Revista de filosofía

La difícil tarea del investigador-detective: materialidad e historia intelectual dominicana en “Revista Literaria” (1901)

2.16K
PARQUE INDEPENDENCIA, SANTO DOMINGO, REPÚBLICA DOMINICANA.

PARQUE INDEPENDENCIA, SANTO DOMINGO, REPÚBLICA DOMINICANA.

PARQUE INDEPENDENCIA, SANTO DOMINGO, REPÚBLICA DOMINICANA.

 

Resumen

En este artículo se presenta el redescubrimiento que el autor ha realizado durante su estancia de investigación en Santo Domingo en junio de 2018: el original impreso de la Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, que Enrique Deschamps fundó y dirigió durante 1901. Además de proponer una reflexión sobre las inquietudes teóricas y metodológicas del trabajo hemerográfico, el artículo pretende analizar algunos aspectos de la materialidad de esta revista, así como la historia intelectual dominicana que es posible resignificar a partir de su lectura.[1]

Palabras clave: Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, historia intelectual dominicana, materialidad de las revistas, Henríquez Ureña, Leonor Feltz, Enrique Deschamps.

 

Abstract

This paper presents the author’s rediscovery during his research stay in Santo Domingo in June 2018: the printed original of the Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, which Enrique Deschamps founded and led in 1901. Besides proposing a reflection on the theoretical and methodological concerns of the hemerographic research, the aim of the paper is to analyze some aspects of the materiality of this journal, as well as the Dominican intellectual history that can be resignified from its reading.

Keywords: Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, Dominican intellectual history, materiality of the press, Henríquez Ureña, Leonor Feltz, Enrique Deschamps.

 

A principios de junio de 2018, gracias a una intuición de Soledad Álvarez y a la llamada telefónica que la poeta y crítica dominicana hizo a la encargada de la Biblioteca “Emilio Rodríguez Demorizi” del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), hallé la Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras. Después de una semana de búsqueda en los acervos quisqueyanos, finalmente el trabajo del investigador-detective había conseguido su premio: los diez números de la revista que Enrique Deschamps fundó y dirigió en Santo Domingo durante 1901, los cuales se conservan, en muy buen estado y religados en un solo volumen, en la colección personal de Emilio Rodríguez Demorizi. De hecho, en 2009, el acervo particular de quien es considerado el padre de la historiografía dominicana moderna fue donado a la biblioteca del Intec por la Fundación Rodríguez Demorizi encabezada, en ese entonces, por su hija Clara, y Bernardo Vega.

Los temas de los que trataré se enmarcan en el proyecto de posdoctorado que realizo en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam y, por esta razón, tienen un claro parentesco con los del primer resultado de mi estancia posdoctoral: el artículo “El papel de los Henríquez Ureña en la difusión de Ariel en República Dominicana, Cuba y México (1901-1908)”, que se encuentra en prensa para el número 69 de Latinoamérica: Revista de Estudios Latinoamericanos. Decidí apostar en el hallazgo de Revista Literaria porque en sus páginas se publicó por entregas uno de los libros más leídos en América Latina durante los primeros veinte años del siglo XX: el Ariel, de José Enrique Rodó.

FOTO 1 – REVISTA LITERARIA, NÚM. 3, 1º DE MAYO DE 1901, P. 15. / FOTO 2 – REVISTA LITERARIA, NÚM. 3, 1º DE MAYO DE 1901, P. 16.

 

Vale la pena señalar dos aspectos metodológicos que tuvieron notable importancia para la investigación que llevé a cabo en la isla de La Española. Por un lado, en términos estratégicos, tomé un préstamo indirecto de la teoría que Emmanuel Lévinas y Paul Ricoeur proponen sobre la significancia de la huella-signo para el historiador. Aplicando al contexto investigativo hemerográfico lo que el filósofo ruso afirmó, en su libro Humanismo del otro hombre, sobre la epifanía del rostro y su relación con lo absolutamente ausente, en la búsqueda de Revista Literaria fue necesario ponerse el impermeable del detective.

