Revista de filosofía

De las páginas de las revistas a las páginas de los libros: proyectos bibliográficos derivados de revistas literarias mexicanas en el s. XX

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Resumen

A lo largo de todo el siglo XX mexicano, se crearon numerosas revistas literarias que dieron cabida a las voces, tanto emergentes como consolidadas, de distintas generaciones de escritores con apuestas estéticas e ideológicas diversas. Muchas de esas revistas, una vez asentadas en el campo literario y cultural, crearon casas editoriales y colecciones de las cuales se derivaron proyectos bibliográficos coincidentes con el espectro temático y formal de la revista en cuestión. Este factor ha marcado la historia editorial mexicana del siglo XX y resulta de gran interés para evidenciar las diferencias de objetivos de los proyectos hemerográficos y bibliográficos.

Palabras clave: hemerografía, bibliografía, historia de la edición, revistas literarias, siglo XX, editoriales.

 

Abstract

All through the XX Mexican Century, many literary magazines were created which opened a space to the voices, both emerging and consolidated, of different generations of writers with diverse esthetic and ideological proposals. Many of those magazines, once consolidated in the literary and cultural fields, created publishing houses, as well as collections from which bibliographic projects derived, parallel to the topics and formal characteristics of the magazine. This factor has been a trademark of Mexican publishing history of the XX Century and is very interesting for showing the difference between hemerographic and bibliographic projects.

Keywords: literary magazines, bibliography, publishing history, twentieth century, publishers.

 

Cuando nos acercamos a la historia de la edición, por lo general nos encontramos con que la hemerografía y la bibliografía son dos compartimentos separados, por la academia, por la crítica e incluso por los usuarios-lectores de las publicaciones. Así pues, las revistas y los equipos que las conciben y producen suelen recibir un tratamiento y tener un lugar en la historia de la literatura y de la edición y, por su parte, las editoriales y su producción bibliográfica suelen recibir otro. De modo que el presente texto tiene el objetivo de plantear la vinculación entre bibliografía y hemerografía, no tanto con el afán de detallar con exhaustividad casos específicos, sino con la intención de plantear que en la historia editorial mexicana del siglo XX los proyectos bibliográficos vinculados o derivados de revistas fueron una constante, lo cual en sí mismo es un termómetro del campo cultural, literario y editorial del siglo pasado.

Aunque los vínculos entre hemerografía y bibliografía no son evidenciados tanto como sería posible a pesar de ser recurrentes, en cambio, la relación entre literatura y prensa sí ha sido muy abordada. Tan es así que las consideramos vinculadas de nacimiento, casi como si se tratara de medias hermanas.

Gracias al surgimiento de los periódicos en el siglo XVIII y a su consolidación en el siglo XIX, la literatura encontró un medio de difusión inigualable. Los escritores nutrieron sus técnicas narrativas del estilo periodístico y se generaron nuevas dinámicas de distribución textual con evidentes efectos de innovación para las formas literarias y su circulación, como evidencian el surgimiento de la novela por entregas, la novela folletín y los suplementos literarios. Se consolidaron también nuevos géneros, como la novela periodística, y hay incluso quienes van más lejos y consideran al periodismo un género de la literatura.

Es claro que la prensa tiene deudas claras con la literatura y viceversa. Si los periódicos fueron la puerta de entrada para la vinculación entre ellas, el surgimiento y consolidación de las revistas culturales fue su matrimonio. Y quizá uno de los puntos que no se han enfatizado aún lo suficiente es que la historia de la literatura del siglo XX es, en gran medida, una historia escrita en las páginas del periodismo, específicamente en las revistas literarias. A este respecto, dice Guillermo Sheridan: “la más verdadera y reconcentrada historia de la literatura moderna en español está en las revistas, esos híbridos que son brújula y escollo a la vez; hilo de Ariadna y laberinto, pitonisa y enterrador. Las revistas le otorgan esqueleto a la continuidad y razones a las rupturas. Son pontífices: hacen puentes de papel”.[1]

La historia de la literatura del siglo XX en varias latitudes, pero específicamente en México, es la historia de grupos cohesionados en torno a una idea que en muchísimos casos daba lugar a las páginas de una revista de mayor o menor duración, la cual cambiaba de nombre o de bandera para reflejar los intereses estéticos, políticos o ideológicos del grupo que le daba génesis. Y lo que me interesa especialmente subrayar es que, a lo largo de todo el siglo XX, en nuestro país, los campos cultural, literario y editorial permitieron y fomentaron que de las páginas de revistas pasáramos a las páginas de libros a través de la creación de casas editoriales y sellos bibliográficos derivadas de las revistas. Sin embargo, antes de pasar a ese punto, es importante tener en mente dos preguntas: ¿Cuáles son las diferencias, no por obvias menos interesantes, entre la producción hemerográfica y la producción bibliográfica? ¿Por qué si un grupo de trabajo contaba con una revista como organismo de difusión de las ideas veía la necesidad de crear una editorial o simple y sencillamente un libro?

