BAILARÍN DE DANZA BUTOH, IMAGEN DE LA PELICULA “BARAKA”
Resumen
El presente artículo busca demostrar: 1) La crisis que actualmente vive el capitalismo no es una crisis proveniente de la emergencia sanitaria del coronavirus, sino una crisis estructural de larga duración que lleva años desarrollándose. 2) La coyuntura del coronavirus avivó tesituras como la rivalidad China-Estados Unidos; proceso importante, pues para ser el próximo centro de la economía mundo, hay que ejercer una política sobre la vida que hemos nombrado geo(bio)política. 3) La geo(bio)política como una práctica que, a través de la negociación de salvar vidas, obtiene elementos clave no sólo para convertirse en centro de la economía-mundo, sino para acelerar la acumulación de capital y sacar a flote la dinámica del capitalismo.
Palabras clave: capitalismo, covid-19, China, Estados Unidos, biopolítica.
Abstract
This article seeks to demonstrate: 1) That the crisis that capitalism is currently experiencing is not a crisis that comes from the coronavirus health emergency, but rather a long-term structural crisis that has been developing for years. 2) That the coronavirus juncture fueled situations such as the China-United States rivalry. Important process, because to be the next center of the world economy you have to exercise a policy on life that we have named geo(bio)politics. 3) Geo(bio)politics as a practice that, through the negotiation of saving lives, obtains key elements not only to become the center of the world economy but also to accelerate the accumulation of capital and raise the dynamics of capitalism.
Key words: capitalism, covid-19, China, United States, biopolitic.
El inicio de la tormenta
El día jueves 12 de abril del 2020 se convirtió en fecha negra para las economías mundiales. Todo parecía indicar que los trompetazos anunciaban la entrada a un periodo histórico verdaderamente calamitoso. El motivo de éste pánico generalizado se hallaba sostenido en las estrepitosas caídas que sufrían las bolsas de valores más importantes del mundo. Los versados analistas en el área no dudaron en tildar a tal fecha como el peor acontecimiento económico y bursátil registrado desde la caída de 1928. Incluso otros se aceleraron en decir que dicho evento tenía la posibilidad de superar la explosión ocasionada por el desplome financiero de 2008.
Esta crisis generalizada no emergió insospechadamente, sino que se había generado una antesala en la que el teatro mundial pudo percatarse de que algo alarmante se avecinaba. Días antes del 12 de marzo ya se veía a las economías desfilar en una cuerda floja que estaba próxima a romperse, sólo que nadie sabía cuándo sucedería. Al llegar el momento, se tuvo al alcance de los observadores algunas imágenes desconcertantes: la bolsa española desfallecida en un 14.06%, la de Milán sufrió pérdidas del 16.92%, Fráncfort también en un 12.24%, Dow Jones 9.99%, Nasdaq 9.43%[1]. En México, la Bolsa Mexicana de Valores suspendió operaciones para evitar ventas de pánico ocasionadas por un desplome inusitado del 7%[2].
Éste terremoto financiero, sentido en suelos de los países más importantes, obligaba a voltear la mirada hacia un culpable. Medios, accionistas y la sociedad necesitaban la información que aclarara la asfixia y las peripecias a la vuelta de sus bolsillos. Los grandes bancos y las instituciones financieras inmediatamente direccionaron hacia reflectores a aquel que, según sus palabras, había sido el culpable de tal hecatombe: el covid-19 o coronavirus.
Parecía que dentro de la emergencia sanitaria, que empezaba a proliferar en todos los continentes, se alcanzaba a asomar un chivo expiatorio para explicar los derrumbes económicos que se fueron dando cual fichas de dominó. Luego entonces, ¿en realidad éste agente virológico, que definitivamente nadie se esperaba, era el culpable de estas múltiples detonaciones? Si el coronavirus no era el responsable, entonces: ¿Hacia qué horizontes debíamos voltear la mirada? ¿Qué ángulo pudiese ofrecer respuestas ante las interrogantes de un mundo que empezaba a corroer por distintos frentes?
¿Crisis del coronavirus o crisis estructural?
A pesar de que el coronavirus ha sido pieza importante como generador de la avalancha económica, política y social, expandiéndose desde febrero del 2020, no es posible decir que su papel figura como un determinante absoluto o unicausal. El desmoronamiento económico y multidimensional[3] del capitalismo, estaba en vías de formación; por lo menos desde hace 5 o 10 años atrás. Desde entonces, existían augures que preveían un colapso mundial por los mismos errores cometidos en el pasado, es decir, por la especulación financiera, éste elemento presente en crisis cíclicas del capital y que parece formar parte de una dinámica especulativa que es inherente a la búsqueda de valor.