Aunque vivimos en la era del internet y de las versiones digitalizadas, para conseguir determinados resultados hemerográficos o simplemente percibir ciertos detalles, el investigador-historiador debe, en algunos casos, saber actuar como un detective que analiza los rastros, las huellas, y “examina como signo revelador todo lo que marca, sobre los lugares del crimen, la obra voluntaria o involuntaria del criminal”.[2]

De esta manera, decidí seguir y remontar las marcas que varios críticos de Rodó habían dejado al citar la publicación dominicana de Ariel. Descubrí que en la investigación hemerográfica, a menudo, las consecuencias epistemológicas que Ricoeur atribuye a la idea de que la huella significa sin mostrar[3] no satisfacen por completo el trabajo del historiador-detective. Desde los más recientes trabajos de Carlos Real de Azúa y Belén Castro Morales, retrocediendo en el tiempo hasta los de Alfonso García Morales, Emir Rodríguez Monegal, Roberto Ibáñez, Arturo Scarone, Max Henríquez Ureña y Víctor Pérez Petit, la significancia de la huella como efecto-signo nos dice que en 1901 Ariel se publicó, de forma incompleta y sin la previa autorización del autor, en la Revista Literaria, de Santo Domingo. Sin embargo, hasta donde he podido averiguar, lo que llama la atención es que ninguno de estos críticos rodonianos analizó detenidamente “la cosa que dejó la marca”,[4] es decir la revista en la que se publicó por entregas Ariel.

Por esta razón, sólo encontrando la Revista Literaria habría sido posible dar un significado pleno a su huella y vivir de forma más armónica esa compleja tensión “entre el pasado interpretado y el presente que interpreta”[5] que nuestra conciencia histórica vive en su tarea hermenéutica.

Una última consideración de carácter metodológico. La consulta del catálogo en línea Worldcat evidencia que una versión digitalizada de Revista Literaria está disponible también en la HathiTrust Digital Library así como en la Harvard College Library. Sin embargo, como he anticipado más arriba, la verdadera apuesta de mi investigación hemerográfica estaba fuertemente vinculada con la necesidad de hallar la versión impresa de la revista de Deschamps. Esto porque creo que el análisis del original impreso permite aclarar aspectos importantes relativos a la materialidad de las publicaciones periódicas.[6]

 

Materialidad de Revista Literaria

 

FOTO 3 – REVISTA LITERARIA, PORTADA DEL NÚM. 1, 23 DE MARZO DE 1901. SE TRATA DE LA PORTADA (PÁGINA 1) DEL PRIMER NÚMERO DE REVISTA LITERARIA.

El primer número de Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras apareció en Santo Domingo el 23 de marzo de 1901. Durante su breve existencia –la última entrega salió el 31 de octubre del mismo año– el único director y redactor fue Enrique Deschamps. La revista se estampaba en la imprenta Cuna de América, del destacado empresario dominicano José Ricardo Roques. Lamentablemente no pude averiguar el dato preciso de su tiraje ni informaciones más detalladas acerca de su posible distribución en otras ciudades de la República; sin embargo, es de suponer que fue muy apreciada entre los capitalinos que se interesaban en la literatura. Al respecto, en Publicaciones periódicas dominicanas desde la Colonia, Marcos Antonio Martínez Paulino afirma que la de Deschamps fue “la más notable de las revistas del año inicial del siglo”.[7] Según este historiador dominicano, Revista Literaria heredó el prestigio de Revista Ilustrada, la cual apareció entre agosto de 1898 y julio de 1900, bajo la dirección de Miguel Ángel Garrido y con Tulio Manuel Cestero –una de las figuras más ilustres de la narrativa dominicana– como secretario de redacción.[8]

Los números de Revista Literaria que encontré y pude consultar en la colección personal de Rodríguez Demorizi en la biblioteca del Intec, así como los de la versión digitalizada disponible en la Harvard College Library, son diez. Como señalé en mi artículo “El papel de los Henríquez Ureña en la difusión de Ariel en República Dominicana, Cuba y México (1901-1908)”, es muy improbable que se hayan publicado otras entregas después de la décima del 31 de octubre de 1901.[9] Este dato está confirmado por el testimonio de Max Henríquez Ureña y Leonor María Feltz, quienes compartieron con Deschamps el mismo ambiente literario. El primero escribió en su obra Panorama histórico de la literatura dominicana que Revista Literaria “duró cerca de un año”.[10] Por su parte Feltz se refirió al trabajo editorial de Deschamps en una carta que le envió (2 de enero de 1902) a Pedro Henríquez Ureña, quien se encontraba estudiando en Nueva York desde enero de 1901. Al comentarle algunas novedades del panorama literario quisqueyano, Feltz le comunicó la siguiente noticia: “Recibí el cliché i la crónica; pero no es posible publicarlos ahora en la Revista porque Deschamps está aún en el Cibao i la publicación estará suspendida hasta su regreso”.[11]

Sobre la periodicidad de Revista Literaria, cabe subrayar que el carácter quincenal fue respetado sólo al principio: después del primer número del 23 de marzo de 1901, el segundo salió el 7 de abril. En la sección “Condiciones”, la redacción declaraba que la revista se publicaría “los días 1º y 15 de cada mes”;[12] sin embargo, como muestran los restantes ocho números (del 1º de mayo, 22 de mayo, 15 de junio, 8 de julio, 8 de agosto, 7 de septiembre, 5 y 31 de octubre, respectivamente), de hecho la publicación tuvo, con el pasar del tiempo, una periodicidad mensual.

