Revista de filosofía

Repensar la vida cotidiana en tiempos del Covid-19

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Autor: Roger Guetta

Resumen

Los efectos de la pandemia reciente generada por el virus SARS-CoV2, causante de la enfermedad Covid-19, hacen necesaria una reflexión filosófica acerca de los cambios producidos en múltiples aspectos de la vida social: sanitario, laboral, económico, educativo, cultural, etc. Desde un enfoque de filosofía crítica poscolonial alineada con el nuevo realismo propugnado por Mauricio Beuchot y un análisis basado en la hermenéutica analógica de la vida cotidiana, se resaltan las debilidades del sistema educativo formal que, por estar centrado en la escolaridad, no alcanza a ejercer un papel relevante en la educación social para enfrentar los tiempos de crisis.[1]

Palabras clave: COVID-19, pandemia, hermenéutica analógica, vida cotidiana, México, pedagogía de lo cotidiano.

 

Abstract

The effects of the recent pandemic generated by the virus SARS-CoV2 (Covid-19) require a philosophical reflection about the changes produced in multiple aspects of social life: health, work, economy, education, culture, etc. From a postcolonial critical philosophy approach aligned with the new realism advocated by Mauricio Beuchot and an analysis based on analogical hermeneutics of everyday life, the weaknesses of the formal educational system to face this time of crisis are highlighted. Those failures are produced because the system is more focused on schooling instead of on everyday life education.

Keywords: COVID-19, pandemic, analogical hermeneutics, everyday life, Mexico, social skills education.

 

Ubicaciones

En los tiempos del Covid-19 (el virus SARS-CoV2 o Severe Acute Respiratory Syndrom 2, según su denominación técnica) la filosofía debe asumir un papel relevante, al ser el universo de argumentación más primigenio poseído para pensar, y en cuanto expresa la conceptuación que tenemos sobre el mundo, la vida y la historia: los ámbitos sustanciales de la realidad.

La pandemia generada por dicho virus, con sus correlatos de cuidado a la salud pública, que en muchos de los países afectados conlleva un confinamiento a la vida privada —sea de manera voluntaria como en México, u obligada incluso con “toques de queda”, en otras nacionalidades—ha creado un espacio-tiempo que nos brinda la oportunidad de pensar. En la vida cotidiana que teníamos, la norma fue la aceleración, la prisa, el deseo inalcanzable de imitar la velocidad de las máquinas cibernéticas; y ahora, de pronto, todo cambia: “lo sólido se desvanece en el aire”, según un texto reciente de Boaventura de Sousa Santos (2020), dándonos la oportunidad de pensar desacelerada y lentamente. Esto, en el ámbito de las personas que reflexionan, es viable.

Si esta primera ubicación es adecuada a la realidad, entonces es posible volver a significar la filosofía —siguiendo las definiciones dadas de inicio— valorando su importancia y buscando simbolizar desde cuál filosofía basamos nuestros argumentos, que a su vez se contextúan en las conceptuaciones que tenemos sobre los tres contornos mencionados: mundo, vida e historia. En un espacio como el que nos reúne en esta publicación, es imposible profundizar en nuestras filosofías, lo que nos obliga a una síntesis apretada para al menos perfilarla, bosquejarla.

 

Bosquejo de la filosofía suscrita

El modo de concebir al mundo, la vida y la historia, los ámbitos sustanciales de la realidad, se autosignifica como básico, elemental, inicial, primigenio, y en este sentido, recobra el sentido histórico de la filosofía, que la identifica como la madre de todas las ciencias, destacando su relevancia como el universo indispensable para pensar.

En segundo lugar, suponemos el sentido crítico de la filosofía, realizando otra recuperación histórica. Desde el establecimiento de la filosofía occidental, la cual nos corresponde en nuestro mundo dominante, los filósofos presocráticos asumieron una posición crítica (en ese entonces contra el pensamiento mítico-religioso), y los filósofos clásicos griegos hicieron lo propio particularmente contra los sofistas, quienes, en su afán comercial, distorsionaban el buen pensar.

Nuestro mundo hegemónico —occidental por el dominio de la historia vigente—, luego de la cultura clásica griega, se desarrolló de diversas maneras y en el helenismo encontramos filósofos críticos de diversos modos, entre los cuales destacan aquellos que buscaron el “cuidado del sí” —tal como el último Foucault dirá— ante el descuido del mundo romano y sus materialismos crecientes, que difuminaban a la persona. En un tiempo gozne entre el mundo antiguo y el medieval, se sitúa un personaje extremadamente crítico que, por serlo, fue asesinado por los romanos residentes en su territorio de vida, a instancias de los poderes del pueblo dominante en Judea. Es claro que tomamos en cuenta a Jesús de Nazaret, un crítico de gran envergadura del mundo judío.

La derrota de este creador provoca que los triunfadores comiencen a generar lo que conoceremos como “cristianismo”, especialmente en el primer concilio de Nicea (319 de N. E.), consiguiendo que el mundo hegemónico que construyen, asociado al poder de los últimos emperadores romanos, produzca un poder Medieval con muy poco pensamiento crítico, dado el predominio de la Iglesia Romana (luego llamada “católica”), que mermará considerablemente dicho pensamiento hasta prácticamente desaparecerlo. La manera crítica de pensar se reactivará en el Renacimiento por diversos medios y modos y llegará hasta la filosofía ilustrada influyendo en los filósofos de la denominada Filosofía Clásica Alemana, que concluye con el filósofo de Tréveris: el ninguneado Karl Marx. Recordemos de estos filósofos a Kant y al mismo Marx, quienes siempre se ocuparon del pensamiento crítico.

Reconstruir este tipo de pensamiento desde el Siglo XIX a la actualidad, nos llevaría por muchos senderos imposibles de recorrer ahora, por lo cual es indispensable realizar otra síntesis apretada, situándonos en el pensamiento crítico poscolonial. El poscolonialismo, y la filosofía que le es propia, tiene ya una historia de casi setenta años, y en este devenir ha producido muchos saberes, conocimientos, aportaciones y corrientes de pensamiento que se pueden sintetizar en una crítica básica: Occidente y sus filósofos realizaron muchas contribuciones importantes, sin embargo, ya es posible ir más allá de ellos, creando y desarrollando una filosofía del Sur, igualmente crítica.

 

La filosofía con la cual actuamos

Concluyendo desde lo dicho, es realista, se nutre de lo mejor de la filosofía occidental (concreta en el pensamiento crítico) y, al ser del Sur, recupera construcciones intelectuales creadas en nuestros entornos culturales, especialmente en la sistematización de una nueva epistemología. Este modo de concebir la práctica científica supone una conceptuación holística (o ecológica, también totalizadora), histórica (con su correlativa conciencia), crítica y ética, lo cual la hace muy útil para pensar el tema asumido en esta comunicación: “Repensar la vida cotidiana en tiempos del Covid-19”, que en sus conclusiones examinará las posibilidades del mundo post-Covid-19, que incluso puedan conducirnos a inventar nuevas estrategias de emancipación cognitiva y de resistencia, para construir mecanismos de mutación personal y social, aprender a mutar, como los virus mutan, como una característica de la vida cotidiana y potencia de transformación para el cambio requerido.

