Revista de filosofía

En busca del infinito interior: Reflexiones sobre los procesos prácticos de la alquimia y la espagiria

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Resumen

La intención de este artículo es dar una visión básica de los principios fundamentales la práctica alquímica en el laboratorio y llevar al lector a través del proceso de preparación de una medicina alquímica de principio a fin, compartiendo, a lo largo de la narrativa, algunas de mis reflexiones sobre el trabajo con los diferentes elementos y el fin último del proceso alquímico.

Palabras clave: alquimia, espagiria, tres principios, unidad, laboratorio, conciencia.

 

Abstract

The intention of this article is to give a basic overview of the fundamental principles within the alchemical practice in the laboratory, taking the reader trough the process of preparation of an alquímica medicine from start to finish, sharing, trough out this narrative, some of my insights about the work with the different elements and the ultimate goal of the alchemical process.

Keywords: alchemy, spagyrics, three principles, oneness, laboratory, consciousness.

 

 

Cuando Saraí me pidió escribir este artículo, una parte de mí se sintió profundamente emocionada, pues el tema de la alquimia y la espagiria ha sido un interés que ha hecho vibrar partes muy profundas de mi ser desde una edad algo temprana. Al mismo tiempo, otra parte de mí ponía en duda el valor de mi contribución a una revista de filosofía. Yo no soy filósofo, al menos no por título, si acaso, soy mas una mezcla de herbalista con explorador amateur y un toque de alquimista en formación, un amante de la naturaleza y un profundo creyente en la sabiduría de la tierra. Una persona que por movimientos del destino y del alma se ha encontrado en un jardín lleno de plantas, sentado cerca de sus raíces para escuchar los cuentos que le narra la tierra, para aprender de los verdaderos maestros de una existencia terrenal sustentable: las plantas.

 

¿Qué son la alquimia y la espagiria?

Si bien es cierto que la alquimia tiene muchas vertientes y que en su aspecto práctico en el laboratorio este trabajo se extiende a los reinos metálico, mineral, vegetal y animal, en esta ocasión se abordará principalmente el trabajo con el mundo vegetal, ya que es del cual tengo mayor experiencia directa. Sin embargo, muchos de los principios básicos dentro de la alquimia se aplican a todos los reinos y son los procesos dentro del laboratorio los que cambian. Vale la pena mencionar también que la espagiria vegetal es considerada la obra menor, mientras que la práctica con metales se considera la obra mayor, la que esconde los tesoros más profundos y la que requiere de operaciones, potencialmente, más peligrosas.

Pero antes que nada, comencemos por lo primero: ¿qué es la alquimia? y ¿qué es la espagiria?

Cualquiera que intente buscar una definición de estos términos rápidamente se dará cuenta de que no es tan claro ni tan sencillo como uno esperaría. La RAE, por ejemplo, define el concepto de alquimia como:

1. f. Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la química.

2. f. Transmutación maravillosa e increíble.

Estas definiciones, además de tocar vagamente la naturaleza de este arte, realmente no terminan de aclarar qué es la alquimia, y, para cualquier persona que se adentre un poco en el trabajo práctico alquímico, resultará evidente lo poco que se acercan a reflejar la realidad de un proceso que poco tiene que ver con la búsqueda de riquezas materiales y que todo tiene que ver con la búsqueda de la verdad última.

Hasta ahora, la definición de alquimia que más sentido me ha hecho es la siguiente: “La alquimia es el entendimiento de cómo la conciencia se relaciona con la materia”.

Si bien esto puede parecer tan críptico y poco claro como las definiciones anteriores, espero que al final de este artículo se clarifique el porqué he elegido esta definición como aquella que engloba mi exploración y trabajo en este campo.

La espagiria es otro término que tiene toda una serie de definiciones. Algunos dicen que es solo otro termino para decir alquimia, otros dicen que es un tipo de preparado o la preparación de ciertos elixires usados con distintos fines. Mi entendimiento es que la espagiria es la rama de la alquimia que se centra en la preparación de medicinas para cuerpo, mente y alma. Etimológicamente, la palabra espagiria se compone de dos palabras de origen griego: σπάω (spao), que se puede traducir como “separar” o “extraer”; y ἀγείρω (ageiro), que quiere decir “recombinar” o “unir”. De modo que el término hace alusión a los procedimientos básicos de todo trabajo alquímico: separación, purificación, reunificación.

