Revista de filosofía

Epidemias pasadas, disciplina presente

JAN PARKER, “MONSTER BRAINS” (1971)

 

Resumen

Durante los últimos días en México, la cuarentena ha mostrado la necesidad de pensar la manera en que nos hemos estado relacionando con esta. Es por ello que reflexionamos en torno a la importancia de las enfermedades dentro del orden social así como la manera en que estos fenómenos pueden esculpir la estructura disciplinaria. Si ha habido una modificación o permanencia de la forma en que entendemos la pandemia, es por las formas disciplinarias de las que se deriva. Aparecen entonces similitudes entre esta pandemia y dos enfermedades que se manifestaron ampliamente, la lepra y la peste.

Palabras clave: Covid-19, disciplina, Foucault, pandemia, población, control.

Abstract

Over the past few days in México, quarantine has shown a need to think about how we’ve been relating to it. That is why we reflect on the importance of disease within the social order as well as how these phenomena can sculpt the disciplinary structure. If there has been a modification or permanence of the way we understand the pandemic, it is because of the disciplinary ways it is derived. Therefore some similarities are shown between this pandemic and two other sicknesses that appeared in the world, the leprosy and the plague.

Keywords: Covid-19, discipline, Foucault, pandemic, population, control.

 

Durante los últimos días se ha vivido una experiencia de pandemia en lo ancho del mundo de tal forma que todos los países han tenido que tomar medidas para intervenir en la emergencia sanitaria. Desde los países que han dado respuestas laxas hasta enfrentarse a un problema serio como Italia, hasta los países que han sido más drásticos respecto a su contingencia como lo ha sido El Salvador. Las medidas adoptadas han sido recibidas de distintas maneras por parte de las poblaciones que se someten a ellas; desde las que exigen más intensidad en ellas hasta las que lo consideran excesivo e innecesario. La sociedad muestra así como el sostén de la misma es la protección de la población. Parafraseando a Foucault[1] la formación de un soberano está motivada por la presión que ejerce el peligro sobre el ser humano y que busca, en esta figura, la protección. Por ello consideramos que la manera en que el filósofo francés concibe el poder puede ser esclarecedora para comprender algunos de nuestros fenómenos actuales.

Para entender en contexto la manera en la que hemos hecho frente a la presente emergencia sanitaria, sería de utilidad dar un vistazo a las maneras en las que anteriormente se han abordado este tipo eventos. Pero en el siglo XXI, el poder opera de forma distinta a la que lo hizo en siglos anteriores. Pensemos por ejemplo en la transición del poder soberano al poder disciplinario que se dio a cabo en el siglo XVIII. La modificación de no es poca cosa y debe ser tomada en cuenta para comprender fenómenos contemporáneos que están tomando lugar en la actualidad frente a la nueva enfermedad.

Las enfermedades no son un problema nuevo para la humanidad, e incluso su presencia ha significado toda una manera de organización social y política dentro del espacio de las ciudades. Un ejemplo que nos sirve para ilustrar esto es la organización que adoptaban las ciudades cuando entraban en estado de peste: se detenía toda circulación a excepción de los guardias, los intendentes encargados con labores de vigilancia, los denominados “cuervos” encargados de transportar los cadáveres de los muertos a espacios para su sepultura, los síndicos, encargados de cerrar las casas con llave desde fuera, privando así a los internos de la posibilidad de salir, y posteriormente entregando la llave a un intendente, que la cuidaría hasta el final de la cuarentena. También serían los síndicos los encargados de vigilar cada día que las personas permanezcan en los espacios designados para su encierro y por la ventana llamaría a los miembros de cada una de las casas a hacerse presentes ante él para registrar su estado, corroborándolo con los vecinos. Toda la información recabada por este método habría de ser tomada por escrito en los registros permanentes como antecedentes de cada uno de los súbditos. Posteriormente habría todo un procedimiento cuyo objetivo sería purificar los espacios del peligroso miasma que transportaba la enfermedad. Para la manutención de las personas aisladas, se instalaban canales de madera por los que se le harían llegar a todos las porciones de pan y vino asignadas por persona, en caso de otros alimentos se les podrían entregar a través de cubetas que introducirían a sus hogares a través de poleas. De esta forma se aseguraba la supervivencia de la gente encerrada.[2]