Para refrendar esta idea, trascribimos esta frase del significativo filósofo francés Alain Badiou:

“En cuanto a nosotros, que deseamos un cambio real en los hechos políticos en este país [se refiere a Francia], hay que aprovechar el interludio epidémico, e incluso, el confinamiento (por supuesto, necesario), para trabajar en nuevas figuras de la política, en el proyecto de lugares políticos nuevos y en el progreso transnacional de una tercera etapa del comunismo, después de aquella brillante de su invención, y de aquella, interesante pero finalmente vencida de su experimentación estatal”.

Como resultado de estos factores y por su historicidad propia, nuestra filosofía de referencia es hermenéutica y recupera en particular la hermenéutica analógica de la vida cotidiana, y por ello cobra especial significado en el cambio actual del mundo

 

Las modificaciones producidas por el Covid-19

La grave pandemia generada por el virus SARS-CoV2 inició en su epicentro inaugural con un significativo cambio en la vida cotidiana de las personas que fueron obligatoriamente confinadas en sus casas por las medidas del gobierno chino (tal como sucedió posteriormente en los países en los cuales se efectuaron restricciones similares en la movilidad y limitación de las personas),[2] y luego los cambios fueron trasladándose a otros ámbitos de las vidas de esos Estados, concretándose en trasformaciones en los sistemas de salud, consumo, información, producción industrial y transporte —especialmente el aéreo e internacional, aun cuando no exclusivamente.[3] Desde la dinámica amplia de los medios de transporte el Covid-19 infectó hasta las bolsas de valores, influyendo en los sistemas del capital financiero, hasta llegar a conformar una recesión mundial, como se anunció el sábado 28 de marzo, de acuerdo con diversas agencias informativas, reproduciendo datos del FMI.

Son nítidamente perceptibles las transformaciones generadas por la pandemia en curso, de ahí que se pueda aseverar sin dudas que el mundo será distinto luego del Covid-19, tal como han afirmado importantes intelectuales.[4] Más allá de esta evidencia, es relevante regresar a la característica reciente destacada en la filosofía que nos anima: es una hermenéutica analógica de la vida cotidiana. Las transformaciones señaladas la hacen particularmente significativa debido a que el virus SARS-CoV2 desde el inicio generó modificaciones en la vida cotidiana de los diversos países donde se aplicaron medidas para buscar contener la epidemia; por ello, es importante regresar al significado de la vida de todos los días, en tanto ahora, con sus modificaciones resaltadas (y las que vendrán a consecuencia de la recesión mundial anunciada), las maneras habituales de vivir pueden ser percibidas y reinterpretadas. Esto es así porque sus transformaciones nos sacan de nuestros hábitos, de las maneras de actuar sin una percepción consciente, convertidas en automáticos del hacer, realizaciones sin percepción deliberada ubicadas en la inconsciencia —o quizá la subconsciencia—, o en la inercia de todos los días, que marcan nuestros ritmos diarios y modos de estar y de ser.

 

La importancia de la vida cotidiana

Es de acuerdo con lo dicho, grande y digna de ser tenida muy en cuenta. Luego del Covid-19 en los diversos países las vidas cotidianas cambiarán, y en este asunto hay diversas posiciones claramente expresadas por diversos filósofos, entre quienes destacamos a Slavoj Žižek y a Byung-Chul Han, quienes sugieren futuros divergentes y contextúan adecuadamente las posiciones de otros filósofos como Yuval Noah Harari, Judith Butler, Giorgio Agamben, Noam Chomsky, Roberto Espósito y Jean-Luc Nancy.[5]

Más allá de estas posiciones sobre los cambios en las vidas cotidianas en nuestras naciones, lo importante en este momento del desarrollo de nuestra reflexión es destacar la relevancia de la vida diaria, en tanto expresa una de las proporciones sustanciales de la filosofía desde donde pensamos, que, en el contexto de la filosofía contemporánea, se corresponde con las tesis del nuevo realismo, particularmente en la línea fundada por su creador: Mauricio Beuchot Puente.

El nuevo realismo

Este autor mexicano escribe: “Uno de los pioneros de este movimiento ha sido Maurizio Ferraris, quien ha enarbolado la bandera del «nuevo realismo», y lo han seguido muchos, sobre todo filósofos jóvenes, muy brillantes, como Markus Gabriel, Quentin Meillassoux, Graham Harman y otros, aunque cada uno con un tipo de realismo diferente”. En los diálogos entre Ferraris y Beuchot, quedó claro que el italiano reconoce la preeminencia de Beuchot al formular las tesis del nuevo realismo, por lo que es viable distinguir el realismo beuchotiano frente a las otras corrientes de este movimiento; así, el materialismo analógico, que desemboca o confluye en las tesis de la relevancia de la vida cotidiana.

Es desde estos contextos significativos que nos concentramos en la tesis de que los cambios en el mundo, luego del Covid-19, se expresarán prioritariamente en la vida diaria, y esto en razón tanto de lo sucedido con los diversos confinamientos mundiales, las consecuencias directas en la vida de grandes poblaciones, como en los cambios en la estructura u organización del “sistema mundo”, usando una expresión significativa de Wallerstein.[6]

 

Y ¿qué ha sucedido en las grandes poblaciones de nuestros países?

Si una imagen dice más que mil palabras, de acuerdo con el dicho popular, es conveniente recordar el “cartón” de Helguera del sábado 28 de marzo del 2020, en la página 6 de La Jornada, para interpretarlo en el significado que destacamos como central: las grandes poblaciones de nuestros países fueron arrolladas por el navío de guerra llamado neoliberalismo. Y esta crisis se hace más nítida con la pandemia del virus SARS-CoV2.

“Navío de guerra” es una metáfora surgida del “cartón” de Helguera y expresa bien lo que fue la política neoliberal o del neoliberalismo. Hay bastante información sobre ella y su historia; recordarlas ahora es innecesario y es mejor ofrecer una interpretación sobre estos asuntos.

El neoliberalismo fue puesto en operación política desde los gobiernos de M. Thatcher y R. Regan, y tenía como meta central impulsar al capital financiero vía una reactivación de los mercados internacionales, con una renovada competencia entre las grandes empresas transnacionales que, aprovechando sus capitales productivos, asumieron proyectos financieros centrales para el desarrollo, consolidación y apogeo del capital, operando desde las bolsas de valores a través de los circuitos de los préstamos internacionales y las dinámicas de los interés generados por estos empréstitos. Esto es: el conjunto del capital financiero, operado vía los bancos mundiales, el Fondo Monetario Internacional y subsidiariamente una organización internacional del comercio, con el nombre de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esta política del Poder Transnacional —expresión del capitalismo imperial que luego se llamará “globalizado”— estaba destinada a su auto fortalecimiento y al debilitamiento de lo que llegamos a conocer como el Estado del Bienestar o Benefactor. Una de sus metas explícitas era el debilitamiento de los Estados nacionales y el impulso de las maneras capitalistas en los países, donde simultáneamente promovían la “competencia del mercado”, concretada con las privatizaciones que pudieran alcanzar.