Un elemento muy interesante desde el punto de vista formal, que también Max Henríquez Ureña y su primo José Marino Henríquez utilizarán en 1904 a la hora de editar, en Santiago de Cuba, la revista Cuba Literaria, es la presencia de dos tapas que, como una suerte de carpeta, protegen las dieciséis páginas de cada entrega. Lamentablemente, como los ejemplares que hallé en Santo Domingo están religados en un único volumen, fue imposible averiguar si este contenedor fuera cocido directamente con las ocho hojas de cada número. De cualquier forma, estas dos tapas –cubierta y contracubierta– son de cartulina, es decir de un papel más grueso y resistente respecto al que la imprenta utilizó para las otras páginas; además las dos tapas solían cambiar de color en cada número: verde, azul, rojo o café oscuro. Este elemento, amén de conferir a la revista una presentación muy elegante, nos ofrece hoy distintos datos muy interesantes para su análisis.

FOTO 4 – REVISTA LITERARIA, RECTO DE LA CUBIERTA, NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901 / FOTO 5 – REVISTA LITERARIA, VERSO DE LA CUBIERTA, NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901.

FOTO 6 – REVISTA LITERARIA, RECTO DE LA CONTRACUBIERTA, NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901 / FOTO 7 – REVISTA LITERARIA, VERSO DE LA CONTRACUBIERTA, NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901.

En el recto de la cubierta aparecen el título y el subtítulo, el nombre del director, el de la imprenta y su propietario, la ciudad y el año de publicación. En el verso se encuentran el sumario del número, la explicación de los grabados, un listado de profesionales, como médicos, abogados y notarios, que la redacción sugería a sus lectores y, finalmente, las “Condiciones” de la publicación. En esta sección, además de declarar que la revista saldría dos veces al mes, se señalaba que tendría sólo colaboraciones solicitadas por su director, que a éste pertenecería todo trabajo sin firma y que se proponían y aceptaban canjes de periódicos locales y extranjeros. En particular, entre las “Condiciones”, se indicaba que la suscripción mensual a Revista Literaria tenía un precio de 0.50 pesos-oro mensuales, y debía pagarse, sin excepción alguna, de forma anticipada, mientras que el número suelto costaba 0.25 pesos-oro.[13]

Por lo general, en el verso de la contracubierta aparecen los anuncios publicitarios de actividades comerciales capitalinas de índole muy distinta, como la ferretería de J. Parra Alba, la librería selecta de Félix E. Mejía o la zapatería y talabartería “La Bota y la Navaja”. Sólo en el caso del segundo número de la revista (7 de abril de 1901) el verso de la contracubierta fue dedicado enteramente al grabado del “Plano General de la Exposición Pan-Americana” que se inauguró el 1º de mayo del mismo año. En sus Memorias, Pedro Henríquez Ureña contó que acompañó, durante todo el mes de agosto de 1901, a la escritora y maestra Mercedes Mota “delegada por Santo Domingo al Congreso de Mujeres celebrado en la Exposición” Pan-Americana de Búfalo, Estados Unidos.[14]

El recto de la contracubierta fue organizado, hasta el tercer número (1º de mayo), en dos secciones: una dedicada a las damas con dibujos de los vestidos all’ultima moda, la otra titulada “Notas diversas” donde se comentaban las noticias literarias más recientes, así como los “Libros y Folletos recibidos” por la redacción. A partir del cuarto número (22 de mayo), la “Sección para las damas” desapareció y el recto de la contracubierta fue ocupado, enteramente, por las “Notas diversas”. A través de esta sección hoy es posible entender la red de relaciones que la publicación de Deschamps tejió con distintas revistas hispanoamericanas de su época. El vínculo más sólido fue, sin duda, con El Fígaro, semanario artístico y literario de La Habana, que gozó de gran prestigio y notable circulación por más de cuarenta años y en el cual colaborarán, desde 1903, tanto Max como Pedro Henríquez Ureña.

