Revista de filosofía

Alquimia y daoísmo: dos vías para la transformación espiritual

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Conocer a los demás, inteligencia, conocerse a sí mismo, clarividencia, vencer a los demás, fortaleza, vencerse a sí mismo, poderío, saber contentarse, riqueza, esforzarse, voluntad, no perder el lugar, perduración. Morir sin caer en el olvido, longevidad.

Lao Tse

 

Resumen

Existen dos corrientes filosóficas que nos ofrecen distintas formas de autoconocimiento y que sin embargo convergen en un mismo fin: la transformación de la vida psíquica del ser humano. Estas dos tradiciones operan de manera equivalente cuando nos revelan la tendencia de la humanidad de vivir unilateralmente. En el presente ensayo se busca resaltar el espíritu particular de cada uno de estos caminos. Por un lado la experiencia de la muerte nos confronta desde nuestro inconsciente y por el otro lado, la experiencia sutil nos muestra que la vida puede ser liviana.

Palabras clave: alquimia, daoísmo, taoísmo, psicología analítica, alma, terapia.

 

Abstract 

There are two philosophical currents that offer us different ways of self-knowledge, and that nevertheless converge on the same goal: the transformation of the psychic life of the human being. These two traditions operate equivalently when they reveal us the trend of mankind to live unilaterally. This essay seeks to highlight the particular spirit of each of these paths. On the one hand the experience of death confronts us from our unconscious and on the other hand, the subtle experience shows us that life can be light.

Keywords: alchemy, daoism, taoism, analytical psychology, soul, therapy.

 

En la actualidad existen varias técnicas, ideas y ejercicios prácticos que prometen una vida plena y abundante. Una propuesta de tal calibre constituye el núcleo de muchas filosofías. Las corrientes orientales nos brindan un ejemplo claro de cómo, en su emigración hacia occidente, pierden gran parte de su fundamento. Son contradichas, son deformadas y sobre todo malentendidas. La dos vías a desenvolver son filosofías espirituales, en el sentido en que marcan un camino para la transformación del alma: La Alquimia y el Daoísmo. El acercamiento al libro del Tao será por medio de la intuición, contemplando las posibilidades en que puede afectar y transformar la conducta humana.

El Daoísmo nos deja entrever la complejidad del ser humano en espíritu. Por una parte existe el lado deleznable de abarcar todo con una limitada racionalidad, lo cual nos lleva a relacionarnos con una sola vía de conocimiento. Entre más nos aferremos a una sola senda, más recortamos la posibilidad de un conocimiento reflexivo, crítico y profundo. Por otra parte, y no menos deleznable, está quien se aferra desde el lado contrario a una mera práctica estética de lo que el espíritu debería ser. Aquí no hay ninguna transformación en el ser humano. Este y otros tantos peligros se corren cuando la seducción de lo que hemos perdido se nos presenta frente a nuestras vidas cotidianas como ideas que socialmente compramos. ¿Qué es lo que hemos perdido? Una primera respuesta nos informaría que se trata de todo lo que nos causa conflicto así como aquello que nos seduce de una sociedad.

Existe un término en la psicología profunda que explica tan peculiar fenómeno, proyección, el cuál hace referencia a la necesidad de relacionarnos con el mundo exterior con base a nuestro mundo interior. Somos capaces de percibir exteriormente lo que no estamos procesando interiormente, que sin embargo es parte fundamental de nuestro ser, pues se encuentra de forma latente como el pulso del corazón de un deseo. El peligro de vivir de esta manera recae en el mero hecho de que las proyecciones, en su mayoría, pueden violentarnos. La proyecciones corren por debajo del agua y están igual de vivas que todo aquello que se observa en la superficie. Lo más frecuente es no notar su presencia, pues vivimos un estado de somnolencia perpetuo. No nos gusta despertarnos ni siquiera durante el día. 

