Revista de filosofía

Reflexiones en torno a la violencia simbólica en la política mexicana actual

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Reflexiones en torno a la violencia simbólica en la política mexicana actual

HURACÁN FIFI-ORLENE TOMADO DE WIKIPEDIA

 

Resumen

El presente texto tiene la finalidad de hacer una reflexión sobre el exceso de la postpolítica y la excedente singularidad del deber que anuncia la política actual mexicana, desde perspectivas filosóficas, sociológicas y psicoanalíticas, en esta última, la Ley-Del-Padre es una función (x), y no una categorización teórica determinante absoluta que como bien señala Kant limita la libertad, el razonar y la producción de propuestas que transformen la vida común. La reflexión que se desarrolla a continuación se presenta como un ejercicio de razonar en tanto logos que gira en torno a las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las consecuencias del exceso e imperativos de la Ley en tanto postpolítica y cómo acontece en la política actual mexicana?

Palabras clave: postpolítica, política igualitaria, violencia simbólica, cultura del terror, Ley-Del-Padre.

 

Abstract

This text aims to reflect on the excess of postpolitics and the surplus singularity of the duty announced by current Mexican policy, from philosophical, sociological and psychoanalytic perspectives, in the latter, the Law-of-The Father it is a function (x), and not an absolute determinant theoretical categorization that, as Kant rightly points out (2007) limits freedom, reasoning and the production of proposals that transform common life. The reflection that follows is presented as an exercise in reasoning as logos that revolve around the following questions: What are the consequences of the excess and imperatives of the Law as postpolitic and how it occurs in the current Mexican policy?

Keywords: postpolitic, egalitarian politics, symbolic violence, culture of terror, Law-of-Father.

 

Más escucho reclamar por doquier: ¡No razonéis! El oficial dice: ¡No razonéis, adiéstrate! El funcionario de hacienda: ¡No razones, paga! El sacerdote: ¡No razones ten fe! (Sólo un único señor en el mundo dice: razonad todo lo que queráis, pero obedeced).

Kant

 

Michel Foucault en su curso titulado Defender la sociedad realizado en 1975-1976, plantea que la política y el poder tienen una fuerte relación con la economía y se añadirá que también con el desarrollo tecnológico, científico e industrial; éstos consolidan una red que establece leyes sobre la vida cotidiana de las y los sujetos sociales y fundan una biopolítica que hace vivir o hace morir según sus necesidades. Es una política económica de mercado que produce una guerra silenciosa de desigualdades económicas, culturales, sociales, corporales y subjetivas. Esta biopolítica comienza a perfeccionarse y avanzar hasta el grado de fortalecer una violencia saturada de racismos.

 

La biopolítica surge de la idea de soberanía que produce la sociedad industrial la cual “funda el poder absoluto en el gasto absoluto del poder”, desde el análisis de Foucault esto produce no sujetos sino seres vivos a los que o se les hace vivir, o se les hace morir, o se les deja morir; esto radica en controlar y disciplinar los cuerpos, los deseos, las necesidades singulares, apoderándose de su vida y de su muerte y apagando la voluntad.[1]

 

Esta biopolítica que surge de la soberanía crea la categoría de población y no de sujetos sociales. La población da un lugar al sujeto como una fabricación de la soberanía en cuanto a necesidades, pretensiones, fantasías; esto es, como objeto (gadget), que es llevado al campo del exceso. Al lograr normalizar la idea de población se gesta una red más allá de la biopolítica donde la industria, los empresarios, partidos políticos, personajes del entretenimiento, academia, organismos y población constituyen una nueva política económica denominada por Žižek como postpolítica.

 

Parta este autor la postpolítica es un modelo político de negociación económico-tecnológico-empresarial-académico, que pone en juego escenarios cotidianos para una violencia desmedida e irracional. La postpolítica garantiza el funcionamiento del exceso que proporciona ganancias desmedidas para un exclusivo sector social. Trayendo como consecuencias la descomposición del lazo social, las desigualdades económicas, culturales y educativas. Es un macro-proyecto global que pretende que cada cultura, contexto y territorio ocupe el lugar que se le asigne.