 

Historia intelectual dominicana en Revista Literaria

Leer los artículos y poemas que aparecen en Revista Literaria y considerar los autores que colaboraron en sus páginas nos permite reconstruir el contexto intelectual y literario en el que nació y fue desarrollándose esta publicación dominicana. Por cierto, antes de hojear la revista, es preciso recordar algunos datos sobre quienes protagonizaron su realización: Enrique Deschamps y José Ricardo Roques. Nacido en 1872 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, la capital de la región del Cibao ubicada a unos 150 km al noreste de Santo Domingo, el fundador y director de Revista Literaria ejerció la docencia, el periodismo y la carrera diplomática en España, Estados Unidos y Suiza. Además de su actividad como redactor en Listín Diario, Revista Ilustrada y La Cuna de América, hoy en día el recuerdo de este positivista, discípulo del portorriqueño Eugenio María de Hostos, es vinculado principalmente a la obra La República Dominicana. Directorio y guía general: un compendio enciclopédico sobre la historia, la geografía, el desarrollo industrial y la cultura del país quisqueyano que Deschamps publicó en Barcelona en 1907.

Por su parte, el casi olvidado José Ricardo Roques (1844-1908), propietario de la imprenta Cuna de América en la que se estampaba la Revista Literaria, fue uno de los tipógrafos más importantes en la historia del periodismo dominicano. Después de participar en la Guerra de la Restauración (1863-1865) para la Independencia de su país, fundó y dirigió dos destacadas publicaciones periódicas. El Teléfono, que inauguró su primera época en abril de 1883 y se ocupaba esencialmente de temas políticos y literarios, fue el vocero del gobierno de Ulises Heureaux. Después del fallecimiento del dictador Lilís (1899), El Teléfono reapareció entre 1905 y 1924, bajo la dirección de José Bonilla España y redactado por Miguel Ángel Garrido.[15] En 1903, José Ricardo Roques fundó y dirigió también el semanario La Cuna de América: Revista de Ciencias, Artes y Letras, que alcanzó un prestigio notable en Santo Domingo durante esa época.[16]

Como muestran algunas de las cartas que Leonor Feltz le envió a Pedro Henríquez Ureña durante su primer año neoyorkino, el proyecto de la Revista Literaria tuvo origen y fue alimentándose a partir de esas selectas reuniones que se conocen como las tertulias del Salón Goncourt. Tanto Max[17] como Pedro Henríquez Ureña[18] recordarán el papel decisivo, para la orientación de su gusto literario, de estos encuentros de lecturas y efervescencia intelectual que, desde principios de 1900, idearon y organizaron junto a Clementina y Leonor Feltz. Además de estos cuatro fundadores, en las tertulias que se tenían casi a diario en casa de las hermanas Goncourt solían participar Enrique Deschamps, Emilio Prud’homme, Eva y Luisa Ozema Pellerano, Tulio Manuel Cestero, Mercedes Laura Aguiar, Rodolfo Coiscou, Francisco y Federico Henríquez y Carvajal (padre y tío, respectivamente, de los hermanos Henríquez Ureña), y algún otro íntimo amigo. Guiados por la inteligencia perspicaz y el buen estilo de Leonor María Feltz, los contertulios del Salón Goncourt leían y comentaban a autores como Ibsen, Tolstoi, D’Annunzio, Shakespeare, Díaz Rodríguez y Rodó.

La correspondencia que Leonor Feltz dirigió al futuro autor de Ensayos críticos (1905), y que Bernardo Vega ha recogido en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña,[19] contiene no pocas referencias a las reuniones del Salón Goncourt y la revista del contertulio Deschamps. Entre éstas, una de las más significativas se encuentra en la carta que la mayor de las hermanas Goncourt envió a Nueva York con la fecha del 8 de abril de 1901. Antes de los saludos, Feltz le comentó a Pedro Henríquez Ureña: “Quiero que me escribas siempre, i que me mandes para la Revista algún trabajo tuyo original. Yo di para publicarla, la traducción que hiciste sobre Ibsen. Verás la Revista i me dirás tu juicio sobre los trabajos del certamen”.[20]