“El agua sabe favorecer a todos los seres, mas no lucha; ocupa los lugares que la muchedumbre detesta […]”.[1] Si enfocamos el lente en las pequeñas letras que hacen la diferencia y que todos pasan por alto, hallaremos una distinción sutil de la que todos hablamos pero pocos reflexionamos: La forma de vida oriental y occidental. Concretamente, el espíritu de oriente y de occidente. Carl Gustav Jung en su libro de Estudios sobre Representaciones Alquímicas se encarga de hacer una introducción bastante digerible sobre la distinción notoria entre ambos mundos. Las nuevas rutas enamoran al ser humano occidental. La fascinación con ellas tiene que ver con las proyecciones desatendidas. Cuando oriente nos presenta una nueva vereda en la cual podemos realizarnos humanamente y espiritualmente, nuestra actitud es de todo menos prudente. El reto de relacionarnos más allá de mares y culturas está en asumir las diferencias, no en encontrar inmediatamente las semejanzas. El pensamiento chino es completamente diferente al nuestro por una encarecida falta del verbo ser.

El occidental está dispuesto a desechar toda su cultura y rescatar aquella que a su parecer tiene otro camino menos conflictivo. Tendemos a huir del conflicto, siendo cómodo para nosotros hallarnos en medio de la barbarie que ha causado occidente y decidir desechar todo cuanto podamos y entregarnos a un espíritu que ni siquiera conocemos. Pero apostamos que es este espíritu el que redimirá toda una historia de cultura detrás nuestro. “No se trata de imitar lo extraño inorgánicamente o incluso de evangelizar, sino de reedificar la cultura occidental que padece de mil enfermedades […]”.[2]

Cuando la consciencia es capaz de ver los estadios tan unilaterales a los que tiende y por lo cuales todos pasamos en algún momento de nuestra vida, se deja vislumbrar algo más que el mero hecho de estar estancado ahí. Un impulso que hace florecer la consciencia y el espíritu mismo, un poder y voluntad mayor que lo determinado.

En la alquimia es indispensable y necesario haber vivido hasta cierto punto con un rey a la cabeza y al mando, con un ego fortalecido a través de cada experiencia. La identificación total con este modo de ser es crucial para que podamos dar el siguiente paso. Así como esto es esencial para la vitalidad del ser humano por el simple hecho de nacer, también lo es llegar a percibir que el ego entre más se cierra a sí mismo, más se convierte en un recipiente lleno y atascado y sobre todo limitante que nos delega a vivir sólo cierta parte minúscula de la vida. Por otro lado, en el devenir como mujeres y hombres es natural desarrollar una consciencia que con el tiempo comience a estorbar más que a favorecer, es una conciencia que nos ayuda a sobrevivir y a darnos una identidad, por consiguiente dista mucho de ser algo reprobable.

Cuando el ego bien arraigado a su fuente primordial de recursos se vuele un obstáculo viene la gran caída. Este es el rey que un alquimista permitirá que muera. Un rey viejo y cansado el cual ha de darse cuenta que ya no le es posible cargar con todo el peso de las acciones cotidianas. Necesita volver a nacer. Una de la característica fundamental de este ego es saberse luchando siempre, saberse por encima u ofendido, no sabe nadar en las aguas apaciguadas que indican la mitad o el centro de todos los humores, emociones, etc. Ese punto medio que es capaz de no inmutarse por el exterior o interior de un objeto.

En el capítulo IX del Daodejing, se nos muestra la noción de que existe algo a lo que debemos someternos, un proceso de desagüe. Un proceso de renuncia al modo de vida que establecimos inconscientemente, ya sea por haber sido inculcado por los padres, por la sociedad o por la educación. Este proceso no es cualquier cosa, la mayoría estamos indispuestos a soltarnos y a dejarnos caer de cabeza en el interior de un recipiente, tal como lo muestra la imagen alquímica del proceso del Coitvs.[3] Cuando nuestra consciencia se nubla por completo al entrar al mundo de lo inconsciente. En la imagen, este mundo se representa por la luna.

En el texto daoísta se dice: “Es mejor renunciar que mantener el vaso lleno. Si se afila mucho la espada, no podrá conservarse largo tiempo, una sala colmada de oro y jade nadie la podrá guardar, el que se engríe de su nobleza y riquezas atrae sobre sí la desgracia. Retirarse una vez se ha triunfado, de ahí el Tao en el Cielo”.

La conciencia que necesita ser vaciada, necesita reconocerse dentro de un movimiento cíclico de experiencia de vida. Esta espada que mucho se afila, este vaso que mucho se llena y esta habitación demasiado ostentosa deja de ser suficiente en algún momento, termina por herirnos y ser detestada por muchos. Saber abandonar aquello que dio todo de sí es retirarse una vez que se ha triunfado, aquello que completó su vida. Un ego que necesita someterse a una purificación alquímica.

