Revista de filosofía

Esquemas y analogías de la Luna como símbolo

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Cuando sale la luna

se pierden las campanas

y aparecen las sendas

impenetrables.

Cuando sale la luna,

el mar cubre la tierra

y el corazón se siente

isla en el infinito.

F. García Lorca

 

Resumen 

El presente texto se aproxima, a través del método amplificativo, al símbolo de la Luna, poniendo énfasis en su lugar dentro de la tradición mística, alquímica y hermética. El recorrido va desde el origen filológico del nombre, hasta la Luna como elemento psicológico de la propuesta de Jung. Se trata, pues, de un acercamiento sugerente a un elemento de nuestra tradición simbólica.

Palabras clave: alquimia, símbolo, luna, amplificación, hermetismo, mística.

 

Abstract 

The present text approximates, through the method of amplification, to the symbol of the Moon, emphasizing its place within the mystical, alchemical and hermetic traditions. The path goes from the philological origin of the name, to the Moon as a psychological element in Jung’s psychological theory. It is, thus, a suggestive approach to an element of our symbolic tradition.

Keywords: symbol, moon, alchemy, amplification, hermetism, mysticism.

 

La tradición alquímica y hermética está fuertemente ligada a la imago y al símbolo. De hecho, bien podríamos asegurar que todas sus ideas se desarrollan siempre en torno a lo visible (la imagen) y lo intuido (el símbolo), conjugando ambas en grabados y emblemas que hoy constituyen gran parte de las obras de este tipo. De este modo, uno de los elementos más importantes no solo en la tradición hermética y alquímica, sino en la weltanschauung de casi todas las civilizaciones antiguas y medievales, es la Luna. El presente texto busca acercarse al símbolo lunar y dilucidar, en la medida de lo posible, lo que podemos encontrar detrás de la imago.

La palabra proviene del latín antiguo loksna, que a su vez procede del proto-itálico *louksn­a, forma femenina de *louksno, el que ilumina.[1] Así pues, en su sentido etimológico, Luna es la que ilumina y/o la luminosa, y es precisamente este aspecto femenino el que permea su aspecto semiótico y simbólico. Consideremos, por ejemplo, su dimensión mitológica: Selene, hija de Hiperión y Tea, era la diosa lunar para los griegos, aunque luego fue Artemisa, hija de Zeus y Leto, y hermana de Apolo. En el caso de los romanos, el equivalente de Selene fue Luna, hermana de Sol, y de Artemisa, Diana.

En un esquema analógico, es precisamente su relación respecto del Sol la que le otorga ciertas cualidades: si Sol es masculino, cálido, luminoso, activo y seco, ella es femenina, fría, oscura, pasiva y húmeda. O, según los chinos, si el Sol es el Yang, la Luna es el Yin. Como contraparte del Sol, su importancia dentro de la tradición alquímica es ser uno de los elementos de la coniunctio,[2] también llamada matrimonio, coito o unión química. En el fondo de esta unión hay una relación no solo de oposición sino también de parentesco entre ambos, pues hermanos y de la misma naturaleza. De ahí que el Emblema XXX de la Atalanta fugiens señale “El Sol necesita de la Luna como el gallo de la gallina”.[3] En este proceso, el Rey, es decir, el Sol, debe unirse con la Reina, la Luna, para engendrar el hijo filosófico. Fulcanelli señala que, como matriz mercurial, la Luna recibe la tintura del azufre, con la que se genera el lapis philosophorum o piedra filosofal.[4]

La misma idea puede hallarse en la tabla esmeralda, en el 4to verso, donde dice “Su padre es el Sol y su madre es la Luna”. Según el propio Jung, siguiendo su analogía Sol-Conciencia/Luna-Inconsciente, la coniunctio tiene efectos indeseables en un principio, pues de ellos nacen primero el dragón, la serpiente, el escorpión, el basilisco y el sapo; nacen, pues, animales de sangre fría, producto de las oscuridades que ambos padres poseen naturalmente.[5] Ahora bien, esta cualidad de ser madre y esposa ha hecho que sea relacionada con la Virgen María, por lo que es común ver representaciones suyas sobre una luna creciente.

