Revista de filosofía

El carácter pragmático del virus y su impulso biopolítico

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Resumen 

La fuerza de dispersión biopolítica, la capacidad de contagio y reacción del cuerpo social frente a la expansión y penetración del virus como excrecencia rizomática en el campo de la gestión política y administrativa, es sin duda una de las múltiples vías para relacionar lo que el virus lleva consigo mismo, sus múltiples conexiones, su historia, su potencial bioquímico, su carácter azaroso, su desconocida genealogía, su carencia de principio y fin, su impulso letal y su condición vital, su potencial pedagógico y performativo, en fin, su energía caótica y su lacerante falta de identidad.

Palabras clave: COVID-19, virus, biopolítica, pragmática, poder, vida.

 

Abstract 

The force of biopolitical dispersion, the capacity of contagion and reaction of the social body against the expansion and penetration of the virus as a rhizomatic excrescence in the field of political and administrative management, is undoubtedly one of the multiple ways to relate what the virus it carries with itself, its multiple connections, its history, its biochemical potential, its random nature, its unknown genealogy, its lack of beginning and end, its lethal impulse and its vital condition, its pedagogical and performative potential, in short, its chaotic energy and its lacerating lack of identity.

Keywords: COVID-19, virus, biopolitics, pragmatics, power, life.

 

El carácter pragmático del virus y su impulso biopolítico

La alteración de la vida ha sido siempre obra de la vida misma, mirar esto así es posible gracias al carácter pragmático con el que la propia vida puede ser pensada. El desempeño, su impulso biopolítico es una de las tantas desembocaduras ético práctica, indeterminada, en la que los sujetos se despliegan.

¿Cómo y para qué ubicarse dentro de un horizonte pragmático a fin de reconocer, no los efectos, ni las causas, ni las razones, ni la conciencia, sino las conexiones y heterogeneidades posibles, así como los múltiples e infinitos comportamientos de un virus, su energía letal y vital, con su fuerza de dispersión biopolítica?

Por lo que se hace necesario considerar al virus a partir de sus conexiones prácticas, vitales: muertes, enfermedades, comportamiento bioquímico, contagios, reglas y normas, recursos hospitalarios, seguridad, miedo, zonas geográficas, discursos políticos, etcétera. De cómo y en qué circunstancias específicas se puedan establecer las conexiones entre éstas y otra multiplicidad de elementos, es como se hará posible tener una concepción práctica de lo que representa un virus. Que para qué importa saber en términos prácticos qué es un virus y en todo caso cuál sería su probable impulso biopolítico. Para poder actuar en consecuencia en relación con algo que se considera que afecta la vida propia y la de otros que son objeto de interés. Pero para poder actuar hay que creer, hay que tener creencia a fin de guiar las acciones hacia un objetivo o fin deseado. Y en consecuencia tener disposición para modelar el comportamiento en conexión con alguna proposición. Por ejemplo, el reconocimiento, la experiencia de la existencia de una pandemia, requiere necesariamente de creencia, lo cual permite actuar. Se tiene experiencia de un virus como idea abstracta, pero también por su actualidad en tanto hechos y cosas que suceden en conexión con el virus y finalmente, hay experiencia en relación con las acciones que se toman entrelazando la multiplicidad de conexiones que hay con respecto al virus.

En suma, se tienen tres expresiones de la experiencia: la de la idea, la de las cosas y hechos y, por último, la de la actividad que establece conexiones. Todo lo anterior produce hábitos, reglas de comportamiento frente a eso que se denomina un virus. Sin duda, las ideas, teorías, el conocimiento científico, experimental, que se tiene acerca de un virus, son parte de su conexión reticular. Así como lo que provoca en la actualidad (hechos y cosas) enfermos y muertos. Sin embargo, lo que resulta sustantivo es la capacidad de establecer infinitas conexiones para actuar. Por lo que se podría resumir que el carácter pragmático de un virus consiste en la capacidad de conexiones heterogéneas, entre teorías (conocimiento científico) los hechos y cosas que provoca (muertos y enfermos) y las acciones o hábitos que se puedan emprender respecto al virus (políticas).