Las respuestas a esto están en la raíz misma de la naturaleza de la hemerografía y de la bibliografía, sus objetivos y alcances, sus destinatarios, sus condiciones materiales y, por supuesto, sus circunstancias de producción y circulación.

Por ejemplo, uno de los puntos más interesantes y elocuentes del estado de la cuestión editorial en los años 20 es precisamente que los dos grupos literarios-artísticos más importantes de la época, estridentistas y Contemporáneos, hayan creado sellos editoriales para publicar: la Casa Editora Germán List Arzubide y Ediciones de Horizonte (en el caso de los estridentistas) y Ediciones de Ulises (en el caso de los Contemporáneos), ambas con el nombre de las revistas paradigmáticas que los reunieron.

Sin embargo, al menos en estos dos casos, contar con un sello editorial no pareció ser un proyecto viable pues la producción de Ediciones de Horizonte y Ediciones de Ulises es casi inexistente y no hay tampoco información respecto a la historia de estos proyectos, que seguramente no llegaron a constituirse como casas editoriales sino como vehículos de publicación y diseminación para textos muy específicos.

En Veracruz, Maples Arce fundó Ediciones de Horizonte, y uno de los primeros títulos publicados por la casa editorial fue El movimiento estridentista de Germán List Arzubide, en 1926.[2] En ese mismo año publicaron El Café de Nadie de Arqueles Vela. Del propio Maples Arce publicaron Poemas interdictos al año siguiente. La Casa Editora Germán List Arzubide, por su parte, publica en la ciudad de Puebla, epicentro de actividad de dicho escritor, sus textos ¡¡¡Mueran los gachupines!!! (1924), Plebe. Poemas de rebeldía (1925) y El viajero en el vértice (1926). De Salvador Gallardo, también en 1926, se publica El pentagrama eléctrico, con prólogo de List Arzubide. El resto de la producción literaria de los estridentistas fue publicada por otras casas editoriales, ajenas a ellos, de renombre en la época como Editorial Cvltvra y Ediciones Botas y a través de instancias gubernamentales como los Talleres Gráficos del Gobierno del Estado de Xalapa y la Secretaría de Educación Pública.

ARQUELES VELA, EL CAFÉ DE NADIE, EDICIONES DE HORIZONTE, 1926, PORTADA.

ARQUELES VELA, EL CAFÉ DE NADIE, EDICIONES DE HORIZONTE, 1926, PORTADA.

En los mismos años en que los estridentistas estaban realizando estas acciones de autopublicación, en 1928, Ediciones de Ulises publica Dama de corazones y Novela como nube. La primera de Xavier Villaurrutia y la segunda de Gilberto Owen.

No se cuenta con información de otros textos que hayan sido publicados por las Ediciones de Ulises ni de cuáles fueron los avatares de dicho proyecto. Quizá, al ir ganando renombre en la escena cultural nacional, los miembros de Contemporáneos no necesitaron seguir por la vía de la autoedición, ya que las casas editoriales de la época publicaban sus libros. Lo que sí llama la atención es que estos dos textos publicados por las Ediciones de Ulises son precisamente dos de los más vanguardistas por su estilo y sus exploraciones formales, lo que permitiría especular que quizá por ello fueron editados por esta vía.

XAVIER VILLAURRUTIA, DAMA DE CORAZONES, EDICIONES DE ULISES, 1928, PORTADA.

XAVIER VILLAURRUTIA, DAMA DE CORAZONES, EDICIONES DE ULISES, 1928, PORTADA.

Avanzando en el tiempo, resulta importante mencionar el caso de la LEAR, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, fundada a finales de 1933 y que tuvo como presidentes a Leopoldo Méndez, Juan de la Cabada, Silvestre Revueltas y José Mancisidor. Los órganos editados por la LEAR fueron la Hoja popular y la revista Frente a Frente, publicada por primera vez en 1934, la cual servía como órgano de difusión del pensamiento comunista. Esta revista, así como los demás proyectos de la LEAR, contó con la colaboración de renombrados escritores y artistas de la época y, en gran medida, fue útil al proyecto de consolidación de la identidad nacional con base en la concepción de país que se tenía en los años treinta y cuarenta.

