Revista de filosofía

Hacia una estética transversal

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Resumen

La reciente situación de las artes y las sensibilidades amerita una estética que pueda atenderlas. Lo que, en otra época, sonaba infantiloide ser recuperado, hoy no lo es. Actualmente podrían fraguar nuevas tendencias, y lo están haciendo. La Estética que se plantea es una transversal y consistiría en interpelar, consignar e interpretar, para promover otra manera de hacer hablar a las artes, a sus creadores y a sus públicos, en atención a la constante necesidad de revisar categorías, clasificaciones, límites históricos, etc., que caracterizan a la historiografía de las artes. En este escrito me propongo plantear una estética transversal, que me parece muy necesaria y pertinente ante la situación reciente de las artes y las sensibilidades.

Palabras clave: estética, artes, márgenes, interpretación, interpelación, consignación.

 

Abstract

The recent situation of the arts and sensitivities merits an aesthetic that can meet them. What, at another time, sounded infantiloid to be recovered, today is not. Today they could set new trends, and they are doing it. The Aesthetics that arises is a transversal and would consist of interpellating, consigning and interpreting, to promote another way of making the arts, their creators and their audiences speak, in response to the constant need to review categories, classifications, historical limits, etc., which characterize the historiography of the arts. In this paper I propose to propose a transversal aesthetic, which seems very necessary and relevant to the recent situation of the arts and sensibilities.

Keywords: aesthetics, arts, margins, interpretation, interpellation, consignment.

 

En este escrito me propongo plantear una estética transversal, que me parece muy necesaria y pertinente ante la situación reciente de las artes y las sensibilidades. En primer lugar describiré, pues, esta situación; en segundo, esbozaré, en líneas básicas, dicha estética transversal; y, en tercero, haré un balance al respecto.

 

Situación

Los estudios de las artes tienen que ver con ese conjunto de las expresiones provenientes de las más diversas prácticas del arte y las formas implicadas en la apreciación de esos contextos de creación. También tratan de los niveles de aporte y asimilación —y en esto segundo está la estética— que se verifican en cada propuesta venida de los autores responsables de los accesos nuevos a las artes. Y esto nos pone en la perspectiva actual, pero no desvinculándose de los márgenes ni los soportes que operan como posibilitadores de estas experiencias. No hay que desvincularnos de eso, pues “Negar que una experiencia es estética sólo por el respeto que se tiene a una determinada teoría […] sería tanto como […] negar la existencia de un planeta visible sólo porque nuestro sistema astronómico no lo admita”.[1]

Pero, ¿cuáles son esos márgenes? Los cauces del saber de cada tiempo; por eso, que pueda decirse que tendríamos que ser contemporáneos a lo que está pasando hoy. Otros márgenes son los supuestos y las expectativas generacionales. Habrá gente de mayor o menor edad. Y eso también genera un dicterio, un diferendo importantísimo a la hora de hacer análisis o participar en discusiones estéticas. Otros márgenes son las tendencias que validan estilos y las tendencias que validan obras específicas.

Otro asunto son los soportes. Entiéndase por soporte la propia historia de cualquiera disciplina artística; pero, también, y para empezar, lo que nos soporta, lo que nosotros soportamos. Recuérdese a este respecto que estéticamente hay tapetes que nos pusieron o que nos pusimos, y de los cuales difícilmente nos queremos desprender y separar. Es más, a veces, y eso sería muy grave, no nos conocemos y no los conocemos. Si se quitan, se pisa en el aire y eso es grave, porque es la manera más fácil de desenmascarar que alguien o no tiene una estética personal, o es personalidad corcho; esto es, que se lo lleva la marea, flota. He ahí la importancia de la propia historia de la disciplina artística —la de preferencia, la de práctica. Otro soporte es la evolución técnica de las manifestaciones disciplinares, que son soportes muy concretos. Conocer la parte técnica nos pone en una perspectiva bastante más avanzada que la del público en general respecto de las artes y la postura estética. Otro soporte es el de las innovaciones que concurren a la creación. Hay que estar atentos, no al último grito, porque luego es bastante decepcionante, sino a la verdadera propuesta. En esto hay una diferencia muy taxativa en los estudios de estética.

No hay que confundir la propuesta con el supuesto. Suponer arte no es lo mismo que proponer arte. Fincarse en, enquistarse en, dar por sentado tal cosa; no es lo mismo que estar en la perspectiva de me doy cuenta que esto no lo había, pero además es artístico, porque a veces tenemos la engañifa otra, a saber, la de lo que es novedoso, pero no es artístico. Ya sé que la línea divisoria entre qué es arte y qué no es arte es muy complicado señalarla, pero justamente por eso, porque llegó un punto en que nos daba lo mismo. ¿Y por qué nos daba lo mismo? Porque confundimos propuesta con supuesto. Eso es una manera sencilla de entender el asunto. Lo importante para los estudios de las artes, es acometerlos de manera renovada, con esos bríos de no abordar el asunto como lo abordarían otras generaciones, atendiendo lo que desarrollan los autores e intérpretes, sus recursos creativos.