 

En la postpolitica el conflicto entre las visiones ideológicas globales, encarnadas por los distintos partidos que compiten por el poder, queda sustituido por la colaboración entre los tecnócratas ilustrados (economistas, expertos en opinión pública […]) y los liberales multiculturalistas: mediante la negociación de los intereses se alcanza un acuerdo que adquiere la forma del consenso más o menos universal.[2]

 

La postpolítica contiene elementos de arbitrariedad, de autoritarismo, de agresividad y tiranía. Descansa sobre sus instrumentos tecnológicos e ideologizantes populistas. Es funcionalista en cuanto a intereses económicos y crea ideológicamente todo un escenario de odio. Un odio a la propia clase social, un odio sobre la diferencia de los sedimentos sociales. Un odio sobre las diferencias. A grandes rasgos genera un odio colectivo que niega la posibilidad concreta de inscribir a los sujetos como un sujeto social. El modelo postpolítico además de violencia y odio, funda una cultura del terror con el provecho de obtener mayor control de la población. La cultura del terror invade cada rincón del territorio y se difunde vía medios de comunicaciones tradicionales y electrónicos. Esta cultura esta disfrazada por el establecimiento de una ley pública de igualdad. “Ley pública igualitaria es precisamente la lógica patriarcal autoritaria que sigue determinando nuestras actitudes, aunque su expresión pública directa ya no esté permitida. El ‘carnaval’ se vuelve entonces la salida para la jouissance social reprimida: persecución de judíos, violaciones en grupo […]”.[3]

 

El carnaval, la fiesta, el libertinaje, la pasión desenfrenada hace circular una dinámica basada en el sexo, en las máscaras que brindan ser aparentemente alguien distinto y/o tener algún aparente estilo de vida. La postpolítica y su soberanía son del orden de lo cínico. Reproducen como gadgets las prácticas de porno, odio y terror; prácticas violentas que estilan en desapariciones forzadas, asesinatos, violaciones, secuestros. Juegos de terror donde las víctimas son humanos.

 

TOMADA DE PROCESO

 

Esta postpolítica que remite a la conformación del imperativo: ¡No razonéis, reproduce! Y, es por esa misma difusión de reproducción constante de estas prácticas que entra la llamada política pública igualitaria o de igualdad. Que si bien aparece en lo local global hegemónico dominante, se va extendiendo hasta los lugares menos atrevidos y apartados; así como, los de pobreza y analfabetismo. Esta postpolítica engaña con el flujo de la idea de que las sociedades se globalicen, democratizando los bienes y servicios; los derechos y la atención a la diversidad cultural, social, económica, educativa, moral, ideológica, política y consumista. Realmente es la aplicación de una política autoritaria.

 

Históricamente el Gobierno es uno de los fabricadores de ciertas prácticas que no reconocen una ley universal fundante de prohibición que como efecto da el orden del deseo y que a la vez marca inconscientemente un límite. La función que la Ley-Del-Padre realiza en su prohibición a la división del sujeto entre goce y deseo, lo cual inscribe al sujeto en la realidad que es la cuestión de la castración y el no-todo.

 

La ley-Del-Padre que en psicoanálisis es una función que tiene su lugar en el complejo de Edipo y que devela su tema: gozar de lo próximo, del prójimo:

 

Lo que revela el inconsciente al principio es, de entrada y ante todo el complejo de Edipo. Lo importante de la revelación del inconsciente es la amnesia infantil que afecta, ¿a qué? A los deseos infantiles por la madre y al hecho de que estos deseos están reprimidos. Y no solo han sido reprimidos sino se ha olvidado que dichos deseos son primordiales. Y no solo son primordiales, si no que están todavía presentes. He aquí donde partió el análisis, y a partir de qué se articulan una serie de cuestiones clínicas.[4]

 

La función de la Ley-Del-Padre se inscribe en el sujeto vía la transmisión que realiza la madre y/o el padre, autoridades en el campo familiar. Y en lo social por el gobernante que es un representante de autoridad. Si se rechaza esta función de la Ley-Del-Padre, se genera una descomposición del lazo social, ocasionando el exceso de violencia, terror y racismo que define al autoritarismo.

 

La función Ley-Del-Padre en un primer momento de la construcción psicoanalítica fue denominada con el término metáfora paterna y tiene toda su importancia en la discusión simbólica, ya que, se funda por una identificación con un rasgo único. Y la experiencia analítica trata de recorrer un camino bifurcado hacia la identificación simbólica, a esa marca que divide al sujeto y le muestra su imposibilidad, la incertidumbre y la verdad no-toda. Esta experiencia dirige al sujeto a la posición subjetiva de amante (erastés), lo que advierte y suele reducir la relación del sujeto con el panorama postpolítico.

