Resumen
En el presente artículo resaltamos la importancia del concepto de formación para la teoría de la individuación de Gilbert Simondon. Para ello planteamos algunos elementos generales sobre la teoría de la individuación del ser en devenir y acerca de la noción de formación en Simondon. Luego de ello, retomamos la relación que el autor desarrolla entre formación e información, dos conceptos básicos en los que basa su teoría de la individuación u ontogénesis. Finalmente, proponemos algunas implicaciones de estas nociones a nivel psíquico y transindividual, resaltando además la dimensión ética de la teoría simondoniana.
Palabras clave: Gilbert Simondon, individuación, formación, información, ética.
Abstract
In this article we highlight the importance of the concept formation for Gilbert Simondon’s individuation theory. In this aim we explain some elements of the theory of individuation of being that becomes and about the notion of formation in Simondon. After that, we expose what the author articulates about the link between formation and information, two basic concepts for his theory of individuation or ontogenesis. Finally, we present some implications of these notions for psychic and transindividual domain, and we bring out the ethical scope of the Simondonian theory.
Keywords: Gilbert Simondon, individuation, formation, information, ethics.
Inicialmente se contextualizan algunos aspectos sobre la teoría de la individuación del ser en devenir desde la perspectiva de Gilbert Simondon. Se plantea que la individuación es el proceso mediante el cual el ser deviene y da lugar a individuos físicos y vivientes, así como al entorno o medio. Además, existe en el ser una carga preindividual que es en parte indeterminada y permite que el ser se desfase, es decir, que atraviese por distintos niveles desde lo físico hasta lo psíquico y lo transindividual. A su vez, se retoma el concepto de transducción, entendido este como una operación que permite que se den cambios en una estructura.
Para explicar la individuación, Simondon se sirve de los conceptos de formación e información, pues plantea que no ha de entenderse la forma como una realidad inmutable que se impone a las estructuras del ser; más bien la formación es un proceso en el cual se combinan aspectos determinados y aleatorios para producir transformaciones al interior de un sistema que por definición es abierto, que interactúa con otros y dentro de sí mismo. En este proceso, se atraviesa por una serie sucesiva de equilibrios metaestables. En el caso del ser humano, el proceso de adaptación implica una modificación mutua entre los sujetos y su medio, en el cual se realizan modificaciones internas y externas, que pueden ser o no constructivas para el proceso de despliegue del ser.
Es por ello por lo que se finaliza resaltando la dimensión ética de la teoría simondoniana, que consideramos está dada por favorecer la mayor individuación y el despliegue de la carga preindividual de forma constructiva. En el caso de los sujetos, esto implica permitirse participar de lo transindividual de distintas formas a través sus elecciones.
Formación e individuación
Gilbert Simondon (1924-1989) fue un filósofo francés cuyos planteamientos están siendo retomados actualmente, entre otras razones, por su abordaje novedoso del concepto de individuación, asunto ampliamente abordado previamente por la tradición filosófica.
