicos para no detenerse en sustancias, principios o identidades fijas. Analizar la propia filosofía de la individuación, a través de esta visión procesual nos muestra lo complejo de nosotros mismos y del medio que también nos constituye.
Desde nuestro punto de vista, aquí está la mayor conclusión humanística que se puede extraer de la filosofía de la individuación simondoniana, un pensar científico y filosófico que no preconiza antropocentrismo alguno, sino que, por el contrario, quiere esforzarse por pensar para comprender, no para gobernar o esclavizar; a través de las distintas clases de individuación, Simondon atraviesa todas las capas de lo real para ofrecernos una apuesta difícil de rechazar, a saber: conocer y comprender el ser de todo lo que es, teniendo como base estable para ello la realidad material, gracias a ciencias como la física, la química y la biología.
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- _______, L’invention dans les techniques. Cours et conférences, Seuil, Paris, 2005.
- _______, Curso sobre la percepción (1964-1965), Cactus, Buenos Aires, 2012.
- _______, Communication et information. Cours et conférences, La transparence, Chatou, 2010.
Notas
[1] Apud Chabot, La philosophie de Gilbert Simondon, ed. cit., p. 78.
[2] Solo como muestras significativas, aun cuando existen otros nombres y sus correspondientes aportaciones científicas, mencionamos el experimento de interferencia (la luz es una onda) de Young, el campo eléctrico (el campo seguiría existiendo, aunque no las cargas) de Faraday, las ondas electromagnéticas (propagación de las ondas del campo magnético, la luz es una onda electromagnética) demostradas por las ecuaciones de Maxwell, todos ellos del siglo XIX. Cf. Rosenblum y Kuttner, El enigma cuántico, ed. cit., pp. 55-61.
[3] Cuando Newton fue retado a explicar su fuerza de gravedad, contestó: «No hago hipótesis». “Para Newton, una teoría científica solo necesitaba proporcionar predicciones sistemáticamente correctas. Esta actitud vuelve a valer para la mecánica cuántica, donde el reto es explicar observaciones que nos fuerzan a negar la realidad física directa.” Rosenblum y Kuttner, op. cit., p. 52. Sobre la paradoja entre el determinismo newtoniano y el libre albedrio, junto con el reduccionismo, véase pp. 48-51 de esta misma obra.
[4] Cf. ILFI., p. 23.
[5] Ibid., p. 29. Aventuraremos una analogía que parece estar en operación en este punto: la realidad individuada, explicada por el hilemorfismo, correspondería a la dimensión macroscópica, regida por las leyes de Newton; en tanto que la realidad preindividual, descrita por Simondon, correspondería a la dimensión microscópica o, mejor atómica, regida por la ecuación de Schrödinger o la formulación de Heisenberg. La distancia entre estas dos dimensiones macroscópica y microscópica, de acuerdo a la Interpretación de Copenhagen, se mantiene por la ausencia de demostración del estado de superposición de un objeto macroscópico. A este respecto, Debaise explica la transducción en los siguientes términos: “Cette propagation suppose une mise en communication d’échelles disparates (microphysique et macrophysique). En ce sens, « l’individuation est une opération de structuration amplifiante qui fait passer à un niveau macrophysique les propriétés actives de la discontinuité primitivement microphysique ».” Didier Debaise, “Le langage de l’individuation”, p. 104.
[6] Aunque a esta postura se la conoce como «ortodoxa» y pragmática dentro de la física cuántica y parece ser la mejor manera que se ha encontrado para eludir el papel del observador consciente, Niels Bohr sostiene que el descubrimiento del cuanto de acción “al arrojar nueva luz sobre el viejo problema filosófico de la existencia objetiva de los fenómenos con independencia de nuestras observaciones, nos enfrenta a una situación hasta ahora desconocida en la ciencia natural.” Rosenblum y Kuttner, op. cit., p. 124.
[7] ILFI., p. 478.
[8] Pensamos que esta distancia crítica y la consideración sobre el pensamiento y el conocimiento humanos, puede provenir de una propuesta realizada por Henri Bergson en La evolución creadora, en cuya introducción sostiene: “Veremos que la inteligencia humana se siente en su casa en tanto se la deja entre los objetos inertes, más específicamente entre los sólidos, en los que nuestra acción halla su punto de apoyo y nuestra industria sus instrumentos de trabajo; […] Pero de allí también debería deducirse que nuestro pensamiento, bajo su forma puramente lógica, es incapaz de representarse la verdadera naturaleza de la vida, la significación profunda del movimiento evolutivo. Creado por la vida para actuar sobre cosas determinadas en circunstancias determinadas, ¿cómo podría él abarcarla si solo es una emanación o un aspecto de ella? Dejado en el camino por el movimiento evolutivo ¿cómo se aplicaría a todo lo largo de este mismo movimiento?” Bergson, La evolución creadora, ed. cit., pp. 13-14. Véase también el apartado “Ontologie et ontogènese: de Bergson à Simondon” de Barthélémy, Penser l’individuation. Simondon et la philosophie de la nature, ed. cit., pp. 37-43.
