Revista de filosofía

Comunovirus

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Trad. María Konta

Tribuna: El virus nos hace comunidad porque tenemos que estar unidos, incluso si eso significa aislarnos los unos de los otros. La oportunidad de experimentar verdaderamente nuestra comunidad.

Un amigo hindú me informa que en casa uno habla de “comunovirus”.[1] ¿Cómo no lo habia pensado antes? ¡Es la misma evidencia! Y qué ambivalencia admirable y total: el virus que proviene del comunismo, el virus que nos comunisa. Esto es mucho más fructífero que la insignificante corona que evoca viejas historias monárquicas o imperiales. Precisamente, se trata de destronar, sino de decapitar la “corona” que se debe emplear lo “comuno-”.

Es lo que parece hacer según su primera acepción, ya que proviene del país más grande del mundo cuyo régimen es oficialmente comunista. No es solo a título oficial: como ha declarado el presidente Xi Jinping, la gestión de la epidemia viral demuestra la superioridad del “sistema socialista con características chinas”. Si el comunismo, de hecho, consiste esencialmente en la abolición de la propiedad privada, el comunismo chino ha consistido, durante una docena de años, en una cuidadosa combinación de propiedad colectiva (o estatal) y propiedad individual (de las cuales, sin embargo, se excluye la propiedad de la tierra). Esta combinación ha permitido, como sabemos, un notable crecimiento en las capacidades económicas y técnicas de China, así como en su papel global. Todavía es demasiado pronto para saber cómo designar a la sociedad producida por esta combinación: ¿en qué sentido es comunista y en qué sentido le ha introducido el virus de la competencia individual, incluso de su escalada ultraliberal? Por el momento, el virus Covid-19 le ha permitido demostrar la eficacia del aspecto colectivo y estatal del sistema. Esta eficacia incluso se ha afirmado tan bien que China viene en ayuda de Italia y luego de Francia.

Por supuesto, no hay escasez de epílogo sobre el resurgimiento del poder autoritario que el estado chino está disfrutando actualmente. De hecho, todo sucede como si el virus hubiera llegado en el momento adecuado para consolidar el comunismo oficial. Lo que es molesto es que de esta manera el contenido de la palabra “comunismo” no deja de nublarse, incluso cuando ya era incierto.

Marx escribió con mucha precisión que con la propiedad privada, la propiedad colectiva debería desaparecer y que lo que él llamó la “propiedad individual” debería sustituirla. Con esto no quiso decir los bienes que posee el individuo (es decir, la propiedad privada), sino la posibilidad de que el individuo deviene propiamente él mismo. Uno podría decir: sentirse realizado. Marx no tenía ni el tiempo y tampoco los medios de ir más lejos en este pensamiento. Al menos podemos reconocer que solo este pensamiento abre una perspectiva convincente, incluso muy indeterminada, a una observación “comunista”. “Sentirse realizado” no es adquirir bienes materiales o simbólicos: es volverse real, efectivo, es existir de una manera única.

Es entonces la segunda acepción del comunovirus lo que debería detenernos. De hecho, el virus nos comunisa. Nos pone en pie de igualdad (para decirlo rápidamente) y nos une en la necesidad de hacer frente juntos. Que eso tiene que pasar por el aislamiento de todos es solo una forma paradójica de brindarnos la experiencia de nuestra comunidad. Uno solo puede ser único entre todos. Esto es lo que hace a nuestra comunidad más íntima: el sentido compartido de nuestras unicidades.

Hoy, y en todos los sentidos, se nos recuerda la co-pertenencia, la interdependencia, la solidaridad. Testimonios e iniciativas en esta dirección surgen de todas las partes. Al agregarle la reducción de la contaminación atmosférica debido a la reducción del transporte y de las industrias, incluso se obtiene un encanto anticipado de algunos que creen que ya se produjo la agitación del tecnocapitalismo. No enfurruñemos una euforia frágil, pero preguntémonos a pesar de todo hasta donde penetramos la naturaleza de nuestra comunidad.

Uno hace un llamado a la solidaridad, activa varias, pero en general, es la expectativa de la providencia estatal, la misma que Emmanuel Macron aprovechó la oportunidad para celebrar, lo que domina el paisaje de los medios. En lugar de confinarnos, primero sentimos un confinamiento forzado, aunque providencial. Sentimos el aislamiento como una privación pues bien que es una protección.

En cierto sentido, es una gran sesión de recuperación: es cierto que no somos animales solitarios. Es cierto que necesitamos encontrarnos, tomar una copa y hacer visitas. Por lo demás, el aumento repentino de llamadas telefónicas, correos electrónicos y otros flujos sociales muestra necesidades apremiantes, un miedo a perder el contacto.

¿Somos en la mejor posición que los otros de pensar esta comunidad? Se teme que el virus siga siendo el principal representante. Es de temer que entre el modelo de la vigilancia y el modelo de la providencia, seguimos entregados al único virus a modo del bien común.

Por lo tanto, no progresaremos en la comprensión de lo que podría ir más allá de las propiedades colectivas y privadas. Es decir, la superación de la propiedad en general y en la medida en que designa la posesión de un objeto por un sujeto. Lo propio del “individuo” de hablar como Marx es ser incomparable, inconmensurable e inasimilable, incluso para sí mismo. No se trata de poseer de “bienes”. Debe ser una posibilidad de realización única y exclusiva y cuya unicidad exclusiva se realice, por definición, solo entre todos y con todos, contra todos también o a pesar de todos, pero siempre en la relación y el intercambio. (la comunicación). Se trata aquí de un “valor” que no es ni ese del equivalente general (dinero) ni, por lo tanto, tampoco el de un “fondo de comercio” extorsionado, sino un valor que no se mide de ninguna manera.

¿Somos capaces de pensar de una manera tan difícil, e incluso vertiginosa? Es bueno que el comunovirus nos obligue a preguntarnos de esta manera. Debido a que solo en esta condición vale la pena, básicamente, esforzarse para eliminarlo. De lo contrario nos encontraremos en el mismo punto. Nos sentiremos aliviados pero podemos prepararnos para otras pandemias.

 

Notas

[1] El original en francés intitulado “Communovirus” fue publicado en Libération el 24 de marzo 2020. Véanse: https://www.liberation.fr/debats/2020/03/24/communovirus_1782922