Por otro lado, comparemos las intervenciones de la peste con la lepra, enfermedad en la que al aquejado se le excluía de los espacios públicos, pues se le forzaba a llevar unas tablas atadas a las manos que hacía sonar cuando se acercaba, haciendo a los demás abrir paso para no entrar en contacto con él, siendo así condenados al rechazo y a la desaparición dentro de los leprosorios, que eventualmente y tras la muerte de sus inquilinos, se volverían los psiquiátricos del mañana. La lepra tendría un lugar significativo, pues su exclusión, sería la llave de la salvación del enfermo, aquejado del mal por algún pecado cometido y desconocido para los demás. El leproso era elogiado por soportar la pena de su castigo que se volvería la motivación para darle cabida en el cielo “[…] porque tengas paciencia en tu enfermedad; pues Nuestro Señor no te desprecia por tu enfermedad, ni te aparta de su compañía; pues sí tienes paciencia te salvarás, como el ladrón que murió delante de la casa del nuevo rico y que fue llevado derecho al paraíso”[3], condenando así a estos enfermos a una muerte solitaria.

La aparición de la peste significó la posibilidad de establecer una nueva organización distinta a la que se tenía con los leprosos, una organización que afectaría a todos los estratos de la organización social y que a la vez introduciría un método de vigilancia y de disciplina, una segmentación del espacio y un procedimiento establecido durante el tiempo de cuarentena. La lepra, por otro lado, generaba una mera exclusión que no intervenía en aquel espacio de periferia que formaba, aquel espacio ajeno, distinto. La lepra excluyo, la peste organizo. En palabras de Foucault:[4] […] para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de peste.” Lo que nos muestra de forma explícita la importancia que tienen las enfermedades para la constitución del orden social.

ZDZISLAW BEKSINSKI (1970)

Pero si hubo una distinción entre la manera en que se intervino para ambas enfermedades debe ser considerada a través de la posibilidad que abrían las distintas formas del ejercicio del poder. En otras palabras: si las medidas que se adoptaron para responder, especialmente a la peste fueron posibles, es porque la estructura de poder permitía un ejercicio de este tipo. ¿Qué tipo de estructura era esta? Para Foucault[5], el derecho soberano sobre la vida y la muerte, sostenido en el siglo XVIII y en anteriores, opera bajo los principios de permitir la vida y hacer la muerte. Esto implicaba que su ejercicio consistiera en poder producir la muerte a manera de ejecución designada. Principio que se manifestaba en la posibilidad de castigar la salida durante la cuarentena bajo pena de muerte y poder ejercerla de manera disimétrica, el poder se encontraba solamente en la figura del soberano y se transmitía a partir de la designación de este a un tercero que imbuía con él. La importante modificación que cambió la forma de ejercer el poder durante el siglo XIX consintió en invertir los principios sobre la vida y la muerte. El nuevo ejercicio de poder habría de hacer la vida y permitir la muerte. Si el primer caso permitía el despliegue de la vida limitado a sus posibilidades, el segundo no sólo lo permite sino que lo preserva, lo estimula, lo produce. Un cambio que Foucault[6] mira como una transición de la anatomopolítica centrada en el cuerpo humano, a la biopolítica centrada en la población.

Este cambio, que no sustituye sino que modifica y amplía la posibilidad del ejercicio de poder, habría de poner su mirada sobre la manera en que las enfermedades aparecen y afectan, no ya a las personas singulares, sino los grupos poblacionales en sus duraciones, mortalidades, efectos e intensidades. Frente a las enfermedades ahora hay una nueva forma de protección y alargamiento de la vida que el sistema biopolítico puede producir a manera de salud pública y que a través de diversas herramientas estadísticas y de disciplina que vienen desarrollándose desde antes (un ejemplo de estás técnicas son las intervenciones en la peste), es posible parcializar la totalidad de la realidad en figuras más pequeñas y observables, lo que facilita es estudio y control con mayor detenimiento. Este cambio sería tan efectivo que: “[…] mediante un poder que no es simplemente proeza científica sino ejercicio efectivo de ese biopoder político que se introdujo en el siglo XIX, se hace vivir tan bien a la gente que se llega incluso a mantenerlos vivos en el momento mismo en que, biológicamente, deberían estar muertos desde hace mucho atrás”.[7]