Con estas referencias, resaltamos las vidas nacionales y los procesos “macro” de las organizaciones estatales e internacionales. Estas se ubican en el gran espacio del conjunto mundial y pueden irse particularizando en estructuras u organizaciones intermedias —o medias—hasta llegar a los niveles “micro”, donde se concreta la vida cotidiana, el hacer de todos los días. En cada uno de estos niveles operó el neoliberalismo, introduciéndose en muchos de nuestros horizontes “meso” e incluso, en las vidas cotidianas, donde las políticas neoliberales, a nivel de los países, impulsaron las micro-empresas para que cada quien tuviera su “changarrito”. Lo relevante era hacer dinámicos los mercados y esto a través de la “competencia”.

Las privatizaciones importantes en el actual contexto

Hagamos un recuento de las diversas privatizaciones conseguidas por los agentes neoliberales en los países donde actuaban, signados con triunfos diferenciales. En algunos territorios consiguieron mayores logros que en otros y, en general, buscaron y lograron privatizar los sistemas de salud o disminuirlos para beneficiar los capitales privados dedicados al “cuidado” de la salud de las poblaciones. Esta línea debería indagarse por países, sin embargo, se puede aplicar a muchos.

En la actual crisis del Covid-19, al darse una pandemia a gran escala,[7] los sistemas de salud de los países donde el neoliberalismo penetró significativamente (paradigmáticamente, Italia), se vieron de inicio abrumados y luego claramente superados, si tomamos en consideración diversas informaciones de prensa y en especial la carta difundida en “Médicos de un hospital en Italia: La epidemia en Bérgamo está fuera de control”.[8]

Entonces, ¿qué ha sucedido en las grandes poblaciones de nuestros países? La consideración inicial sobre el avasallamiento del neoliberalismo sobre nuestras poblaciones como consecuencia de sus políticas favorables a los grandes capitales la circunscribimos ahora a los efectos sobre esas poblaciones de la pandemia del Covid-19, que crea una gran crisis en los sistemas de salud, con los daños y muertes que conlleva, ilustrados por las cifras que ofrecen diversas agencias, entre ellas la Organización Mundial de la Salud.[9]

 

Más allá de los daños en la salud

Hay que destacar otros, como por ejemplo en la economía de gran parte de las amplias poblaciones de los países afectados por el virus SARS-CoV2, y en particular de las personas que se sumaron a los proyectos neoliberales colocando sus propios negocios e incluso pequeñas empresas que, ante la reclusión de las poblaciones en sus casas, voluntaria o necesariamente, perdieron clientes y/o consumidores. Otra parte de la población que resintió los daños fueron los empleados de las empresas o los “trabajadores independientes” que, o bien fueron enviados a casa sin el disfrute completo de su salario o, al quedarse sin fuentes de ingreso por ser “freelances”, quedaron en la precariedad laboral o directamente en el desempleo.

 

Un balance indispensable

La respuesta a la pregunta ¿qué ha sucedido en las grandes poblaciones de nuestros países? considera los estragos del avasallamiento del neoliberalismo,[10] más perceptibles ahora por la pandemia, sobre todo por sus efectos económicos, los cuales, según expresamos, afectaron drásticamente a las poblaciones trabajadoras —y en general a las más pobres del mundo—, sin dejar indemnes a importantes sectores de pequeños capitalistas y gobiernos nacionales nuevamente endeudados por la crisis, como por ejemplo, Argentina, Ecuador, Haití, Honduras, Panamá y Paraguay.[11]

En resumen: la respuesta a la pregunta reiterada está claramente contestada. La realidad resaltada es poco halagüeña —usando una palabra suave— ante la tragedia y el drama producido por los efectos del neoliberalismo en los tiempos del Covid-19. Entre estos efectos se encuentran sin duda las sociedades débiles que ha producido esta política capitalista-imperialista, incluyendo la capacidad de respuestas cognitivas, como pronto apreciaremos. Las realidades resaltadas son terribles, sin embargo, es prudente profundizar un poco, destacando otros contextos también descubiertos por el virus SARS-CoV2, que hace patentes otros factores de la vida internacional y que pueden resaltarse con una comparación histórica, examinada con el subtítulo de:

 

La pandemia de la “peste negra”

La “peste negra” fue una pandemia que asoló a Europa entre los años 1347 y el 1351 y, que de acuerdo con Victor Davis Hanson,[12] mató más personas juntas que la gran plaga de Atenas (430–29 a N. E.) o la plaga bubónica que asoló a Constantinopla entre los años 541 y 542 de nuestra era. Según este autor, esta peste afectó, al menos, alrededor de “50–80 millones de habitantes” (p. 17). Otras publicaciones también refieren esta circunstancia, por ejemplo, en la revista de National Geographic, leemos:

“A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII). Desde entonces la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de viaje de la población europea, hasta su último brote a principios del siglo XVIII. Sin embargo, el mal jamás se volvió a manifestar con la virulencia de 1346-1353, cuando impregnó la conciencia y la conducta de las gentes, lo que no es de extrañar”.[13]

En esta misma fuente encontramos el dato sobre la población estimada en Europa por aquel entonces: “En términos absolutos, los 80 millones de europeos quedaron reducidos a tan sólo 30 entre 1347 y 1353”.

La “peste negra”, “peste bubónica o muerte negra (Black Death)”, se difundió en Europa a través del incipiente comercio de la por aquel entonces novedosa burguesía, a través de las ratas transportadas en barcos e incluso, los “carretones” de mercancías, y su propagación estuvo asociada al movimiento de mercancías y de las personas que huían de las ciudades, buscando la protección en los espacios rurales. Esta circunstancia histórica es muy similar a la acontecida con la propagación del Covid-19 desde su origen en Wuhan, con una diferencia central: la difusión del virus SARS-CoV2 se dio de manera acelerada, de forma transnacional y rápidamente se extendió a todos los continentes; mientras que la peste negra fue un terrible acontecimiento europeo, entre otros factores, por la falta de un mercado mundial, como es el que creará el capitalismo y especialmente el “globalizado” o imperial.

Los datos anteriores favorecen diversos análisis y se ofrecen para reflexiones posteriores, pero por ahora para centrarnos en esta tesis: el número estimado de decesos durante la peste negra puede calcularse en millones de personas y, más allá de estos tristes fallecimientos, se puede pensar también en los efectos económicos. Estos, dada la extensión, profundidad e interactividad del comercio europeo de aquel entonces (la Ruta de la Seda ya existía, sin embargo, todavía estaba lejos de significar un “mercado mundial”), fueron graves para Europa (cierre de talleres artesanales, clausura de rutas comerciales, merma en el consumo, y acumulación de capitales), pero de ninguna manera similares a las afectaciones económicas producidas por el Covid-19.

Los fallecidos a causa del virus SARS-CoV2 son menos que los producidos por la peste negra, pero sus efectos han generado mayores consecuencias económicas en todos los órdenes de actividad, tomando en especial consideración el número de personas afectadas, las nacionalidades involucradas y los efectos financieros que aún deben investigarse con mayor detalle.

