Revista de filosofía

Páginas de acción continental: la revista “América” del Dr. Atl

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Autoras: Rebeca Barquera y Andrea García

(FIG. 1) DR. ATL, SÍMBOLO “CREAR LA FUERZA”

 

Resumen

Entre enero y mayo de 1926, el Dr. Atl fue director de la revista América. Órgano de la Liga de Escritores de América. La revista fue un espacio de encuentro de ideas que pretendía contribuir a la expansión y difusión de la cultura del continente americano, por lo cual generó múltiples reverberaciones en otras publicaciones del continente. En ella, es posible observar las dinámicas de socialización intelectual empleadas durante ese periodo para discutir y crear alianzas ideológicas transfronterizas. América, además, formó parte de un proyecto más amplio del Dr. Atl de crear un grupo de intelectuales, primero en París, luego en Latinoamérica y finalmente en México, que configurará el rumbo de diversos proyectos culturales durante esos años.

Palabras clave: Dr. Atl, revista, América, Olinka, americanismo, intelectuales.

 

Abstract

Between January and May 1926, Gerardo Murillo –also known as Dr. Atl– edited the magazine America. Órgano de la Liga de Escritores de América, which had an ephemeral, but significant life. The magazine was a space of encounter for ideas, aiming to contribute to the expansion of the continental culture and in dialogue with other avant garde publications throughout the continent. In this magazine, it is possible to observe the dynamics of intellectual socialization employed during that period in order to discuss and create cross-border ideological alliances. Moreover, it is part of a larger project by Dr. Atl to create a group of intellectuals, first in Paris, then in Latin America and finally in Mexico, which will shape the course of other cultural projects.

Keywords: Dr. Atl, magazine, America, Olinka, Latin Americanism, intellectuals.

 

Un símbolo fragmentado que produce una sensación de movimiento. (FIG. 1) A partir de líneas cortas y curvas se organiza una estilización del anillo de rayos solares de la Piedra del sol. A través de él, una furiosa corriente de agua aparece y, al chocar con la tipografía, produce una serie de olas que simulan expansión. De huella prehispánica y estructura vanguardista, podemos ver en este símbolo la conjunción de ambas en un dinamismo geométrico. Debajo de él, el lema “Crear la fuerza” se presenta con una tipografía más rectilínea, deliberadamente rústica, en la que se nota experimentación formal con cada una de las letras. El signo alfabético “Z” destaca por la posición invertida y se presenta como una declaratoria visual de la voluntad de ruptura frente a los cánones lingüísticos de la época.

Esta enigmática imagen cierra la edición de abril y mayo de 1926 de la revista América. Órgano de la Liga de Escritores de América, dirigida por Gerardo Murillo, también conocido como Dr. Atl. América inició su publicación en enero del mismo año y contó con al menos cinco números de periodicidad mensual.[1] Si bien su publicación respondía a la organización de una red más amplia de participación, la revista puede también considerarse el cruce de varias facetas del artista: por un lado, su transición desde el proyecto modernista de Savia Moderna, en 1906, hasta la ruta vanguardista que asumirá en 1913, con L’Action d’art en París; y por otro lado, su proyecto de institucionalización de un centro intelectual en la década de los cincuenta.[2]

En este trabajo analizaremos la revista América, como un complejo proyecto editorial cuyos alcances pueden verse entre la voluntad de expresión colectiva y el ejercicio artístico individual. Al declararse el órgano de una asociación de intelectuales americanos, la revista América presenta las agendas políticas de los miembros participantes en el continente y, a su vez, se muestra como punto clave dentro de la trayectoria artística del Dr. Atl, quien la incluirá dentro de la materialización de su proyecto de ciudad ideal.

FIG. 2. DR. ATL, PORTADA DE AMÉRICA, NÚM. 1, ENERO DE 1926.

 

América. Una aproximación

La revista América tenía un costo de 20 centavos y de 2 pesos para la edición de lujo.[3] Fue impresa bajo el sello editorial Cvltvra, con el cual Atl tenía una larga historia de colaboración, desde la publicación de Las artes populares en México, en 1922, e Iglesias de México, editado en seis volúmenes entre 1924 y 1927, uno de ellos en colaboración con Manuel Toussaint, quien también participó en América con textos sobre arte mexicano.[4] Asimismo, la revista incluyó cuentos y narraciones cortas de Juan de Dios Bojórquez, Jaime Torres Bodet y María Luisa Ocampo; poesía de Francisco Monterde y María del Mar,[5] así como textos ensayísticos de Delfino Torijano y Miguel Othón de Mendizábal.[6]

La edición inaugural de la publicación arrancó con una lujosa portada policromática. (FIG. 2) En la parte superior ocupan la superficie una cúpula y una torre, ambas características de las iglesias coloniales mexicanas. Junto a ellas, un edificio moderno de varios pisos, con decenas de ventanas y chimeneas en su techo, cuyo humo acompaña la fumarola blanca que sale de la cima de un gran volcán al fondo. Tanto el volcán, como las sombras que proyectan estos elementos arquitectónicos son zonas azuladas de forma triangular que dan continuidad a una gran pirámide café al centro de la composición. Debajo, la leyenda con el nombre de la publicación y sus datos principales se enmarcan por las letras “A” inicial y final de América, cuyos caracteres fueron delineados libremente. A estas palabras las sigue una serie de elementos geométricos como prismas rectangulares y pirámides de distintos colores que cierran la composición. Pareciera que en la imagen se desarrolla un ejercicio de abstracción en las formas y también una superposición de tiempos. El México moderno se encuentra con lo tradicional, lo colonial y lo vanguardista. Los temas expresados en la imagen ilustran a su vez las temáticas centrales de la revista: las lecturas populares, la planificación urbana, el arte, el indígena y el pasado colonial.