El comentario es revelador por diferentes razones. Antes que nada la cita evidencia que desde Nueva York el joven escritor le enviaba a Feltz sus traducciones y textos críticos para que se publicaran en la revista de Deschamps. Como nos recuerda en “Días alcióneos”, la introducción a su libro Horas de estudio (1910), Pedro Henríquez Ureña consideró siempre a Leonor como una amiga, maestra y compatriota.[21] Nacida en Santo Domingo en 1870 y fallecida en 1948 en la misma ciudad, esta mujer dotada de una cultura y una solidez intelectual ejemplares había sido la discípula predilecta de Salomé Ureña, la madre de los hermanos Henríquez Ureña. De hecho, en 1887, fue una de las primeras seis graduadas como maestras normales en el Instituto de Señoritas que la ilustre poetisa quisqueyana fundó en 1881 y dirigió hasta 1893. Como subrayan los historiadores Guillermo Piña-Contreras y Julio Jaime Julia, al fallecer Salomé Ureña en 1897, Leonor Feltz se volvió la guía espiritual de sus hijos Max y Pedro.[22]

Esta mujer ilustrada del pensamiento dominicano también publicó artículos suyos en la Revista Literaria: en el número 6 (8 de julio de 1901, pp. 2-3) apareció “El apóstol”, dedicado a Eugenio María de Hostos, quien “venía desde lejanas tierras hoyando surcos y sembrando flores”[23] para fundar, en 1880, la Escuela Normal en Santo Domingo. El 7 de septiembre de 1901, en su octava entrega, Revista Literaria publicó en su portada el ensayo “Dulce María Borrero”, en el que Feltz analiza la trayectoria de esta poetisa y feminista cubana. Además, en el mismo número (pp. 10-11), salió el artículo biográfico “Juventud Ilustrada: Leonor M. Feltz”, firmado por Pepe Cándido, seudónimo del poeta y crítico literario Rafael Alfredo Deligne.

La traducción sobre Ibsen a la que se refiere Leonor Feltz en su carta del 8 de abril de 1901 es casi seguramente el texto “El verdadero Ibsen” que apareció en el número 3 de Revista Literaria (1º de mayo de 1901, pp. 7-9) con la firma de Pedro N. Henríquez. Según lo que Miguel D. Mena indica en una nota al pie de su edición de las Obras completas del humanista dominicano (vol. 1), esta traducción del inglés se publicó también en el número 62 de La Cuna de América: Revista de Ciencias, Artes y Letras (4 de septiembre de 1904).[24] En su texto Henríquez Ureña resume y comenta los juicios sobre la obra del dramaturgo noruego que formuló el crítico teatral escocés William Archer.

Por cierto, ésta no fue la única publicación de Pedro Henríquez Ureña en la revista de Deschamps. En el número 4 (22 de mayo de 1901, pp. 2-4) salió el ensayo crítico “Belkiss”, en el que se analiza el poema dramático en prosa Belkiss: Rainha de Sabá, d’Axum e do Hymiar (1894), del portugués Eugenio de Castro. Posteriormente, en el número 6 del 8 de julio (pp. 11-13), Revista Literaria publicó “Crónica neoyorkina. En Metropolitan Opera House”; en este artículo, firmado con el seudónimo Bohechio, el joven crítico comentó para los lectores quisqueyanos las funciones de la temporada de ópera a las que asistió en the old Met, de Nueva York. Finalmente, el 8 de agosto de 1901 (núm. 7, pp. 6-9) apareció una traducción al español de la escena final del drama Når vi døde vågner (When We Dead Awaken), de Henrik Ibsen. En el breve prólogo que presenta este trabajo con el título “Cuando despertemos”, Pedro Henríquez Ureña afirma que la escena fue “traducida expresamente para la Revista Literaria”.[25]

Así como su hermano mayor, también Max Henríquez Ureña, quien en 1901 tenía sólo quince años, hizo de las páginas de la revista de Deschamps la palestra de su vocación crítica. En el número 7 (p. 10) se publicó su ensayo “Edmond Rostand”, donde comenta el triunfo literario alcanzado por el drama heroico Cyrano de Bergerac. Sucesivamente, en Revista Literaria aparecieron dos trabajos que revelan esa intensa pasión por la música que Max Henríquez Ureña había cultivado desde la infancia: el artículo “Algo sobre Wagner” salió en el número 9 (5 de octubre, pp. 14-15); mientras que “Verdi” se publicó en la décima y última entrega de la revista del 31 de octubre de 1901 (pp. 7-8).