Esto sería lo que abriría campo a las series de intervenciones que hoy podemos ver en el ejercicio médico de observación, seguimiento y mediciones del tratamiento. Paradójicamente, mientras más se ampliaba el espectro de disciplina para poder hacer una disciplina de poblaciones, más se sostenía ésta en el acto individualizador de la disciplina. El sostén de la disciplina colectiva es el hacer la disciplina individual. Esto es lo que quiere decir que la transición de anatomopolítica a biopolítica no implica una sustitución sino una modificación que extiende los límites del ejercicio del poder a esferas más lejanas.[8]

Según Foucault, el poder se logró extender de manera que tomó en su cargo todo el campo de la vida, la totalidad de sus manifestaciones tanto en lo individual como en lo poblacional. En palabras del mismo autor: “Decir que el poder, en el siglo XIX, tomó posesión de la vida, decir al menos que se hizo cargo de la vida, es decir que llegó a cubrir toda la superficie que se extiende desde lo orgánico hasta lo biológico, desde el cuerpo hasta la población, gracias al doble juego de las tecnologías de la disciplina, por una parte, y las tecnologías de la regulación por otra”.[9]

Empero, debemos entender la implicación de aquella afirmación. Al extender uno de los elementos centrales para la manutención de la seguridad y la estabilidad, apuntalada en la figura soberana, así como el control de producir vida que se suman a través de la biopolítica, llegamos a un estado en que la pérdida de estos elementos puede conllevar a la pérdida de la estabilidad al fallar en el objetivo de la constitución poder soberano: poder vivir, vivir bien y vivir mejor. Con la biopolítica incluso damos otro paso, vivir más.

Sin embargo, esta expectativa se ve afectada por los eventos que aparecen en nuestros días. El COVID-19, una enfermedad nueva para la cual sólo hay intentos de tratamientos que aún no se han comprobado en su efectividad y para los cuales, la mejor manera de intervenir hasta ahora en los casos críticos es el internamiento y el auxilio respiratorio, se muestra como una manera de enseñar los límites de una promesa de vida que se nos había presentado anteriormente. No ha de sorprendernos el señalamiento de muchos grupos de lograr una mejor disciplina en búsqueda de su seguridad.

Si las intervenciones médicas han tenido que ver con el control del movimiento poblacional, las aglomeraciones y las segmentaciones dentro de los hogares, es porque es necesaria la separación especial para el adecuado seguimiento y control de la pandemia. Las casas son nuevamente los espacios de reclusión, e incluso para muchos, de trabajo. Y esta reclusión significa la protección de sí y del otro.

Los hospitales, espacios ya disciplinarios, han seccionado sus organización para los pacientes COVID-19 preparando espacios especiales para su captación y designado hospitales en particular para su tratamiento. ¿Hay alguna especie de similitud entre la relación del leproso excluido, el apestado controlado y aislado en un espacio un periodo de cuarenta días, lo que actualmente estamos vivenciando en el Covid-19? Un paciente COVID-19 es hostigado por sus vecinos mientras que, sin comida ni agua, ruega que se les permita a sus amigos llevarle los insumos necesarios para su manutención. Su puerta fue bañada en cloro después de haber recibido agresiones por redes sociales y comentarios de los vecinos[10]. Esta segmentación apresurada y necesaria para la contención de la pandemia, produce un efecto de una especie de nuevos apestados y leprosos dentro de los espacios sociales. Los enfermos, sometidos a la disciplina panóptica de sus propios vecinos son vigilados todo el tiempo. Como en la peste se pide se les vigile y controle, la segmentación del espacio es el mejor recurso para mantenerlos bajo control en momentos de emergencia sanitaria.

Pero aquel efecto no queda reducido a los pacientes, sino que, transmitido a los médicos, las batas blancas y el uniforme médico será lo que confiese la tarea de aquellos hombres que serán victimas de rechazos dentro de la sociedad. Atacados igualmente con cloro, así como rechazados en ciertos espacios públicos y en sus medios de transporte, se les pide, como al afectado por la lepra, que avise su paso para alejarse de ellos y se le agradece por su honrosa tarea mientras se espera verlos a la distancia y no en sus viviendas. Por tratar la enfermedad el médico es rechazado como transmisor de la misma y se le pide que se quede en su hospital.[11]