Vale la pena señalar una cierta ambigüedad respecto de la relación de la Luna con el Sol, pues del mismo modo en que es su hermana, al ser Diana hermana de Apolo, y su esposa, por ser ella Reina y él Rey, es también su madre. Según algunos mitos, Artemisa, al ser la primera en salir del vientre de Leto, ayuda en la labores de parto con el nacimiento de su mellizo, convirtiéndose así en una diosa virgen.[6] Lo anterior puede ser interpretado como una suerte de maternidad, lo cual brinda otro punto de apoyo en la semejanza con la Virgen María. En cualquier caso, dentro del proceso alquímico –dividido comúnmente en nigredo, albedo y rubedo– el blanco lunar siempre precede al rojo del lapis. En una de las pinturas del Splendor Solis, se puede ver al Rey, vestido en su túnica roja, dentro de una gran matriz de vidrio, parado sobre una luna creciente e iluminado por Diana montando un carruaje, señal de que la Gran Obra está terminada.[7]

Por otro lado, a la luna se le identifica con el alma, lo que puede causar ruido si consideramos que Macrobio le atribuía la generación y el movimiento corpóreo[8] o si señalamos la idea común de que la ira y la libido eran pertenecientes al reino lunar[9] o incluso si referimos a aquella imagen en la Aurora Consurgens con una virgen negra, Sophia lunar, aprisionada por la materia, parada sobre una luna llena ausente de brillo y blancor.[10]

¿Cómo, pues, el alma habría de encargarse de cosas tan terrenas y, hasta cierto punto, animales? Una de las maneras en que podemos contestar a esta interrogante, es haciendo caso al esquema cosmológico de las esferas, donde la esfera de la Luna es la más próxima a la tierra, por lo que, según Galeno, gobierna el reino terrestre, los cambios físicos, las enfermedades, etc.[11] Además, la esfera lunar es la que divide y, por lo mismo, une a los mundos sublunar y supralunar; el alma es, pues, la que conecta la materia con lo divino.

El símbolo más conocido de la Luna es su forma creciente,[12] que al no ser un círculo completo (como en el caso del sol), sino una mitad, indica la participación de ésta en aquél. Recordemos, en todo caso, que la Luna no tiene iluminación propia, sino que la recibe y refleja de la estrella solar. Esta luna creciente se halla también en los signos planetarios de Saturno y Júpiter, lo que sugiere, en primer lugar, una suerte de jerarquía cósmica en la que la otra mitad del orden planetario –Marte y Venus- poseen un aspecto activo, pues el disco solar está presente en su signo. Que en el caso de Saturno la luna se encuentre debajo de la cruz (asociada a los cuatro elementos y la unión de opuestos y/o la coniunctio), sugiere que el Plomo Saturnal es de todos los metales el más opaco y caótico; que aparezca en el signo de Júpiter unida a la línea horizontal de la cruz, resalta el lugar intermedio del estaño entre el plomo y la plata.[13] Si no se conoce un símbolo con la luna creciente sobre la cruz es porque sería una redundancia simbólica, es decir, la Luna es por sí misma pura y virginal, y si se han superado las aleaciones con el plomo y el estaño, no queda sino ella sola.

En el esquema zodiacal, la Luna es la casa de Cáncer, signo que manifiesta una naturaleza acuosa y/o acuática. Esta relación se extiende a la idea –presente hoy en día- de que el movimiento lunar influye en las mareas. Se dice que de la Plata se extrae el acqua mirifica, un líquido capaz de extraer el alma de los cuerpos, o bien de devolvérselas.[14] Dicho líquido, según Alberto Magno, junto con el Mercurio, se le puede verter al dragón desmembrado para así traerlo de vuelta a la vida.[15] Este juego entre muerte y resurrección, de hecho, también está manifiesto en el paso de la nigredo a la albedo, pues el alma putrefacta –o muerta- debe regresar del Hades con una tintura plateada, es decir, “vuelve a la vida” con un aspecto blanco y lunar. Claro está, que entre el paso del negro al blanco está el azul jupiterino, lo que sigue, en todo caso, el orden cósmico explicado en el párrafo anterior.