Los datos históricos resaltados nos permiten realizar algunas comparaciones sobre los efectos de las pandemias, que, además de los daños en la salud fisiológica de las poblaciones, también comportan efectos en la salud mental y en los sistemas cognitivos de las personas, como examinaremos en el subtítulo siguiente:

Conocimiento, ignorancia y educación en los tiempos del Covid-19

El conocimiento es el registro poseído sobre la realidad. Desde los significados del nuevo realismo, la realidad es triangular: uno de sus lados —el primero y/o primigenio, primordial según el materialismo analógico— es la naturaleza; otro es el mundo (lo construido por el ser humano) y el tercer lado es la interconexión entre la naturaleza y el mundo, creadora del conjunto de lo real, acontecimiento entrecruzado con el tiempo y el espacio, como bien sabemos.

La metáfora del triángulo de la realidad es, como toda imagen, de un significado aproximativo e indicativo, que nos acerca a la composición del ser y favorece buscar, con la aproximación geométrica, una referencia central en el triángulo: su creador, el ser humano que, desde la poiésis y la praxis sobre la naturaleza, construye el mundo y establece las posibilidades de la interconexión naturaleza-mundo, generadora de lo real. Y este vínculo se logra primigeniamente a través del registro que el ser humano tenga de lo real, donde él mismo debe incluirse pues es su centro productivo y senso-significante.

Al respecto de estas ideas, es relevante trascribir un razonamiento de David Harvey, que escribe:

“Durante mucho tiempo había rechazado yo la idea de «naturaleza» como algo exterior y separado de la cultura, la economía y la vida diaria. Adopto una visión más dialéctica y relacional de la relación metabólica con la naturaleza [es decir, la impulsada por el materialismo analógico]. El capital modifica las condiciones medioambientales de su propia reproducción, pero lo hace en un contexto de consecuencias involuntarias (como el cambio climático) y con el trasfondo de fuerzas evolutivas autónomas e independientes que andan perpetuamente reconfigurando las condiciones ambientales. Desde este punto de vista, no hay nada que sea un desastre verdaderamente natural. Los virus van mutando todo el tiempo, a buen seguro. Pero las circunstancias en las que una mutación se convierte en una amenaza para la vida dependen de acciones humanas”.

El conocimiento es central en el manejo de lo real y en la medida del paso del tiempo. Desde su aparición, los saberes van adquiriendo diversas proporciones, integraciones y niveles de conformación, con sus propias formas de transmisión y, por tanto, de reproducción. Los conocimientos más cercanos a la vida cotidiana se divulgan en su misma dinámica y carecen de la necesidad de una transmisión sistemática, asociada al trascurso temporal y a la reflexión. Las sapiencias que trasciende la vida diaria sí exigen estas maneras de construcción y se asocian con la buena educación, incluso del saber profesional, científico y/o genérico, filosófico.

 

El conocimiento en la historia

Las tesis iniciales expuestas son adecuadas y legítimas en una consideración filosófica del conocimiento, y pueden ser particularizadas a través del saber en la historia, recurso que se concreta en las culturas que debemos considerar, buscando un saber de lo concreto. Ante la imposibilidad de considerar en este espacio ni siquiera un bosquejo del tema anunciado en este subtítulo, nos centraremos en el significado de la cultura global que nos es propia en el mundo actual, correspondiente al modo de diferenciación frente a lo natural e inmediato —la cultura—, que denominamos Occidente.

Autor: Roger Guetta

El Occidente

Es una realidad cultural conformada para el mundo actual en el devenir iniciado desde la sociedad de la Grecia antigua, su desarrollo en la conquista político-militar del Imperio Romano sobre los espacios griegos y el período helenístico, que bajo el dominio romano integró muchos lugares del continente europeo, con presencia prioritaria en torno al Mar Mediterráneo y sus costas, juntos a los países de esos lugares. Esta geografía inicial de Occidente es crucial, pues desde ella —y en concreto de los territorios de la antigua “Asia menor”, donde florecieron parte de los filósofos presocráticos, y en particular del actual territorio Palestino-judío— surge una subcorriente cultural que, a lo largo de la historia, se convertirá en central y en algunos momentos, hegemónica en Occidente: el cristianismo.

Desde estos orígenes antiguos Occidente se va conformando (incluido el paso por la llamada Edad Media) hasta llegar a los inicios de la modernidad, cuando desde los albores del Siglo XI de nuestra era, los siervos de la gleba comienzan sus procesos de liberación del Poder Feudal, hasta que en el tiempo que hoy llamamos “moderno” se constituye el capitalismo, entendido como producto no intencional, pero real y concreto, de estos primeros tiempos posfeudales. Éste será el modo de producción y apropiación dominante en los últimos siglos y la fuerza central para la producción del saber hegemónico, su difusión y transmisión, en gran parte, como conocimiento profesional, científico y/o genérico, asociado a la educación formal y/o escolar.

El conocimiento cotidiano en el capitalismo

Si el conocimiento sistematizado en alguna de sus formas se asocia a la producción y distribución de la educación formal, el saber diario tiene otra génesis y dinámica. Surge de la vida frecuente, de sus procesos y contextos y está influido por el modo general de vivir; en la modernidad, la manera capitalista. Como es un saber fácil, directo, inmediato, irreflexivo e instrumental —entre otras características—, reproduce fácilmente las maneras de operación de la estructura u organización capitalista, convirtiéndose en un caldo de cultivo de los virus cognitivos, favorables a significar bien el título de:

La “Sopa de Wuhan”

Con este nombre se publica el libro Sopa de Wuhan – Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia, difundido con fecha 31 de marzo del 2020 del cual se afirma que: “es una compilación de pensamiento contemporáneo en torno al COVID 19 y las realidades que se despliegan a lo largo del globo”.[14] Aprovechamos ahora esta compilación de heterogéneas comunicaciones de diversos intelectuales, para resaltar el caldo de cultivo de los virus cognitivos, como otra metáfora útil para pensar en el conocimiento cotidiano en los tiempos del capitalismo, especialmente en los del capitalismo globalizado o neoliberal.

Uno de sus autores —Slavoj Žižek—, publicó un artículo ya muy difundido, donde sostiene tesis similares a la que acabamos de resaltar, con el nombre de “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”.[15] Las tesis de Slavoj Žižek le permitieron escribir y publicar inmediatamente el libro referido en la nota.

El conocimiento cotidiano es propio de la vida diaria y surge directamente de ella, por lo cual es clara expresión de la época donde se genera. En los tiempos del capitalismo, dicho tipo de conocimiento se concretó como la forma de vivir de todos los días, siendo el saber cotidiano incuestionable, legítimo, como debería ser, y claro está, bueno. Por ser directo, inmediato e irreflexivo, ese conocimiento omitía cuestionar lo extracotidiano y, dada su dinámica, podía albergar fácilmente significados que, al ser errados, pero válidos para sus portadores, adoptaban la forma del pensamiento idólico, o regido por ídolos; en pocas palabras, malas o erróneas comprensiones. En los tiempos del Covid-19, estos pensamientos pueden expresarse con el nombre de conocimiento viral.