A pesar de que hay cierta diferenciación entre alquimia y espagiria, sobre todo en cuanto a los elementos con los que trabaja y a la complejidad de algunas de sus prácticas, los principios que rigen ambas artes son los mismos, por este motivo, los conceptos que describiremos a continuación conciernen tanto a la alquimia como a la espagiria.

 

Conceptos básicos de la alquimia práctica

Para entender los procesos prácticos en el laboratorio, es fundamental primero entender un poco la filosofía alquímica, su manera de ver el mundo y los elementos que la componen.

Dentro de la visión alquímica, todo esta compuesto de tres principios fundamentales: Sulfur, Mercurio y Sal. Estos 3 principios no deben ser confundidos con las substancias químicas que llevan estos mismos nombres, más bien se les debe comprender como fuerzas arquetípicas que se manifiestan de manera física y que dan forma al mundo material que conocemos. Si observamos las diferentes tradiciones al rededor del mundo, encontramos este mismo esquema de 3 principios como las energías fundamentales que dan carácter a los distintos seres y objetos que encontramos a nuestro alrededor, ya sean los Doshas de la tradición Ayurveda, los 3 tesoros de la medicina china, los 3 modos de los signos zodiacales, los 3 mundos de las tradiciones andinas, todos son interpretaciones de estas fuerzas expresadas según el lente cultural de cada tradición.

Los tres principios corresponden al alma o la conciencia (Sulfur); al espíritu o la mente (Mercurio); y al cuerpo físico (Sal). Todo lo que percibimos en el mundo físico contiene estos 3 principios y, por lo tanto, dentro de la visión alquímica, todo tiene cuerpo, todo tiene mente y todo tiene conciencia; todo está vivo.

Comúnmente se dice también que la alquimia es un proceso de evolución asistida. Si partimos de la visión alquímica mencionada en el párrafo anterior, en la que todo se concibe como vivo y con conciencia, entonces podemos ver el mundo y todos los elementos que lo conforman como un sinfín de seres en constante evolución y transformación. Parte de la idea dentro de la alquimia es que, al llevar a alguno de estos seres por el proceso de separación, purificación y reunificación, estamos acelerando la evolución de ese ser, lo estamos asistiendo en el proceso de liberación de sus impurezas, elevándolo a un estado de mayor sutileza, acercándolo así a la energía arquetípica fundamental de la cual emerge dicho ser.

Dentro de mi experiencia, estos procesos son utilizados para crear medicinas de gran sutileza que actúan tanto en el cuerpo físico como en las emociones, el espíritu y el alma. Es por eso que cuando se consume una medicina espagírica, se está introduciendo dentro de nuestros cuerpos a un ser vivo, pues, desde el punto de vista alquímico, no solo estamos ingiriendo una serie de compuestos activos provenientes de una planta, sino que estamos ingiriendo al ser completo, el cual actúa sobre la totalidad del ser humano, permeándolo con su naturaleza e influyendo sutilmente en todas sus estructuras y en su percepción de la realidad. En un sentido, al haber asistido en la evolución de este ser, él nos “devuelve el favor” elevando nuestra propia esencia a un estado más sutil, ya que se le ha dado la bienvenida dentro de nuestro cuerpo.

Otro concepto fundamental dentro del trabajo alquímico es el de “Así como es arriba, es abajo”. Tal concepto apunta a la naturaleza fractal del universo, a la idea de que la parte contiene el todo y el todo contiene la parte. Los seres que somos y aquellos que nos rodean contienen dentro de sí la creación entera. Por consiguiente, aquel que sabe mirar puede encontrar la sabiduría del universo entero reflejada en el pétalo de una flor.