FIG. 3. DR. ATL, PORTADA DE AMÉRICA, NÚM. 2, FEBRERO DE 1926.

La configuración visual de la revista es especialmente destacable por el trabajo de diseño de Atl. (FIG. 3) Por un lado, la labor de confección tipográfica demuestra un fuerte impulso neoprehispánico caracterizado por pesos irregulares y alturas variables en los caracteres, así como ornamentos incorporados al signo tipográfico que siguen la pauta del símbolo Crear la fuerza.[7] Por otro lado, el trabajo de Atl en el diseño de las portadas emparenta a América con algunas de las publicaciones de ese periodo, en las cuales Atl incorporó ornamentos tipográficos, trazos geométricos semejantes y en ocasiones técnicas similares como fue el caso de Óptica cerebral. Poemas dinámicos (1922), de Nahui Olin; Avión (1923), de Kyn Tanilla o Cuentos de todos colores (1936) del mismo Atl (FIG. 4).

Algunos de estos títulos fueron publicados por la Editorial Botas, fundada por el librero y editor Andrés Botas, en 1911. Como ha señalado Marina Garone, dicha editorial se distinguió por la diversidad de propuestas estéticas a las que dio cabida en sus diseños de portada, desde el estilo art déco, hasta las tendencias futuristas o expresionistas.[8] En ese sentido, la labor editorial de Atl se desarrolló en un ambiente propicio para la exploración estilística en las publicaciones impresas, con un sello constante de minucia artesanal sobre las formas tipográficas y la composición visual de la página.

La participación del artista en el mundo editorial no se restringió al diseño, Dr. Atl también fue reconocido como alguien que podría comentar e introducir al lector a problemas teóricos o poéticos. Lo anterior puede verse en su papel de prologuista, como fue el caso con la obra de Luis G. Serrano, Una Nueva Perspectiva. La Perspectiva Curvilínea, en editorial Cvltvra o Del dolor, del misterio, del destino de Fernando Díaz Dufoo en la editorial Botas. Con ello dejamos en claro el importante papel del artista en el mundo editorial, al cual el propio artista criticó: “Los editores en México se conforman con imprimir el libro, mal distribuirlo entre los libreros, y se satisfacen con las vacuas reseñas que semanariamente publican en las ediciones dominicales de los diarios, algunos improvisados y pretenciosos críticos, las que nadie lee”.[9] Con América, Atl parece querer evadir el problema al nivel de la producción y trabajar con las manos en la impresión de cada número, pero al mismo tiempo aprovecha la distribución de una editorial. Se trataba de exponer y circular el pensamiento de los escritores americanos, como lo dicta el programa de la Liga de Escritores de América: “Nosotros haremos brotar de las concavidades del cerebro de las gentes de América la luz que ha de ir iluminando una por una las conciencias de los olvidados. El libro realizará esa obra”.[10]

FIG. 4. DR. ATL, PORTADAS CON DISEÑOS DE LETRAS ORNAMENTADAS.

 

La Liga de Escritores de América

De acuerdo con el programa inicial, aparecido en el primer número de América, la formación de la Liga de Escritores de América tuvo varios intentos de consolidación desde 1914, sin ningún resultado[11] y, simbólicamente, se asociaron los orígenes de la Liga con el movimiento revolucionario mexicano. Finalmente, el 11 de noviembre de 1925, durante una reunión en el Museo Nacional, se concretó la iniciativa con el apoyo de 17 escritores, siguiendo el impulso iniciado meses atrás por el tapatío Luis Castillo Ledón, quien estaba a la cabeza del Museo Nacional; Rubén M. Campos, escritor y musicólogo guanajuatense y Luis Rosado Vega, entonces director del Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán.[12] El objetivo principal de la Liga era la expansión del pensamiento de los escritores americanos. En su proclama, los miembros de la Liga asentaban: “No tratamos de imponer una nueva escuela literaria / ni una nueva escuela filosófica / ni una nueva escuela científica, queremos crear una organización que permita la exposición del pensamiento de los Escritores de América, y que ese pensamiento circule entre todos los pueblos del Continente”.[13]

Para dicha Liga, la revista cumplía un papel fundamental como portadora de las ideas y la producción intelectual de sus participantes. A su vez, el programa anunciaba la creación de un Congreso para septiembre de 1926, en el cual se discutiría la creación de comités y sociedades editoras, la apertura de librerías, así como la necesidad de facilidades de impresión en los distintos países latinoamericanos. Como la definió Atl, la Liga era “una entidad hipotética. El nombre sonoro ampara el principio de una grande idea de renovación universal”.[14] De ese modo, se vislumbraba como una posibilidad promisoria, un proceso que iba iniciando y que, a partir de su expansión continental, podría iniciar una transformación.