Parte de ello se observaba en la incesante deuda siempre en acumulación. Las empresas privadas de todo el mundo no dejaban de generar deudas cada vez más desconcertantes. Para citar algunos ejemplos: el caso de agentes privados de Estados Unidos, quienes del 2010 al 2017 abrazaron un adeudo de 7,800 millardos de dólares.[4] Es ante esta situación, que flotan las preguntas. ¿Hacia dónde fluía todo ese dinero? ¿Por qué los niveles de endeudamiento eran cada vez mayores y cómo esto provocó una crisis que terminó por estallarnos en la cara?
El principal uso que se le da a toda esta cantidad de dinero es hacia la compra de acciones empresariales, es decir, sacar las monedas del bolsillo izquierdo para meterlas en el bolsillo derecho. ¿Con qué objetivo? Cuando la empresa privada compra sus propias acciones se obtienen dos cosas que resultan redituables para su imagen frente a las bolsas y accionistas. Frente a las bolsas, porque una vez que se lleva a cabo la compra masiva de acciones, el resultado es el repunte de su valor en el mercado financiero, lo cual se traduce en acciones más caras y mayores dividendos[5]. Entonces, bajo este medio logran reflejar la imagen de una empresa sana y así captar nuevos inversionistas o accionistas.
Es crucial dimensionar este punto, porque, dentro de sus entrañas, se gesta la burbuja de especulación que tarde o temprano termina por explotar. Lo importante a señalar, de forma sintética, es: cuando la deuda se vierte sobre la compra de acciones, lo que se activa es un divorcio entre la producción y la esfera financiera. Entonces, el punto de quiebre sobreviene cuando las apuestas se vierten hacia un futuro que no sustentado ni erguido en una base material y productiva real. Entonces, cuando llega el momento de pagar la deuda, la fiesta se acaba, porque la producción jamás se agrandó, a diferencia de la deuda que sí lo hizo.
El segundo punto es sobre accionistas. La enorme deuda adquirida sirve, de igual forma, para generar jugosos dividendos sobre la inversión de éstos,[6] para mantener su dinero asegurado y en constante flujo dentro de las empresas. Sin embargo, pasa lo mismo que anteriormente se había mencionado: cuando el mercado comienza a dar alaridos de crisis, los accionistas rápidamente se deciden a vender. Así, las empresas comienzan a desmoronarse en unas cuantas horas, pues no hay solvencia en la producción que permita hacerle frente a lo que el accionista reclama y que por derecho le pertenece.
Otro lugar común en el que camina toda esta deuda, se encuentra en la compra de créditos.[7] En otras palabras, se compran las deudas de otras empresas privadas que ocupan éste instrumento financiero, para engrosar su flujo de dinero. El peligro de esta dinámica reside en que numerosas y fuertes transnacionales fincan grandes porcentajes de activos en la adquisición de deudas o créditos de otras empresas. Por ejemplo: “La firma Apple tenía ella sola en 2017 créditos sobre otras empresas por un montante de 156 millardos de dólares, lo que representa el 60% del total de sus activos. Ford, General Motors y General Electric compran igualmente deudas de otras empresas”.[8] Entonces, la tormenta sobreviene cuando la empresa deudora pasa por altibajos de fluidez y no tiene forma de pagar su deuda. Es ahí donde la burbuja explota.
Con todo lo anterior, entendemos que el desplome de la economía mundial no está supeditado a la inmersión virológica del coronavirus. Hasta aquí se ha querido mostrar que ésta crisis es estructural a los mecanismos de acumulación que han llevado el capitalismo en los últimos años. El desmembramiento de las bolsas lleva en sus arterias el acrecentamiento de las deudas por parte de agentes privados transnacionales y de grandes bancos. Aunque, hay que tener cuidado con no establecer un modelo determinista que ponga a reposar todo este desplome bajo las explicaciones económico-financieras. Esta sólo es una parte de la crisis endémica que se ha destapado en distintos frentes. Es más, el estallido financiero se imbrica en una crisis ecológica que lleva años amenazando no sólo la permanencia del capitalismo, sino la existencia de la humanidad. Aunado a ello, la crisis de representatividad donde las poblaciones atraviesan niveles cada vez más grandes de descontento y que desembocan en la generación de luchas anti-sistémicas.[9] No menos importante, una rivalidad por detentar la hegemonía de la economía-mundo[10] que se jugaba, y sigue jugando, entre Estados Unidos y China.
