Revista de filosofía

Sopa de Wuhan

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Sopa de Wuhan

Amadeo, Pablo, ed., Sopa de Wuhan, Editorial Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), 2020

 

A Carlos Marx se le reconoce su aporte de la categoría de praxis, unidad entre teoría y práctica. Alemán como él, el filósofo Hegel había aportado en ese sentido la categoría de idea. Para ambos fue claro que pensar por el pensar mismo solo redunda en una contemplación pasiva del mundo, mientras que, por su parte, la práctica por sí sola solo conduce a un activismo desorientado.

 

Lo anterior aporta en la discusión en torno a la exigencia de “utilidad” de la teoría que se elabora en el marco de las reflexiones de las ciencias sociales y humanas; así como, en torno a las discusiones activistas de falta de theoros.

 

En el primer cuatrimestre del año en curso ha parecido un libro de llamativo y problemático título en el concierto académico latinoamericano. Gracias al formato que presenta, y el medio electrónico de circulación, su propagación logró llegar a los dispositivos electrónicos móviles de miles de personas en poco tiempo. Bajo la responsabilidad de edición de Pablo Amadeo, el libro Sopa de Wuhan fue concebido por la editorial Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). En sus 188 páginas el editor presenta diecisiete escritos de quince autores de diferentes nacionalidades, en los que se reflexiona en torno a la situación mundial pandémica del Covid-19.

 

La fecha de aparición consecutiva de los escritos es lo que los hace tener el lugar correspondiente en el libro. Para el lector no hay orientación en sentido conceptual o interpretativo de los escritos, por lo que, he reunido algunos de ellos bajo la categoría Desde (lo explícito de) la teoría. La presente reseña solo dará cuenta de estos escritos.

 

Desde (lo explícito de) la teoría

 

Presentan un carácter más elaborado de las reflexiones que aportan desde fundamentos filosóficos y sociológicos claros. Esfuerzo notable por reivindicar el valor mayúsculo de las teorías en la comprensión del mundo,

 

De David Harvey es Política anticapitalista en tiempos de COVID-19, en el que se propone analizar las repercusiones de la situación de coronavirus a nivel mundial en cada uno de los dos modelos de capitalismo que encuentra presentes en el mundo. Para ello, se vale implícitamente de la contradicción capital-trabajo. Termina concluyendo que la vigencia de la contradicción es infortunada en cuanto somete a muerte a los trabajadores en favor del salvavidas que se le extiende al capital y que, en últimas, han de ser medidas socialistas las que elijan los gobiernos capitalistas para superar la situación.

 

En unas ideas previas y dos apartados ordena la reflexión. En las ideas previas introduce la diferencia en el funcionamiento del capitalismo en dos modelos: 1- “contradicciones dentro del motor económico que mueve a esta formación social por sendas de su evolución histórica y geográfica.” (80-1); 2- “contexto más amplio de reproducción social” es la “comprensión operativa del capitalismo global como información social distintiva.” (80).

 

Primer apartado, En espiral, se advierten las consecuencias que traerá el coronavirus a la dinámica mundial de acumulación de capital. El autor deja claro que las consecuencias económicas y demográficas no serán homogéneas, dependerán de las “grietas y vulnerabilidades en el modelo económico hegemónico.” (84).

 

Otra consecuencia es la dificultad para contener la propagación del virus, dado el carácter global bajo el que se comporta el mundo. La espiral necesariamente toca la producción de mercancías. En principio la atención se centraba en líneas específicas de producción o empresas (menciona caso de Apple), y de consumo (Mc Donald´s y Starbucks). El Covid-19 puso en alerta al mundo desde su accionar en Italia; a partir de allí la espiral envolvió al mercado bursátil a nivel mundial. “Para mediados de marzo había llevado a una devaluación neta de casi el 30% en los mercados bursátiles de casi todo el mundo.” (86).

 

En el ámbito sanitario la consecuencia se sintió al descubrir la incapacidad de un sistema de salud mundial y local para responder ante la crisis que se vive. No responsable pero si con participación en ello, el autor menciona las farmacéuticas, las que poco se ocupan de la prevención, desfavoreciendo la preparación “para una crisis de salud pública”. Introduce una primera conclusión: la naturaleza se está vengando del hombre por medio del Covid-19 por el trato neoliberal que ha recibido.

 

La espiral absorbe ahora “los modos de consumismo que explotaron después de 2007-8”. Hoteles cerrados, aerolíneas al borde de la quiebra, restaurantes sin funcionar, cancelación de eventos públicos masivos. El Covid-19 respaldando “un todopoderoso derrumbe en el corazón de la forma de consumismo que domina en los países más opulentos.” (91).

 

Segundo apartado, Líneas del frente, precisa que el virus no es democrático. Las consecuencias serán diferentes para cada clase social. Trabajadores de aeropuertos y “sectores logísticos” están más expuestos al contagio o al despido de su trabajo. Ellos están en primera línea. Las diferencias se hacen notar si la persona puede o no trabajar desde su casa, quiénes pueden respetar la medida de aislamiento para vivir y quiénes tienen que desobedecerla para ir a trabajar y no morir.