Algunos de sus miembros fueron: Emilio Roig Leuchsenring, Jorge Mañach y Max Henríquez Ureña, desde Cuba; Paulino Valladares, de Honduras; Joaquín García Monge, editor de Repertorio Americano en Costa Rica, el escritor Alfonso Cravioto, entonces embajador en Guatemala (1924-1928), el astrónomo Joaquín Gallo y el historiador Manuel Toussaint, entre otros. Sobresale la participación de dos mujeres mexicanas: Catalina D’Erzel y Dolores Bolio.

La recepción de la Liga y su órgano editorial fue amplia. Repertorio Americano anunció su aparición en la edición del 8 de marzo de 1926, donde también publicó su programa base.[15] En Xalapa, Veracruz, el grupo estridentista, que editaba el primer número de Horizonte incluyó el programa-manifiesto, demostrando su apoyo a la propuesta de unidad.[16] Nuevamente en la edición de junio, reiteraron su interés en la publicación.[17]

Del mismo modo, en La Habana, la revista Social reprodujo, en octubre de 1926, una nota de Alejo Carpentier después de su visita a México, en la que analizaba la obra de José Clemente Orozco y en la cual, el cubano incluyó una descripción del Dr. Atl en el local del Comité Organizador de la Liga, Guatemala #47, la misma dirección de la revista:

[…] los gestos secos y nerviosos del ‘Doctor Atl’ poblaban el ambiente de una teoría de ángulos, y su verbo cáustico y certero pirueteaba en defensa de no recuerdo qué idea nueva y audaz —nuevas y audaces son siempre las ideas defendidas por ese viejo, joven entre los jóvenes—, el pintor sonreía distraídamente. Aislado, distante, absorto tal vez ante los torbellinos de su vida interior, me hacía pensar en alguna gárgola meditabunda que asistiera al vano tráfago urbano sin el menor deseo de abandonar el sitial de un cómodo alero.[18]

La relación entre el Dr. Atl y Alejo Carpentier se puede rastrear meses antes. Atl había viajado a Cuba en 1925 para concertar el comité cubano de la revista. Su interlocutor fue Roig de Leuchsenring, miembro del Grupo Minorista y amigo de Juan de Dios Bojórquez, entonces ministro enviado por Calles. Bojórquez organizó un viaje a México con una delegación oficial de políticos y periodistas en la que estaría Carpentier.[19] Parece ser que la amistad aumentó gracias a los paseos organizados por Atl a los museos y los murales de la Preparatoria.[20]

La personalidad del artista y su llamado a la unión tuvo amplia resonancia en Latinoamérica y logró el apoyo de otros grupos y proyectos editoriales. Esto se puede ver en la inclusión del texto “Cinemática Mexicana”, escrito por Atl en el tercer número de la revista peruana Amauta (1926-1930), en el cual, a partir de una crítica al movimiento revolucionario mexicano, Atl promovía el levantamiento y la organización renovadora de las sociedades americanas, afirmando: “El estudio crítico de nuestra productividad intelectual y la creación de los medios para intensificarla, constituyen precisamente uno de los principios fundamentales de la labor que llevará a cabo la Liga de Escritores de América, aprovechando las favorables condiciones que ofrece la República y el gran renacimiento intelectual que se inicia en el Nuevo Continente”.[21]

La exhortación anterior formaba parte de una voluntad extendida entre diversos grupos de artistas, literatos e intelectuales del Continente, por crear redes y organizaciones basadas en una “nueva sensibilidad americana”, cuyo punto de unión residía en una reafirmación de las identidades nacionales, no exenta de tensiones y contradicciones con las posturas cosmopolitas.[22]

 

Diccionario Mexicano

Uno de los proyectos más importantes de la revista fue la propuesta de crear un Diccionario Mexicano, en un gesto de franca ruptura con la Academia Española de la Lengua y su rechazo a la incorporación de arcaísmos mexicanos y voces provenientes del náhuatl. Para impulsar dicho proyecto, el Dr. Atl escribió al Secretario de Educación Pública, José Manuel Puig Cassauranc argumentando que, desde su perspectiva, el diccionario de la RAE no correspondía ya a las necesidades americanas y por lo tanto había que crear algo que pudiera preparar a las generaciones futuras: “Un diccionario no debe ser cadáver ambulante, sino un organismo viviente que exponga cada día el rápido crecimiento del lenguaje”, es decir, se trataba de apropiarse de la lengua y de su estudio. Este interés se había puesto en marcha desde inicios de la década de los veinte en otras latitudes –recordemos El idioma de los argentinos de Borges, ilustrado por Xul Solar o las propuestas del movimiento antropofágico brasileño–, por lo que esta iniciativa de renovación estaba generalizada. Atl cierra su misiva señalando:

La formación de un Diccionario Mexicano dará lugar a la colaboración de todos los países de habla española en el Continente Americano, y será el principio de organización del grande DICCIONARIO CONTINENTAL, que será el que nos sirva directamente a todas las gentes del Nuevo Mundo y al cual tendrán que sujetarse las futuras colonias americanas del Viejo Continente.[23]

Con ello, el proyecto político de asociación con otras naciones americanas se cristalizaba, asentando las bases de identificación en la lengua y la supervivencia de algunas formas lingüísticas provenientes de la época de dominación cultural ibérica. La exhortación era construir lo americano excluyendo lo hispano, volver a lo latino a partir de “la emancipación de la lengua”.[24]

 