Lucha por el predominio capitalista en medio del coronavirus
Así es, el coronavirus no es el factor determinante que genera sangrías en el cuerpo del capitalismo. Tampoco es el culpable del terremoto político, económico y social que se vino encima. Lo único que hizo el factor virológico fue acelerar y profundizar una serie de condiciones que estaban dadas de antes y, que tarde o temprano, son incontenibles. Lo que es verdad, el coronavirus es un reto que no puede sortearse sin atravesar largos y dificultosos senderos.
Es menester saber que la presentación de una crisis jamás depende de un monolito causal para explicarla. Todo lo contrario, son procesos heterogéneos y de larga duración, que tienen raíces en distintos tiempos y espacios. Se puede observar en párrafos anteriores, que la acumulación desmedida de deuda estaba en el corazón de la crisis actual. Esta especulación, separada de la producción, ocasiona que todo ese capital no se invierta en los procesos de producción. Por lo tanto, éstos desaceleran. No obstante, coexisten otros motivos coparticipes de la ralentización global del capitalismo. Lo importante a subrayar aquí es que el covid-19 activó una exacerbación de todos esos efectos coyunturales que estaban presentes por lo menos desde 2017.
Estos elementos circunstanciales, que llevaban años entorpeciendo la economía global, son sólo algunos. La cruda guerra comercial[11] entre Estados Unidos y China, ha sido embate que tuvo lugar desde que Trump llegó al poder. Además, hay que contar con luchas geopolíticas que también afectan la estabilidad comercial. Muestra de ello es la lucha petrolífera que se da entre Rusia y Arabia Saudita. No menos importante, la salida de Reino Unido frente a la Unión Europea (BREXIT).[12]
Estimaciones elaboradas por el FMI y el BM, a finales del 2019, apuntaban que el resultado de la rivalidad entre Estados Unidos y China le costaba 0.8% del PIB global a la economía mundial, cifra que traducida se convierte en setecientos mil millones de dólares. Esto dejaba al crecimiento global en 3%, que corresponde al movimiento de repunte más lento registrado en toda una década.[13] El riesgo de estos números, además de desacelerar las economías mundiales, consiste en la posible exacerbación de desigualdades regionales[14].
El telón de fondo de este conflicto es la escala y lucha por una posición geopolítica que permita alcanzar o, en su defecto, conservar un papel hegemónico en el tablero internacional. Concatenar este nuevo imperialismo requiere obtener el aseguramiento de ciertos factores claves, vitales para ocupar el centro[15] de la próxima economía-mundo. Entre ellos se cuenta el predominio tecnológico (red 5g e inteligencia artificial), posiciones militares clave, rutas de distribución e intercambio y, por último, materias primas, al igual que recursos naturales. El encadenamiento y aseguramiento de todos estos factores podría resultar en la conversión del líder mundial en términos de producción[16] y acumulación de capital. Pero, ¿Cómo queda este proyecto tras la pandemia del covid-19 y la aceleración de una crisis multidimensional y estructural del capitalismo?
Para responder, primero hay que hacer énfasis y aclaración de lo que hasta aquí se ha expuesto. La crisis del capitalismo y la caída de sus estratos financieros y económicos no es responsabilidad absoluta del coronavirus. Este desmoronamiento del capitalismo cuelga de una crisis estructural de larga duración que se explica por la propia dinámica de acumulación explicada en el segundo apartado. Dicha crisis estructural se refuerza por una combinación de elementos coyunturales que ayudan a profundizar la crisis: rivalidades geopolíticas, guerras comerciales, separatismos y movimientos anti-sistémicos. Todos estos elementos, de mediana y larga duración, han generado una ralentización del mercado y de los ciclos de acumulación, punto crítico para el propio sostén del capitalismo.
Una vez que el panorama internacional atraviesa la crisis coyuntural del covid-19, surgen síntomas fuertes de una paralización importante en términos económicos: crisis generalizada que invade todas las geografías. Escenas de ésta convulsión comienzan a hacerse presentes y a invadir el cotidiano de todo país. Muestra de ello, el expreso numerario de desempleo que gradualmente se deja sentir en la economía de Estados Unidos. Mientras, a mediados de marzo, se daba un escenario en el que se presentaban doscientos mil casos de desempleo, es evidente una agresiva aceleración que, en sólo dos semanas, aumenta a más de 3 millones de desempleados. La siguiente semana, se incluyen a esta cifra: 6.87 millones. Estos datos arrojan que, por semana, en E.U. se pierden 3 millones de empleos.
Las predicciones sobre el futuro económico de las naciones aún son inciertas. Los escenarios varían según sea el análisis. Sin embargo, el hecho de que todas las economías del mundo se encuentren paralizadas, bien sea por las medidas de estados excepcionales o por las masivas acciones de sana distancia, incluso las más potentes (China y E.U.), indican que en conjunto nos embarcamos a una fuerte recesión;[17] suceso que aún no logra dimensionarse del todo.