 

Con humor y precisión analítica, celebra la cancelación masiva de vuelos y las restricciones extremas a la movilidad y el transporte, así “los lugares de ecoturismo tendrán tiempo de recobrarse de tantas pisadas. Los cisnes han vuelto a los canales de Venecia.” (95).

 

Finaliza colocando la línea de salvación económica: Estados Unidos. Y aquí yace la contradicción final, “las únicas medidas políticas que van a funcionar, tanto económica como políticamente, son bastante más socialistas (…), y esos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald Trump”. (96).

 

Lectura amena y profunda, así como la capacidad alta de hablarnos de y desde una teoría sin hacer apología a nadie; es la fuerza de la teoría con la que explica la crisis y la habilidad para hacerla hablar 150 años después.

 

Patricia Manrique ofrece Hospitalidad e inmunidad virtuosa, una interpretación de la situación desde las referencias conceptuales de inmunidad y comunidad. En principio reivindica la idea de otredad, valiéndose de Levinás y Derrida, en contra de la de yoicidad. El mundo requiere ser hospitalario con los contagiados, con todos, y la yoicidad y la prisa que exige el productivismo capitalismo lo niega. Pero esto se entiende, advierte la autora, por la “tendencia del pensamiento occidental a reducir la otredad” (146). Se trata es de acoger al otro, de pensarlo en su diversidad no excluyente sino complementaria, y la filosofía ahí tiene su papel importante en no reproducir lenguajes de la mismidad.

 

De forma concreta, lo anterior se expresa en la situación que está viviendo la clase media en Europa a raíz del Coronavirus, clase que pasa de vivir “en una atalaya de invulnerabilidad” a un constante riesgo, a develar su “fragilidad” en tanto los otros la están afectando. El enclaustramiento solipsista, el pensar en un “nosotros” excluyente que caracteriza a Europa lleva a ir en contra de los Derechos Humanos. El descontento de la autora hacia su continente se exalta en adelante: “prepotente”, “inhumana Europa”. ¿Causa de esto? El neoliberalismo que asesina a su “ciudadanía europea”.

 

 

Con estas referencias sobre Europa, proyecta el análisis con las categorías de comunidad vs inmunidad. De la mano de Roberto Espósito, se dedica a demostrar cómo la situación producida por el Coronavirus, particularmente en Europa, se mueve en esta oposición. Con una breve y clara exposición conceptual, aporta los elementos teóricos suficientes al lector para seguir la reflexión: la comunidad implica “una obligación recíproca debida entre seres humanos que sólo somos en común.” (153), mientras que la inmunidad “se impone como huida de la obligación recíproca, de la prestación mutua, de la communitas.” (154).

 

Bajo esta mirada, no cabe el lenguaje belicista adoptado por los gobiernos para referirse y afrontar la situación; la “retórica belicista”, “las metáforas guerreras” solo responden al interés de aniquilar al otro, no de cuidarlo. De esto se sigue la necesaria vuelta a la idea de inmunidad no para batallar sino para “reforzar los lazos de responsabilidad mutua más allá de esta crisis” (159); lo que llama inmunidad virtuosa, comunitaria.

 

La comunidad está incluso haciendo que los neoliberales se salven a sí mismo con medidas muy al pesar de ellos; con la situación que viven redefinen sus políticas económicas de subsistencia antes negadas acudiendo a medidas “comunitario-estatales”. De esto se evidencia, y en general con las medidas que está tomando Europa para salvarse como Europa, que el Coronavirus “apunta al corazón de uno de los asuntos claves jugados en la Modernidad europea: la relación entre comunidad e inmunidad.” (153).

 

Por consiguiente, la crisis mundial habrá de hacernos pensar en la redefinición de lo que hemos asumido por “nosotros”, por saber quiénes serán los protegidos, quiénes lo aislados. Pasar cualitativamente de la inmunidad cerrada, excluyente del otro, a la inmunidad virtuosa incluyente.

 

El escrito pone en evidencia el poder práctico de las teorías y la responsabilidad ética y política que subyace a los lenguajes con los que se lee el mundo. Escrito claro en lo conceptual, coherente en el desarrollo y sugerente en lo político; ejemplo de labor intelectual.

 

Aprendiendo del virus, de Paul B. Preciado, comparte a cabalidad lo mencionado en el último párrafo anterior, más lo que le corresponde por derecho propio. En breves indicaciones introductorias y cuatro apartados, el autor logra dar cuenta de la reconfiguración política, social a que dan lugar los virus en el momento determinado de aparición en la historia.

 

Las notas introductorias son destinadas a poner los cimientos conceptuales. Foucault aporta la idea de fabricación política de los cuerpos, más allá de ser “organismo biológicos”, lo que conduce al concepto de biopolítica, vital para comprender en el tiempo presente la relación que se establece con el cuerpo social. Espósito participa con “la paradoja de la biopolítica: todo acto de protección implica una definición inmunitaria de comunidad” (166). Esta idea permite ver que “el Estado de excepción es la normalización de esta insoportable paradoja.” (166). Y de Emily Martin trabaja la inmunidad como construcción colectiva.