Para 1937, la Liga ya estaba organizada en secciones: literatura, música, artes plásticas, teatro y pedagogía. Los miembros de la LEAR fueron muy activos y realizaron congresos, exposiciones, conciertos, conferencias, funciones de teatro, ciclos de cine, mesas redondas, cursos de idiomas; también colaboraron con agrupaciones políticas y democráticas con volantes, folletos y manifiestos. De modo que no es de extrañar que en una organización tan bien planeada dedicada a la difusión de las ideas se preocupara por crear un sello editorial y por supuesto una librería. A través de Ediciones Lear, se publicaron libros tantos de temas literarios como de ciencias sociales, evidentemente de corte socialista. Muchas de estas publicaciones se anunciaban en la revista Frente a Frente. No quiero decir aquí que en este caso la editorial se haya derivado directamente de la revista, pero la existencia de ambas en paralelo permite constatar que la dirección de la LEAR consideraba que había contenidos que podían difundirse a través de una revista y otros que requerían de un soporte bibliográfico.

Siguiendo la investigación realizada en la tesis doctoral de Elizabeth Fuentes Rojas, titulada La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios: una producción artística comprometida:[3] Para permitir que los autores firmaran las obras con las siglas de la LEAR, el texto debía primero ser dictaminado por una comisión cuyos miembros debían revisar las obras y gestionar los medios necesarios para su publicación, en caso de ser aprobadas.

Las obras que editaba la LEAR en su mayoría eran textos escritos por los miembros de la Liga, otras eran traducciones o publicaciones editadas fuera de la asociación que los miembros cedían para su venta. Por ejemplo, una de las primeras ediciones de la Liga, en octubre de 1934, fue Ensayos de pedagogía proletaria de Jesús Mastache. En este libro se citan varios otros que estaban en preparación, como La educación politécnica de Miguel Rubio y Problemas fundamentales de la educación socialista de Vicente Casarrubias, entre otros.[4]

En el archivo Juan de la Cabada existen varias listas que registraban los libros, artículos o folletos producidos por la Liga. Fuentes Rojas menciona que, en un documento sin fechar, se citan 16 libros enviados a Durango, entre ellos No pasarán, Primer Congreso de Escritores Soviéticos, Razas, Revolución Cubana y Poemas revolucionarios mexicanos.

A manera de ejemplo de los autores, géneros y temáticas publicados por la LEAR y sin pretensión de exhaustividad, podemos mencionar los siguientes ejemplos compendiados por Fuentes Rojas: Mario Pavón Flores escribió El poeta del sol (ensayo ontológico), Emulación revolucionaria (novela corta), Cómo se organiza y funciona un sindicato (divulgación social) y el ABC de las huelgas (divulgación social). Miguel Bustos Cerecedero escribió La noche arrodillada (poemas), Cauce (poemas en colaboración), Revolución (poema), Hambre (poema) y Un sindicato escolar (novela corta). Lorenzo Turrent Rosas publicó Hacia una literatura revolucionaria (ensayo ontológico) y Camino (novela corta). Carlos Bustos Cerecedo fue autor de Cauce (poemas en colaboración) y de Canciones breves (poemas).[5] Estos libros fueron imprescindibles para la labor integral de la LEAR pues, en su carácter alfabetizador, informativo e incluso podríamos decir adoctrinante, servían para transmitir los ideales en los que creían los miembros de la LEAR y que también se encuentran en la revista Frente a Frente. Si nos detenemos a realizar un análisis de los contenidos de la revista y de los libros, veremos enormes coincidencias, no sólo temáticas sino también formales, pues las portadas de los libros tienen un diseño muy similar a las portadas de las revistas en cuanto a composición, tipografía y estética en general. Sin embargo, también resulta claro que se tomaban en cuenta las diferencias de espectro de una publicación periódica y de los libros para la difusión de contenidos, es decir, los libros de la LEAR surgieron desde la integración de un proyecto editorial abarcador consciente de las diferencias en la circulación, distribución y trascendencia de las páginas de las revistas y las páginas de los libros.