La dinámica del pensamiento idólico

El desarrollo a fondo de este tema da para mucho, no obstante, ahora es importante limitarlo a esto: el conocimiento centrado en el saber cotidiano contiene saberes que no se cuestionan y son tomados cómo válidos y legítimos, favorables a la acción inercial de la vida que le es propia, y que, especialmente en la modernidad, reprodujeron sin cuestionamientos la enajenación capitalista, y aún de manera más grave, sus fetichizaciones, incluso en la forma de “animismos”.[16] Sus conceptuaciones están trastrocadas y ocultan lo bueno de la vida, reemplazado por los significados del capital, particularmente el valor del dinero y el triunfo singular, refrendador del individualismo.

En el tiempo del despliegue del neoliberalismo —para la fecha, casi cuarenta años— la enajenación y fetichización capitalista se recrudecen, disminuyendo el saber favorable a la vida e intensificando el aislamiento y la ignorancia. Estas realidades fueron el caldo de cultivo que evitaba criticar y cuestionar el modo de vivir capitalista y favorecieron la aceptación de las prácticas de sus agentes, en especial, las privatizaciones efectuadas en muchos países, las cuales se tornaron letales al momento de la atención al SARS-CoV2 y la enfermedad que produce: el Covid-19.

En otras palabras: las grandes poblaciones de nuestros países, regidas por el pensamiento idólico, estaban sin preparación para enfrentar la crisis del SARS-CoV2 y, por consecuencia, fueron diezmadas inmisericordemente tanto en la salud —fisiológica y mental— como en sus economías. Esta situación puede ilustrarse de diversos modos, entre ellos el más dramático se concreta en la falta de respuesta de las poblaciones nacionales a los llamados para la reclusión voluntaria en casa, que para el caso de México se expresó con la campaña de Susana Distancia. Esta circunstancia puede hacerse patente por ejemplo en las imágenes tomadas por el fotógrafo Alfredo Domínguez y publicadas en La Jornada, el sábado 10 (página principal) y el domingo 11 (p. 29) de abril de 2020 que presentan la gran cantidad de personas asistentes a los alrededores del mercado de pescados y mariscos de “La nueva Viga”, ubicado en la Ciudad de México.

El pensamiento idólico es irreflexivo e inercial, de ahí que la gente de la calle, esto es, el ciudadano de a pie, la persona común y corriente, tuviera tantas dificultades para seguir el lema de “¡Quédate en casa!” reiterado hasta la saciedad por las fuentes gubernamentales mexicanas, con el fin de evitar la saturación de los servicios médicos de atención al Covid-19 y los fallecimientos por la enfermedad. Esta situación nos conduce a otro asunto relevante, examinado en el apartado siguiente.

Ignorancia, conocimiento y educación

La tesis del pensamiento idólico como una característica central del conocimiento cotidiano es relevante si significamos que lo idólico es antónimo de lo icónico, entendiendo que éste último saber es el bueno. Esto se entiende en tanto el ícono capta la realidad exterior indicativamente, sin distorsión, y es favorable para establecer el sentido de lo percibido. La tesis es clara: el buen saber debe captar la información iniciada en lo exterior, figurándola icónicamente, para que su significado sea indicativo y sustancia del sentido orientador sobre el ser de lo percibido. De darse esta génesis del conocimiento, tendríamos uno bueno para operar en la realidad.

No obstante, esta génesis de conocimiento es más difícil de lo deseado y opera con su propia dinámica, lo cual nos lleva nuevamente a distinguir entre el conocimiento cotidiano y el extranatural, por sistemático, reflexivo, consensado y perdurable. Esta precisión conduce a recordar, sin embargo, que el conocimiento cotidiano es adecuado a la vida diaria y que en este nivel es válido, legítimo y útil, apropiado para operar en el día a día y por tanto en una cotidianidad establecida en un espacio territorial preciso.

El asunto es que, en ocasiones, hay grandes transformaciones en las vidas cotidianas —generadas quizá por conflictos bélicos o, actualmente, por una gran pandemia— que desestabilizan el conocimiento cotidiano habitual (por darle una característica reiterativa), poniéndolo igualmente en crisis y generando con ello diversos y múltiples problemas para las personas que lo mantienen. Esta realidad ha sido ilustrada en los ejemplos anteriores del comportamiento personal de aquellos que incumplieron las peticiones del gobierno mexicano para quedarse en casa. Con ello, las personas no solo se expusieron en lo individual, sino que potenciaron el colapso de los sistemas de salud, que no están preparados para la emergencia dado el desmantelamiento realizado por el neoliberalismo con sus privatizaciones de los recursos sanitarios nacionales, favorables a la atención privada de la salud.

Esta situación nos conduce al asunto de la ignorancia

La reflexión iniciada aquí nos sitúa en los tipos de conocimiento con los cuales operamos dependiendo de la vida que nos toca vivir. Simultáneamente, postula la tesis de la ponderación del saber, centrada en la captación de lo exterior —o significativo, pues ello puede ocurrir en el interior de una persona y/o un colectivo—, a través de una capacidad de identificación icónica apta para darle un sentido realista a lo registrado. En los tiempos “normales” de la vida, es decir, en el devenir donde el cambio es mínimo o todo se conserva sin “diluirse en el aire”, es innecesario realizar una ponderación de las maneras con las cuales interpretamos la realidad, pues éstas son igualmente habituales, permanentes.

La necesidad de valorar nuestras formas cognitivas se hace perentoria al darse cambios radicales y extremos en la vida cotidiana. Al suceder esto, requerimos de un nuevo saber capaz de interpretar icónicamente lo exterior y/o significativo, ya que es indispensable interpretar la vida realistamente, sin idolicidad, para el caso, sin trastrocar su significado, pues hacerlo traerá consecuencias graves.

Líneas atrás dijimos que la realidad es más difícil de lo deseado y opera con su propia dinámica, y esta afirmación nos conduce a un asunto complicado: la génesis del buen saber. Como la realidad es más ardua que lo deseado, conviene subrayar las dificultades para elegir el tipo de pensamiento con el cual actuar, y esta opción requiere de la actividad de la conciencia, del ser consciente. Por esto debemos avanzar a otro apartado.

El complicado papel de la conciencia

La conciencia, en la especie humana, es tanto el estado propio de la vigilia, el estar despiertos, como la capacidad de reflexionar para generar un saber diferenciado. Esta aptitud de diferenciación surge del indispensable proceso de maduración de la especie y de sus individuos, y se asocia con las diversas etapas y períodos señalados por los psicólogos del desarrollo. Como hay bastante conocimiento al respecto, podemos dar por sentado que, de contar con una maduración completa, el adulto joven está capacitado para ejercer la conciencia, entendida como realización de su capacidad de diferenciar, distinguir, y de suyo, valorar, el modo de vivir por el que tiene que optar.

En el contexto de este artículo, la opción se debe aplicar en la elección entre el pensamiento icónico y el idólico; y allí es donde surge de manera especial la dificultad frente a la realidad, pues la conciencia es un bien escaso, y más si también introducimos el asunto del inconsciente. La falta de conciencia de amplios sectores de los países afectados por el Covid-19 generó una gran cantidad de muertes, ya que las personas —dada su poca conciencia, o incluso, su falta de ella— fueron incapaces de alejarse de su antiguo pensamiento cotidiano (quizá con muchos ídolos, producidos por diversas historias, hasta situadas en el inconsciente colectivo junguiano), para asumir renovadas consideraciones cognitivas, que les podrían haber protegido de los contagios.