Finalmente, Basilio Valentín señala que, por un lado, la plata posee una suerte de mercurio fijo al que le falta el calor del azufre fijo; al ser de naturaleza líquida y fría requiere del calor ya sea del Sol, Marte o de Venus.[16] Por otro, atribuye a la luna una tintura más bien azul. Esto se asemeja a lo que dice Fulcanelli, cuando señala que el frío de la Luna puede ser calentado por la sangre de Venus y su negrura, como la de Sophia lunar, puede ser corregida por la sal de Marte.[17] Pero se distingue en virtud de que éste indica que en algunos casos a la plata se le conoce como mercurio blanco, semejante al mercurio rojo, es decir, al azufre.

 

Bibliografía

  1. Arola, R., La cábala y la alquimia en la tradición espiritual de occidente. Siglos XV-XVII, Mandala, Tarragona, 2002.
  2. Burckhardt, T., Alquimia, Plaza &Janés, Barcelona, 1972.
  3. De Vaan, M., Etymological Dictionary of Latin and the other Italic Languages, Brill, Leiden, 2008.
  4. Fulcanelli, Las moradas filosofales, Plaza & Janés, Barcelona, 1978.
  5. Jung, C.G., “Mysterium Coniunctionis” en The Collected Works, 14, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1963.
  6. Maier, M., La fuga de Atalanta, Atalanta, España, 2007.
  7. , A., Alquimia y mística, Taschen, Colonia, 2016.
  8. Valentín, B., “Tratado químico.filosófico de las cosas naturales y sobrenaturales de los metales y los minerales” en Ranque, G., La piedra filosofal, Plaza & Janés, Barcelona, 1974.

 

Notas

[1] Es común encontrar que se señale la procedencia de Luna con *leuksna y no precisamente de *louksna, pero vale la pena señalar que el prefijo *louk- proviene del Proto-Indo-Europeo *lówk-, derivación, a su vez, de *lewk-. De este mismo prefijo provienen palabras como luz, lúmen, etc. Véase, De Vaan, M., (2008), “lūna” en Etymological Dictionary of Latin and the other Italic Languages, Leiden, Brill, Boston, p. 354.
[2] Jung, “Mysterium Coniunctionis”, ed. cit., §154.
[3] Michael Maier, La fuga de Atalanta, ed. cit., p. 205.
[4] Fulcanelli, Las moradas filosofales, ed. cit., p. 67.
[5] Jung, Op. cit., §172.
[6] Otra semejanza con la Virgen María.
[7] cfr. Alexander Roob, Alquimia y mística, ed. cit., p. 141.
[8] Titus Burckhardt, Alquimia, ed. cit., p. 108.
[9] Jung, Op. cit., §171.
[10] v. Roob, Op. cit., pp. 208-209.
[11] v. Jung, Op. cit., §171 y Bruckhardt, Op. cit., p. 106.
[12] La Virgen de Guadalupe también aparece con este símbolo en la parte inferior de sus representaciones. Al igual que con la Virgen María, la Luna creciente denota su aspecto femenino, maternal y pasivo.
[13] Burckhardt, op.cit., pp. 100-101.
[14] Jung, Op. cit., §155.
[15] Idem.
[16] Basilio Valentín, ‘Tratado químico.filosófico de las cosas naturales y sobrenaturales de los metales y los minerales’ en Ranque, G., La piedra filosofal, Barcelona, Plaza & Janés, 1974, p. 216.
[17] Fulcanelli, Op. cit., p. 67.