Simondon[1] plantea una teoría de la individuación del ser, partiendo del hecho de que este está en devenir. Para ello, se aleja de las dos vías filosóficas tradicionales para pensar la realidad del ser como individuo: el sustancialismo y el hilemorfismo. Propone que no existe una esencia ideal predeterminada que haga ser a un individuo, ni tampoco este se reduce al encuentro de forma y materia asociado a una única entelequia. En este sentido plantea el autor:
“El principio de individuación es una operación. Lo que hace que un ser sea él mismo, diferente de todos los demás, no es ni su materia ni su forma, sino la operación a través de la cual su materia ha adquirido forma en un cierto sistema de resonancia interna”.[2]
En esta vía el autor propone una ontogénesis, que consistiría en el estudio del devenir del ser. Simondon utiliza el concepto de desfasamiento para explicar este proceso: las fases del ser van desde lo fisicoquímico hacia lo biológico, y luego hacia lo psíquico-transindividual. Además, existe una realidad preindividual tensa y rica en potenciales que lleva una carga de indeterminación asociada. Lo preindividual se despliega y se concretiza en individuos físicos y vivientes, así como en entorno o medio asociado. De acuerdo con Swan[3] la idea de la realidad preindividual como potencial proviene de la definición presocrática de naturaleza, la cual es el apeiron, la realidad de lo posible. Para individuarse, el ser necesita de las individuaciones previas a la vez que de la realidad preindividual o no todavía individuada, que no se logra consumir completamente. Sobre esta realidad preindividual explica Simondon:
“Para pensar la individuación es preciso considerar el ser no como sustancia, o materia, o forma, sino como sistema tenso, sobresaturado, por encima del nivel de la unidad, consistiendo no solamente en sí mismo, y no pudiendo ser pensado adecuadamente mediante el principio del tercero excluido; el ser concreto, o ser completo, es decir el ser preindividual, es un ser que es más que una unidad”.[4]
El individuo es entonces una fase del ser, no la única realidad posible para concebir al ser. La individuación es el proceso mediante el cual el ser se desfasa (deviene) y toma formas variadas según sea el individuo, pero manteniendo una carga de energía potencial que es en parte indeterminada y es susceptible de ser desplegada en grados.
Como ya se dijo, esta energía potencial no se agota en una primera individuación, sino que continúa vigente y permite el cambio en los individuos y en su medio asociado. Además, en el ser existe una tendencia hacia la amplificación (tanto en los individuos como en el medio) que permite posteriores individuaciones. En el caso del ser humano, esta capacidad de amplificación puede llegar a la transindividuación, la cual se asocia a la conexión con lo colectivo como información, a la espiritualidad y a su vez con el despliegue del ser.
La operación principal de la cual se sirve la individuación, que permite que se dé un cambio en una estructura en los distintos niveles de la realidad, y que se propague la información dentro de un campo específico, es la transducción. La transducción es un proceso de traducción y de conversión o modificación de un tipo de energía en otra distinta a partir de la relación existente entre ambos términos. Las estructuras que se generan por medio de la transducción no son inmutables, sino que más bien se caracterizan porque atraviesan por una serie sucesiva de equilibrios metaestables. La metaestabilidad hace referencia a un concepto que va más allá del equilibrio perpetuo, e indica que hay en el ser un proceso dialéctico (de modificaciones mutuas) entre lo que permanece (lo instituido, las estructuras previas) y lo que cambia (lo instituyente, la carga preindividual, las operaciones). En concordancia con lo anterior plantea Simondon que: “El verdadero principio de individuación es mediación, que supone generalmente dualidad original de los órdenes de magnitud y ausencia inicial de comunicación interactiva entre ellos, luego comunicación entre órdenes de magnitud y estabilización”.[5] Y más adelante agrega:
“La concepción del ser sobre la cual descansa este estudio es la siguiente: el ser no posee una unidad de identidad, que es la del estado estable en el cual ninguna transformación es posible; el ser posee una unidad transductiva; es decir que puede desfasarse en relación consigo mismo, desbordarse de él mismo de un lado y otro de su centro. Lo que se toma por relación o dualidad de principios es de hecho despliegue del ser, que es más que unidad y más que identidad; el devenir es una dimensión del ser, no lo que le adviene según una sucesión que sería parecida por un ser primitivamente dado y sustancial”.[6]