La industria paralizada y petrolera en riesgo, la producción congelada y el bajo consumo, son características que obliteran los planes geopolíticos de Estados Unidos. El panorama futuro, y presentado por delante de esta nación, no es alentador. Los análisis de entidad financiera Morgan Stanley, dibujan un panorama en el que Estados Unidos podría perder, en el segundo trimestre del 2020, hasta un 30% del PIB.[18]
La situación en China no es muy diferente. La ola epidémica ha traído consigo una gama de efectos que no han dejado de impactar en el curso de la segunda economía más fuerte del mundo. Así pues, el cierre de fronteras, la clausura de industrias y las pérdidas de empleo, entre otros factores, abonan a la merma progresiva de un crecimiento que llevaba años sufriendo un bajo ritmo.
Los números reflejan una crisis que se infiltra por dos frentes de importancia medular: el productivo y el de consumo. Debido a que China fue el primer país en confrontar a este virus inesperado, su política de acción tuvo que ser muy agresiva. El cierre masivo de industrias y fronteras, hizo que el flujo de todo lo que se produce cayera subrepticiamente, lo cual concluyó en un rango mínimo de unidades producidas. Por el otro lado de la trinchera, la economía tuvo que lidiar con un desplome agudo en el consumo, debido a que gran parte de la población está encerrada. Ello redujo el gasto de los individuos. No hay salida, tampoco desfalco de dinero.
Durante los primeros meses del 2020, esta crisis se mostró preocupante para el país asiático. Las cifras señalaban una caída histórica que no se veía desde hace 30 años. La producción industrial, por ejemplo, tuvo un desplome notorio que constó en el hundimiento del 13.5%.[19] Las ventas al por menor declinaron 20.5% interanual, registro histórico jamás visto en China[20]. Además, la inversión en activos fijos sucumbieron 24.5%, otro registro sin precedentes.
A pesar de que, a inicios de abril, se abrió pasó a la gradual vuelta a la normalidad, China aún cuenta con distintos topes económicos, políticos y sociales que le impiden arrancar la maquinaria a una velocidad “normal”. Millones de migrantes,[21] pieza esencial en el funcionamiento industrial, siguen varados en medidas de sana distancia, que les impiden volver a trabajar. Es por esto que, hasta el momento, la industria China sólo puede operar en 69%.[22]
El gobierno de Xi presenció cómo la crisis estructural del capitalismo, profundizada por la llegada de la pandemia, trabó sus objetivos políticos internos y externos, estrategias que le iban a otorgar mejor posición ante los conciudadanos y el exterior; con promesas de que en el año 2020 se terminaría por completo la pobreza extrema en China. El segundo plan que se ha visto entorpecido, es duplicar la producción para finales del 2020. Estos proyectos, que iban a fortalecer al partido y al gobierno a un nivel regional, no podrán verse cumplidos. Han sido aplazados para finales del 2021.[23]
En suma con lo anterior, el país asiático ha tenido que pasar por una serie de circunstancias que debilitan su programa geopolítico frente a aliados con los que ha tenido que descuidar momentáneamente. Caso ejemplar es Australia, quien exporta al mercado chino cantidades importantes de hierro[24]. Otro caso ilustrativo es la relación con Medio Oriente, la cual, en estos últimos meses, se vio afectada, debido a que China decidió disminuir su consumo de petróleo y gas natural.[25] Cada uno de estos hechos genera posible riesgo de que Pekín pierda o vea debilitada su influencia en la región; aspecto que no sería favorecedor para su agenda expansionista.
Luego entonces, el balance es el siguiente: el coronavirus es un proceso coyuntural que se empalmó con otras tesituras políticas, económicas y sociales, conjuntas cabalgaban sobre una crisis estructural del capitalismo que se venía gestando años atrás. Esta colisión profundizo y agudizó la ralentización de los ciclos de producción y, así mismo, una ralentización de la acumulación del capital.
Si decidimos detenernos considerablemente a revisar los impactos que ha dejado esta crisis en las dos economías más fuertes del actual sistema-mundo y su respectiva geopolítica, es por dos motivos: 1) Porque de la crisis se verá nacer, con mucha probabilidad, en un reacomodo de fuerzas que concluya en coronación de una nueva economía-mundo que tendrá por labor sacar a flote al capitalismo y a su frenética dinámica de acumulación. 2) Porque para sacar a flote al capitalismo, se necesita una geopolítica que obtenga lo necesario para los ciclos productivos, a partir de un negociación sobre la vida. Es decir, geopolítica que tenga en su núcleo una operación biopolítica. Por ello, hemos decidido acuñar el concepto “geo(bio)política”.