La fuerza de dispersión biopolítica, la capacidad de contagio y reacción del cuerpo social frente a la expansión y penetración del virus como excrecencia rizomática en el campo de la gestión política y administrativa, es sin duda una de las múltiples vías para relacionar lo que el virus lleva consigo mismo, sus múltiples conexiones, su historia, su potencial bioquímico, su carácter azaroso, su desconocida genealogía, su carencia de principio y fin, su impulso letal y su condición vital, su potencial pedagógico y performativo, en fin, su energía caótica y su lacerante falta de identidad. Todo este enmarañado y desparpajado poder de la vida, de la naturaleza viva, se proyecta, se dispara, se disipa con violencia sobre otras formas de vida: la población, sobre un cuerpo social sin órganos, desorganizado, en función de heterogéneas y múltiples intenciones demográficas, de salud, médicas, higiénicas, de morbosidad y mortalidad, de longevidad y natalidad. Porque ya no hay muertos ni vivos, hay tasas de mortalidad y tasas de natalidad, ya no hay pueblo sino una población estadísticamente contable y controlable, tasas de contagio y recuperación, la vida es una proyección sobre un plano de coordenadas X y Y con curvas ascendentes y descendentes, la vida es su conexión con un Producto Interno Bruto, la vida es una tasa de desempleo. La vida no es algo que cuenta sino lo que se cuenta en una tabla estadística. La estadística, en este caso, es la ciencia del Estado que se conecta con la creencia y la verdad sobre la base de un argumento médico funcional y operativo.

En suma, la biopolítica es esa forma de poder, ético práctico, mediante el cual la población y los individuos se controlan a sí mismos con o sin la intervención del Estado. No se trata de un complot o de una clase social enfrentada a otra, tampoco es una cuestión de conciencia, de la lucha entre norte y sur, de la crisis y decadencia del capitalismo. La biopolítica es el ejercicio de poder sobre lo viviente, no sólo lo humano, también los animales y los vegetales, la naturaleza en su conjunto, incluso lo no viviente, la tierra y sus recursos, con el propósito de reproducir, controlar, administrar y consumir la vida. Es lo humano intentando controlar todo en beneficio de lo vivo, de la vida. Curiosamente, como sugiere Foucault, esta condición política de la vida, parece poner en entredicho la vida del hombre como ser viviente. Esta paradójica condición que privilegia la vida a cambio de la propia vida permite paralizar el mundo, la economía, la vida cotidiana, aletargar la vida, para administrar el contagio y así garantizar menos morbilidad y mortalidad. Dar, dotar, proveer, garantizar, asegurar la vida a como dé lugar, a cualquier precio. Se trata de una voluntad de vida asociada a una voluntad de poder.

 

Virus

Paradójicamente aquello que amenaza, la catástrofe por venir, aquello que intimida el territorio propio, es una forma otra de vida, no es otra vida, es la vida misma que se manifiesta de un modo distinto. Curiosamente el virus es aquello no vivo que en coyunturas específicas actúa como vivo, es un buen ejemplo para entender cómo lo contrario de la vida no es la muerte sino lo no vivo. El virus no está vivo, ni no vivo, ni muerto, en todo caso puede estar activo o inactivo, es muy práctico. Es un actor en ciernes que sigue el guion de su propia información genética. Quizás el experimento de la física cuántica de Schrödinger sobre el gato encerrado en una canasta con un dispositivo que deja salir un gas venenoso, con un 50% de probabilidades de matar o dejar vivo al gato, dependiendo del comportamiento azaroso de los electrones que controlan el dispositivo, es una hipótesis interesante para tratar con los virus.