La formación es un aspecto fundamental del proceso de individuación, que está referida a la génesis de los individuos y de la individualidad. El individuo es reserva de información que puede propagar a otros al individuarse. Para Simondon: “El individuo es el resultado de una formación; es resumen exhaustivo y puede hacer renacer un conjunto vasto; la existencia del individuo es esta operación de transferencia amplificante”.[7] Esta operación de formación y de amplificación es lo que le permite al individuo crecer y desarrollarse en su entorno o medio, a la vez que transformarlo. A modo de ejemplo de lo dicho, Carlos Mario Henao,[8] a partir de Simondon, relaciona el proceso de individuación del cristal y del ser viviente, en el sentido de que luego de la conformación del individuo, se necesita de cada capa o fase anterior sirva como principio de apoyo para la siguiente individuación. Adicionalmente plantea que en el caso de los vivientes:
“Los cambios o soluciones a los problemas no son simples adaptaciones al medio (adaptación aloplástica) se trata también de modificaciones hechas a sí mismo (adaptación autoplástica), en una relación de continuidad entre medio e individuo. La actividad interna del viviente es resonante con el medio, él mismo se modifica, inventa, crea, construye nuevas estructuras internas, está inmerso en la axiomática de los problemas vitales”.[9]
En el caso del ser humano, luego de una primera individuación biológica, ocurren dos individuaciones recíprocas y simultáneas: una que es interior al individuo, que sería la individuación psíquica y otra exterior a este, la individuación colectiva o transindividual. De acuerdo con Swan[10] la individuación genera siempre a la vez a un individuo y a un sujeto colectivo los cuales se individúan recíprocamente. Como efecto de estas individuaciones, el individuo viviente deviene sujeto: el sujeto es lo que ya ha sido individuado más la carga preindividual, que interviene y se involucra él mismo en la solución de las tensiones existenciales por las que atraviesa, por medio de sus elecciones. Para Simondon[11] el centro de la individualidad se sitúa del lado de la afectividad y la emocionalidad, no en el sujeto de la consciencia como en otras perspectivas psicológicas. Estas funciones afecto-emotivas se combinan con otras referidas a lo perceptivo-activo, y ambas conforman el modo de funcionamiento del psiquismo.
Ahora bien, como ya se mencionó, la operación de transducción, que permite generar cambios en una estructura, se sirve para ello de la información. Veamos en el siguiente apartado algunas puntualizaciones sobre el concepto de información y su relación con la individuación.
Sobre la información
Para explicar la individuación, Simondon[12] se sirve del concepto de formación y también de la información, pues la individuación no consiste únicamente en la adquisición de una forma que se impone a una materia como sugería el esquema hilemórfico. Así:
“Una situación hilemórfica es una situación en la cual no hay más que forma y materia, por tanto, dos niveles de realidad sin comunicación. La institución de esta comunicación entre niveles —con transformaciones energéticas— es el inicio de la individuación; supone la aparición de una singularidad, que se puede llamar información, sea viniendo de afuera, sea subyacente”.[13]
En este sentido, la forma no ha de entenderse como una realidad inmutable y eterna, sino más bien debe ser comprendida en tanto relación y a partir de la carga indeterminada o reserva de energía potencial que permite la transformación de una estructura en otra; o sea, información. En este sentido:
“Liberada del esquema hilemórfico, la noción de forma puede volverse adecuada al carácter polifásico del ser al estructurarse de manera relacional, según la dirección de búsqueda de los teóricos de la forma: esta significación relacional de la forma es alcanzada más plenamente en el interior de la noción de información, con tal de que se entienda la información como significación relacional de una disparidad, es decir aun como problema que sólo puede ser resuelto por amplificación”.[14]
ESQUEMA DE COMUNICACIÓN IDEADO POR CLAUDE E. SHANNON
La información y su modo de funcionamiento es un tema de gran interés en la actualidad para diversas disciplinas tales como la genética, la neurociencia, la psicología, la sociología, entre otros. Informar quiere decir dar forma a algo.[15] Shannon y Weaver, a finales de la década de 1940, propusieron la llamada teoría de la información o teoría matemática de la comunicación,[16] que postula que hay una cantidad cuantificable de “bits” o mensaje que se transmite de una fuente emisora a un receptor por medio de un canal, reduciendo así la incertidumbre. Esta información se modifica de acuerdo con el ruido existente en tal sistema cerrado.