 

La metáfora paterna circula entre el pasaje de la prohibición que castra al sujeto y que lo sitúa en una complejidad afectiva y en la sustitución que se hace desde la complejidad afectiva al falo. Tener el falo posiciona al sujeto en el ejercicio de la Ley y la prudencia, pero también como un sujeto deseante, un erastés. La metáfora paterna es el símbolo de castración y sin ella no hay un lugar. El padre es, en el Otro, el significante que representa la existencia del lugar de la cadena significante como Ley. Se coloca, por así decirlo, encima de ella.[5]

 

Las actuales formas de gobierno circulan sobre la propia invención de la cultura del terror, se puede observar en los mandatarios contemporáneos de América Latina y actualmente en el gobierno mexicano.

 

Desde la campaña política, López Obrador ha utilizado el significante “Fifí” como un sobrenombre para los adversarios de él y de Morena. Un significante que opera en el racismo, odio y terror de cada uno de los sujetos. Este significante se viraliza en medios de comunicación tradicional y modernos, lo que genera la reproducción de una política cultural de rechazo a los contrarios y lo peor de aniquilar al adversario mediante denunciación y difamación. Esta acción desarticula toda posibilidad radical de poner en su lugar la función de la Ley-Del-Padre.

 

En su campaña y movilización política, la categoría “Fifí” se refiere a la población que de entrada pertenece a una clase social adinerada y burguesa, a la clase media, a la clase que tiene un trabajo bien remunerado, a los detractores de Morena, de su política y a las ideas del presidente López Obrador. Un “Fifí”, también es un sujeto que puede tener gustos cotidianos refinados, o gustos culturalmente refinados, o, educativos, o, de vida.

 

Los “Fifí”, por consiguiente, no son la mayoría y son realmente una mínima población mexicana, que raya en distinciones y no en una homogeneidad de clase social, cultural, educativa y económica. Siguiendo el estudio de Bourdieu La distinción, 1979, se puede señalar que el tema de los “Fifí” se complejiza, ya que un sujeto en lo singular y en lo social puede tener diversas prácticas socioculturales sin tener un nivel elevado socioeconómico o de privilegios.

 

El significante “Fifí” opera como un elemento ideológico en las masas dominadas, creándoles un odio por las minorías y por los adversarios, a palabras de Bourdieu se crea una violencia simbólica. “Legitimar una dominación es dar toda la fuerza de la razón a la razón (el interés, el capital) del más fuerte. Esto supone la puesta en práctica de una violencia simbólica, violencia eufemizada y, por lo mismo, socialmente aceptable, que consiste en poner significaciones, “de hacer creer y hacer ver” para movilizar. La violencia simbólica, entonces, está relacionada con el poder simbólico, y con las luchas por el poder simbólico”.[6]

 

TOMADA DE EL SOL DE MÉXICO

 

Una violencia simbólica que queda en la articulación con lo imaginario donde lo real no se articula y por tanto no hace su función de agujerear para ubicarse en el lugar del deseo, de la metáfora paterna y del movimiento subjetivo radical. El significante “Fifí” araña el alma de cada uno de los sujetos que trae la frustración de un pasado de injusticias, de actos racistas y de exterminio. Hace tal efecto porque todo sujeto lo quiera o no está inscrito a un malestar cultural históricamente agresivo.

 

Un malestar cultural que se anuda a la fantasmagoría de la destrucción que trae Goce: ¡No razonéis, adiéstrate! Lo que en términos de quien vocea la 4T es ¡No razonéis, se populista, inclúyete a la continuidad postpolítica y ten fe en la política de austeridad! Un malestar cultural que se articula al carnaval como un entretenimiento y acceso al exceso, que es la forma de movilizar a la población para cancelar toda posibilidad de logos.

 

Piensa como no “Fifí” y luego no serás “Fifí”, un malestar del “cogito sociológico”, señala Bourdieu (2011), esto marca una crisis en la cultura, en la política, en lo subjetivo. El “cogito sociológico” pone en el centro la conciencia de sí en un nivel ideológico político que no reconoce el campo de la verdad. Y conlleva al sujeto a decirse no soy “Fifí” luego entonces no actúo como “Fifí”; y no me inscribo en el proceso de formación que brinda cultura, educación, ethos y transformación subjetiva que tiene efectos en la vida cotidiana y en la vida política.

 

La postpolítica ha llevado hasta sus últimas consecuencias este “cogito sociológico”. Un discurso político que imprime el racismo en la clase dominada mediante el significante “Fifí” lo que ideologiza la distinción como un mal que hay que detener. Siguiendo a Freud y a Lacan en ello no hay una función de la Ley-Del-Padre, ya que mantiene despierto el odio, la violencia y el terror entre las masas y entre las diversas clases socioculturales.