El Hui Ming Ching (The Book of Consciousness and Life) comienza: “El misterio más sutil de Tao, son la esencia y la vida”. Para constituirnos en esencia, es necesario el camino de agotamiento egoico. Y así mismo dialogar y vernos inmiscuidos en la verdadera vida, en esta vida que nos exige movernos por diversos caminos siendo capaces de reconocer los caminos individuales y de reconocer el Tao en nuestras vidas. Este proceso sin duda nos llevará a una amplificación de lo consciente que servirá como iluminación de la morada de la esencia espiritual, “la morada del Tao en el cielo”.[4] Al revelar la esencia se vive la vida misma y desde esta manera podría caber incluso una visión mucho más pragmática en el Daoísmo, la cual buscaría que no se nos deslice ni escape de entre los dedos la vida. “Dao representa la residencia humana a través de la experiencia de la vida”.[5] ¿Y cómo obtener experiencia si nos estancamos en un sólo lado de la vida? Bien subraya Roger Ames que la importancia del Dao refuerza el supuesto del intento humano por optimizar nuestra experiencia en el mundo.[6]

En el Daoísmo y en la Alquimia hay una muy marcada conciencia de los contrarios, una especificación clara sobre la necesidad de la unión de una dualidad. En la alquimia hay una dualidad que destaca por encima de todos los procesos. Lo Consiente y lo Inconsciente, un proceso que se considera de desarrollo para la consciencia, puesto que lo inconsciente se sabe como un océano en donde la conciencia egoica apenas naufraga en un pequeño y reducido bote. Todo aquello sobre lo que cimentamos nuestra vida es tan frágil como lo construido sobre un bote que navega en el océano. Este es un proceso clave denominado como Putrefactio[7] e ilustrado en varios procesos más. La unión violenta de nuestro centro egoico con las tinieblas del inconsciente es sólo el principio de un proceso de conocimiento de uno mismo, de un trayecto lleno de fuego y de cenizas. Esta unión es desagradable para la conciencia ya que implica que algo descabellado: vivir la muerte. La melancolía es el inicio. Aquí se produce una fractura del mundo. Conlleva una neurosis y un sin sentido, nos deja expuestos y desarmados frente a la bruma. Cabe mencionar que existen diferencias prácticas sobre qué estadío es el que te introduce en el laboratorio alquímico, en aquél recipiente imaginal en donde uno se somete a voluntad y otra veces sin elección.

En el capítulo XXVI del Daodejing hace referencia a la necesidad de saberse compuesto de ambas partes, saberse con sabiduría e ignorancia, saberse con bondad y maldad, saberse despiertos y dormidos, saberse pesados y ligeros.

Lo pesado es raíz de lo liviano, la quietud señora de la precipitación. De ahí que el caballero viaje el día entero sin apartarse del furgón. Posee lujosas mansiones, más él vive tranquilo en apartado lugar. ¿Cómo puede un señor de miles carros de guerra gobernar el mundo a la ligera y sin deliberación?

Por causa de esa liviandad se pierde el origen, por culpa de la precipitación se pierde el señorío.[8]

Esta pesadez y densidad son el signo de una tierra fértil. La cosecha de ésta nos irá haciendo partícipes de una sola opción, emerger, volver a la superficie tras un largo rato de haber buceado en la propia alma. El caballero viaja el día a lado de un furgón, no se aparta nunca de todo aquello que debe de cargar en su vida, aquel equipaje que siempre llevará consigo por ser un viajero, es pesado y a veces cansado cargar con todos nuestros deseos, emociones, sacrificios, frustraciones, decepciones, etc. En cada viaje o proceso al que nos sometemos necesitamos llevar un equipaje, un nuevo elemento que más adelante nos ocuparemos de escuchar y transformar.