Simondon[17], por su parte, critica el rol pasivo que se le otorga al receptor desde la clásica teoría de la comunicación que, como ya se dijo, entiende la información como una cantidad medible y cuantificable. Simondon comprende la información más bien como una: “Extraña materia inmaterial en la que se basan todos los seres vivos y artificiales […]. La información muestra que las cuatro causas aristotélicas están condensadas en la materia misma y que dar forma, in-formar, le ocurre tanto a lo vivo como a lo artificial sin que la conciencia y la fuerza del hombre sean necesarias”.[18] Adicionalmente, plantea que la información puede entenderse como un punto medio entre la determinación absoluta y la total indeterminación y sólo llega a ser tal en tanto que hay algo que es efectivamente integrado en el funcionamiento de un sistema y produce en él una transformación. En este sentido:
“Ser o no ser información no depende solamente de los caracteres internos de una estructura; la información no es una cosa, sino la operación de una cosa que llega a un sistema y que produce allí una transformación. La información no puede definirse más allá de este acto de incidencia transformadora y de la operación de recepción. No es el emisor el que hace que una estructura sea información, puesto que una estructura puede comportarse como información por relación a un receptor dado sin haber sido compuesto por un emisor individualizado y organizado; algunos impulsos provenientes de un fenómeno de azar pueden activar un receptor determinado tan bien como si provinieran de un emisor”.[19]
Simondon sostiene entonces que la información en cuanto proceso de amplificación puede darse de tres formas: mediante transducción, que como ya se explicó es la propagación de una información que da lugar a la modificación de una estructura y a un desfasamiento; mediante modulación, que sería cuando existe un punto fijo que gobierna la estructura y la informa sin producir un cambio total en la misma; y mediante organización, que es una síntesis de transducción y modulación.
En el caso de los seres vivientes, incluidos los seres humanos, a este proceso de transducción que genera cambios en los individuos y en su medio se le puede llamar adaptación.[20] Simondon critica la noción de adaptación pues considera que en las disciplinas que retoman este concepto como la psicología y la sociología se presuponen los términos individuo y medio como dos realidades distintas y estáticas, con una zona oscura en el medio; y que la adaptación ideal sería alcanzar un equilibrio estable y perpetuo de los sujetos con su medio. No obstante, sostenemos que la adaptación es un proceso de mutua modificación continua y, por ende, no existe un medio completamente inmutable que determina a los individuos, sino que es la relación entre los sujetos y su medio asociado la que permite que se instituyan ciertas normas provisionales o equilibrios metaestables que favorezcan la organización propia y del entorno. Adicional a lo planteado, amplía Simondon:
“Pero la adaptación es posible según dos procesos opuestos: […] el adiestramiento, que desemboca en una conducta cada vez más estereotipada, y en una conexión cada vez más estrecha con un medio determinado. La segunda forma de adaptación es el aprendizaje, que aumenta por el contrario la disponibilidad del ser por relación a los diferentes medios en los cuales se encuentra, desarrollando la riqueza del sistema de símbolos y de dinamismos que integran la experiencia pasada según un determinismo divergente. En este segundo caso, aumenta la cantidad de información que caracteriza la estructura y la reserva de esquemas contenida en el ser; los saltos bruscos sucesivos que se pueden denominar conversiones marcan los momentos en los que habiéndose vuelto demasiado grande la cantidad de informaciones no integradas, el ser se unifica cambiando de estructura interna para adoptar una nueva estructura que integra a información acumulada”.[21]
De acuerdo con lo dicho hasta el momento, consideramos que la información, coadyuvante del proceso de individuación o del devenir del ser, puede ser tomada en dos sentidos: como modulación o adiestramiento, cuando hay un sistema que se ajusta a una forma predeterminada en un proceso que regresa a un estado anterior de organización y no despliega las potencialidades latentes del ser; o como transducción u organización en tanto que la información produce una transformación en un sistema de modo constructivo, pues avanza a una mayor complejización a través de la individuación que incorpora cada vez más realidad preindividual. Simondon soporta lo anteriormente dicho cuando plantea que:
“De hecho, una forma sólo es para el ser una buena forma si es constructiva, es decir si incorpora verdaderamente los fundamentos de la disparidad [disparation] anterior en una unidad sistemática de estructuras y funciones; una realización que sólo fuera una distensión no constructiva no sería el descubrimiento de una buena forma, sino solamente un empobrecimiento o una regresión del individuo. Lo que se convierte en buena forma es lo que aún no está individuado del individuo. […] La resonancia interna del ser es tensión de metaestabilidad; es ella la que confronta las parejas de determinaciones entre las cuáles existe una disparidad que sólo puede volverse significativa a través del descubrimiento de un conjunto estructural y funcional más elevado”.[22]
Apuntes en torno a lo transindividual o psicosocial
Ahora bien, de acuerdo con lo dicho hasta el momento, nos preguntamos: ¿qué implicaciones podemos inferir sobre la formación y la información para la dimensión transindividual o psicosocial del ser en devenir?
