Revista de filosofía

Una mirada a la noche: El mito del ojo pineal

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Una mirada a la noche: El mito del ojo pineal

Resumen 

Hacía 1933 Georges Bataille comenzaba a desarrollar una concepción de la vida que lo acompañaría por el resto de su obra. En ese periodo, alrededor de 1927, redactó una serie de ensayos dedicados a exponer una fantasía, o como él lo dice, una necesidad de contar con un ojo a propósito de vislumbrar el sol en el máximo punto de su brillo. El presente artículo desarrolla esos primeros escritos para hacer hincapié en la posibilidad de comprender el pensamiento batailleano a raíz de ellos. Principalmente en la forma en que la vida homogénea rechaza el brillo del erotismo; y la presunta castración del hombre soberano.

Palabras clave: soberanía, ojo, pineal, Bataille, servilismo, mirada.

 

Abstract 

By 1933 Georges Bataille began to develop a conception of life that would accompany him for the rest of his work. In that period, around 1927, he wrote a series of essays dedicated to exposing a fantasy, or as he says, a need to have an eye to see the sun at the máximum point of its brightness. This article develops those first writings highlighting the possibility of understanding bataillean thinking as a result of them. Mainly in the way in which homogeneous life rejects the brightness of eroticism; and the alleged castration of the sovereignman.

Keywords: sovereignty, eye, pineal, Bataille, servilism, look.

 

Una mirada a la noche. El mito del ojo pineal

El hombre es un animal que se yergue.

Georges Bataille

¿Qué es lo que vemos por la ventana del bus, en una tarde cualquiera de marzo, sobre las calles de una ciudad? Los afortunados verán placenteros paisajes donde abundan castaños árboles con hojas marchitas que evidencian el paso del otoño y del invierno, los incandescentes destellos del sol golpeando las superficies de los diferentes objetos confiriéndoles una apariencia de sagrada quietud. Quizá se podrán ver algunas aves haciendo acrobacias en el aire esperando encontrar reposo en algunos de los pocos árboles de la ciudad. Podemos ver personas, algunas abrigadas, otras con brazos y piernas desnudas, coches circulando perpendiculares al bus. Otros, no tan afortunados, podrán ver callejuelas sucias, edificios que tapan la vista al azul del cielo, el concreto ardiente que sepulta a la tierra, indigencia y riqueza, a transeúntes que parecen artificiales por lo apresurado de su andar ¿Cuál es ese destino que exige su pronta presencia? No lo sabremos.

La mirada capta las apariencias que la luz proyecta a nuestros ojos, pero ¿Qué se le oculta a la mirada? En un primer vistazo, –nunca mejor dicho–, se esconde la distinta y sofisticada ropa interior de los transeúntes. Algunas impecables, otras sucias y con olores fuertes, otras manchadas con el dulce incienso de alguna ofrenda sacrificial llevada a cabo unas horas antes, tal vez minutos, o incluso segundos; unas amarillas, otras azules, unas blancas –mis favoritas–. Si atravesamos esa ropa profana y agudizamos la mirada, más allá de la ropa interior, encontramos los diversos templos de encantos y de voluptuosidades, santuarios de hechizos ignorados ajenos a los hábitos de la superficie.

¿Quién osa silenciar, con profanos atavíos, el deleite que provoca aquella abadía de dulzura ignota? El hombre trabajador ¡la vida profana del día! lleva acabo semejante estropicio. El hombre que al alba se levanta para cumplir con sus responsabilidades de trabajador, –servil–, le aterran los encantos que provocan los templos edificados para la vida sagrada; cuanto la torre se yergue en todo su esplendor y la puerta del templo se abre dejando ver la rosa azul de los deseos, el hombre homogéneo aparta la vista temeroso de sucumbir a sus lindezas. El humano servil queda deslumbrado ante los destellos que los sexos irradian cual astro.

Pero si nosotros, hombres que le cantamos a la noche, ignoramos los interdictos de la vida diurna y bajamos la mirada obscena al culo virgen y desnudo de algún ser y no sólo eso, sino que abrimos las puertas de aquel templo excretor, queda ante nosotros el impío altar del sacrificio. Se puede ver, en todo su esplendor aquella parte, quizá la más maldita de todas: el ano humano. Hombre de la noche santíguate ante tu templo, ante la figura por excelencia de lo heterogéneo, ante el ojo de bronce que deslumbra como SOL.