Dentro de la alquimia práctica este concepto se manifiesta como el entendimiento de las influencias planetarias sobre el trabajo en el laboratorio. Cada ser en este mundo está bajo la regencia predominante de un planeta. Esto significa que la energía arquetípica que dio forma al Sol, por ejemplo, es la misma energía arquetípica que se expresa a través de la forma del girasol, de la caléndula o del corazón humano, en los cuales la influencia de esta energía se manifiesta de manera predominante, pues su naturaleza primordial está vinculada a la propia naturaleza primordial de este astro. El motivo por el cual esto es importante dentro del trabajo alquímico es porque parte de lo que intentan alcanzar los procesos en el laboratorio: concentrar las energías celestiales dentro de distintas esencias y elixires. Por lo tanto, en todas las tradiciones alquímicas, la influencia planetaria es de vital importancia para cualquier trabajo. Esto se puede llevar a distintos niveles de complejidad: desde lo más simple, que sería realizar los trabajos con cierta planta en el día de su regente planetario (el lunes para las plantas regidas por la Luna, martes para las regidas por Marte, miércoles para las de Mercurio, etc.), hasta complejas lecturas de cartas astrales, donde se toman en cuenta todas las influencias planetarias de un cierto día para poder establecer el momento más favorable para llevar a cabo un trabajo.

 

La preparación de una medicina espagírica[1]

Habiendo tocado marginalmente algunos de los principios básicos sobre los cuales se basa el trabajo de la alquimia y la espagiria, a continuación me gustaría hacer una descripción del proceso práctico a través del cual se puede preparar una esencia espagírica, una medicina donde los tres principios de una planta ya han sido separados, purificados y reunificados. Quiero recalcar que esta es solo una de muchas maneras en las cuales se puede preparar una medicina espagírica; sin embargo, muchos de los procesos tienen la misma finalidad: separar los 3 principios, purificarlos y reunificarlos.

En este caso, usaremos como ejemplo el romero, la planta a partir de la cual prepararemos nuestra medicina. Antes de comenzar el proceso práctico tenemos que saber cuál es el regente planetario de nuestra planta y, de acuerdo con esto, elegir el día mas auspicioso para comenzar el trabajo y realizar los procesos más importantes del mismo. También querríamos, obviamente, conocer las propiedades de la planta y sus efectos sobre los diferentes aspectos del ser humano.

El regente planetario del romero es el Sol, por lo que podríamos elegir un domingo para iniciar nuestro proceso. Si quisiéramos ser aún más específicos, podríamos adoptar alguno de los distintos sistemas que dividen el día en horas planetarias,[2] donde, según el sistema elegido, una o más horas del día caen bajo la regencia de uno u otro planeta. De ser así, también tendríamos que elegir la hora planetaria bajo la influencia del Sol para potenciar aún más las energías celestiales del regente planetario de nuestra planta. Si quisiéramos ir todavía profundo, podríamos proyectar la carta astral del día para determinar si es un momento auspicioso para el trabajo con el romero. Evidentemente, para poder hacer esto se requiere un conocimiento de astrología y una comprensión de las influencias planetarias.

Una vez determinado el mejor momento para iniciar el trabajo, el primer paso es extraer el Sulfur, el alma de la planta, el principio que manifiesta su individualidad, su conciencia. En el mundo vegetal, el Sulfur se manifiesta en forma de aceite, por lo general, como aceite esencial, el cual es único para cada especie y marca parte de la individualidad de esa planta. El método general de extracción es por destilación.

En la destilación, la planta se coloca dentro de un matraz con agua. Posteriormente, el agua se calienta por medio de un mechero o una plancha eléctrica, esto causa que se comience a evaporar y que los aceites esenciales de la planta también se calienten y se volatilicen, pasando a un estado gaseoso y elevándose, junto con el vapor de agua, a lo largo del tren de destilación. Este movimiento lleva al aceite esencial hasta un tubo de condensación, el cual se compone de dos cámaras: una interior que se conecta al matraz del cual proviene el vapor y otra que envuelve esta primera, la cual, a su vez, se encuentra conectada a una bomba que hace circular agua fría de manera constante. De este modo, el vapor en la cámara interna se enfría, se condensa y se precipita en forma líquida. Tanto el agua condensada como el aceite esencial se acumulan en un matraz receptor. Como el agua y el aceite no se mezclan, se mantienen separados. El aceite se puede extraer ya sea en un embudo de separación o por otras técnicas como puede ser el congelar el agua y decantar el aceite que se mantiene líquido. Con esto, tenemos nuestro primer principio, nuestro Sulfur, el alma del romero manifiesta en forma física.