 

El nombre del padre o los nombres del padre, tienen una función significante de producir una ruptura, una división en el sujeto. Una división significante de ley que deja un resto: el sujeto que “[…] es consecuencia de la pérdida y tendría que ubicarse en la consecuencia de la pérdida que constituye el objeto a para saber lo que le falta”.[7]

 

Siguiendo a Bourdieu la clase baja nombrados dominados “[…] encuentran en su condición económica y en su exclusión social, los fundamentos de una solidaridad, con las clases dominadas que tienen siempre por primer principio de hostilidad respecto a las fracciones dominantes de las clases dominantes y a sus representantes en el campo intelectual […]”.[8]

 

“Fifí” es un significante movilizador de política populista que se funda en esa solidaridad (imaginaria) que se sostiene en el odio, lo que no causa lazo social. Y donde la palabra, la Ley y la identificación con el Ideal del yo no tienen lugar.

 

La función de la Ley-Del-Padre en tanto a su relación con la cuestión simbólica y la identificación conlleva en términos de lazo social a fundar un sentido de pertenencia a sí mismo, a la colectividad, al deseo y al lenguaje como posibilidad de amar. La palabra, el acto, la contraseña como un “don”, se inscriben desde tiempos arcaicos mediante los símbolos y la simbolización que deviene del Padre. De un Padre que coloca al mundo en la dualidad que podría decirse que es del Un-alianza: femenino-masculino / cielo-tierra / mujer-hombre. Cualquier camino lleva al sujeto a tener su encuentro con la divinidad. La función de la Ley-Del-Padre da lugar al acto que causa.

 

Los símbolos, los nombres son poderes espirituales que le anteceden e inscriben a los sujetos, Freud dice que fue el aire en movimiento lo que proporcionó el lenguaje y lo espiritual. “[…], pues el espíritu toma prestado su nombre del soplo del viento (animus, spíritus; en hebreo: ruach, soplo). Ello implica el descubrimiento del alma como el principio espiritual en el individuo […]”.[9] Lacan señala que, la verdad es enigmática, misteriosa, inexplicable y que se instaura por la cuestión espiritual, que es la realidad del Nombre del Padre. Un “don” que la Ley-Del-Padre otorga a cada sujeto, lo cuenta en su singularidad y lo anuda al lazo social, porque el sujeto es continuidad de una comunidad y de una divinidad.

 

Bibliografía

  1. Bourdieu, Pierre, Intelectuales, política y poder, Eudeba, Buenos Aires, 2011.
  2. Freud, Sigmund, “Moisés y la religión Monoteísta”, Tomo XXIII, Amorrortu, Buenos Aires, 2006.
  3. Gutiérrez, Alicia, “Prólogo”, en Bourdieu, Pierre, Intelectuales, política y poder, Eudeba, Buenos Aires, 2011.
  4. Kant, Immanuel, “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?”, en Erhard, Herder, Kant Lessing, Mendelssohn, Schiller, Wieland y Zöllner ¿Qué es la Ilustración? Tecnos, Madrid. 2007.
  5. Lacan, Jacques, Las formaciones del inconsciente, 1957-1958, Paidós, Buenos Aires, 2004.
  6. Lacan, Jacques, El acto psicoanalítico, 1967-1968, Inédito.
  7. Saldaña, P. Erika, “Sobre la postpolítica y la violencia en la cultura”, en Revista Reflexiones Marginales, Año 3.0 (31), Enero-Abril, México: FFYL, UNAM, 2016. (http://reflexionesmarginales.com)
  8. Žižek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Diario Público, S/L, 2010.
  9. Žižek, Slavoj, Las metástasis del goce. Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, Paidós, Buenos Aires. 1994.
  10. Foucault, Michel, Defender la sociedad, C.E., México, 2002.

 

Notas


[1] Saldaña, Erika, “Sobre la postpolítica y la violencia en la cultura”, en Revista Reflexiones Marginales, Año 3.0 (31), Enero- Abril, FFYL, UNAM, México, 2016.
[2] Žižek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, ed., cit., p. 33.
[3] Žižek, Slavoj, Las metástasis del goce. Seis ensayos sobre la mujer y la causalidad, ed., cit., p. 91.
[4] Lacan, Jacques, Las formaciones del inconsciente, ed. cit., pp. 165-166.
[5] Ibidem, p. 202.
[6] Gutiérrez, Alicia, “Prólogo”, en Pierre, Bourdieu, Intelectuales, política y poder, ed. cit., p. 10.
[7] Lacan, Jacques,  El acto psicoanalítico, Inédito, p. 64.
[8] Bourdieu, Pierre, Intelectuales, política y poder, ed. cit., p. 34.
[9] Freud, Sigmund, “Moisés y la religión Monoteísta”, ed., cit., p. 95.