También se le denomina como sitio germinal a esta raíz pesada, en la cual dentro se encuentra el fuego soberano. En la vesícula germinal todos los sabios comenzaron su tarea.[9] La alquimia enuncia con seguridad que es del plomo acuático donde el oro noble emerge. El que sea un proceso de vida y crecimiento, genera la unión esperada de la consciencia y de la vida.[10] La del gran Tao. El Daoísmo se expresa junto con la naturaleza, puesto que ésta es la mayor fuente de conocimiento. Observar la dualidad que se produce entre el espíritu natural y el espíritu humano, nos lleva a hallar la unión en sus semejanzas. “Conoce lo masculino, conserva lo femenino, […] conoce lo blanco, mantente en lo negro, […] conoce el honor, mantente en la deshonra […] divídase el leño y se vuelve en utensilios […]”.[11]

Conocer y conservar el conocimiento de estos contrarios es aguantarlos en ambas manos. No necesitar inclinarnos por uno ni por otro, el entendimiento del que habla al conservarse en lo negro es porque demasiada luz puede ser más engañosa que la propia oscuridad. Al menos uno sabe que las tinieblas esconden cosas, pero de la luz es difícil imaginarlo. Mantenerse en la deshonra, mantenerse en el lado oscuro permite tener una visión mucho más profunda sobre las cosas. Mantenerse en este lugar repudiado, tiene sus ventajas y desventajas, no se consigue la alabanza de un mundo exterior pero sí se ha de conseguir el trono del mundo interior, del espíritu cauteloso que moviliza y guía el mundo.

Una transformación en algún momento de nuestras vidas tiene lugar cuando se es capaz de apoyar aquella situación conflictiva. Este movimiento de ir hacia el lado de una minoría es el que permitirá reconocer señales y signos de un caso en específico. Así el trasfondo de la gula se percibiría. Cabe destacar que en primera instancia el reconocimiento es esencial, luego viene la necesidad de tomar acción sobre esa situación. “Si quieres eliminar algo, antes debes apoyarlo. […] si quieres conquistar algo, antes debes entregarlo”.[12] Si deseas conocerte antes debes de cederte, hallarte en un campo de batalla en donde sabes que vas a morir. La alquimia invita a crear una conciencia en la cual haya una aceptación de los movimientos de la vida, al igual que en el capítulo. “Por eso las cosas van delante otras detrás; soplan suave a veces y otras con fuerza, a veces seguras, otras veces peligrosas”.[13]

Ahora bien, hemos hablado sobre algunas de las semejanzas entre estas dos filosofías, por lo que toca hablar sobre la diferencia fundamental de ambas. Debemos tomar en cuenta que partimos de dos espíritus y formas de conocimiento diferentes que aunque se parezcan mucho siguen tomando distancia entre sí. Dentro de lo más importante que debemos resaltar es que la Alquimia exige un proceso denso y muy pesado, un proceso que lleva como bandera la aceptación e integración de la muerte propia. Por el contrario, el Daoísmo, revela un camino mucho más sutil, ya que la experiencia que se rescata es la del Tao mismo. En la Alquimia las experiencias de dolor y sufrimiento son las que poseen mayor peso. Así mismo, todos los procesos en la alquimia deben de llevarse con un grado importante de desidentificación, pues, hay un proceso semejante al cuarto estadio en la meditación Daoísta, centro medio de las condiciones: en este estado mental, cuando la persona entra en meditación se tiene la consciencia de que lo que se abre son múltiples formas y colores, probablemente sin una autonomía propia ni una identidad más allá de las simples características de la figura, esto protege de alguna manera la pérdida del centro y así mismo la disolución de lo inconsciente.[14] En la Alquimia la desidentificación de todos estos elementos que comúnmente son voces, pensamientos e imágenes, es necesaria justo para no perder el centro pero no necesariamente por la misma intención que en la meditación china, sino porque se sabe que es algo autónomo a nosotros con lo que uno debe estar dispuesto a dialogar, es necesario fortalecer también el ego para evitar caer en un estado esquizofrénico en el proceso Domus tenebrosa.[15]

La materia prima, es decir el objeto de estudio en la alquimia, se cocina casi siempre allí donde uno puede pulverizarse, quemarse o hallarse sin sentido o en conflicto. Es justo en donde el labor del alquimista comienza. Es la salamandra dentro de un vaso con fuego. Y si bien el Tao y la Alquimia son caminos de toda una vida, ésta última está sustentada desde todo lo que es catalogado como enfermedad o ausencia del bien, mientras que la segunda se encuentra desde la consciencia oriental de la comprensión a través de la vida. Es prueba y error.