Si regresamos a la carta de Leonor Feltz del 8 de abril de 1901, hay otro indicio que no puede escapar al investigador-detective que intenta examinar la historia intelectual dominicana a través de la lectura de la Revista Literaria. La opinión que Feltz en su misiva le pedía a Pedro Henríquez Ureña sobre los trabajos del certamen nos remite a la segunda entrega (7 de abril de 1901) de nuestra publicación, que estuvo dedicada por completo a los juegos florales y el concurso artístico que la Sociedad Amigos del País había celebrado el 19 de marzo anterior.

La Revista Literaria, que durante su existencia dará constante noticia de la labor cultural de esta asociación, notificó en su segunda salida tanto el dictamen del jurado de Letras (constituido por Federico Henríquez y Carvajal, Américo Lugo y Apolinar Tejera) como el del jurado de Bellas Artes (Antonio Alfau y Baralt y Luis Goussard, entre otros). Al mismo tiempo, se publicaron los trabajos de los escritores que fueron premiados en el certamen: el poema “Dios”, de Rafael A. Deligne (p. 3) y los dos cuentos “Del amor: para una dama de manos bellas”, de Tulio Manuel Cestero (pp. 4-6), y “El amor de los amores (Cuento casto)”, de Rafael Octavio Galván (pp. 6-7).

Según lo que nos cuenta Pedro Henríquez Ureña en sus Memorias,[26] uno de los fundadores de la Sociedad Amigos del País había sido su padre Francisco Henríquez y Carvajal. Esta agrupación cultural constituida en Santo Domingo en 1871 para difundir las ideas liberales y que se volvió un importante vehículo de propaganda del racionalismo positivista de Eugenio María de Hostos, encontró en 1877 su lema en los versos patrióticos del poema La fe en el porvenir, de Salomé Ureña. Entre los intelectuales que tuvieron un papel significativo en las actividades de la Sociedad Amigos del País debemos aquí recordar a Federico Henríquez y Carvajal, Enrique Deschamps, Emilio Prud’homme, Leonor Feltz y Luisa Ozema Pellerano, quien también se educó como maestra en el Instituto de Señoritas de Salomé Ureña.

Por todos los aspectos que se han examinado en el presente artículo, es posible afirmar que la Revista Literaria de Deschamps no fue sólo una prolongación de los encuentros del Salón Goncourt, sino que se encuadra, en términos generales, en ese ambiente literario y patriótico que, como afirma Andrés L. Mateo, fue “una verdadera oligarquía espiritual de la nación dominicana”.[27] Tanto Leonor Feltz como Enrique Deschamps vivieron en primera persona y de forma muy cercana los quehaceres literarios de la familia Henríquez Ureña. Además de compartir sus ideas liberales y políticas, ambos se educaron a partir de esos mismos valores de civilización y alta cultura, de seriedad del trabajo intelectual y educación integral de la persona y de optimismo hacia el porvenir, que Salomé Ureña y Francisco Henríquez y Carvajal habían transmitido a sus hijos.

Esta evidencia es confirmada por dos últimos aspectos que quiero aquí subrayar. Me refiero, antes que nada, al valor significativo de algunas de las fotografías que se publicaron en Revista Literaria. Como la que apareció en la portada del número 4 (22 de mayo de 1901) que retrata al presidente constitucional de la República Dominicana Juan Isidro Jimenes, cuya postura política fue siempre apoyada por la familia Henríquez Ureña; o la fotografía del doctor Francisco Henríquez y Carvajal –nombrado algunos meses antes Canciller en el gobierno de Jimenes– que ocupa toda la portada de la séptima entrega de la revista (8 de agosto); y, finalmente, la foto de la pequeña Camila, hija menor de Salomé Ureña, que se publicó en la página cinco del mismo número.

FOTO 8 – REVISTA LITERARIA, PORTADA DEL NÚM. 4, 22 DE MAYO DE 1901 (FOTO DE JUAN ISIDRO JIMENES, PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA DOMINICANA) / FOTO 9 – REVISTA LITERARIA, PORTADA DEL NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901 (FOTO DE FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL)

 

FOTO 10 – REVISTA LITERARIA, NÚM. 7, 8 DE AGOSTO DE 1901, P. 5 (FOTO DE CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA)

Por otro lado, son sorprendentes, hoy más que ayer, los tonos líricos y los ideales patrióticos que el director Deschamps utilizó en el editorial-programa que abre el primer número de Revista Literaria. El texto, que lleva el título “En la palestra”, es un elogio firme a los entusiasmos de la juventud que desea desarrollar la cultura quisqueyana, una invitación a “los bardos de canciones armoniosas y los cinceladores galanos de la prosa”, así como a “las puras vestales, las amables sacerdotisas de la ciencia”, para que consideren Revista Literaria un espacio donde expresar “anhelos de bien, propósitos de trabajo, ansias de cultura” e “ideales de patriótico altruismo”.[28]