IMAGEN DE MARCO MELGRATI TOMADA DEL INSTAGRAM MARCOPOLORULES
La Geo(bio)política del coronavirus
Michel Foucault, cuando escribe Vigilar y castigar, menciona que la acumulación de los hombres, a través las tecnologías disciplinarias, fue paso clave para gatillar una potente acumulación de capital.[26] Entonces, es viable pensar a un capitalismo que no se despliega con potencia sin poner en circulación de manera lateral tecnologías políticas que tienen por blanco al cuerpo. A estas microprácticas las llamó anatomopolítica.
Cuando se trata de la biopolítica, no existe operación de análisis que ejecute una radiografía de usos de éste poder soberano para sostener y vigorizar los movimientos globales del capital.[27] La mayoría de análisis, desde Foucault hasta Agamben,[28] muestran cómo la figura del soberano emplea distintos procedimientos que permiten colonizar a la vida y volverla nuda-vida. No obstante, hasta ahora no existe un estudio sistemático sobre cómo el capitalismo se vale y se apoya de estos poderes soberanos para ejercer su despliegue.
Si hemos decidido forjar la unidad de análisis de la geo(bio)política es porque, actualmente, debido a la coyuntura de la pandemia y lucha por convertirse en el centro de la economía mundo, aunado a una crisis estructural de larga duración del capitalismo, se ha puesto a la vida en el centro de las negociaciones para conquistar elementos estratégicos que permitan efectuar nuevamente un despegue de la dinámica de acumulación capitalista. Y… ¿De qué manera lo ha realizado? A través de la narrativa de salvar vidas. Éste discurso de salvar vidas está en el centro de una estrategia geo(bio)política que se encuentra bajo el dominio de China.
Esta coyuntura por disputa de mantenerse o convertirse en el nuevo centro de la economía-mundo, está siendo conquistada por la figura de China, quien cumple su agenda geopolítica a partir de una gama de estrategias y espliegues geo(bio)políticos, que consisten en poner la vida en medio de ésta narrativa salvífica, con el objetivo de relanzar los ciclos de acumulación[29] una vez que se gane: materias primas, posiciones militares estratégicas, despliegue tecnológico de su red 5g, engrosamiento rutas comerciales, entre otras cosas.
Sin pensar que la coyuntura de la pandemia o la crisis estructural del capitalismo hayan acabado, China ya abraza victorias importantes que reflejan el nuevo desplazamiento para ocupar el centro de ésta nueva reconfiguración de la economía-mundo. Logros que han permitido sanear su producción, industria y mecanismos de acumulación, además de obtener el nuevo papel protagónico, encargado de volver a sacar a flote a la dinámica del capitalismo, a partir de negociaciones que ponen en medio a la narrativa de “salvar las vidas”.
Esta hipótesis puede sostenerse en varios hechos recién ocurridos. Una vez que Wuhan logró franquear las dificultades del coronavirus, China, poco a poco, aceleró de nuevo su industria y se convirtió en el fabricante más fuerte de mascarillas en todo el mundo. Su producción llego a duplicarse, obteniendo cifras de 12 millones de mascarillas por día.[30] El gigante asiático arrancó así, toda una diplomática a partir de insumos de salud.
Su ayuda inmediatamente fue coordinada para llegar a Irán, con 250,000 mascarillas; Filipinas: 200,000 mascarillas; Italia: 2 millones de mascarillas y Francia con 1 millón de mascarillas.[31] Europa no agota los agradecimientos que se hacen llegar hasta Pekín, haciéndole saber que gracias a él, y no a la Unión Europea, hoy le puede hacer frente a esta crisis. Países como Serbia o España han hecho saber que China ha sido el único país solidario con ellos.