[9] Cf. Rosenblum y Kuttner, op. cit., pp. 84-85. Siguiendo la inquietud de Einstein sobre el significado profundo de la dualidad de la luz, constituida por fotones, De Broglie se cuestiona por la simetría en la naturaleza y hace extensiva esta dualidad a la materia con la simple expresión: “longitud de onda de una partícula de materia”.
[10] Sobre la definición de la naturaleza corpuscular u ondulatoria de la luz, Newton se decantó en su teoría corpuscular porque la luz está compuesta por partículas, los experimentos sobre el fenómeno de interferencia de finales del siglo XIX y principios del XX, demostraron su comportamiento ondulatorio. En mecánica cuántica se denomina “estado de superposición” del átomo para expresar que un objeto físico está en dos sitios al mismo tiempo. Cf. Rosenblum y Kuttner, op. cit., p. 54 y ss. Respecto a la relación del ser y el devenir, Chabot sostiene que “La relación es el devenir en obra. Gracias a ella, los cambios llegan al ser y al individuo. La relación está en el ser como el tiempo es coalescente a lo real. De la misma manera, el ser y el devenir están en una situación de pertenencia mutua. Uno expresa el estatismo, el otro el dinamismo.” Chabot, op. cit., p. 78. Al establecer la noción de relación, Simondon opone relación a la simple conformidad, con lo cual se le da valor de ser a la relación. Cf. ILFI., p. 116.
[11] ILFI., p. 24. Esta relación entre partículas en movimiento es un antiguo postulado que aparece en Epicuro y es desarrollado por Lucrecio en La naturaleza de las cosas. Al parecer, Simondon desembocará en una conclusión similar a la postulación antigua, es decir, en una posición ética sobre la relación del hombre con el universo, cuando afirma “La física ya es ética.” ILFI., p. 139; la finalidad de estas posiciones puede ser diferente, los epicúreos y Lucrecio pretenden eliminar el miedo humano respecto a los fenómenos naturales, Simondon desea redefinir al ser y al devenir. De cualquier modo, ambas posiciones comparten la visión materialista, como su punto de partida, sobre todo lo que existe en el universo gracias a las nociones de átomo, vacío y clinamen. Véase, Serres, La naissance de la physique dans le texte de Lucrèce. Fleuve et turbulance.
[12] Esta caracterización de la analogía establecida al nivel de las relaciones alcanza en Simondon el nivel de postulado epistemológico: “El conocimiento no es una relación entre una sustancia objeto y una sustancia-sujeto, sino relación entre dos relaciones una de las cuales está en el dominio del objeto y la otra en el dominio del sujeto.” ILFI., p. 116.
[13] ILFI., p. 106.
[14] Véase, por ejemplo, Schaffer, Trabajos de cristal. Ensayos de historia de la ciencia, 1650-1900, ed. cit. En estos trabajos de cristal se puede apreciar el movimiento histórico de la ciencia, en el cual confluyen disímbolos personajes para la construcción de un conocimiento científico, aquí participan tanto actores fundamentales como Boyle, Newton, Kelvin, Maxwell, entre otros; así como actores secundarios: artesanos, periodistas, soldados, mandarines, tatuadores, poetas, cocineros, actores, charlatanes, cada uno dando su aporte al tratamiento de este objeto científico.
[15] Chabot, op. cit., p. 82.
[16] ILFI., p. 28.
[17] Deleuze, La isla desierta y otros textos, ed. cit., p. 116.
[18] ILFI., p. 26. Respecto al valor de la relación en esta filosofía de la individuación, Pascal Chabot sostiene que “La relación no liga A y B cuando ellos ya están constituidos. Opera desde el comienzo. Es interior al ser. La relación no es un accidente que aportaría, de golpe, a la substancia una determinación nueva. Al contrario: ninguna substancia existe, ni es determinada, sin relación a otras substancias y a un medio. Existir, es estar relacionado.” Chabot, op.cit., pp. 77-78. “La relación, para el individuo, posee valor de ser…” ILFI., p. 83.
[19] Chabot, op. cit., p. 85. Simondon afirmará claramente que busca la significación de los filósofos jónicos, los cuales encontraban el origen de todos los tipos de ser. “La naturaleza es realidad de lo posible, bajo las especies de este ἄπειρον del que Anaximandro hace surgir toda forma individuada.” ILFI., p. 454.