Pero hay hombres, pocos, a decir verdad, que por el día ven directamente al sol y los sexos no les causan terror, sino fascinación. Aquellos seres disfrutan de la vida sagrada en mayor medida que la vida profana. Entran con profunda devoción en los diversos templos de encantos y voluptuosidades. Hombres que niegan la negación de su exuberancia y de su brillo incandescente. Aquí comienza el mito del ojo pineal.

¿Por qué la luz que irradia el sol y la luz que emanan los sexos no enceguecen al hombre soberano? Es fácil responder si se conoce el fantástico mito del tercer ojo. Una metáfora revestida de mito que desarrolló Georges Bataille, filósofo francés del siglo XX, alrededor de 1933[1] o 1927.[2] Esta serie de ensayos, –cinco en total, pero como agregado al dossier Le Jésuve son: L´œil pinéal, L’œil pinéal (1), L’œil pinéal (2), L’œil pinéal (3) y L’œil pinéal (4)–, que se presumía como un texto completo, nunca acabado por su autor. Se publicaron de manera póstuma incluidos en sus Obras completas por Éditions Gallimard, bajo el título de Dossier de l´œil pinéal.

Se habrá necesitado de mucho valor para desarrollar un mito cuando la ciencia y la filosofía se encargaban justamente de derribarlos, una hazaña transgresora y aplastante como el resto de su obra. Hacia 1933 Bataille había redactado L´anus solaire y L´œil pinéal, había escrito un libro, Histoire de l’œil, que le hizo polemizar con el grupo surrealista, principalmente con André Breton, y había fundado y dirigido una revista, Documents, disidente del surrealismo.

Pues bien, decir que Bataille había creado una concepción filosófica, alrededor de 1933 que lo acompañaría por el resto de su vida, no es para nada arriesgado. De hecho L´œil pinéal, y los ensayos esbozados en 1927, son un embrión de lo que después fue toda la obra de Bataille.

Retomemos el mito, que comenzó a gestarse en l´anus solaire, un corto ensayo plagado de metáforas que evoca imágenes atroces y bellas. Se percibe a un Bataille ligeramente distinto, ya apuntalado al misticismo, que se diferencia, muy ligeramente, del Bataille académico, como ejemplo, el del Collège de sociologie o al de la revista La critique social. Así escribe en L´anus solaire:

L’ érection et le soleil scandalisent de même que le cadavre et l’obscurité des caves. Les végétaux se dirigent uniformément vers le soleil et, au contraire, les êtres humains, bien qu’ils soient phalloides, comme les arbres, en opposition avec les autres animaux, en détournent nécessairement les yeux. Les yeux humains ne supportent ni le soleil, ni le coit, ni le cadavre, ni l’obscurité, maisavec des réactions différentes.[3]

Volvamos a la mirada, a los eventos que los ojos humanos, los ojos del hombre servil no toleran. Como bien lo menciona el joven Georges: no soportan ni el sol, ni el coito, ni los cadáveres, ni la oscuridad, dado que le vislumbra, –le aterra–, lo heterogéneo. La mirada horizontal está limitada por los interdictos que hacen posible la vida sosegada del trabajo. Esa es la razón por la que el hombre primitivo decidió tapar su sexo, decidió ignorarlos por el bien de la supervivencia. Se prohibió en un primer momento la reproducción y la muerte. En ese sentido el hombre decretó subordinar el tiempo presente, –dejar el erotismo–, en vista del futuro, de la comida, del abrigo o del techo.

Para hacer posible la vida humana, como la conocemos, fue necesario interrumpir la inmediatez que compartimos con los animales. Fue necesario desgarrar la inmanencia y utilizar objetos para la supervivencia. De este modo el animal o planta que aún crece en profunda inmanencia con el mundo, el ser humano los redujo a objetos serviles para utilizarlos en sus propios fines. De este modo el caballo, que corría salvaje por las montañas, es domesticado por el hombre para que fuera su transporte. Todo intuitivo hasta ahora; la conciencia de mortalidad, propia del ser humano, hace que busque la vida antes que la muerte. Cuando el hombre vio por vez primera que un semejante suyo caía en un sueño del cual no volvía, aterrorizado, emprendió la tarea de perdurar en el tiempo.