Este primer proceso tiene un profundo simbolismo porque está íntimamente entrelazado con los 4 elementos, los cuales, al igual que los 3 principios, son fuerzas arquetípicas que tienen diferentes maneras de manifestarse en este plano físico. De tal manera, el fuego no es solo el que vemos en una fogata o en la estufa, es una fuerza fundamental de la cual emerge el fuego físico como una de sus manifestaciones más puras. También podríamos decir que plantas como la pimienta de Cayena o el chile habanero tienen una fuerte presencia de fuego en su constitución. La fuerza subyacente que le da la capacidad de quemar tanto al chile como al fuego es la misma. Durante el proceso de destilación, el Sulfur es transportado a través de los cuatro elementos, siendo así purificada por estos. El elemento tierra es el cuerpo de la planta en el cual se encuentra atrapado el Sulfur; el fuego (ya sea del mechero o el fuego manifiesto como electricidad) calienta el agua que se eleva como aire hasta el cielo del alambique, donde se impregna de las energías celestiales de este pequeño microcosmos. Es aquí que se condensa y “llueve” nuevamente en forma líquida, portando consigo la fuerza de los astros y su impronta energética de ese día y ese momento.

Lo que nos queda, una vez separado el Sulfur, es el cuerpo de la planta, el hidrosol (agua destilada que pasó junto con el aceite esencial) y algo parecido a un té muy concentrado que quedó en el matraz donde se calentó el agua con la planta. Todos estos elementos se sacan del destilador y se mezclan en un frasco lo suficientemente grande como para contenerlos a todos, dejando un buen espacio aún libre.

El siguiente principio que extraeremos es el Mercurio, el espíritu de la planta, el cual, dentro del mundo vegetal, se manifiesta como alcohol. Este alcohol es el principio unificador universal. Los alquimistas descubrieron que, si sometían cualquier planta a un proceso de fermentación, (también llamado putrefacción en algunos textos alquímicos) invariablemente lo que obtenían era alcohol. Este alcohol no era particular según la planta de la cual se extraía, es decir, no tenía características que lo identificaran como proveniente de una especie en particular, al contrario del Sulfur, el cual, por su aroma, se asocia claramente a la planta de la cual proviene. El alcohol que se extrae de cualquier planta es siempre el mismo, y es por esto que se le consideraba el aspecto unificador, el espíritu que fluye dentro de todas las cosas. Esta correlación entre el espíritu y el alcohol sigue vigente hasta nuestros tiempos. A los licores en inglés se les llama “spirits” y en español las llamamos bebidas espirituosas.

El Mercurio también esta relacionado con la mente, mientras que el Sulfur es la conciencia, la chispa divina que observa todo y de la cual surge la mente. El primer juicio, la primera separación, el primer movimiento de distinción entre yo y no yo, entre bueno o malo, pequeño o grande, claro u obscuro es lo que da origen a la mente que segrega, y es de este primer movimiento que se crea el universo, nuestro universo, que es la proyección de la luz de la conciencia a través del lente de nuestra mente, con todos sus conceptos, creencias y estructuras. Por eso es que el Mercurio, aunque mantenga una relación con el acto de segregación de la mente, también es un principio unificador, pues a través de él la conciencia se expresa y se proyecta en su totalidad.

Para extraer el Mercurio, se requieren dos procesos: fermentación y destilación. El proceso de fermentación consiste en dejar que el cuerpo de la planta junto con los líquidos remanentes de la destilación del Sulfur se fermenten. Pasadas algunas semanas, y si el proceso se llevó a cabo de manera correcta, lo que queda es una especie de “vino de romero”, el cual poco tiene que ver en sabor con los vinos que conocemos. Básicamente es un fermento líquido con un cierto contenido de alcohol.