Para concluir, quisiera enfatizar una característica medular de Revista Literaria que denota un hábito, en las estrategias editoriales, poco común para la época. Deschamps decidió que las mujeres tuvieran un papel protagónico en su proyecto, antes que nada como intérpretes críticas y letradas. Su revista publicó los artículos y las poesías de no pocas mujeres movidas por una refinada vocación literaria: apunto, por ejemplo, a Leonor Feltz, Luisa Ozema Pellerano, Virginia Elena Ortea, Mercedes Mota y Dulce María Borrero.

Quizás sobre todo por esta razón, es un homenaje ineludible cerrar este artículo con el recuerdo de Salomé Ureña. De quien fue maestra y referencia ilustre en la historia intelectual dominicana tomo un puñado de versos; salen de un corazón lleno de amor por la literatura y de fe en el porvenir:

 

Atleta infatigable,
del bien y el mal en la contienda ruda,
te alzarás invencible, formidable,
si el entusiasmo, si la fe te escuda.

 

Bibliografía

  1. “Condiciones”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, núm. 7, Santo Domingo, 8 de agosto de 1901, s/p.
  2. Carta de Leonor Feltz a Pedro Henríquez Ureña (2 de enero de 1902), en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, Bernardo Vega, editor, Academia Dominicana de la Historia/Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2015, pp. 89-91.
  3. Carta de Leonor Feltz a Pedro Henríquez Ureña (8 de abril de 1901), en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, Bernardo Vega, editor, Academia Dominicana de la Historia/Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2015, pp. 65-67.
  4. Cesana, Raffaele, “El papel de los Henríquez Ureña en la difusión de Ariel en República Dominicana, Cuba y México (1901-1908)”, en prensa en Latinoamérica: Revista de Estudios Latinoamericanos, núm. 69, 2019, s/p.
  5. Crespo, Regina, “Introducción”, en Revistas en América Latina: Proyectos literarios, políticos y culturales, Regina Crespo, coordinadora, CIALC-Eón, México, 2010, pp. 9-34.
  6. Deschamps, Enrique, “En la palestra”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, núm. 1, Santo Domingo, 23 de marzo de 1901, p. 1.
  7. Feltz, Leonor María, “El apóstol”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, núm. 6, Santo Domingo, 8 de julio de 1901, pp. 2-3.
  8. Henríquez Ureña, Max, “Hermano y maestro (Recuerdos de infancia y juventud)”, en Presencia de Pedro Henríquez Ureña: Escritos sobre el Maestro, Jorge Tena Reyes y Tomás Castro Burdiez, compiladores, Ciguapa, Santo Domingo, 2001, pp. 15-45.
  9. Henríquez Ureña, Max, “Horas de estudio”, Obras completas, Miguel D. Mena, editor, vol. 2 (1899-1910, I), Editora Nacional/Ministerio de Cultura de la República Dominicana, Santo Domingo, 2013, 71-229.
  10. Henríquez Ureña, Max, “Memorias. Diario. Notas de viaje”, Obras completas, Miguel D. Mena, editor, vol. 3 (1899-1910, II), Editora Nacional/Ministerio de Cultura de la República Dominicana, Santo Domingo, 2013, 13-156.
  11. Henríquez Ureña, Max, Panorama histórico de la literatura dominicana, Companhia Brasileira de Artes Gráficas, Rio de Janeiro, 1945.
  12. Henríquez Ureña, Pedro, “El verdadero Ibsen (Del inglés)”, Obras completas, Miguel D. Mena, editor, vol. 1, Editora Nacional/Ministerio de Cultura de la República Dominicana, Santo Domingo, 2013, pp. 303-305.
  13. Henríquez Ureña, Pedro, traductor, Henrik Ibsen, “Cuando despertemos”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, núm. 7, Santo Domingo, 8 de agosto de 1901, pp. 6-9.
  14. Jaime Julia, Julio, compilador, Las discípulas de Salomé Ureña escriben, Secretaria de Estado de Educación/Ciguapa, Santo Domingo, 2001.
  15. Lévinas, Emmanuel, Humanismo del otro hombre, Daniel Enrique Guillot, traductor, 4a. ed., Siglo XXI, México, 2003.
  16. Martínez Paulino, Marcos Antonio, Publicaciones periódicas dominicanas desde la Colonia, 2a. ed. corregida y aumentada, Universidad Central del Este, San Pedro de Macorís, República Dominicana, 1984.
  17. Mateo, Andrés L., “Presentación: Una mirada hacia Pedro Henríquez Ureña”, en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, Bernardo Vega, editor, Academia Dominicana de la Historia/Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2015, pp. 31-36.
  18. Piña-Contreras, Guillermo, “El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”, en Cuadernos de Poética, año VI, núm. 29, Santo Domingo, enero-junio de 2018 (2a. época), pp. 83-103.
  19. Ricoeur, Paul, Tiempo y narración III: El tiempo narrado, Agustín Neira, traductor, 4a. ed., Siglo XXI, México, 2006.