[20] En la “Note compleméntaire sur les conséquances de la notion d’individuation”, de L’individuation psychique et collective, inexistente en la edición en castellano, Simondon afirma con claridad sus consideraciones hacia la filosofía y algunos filósofos presocráticos, al decir que: “Thalès, Anaximandre, Anaximène, sont avant tout des techniciens, […] d’hommes qui ont su se dégager de la communauté par un dialogue direct avec le monde.” Simondon, L’individuation psychique et collective, ed. cit., p. 262.
[21] ILFI., p. 455.
[22] Sobre el cuidado debido a la noción de physis, naturaleza e incluso realidad extraída del pensamiento de Anaximandro, encontramos en Kirk, Raven y Schofield distintos significados desde la antigüedad hasta interpretaciones actuales del término ápeiron. De entre todos ellos destacamos: infinito, lo espacialmente infinito, y sobre todo una que parece más cercana a la comprensión simondoniana de lo preindividual: “«lo que es internamente ilimitado, sin distinciones internas», i.e., lo que es indistinto, indefinido en su especie. […] para Anaximandro la materia original constitutiva del mundo era indefinida y no se parecía a ninguna clase de materia del mundo ya formado.” Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos, p. 153. A este respecto, Popper, siguiendo a Khan, contribuye a nuestra comprensión cuando sostiene que “El ápeiron ilimitado e inagotable de Anaximandro es el origen y punto de partida, el «principio» (archē) del mundo, la potencia imperecedera que da luz a todas las cosas. […] Del ápeiron «emergen los principios opuestos cuya interacción constituye el mundo».” Popper, El mundo de Parménides. Ensayos sobre la ilustración presocrática, p. 206. Por su parte, Simondon aplica esta noción directamente en el apartado “La angustia” de la individuación psíquica: “[…] el sujeto toma conciencia de sí mismo como naturaleza, como indeterminado (ἄπειρον) que jamás podrá actualizar en un hic et nunc, que jamás podrá vivir…” ILFI., p. 378.
[23] Simondon, Curso sobre la percepción, ed. cit., p. 23.
[24] Véase, ILFI., “Individuación y forma alotrópicas cristalinas; ser y relación”, p. 106.
[25] La cuestión de la identidad de un individuo se problematiza cuando hablamos de ello en la dimensión microcósmica, es decir, al hablar, por ejemplo, de bacterias o amebas; en este plano, la problemática llega hasta el punto de cuestionarse qué es el individuo, como encontramos en los experimentos realizados con las amebas de Jeon, microorganismos llamados amebas bacterizadas, los cuales hacen difícil sostener una noción clara y definida de individuo. “Los experimentos llevados a cabo con las amebas destacan la equivocación de creer que la evolución trabaja siempre «por el bien del individuo». Cabe preguntarse qué es el «individuo» después de todo. ¿Es la ameba «sola» con la bacteria en su interior o es la bacteria «sola» viviendo en el ambiente celular que es, a su vez, un medio vivo? En realidad, el individuo es algo abstracto, una categoría, un concepto. Y en la naturaleza tiende a evolucionar aquello que se encuentra más allá de cualquier categoría o concepto limitado.” Margulis y Sagan, Microcosmos, ed. cit., p. 139. A este respecto, Simondon sostiene que “la individualidad real no es la unión o separación material, espacial de los seres en sociedad o en colonia, sino la posibilidad de vida separada, de migración fuera de la unidad biológica primera.” ILFI., p. 247. Más adelante, se refiere específicamente a las amebas y a los holoturioideos para afirmar que entre estos individuos y la especie no hay distinción; el límite último para poder captar la individualidad es la muerte, como su correlato. Aún con esta aclaración, en la dimensión microcósmica, el problema de la identidad individual, pensamos, se mantiene abierto a la polémica filosófica.
[26] Cf. Hernández Reynés, El hombre y el objeto técnico. Temas simondonianos, ed. cit., pp. 16-17.
[27] ILFI., p. 348.
[28] ILFI., p. 312.
[29] Idem.
[30] Idem.
[31] “El nombre de alagmática, que procede del griego allágma, significa intercambio, lo que se da y se toma de una operación entre dos de la que resulta una ganancia. Simondon entiende la alagmática como complemento de las ciencias que solo se fijan en las estructuras. En este sentido, la alagmática sería una teoría de las operaciones, de los intercambios energéticos ontogenéticos.” Hernández Reynés, op. cit., p. 37.
[32] ILFI., p. 252.
[33] Véase, por ejemplo, Barthélémy, “Présentation de l’Éncyclopédisme génétique”, ed. cit., pp. 275-278; Chabot, La philosophie de Simondon, ed. cit., p. 7 y ss.; Château, Le vocabulaire de Gilbert Simondon, ed. cit., p. 7 y ss.