La tesis recién expuesta puede ser útil para interpretar una parte de lo acontecido durante la pandemia del virus SARS-CoV2, y así, avanzar a otra profundización en la actual reflexión, distinguiendo entre:

Ignorancia y educación

En el diario La Jornada del jueves 2 de abril del 2020 en la parte dedicada a la “Pandemia”, página 6, en la noticia “Algunos aún no asimilan la emergencia sanitaria”, redactada por Fernando Camacho Servín, encuentro un texto magnífico para ilustrar mis tesis. En este lugar leemos:

Una de ellas [de las personas que pasean por el Parque de los Venados de la Ciudad de México, “apenas unas horas después de que el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, repitiera con un énfasis inusitado: “quédate en casa”] es Daniela (…), empleada de un call-center, quien junto con dos de sus compañeros se relaja en una banca, ajenos todos a los superpoderes de «Susana Distancia».

“Sinceramente yo no creo en esto, en la situación que está pasando. Con la influenza pasó lo mismo; creo que hay más muertes por diabetes, por hipertensión o por accidentes de carro. La verdad esto como que no me afecta”, dice con tranquilidad la joven de 23 años.

–¿Y no te sientes con miedo?

–No. Al contrario. El contacto físico no lo puedes evitar en el Metro y en el transporte. Todos tenemos higiene, pero estas medidas de que no salgas de tu casa, pues tampoco…”.

Daniela “N”, según el dato del periodista, tiene 23 años y al trabajar en un “call-center” debe haber tenido alguna escolaridad; es viable por tanto suponer un tránsito por la Escuela. En el deber ser, Daniela debería poseer una mejor forma de pensamiento; no obstante, es claro que se mantiene en el antiguo conocimiento cotidiano, con una fuerte carga de pensamiento idólico, lo que podría conducirnos a recordar el fracaso de la Escuela pública en el período neoliberal, circunstancia que daría cuenta de la ignorancia construida en la educación escolar durante casi cuarenta años de presencia del neoliberalismo en la vida internacional. Este en sí, es un asunto relevantísimo para ser investigado, buscando identificar a los agentes educativos responsables de esta debacle.

De la crisis de salud a la crisis cognitiva

En la lucha colectiva contra el virus SARS-CoV2 se contienen muchos esfuerzos y los primeros e indispensables son las acciones de los sistemas de salud y, por ende, de los gobiernos nacionales que los rigen e impulsan. La situación nacional que nos brinda más información es la mexicana, y desde ella es posible reseñar una circunstancia central: las autoridades federales al frente de los esfuerzos y la coordinación de la lucha contra la pandemia han sido prioritariamente de la Secretaría de Salud. Sin embargo, en las conferencias de prensa vespertinas realizadas diariamente desde el día 2 de marzo del 2020, se congregaron diversas autoridades federales y militares —desde el Canciller Marcelo Ebrard hasta la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, pasando por otros funcionarios de primer nivel—, sin que entre estas personas hubiera alguien del campo educativo, ni siquiera de la educación oficial, vía un representante de la Secretaría de Educación Pública.

¿Por qué la ausencia educativa?

La respuesta a esta pregunta pasa por una larga historia que produce una identificación de la educación con la mera escolaridad, a partir de la creación de los ministerios públicos de educación desde finales del Siglo XIX, y durante los inicios del XX. Esta circunstancia histórica se asocia con la desaparición del proyecto cultural burgués, cuando esta clase social moderna se trasmuta en meros capitalistas, concentrados exclusivamente en desarrollar el capital financiero que subsume al industrial y comercial de los primeros siglos del devenir postmedieval.

Al recorrer la historia de la educación en el tránsito entre estos dos siglos se va encontrando que la idea de formación para la vida (la educación como históricamente se significó, incluso en lo mejor del desarrollo burgués), se va reduciendo paulatinamente a una mera educación escolar y para la Escuela, sin que llegue a tener impacto en la construcción del modo de vivir de las personas, por una nítida separación entre la Escuela y la vida. Este primer momento de la historia de la educación en el tránsito resaltado fue la “sopa de Wuhan” (o el caldo de cultivo) que favoreció el arribo del neoliberalismo y los destrozos particulares que produjo en el sistema escolar.

Esta política imperialista intensificó la identificación entre educación y escolaridad, produciendo un sistema educativo hermético y endógamo, que naturalmente se concentró en sí mismo y en su propia operación, con una cerrazón impenetrable que lo aisló de lo importante de la vida. Esta circunstancia explica, tal vez, la ausencia de los agentes educativos formales en la lucha contra el Covid-19. Los funcionarios de la SEP han estado ausentes de las conferencias vespertinas que han informado de la situación de la pandemia, ya que al parecer carecen de qué decir y qué aportar, pues concentrados en su realidad e intereses, quedan por fuera de otros lugares de la vida distintos a la escuela.

Y lo grave es que otros agentes educativos también se han expresado poco. Hay universidades con facultades, centros de investigación o directamente concentradas en la “educación”, que asimismo deberían haber hecho presencia en la lucha contra el virus SARS-CoV2, y su ausencia fue apabullante.[17] Ello da pie para entender por qué el líder nacional (el presidente Andrés Manuel López Obrador) y el específico para la lucha contra el Covid-19 (Hugo López-Gatell, vocero de la Secretaria de Salud) tuvieron que asumir un papel educativo preponderante en sus conferencias de prensa, intentado educar a las grandes masas que supuestamente deberían escucharlos, con tesis tan elementales como “¡Quédate en casa!”. También podemos encontrar referencias a la “educación para la salud”, la higiene más básica, e indirectamente, indicaciones sobre los riesgos del tabaquismo y la obesidad, por el contexto del Covid-19.

Autor: Roger Guetta

¿Y ahora? Hacia una conclusión

Un tema recurrente y elusivo en las partes previas de este artículo se refiere a la ignorancia, y ahora es el momento de sacarlo de la penumbra para considerarlo detenida y puntualmente, destacando algo importante en el contexto de esta publicación. En la historia de la filosofía pueden registrarse muchos estudios acerca del conocimiento, que generaron una teoría del conocimiento o gnoseología, con largos siglos de existencia. Por el contrario, hay una notable ausencia de estudios sobre la ignorancia. Estos han comenzado a realizarse desde hace poco tiempo, y ya avanzan algunas conclusiones, como:

Información y conocimiento

El conocimiento es el registro realizado por una persona, y luego sistematizado colectivamente, sobre un acontecimiento exterior y/o algo significativo de la interioridad. Éste puede expresarse vía su reseña en un soporte físico, que va desde las paredes de las cuevas —clásicamente las de Altamira—, el papel —de libros, revistas, documentos, fotos…— hasta la época cibernética y luego internauta, con los archivos electrónicos. El conocimiento se reseña y elabora desde la información: los datos de lo percibido, significado e interpretado, que favorecen el sentido que puede tener lo reseñado.