MÁXIMO GORKI, EN EL PRIMER CONGRESO DE ESCRITORES SOVIÉTICOS, EDICIONES DE LA LEAR, 1934, PORTADA.

MÁXIMO GORKI, EN EL PRIMER CONGRESO DE ESCRITORES SOVIÉTICOS, EDICIONES DE LA LEAR, 1934, PORTADA.

Como puede apreciarse en esta portada, el diseño editorial del libro coincide plenamente con la revista Frente a Frente en cuanto a colores, tipografía e incluso topografía de la página, pues también se emplea una línea vertical, como en el caso de la revista. Si bien, como mencioné antes, a pesar de que en este caso las Ediciones de la LEAR no se derivaron directamente de la revista, sino de un proyecto cultural más amplio, es evidente que compartían una línea ideológica y una nómina de colaboradores. El hecho de contar con una casa editorial propia confirió a la Liga la autonomía de publicación necesaria y le permitió seguir adelante con su esfuerzo alfabetizador.

En esos mismos años, concretamente en 1937, surge la revista Letras de México. Gaceta literaria y artística, fundada por Octavio G. Barreda, para la cual tomó como modelos la publicación francesa Les Nouvelles Littéraires, la antigua Gaceta Literaria de Giménez Caballero y una revista francesa que tuvo en sus manos cuando estuvo en ese país, titulada La Bête Noir. Tanto el formato y la puesta en página como su marcada vocación informativa explican que la revista llevara el subtítulo de gaceta, es decir, que se planteara como una publicación dedicada predominantemente a la difusión de noticias bibliográficas. En este caso, el vínculo entre hemerografía y bibliografía es evidente a todas luces. La sección “Anuncios y presencias” estaba dedicada a noticias de publicaciones recientes; en la sección “Poesía” se publicaban poemas inéditos de algún poeta y se incluía su bibliografía en una nota al pie, y la sección “Bibliografía del mes” estaba dedicada a la publicación de fichas detalladas de toda publicación aparecida en el país durante el mes precedente.

Además de difundir el quehacer bibliográfico mexicano de la época, de esta revista se derivó una casa editora, Ediciones de Letras de México, la cual publicó una larga lista de escritores que colaboraban con la revista y entre los que podemos mencionar a manera de ejemplo los siguientes títulos: Marea encendida y Tríptico, ambos poemarios de Xavier Icaza, La isla (relatos) de Judith Martínez Ortega, La estética y su método dialéctico (ensayo) de Adolfo Menéndez Samará, ¿En qué piensas? (teatro) de Xavier Villaurrutia, Voces de España (breve antología), recopilación de Octavio Paz, Semblanza de Sor Juana (ensayo), de Emilio Abreu Gómez. Como puede verse, los libros publicados por Ediciones de Letras de México no se limitaban a una temática ni a un género, lo cual es coincidente con el carácter plural de esta gaceta cuyo objetivo principal era dar a conocer, a través de un marcado énfasis en la bibliografía, la producción literaria de nuestro país.[6] Los libros publicados por este sello editorial fueron numerosos, abiertos a un amplio espectro de géneros y representativos de las voces de la literatura mexicana de los años treinta y cuarenta.

XAVIER VILLAURRUTIA, AUTOS PROFANOS, EDITORIAL LETRAS DE MÉXICO, 1943, PORTADA.

XAVIER VILLAURRUTIA, AUTOS PROFANOS, EDITORIAL LETRAS DE MÉXICO, 1943, PORTADA.

En cuanto a las características formales y el diseño editorial de los libros, indiscutiblemente guardan semejanza con la revista. Un ejemplo muy claro es el uso (en algunos de los libros, si bien no en todos) de la figurilla diseñada por Justino Fernández como escudo de la revista: un estilizado dios Écatl, el dios de los vientos según la mitología azteca.

En 1943 el mismo Octavio G. Barreda funda la revista El Hijo Pródigo, la cual tuvo tres años de duración y, dado que Letras de México estaba dedicada al panorama literario nacional, surgió con la idea de ocuparse de la literatura de otras geografías sin dejar de lado completamente la literatura mexicana. A partir de esta revista se creó una colección editorial, titulada Libros del Hijo Pródigo, aparte del catálogo de Ediciones Letras de México, pero gestionada por ésta. Aún hace falta una investigación exhaustiva para poder comprender cómo se conformaba el catálogo de Ediciones de Letras de México y cuáles eran los libros que entraban en la colección Libros del Hijo Pródigo, pues, por ejemplo, uno de los títulos publicados en esta colección es Un loro y tres golondrinas: farsa en cuatro cuadros, de Emilio Abreu Gómez, el cual vio la luz en 1946, y el mismo autor también había sido publicado por Editorial Letras de México previamente a la conformación de la colección Libros del Hijo Pródigo.