Lo característico de la individuación psíquica es que el ser humano, en su proceso de formación e individuación, interviene él mismo como sujeto, mediante las acciones y elecciones que realiza. El sujeto es lo que ya ha sido individuado más la carga preindividual, la cual le permite desplegar sus potencialidades de acuerdo con sus elecciones. Pero esta carga preindividual no puede ser desplegada en un individuo solitario encerrado sobre sí mismo, requiere de otros para su formación, y es por ello por lo que la individuación psíquica y la transindividual son recíprocas y simultáneas. Lo transindividual lo explica Simondon a partir de los conceptos de la psicología norteamericana out-group e in-group:
“La relación de un ser individuado con otros seres individuados puede hacerse sea de manera analógica, coincidiendo el pasado y el porvenir de cada uno con el pasado y el porvenir de los demás, sea de manera no analógica, encontrando el porvenir de cada ser individuado en el conjunto de los demás seres no sujetos sino una estructura reticular a través de la cual debe pasar. El primer caso es el de aquello que los investigadores norteamericanos llaman in-group; el segundo, el de aquello que se llama out-group; ahora bien, no hay in-group que no suponga un out-group. Lo social está hecho de la mediación entre el ser individual y el out-group por intermedio del in-group”.[23]
Lo colectivo puede entenderse entonces como una red que excede a los individuos y que es reserva de información y que permite desplegar la propia naturaleza o carga preindividual. Lo transindividual es una realidad distinta de lo individual, pero es el resultado de los sujetos que la conforman y la relación que estos establecen con objetos técnicos y culturales. De esta forma, a modo de información, es posible que algo de los sujetos permanezca en lo transindividual, aunque en su individualidad estos estén sometidos a la finitud:
“La única chance para el individuo, o más bien para el sujeto, de sobrevivirse en cierta forma es devenir significación, hacer que algo suyo se convierta en significación. Aun allí existe una perspectiva poco satisfactoria para el sujeto, pues la tarea de descubrimiento de las significaciones y de lo colectivo está sometida al azar. Sin embargo, es apenas como información que el ser sujeto puede sobrevivirse en lo colectivo generalizado; participando en la individuación colectiva, el sujeto infunde algo de sí mismo (que no es la individualidad) en una realidad más estable que él. Es a través de la naturaleza asociada que existe el contacto con el ser. Ese contacto es información”.[24]
Ahora bien, la participación en lo colectivo puede darse, de acuerdo con Gil[25] por medio de la tecnicidad y la apertura, que consiste en la posibilidad de disponer de los potenciales humanos a través de distintas obras, que a su vez generen nuevas invenciones y den lugar a la resolución de problemas en distintos entornos y situaciones. El hecho de que la invención la realicen uno o varios sujetos implica que las soluciones encontradas son más que individuales, son saberes que pertenecen a la esfera de lo transindividual. Sobre el carácter amplificante de la invención explica Simondon:
“[…] la invención es ocasión de descubrimiento en materia técnica, pues las propiedades del objeto superan la expectativa; sería parcialmente falso decir que la invención está hecha para alcanzar un fin, realizar un efecto enteramente previsible de antemano; la invención es realizada con ocasión de un problema; pero los efectos de una invención sobrepasan la resolución del problema, gracias a la superabundancia de eficacia del objeto creado cuando es realmente inventado, y no constituyen solamente una organización limitada y consciente de medios en vista de un fin perfectamente conocido antes de la realización. Hay en la verdadera invención un salto, un poder amplificante que sobrepasa la simple finalidad y la búsqueda limitada de una adaptación”.[26]
Ahora bien, de acuerdo con Simondon la invención es el cuarto proceso del devenir de las imágenes: la imaginación se da en principio como anticipación del objeto o del mundo, posteriormente en el encuentro con este hay una imagen que se genera por medio de la percepción y la cognición, y esta, cuando se combina con la dimensión afecto-emotiva puede devenir en símbolo, que a su vez da lugar a la invención; generando igualmente la posibilidad de recomenzar el ciclo. De este modo, la imagen, que Simondon entiende como un “cuasi organismo” que habita en los sujetos, tiende a volverse concreta mediante la invención de objetos técnicos y culturales, pero también a través de comportamientos, prácticas sociales, conceptos, teorías, entre otros.
En este sentido, la formación para Simondon se favorece mediante la participación: a mayor participación (en el caso del ser humano, en la dimensión transindividual), mayor individuación. De acuerdo con lo dicho: “La formación así concebida libera el pensamiento desde la autonomía que diferencia y, a la vez, permite hacer parte de la red con quienes de una u otra manera se encuentra resonancia desde lo común: se diferencia individuándose en la puesta en marcha de capacidades”[27]. También para Gil: “Como dice Barthélémy (2014), Simondon es un filósofo que cree en la capacidad reflexiva para captar el devenir; también, para ayudarle al ser en su devenir. En eso consiste la formación”[28].
Un ejemplo que plantean Vargas y Gil de la figura de agente cultural que desea favorecer la individuación es el maestro, aquel que es “capaz de interrogar lo instituido y por efecto de amplificación transmitir un pensamiento crítico, reflexivo, filosófico, una actitud abierta, plural, no dogmática, necesaria para captar la tecnicidad en sus diversas manifestaciones dentro de una cultura técnica”[29]. En este sentido, al identificar el maestro con una posición reflexiva, indogmática, que favorece el pensamiento crítico y se opone al adoctrinamiento, estos autores se sitúan a favor de la individuación como transducción y organización, y plantean que la labor de formación posee una función dentro de un proyecto político-pedagógico. No obstante, la figura de maestro como agente cultural que favorece la individuación y la amplificación no garantiza la obtención de resultados, ya que son en gran parte las elecciones de los sujetos las que determinan su participación, constructiva o no, dentro de la dimensión transindividual.