Una vez completada la fermentación, el líquido se cuela y se separa del resto del cuerpo de la planta. Este líquido se coloca nuevamente en el destilador para así separar el agua del alcohol. El alcohol tiene un punto de ebullición de 78 ºC a nivel del mar,[3] lo cual permite que al calentar el “vino de romero” lo primero que se evapore sea el alcohol. De este modo y gracias a sus distintos puntos de ebullición, el Mercurio de separa del agua. Por lo general, el Mercurio obtenido se destila nuevamente entre 3 y 7 veces más en un proceso conocido como rectificación. Estas destilaciones se llevan a cabo en sincronía con los astros, asegurando que los aspectos planetarios sean auspiciosos para el trabajo realizado. Con cada destilación adicional el grado de pureza del alcohol aumenta, además de que con cada tránsito por el cielo del destilador, se impregna con las sutiles energías celestiales.

Hecho esto, tenemos nuestro segundo principio, nuestro Mercurio, el más volátil de los principios, el más veloz, manifestación física de la mente, del espíritu de la planta.

Por último, nos queda la Sal, el tercer principio, el más solido, el más denso y el que requiere de mayor energía para ser purificado y extraído.

Se toma lo que quedó del cuerpo de la planta, se coloca al Sol y una vez seco se le prende fuego. En la primera quema el cuerpo de la planta se reduce a una ceniza negra. Son necesarias varias quemas a temperaturas elevadas para purificar estas cenizas que irán cambiando de negras a grises, a blancas. El fuego va disolviendo las capas de lo que no es para finalmente revelar la manifestación más pura del cuerpo de la planta, aquello que siempre ha estado allí, escondido bajo la forma física.

Para llevar a cabo este proceso, las cenizas se colocan dentro de un crisol y se someten a altas temperaturas durante periodos extendidos de tiempo para quemar las impurezas y dejar solo el aspecto mas puro del cuerpo. En este proceso, conocer el fuego o tener buenos aparatos de medición es fundamental, ya que si la temperatura es demasiado baja, el trabajo no progresa, y si la temperatura es demasiado alta, (mas de 900 ºC) se corre el riesgo de fundir las sales, echándolas a perder. El proceso de calcinación continúa hasta que las cenizas sean completamente blancas o de un aspecto blanco grisáceo que ya no cambia de color a pesar de ser sometido al calor repetidamente.

Una vez calcinado el cuerpo de la planta, las cenizas se lavan con agua destilada, es decir, se les coloca en un recipiente al cual se le agregan 3 partes de agua por cada parte de ceniza. El agua destilada es agua libre de minerales, como tal, es ideal para extraer las sales minerales solubles en agua que se encuentran presentes en las cenizas. Después de agitar durante un tiempo la mezcla, permitiendo que las sales se disuelvan en el agua, la parte líquida se separa de las cenizas no solubles en agua. Esto se lleva a cabo usando un filtro muy fino que evite el paso de las partículas no solubles. Una vez hecho esto, deberíamos tener un líquido transparente o claro con un aspecto algo nublado. Si el proceso de calcinación se llevó a cabo de manera correcta, no debería haber color alguno en el agua, si esta tiene un tinte algo amarillo, quiere decir que las cenizas no se calcinaron del todo y requieren ser sometidas a calor nuevamente.

Ahora que se tiene el líquido con las sales minerales disueltas en él, el próximo paso es evaporar el agua para hacer visible la Sal del romero. Lo ideal es hacerlo de manera lenta y gentil, evitando subidas de temperatura bruscas como en el caso de la evaporación por fuego directo. Lo ideal es colocar el líquido al Sol para que se evapore gentilmente. Al evaporarse el agua, lo que queda es la Sal de la planta, el cuerpo purificado del romero, los cristales que corporalizan el tercer principio alquímico.

Con esto, hemos separado y purificado los 3 principios que componen a nuestra planta y vemos manifiestos ante nosotros la esencia pura del alma, el espíritu y el cuerpo que le dan vida a este ser. Ahora, el próximo paso es reunir nuevamente los principios del romero para volver a darle vida en un estado de mayor pureza. Para esto, volvemos a dirigir nuestra atención a los astros, buscando un momento propicio para el proceso de reunificación.