MAX AUB, LA VIDA CONYUGAL. DRAMA EN TRES ACTOS, COLECCIÓN LIBROS DEL HIJO PRÓDIGO, EDICIONES LETRAS DE MÉXICO, 1944, PORTADA.

MAX AUB, LA VIDA CONYUGAL. DRAMA EN TRES ACTOS, COLECCIÓN LIBROS DEL HIJO PRÓDIGO, EDICIONES LETRAS DE MÉXICO, 1944, PORTADA.

En el escenario de la historia editorial mexicana una revista que se caracterizó por generar dinámicas de producción y distribución novedosas es El Corno Emplumado. Desde el inicio fue un proyecto bilingüe, único en su tipo, y estuvo a cargo de Margaret Randall y Sergio Mondragón. Publicada en la Ciudad de México de 1962 a 1969, El Corno Emplumado, de periodicidad trimestral, contó con 31 números. Con entre 150 a 300 páginas, esta revista tenía una apariencia más similar a la de un libro que a la de una revista. Se tiraban 3000 ejemplares por número, los cuales llegaban a librerías y bibliotecas de todo el mundo, gracias a la participación de los propios poetas locales, que fungían como agentes de distribución.

EL CORNO EMPLUMADO, NÚMERO 24, OCTUBRE 1967, PORTADA.

EL CORNO EMPLUMADO, NÚMERO 24, OCTUBRE 1967, PORTADA.

 El formato mismo de la revista representa ya una vinculación clara con el libro como dispositivo simbólico y como objeto cultural. Las características materiales de esta publicación −el tamaño de octavo, el contar con un lomo, el número de páginas, el papel empleado− hacen que la experiencia de lectura se asemeje más a la que se da con un libro que con una revista.

Como parte de su labor de difusión literaria, El Corno Emplumado publicó 25 libros en las tres colecciones que creó: Colección Acuario, Colección la Llave y Colección la Ola. A pesar de que es una revista bastante estudiada y que se ha ido convirtiendo en una publicación de culto, la crítica no se ha ocupado del tema de la producción bibliográfica surgida en el seno de ella. De ahí que el estudio realizado por Gabriela Silva al respecto sea pionero en muchos sentidos. A continuación, me permito citar sus palabras:[7]

Desde los inicios de El Corno Emplumado, los editores Sergio Mondragón y Margaret Randall tenían contemplado publicar libros. Así lo advirtieron en la nota editorial del primer número, en enero de 1962: “Deseamos que nuestra Revista sea el principio de un plan para establecer una casa editorial y después, más tarde, MUCHO MÁS QUE ESO”.[8] Empero las Ediciones El Corno Emplumado nacieron en el seno de la revista, ya que el primer libro publicado también fue el cuarto número, correspondiente a octubre de 1962: se trata del poemario Marsias & Adila, del poeta catalán Agustí Bartra. Esta versión bilingüe (español-inglés) fue editada con las mismas señas que la revista: incluyó las notas de los editores, la publicidad y los patrocinadores, por no decir que reprodujo el mismo formato. Es a la vez un libro y un número de la revista. Un indicio de su naturaleza biblio-hemerográfica se halla en la nota firmada por Mondragón, que dice: “EL CORNO EMPLUMADO, al cumplir con este número un año de vida, entrega este poema —que es a la vez su primer libro— como una contribución a la fraternidad entre los hombres […]”.[9]

ROGER BARTRA, MARSIAS & ADILA, EDICIONES EL CORNO EMPLUMADO, 1962, PORTADA.

ROGER BARTRA, MARSIAS & ADILA, EDICIONES EL CORNO EMPLUMADO, 1962, PORTADA.