Invitación a la acción

En el segundo número de América, Alejandro Sux, seudónimo del escritor argentino Alejandro Maudet, relató los “Antecedentes de la Liga de Escritores de América. Una lucha literaria de París que renace en América”.[25] Ahí expuso su antigua amistad con el artista plástico, remontándose a sus años juntos en Montparnasse, así como su iniciativa conjunta para crear una liga Internacional de Escritores y Artistas a partir de su colaboración en Mundial Magazine (1911-1914), pero sobre todo, de los encuentros entre su revista Ariel (1912-1913) y L’action d’art (1913).[26]

Esta mención nos da la oportunidad de establecer una relación con L’action d’art, periódico quincenal publicado en París, impreso a una sola tinta en formato tabloide. Atl participó en esta publicación junto con ocho escritores que habían estado ligados al dadaísmo, al simbolismo y a otras corrientes y revistas, pero, que ante todo, habían sido participantes de los movimientos anarquistas de principios del siglo XX.[27] (FIG. 5) L’action d’art contó con el diseño del Dr. Atl y un gesto programático de declaración de principios en el primer número en el que establecieron la necesidad de mantener su individualidad dentro del grupo. Así, la importancia de la revista y el grupo que la produjo no radica en la definición de un nuevo estilo o modo de representación, sino en la apuesta por una revolución individual, basada en una búsqueda inventiva, libre y bella, que respondiera a las inquietudes sociales contemporáneas.

FIG. 5. PORTADA DE L’ACTION D’ART.

 

Al regresar a México y después del movimiento revolucionario, el gran regreso del Dr. Atl a la vida cultural lo marcó la exposición de su obra en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1921. Un año después, hubo un intento del artista por revivir el nombre del grupo en una revista y la exposición “Acción de arte”. De la revista no sabemos mucho, sólo que contenía un artículo sobre la experimentación tonal de Julián Carrillo y su sonido 13 y los nombres de algunos de sus colaboradores entre los que se encontraban Genaro Estrada, José Juan Tablada, Nahui Olin y Diego Rivera. En cambio, la imagen de Crear la fuerza, mencionada al inicio, aparece como portada del catálogo de la primera exposición de los grupos de “acción de arte”, en la Escuela Nacional de Bellas Artes (FIG. 6).

Gracias a la prensa de la época, sabemos que la exposición, inaugurada el 19 de octubre de 1922, fue una mezcla de tendencias, de ismos y de artistas que no tuvo buenas críticas, ni fue bien recibida por el público, “un fracaso artístico”,[28] en el que, pese a haber contado con obra pictórica de Orozco, Rivera, Revueltas, Atl y piezas escultóricas de Asúnsolo y Fidias Elizondo, los críticos concluyeron: “nos quedamos, al contemplar tantos cuadros, tan vacíos como antes, tan hastiados como siempre, tan aburridos, tan cansados y tan atormentados…”.[29]

FIG. 6. OTROS IMPRESOS CON EL SÍMBOLO “CREAR LA FUERZA”

Décadas después, Atl recordaría el episodio de la revista América y su participación en la Liga de Escritores Americanos con ese mismo tono de hastío: “Grupos de esta naturaleza están destinados al fracaso porque ni responden a un movimiento revolucionario profundo, ni están sostenidos por una institución oficial. Nuestro espíritu revolucionario era, a fin de cuentas, puramente literario”.[30]

A diferencia de lo que recuerda el artista, el mayor interés de la Liga y la revista América no era meramente literario, sino que, se centraba en la configuración de redes internacionales con los intelectuales de los países del continente. La conformación de comités, contactos y asociaciones apuntan claramente a un proyecto político y social, así como a la consolidación de una artistocracia[31] americana, rasgo frecuente en la práctica artística de Atl, quien fue el primero en organizar grupos de artistas y promover espacios para la difusión de su obra.[32] Así, América fungió como el territorio imaginario sobre el cual se proyectaron las alianzas continentales y los proyectos de emancipación, a la vez que fue el espacio propicio en el que Atl ensayó uno de sus principales proyectos como artista: la ciudad ideal, a la que años después nombraría Olinka.

 

Construir la fuerza americana

Si la revista América evoca vertiginosamente los proyectos e iniciativas colectivas en las que el Dr. Atl participó años atrás, queremos cerrar refiriendo a ese otro momento que América anticipa. En 1952, el Dr. Atl publicó un folleto titulado Crear la fuerza. Consejo Nacional de la Cultura para organizar un grupo de intelectuales dentro de una ciudad. El proyecto contemplaba la integración del espacio urbano al paisaje, la creación de institutos de ciencias que iban del estudio del macrocosmos (el universo) al microcosmos (el cerebro), museos de arte y demás instituciones con la ambición de alejarse de los problemas políticos, movimientos sociales o presiones religiosas. Como dijo el artista, una “idea fantástica de construir una Ciudad en la que habían de reconcentrarse todas las inteligencias del mundo”.[33]

En ese sentido, podría pensarse a la revista América como ese territorio discursivo en el cual Atl postuló los principios de un proyecto continental, colectivo y unido a través de una lengua autónoma. La Ciudad Ideal de Atl, de alguna manera extendió y multiplicó sus alcances en el gran territorio imaginario americano a través de las páginas de su publicación.