Información y conocimiento crean los dos insumos básicos para poder pensar, y su conjunto interactivo hace posible la construcción del pensamiento, la organización de los conocimientos, para darles un sentido, y de ahí una capacidad interpretativa e instrumental y/o pragmática. Estos elementos interactuantes hacen posible definir al conocimiento como la capacidad de pensar, en tanto el registro de lo externo —o significativo— tiene en sí un sentido pragmático, y el saber vacuo, vacío, inútil, es poco usual, salvo en las filosofías especulativas.

En consecuencia, la ignorancia es la incapacidad para pensar, que aleja su definición del mero desconocimiento o la falta de información. Regresemos al ejemplo del diario La Jornada anteriormente citado, que presenta la ignorancia de Daniela “N”, quien le respondió al reportero: “Sinceramente yo no creo en esto, en la situación que está pasando. Con la influenza pasó lo mismo; creo que hay más muertes por diabetes, por hipertensión o por accidentes de carro. La verdad esto como que no me afecta”. Su afirmación es contundente: “esto como que no me afecta”, es decir, para ella carece de significado y sentido.

Buscar a Daniela

En los tiempos del Covid-19, los gobiernos establecieron la sana medida del confinamiento social, el retiro a la vida privada, y esta circunstancia hace muy difícil que salgamos a buscar a Daniela “N” para entrevistarla a profundidad, investigando la génesis de su incapacidad para pensar bien. Hablamos de la escolaridad fallida que seguramente tuvo, pero desconocemos mayores circunstancias de su vida: si tiene la información suficiente sobre la pandemia del virus SARS-CoV2, si esta falta de datos le impide salir de sus limitaciones cognitivas, o si está tan atrapada en su trabajo laboral y sobrevivencia que su ser enajenado la apresa impidiéndole pensar. También es posible que su pensamiento sea preponderantemente idólico y la enceguezca en su cognición.

Ante la imposibilidad de dar con Daniela, es posible plantear esta tesis para su examen: la actual pandemia, la más relevante en el último siglo, cambia las vidas cotidianas de los países donde actuó —y se mantiene, atenuada pues todavía hay algunos brotes—, y esta transformación exige paralelamente el cambio en el conocimiento cotidiano de sus residentes enfrentándoles a dificultades cognitivas que deberían resolverse con el establecimiento de un nuevo saber cotidiano, más capaz de enfrentar la nueva realidad.

Retornar a la buena educación

En este momento es significativo regresar a la reflexión educativa, en tanto el cambio mundial generado por la pandemia del virus SARS-CoV2, con su enfermedad asociada el Covid-19, nos conduce a la tesis de la buena educación, ya que en ésta se encuentra la posibilidad de cambiar el rumbo del capitalismo depredador validado por el neoliberalismo y sus acólitos.

De asumirse esta necesidad, es indispensable sacar a la educación de la Escuela, retornándola a la utilidad para la vida y en concreto para la creación y promoción de conciencias —de personas conscientes—, que busquen activamente renovadas maneras de vivir post-capitalistas (y para algunos post-cristianas), en tanto la crisis del Covid-19 ha resaltado nuevamente al dilema de la modernidad, resumido en la sentencia: civilización o barbarie.

Conseguir esta meta le ofrecería a la Escuela —y a sus diversos agentes— participar en la construcción de una educación que favorezca el impulso del nuevo conocimiento cotidiano pos-Covid-19. Destacamos la idea de participación de los agentes educativos en el impulso del nuevo saber diario pues éste es un producto de la vida cotidiana —del conjunto de la acción de las personas en un territorio—, y tiene elementos (o factores) no intencionales y aleatorios, dinámicos, al margen de los planes de sus actores. De todas maneras, algo se podrá hacer y los agentes educativos podrán tener un papel relevante, si entre ellos situamos deliberadamente a los medios masivos de información, a la Internet, al espacio público (la calle, parques, camellones, bardas, paredes…), y todos están animados por la búsqueda de una buena educación.

Es claro que en esta tesis hay porciones de utopía, optimismo y esperanza, sin embargo, en el mundo pos-Covid-19 se hace más necesario conceptuar que otro mundo es posible, asumiéndolo como una opción contra la barbarie.

 

Bibliografía

  1. “Advierten expertos del riesgo socioemocional de las clases virtuales”, en La Jornada, Ciudad de México, domingo 5 de abril, 2020, p. 10.

2.     Agamben, Giorgio et al., Sopa de Wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias, ASPO, 2020.

(https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR2yyZXK3w5riZKujJpkfIAicceOCQnHQKtlnQkuDzHW3aUja8CYenWI_lg), consultado 6 de abril, 2020.

3.     Badiou, Alain, “Sobre la situación epidémica”, en Sopa de Wuhan, ASPO, 2020, pp. 67-78, (https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR2yyZXK3w5riZKujJpkfIAicceOCQnHQKtlnQkuDzHW3aUja8CYenWI_lg), consultado 6 de abril, 2020.

4.     Beuchot, Mauricio, Crítica o teoría del conocimiento. El realismo analógico, Publicar al Sur, México, 2020.

  1. Blažina-Tomić, Zlata, y Vesna Blažina, Expelling the Plague: The Health Office and the Implementation of Quarantine in Dubrovnik, 1377-1533, McGill-Queen’s/Associated Medical Services Studies in the History of Medicine, Health, and Society, Montreal, 2015.
  2. Camacho Servín, Fernando, “Algunos aún no asimilan la emergencia sanitaria”, en La Jornada, Ciudad de México, jueves 2 de abril del 2020, Sección “Pandemia”, p. 6.
  3. “Carta de los médicos del Hospital Papa Giovanni XXIII de Bérgamo, Italia”, en CubaDebate, La Habana, 27 de marzo, 2020 (http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/03/27/medicos-de-un-hospital-en-italia-la-epidemia-en-bergamo-esta-fuera-de-control/#.Xn_Z-IhKi01), consultado 3 de abril, 2020.
  4. “Covid-19 response” en The World Bank maps, Washington, D.C., 2020. (https://maps.worldbank.org), consultado 10 de abril, 2020.
  5. Hanson, Victor Davis, “Plagues And Panics, Ancient and Modern.” En National Review 72, no. 5, March 23, 2020, pp.16-18.

10.   Harvey, David, “Política anticapitalista en tiempos de coronavirus”, en Sopa de Wuhan, ASPO, 2020, pp. 79-98. (https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR2yyZXK3w5riZKujJpkfIAicceOCQnHQKtlnQkuDzHW3aUja8CYenWI_lg), consultado el 6 de abril, 2020.