El libro de Bartra tuvo mucho éxito y por ello, los editores de la revista empezaron a recibir manuscritos de autores que deseaban que sus textos, íntegros, fueran publicados. Con este libro da inicio a lo que Gabriela Silva denomina “números-libro” y con ellos “empezó una tradición que duró los primeros cuatro años, de 1962 a 1965: los números de octubre, o de ‘fin de año’, fueron destinados a libros íntegros de un solo autor, con el propósito de ofrecer a los lectores no ya una selección sino un libro de poemas”.[10] Estos libros estuvieron vinculados de manera muy directa a las características materiales y a la lógica de El Corno Emplumado como revista, pero fueron una experiencia imprescindible para que los editores dieran luego un paso más osado al publicar libros independientes, no seriados con la revista, lo cual sucedió a partir de 1964, con el nacimiento de la Colección Acuario, la cual estuvo:

[…] conformada por once títulos publicados entre abril de 1964 y septiembre de 1966 (esto es, tres libros al año, tanto en 1964 como en 1965, y cinco libros en 1966). La Colección Acuario se distinguió por publicar ediciones bilingües (traducciones al inglés o al español), acompañadas regularmente de ilustraciones de diversos artistas. Tanto en la portada como en la primera o cuarta de forros, el nombre de la colección se imprimía junto a una pequeña viñeta de un hipocampo, el signo distintivo de Acuario.[11]

En 1966 fueron creadas otras dos colecciones tituladas respectivamente La Llave y La Ola. La primera estuvo dedicada a libros en inglés y produjo tres: The Trees of Vietnam, de Matti Rossi, traducido del finlandés al inglés por Anselm Hollo, Weeks de Robert Kelly, y Museum of Mnemon de Erik Kiviat. Por su parte, la intención de la colección La Ola era la difusión de artistas plásticos jóvenes, pero sólo se publicó un libro, Dibujos de vida y muerte, de Sylvia de Swaan.

Después de ver reunidos los libros que editaron Sergio Mondragón y Margaret Randall, se confirma que el objetivo inicial de establecer una casa editorial va más allá de los números-libro. Incluso, rescatar las Ediciones El Corno Emplumado permite que se hable de la revista como un conjunto de 31 números y 21 libros publicados o, bien, si se restan los números-libro de la colección, de 27 números y 25 libros. (Además de que se explicarían los obstáculos económicos que los editores tuvieron que sortear, ya que el dinero recaudado no sólo se usaba para la revista, sino para el sello editorial).[12]

La posibilidad de dedicar la atención a un solo poeta y a la integridad de una obra versus la publicación de una selección de poemas de un autor era ya un objetivo importante. Resulta interesante también que hayan creado colecciones distintas para distintos fines, a pesar de que La Ola no haya logrado cumplir su cometido y sólo haya visto nacer un libro. El hecho de contar con un sello específicamente concebido para las obras en inglés y otro para la difusión de la plástica es absolutamente coherente y coincidente con las características de la revista y con las preocupaciones de sus editores.

La labor de Randall y Mondragón como impulsores de este gran proyecto de difusión artística fue realmente titánica, pues conseguir los fondos para la edición de la revista era ya de por sí todo un desafío como para además emprender proyectos bibliográficos. La existencia de los libros derivados del proyecto hemerográfico de El Corno Emplumado es una prueba más de que los editores y colaboradores de la revista tenían claro que el vehículo bibliográfico representaba otro circuito de circulación y permanencia para los textos.

Alrededor de la misma época, hubo otras revistas, de menor circulación, pero no de menor importancia, que también fundaron sellos editoriales. Para concluir mencionaré dos: Metáfora y Pájaro Cascabel.

La revista Metáfora estuvo activa de 1955 a 1958 y, además de sus dieciocho números, editó 23 títulos en sus distintas colecciones: Colección Metáfora, Edición Metáfora, Plaquetas y Moscos de Metáfora. Por su parte, Pájaro Cascabel, revista de poesía editada entre los años 1962 a 1967 y dirigida por Thelma Nava, Luis Mario Schneider y Armando Zárate también publicó libros con el sello editorial Pájaro Cascabel. Entre los poetas publicados por Editorial Pájaro Cascabel se encuentran Efraín Huerta, Marco Antonio Montes de Oca, Rafael Solana, Dionicio Morales y la propia Thelma Nava, entre muchos más.

EFRAÍN HUERTA, EL TAJÍN, PÁJARO CASCABEL, 1963, PORTADA.

EFRAÍN HUERTA, EL TAJÍN, PÁJARO CASCABEL, 1963, PORTADA.