Sin embargo, el trasfondo puede que tenga otras tonalidades muy distintas. En Bruselas corre la información de que China ha condicionado a varios países de la Unión Europea para que flexibilicen su postura ante el proyecto de abrir puertas a la empresa Huawei y su agenda política de ser líder de la red 5g, proyecto clave para colocarse como economía líder. Por otra parte, Xi Jinping ha conversado con el líder del consejo italiano, Guiseppe Conte, y le ha comentado que es vital para los días venideros se logre un acuerdo para forjar una “Ruta de la seda sanitaria”, en la que China fungiría como líder en la coordinación para sacar a Europa de la pandemia.[32]
Luego entonces, en medio de la pandemia, surge una política que negocia con la vida para obtener recursos y posiciones estratégicas que autoricen el desdoblamiento del capitalismo en una era post-coronavirus. La contienda por salvar vidas, ya sea a través de mascarillas, ventiladores o ayuda médica, es la lucha por levantar el cetro hegemónico del capitalismo. Así pues, la lucha por obtener autoría de la futura vacuna contra el coronavirus se convierte en tarea imperante para ocupar el lugar central en la economía-mundo que está próxima a restablecer sus mecanismos de acumulación, a partir de negociaciones geo(bio)políticas, que intercambien el salvar vidas o dejarlas morir por piezas elementales en el proceso de producción.[33]
Hasta el momento, China ha enviado ayuda sanitaria,[34] a través de lo que varios medios han denominado “Mask diplomacy”, a cerca de 90 países distribuidos en el mundo entero. Dicho movimiento le ha dado mejor posición geopolítica en continentes donde necesita adentrarse para cumplir su ambiciosa agenda. De todos estos países, más de uno reconoce que China tiene en sus manos la superioridad de un modelo de gobierno que ha resultado ser mucho más efectivo que los democráticos occidentales. Es el dominio central y musculoso que el Partido Comunista China tiene, aunado a su política de hiper vigilancia, el que ha llevado a China a salir victorioso, según comentarios de algunos países extranjeros que comienzan a mirar con admiración éste modelo de gubernamentalidad.
La dispersión y el agigantamiento de este modelo está en vísperas de hacerse realidad, gracias a las maniobras geo(bio)políticas que el gigante asiático lleva con fuerza: ofrecer insumos necesarios para salvar vidas a cambio de obtener piezas clave y relanzar la producción, a efecto de colocar el excedente de capital, adquirir nuevas rutas de intercambio o penetrar en nuevos mercados. Es la vida, la moneda de cambio[35] que está en medio de la agenda geopolítica que permite rescatar y endurecer los infinitos ciclos de acumulación que necesita el capitalismo para volver a levantarse. La única diferencia es que la economía-mundo tiene ahora un nuevo centro: China, país que vuelve a acelerar su acumulación de capital apoyado en una estrategia de salvar vidas o dejarlas morir en medio del desabasto ocasionado por el nuevo coronavirus.
Todo parece indicar entonces que, en la actualidad, el capitalismo atraviesa una crisis estructural que pone en riesgo su propio funcionamiento. Dicha crisis se vio acelerada y profundizada por un evento coyuntural que fue la pandemia del nuevo coronavirus. Sin embargo, el coronavirus es sólo una coyuntura más que se amalgama con otras tesituras que ya impactaban en el capital y sus mecanismos de acumulación. Muestra de ello es la ralentización que la economía y las industrias arrastraban desde hace, por lo menos, 10 años. De todas esas coyunturas nos detuvimos en un proceso muy específico que es la guerra por defender o por ser el nuevo centro en la economía-mundo post-coronavirus. El hecho de analizar éste conflicto se debe a que de él nace una gama de prácticas que llamamos geo(bio)política, las cuales funcionan no sólo para alcanzar el trono central de la economía-mundo, sino para relanzar los ciclos de acumulación, a partir de una diplomática que negocia con la vida.
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Notas
[1] Gutiérrez, “El pánico hunde las bolsas en caída libre”, en El País (https://elpais.com/economia/2020-03-12/las-bolsas-sufren-en-la-apertura-y-el-ibex-cae-mas-de-un-5.html), consultado el 7 abril del 2020.
[2] Gutiérrez, “Bolsa Mexicana de Valores suspende operaciones de emergencia tras desplome de 7%”, en La Razón (https://www.razon.com.mx/negocios/bolsa-mexicana-de-valores-suspende-operaciones-de-emergencia-tras-desplome-de-7/), consultado el 7 abril de 2020.
[3] Esta crisis multidimensional sigue vigente y se sostiene desde distintas caras. Por un lado, están las condiciones y las luchas ecológicas que son producto del deterioro de la naturaleza y herencia de procedimientos de acumulación cada vez más agresivos con el medio ambiente. Las luchas populares que desde el año pasado se empezaron a radicalizar: Tokio y Chile son los mejores ejemplos. Las luchas feministas que desde hace algunos años evidencian la estructura patriarcal del capitalismo. Sólo por mencionar algunas.
[4] Toussaint, “La montaña de deudas privadas de las empresas estará en el corazón de la próxima crisis financiera” en CADTM (https://www.cadtm.org/La-montana-de-deudas-privadas-de-las-empresas-estara-en-el-corazon-de-la?fbclid), consultado el 9 de abril de 2020.
[5] Entre 2010 y 2016, las empresas norteamericanas han comprado sus propias acciones en Bolsa por un montante aproximado de 3,000 millardos de dólares.