  1. Pérez Rocha, Manuel, “Aritmética, el Covid-19 y el PIB”, en La Jornada, 9 de abril, 2020.
  2. Poy Solano, Laura, “Un error, pretender que los niños estudien en casa como si nada pasara”, en La Jornada, Ciudad de México, domingo 5 de abril, 2020, p. 10.
  3. Sáliche, Luciano, “Cómo están pensando los filósofos la crisis global que provocó el coronavirus”, en Infobae, Buenos Aires, 28 de marzo, 2020. (https://www.infobae.com/america/cultura-america/2020/03/28/como-estan-pensando-los-filosofos-la-crisis-global-que-provoco-el-coronavirus/?fbclid=IwAR3RGYBjNFC7AkEtKP9uIUdfuukNcMh5cCNyxEd8CSmz-a25OUe23UwcApk), consultado 30 de marzo, 2020.
  4. Sousa Santos, Boaventura de, “Virus: todo lo sólido se desvanece en el aire”, en La Jornada, Ciudad de México, 20 de marzo, 2020.
  1. Tinker Salas, Miguel y Víctor Silverman, “Virus, producto de la naturaleza; crisis, producto del neoliberalismo” en La Jornada, Ciudad de México, 4 de abril, 2020.
  2. “Tracking the spread of coronavirus cases in the US and worldwide”, en USA Today, Fairfax, Va., 3 de marzo-, 2020. (https://www.usatoday.com/in-depth/news/2020/03/03/coronavirus-map-tracking-spread-covid-19-outbreak-us-and-worldwide/4906772002/), consultado 10 de abril, 2020.
  3. Virgili, Antoni, “La peste negra, la epidemia más mortífera”, en National Geographic, España, 25 de marzo, 2020 (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/peste-negra-epidemia-mas-mortifera_6280), consultado 30 de marzo, 2020.
  1. Žižek, Slavoj, Pandemic! Covid-19 Shakes the world, OR Books, 2020. (https://www.orbooks.com/), consultado 4 de abril, 2020.

 

Notas

[1] El artículo fue redactado con la colaboración de: Alejandro Méndez González, Alfonso Luna Martínez, Bruno Eduardo Primero Ornelas, Diana Romero Guzmán, Pilar María Moreno Jiménez y Ulises Cedillo Bedolla, participantes del SPINE.
[2] Este confinamiento, o “cuarentena”, es una práctica sanitaria iniciada desde el año de 1377 por las autoridades de la “ciudad-Estado” de Dubrovnik. Véase sobre este dato, y en general, sobre los logros sanitarios de esta ciudad, el artículo de Blažina-Tomić, Zlata, and Vesna Blažina, Expelling the Plague: The Health Office and the Implementation of Quarantine in Dubrovnik, 1377-1533, McGill-Queen’s/Associated Medical Services Studies in the History of Medicine, Health, and Society, 2015.
[3] En el diario La Jornada del domingo 29 de marzo del 2020, su foto central en la página principal, ofrece la imagen de muchos habitantes de la India, sin medios de trasporte terrestre, dadas las restricciones gubernamentales.
[4] Hay múltiples datos para identificarlos, destacando la sistematización de diversas publicaciones compiladas en el libro electrónico Sopa de Wuhan, Editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), 188 páginas, edición de marzo 2020, sin ISBN y un “copyleft”. Puede obtenerse en diversos lugares de Internet desde su difusión el 31 de marzo del 2020. La compilación incluye nombres de autores como Slavoj Žižek hasta A. Badiou, pasando por Judith Butler.
[5] Véase en particular “Cómo están pensando los filósofos la crisis global que provocó el coronavirus”, disponible en https://www.infobae.com/america/cultura-america/2020/03/28/como-estan-pensando-los-filosofos-la-crisis-global-que-provoco-el-coronavirus/?fbclid=IwAR3RGYBjNFC7AkEtKP9uIUdfuukNcMh5cCNyxEd8CSmz-a25OUe23UwcApk
[6] Véase en la literatura reciente sobre este tema el artículo “Aritmética, el Covid-19 y el PIB”, por Manuel Pérez Rocha, en La Jornada, 9 de abril del 2020; ver en https://www.jornada.com.mx/2020/04/09/opinion/022a2pol El articulista recupera de las tesis de Wallerstein su conceptuación “holística” del hacer científico, con la cual se sitúa en parte en lo que denominamos nueva epistemología.
[7] En este sentido, es significativo recuperar otra frase de Badiou en su texto citado: “Pero ¿quién puede jactarse realmente de haber «previsto» este tipo de cosas? De cierta manera, el Estado no había previsto la situación actual, es cierto. Incluso, se puede decir que, debilitando —desde hace décadas— el aparato nacional de salud, y en verdad todos los sectores del Estado que estaban al servicio del interés general, habían actuado como si nada parecido a una pandemia devastadora pudiera afectar a nuestro país [Francia, un país del Norte, de centro del sistema mundo]. Lo que es erróneo, no solamente bajo su forma Macron, sino bajo la de todos los que lo habían precedido, por lo menos, desde hace treinta años” (Badiou, 2020: 75).
[8] Consúltese en http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/03/27/medicos-de-un-hospital-en-italia-la-epidemia-en-bergamo-esta-fuera-de-control/#.Xn_Z-IhKi01
[9] Véase por ejemplo, la recopilación del periódico USA Today, en https://www.usatoday.com/in-depth/news/2020/03/03/coronavirus-map-tracking-spread-covid-19-outbreak-us-and-worldwide/4906772002/
[10] Sobre este asunto específico también hay mucha información, no obstante, la referencia destacada les ofrece este título de fácil acceso y mucho interés: “Virus, producto de la naturaleza; crisis, producto del neoliberalismo” por Miguel Tinker Salas y Víctor Silverman, del Pomona College en Claremont, California, publicado en la Sección “Pandemia” del diario La Jornada, del día 4 de abril del 2020. Véase en en https://www.jornada.com.mx/2020/04/05/opinion/012a1pol
[11] Véase: “Covid-19 response” en The World Bank maps, Washington, D.C., 2020 (https://maps.worldbank.org)
[12] Consúltese: Hanson, Victor Davis. “Plagues And Panics, Ancient and Modern.” National Review 72, no. 5 (March 23, 2020): 16–18. Recuperado de: https://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=aph&AN=142080636&site=ehost-live (7 de abril, 2020).
[13] Véase https://historia.nationalgeographic.com.es/a/peste-negra-epidemia-mas-mortifera_6280
[14] Véase https://drive.google.com/file/d/1tShaH2j5A_9n9cWl6mhxtaHiGsJSBo5k/view?fbclid=IwAR2yyZXK3w5riZKujJpkfIAicceOCQnHQKtlnQkuDzHW3aUja8CYenWI_lg (31 de marzo, 2020).
[15] Citamos en especial a Slavoj Žižek en cuanto es el filósofo que logró publicar el primer libro de autor sobre el tema. Véase Pandemic! Covid-19 Shakes the world, OR books. Véase: https://www.orbooks.com/
[16] Slavoj Žižek, en su artículo citado, también recupera esta idea, especialmente en su apartado “Regreso del animismo capitalista” (p. 26 del libro Sopa de Wuhan).
[17] Afortunadamente esta ausencia comienza a remediarse como se percibe en las noticias publicadas en La Jornada del domingo 5 de abril, cuando en la p. 10 leemos: “Advierten expertos del riesgo socioemocional de las clases virtuales” y/o “Un error, pretender que los niños (sic) estudien en casa como si nada pasara”. En esta última, la autora, Laura Poy Solano, nombra declaraciones del profesor Marcelino Guerra de la UPN-Mx.