La imagen Crear la fuerza se convirtió así, en el símbolo del ideal de configurar un grupo intelectual que guiara el rumbo de la cultura, claro, siempre liderado por el Dr. Atl: en 1922 con la exposición del grupo Acción de arte; después, con la Liga de Escritores de América y por último, en el Consejo Nacional de Cultura. Crear la fuerza representó tanto un modo de entender lo americano desde las formas,[34] como una metáfora sobre las múltiples dimensiones de aquello que estaba en proceso de “creación”, desde el terreno plástico y artístico, hasta el ámbito político y social. Al recuperar la Piedra del Sol con sus rayos solares y aquel glifo del “ollin” que refiere al movimiento, se hacía referencia al mundo prehispánico en continua reconstrucción por el flujo del tiempo.[35] Crear la fuerza era pues, la representación del encuentro cultural en la modernidad americana a partir de la creación de una nueva sociedad, integrada por las grandes mentes de su tiempo.

Si bien América, en 1926, dista aún de plantear ese territorio, en sus páginas se puede observar ya una preocupación por la configuración estética de la ciudad y el papel de la planificación urbana. En el tercer número se incluye el artículo “La planificación nacional” del arquitecto Carlos Contreras en el que expresa la urgente necesidad de llevar a cabo un estudio integral del territorio mexicano, ya no para resolver problemas parciales y fragmentarios de diversas ciudades o zonas del país, sino para solucionar las vicisitudes de la totalidad del territorio. Contreras propone llevar a cabo un estudio, en conjunto con múltiples especialistas, nacionales y extranjeros, que considere factores como la topografía, los recursos naturales, las diferencias entre las zonas productoras agrícolas e industriales, así como los caminos, transportes, comunicaciones y las distintas necesidades de las poblaciones humanas.[36] Este artículo marca una huella del constante diálogo entre el Dr. Atl y Carlos Contreras Elizondo sobre la planificación urbana como una necesidad social. Unos meses más tarde, ésta sería la labor de la Asociación Nacional para la Planificación de la República Mexicana, fundada por el mismo Contreras, que tendría como órgano de difusión la revista Planificación, en la que Atl escribiría la editorial del primer número, aparecido en septiembre de 1927.[37]

Este interés urbanístico se complementa con la sección de la revista América dedicada a la crítica de los concursos de arquitectura en la cual se abordan proyectos como la “Casa para la Alianza de los Ferrocarrileros” o el “Anteproyecto del pabellón de México en la Exposición de Sevilla”, en los números 3 y 4, respectivamente.[38] Luego, con el pasar de los números y las páginas, se pueden observar tanto planos de proyectos arquitectónicos modernos, como fotografías de las pinturas de paisaje de los estudiantes de las Escuelas al aire libre y de algunas edificaciones coloniales, con lo cual América construye un imaginario en el que se pone a discusión la integración de las distintas formas de la ciudad.[39]

Como se ha podido ver, a América la cruzan distintos proyectos. Entre ellos destacamos el interés por formar grupos de intelectuales (ya sean artistas plásticos o literarios), la proyección urbana de la toma de poder cultural y sobre todo, el uso de un proyecto editorial para configurar un espacio crítico y político, frente a las instituciones reguladoras del arte y la lengua, pero ajeno a dinámicas institucionales e intereses de los gobiernos posrevolucionarios.

América, proponemos, fue un vehículo para pensar en las posibilidades liberadoras de lo popular americano, para invitar a la acción, a la construcción y a la organización intelectual y artística, desde un territorio autónomo. América proponía un modelo –de publicación y asociación– más próximo a las organizaciones gremiales que a las tendencias editoriales de su tiempo y más autogestivo que aliado a la formación de instituciones nacionales como lo hicieran otras revistas de esos años como Forma o Mexican Folkways. Dicho modelo se manifestó integralmente en el proyecto editorial, desde su realización material, hasta las iniciativas de circulación y difusión. América es la conjunción de la minuciosa confección visual y tipográfica del diseño, con contenidos e iniciativas de ruptura lingüística y artística y, sobre todo, con el llamado a la unión y el apoyo editorial entre distintos grupos intelectuales del continente, afines a la búsqueda de alternativas en la circulación del pensamiento crítico. América, finalmente, fue una revista, un modelo editorial propositivo que se concibió como un dispositivo poderoso en cuyas páginas se materializaría una cartografía de la búsqueda del encuentro cultural y de la acción continental.

 