Un virus es un rizoma indecidible, es un rizoma en la medida que no es una raíz, es decir carece de una causa o un pivote, un lugar fijo de nacimiento, aún en el supuesto de su creación deliberada en un laboratorio, su comportamiento es indeterminado, se adapta constantemente dependiendo de sus conexiones y su coyuntura, el virus es caótico y azaroso en su vida práctica. Se replica de muchos modos, su dispersión es: implosiva, explosiva expansiva e intensiva, vertical, horizontal, transversal. Contribuye a la vida de otros seres y simultáneamente destruye vida. Su existencia es ancestral, se desconoce su origen, su genealogía y su destino es igual de incierto. El virus es consustancial, inherente a la vida misma, la vida sería imposible sin virus. Su presencia es como la de la maleza, a veces la mala hierba, otras tantas, como flores bellas, los virus son multiformes: como espirales, como cristales y a veces como un tubérculo, como el jengibre. Un virus indecidible, no por una oposición binaria entre vivo y no vivo, sino por su capacidad de infinitas y múltiples e indecisas e incalculables formas de conexión. Los virus son una máquina funcional que trabaja con una forma de energía similar a la de los superconductores, actúan como si no tuvieran campos magnéticos, en condiciones adversas y con casi nula resistencia, es decir, eluden obstáculos con suma facilidad. Su capacidad de replicación es infinita dependiendo el medio donde se encuentren.

Los virus son las entidades biológicas con mayor presencia y antigüedad en el mundo, inmensamente más y con mayor diversidad que cualquier otra forma de vida, más que las bacterias, mucho más que los insectos. Definitivamente su papel en la evolución de las especies, en la modificación de su ADN y su ARN y de la vida en general es aún poco conocido. Los virus no representan un universo aparte, sino múltiples conexiones vitales y diversas posibilidades de la vida misma. Se trata de la vida actuando sobre la propia vida.

La vida, los organismos vivos, las células se defienden de las invasiones virales de cuatro formas más o menos conocidas: 1. Fagocitando a los virus por medio de los glóbulos blancos. 2. Estableciendo una muralla mediante el sistema de proteínas plasmáticas. 3. Mediante interferones que son como cerraduras o códigos de proteínas que inhiben la entrada de los virus en las células, que cuando se ven rebasados posibilitan que la célula infectada se “suicide”, que haga apoptosis. 4. Mediante células asesinas, encargadas de destruir a las células infectadas por algún virus.

Frente a estas defensas los virus tienen estrategias y tácticas, múltiples y muy sofisticadas, para lograr invadir, modificar y hasta destruir a las células. Quizás hoy se está muy familiarizado con las formas de actuar de los virus por su presencia en el mundo cibernético y es que su accionar es muy similar. Por ejemplo: 1. Cuando invaden una célula impiden que su programación para morir se realice en forma rápida, mientras tanto el virus se reproduce, se puede decir que vampirizan a las células para mantenerse vivos y aumentar su población. 2. Tienen una capacidad de mutación formidable que impide que la memoria programada de la célula los detecte e identifique. 3. Pueden mezclarse con el contenido genético de sus huéspedes lo que frena que la memoria de las células los descubra. 4. Se disfrazan o encapsulan con material proteínico que las células desconocen o no consideran agresivo. 5. Utilizan diferentes vías, atajos, en la fisiología del organismo invadido para engañar a sus mecanismos de defensa y no ser detectados hasta que suele ser demasiado tarde o complicada la defensa. 6. A través de la fusión de células gigantes el virus puede pasar desapercibido. 7. Algunos virus atacan y destruyen en primera instancia y en forma directa los mecanismos de defensa celular. Y 8. Son capaces de producir señuelos o cajas vacías para engañar al sistema inmunológico del organismo y así penetrar por donde más les conviene huyendo del ataque de las defensas celulares.

Toda esta pragmática del virus y de los organismos impone a la vida conexiones múltiples que nos enseñan a actuar en otras dimensiones, hay, como ya se dijo, un aprendizaje, cierta performatividad de la vida política y social que proviene de la guerra, de las relaciones de fuerza que se establecen en las condiciones microscópicas de la existencia, no es un determinismo, todo lo contrario, son conexiones heterogéneas que abren el sistema, no lo cierran.

 

Biopolítica 

Uno de los mecanismos fundamentales de la biopolítica es la inmunización de la población, separar, distinguir, poner bajo sospecha a los individuos para enfrentar el ataque de un virus o cualquier otro elemento que atente en contra de la comunidad, lo cual significa que se tienen que emprender acciones muy específicas para contrarrestar al invasor que atenta contra la armonía, la paz común, el orden y el progreso previamente establecido y del cual todos son beneficiarios. Sin embargo, todo parece indicar que el carácter práctico del virus, su poder para invadir infinidad de cuerpos sigue siendo una rara y extraña amenaza. 