Nuestra disciplina es un sistema que opera más allá de nosotros. Y así, sin nuestra propia motivación, funciona sin que nosotros lo pongamos a andar. El intento de dar cuenta de este fenómeno es un intento de poder permitir hacerlo nuestro nuevamente. Reclamarlo para poder aprovechar de él, los beneficios de una intervención para una pandemia. Todas estas experiencias tal vez nos muestren un punto de crisis. Muestra tal vez una posibilidad de paso entre la dominación y el gobierno, pero para ello es necesario el salto que permita el gobierno de sí mismo en tiempos de emergencia sanitaria. Es tal vez un momento que nos muestre el cambio o el retroceso. Es un punto de inflexión que nos permitiría hacernos dueños de nuestra libertad a partir del cuidado del otro. La disciplina controlada y los actos en consideración del otro es lo que puede salvaguardas nuestra libertad.[12]

 

Bibliografía

  1. Barragán Almudena y Rodríguez Darinka. “Me gritaron ‘traes el covid’ y me escupieron” las enfermeras en México sufren ataques por miedo al contagio.” En El país, https://verne.elpais.com/verne/2020/04/13/mexico/1586810735_002679.html consultado el día 15/04/2020
  2. Carvajal Otilia, “Piden parar ataques contra médicos y enfermeras que atienden COVID-19” en la Razón https://www.razon.com.mx/mexico/ataques-medicos-enfermeras-covid-19/ consultado el 15/04/2020
  3. Foucault Michel, Seguridad, territorio y Población, curso en el Collège de France 1977-1978, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
  4. Foucault, Michel, Vigilar y Castigar el nacimiento de la prisión, Siglo XXI editores, México, 2009
  5. Foucault Michel, Defender a la sociedad, curso en el Collège de France 1975-1976, Fondo de Cultura Económica, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014.
  6. Foucault, Michel, Historia de la locura en la época clásica Tomo I, Fondo de cultura económica, Ciudad de México, 2015
  7. Foucault, Michel, El origen de la hermenéutica de sí, conferencias de Dartmouth, Fondo de Culturá económica, Ciudad de México, 2016
  8. Poy Laura, “López-Gatell reupida ataques a médicos y enfermeras.” En La Jornada https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/04/12/lopez-gatell-repudia-ataques-a-medicos-y-enfermeras-2576.html revisado el día 15/24/2020
  9. Nava, Abraham. “Mexicano con Covid-19 narra el hostigamiento de sus vecinos” en Excelsior https://www.excelsior.com.mx/comunidad/mexicano-con-covid-19-narra-el-hostigamiento-de-sus-vecinos/1371350 Consultado el día 15/04/2020

 

Notas

[1] Michel Foucault, Defender a la sociedad ed. cit., p. 219
[2] Michel Foucault, Vigilar y castigar, Ed. Cit., pp. 227-229
[3] Michel Foucault, Historia de la locura ed. Cit., p. 17. Además de aquella cita se incluyen otras que muestran la imagen del leproso.
[4] Michel Foucault, Vigilar y castigar, ed. cit. p. 230-231.
[5] Michel Foucault, Defender a la sociedad, ed. cit., p 218.
[6] Michel Foucault, Defender a la sociedad, ed. cit., p 220.
[7] Michel Foucault, Defender a la sociedad, ed. cit., p. 225.
[8] Este es un problema que Foucault va a trabajar en varios lugares pero hacemos especial referencia ahora mismo a lo dicho tanto en el capítulo de Panoptismo en Vigilar y castigar así como lo expresado en la última lección del seminario de Defender a la sociedad.
[9] Michel Foucault, Defender a la sociedad, ed. cit., p. 229
[10] Abraham Nava, mexicano con Covid-19 narra hostigamiento, Op. cit.
[11] Los ataques a los médicos y trabajadores del sector salud han sido numerosos, entre ellos encontramos los ya reportados por diferentes medios como un enfermero a la que se le vació el cloro, otros que han tenido problemas en el transporte público o que se les ha discriminado dentro de cafeterías. Barragán y Rodríguez hacen una buena recapitulación de varios de estos actos.
[12] Michel Foucault, en entrevista “estos son mis valores” publicados en el volumen del origen de la hermenéutica de sí, señala que la ética posible en cuanto al ejercicio del poder, es la de la libertad de los otros. Op cit., p. 153