Bibliografía

  1. “La Liga de Escritores de América” en Repertorio Americano. Semanario de cultura hispánica. San José, Costa Rica, 8 de marzo de 1926.
  2. “Nos compagnons en idéal”, L’action d’art. Journal, 15 de abril 1913.
  3. “PROCLAMA Del comité ORGANIZADOR de la LIGA de Escritores de AMÉRICA”, Horizonte, núm. 1, abril de 1926.
  4. América. Órgano de la Liga de Escritores de América, Ciudad de México, enero-mayo de 1926.
  5. Cairo, Ana. “Alejo Carpentier, la Revolución Mexicana y la Revolución Cubana” en Cuadernos Americanos, núm. 134, octubre – diciembre 2010.
  6. Carpentier, Alejo. “El arte de Clemente Orozco”, en Social, La Habana, 11 de octubre de 1926.
  7. Corral, Rose. “México y la cuestión americana en las revistas de los nuevos (México, Argentina y Uruguay)”, en Laboratorios de lo nuevo. Revistas literarias y culturales de México, España y el Río de la Plata en la década de 1920. Editado por Rose Corral, Anthony Stanton y James Valender. México: El Colegio de México, 2018.
  8. Atl. “Cuando la cubierta se convirtió en escaparate: Ediciones Botas”, en México ilustrado. Libros, revistas y carteles, 1920-1950. Ed. por Salvador Albiñana. Valencia, Editorial RM / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2010, pp. 310-312.
  9. ¿Quiénes ganarán la Guerra? México: Acción Mundial, 1940.
  10. “Cinemática mexicana” en Amauta. Revista mensual de cultura, Lima, noviembre 1926.
  11. “Crear la fuerza. Consejo Nacional de la Cultura”, folleto, México, 26 de septiembre de 1952.
  12. Gentes profanas en el convento. México: Senado de la República, 2003[1950].
  13. Garone, Marina. “«Diseño y tipografía que forjaron patria», en VV AA, México ilustrado. Libros, revistas y carteles, 1920-1950. por Salvador Albiñana. Valencia, Editorial RM / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2010.
  14. Mark Antliff, “Cubism, futurism, anarchism: The ‘Aestheticism’ of the ‘Action d’art’ Group, 1906-1920”, en Oxford Art Journal, Vol. 21, No. 2, 1998.
  15. Martínez Carmenante, Urbano. “Carpentier. La otra novela” en Dirāsāt Hispānicas. Revista tunecina de estudios hispánicos, núm. 1, 2014. Consulta en línea: http://dirasathispanicas.org/index.php/dirasathispanicas/issue/view/3
  16. Medina, Cuauhtémoc. _______________. “El Dr. Atl y la artistocracia: monto de una deuda vanguardista”, en Versiones del Sur. Heterotopías. Medio siglo sin-lugar: 1918-1968. Editado por Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea. Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2000.
  17. Medina, Cuauhtémoc. _______________. Una ciudad ideal. El sueño del Dr. Atl. Tesis de Licenciatura en Historia. México: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.
  18. Medina, Cuauhtémoc. “Del anarquismo al deicidio: el Dr. Atl y la artistocracia” en Olinka o donde se crea el movimiento. Ciudad de México: Museo Tamayo, 2013.
  19. Ortega, Febronio. “Notas artísticas: El fracaso de la Exposición de Independientes”, en El Universal Ilustrado: Semanario artístico popular, 10 de noviembre 1922.
  20. Pérez Mendoza, Efraín. “La primera Exposición de los Grupos de ‘acción de arte'”, en Revista de revistas, 10 de noviembre 1922.
  21. Villarreal, Evangelina. “María del Mar y el Movimiento Agorista”, en La Jornada Semanal, 21 de julio de 2013. Recuperado del portal en línea: http://www.jornada.com.mx/2013/07/21/sem-maria.html [Visitado el 13 de agosto 2018].

 