Para concluir, mencionaré otra revista que también generó un proyecto editorial dedicado a los libros, Vuelta. Esta exitosa revista, fundada y dirigida por Octavio Paz, continuación de la revista Plural, se publicó de 1971 a 1998. Vuelta representa una época clave de la literatura mexicana. En sus páginas se publicaron los primeros cuentos y poemas de una generación de escritores fundamentales para la conformación del campo literario mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Vuelta se constituyó como casa editorial en 1987, con Octavio Paz como presidente y Enrique Krauze como secretario. La editorial comenzó con tres colecciones: “El gabinete literario”, “La reflexión” y “La imaginación”. El diseño editorial y la producción bibliográfica estuvo a cargo del mismo equipo responsable de la revista.

Hasta la fecha, Editorial Vuelta S.A. de C.V. edita Letras Libres, la tercera revista de la genealogía iniciada por Plural y continuada por Vuelta. La publicación, cuyo origen y destino serían fundamentalmente literarios, abordó también otros temas centrales: la historia y la política, mismos que se verán cristalizados en su producción bibliográfica.

A propósito de este tema, Sergio González Rodríguez, escribe:

La revista Vuelta se ha convertido en una de las empresas culturales más interesantes del país. A diez años de fundada, Vuelta estuvo en condiciones de ampliar sus alcances: incrementó capital mediante nuevas aportaciones provenientes de los propios lectores, inició un sistema de venta de libros por correo, publicó una edición especial para el mercado sudamericano y entró en el negocio editorial con su sello: los libros de Vuelta. Los libros de Vuelta delinean una propuesta múltiple: dar permanencia a obras más allá de la oportunidad periodísticas; mantener un escaparate de los autores de casa; proponer al lector libros breves y de costo accesible sin que esto signifique ediciones mal hechas. Y sobre todo la práctica de un criterio que exige calidad literaria como requisito de publicación, aspecto que muchas editoriales concebidas bajo fines de exclusividad mercantil ni siquiera se toman la molestia en considerar. Este respeto al lector, al que se le observa como persona y no como cifra perdida en la masa, resume el sentido de defensa cultural en que se sustentan los libros de Vuelta.[13]

El sello editorial se presentó con el libro de Gabriel Zaid La economía presidencial, el cual reunió los artículos que el autor había publicado en la revista Vuelta sobre el tema. Aquí vemos una dinámica editorial distinta, pues el libro se conforma a partir de los contenidos aparecidos en la revista, a manera de antología personal del autor. Los títulos que se sucederán a partir de entonces serán numerosos y en ellos veremos desfilar los nombres de los autores de la época, que también publicaban en las páginas de la revista: Julieta Campos, Eduardo Lizalde, Carmen Boullosa y muchos escritores más. Editorial Vuelta contaba con los recursos económicos y el prestigio institucionalizado e institucionalizante para “consagrar” o validar autores. En el proyecto cultural del grupo de Plural-Vuelta-Letras Libres de tener una voz cantante en el canon de la literatura mexicana, si es que es posible hablar de algo así hoy por hoy, era sumamente lógico fundar sellos editoriales y dar una cara bibliográfica a voces que ya se habían afianzado también en las páginas de las revistas Plural y Vuelta.

GABRIEL ZAID, LA ECONOMÍA PRESIDENCIAL, COLECCIÓN LA REFLEXIÓN, EDITORIAL VUELTA, SEGUNDA EDICIÓN, 1987, PORTADA.

GABRIEL ZAID, LA ECONOMÍA PRESIDENCIAL, COLECCIÓN LA REFLEXIÓN, EDITORIAL VUELTA, SEGUNDA EDICIÓN, 1987, PORTADA.

Como puede constatarse a través del rápido recuento realizado, a lo largo de todo el siglo XX fue una constante que de las páginas de revistas pasáramos a las páginas de libros. En todos los casos, los sellos editoriales nacían con el nombre de las revistas, es decir, con su marca de identidad, pues no se bautizaba con un nombre distinto a los sellos bibliográficos, buscando precisamente que el lector se identificara con un proyecto ideológico y cultural ya encaminado. Los mismos equipos que hacían las revistas eran los que hacían los libros, éstos se imprimían en los mismos lugares que las revistas y su diseño era también muy similar a la estética de cada revista, con lo cual se plantea una clara continuidad en la identidad visual de los proyectos bibliográficos con respecto a los hemerográficos. A mi parecer, los motivos que llevaron a los distintos agentes de la edición aquí mencionados a constituir sellos editoriales no fueron los mismos en todos los casos: necesidad de autoedición para tener autonomía, afianzar con obras de corte monográfico un proyecto de alfabetización o difusión, legitimación de una nómina de autores, fortalecer la voz de una generación, entre otros. Por supuesto, todavía resta detenerse de manera pormenorizada en cada caso para reconstruir minuciosamente la historia detrás de cada uno de estos proyectos bibliográficos derivados de revistas. Sin embargo, lo que me interesaba poner sobre la mesa en estas páginas es que, durante todo el siglo XX, resulta una constante que las revistas literarias generaran sellos bibliográficos y que estas relaciones de ida y vuelta entre la hemerografía y la bibliografía son una parte de la historia de la edición mexicana del siglo pasado que aún no ha sido lo suficientemente explorada.