Sin ir más lejos hubo un momento en la historia, me es difícil decir cuándo, que el hombre perdió su soberanía. ¡Oh infeliz criatura que vive para el trabajo! El hombre se vio reducido a objeto servil, es decir, dejó de ser el sujeto que subordina para ser el objeto subordinado. Y, además, el mundo se dividió en clase privilegiada y en clase trabajadora. Y la clase trabajadora, sin rodeos, es la que se redujo al servilismo, la que se subordinó a la clase privilegiada. Al final de L´anussolaire, Bataille escribe:

Ceux en qui s’accumule la force d’eruption sont nécessairement situds en bas. Les ouvriers communistes apparaissent aux bourge aussi laids et aussi sales que les parties sexuelles et velues ou parties basses: tôt ou tard il en résultera une éruption scandaleuse au cours de laquelle les têtes asexuées et nobles des bourgeois seront tranchées. (…) L’anneau solaire est 1’anus intact de son corps à dix-huit ans auquel rien d’aussi aveuglant ne peut être compare à 1’exception du soleil, bien que 1′anus soit la nuit.[4]

El anillo solar es el ano de una joven de diez y ocho años, ambos, –el astro y el ano-, obligan a apartar la vista, ambos son igual de cegadores, tanto que la vista no los tolera. Encima, el ano, fue sepultado al interior del cuerpo, al interior de las nalgas. Nada hay tan cegador como el ano, a excepción del sol, a pesar de que el primero sea la noche por estar resguardado por la carne, la ropa y los candados de pudor.

Vaya vida era aquella cuando el hombre soberano disfrutaba del tiempo sagrado de la fiesta, el rito, o del juego. Y que vida tan despreciable es vestirse todas las mañanas y servirle al burgués como un cerdo le sirve al comensal. De ahí surge la investigación y la metáfora batailleana con respecto al ojo pineal, del irresistible deseo de convertirse uno mismo en sol, –figura soberana que está en constante muerte por el insistente gasto improductivo que nos ofrece cada día–, soleil aveugléou soleil aveuglant, peu importe.[5]

El ser humano abriga el deseo de convertirse en sol, en una figura sin temor a la muerte, sin temor a gastar el excedente de energía que el destino le concedió, más aún, de brillar de tal modo, de vivir de tal modo que los hombres civilizados, hombres que siguen viviendo en la servidumbre, deban apartar la vista de él, pues es ahora un sol cegador, –un hombre que incomoda al orden­–. Aquí comienza el mito.

La obsesión de Bataille con respecto a la imagen del ojo pineal, de acuerdo con Michel Surya (2014) se remonta a 1927, en la época en las que se desarrollaba también L´anus solaire. Cuando, estando de visita en el zoological Garden de Londres, vio la protuberancia anal de un mono, rosa y horrible, violenta para la vista. Si el ojo pineal tuviera una forma se vería como un pene rosa, parecido a un volcán en la cima de la cabeza, como el ano del mono, tendría esa obscenidad y ese salvajismo.[6] El mito dice que en la punta del cráneo se alzará una protuberancia, algo así como un horrible volcán en erupción consagrado a la contemplación del sol en el máximo punto de su brillo.

(…) je croyais nécessaire qu’après une longue période de servilité les êtres humains aient un œil exprès pour le soleil (alors que les deux yeux qui sont dans les orbites s’en détournent avec une sorte d’obstination stupide).[7]

Después de un largo tiempo de servilismo el ser humano estallará como volcán en erupción anunciando la ira de la explotación. Pero Bataille se alza furioso y arremete, todavía más, contra nosotros diciendo ¡casi gritando!: l’on pouvait attendre encore de sa criante érection autre chose que d’ineffables révérences.[8] Esperaba algo más de ti, ser humano, que simples reverencias. Que desilusión.