La finalidad de este ensayo es tratar de entender ambas filosofías en una relación bastante necesaria, hallar justo el punto en el que el mundo de las ideas chinas y el mundo de las ideas alquímicas se puedan conectar.

Después de todo cada vez es mucho más necesario e importante que diferentes pensamientos se encuentren y se saluden entre sí. Hallar diferentes formas de entendimiento sobre una misma cosa es abrir más puertas para la consciencia, y sobre todo abrir el camino para la transformación cuerpo y espíritu. ¿Puedes mantener unidos el espíritu y el cuerpo y no dejar que se separen?[16]

Finalmente considero que una de las mejores maneras de incorporar oriente a nuestro conocimiento es comenzar a conocernos desde distintas dualidades; corazón-mente, intelecto- afecto y hombre-espíritu. Este es el labor de un buzo; es un ser humano de la tierra, con el conocimiento de que nunca podrá convertirse en un pez, sin embargo se aventura y emprende la tarea de ir a conocer y descubrir el mar. El ser humano emprende dos caminos. Uno de ida y otro de vuelta. La importancia de conocer radica en transmitir. Crear esta consciencia de dualidad y de unión a la vez nos abre a más posibilidades de experiencia. Es una de las más grandes riquezas que oriente tiene para heredarnos, hallarnos en armonía con su filosofía, ser capaces de unir y contener los contrarios, conocer ambos y desembocar en uno sólo. Porque no existe una cultura más verdadera que otra, ambas son parte de un sólo mundo de diferentes visiones. Existe un mismo y único sol en el espacio que sin embargo en cada rincón de la tierra calienta de diferente forma. Conocernos en todos estos ámbitos hace que tengamos una conciencia social también.

Y si no fuera suficiente, Jung nos frece otra escusa para conocer oriente. “La invasión europea de Oriente fue un acto de violencia de gran magnitud. Nos ha legado la obligación de comprender el espíritu de Oriente. Esto es quizá más necesario de lo que sospechamos actualmente”.[17] La necesidad de un trabajo interior es anterior al trabajo exterior. “Sin salir de tu casa puedes conocer el mundo. Sin mirar por la ventana puedes mirar el Tao en el Cielo. Cuanto más lejos vayas, menor será tu saber. Por eso el sabio conoce sin viajar, distingue sin mirar, realiza su obra sin actuar”.[18]

 

Bibliografía 

  1. Rivero Weber Paulina, Coordinadora, “Daoísmo: Interpretaciones Contemporáneas”, 61-93 México, Athena 2016.
  2. Jung Carl Gustav, “Estudios sobre Representaciones Alquímicas”, Editorial Trotta, Madrid, 2015.
  3. Lao Tse, “Tao Te Ching”, Traductor Iñaki Preciado Idoeta, Editorial Trotta, 2006.

 

Notas

[1] Ibidem, Lao Tse, Tso Te Ching, cap. VIII.
[2] cf. Carl Jung, Estudios sobre Representaciones Alquímicas, p. 7.
[3] Cuando el Ego ha perdido el mando, se le asocia comúnmente con la pérdida de la cabeza, un león que entra de cabeza no puede vencer a su oponente, se introduce a la noche del inconsciente.
[4] Lao Tse, Tso Te Ching, cap. IX.
[5] cf. Roger Ames, Daoísmo: Interpretaciones Contemporáneas, p. 66.
[6] Ibidem.
[7] Estado alquímico en el que la principal actividad psíquica es la melancolía o depresión. Hay una pérdida de lo que hasta antes de esa experiencia, se llamaba vida propia.
[8] Lao Tse, Tso Te Ching, cap. XXVI.
[9] Jung, Op. cit., p. 21.
[10] Idem.
[11] Lao Tse, Tso Te Ching, cap. XXVIII.
[12] Ibidem, cap. XXXVI.
[13] Ibidem, cap. XXIX.
[14] Jung, Op. cit., p. 26.
[15] Domus Tenebrosa: Etapa en la que el contenido inconsciente puede manifestarse de manera dispersa, caótica y tenebrosa. La observación así como la desidentificación de estos elementos es crucial para transitar este estadio.
[16] Lao Tse, Tso Te Ching, cap. X.
[17] Jung, Op. cit. p. 46.
[18] Lao Tse, Op. cit. cap. XLVII.