 

Bibliografía

  1. Fuentes Rojas, Elizabeth, La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios: una producción artística comprometida. Tesis de doctorado, UNAM, 1995.
  2. González Laporte, Verónica, “El Universal Ilustrado cumple cien años. Testigo de una época”, en Revista de la Universidad de México, núm. 157, UNAM, México, 2017, en http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/17654/20989, 2017.
  3. González Rodríguez, Sergio, “Los libros de Vuelta” en Nexos, en https://www.nexos.com.mx/?p=5089, 1988.
  4. Sheridan, Guillermo, “Vuelta a Vuelta”, en https://www.letraslibres.com/mexico-espana/vuelta-vuelta, 17 de julio de 2013.
  5. Silva, Gabriela, Ponencia “Entre el libro y la revista: Ediciones El Corno Emplumado”, presentada en el II Coloquio Hojear el siglo XX: revistas culturales latinoamericanas, celebrado el 20 y 21 de septiembre de 2018 en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, 2018.

 

Notas

[1] Guillermo Sheridan, “Vuelta a Vuelta”, en https://www.letraslibres.com/mexico-espana/vuelta-vuelta, 17 de julio de 2013.
[2] Verónica González Laporte, “El Universal Ilustrado cumple cien años. Testigo de una época”, en Revista de la Universidad de México, núm. 157, UNAM, México, 2017, consultada en línea en http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/17654/20989
[3] Cfr. Elizabeth Fuentes Rojas, La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios: una producción artística comprometida. Tesis de doctorado, UNAM, 1995. pp. 62-195.
[4] Véanse las páginas 133 a 134 de la tesis doctoral antes mencionada. Para reconstruir esta historia editorial de la LEAR es imprescindible la consulta de archivo realizada por Fuentes Rojas en fondos documentales que resguardan la historia de la LEAR.
[5] Loc.cit.
[6] Esta lista de libros publicados por Editorial de Letras de México aparece en el número 32, del 1 de octubre de 1938, a manera de anuncio publicitario. Es la primera vez que en la revista se menciona la casa editorial y su producción. La lista aparece en un recuadro, se incluyen los precios de cada libro y al final se encuentra la leyenda “De venta en las principales librerías o con el Editor (Sierra Nevada 425)”. Se señala que el libro de Abreu Gómez está en prensa y justo en la página siguiente del número se encuentra un fragmento de dicha obra, cuyo texto está antecedido por un recuadro que indica lo siguiente: Se inserta a continuación un fragmento del magnífico estudio “Semblanza de Sor Juana”, de Emilio Abreu Gómez, que LETRAS DE MÉXICO editará en estos días.
[7] Gabriela Silva, Ponencia “Entre el libro y la revista: Ediciones El Corno Emplumado”, presentada en el II Coloquio Hojear el siglo XX: revistas culturales latinoamericanas, celebrado el 20 y 21 de septiembre de 2018 en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Le agradezco infinitamente a Gabriela su generosidad al haberme facilitado el texto de su ponencia.
[8] Sergio Mondragón, Margaret Randall y Harvey Wolin, “Nota de los editores”, El Corno Emplumado, México, núm. 1, enero de 1962, p. 5, citado en la ponencia “Entre el libro y la revista: Ediciones El Corno Emplumado” mencionada en la cita anterior.
[9] Sergio Mondragón, “Nota de los editores”, El Corno Emplumado, México, núm. 4, octubre de 1962, p. 3, citado en la ponencia “Entre el libro y la revista: Ediciones El Corno Emplumado” mencionada en la cita anterior.
[10] Gabriela Silva, op.cit.
[11] Gabriela Silva, op.cit.
[12] Gabriela Silva, op.cit.
[13] Sergio González Rodríguez, “Los libros de Vuelta” en Nexos, en https://www.nexos.com.mx/?p=5089.