En un documento de archivo histórico en México dirigido al público por la Oficina de Salubridad de hace poco más de 100 años, particularmente fechado en la ciudad de Puebla Zaragoza, en octubre 19 de 1918, firmado por el presidente de la junta, Dr. Luis Unda, el Consejo Superior de Salubridad de México y algunas autoridades sanitarias europeas, entre otras cosas recomendaban lo siguiente:

Es absolutamente necesario en interés del enfermo y de todas las demás personas que lo rodean, mantenerlo enteramente aislado y en contacto solamente con los que están encargados de su cuidado y estos antes de ponerse en contacto con personas sanas, deberán asearse las manos, la boca y la nariz y cambiar de ropa. Es necesario también la desinfección de las habitaciones cuando haya terminado la enfermedad.

Como el contacto con una persona portadora de los gérmenes de la enfermedad es suficiente para producir el contagio, deben considerarse como peligrosos: el de saludar estrechando la mano, el beso, y el abrazo. En consecuencia, conviene abstenerse de esos actos.

Lo anterior en el contexto de otras recomendaciones para atacar la “enfermedad especialmente cuando ésta comienza con catarro intenso, tos y calentura” se prescriben la ingesta de varias dosis de sulfato de quinina, aspirinas y otros tratamientos físicos.

No deja de sorprender que en aquel contexto de la llamada Gripa Española en el que no se supo, con la precisión de hoy, cuántos contagiados y cuántos muertos hubo, se llegó a calcular entre 50 y 40 millones de víctimas mortales. Cabe señalar que, aunque las recomendaciones de hoy, cien años después, en cierto sentido son muy similares, es decir, una vez enfermo no hay mucho que hacer, sólo dejar actuar al virus y al sistema inmunológico. Y para prevenir o evitar contagios lavarse las manos, no saludar de mano y no dar besos o abrazos. Hoy, aunque hay un sistema hospitalario inmensamente mayor en el mundo, ciertas tecnologías como los respiradores artificiales y sobre todo los medios de comunicación, la red de internet, etcétera, no hay otra mejor forma para responder al virus que siguiendo las recomendaciones de hace cien años, quizás con la insistencia mediática de quedarse en casa y guardar distancia.

Se vive en un mundo operativo y funcionalmente sobrecodificado, con múltiples sistemas cibernéticos que intentan regular la vida, aplicaciones que hacen de la vida un logaritmo para el consumo, sin embargo, aún no existe una aplicación, un sistema cibernético que logre fagocitar toda la realidad, siempre hay fugas, escapes, que el sistema mismo produce constantemente en su roce con lo real, con una naturaleza que le es ajena, o distinta a su propia naturaleza cibernética e informática. Un virus como vida es una multiplicidad rizomática que no se deja codificar, ordenar, distribuir, gestionar, administrar, localizar, reducir, eliminar, etcétera. Es evidente que aquí se cuenta con la fuerza pedagógica y performativa del virus, la vida enseñando a la vida.

 

Plantear el asunto en el umbral entre lo biológico y lo social no es algo nuevo, ya desde el siglo pasado la cuestión ha cobrado especial importancia para la ciencia política, para la economía, para la sociología, para la historia, para la filosofía, el derecho y para la antropología entre otras disciplinas. Quizás el rastreo histórico que hace Foucault en sus cursos Defender la sociedad y El nacimiento de la biopolítica ayuden a establecer ciertas coordenadas para abordar está circunstancia que conecta al ejercicio del poder con la vida.

Hay infinitas formas de entender y utilizar el concepto biopolítica, la primera y la más común es aquella que supone que cualquier ejercicio administrativo, de disciplina, control y cuidado de la población desde su procreación, alimentación, reproducción, formas de vida y muerte han sido y siguen siendo objeto de un manejo político de la vida, bajo esta consideración, los antiguos persas, los egipcios, los mayas, los mexicas, hasta las naciones y estados modernos han hecho biopolítica, es, se podría afirmar, una forma permanente de mantener la vida mediante ciertas políticas. Una manera más de entender la biopolítica es como una forma de dominación, explotación, uso indiscriminado de la fuerza de trabajo de una clase social sobre otra, para beneficio particular, incluso se llega a pensar que el concepto de biopoder es una forma alternativa de lucha para emanciparse de la biopolítica, instrumento de los intereses de un capitalismo feroz y destructivo. Este modo de concebir a la biopolítica la ubica como una especie de complot organizado por el Estado capitalista y neoliberal para someter y explotar a la mayoría de la población. Un modo más de comprender el ejercicio de la biopolítica es como un constante estado de excepción, que por una parte y de manera paradójica sacraliza a ciertos hombres, haciéndolos intocables, pero simultáneamente desechables. En donde la biopolítica como necropolítica o tanatopolítica tendría un propósito de selección, clasificación de la población que establece cómo unas personas deben vivir y otras morir.