Notas

[1] En su autobiografía novelada, Atl menciona la publicación de entre 18 y 20 números, aunque es altamente probable que esta cifra sea imprecisa por la inclinación del artista a alterar sus datos biográficos. Dr. Atl, Gentes profanas en el convento, p. 215. Agradecemos a Mercurio López Casillas las facilidades para la consulta de América.
[2] El breve esbozo de los proyectos editoriales del Dr. Atl pone en evidencia la necesidad de analizar con más detenimiento su faceta como editor y el conjunto de prácticas editoriales que implementó en sus publicaciones. Si bien dicho tema rebasa los propósitos de este artículo, se trata de una investigación en curso que hemos iniciado con el propósito de comprender mejor las relaciones materiales e idológicas de sus distintos proyectos editoriales, así como las redes de asociación que Atl estableció a partir de ellas. Del mismo modo, Rebeca Barquera realiza actualmente su investigación doctoral acerca de la producción artística del Dr. Atl y las distintas redes culturales y científicas en las que se inserta. Ver por ejemplo Rebeca Barquera. La energía cósmica de la materia. La tecnología del atlcolor en La sombra del Popocatépetl del Dr. Atl. México: Tesis de Maestría en Historia del Arte, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2016.
[3] Es notorio que desde el inicio se anunciara la aparición anual de dos número de lujo, lo que nos inclina a pensar que los recursos económicos no representaban un problema y entabla una relación con la práctica editorial finisecular de publicar ediciones de lujo o monotemáticas.
[4] Sus vínculos se pueden rastrear incluso antes. En 1921, la revista México Moderno publicó tres cuentos de Atl que estaban próximos a salir en el libro Las sinfonías del Popocatépetl que formó parte de la Biblioteca de Autores Mexicanos Modernos, bajo el mismo sello editorial. En este sentido, se puede observar un interés por poner a dialogar los autores y publicaciones entre los diversos proyectos editoriales de las Ediciones México Moderno. Asimismo, se da cuenta de la amistad de Atl con el editor Rafael Loera y Chávez en Gentes profanas en el Convento. p. 45 y 190. Para profundizar en la editorial Cvltvra ver Cvltvra 50 años de vida. Los cuadernos literarios, la imprenta, empresa editorial 1916-1966. México: Editorial Cvltvra, 1966. Recientemente Freja I. Cervantes Becerril y Pedro Valero Puertas publicaron La Colección Cvltvra y los fundamentos de la edición mexicana moderna 1916-1923. México: Juan Pablos Editor/Secretaría de Cultura, 2016 p. 9-21. Agradecemos a la Dra. Freja Cervantes y a la Dra. María José Ramos de Hoyos sus comentarios respecto de este tema.
[5] María del Mar, era el seudónimo de Ángela Laura Moll Madariaga, quien poco después formaría parte del Movimiento Agorista. Evangelina Villarreal, “María del Mar y el Movimiento Agorista”, en La Jornada Semanal, 21 de julio de 2013.
[6] Nos interesa la participación de Miguel Othón de Mendizabal en la revista en tanto era una figura importante de la antropología en México y constitutiva para el estudio del arte popular en diálogo con las propuestas del Dr. Atl. Ver por ejemplo “Los animales en los tejidos y bordados indígenas” en la revista Forma. Revista de Artes Plásticas, núm. 3, enero 1927. Atl recordaría “Era Miguel Othón de Mendizábal, fundamentalmente, un hombre de gran empuje, de constante actividad organizada, completamente convencido de la utilidad y de la justicia de sus doctrinas, de sus ideas y de sus ideales, que llevó en alto durante toda su vida por los más diversos caminos de la Ciencia. Su obra […] coloca a su autor en el rango de los más formales investigadores de la sociología, de la arqueología y de la prehistoria. […] Sin pretenciones, sin vanidad, sin miedo; gallardo y galante como un mosquetero de leyenda.” citado por Jesús Silva Herzog, “Miguel Othón de Mendizabal” en Revista Mexicana de Sociología, Vol. 29, núm. 1, enero – marzo de 1967, p. 111-112.
[7] Un estudio pormenorizado de los diseños tipográficos de la primera mitad del siglo XX se puede encontrar en Marina Garone, “«Diseño y tipografía que forjaron patria», en VV AA, México ilustrado. Libros, revistas y carteles, 1920-1950, p. 290-299.
[8] Marina Garone, “Cuando la cubierta se convirtió en escaparate: Ediciones Botas”, en México ilustrado, p. 310-312.
[9] Gentes profanas en el convento, p. 166.
[10] “Liga de Escritores de América”. En América. Órgano de la Liga de Escritores de América, enero 1926.
[11] De acuerdo con el programa inicial de la Liga, donde mencionan sus antecedentes, el primer intento de organizarse fue en octubre de 1914, en una Confederación política, integrada por obreros, militares e intelectuales que tenía como propósito dar la oportunidad de difundir los conocimientos de los participantes. El segundo intento puede datarse en 1915, en la Confederación Revolucionaria, en Veracruz. Un año después nuevamente surgió la iniciativa, entre un grupo de escritores y artistas de la Ciudad de México, que editó el diario Acción Mundial, mientras que en 1921 se dio uno de los primeros intentos por realizar un Congreso Nacional de Escritores, pero fue hasta 1925 que la idea se consolidó. “La Liga de Escritores de América”, en Repertorio Americano, 8 de marzo de 1926, p. 158-159.
[12] A pesar de que hay poca información al respecto, en América se hizo frecuente mención de la gira que Luis Rosado Vega había emprendido en los países centro y sudamericanos para promocionar a la Liga y sumar adeptos, ejemplo de ello es el artículo “Los Principios de la Organización Continental de la Liga de América”, donde se menciona que el escritor ya había instalado los Comités de Cuba, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Argentina y, próximamente, estaría en el Congreso de Washington para continuar con la expansión continental en Estados Unidos y Canadá. “Los Principios de la Organización Continental de la Liga de América”, en América. Órgano de la Liga de Escritores de América, núm. 3, marzo de 1926, p. 5-6.
[13] Idem.
[14] Descripción escrita probablemente por el Dr. Atl en América, núm. 4, abril-mayo 1926, p. 44.
[15] “La Liga de Escritores de América” en Repertorio Americano. Semanario de cultura hispánica. San José, Costa Rica, 8 de marzo de 1926.