 

Con base en los tres, formula una hipótesis: “dime cómo tu comunidad construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus epidemias y cómo las afrontarás.” (167). Con la seguridad que da la comprensión de la teoría y la agudeza para ver detrás del telón de la realidad, afirma que “cada sociedad puede definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo de organizarse frente a ella.” (168). Da cuenta contextualmente de esto en la historia: la sífilis en Nápoles (1494); el sida en el siglo XX (1981); y los rasgos sociales que se han presentado antes del Covid-19: “de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital, de una economía industrial a una economía inmaterial (…). La extensión planetaria de Internet, la generalización del uso de tecnologías informáticas móviles, el uso de la inteligencia artificial”. (171-2).

 

Primer apartado, Inmunidad y política de la frontera. Se destaca el hecho de la reaparición en el mundo de las fronteras físicas como medidas de protección y “redefinición de los estado-nación”, principalmente desde la caída de las Torres gemelas; Europa ha hecho lo propio al construir la comunidad europea, “abierta en su interior y totalmente cerrada a los extranjeros y migrantes.” (174). Para el tiempo presente, la frontera se extralimita cada vez más hasta los límites del propio cuerpo: “la nueva frontera es la mascarilla (…). La nueva frontera es tu epidermis.” (175). Es un límite casi atómico al que se llega cada vez.

 

Segundo apartado, La biopolítica en la era ´farmacopornográfica`.  Las epidemias son una oportunidad que encuentran los gobiernos para experimentar nuevas formas de control y la eficacia de sus tecnologías de poder o la necesidad de su actualización. Con base en esto, el autor determina “dos tipos de tecnologías biopolíticas” que están apareciendo en el mundo hoy a raíz de las “distintas estrategias” de los países para combatir la propagación del Covid-19: 1- Italia, Francia y España se han decantado por medidas extremas de “confinamiento domiciliario” de toda su población; 2- Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong-Kong, Japón e Israel apelan a técnicas “farmacopornográficas de biovigilancia”, que consisten en la vigilancia digital de cada individuo para prescribir su contagio. Sus teléfonos móviles son su salvavidas y el medio de ser tiranizado por un “Estado ciberautoritario”. El Covid-19 está jugando a favor de la legitimación de formas autoritarias de control digital, ahora son “necesarias” para que la inmunidad entendida bajo el lente de esta forma de Estado se preserve.

 

El autor arriesga proyectar una nueva realidad configurada por el Covid-19, donde fundamentalmente  se destaca la nueva subjetividad con rasgos radicalmente individualistas sin rostro, voz, descolectivizado, etc.

 

Tercer apartado, La prisión blanda: bienvenido a la telerrepública de tu casa. Muestra que el confinamiento domiciliario da cuenta de un importante rasgo de la biopolítica advertible con el Covid-19, a saber, tornar el “domicilio personal” como el “nuevo centro de producción, consumo y control biopolítico” (179). Expone el caso Playboy para sostener su interpretación y señalar que el teletrabajo había sido anticipado por Hugh Hefner. Finaliza concluyendo que tras las medidas para combatir el virus actual, “nuestras máquinas portátiles son nuestros nuevos carceleros y nuestros interiores domésticos se han convertido en la prisión blanda y ultra conectada del futuro.” (183).

 

Cuarto apartado, Mutación o sumisión. Lo que si es cierto es que el Covid-19 está mostrando a leguas que el mundo necesita reconfigurarse, “inventar nuevas estrategias de emancipación cognitiva y de resistencia y poner en marcha nuevos procesos antagonistas.” (184). Concluye que aislar a las personas entre sí no constituye la mejor medida para mantenerlos a salvo del virus, la salud de cada uno deberá ser pensada en el marco de la salud de todos, como comunidad entre seres humanos y demás seres vivos. La idea excluyente que subyace a la inmunidad deberá igual mutar a una práctica de inclusión como inmunidad social. Si de algo ha de servir un encierro, este encierro, invita el autor, que sea para seguir pensando en formas de resistencia: “apaguemos los móviles, desconectemos Internet.” (185).

 

Destacada claridad conceptual, expositiva que solo lo garantiza un espíritu tranquilo para comprender el devenir de la realidad; el afán de decir perjudica más que el callar mismo. “Pensar está hecho para ser”, solía decir Parménides; el autor da cuento de ello y anima a volver a discursos lúcidos de décadas anteriores, pues el tiempo corrobora el potencial explicativo de las teorías. Y viceversa, el discurso por actual no asegura captar la esencia del espíritu de su tiempo; pero no es el caso.

 

De todas formas, reflexionar sobre la vida misma y sus avatares es poner en práctica el pensamiento y justificar su labor. De los escritos que reúne el libro, estos tres presentan mayor madurez intelectual, los demás tiene sus propias razones para destacarse, solo que estos alientan al iniciado en filosofía, sociología, por ejemplo, a iluminar su qué hacer disciplinar.