A pesar de la inminente mutilación que el mundo homogéneo arremete contra el ser al que le ha aflorado el ojo pineal, puesto que ¡Es metafóricamente castrado! para que vuelva sin pesar al servilismo, no podemos perder la fuerza ni la virilidad de seguir buscando la soberanía. No permitamos la mutilación de nuestro tercer ojo, no perdamos nuestro brillo cegador, y no perdamos nuestra visión vertical dirigida hacia la inmensidad del firmamento hacia el horror, hacia la incandescencia, hacia la inmensidad de la nada.

La mirada vertical, que nos proporciona el ojo pineal, nos hará soportable el espanto, –el brillo–, que causan, por ejemplo, las imágenes que Bataille desarrolla en L´œil pinéal cuando narra Le sacrifice du gibbon. Se asusta el hombre, se aterra así mismo, –mira que gustarle la maldad–, teme a los lugares que su desenfreno podría llevarle, –a la muerte quizá– Pero sepan que la “maldad” nos hará soberanos, reyes y amos de nosotros mismos y de nuestro tiempo.

¿Será posible que el objeto servil, al que han reducido al hombre, no quiera liberarse de sus cadenas? ¿O es que el esclavo quiere seguir siendo esclavo? Si no es posible la soberanía en vida, que la muerte nos haga soberanos, a mí, a ti que les estas reflexiones marginales: “Todo hombre, en potencia, sigue siendo soberano, siempre y cuando prefiera morir a ser sometido”.[9]

Estas letras malditas no llegarán a ojos de la gente civilizada, a la clase privilegiada que hace esclavo al hombre. Y si de casualidad llegara a sus castos ojos Te maldigo a ti y a los tuyos. En estas letras no encontrarás nada para ti, exceptuando maldiciones. En cambio, compañero de cadenas, que brote en ti el ojo pineal, liberador de la servidumbre. Que se alce en la cima de nuestro cráneo y nos haga sucumbir ante la erupción desenfrenada de apetitos, mudos por mucho tiempo.

 

El mito del ojo pineal. Resolución

(..) aucun devoir etre ne s’oppose à sa vie manquée, inavouable et si tristement impuissante; et qu’il n’existe rien à travers le monde qui puisse le régler comme une horloge.[10]

Imaginemos por un momento las pinturas de Henry Scott Tuke.[11] Tomemos de ejemplo August blue y Ruby, gold and malachite. En la primera vemos un pequeño bote sobre el mar con cuatro adolescentes barones. Tres sobre la embarcación y uno más dentro del agua con los brazos apoyados en la balsa. Tres de ellos se encuentran desnudos. No hay indicios en la pintura que haga pensar que los jóvenes se encuentran realizando labores de pesca u otro trabajo. Uno de ellos, el de la izquierda, se encuentra levemente recargado hacia atrás en una posición de descanso tomando el sol. El joven de la derecha tiene entre las manos una especie de trapo con la cual parece secarse después de nadar. Y finalmente, los dos de en medio, parecen estar inmersos en una charla. De fondo se aprecian grandes barcos de velas, típicos de pesca o de transporte de mercancía, tripuladas, evidentemente, por adultos trabajadores. Todo esto sobre un azul intenso del mar y debajo de un febril azul del cielo.

En la segunda, en Ruby, gold and malachite, vemos a seis hombres jóvenes alrededor de un bote sobre el mar. Cuatro de los adolescentes están desnudos. Uno de ellos descansa sobre las rocas, otro se encuentra nadando. Uno más parece que está por meterse al agua. Dos más están sobre la balsa; uno rema y el otro únicamente se encuentra sentado vistiendo pantalones y sombrero blanco, y una llamativa playera roja. Y finalmente, uno de los adolescentes está de pie sosteniendo el bote cerca de la orilla. Característico día de verano lejos de las preocupaciones académicas o laborales.