En una vía similar a lo anterior, concluimos resaltando la dimensión ética que se deriva de la teoría simondoniana de la individuación, que se basa en la idea del devenir y la tendencia a la amplificación, además de la posibilidad de entender que el ser atraviesa por una serie sucesiva de equilibrios metaestables. Para Gil, la propuesta ética de Simondon:
“[…] consiste en un optimun entre lo optativo y lo que obliga, en medio de la pluralidad de valores y normas incorporadas en interdependencia, que tiene como norte favorecer una continua individuación en las diversas relaciones del hombre con el mundo: entre el hombre y los objetos técnicos como creación mediada por la cultura, entre los hombres orientados a desplegar potenciales comunes en su dimensión transindividual, espiritual, y entre ellos y la naturaleza, en sus manifestaciones física y vital”.[30]
También para el filósofo francés Gilles Deleuze[31] un punto central de la teoría de Simondon es su visión moral del mundo, que se basa en idea de que la realidad preindividual es fuente de potenciales y se mantiene asociada a los individuos, y que esta es susceptible de ser desplegada como información, que puede volverse concreta en su aspecto transindividual y permite establecer comunicación entre niveles dispares del ser. Lo opuesto sería el individuo cerrado en sí mismo, que no se abre a posibles nuevas significaciones en lo transindividual. Para Simondon: “El acto moral es aquel que puede desplegarse, desfasarse en actos laterales, conectarse con otros actos desplegándose a partir de su centro activo único”.[32] Y luego agrega:
“La ética es aquello por lo cual el sujeto sigue siendo sujeto, rechazando devenir individuo absoluto, dominio cerrado de realidad, singularidad apartada; es aquello por lo cual el sujeto permanece en una problemática interna y externa siempre tensa, es decir en un presente real, viviendo sobre la zona central del ser, no queriendo devenir ni forma ni materia. La ética expresa el sentido de la individuación perpetuada, la estabilidad del devenir que es el devenir del ser como preindividuado, individuándose, y tendiendo hacia lo continuo que reconstruye, bajo una forma de comunicación organizada, una realidad tan vasta como el sistema preindividual. A través del individuo, transferencia amplificadora salida de la naturaleza, las sociedades devienen mundo”.[33]
Reflexionar en torno a la importancia de la formación para la teoría de la individuación implicó retomar aspectos conceptuales sobre la individuación, la transducción, la formación y la información.
La formación no es el ajuste una realidad predeterminada, más bien es el resultado de una relación de modificación mutua que se da gracias a la información disponible que genera transformaciones en un sistema determinado.
Concluimos que partir de considerar al ser en devenir, y las formas en las que se puede entender la información como proceso de amplificación, podemos inferir que para el ser humano es posible favorecer su propia individuación mediante la participación en la dimensión transindividual, lo cual al mismo tiempo permitiría el despliegue del ser.
Bibliografía
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Notas
[1] Simondon, La individuación. A la luz de las nociones de forma e información (1a ed.), ed. cit.
[2] Ibid., p. 61.
[3] Swan, Personhood and subjetivation in Simondon and Heidegger, ed. cit.
[4] Simondon, La individuación. A la luz de las nociones de forma e información, p. 27.
[5] Ibid., p. 30.
[6] Ibid., p. 37.
[7] Ibid., p. 282.
[8] Henao, Mediación analítica organizacional, ed. cit.
[9] Ibid., pp. 192-193.
[10] Swan, op. cit.
[11] Simondon, La individuación a la luz de las nociones de forma e información (2° ed.)..
[12] Idem.
[13] Simondon, La individuación a la luz de las nociones de forma e información (1° ed.), pp. 114-115.
[14] Ibid., p. 473.
[15] Diccionario de la Real Academia Española.
[16] Shannon, A mathematical theory of communication, ed. cit.
[17] Simondon, Comunicación e información, ed. cit.
[18] Simondon, El modo de existencia de los objetos técnicos, ed. cit., p. 20.
[19] Simondon, Comunicación e información, ed. cit., p. 139.
[20] Builes et al., Individuación y adaptación: entre determinaciones y contingencias, ed. cit.
[21] Simondon, La individuación a la luz de las nociones de forma e información (2° ed.), p. 454.
[22] Simondon, La individuación a la luz de las nociones de forma e información (1° ed.), p. 304.
[23] Ibid., p. 437.
[24] Ibid., p. 464.
[25] Gil, Individuación, ciencias humanas y humanismo en la teoría de G. Simondon, ed. cit.
[26] Simondon, Imaginación e invención, ed. cit., pp. 192-193.
[27] Vargas et al., Excelencia, excedencia e individuación: el problema de la formación como despliegue de la tecnicidad, ed. cit., p. 77.
[28] Gil, op. cit., p. 95.
[29] Vargas et al., op. cit., p. 77.
[30] Gil, op. cit., p. 90.
[31] Deleuze, Desert islands and other texts, ed. cit.
[32] Simondon, La individuación a la luz de las nociones de forma e información (1° ed.), p. 499.
[33] Ibid., p. 502.