Por otra parte la biopolítica nace cuando el Estado soberano muere, cuando ejercicios y conocimientos disciplinarios como los de la medicina, la economía, la psicología se apoderan de la organización, distribución y uso del poder, pero no nada más de objetos materiales y procedimientos funcionales, sino sobre todo de la vida misma de los sujetos, de las poblaciones, de su alimentación, de sus enfermedades, de su reproducción, ya no es sólo el Estado soberano, el Rey, el líder, sino un equipo técnico capacitado científicamente quien decidirá no sólo por la población sino también por sus gobernantes, por el Rey mismo con o contra del Rey.

La biopolítica no es un complot organizado por el Estado, por la medicina y sus funcionarios, no es una forma simple de administrar y controlar la vida, eso siempre ha existido, no es una ideología en manos de los explotadores del pueblo, tampoco es un permanente estado de excepción que se deshace de unos y mantiene a otros, donde por cierto un estado de excepción permanente dejaría de ser de excepción. La sentencia de Luis XIV de 1655 “El Estado soy yo” en la biopolítica en boca de cualquier gobernante sería “El Estado no soy yo”. Es evidente que el Estado no desaparece, pero ahora o se le intenta dejar que sólo gestione, que haga el papeleo y administre el control político y policial de la sociedad, como en liberalismo o se le incorpora activamente, se diluye en la dinámica económica como un agente más, un empresario, como en el neoliberalismo. Actualmente la biopolítica es una red de conexiones que funciona de manera operacional con el neoliberalismo, lo mismo que funcionó en su momento bajo el régimen soviético, así como funciona poderosamente en la política y la economía de China. La biopolítica fue el sustento de la Alemania nazi, y estuvo en los procesos de creación de los Estados nación en el mundo occidental. El gobierno de sí mismo, el gobierno de la población y las formas económicas actuales se entrelazan bajo el signo de la salud, la higiene, la seguridad todo esto en nombre de la vida. La biopolítica es, en todo caso, no solamente el poder sobre la vida sino también el poder de la vida.

El bien común es ante todo un bien individual. Mirar una coyuntura como el apocalipsis, el fin del mundo o por lo menos del capitalismo, o considerar una circunstancia epidemiológica como la gran oportunidad para la redención, para organizar un nuevo orden social, es un asunto de razones y de conciencia, de causas, motivos, aspiraciones y de efectos, resultados, de programas políticos. Lo que aquí se ha intentado hacer es extraer la vida de sus consideraciones científicas, de la razón, así como de la conciencia, para colocarla en los márgenes de su circunstancia y de sus prácticas. Un virus, como discontinuidad conectiva es una microbiología que empuja, que motiva, que impulsa a la macrobiología, a las poblaciones y a sus políticas, a actuar en consecuencia. La historia es de las discontinuidades, de los cortes, la vida parece no querer vivir o por lo menos siempre de la misma forma, es movimiento constante, por lo tanto, como diría Foucault, la vida es capaz de error, de equivocarse, por lo que el hombre como viviente nunca encuentra su lugar, es un ser vivo condenado a <<errar>> y a <<equivocarse>>.

 

Bibliografía  

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  2. Deladalle, Gerard, Leer a Peirce hoy, Barcelona, Ed. Gedisa, 1996.
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  7. Jiménez, Marco, “Violencia y biopolítica. Una lectura del Informe Mundial sobre violencia y salud” en Jiménez, Marco y Valle, Ana (editores) Sociología y Biopolítica, México, Juan Pablos Editor/UNAM, 2019.
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