 

Notas

[1] UNAM. Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, Becario del Instituto de Investigaciones Filológicas, asesorado por el doctor Héctor Manuel Perea Enríquez.
[2] Emmanuel Lévinas, Humanismo del otro hombre, p. 77.
[3] Paul Ricoeur, Tiempo y narración III: El tiempo narrado, pp. 802-816.
[4] Ibid., p. 808.
[5] Ibid., p. 961.
[6] Regina Crespo afirma que la materialidad de las revistas es “representada, por una parte, por aspectos de su producción (tiraje, distribución, lectura y recepción) y, por otra parte, por su propia composición gráfica (imágenes, ilustraciones, fotos, colores, tipo de papel, formato, etc.)”. Regina Crespo, “Introducción”, en Revistas en América Latina: proyectos literarios, políticos y culturales, p. 15.
[7] Marcos Antonio Martínez Paulino, Publicaciones periódicas dominicanas desde la Colonia, p. 101.
[8] Ibid., p. 100.
[9] Raffaele Cesana, “El papel de los Henríquez Ureña en la difusión de Ariel en República Dominicana, Cuba y México (1901-1908)”, en prensa en Latinoamérica: Revista de Estudios Latinoamericanos, s/p.
[10] Max Henríquez Ureña, Panorama histórico de la literatura dominicana, p. 277.
[11] Carta de Leonor Feltz a Pedro Henríquez Ureña (2 de enero de 1902), en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, p. 90. Al citar las misivas de Leonor Feltz se respeta la grafía del texto original.
[12] “Condiciones”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, 8 de agosto de 1901, s/p.
[13] Loc. cit.
[14] Pedro Henríquez Ureña, “Memorias. Diario. Notas de viaje”, en Obras completas, vol. 3, p. 48.
[15] Marcos Antonio Martínez Paulino, op. cit., p. 64.
[16] Ibid., p. 117.
[17] Max Henríquez Ureña, “Hermano y maestro (Recuerdos de infancia y juventud)”, en Presencia de Pedro Henríquez Ureña: Escritos sobre el Maestro, p. 31.
[18] Pedro Henríquez Ureña, “Memorias. Diario. Notas de viaje”, en Obras completas, vol. 3, pp. 39-41.
[19] En la base del material recogido por el historiador Bernardo Vega en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, entre el 19 de febrero de 1901 y el 24 de febrero de 1907 Leonor Feltz envió a Henríquez Ureña un total de doce cartas.
[20] Carta de Leonor Feltz a Pedro Henríquez Ureña (8 de abril de 1901), en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, p. 66.
[21] Pedro Henríquez Ureña, “Horas de estudio”, en Obras completas, vol. 2, pp. 75-76.
[22] Véanse Guillermo Piña-Contreras, “El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”, en Cuadernos de Poética, p. 98; y Julio Jaime Julia, compilador, Las discípulas de Salomé Ureña escriben, pp. 57-59.
[23] Leonor María Feltz, “El apóstol”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, 8 de julio de 1901, p. 2.
[24] Pedro Henríquez Ureña, “El verdadero Ibsen (Del inglés)”, en Obras completas, vol. 1, p. 305.
[25] Pedro Henríquez Ureña, traductor, Henrik Ibsen, “Cuando despertemos”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, 8 de agosto de 1901, p. 6.
[26] Pedro Henríquez Ureña, “Memorias. Diario. Notas de viaje”, en Obras completas, vol. 3, p. 24.
[27] Andrés L. Mateo, “Presentación: Una mirada hacia Pedro Henríquez Ureña”, en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, p. 32.
[28] Enrique Deschamps, “En la palestra”, en Revista Literaria: Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, 23 de marzo de 1901, p. 1.