Pero yo les pregunto tristes y oscuras, ignoradas y mudas victimas del deber[12]¿Qué más podemos distinguir en esas pinturas? Se aprecia la soberanía, vida, goce, experiencia. Veo que la espera se resuelve a nada. ¿Y no se apetece una vida de mayor soberanía y dejar de ser des êtres maniables comme des pions? [13] Pues por ventura nuestra los seres humanos, a pesar de la eventual evolución, tenemos en la cima del cráneo una glándula, llamada glándula pineal en forma de ojo, un ojo embrionario, que en determinando momento, en el más desagradable servilismo, saldrá del cráneo y explotará como volcán, como un ano evacuando. Luce como un pene rosado en forma de protuberancia anal parecida a la de los simios gibones. Cuando esto ocurra producirá un éxtasis violento y podrás gritar ¡Soy un hombre viril! Y verás con ese ojo las cosas que el mundo del trabajo se ha encargado de mantener oculto, podrás ver el sol, los sexos, y vivirás, vivirás realmente como un ser que recobró su miembro y dejó de ser un ente castrado, servil. Dejaras de ser objeto de la clase privilegiada. Que la vida no se gaste en sólo servir. Jóvenes, adultos o viejos, no hay edad en la que el ojo pineal no pueda florecer. Ese es el primer paso para la comunidad infinita.[14]

 

Bibliografía

  1. Bataille, Georeges, Para leer a Georges Bataille; selec. de Ignacio Díaz de la Serna, Philippe Ollé-Laprune; present. de Ignacio Díaz de la Serna; trad. de Glenn Gallardo. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2012.
  2. Bataille, Georges, Œuvres complètes I & II vols., present. de M. Foucault, Éditions Gallimard, Paris France, 1970.
  3. Frias, Heriberto, Tomóchic; present. de Antonio Saborit, Debolsillo, CONACULTA, México D.F., 2007.
  4. Surya, Michel, Georges Bataille, la muerte obra; trad. de Meritxell Martínez. Arena libros, Madrid España, 2014.

 

Notas

[1] Según Ignacio Díaz de la Serna en la cronología que desarrolla al final de Para leer a Georges Bataille.
[2] De acuerdo con la biografía de Michel Surya, ed., cit.
[3] La erección y el sol escandalizan lo mismo que el cadáver y la oscuridad de las cuevas. Los vegetales se dirigen uniformemente hacia el sol y, por el contrario, los seres humanos, aunque sean faloides como los árboles, en oposición al resto de los animales, desvían necesariamente los ojos. Los ojos humanos no soportan ni el sol, ni el coito, ni el cadáver, ni la oscuridad, sino con reacciones diferentes. Bataille, 1970, OC I, p. 85, L´anus solaire.
[4] Aquellos en los que se acumula la fuerza de la erupción se sitúan necesariamente abajo. Los obreros comunistas le parecen a los burgueses tan feos y tan sucios como las partes sexuales y velludas o partes bajas: tarde o temprano tendrá lugar una erupción escandalosa en el curso de la cual las cabezas asexuadas y nobles de los burgueses serán cortadas. (…) El anillo solar es el ano intacto de su cuerpo a los dieciocho años al cual nada tan cegador puede compararse, con la excepción del sol, aunque el ano sea la noche. Bataille, 1970, OC I, p. 86, L´anus solaire.
[5] Sol enceguecido o Sol cegador, poco importa.
[6] Michel Surya , ed., cit., p. 137.
[7] Me parecía forzoso que tras un largo periodo de servilismo los seres humanos dispondrían de un ojo a propósito para el sol (en tanto que los ojos se encuentran en las órbitas lo evitan con una especie de estúpida obstinación). Bataille, 1970, OC II, p. 15, Dossier de l´œil pinéal.
[8] Uno podría esperar de su deslumbrante erección algo más que reverencias inefables. Bataille, ed., cit., vol. II, p. 41.
[9] Bataille, 2012, p. 552.
[10] Ningún deber ser se opone a su fallida, inconfesable y tan tristemente impotente vida; y que no existe nada en el mundo que sea capaz de ponerlo al día como un reloj. Bataille, OC II, p. 47, Dossier de l´œil pinéal.
[11] Pintor y fotógrafo inglés.
[12] Heriberto Frías, Op. cit.
[13] Seres manejables como peones. Bataille, ed., cit., vol. II, p. 35.
[14] Véase: Georges Bataille: la comunidad infinita por Antonio Campillo.