Como todo en este arte, hay varias formas de reunir los 3 principios. En este caso lo que haremos es colocar las sales en un matraz u otro contenedor que se pueda sellar herméticamente, ya que tanto el Mercurio como el Sulfur son altamente volátiles. Al cuerpo purificado de la planta (las Sales) se le infusiona con el espíritu (Mercurio) y finalmente con el alma (Sulfur). Los 3 principios se combinan, dando nueva vida a este ser cuyas propiedades han sido exaltadas y su medicina potenciada por los elementos y las energías planetarias.

Como cualquier ser vivo que acaba de tomar forma en esta tierra, requiere tiempo para madurar y expresar su potencial completo. Así mismo, nuestra medicina espagírica requiere de un periodo de maduración en el cual irá floreciendo y desplegando su fuerza. Este tiempo de incubación varia según la preparación. Puede ser desde unas semanas hasta meses o años en el caso algunos trabajos más avanzados.

 

Reflexiones sobre el proceso

El proceso alquímico en el laboratorio no se puede desvincular del proceso interno del operador, los profundos movimientos de transformación a los que somete a los seres con los que trabaja inevitablemente tienen un efecto transformador en su mundo interior. De la misma manera, el trabajo exterior está profundamente influenciado por el estado interno de la persona que lo realiza. Incluso, hay trabajos donde el operador requiere haber pasado por cierta refinación interna para realizarlos exitosamente. El alquimista solo puede llevar su trabajo al estado de exaltación al que se ha llevado a sí mismo. Es aquí donde encontramos lo que, para mí, es el centro de la mandala del trabajo alquímico, el motor que impulsa a pasar largas horas avivando el fuego, contemplando el rítmico goteo del destilador y vigilando el largo proceso de fermentación, pues reflejado en todos estos elementos, el alquimista se encuentra a sí mismo en un constante proceso de separación, purificación y renacimiento. El constante contacto con la fuerza pura de los elementos penetra su cuerpo, su mente, la naturaleza de su realidad y lo lleva a mutar, a morir, a observar cómo viejos aspectos de sí se pudren, liberando verdades y entendimientos que puede atesorar como medicina. Al poner a otro ser en las llamas, el alquimista se coloca a sí mismo en el crisol, invitando al fuego divino a consumir todo lo que es impuro en su vida, toda la mentira y la falsedad, con la esperanza de renacer transformado, de haber integrado el entendimiento de la realidad última, que es la comprensión de que el vasto infinito exterior no es más grande que su mundo interior y que la conciencia humana es el punto focal donde convergen dos universos que se reflejan el uno al otro.

En última instancia es esto lo que separa la alquimia de la química, donde la distinción entre sujeto y objeto manifiesta la separación del operador con el mundo; la química busca la mayor objetividad posible y el entendimiento de que los resultados son siempre iguales si se repiten los mismos pasos de manera correcta, independientemente de quién los realice. El alquimista, en cambio, sigue los principios universales de la materia en busca de su propia naturaleza primordial y en cada proceso encuentra cómo su conciencia, ese observador siempre presente, proyecta su luz a través del lente de su mente, que forma y da origen a su universo, a su realidad, a la Sal. Al separar los 3 principios, coloca frente a sí las mismas fuerzas básicas que lo componen a él y a todo lo que lo rodea, sabiendo que si logra comprender e integrar realmente dentro de sí la naturaleza profunda del romero, habrá comprendido su propia naturaleza, la naturaleza del universo, la mente de dios.

 

Bibliografía

  1. Bartlett, Robert Allen, The Way of the Crucible, Ibis, E.U.A., 2009.
  2. Dubuis, Jean, Spagyrics: A Practical Course, Inner Garden Foundation, Países Bajos, 2016.
  3. Junius, Manfred, Spagyrics, Healing Arts Press, E.U.A., 2007.

 

Notas

[1] cfr. Junius, Manfred, Spagyrics, ed. cit., pp. 135-154.
[2] cfr. Bartlett, Robert Allen, The Way of the Crucible, ed. cit., pp. 18-19.
[3] cfr. Dubuis, Jean, Spagyrics: A Practical Course, ed. cit., Lección 6, p. 7.