[6] “Una de las técnicas empleadas por los grandes bancos para aumentar los ingresos y el patrimonio de los accionistas consiste en recomprar sus acciones en la bolsa. Estos últimos años, recurrieron sistemáticamente a esta operación, especialmente, y en forma masiva, en Estados Unidos. Si la cotización bursátil de los bancos llegó a máximos, hasta comienzos de febrero de 2020, fue porque los dirigentes de bancos, con el acuerdo de los grandes accionistas, consiguieron que los bancos compraran, con frecuencia, sus propias acciones, gracias a la liquidez que les dan generosamente los bancos centrales a coste nulo o ínfimo. Pero, ¿a quién recompraban sus acciones los bancos? A sus grandes accionistas ¡Por supuesto! A estos últimos, les procura una gran entrada.” Toussaint, “Para afrontar esta crisis multidimensional, hay que expropiar a los banqueros y socializar los bancos”, en CADTM (https://www.cadtm.org/Para-afrontar-esta-crisis-multidimensional-hay-que-expropiar-a-los-banqueros-y), consultado el 7 de abril de 2020.
[7] Suma de dinero que una persona (el acreedor) tiene derecho de exigir de otra persona (el deudor).
[8] Toussaint, “La montaña de deudas privadas de las empresas estará en el corazón de la próxima crisis financiera” en CADTM (https://www.cadtm.org/La-montana-de-deudas-privadas-de-las-empresas-estara-en-el-corazon-de-la?fbclid), consultado el 9 de abril de 2020.
[9] Los movimientos anti-sistémicos, según Wallerstein, son aquellos que niegan las condiciones existentes del actual sistema-mundo capitalista. Estos movimientos fijan su objetivo en abrir brechas que den paso hacia otro tipo de vida. Entre estos movimientos, podemos contar a los colectivos feministas, ecologistas, algunas Izquierdas, luchas indígenas, entre otros. Wallerstein, Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos, ed. cit., p. 355.
[10] Economía-mundo es un sistema de relaciones complejas entre distintas geografías en el que prima, entre las partes, un vínculo económico, aunque se refuerza también, en cierta medida, por lazos culturales y políticos. Wallerstein, El Moderno sistema mundial 1, ed. cit., p. 21.
[11] Para el objetivo de éste ensayo me detendré, exclusivamente, en éste punto. Esto no quiere decir que los demás elementos no sean importantes, sino que el posterior análisis biopolítico se enmarca en ésta rivalidad. Es por eso que dicho conflicto va a ser el único elemento coyuntural a retomar.
[12] Cabe subrayar que, en cada geografía, el capitalismo atravesaba una manada de luchas históricas y locales para analizar en sus respectivas particularidades. Las crisis del capitalismo tiene que ser situada en sus condiciones materiales y reales más cercanas. Este caso aplica para crisis generadas por resistencias locales como las de Chile, Tokio o España. Cada uno de estos eventos específicos abona a impacto particular en las respectivas geografías y sus inherentes dinámicas del capital.
[13] Agamben, “El FMI advierte de que la guerra comercial supondrá pérdidas de 635,000 millones para la economía mundial”, en El País
(https://elpais.com/economia/2019/11/21/actualidad/1574338172_606599.html), consultado el 11 de abril de 2020.
[14] Ibíd.
[15] El sistema capitalista lleva a cabo una división axial del trabajo en el que se genera una relación desigual entre centro, semiperiferia y periferia. El centro es ocupado por una economía hegemónica que saca provecho de estas condiciones de desigualdad, lo que termina en mayor ventaja en la dinámica de acumulación. Wallerstein, Impensar las ciencias sociales, ed. cit., p. 290.
[16] Cuando se dice “producción”, según Marx, hay que pensar el proceso como una totalidad que involucra también a la distribución, el intercambio y el consumo. Musto, “Historia, producción y método en la <<introducción>> de 1857”, en Los Grundrisse de Karl Marx, ed. Marcello Musto, ed. cit., p.75.
[17] Degans, “Synthèse de l’actualité internationale de mars 2020”, en Diploweb (https://www.diploweb.com/Synthese-de-l-actualite-internationale-de-mars-2020.html), consultado el 12 de abril de 2020.
[18] Elliot, Larry, “Blindsided: how coronavirus felled the global economy in 100 days”, en The Guardian (https://www.theguardian.com/world/2020/apr/09/blindsided-how-coronavirus-felled-the-global-economy-in-100-days), consultado el 9 de abril de 2020
[19] Gil, “Coronavirus: el colapso en la economía china por el coronavirus”, en BBC (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51916056), consultado el 9 de abril de 2020.
[20] Ibídem.
[21] Bradsher, “Coronavirus could end China decades long economic growth streak”, en The New York Times (https://www.nytimes.com/2020/03/16/business/coronavirus-china-economy.html), consultado el 10 de abril de 2020.