[16] “PROCLAMA Del comité ORGANIZADOR de la LIGA de Escritores de AMÉRICA”, Horizonte, núm. 1, abril de 1926, p. 5.
[17] “Notas, libros y revistas”, Horizonte, núm. 3, junio de 1926, p. 47.
[18] Alejo Carpentier, “El arte de Clemente Orozco”, en Social, La Habana, 11 de octubre de 1926, p. 48-50.
[19] Ana Cairo, “Alejo Carpentier, la Revolución Mexicana y la Revolución Cubana” en Cuadernos Americanos. Núm. 134, Octubre – diciembre 2010, p. 73-101.
[20] Urbano Martínez Carmenante, “Carpentier. La otra novela” en Dirāsāt Hispānicas. Revista tunecina de estudios hispánicos. Núm. 1, 2014.
[21] Dr. Atl, “Cinemática mexicana” en Amauta. Revista mensual de cultura. Noviembre 1926, p. 27.
[22] Sobre este tema véase el puntual análisis comparativo de Rose Corral, “México y la cuestión americana en las revistas de los nuevos (México, Argentina y Uruguay)”, en Laboratorios de lo nuevo. Revistas literarias y culturales de México, España y el Río de la Plata en la década de 1920, p. 297-327.
[23] Dr. Atl, “Una carta del Presidente de la Liga de Escritores de América al C. Srio. de Educación Pública”, 7 de mayo de 1926, en América. Órgano de la Liga de Escritores de América, núm. 4, abril-mayo de 1926, p. 9-10.
[24] Así titula su artículo el periodista toluqueño Horacio Zúñiga, aparecido en el tercer número de América. Como Atl, Zúñiga marca una distancia contundente con el castellano peninsular al afirmar: “nuestro fenómeno lingüístico” se distingue de la “fabla hispánica”. Horacio Zúñiga, “La emancipación de la lengua”, en América. Órgano de la Liga de Escritores de América, núm. 3, marzo de 1926, p. 9 y 29. Sería ingenuo creer que se trata de un proyecto que no tuvo sus detractores, por ejemplo en El informador de Guadalajara se escribió “La idea del original doctor no parece haber sido muy bien acogida, y ello se explica por la falta de elementos que hay entre nosotros para dar cima a tan ardua tarea; pero como quiera que sea, el proyecto de Atl, si fuera viable, que no lo es, merecería la ayuda de todos nuestros hombres de letras” en “Sección editorial. Diccionario mexicano.” En El Informador del 17 de mayo de 1926.
[25] Alejandro Sux, “Antecedentes de la Liga de Escritores de América. Una lucha literaria de París que renace en América”, América. Órgano de la Liga de Escritores de América, núm. 2, febrero de 1926, p. 17-18.
[26] Encontramos mencionado a Alejandro Sux y su revista Ariel en “Nos compagnons en idéal”, L’action d’art. Journal. 15 de abril 1913.
[27] Los escritores que formaron parte de L’action d’art fueron Banville D’Hostel, André Colomer, Paul Dermée, René Dessambre, Manuel Devaldés, Tewfik Fahmy, Gérard de Lacaze-Duthiers y Paul Maubel. Este grupo ha sido trabajado por distintos estudiosos como Mark Antliff, “Cubism, futurism, anarchism: The ‘Aestheticism’ of the ‘Action d’art’ Group, 1906-1920”, en Oxford Art Journal, Vol. 21, No. 2, 1998 y Cuauhtémoc Medina, “El Dr. Atl y la artistocracia: monto de una deuda vanguardista.” En: Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea (eds.) Versiones del Sur. Heterotopías. Medio siglo sin-lugar: 1918-1968. (Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2000).
[28] Febronio Ortega, “Notas artísticas: El fracaso de la Exposición de Independientes.” en El Universal Ilustrado: Semanario artístico popular, 10 de noviembre 1922.
[29] Efraín Pérez Mendoza, “La primera Exposición de los Grupos de ‘acción de arte'” en Revista de revistas, 10 de noviembre 1922.
[30] Gentes profanas en el convento, p. 216
[31] En 1940 en el texto ¿Quiénes ganarán la Guerra?, recordó la teoría sobre la superioridad de visión de los artistas aplicada a la política que desarrollaron en L’Action d’art “Un grupo de pintores y escritores que nos reunimos en París para realizar una revolución social, criticamos el absurdo del mundo siempre gobernado por políticos de oficio, gente malévola e interesada, ignorante e irresponsable, y afirmamos que se imponía la dirección por un grupo representativo, el más refinado y el de mayor elevación espiritual, emanación evolucionada de todo medio social — los artistas — llamamos a nuestro movimiento Artistocracia. Afirmamos que los pintores eran los mejor dotados para gobernar a los pueblos y para crear una sociedad totalmente diferente de las que han tenido que sufrir el dominio de la política” México: Acción Mundial, 1940. p. 485-486.
[32] Cuauhtémoc Medina, “Del anarquismo al deicidio: el Dr. Atl y la artistocracia” en Olinka o donde se crea el movimiento. Ciudad de México: Museo Tamayo, 2013, p. 208-246. La investigación más completa hasta el momento sobre Olinka es Cuauhtémoc Medina. Una ciudad ideal. El sueño del Dr. Atl. Tesis de Licenciatura en Historia. México: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.
[33] “Crear la fuerza. Consejo Nacional de la Cultura”. Folleto. México, 26 de septiembre de 1952. En Archivo Gerardo Murillo, Dr. Atl. Caja 7 bis.
[34] En el artículo “La originalidad americana” se estableció que “nuestro espíritu es más fino y sutil que el castellano, nuestra forma es menos realista, de más bella calidad espiritual y nuestra alma está más vertida e imantada en las fuerzas universales, sin perder su sello propio”. “La originalidad americana”, América, núm. 2, febrero de 1926, p. 19
[35] En esa época el texto más importante sobre la Piedra del sol posiblemente haya sido el publicado por el alemán Hermann Beyer titulado “El llamado ‘Calendario Azteca’. Descripción e interpretación del Cuauhxicalli de la ‘Casa de las Águilas’”. Además es importante señalar que la Piedra del sol estaba en exhibición en la Galería de los Monolitos del Museo Nacional, lugar en el que a su vez se originó la Liga de Escritores de América.
[36] Carlos Contreras, “La planificación nacional” en América, núm. 3, marzo 1926, 33-34
[37] Dr. Atl, “Editorial”, en Planificación. Órgano de la Asociación Nacional para la Planificación de la República Mexicana, núm. 1, septiembre 1927.
[38] “Los concursos arquitectónicos” en América, núm. 3, marzo 1926, p. 30-32 y “Los concursos arquitectónicos” en América, núm. 4, abril-mayo 1926, p. 19-26.
[39] En este caso, cabe resaltar el artículo de Manuel Toussaint “La Adaptación de la Arquitectura Colonial al Paisaje Mexicano” en América, núm. 4, abril-mayo 1926, p. 17-18