[22] Ibídem.
[23] Ibídem.
[24] Ibídem.
[25] Ibídem.
[26] Foucault, Vigilar y castigar, ed. cit., p. 254.
[27] Foucault, en Historia de la sexualidad I, toca superficialmente la importancia que existió en la formación de la biopolítica para el desarrollo del capitalismo. “Ese biopoder fue, a no dudarlo, un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo: éste no pudo afirmarse sino al precio de la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos “(Foucault, Historia de la sexualidad; la voluntad de saber, ed. cit., p. 131.) Sin embargo, a lo que Foucault se refiere es que el capitalismo necesitó en cierto momento una política poblacional que velara por los nacimientos y decesos, pues de ello dependía la fuerza que se iba plegar a los mecanismos de producción. Es en el curso “Defender la sociedad” donde, en la última clase, enriquece la categoría de biopolítica una vez que la pone a discutir con las relaciones de racismo: “Relación, por lo tanto, no militar, guerrera o política, sino biológica. Y si ese mecanismo puede actuar, es porque los enemigos que interesa suprimir no son los adversarios en el sentido político del término; son los peligros externos o internos, con respecto a la población y para la población”. (Foucault, Defender la sociedad, ed. cit., p. 231.) Una vez que comenta éste “dar muerte” o “dejar morir” no lo vincula con condiciones materiales y cómo esta dinámica de dar muerte cumple con una función que auxilia a la propia dinámica de acumulación.
[28] “La biopolítica es, en ese sentido, tan antigua al menos como la excepción soberana. Al situar la vida biológica en el centro de sus cálculos, el Estado moderno no hace, en consecuencia, otra cosa que volver a sacar a la luz el vínculo secreto que une el poder con la nuda vida”. Agamben, Giorgio, Homo sacer; El poder soberano y la nuda vida, ed. cit., p. 16.
[29] Lo que caracteriza al actual sistema-mundo capitalista, que tiene una vigencia de 500 años, no es su relación con el trabajo asalariado. Lo que verdaderamente define a éste sistema es “la búsqueda persistente de una acumulación interminable del capital. La crisis estructural del capitalismo consiste en que cada vez le es más difícil continuar con estos ciclos infinitos. Wallerstein, Tiene futuro el capitalismo, ed. cit., p. 16.
[30] Gauthier, “Le masque, nouvelle arme géopolitique de la Chine”, en L OBS (https://www.nouvelobs.com/coronavirus-de-wuhan/20200325.OBS26547), consultado el 11 de abril de 2020
[31] Ibídem.
[32] Ibídem.
[33] “la pelea por la vacuna es la sombra de un enfoque nacionalista que podría otorgarle al obtentor, ventajas para lidiar con las consecuencias económicas y geoestratégicas de la crisis. No casualmente el asunto ya se está militarizando. En China mil científicos trabajan en la vacuna y los investigadores de la Academia de Ciencias Médicas Militares reclutan voluntarios para ensayos clínicos. Mientras tanto, Trump intentó comprar -sin éxito- a la empresa alemana CureVac para que realizara su investigación y producción en Estados Unidos. También China ofreció su participación accionaria y otros beneficios a la empresa alemana BionTech, igualmente en carrera por la vacuna”. Bach, Paula, “Crisis económica mundial y Covid-19: El reino de la incertidumbre”, en La izquierda diario (http://www.laizquierdadiario.com/Crisis-economica-mundial-y-Covid-19-el-reino-de-la-incertidumbre), consultado el 12 de abril de 2020.
[34] “Xi entiende que proporcionar bienes globales puede pulir las credenciales de liderazgo de un poder en ascenso. Ha pasado los últimos años presionando al aparato de política exterior de China para que piense más en liderar las reformas a la “gobernanza global”, y el coronavirus ofrece la oportunidad de poner en práctica esa teoría.” Por otra parte, mientras China aprovecha, Estados Unidos se ve rebasado incluso frente a las necesidades de dar respuesta a su demanda interna de ventiladores, mascarillas y otro equipo médico. Campbell, Kurt, “The Coronavirus Could Reshape Global Order”, en Foreign affairs (https://www.foreignaffairs.com/articles/china/2020-03-18/coronavirus-could-reshape-global-order), consultado el 12 de abril de 2020.
[35] Estas negociaciones que se van realizar, con la vida como moneda de cambio, van a tener variaciones según las condiciones materiales, políticas e históricas de cada región. La biopolítica y la geo(bio)política no van a ser las mismas en todos lados. Por el contrario, en cada lugar tomaran una operación distinta apegada a sus condiciones reales.