Los estudios de artes han de abordar, con prerrogativas inéditas —prerrogativas que son las propias, aunque, que sean inéditas, está por verse—, la complejidad del conjunto de las artes emergentes y las convencionales. Hay nuevas lecturas de artes, es cierto, pero hay viejas lecturas que sirven a artes presuntamente nuevas. Esa relación, esa madeja, es muy interesante, muy útil, digna de que la conozcamos y, por supuesto, desde ya, que sea compartida. Nada es desaprovechable. También hay que dar importancia a las exigencias contemporáneas de públicos bien diferenciados. Esta es la parte menos estudiada de la estética, lamentablemente, porque sería su primera visión. Aunque, en rigor, la estética es más extensa que el arte, pues ocuparía por igual lo natural, lo artesanal y lo industrial; y, además, no es reductible al recinto ordinario del arte, —el museo, la escena, etc.— sino también al fuero interno, la vida pública, el hogar o el lugar de trabajo, la calle, el estadio, etc.[2]

Si se asume que la estética es la teoría general de la percepción del arte (como realidad específica), tendría que haber una teoría del espectador, antes que una teoría de la obra y del artista. Sin embargo, no la hay tan engastada como las otras. Las exigencias contemporáneas de públicos bien diferenciados, ahí donde la publicidad y otros están comiéndole el mandado a los académicos y a los presuntos especialistas por conocer modalidades insólitas de exposición, de relectura, de comparecencia, etc. Esas épocas, en las que el experto hablaba al experto, ya se acabaron, o no rindieron. La ventilación de las discusiones actuales ya involucra a cualquier tuitero que se le ocurra decir una frase que pegue con tubo y genere una nueva manera de percibir las cosas. Eso probablemente sucede.

GRAFITI EN CALLES DE BRASIL (2017)

A mí me puede indignar que en la fiesta anual, muy célebre del MET, en Nueva York, en la pasarela, en homenaje a una modista, pasen Rihanna o Madonna. Incluso puedo decir que no me interesa. Pero debería interesarme. Lo importante no es que Madonna modele, sino lo que trae puesto, porque está tratando de estar a la altura del problema estético planteado ahí. Es una pasarela, por supuesto, es bluff, también lo es; pero ya no es sólo eso, ya no es para ingenuos. Si no interesa este modista de noventa y tantos años al que se le hace homenaje en el MET, al rato tampoco va a interesar Karl Lagerfeld, que también ya está en las últimas, y que está inspirado en aquel. Hay una pérdida. No importa si no se tiene el dinero para costear las prendas exhibidas en la pasarela, como dice la estética de la moda desde Jean Baudrillard, Roland Barthes[3] y todos ellos: antes el vestido servía para que el cuerpo fuera un medio de expresión, y ahora el cuerpo es un soporte para que el medio artístico sea vestido. Nos prestamos, corporalmente, para que la moda tenga su lugar. Y a ese nivel estamos ahora. Estoy hablando de uno de los fenómenos estéticos que está acaparando muchísimo, incluso en la discusión y que lo hizo buenamente desde hace cien años.[4] Hay que acordarse de Picasso, Schiaparelli, Dalí y Balenciaga, y estos maridajes de artistas de muchísima reputación y gente que hace zapatos, vestidos, gorros, cosmetología, etc.

 

Planteamiento

Una Estética transversal consistiría en interpelar, consignar e interpretar.[5] Interpela para hacer afable el oficio del arte y para verbalizar de nueva manera las experiencias estéticas. Consigna porque registra, documenta, difunde y pone en debate la parte viva del arte. E interpreta en resarcimiento del significado original que consta en entender y ejecutar, asimilar y exponer, como sólo el artista lo puede hacer, al trasuntar las expresiones artísticas en expresiones académicas y a la inversa. Esta Estética promueve otra manera de hacer hablar a las artes, a sus creadores y a sus públicos, en atención a la constante necesidad de revisar categorías, clasificaciones, límites históricos, etc., que caracterizan a la historiografía de las artes. No pretende una homologación desconsiderada de los lenguajes específicos de cada arte, sino la entrada y apertura a una conversación de mejor escucha mutua.

Se trata de una Estética que es trasversal, porque comparece y hace presencia en los eventos efectivos del arte, validando el papel del espectador, crítico y gozoso de las obras de creación y sus autores. Esta Estética pone en práctica y prueba estar constituida como una escuela de la sensibilidad, como comunidad de investigación de goces y criterios de aprecio por ser persistentes y probados cultores de las calidades estéticas, y por la aspiración de ser expertos en buscar los móviles sensibles de las artes y la sensibilidad

Esta Estética transversal recurre a las tecnologías para sus cometidos de interpelar, consignar e interpretar. Advierte en dichas tecnologías —no sólo las acústico-visuales— una polisemia de lo estético hacia los márgenes de la sinestesia que posibilita accesos inusitados e incluyentes de nuevas imágenes (táctiles, olfativas, gustativas, etc.). Asimismo reconoce que estas tecnologías renuevan las formas de enseñanza y aprendizaje de las artes, que redunda en medios más eficaces de difusión y comunicación de los saberes y las sensibilidades de los artistas y los públicos, posibilitando el acceso y la realimentación a esta información.

 

Balance

Esta Estética transversal se funda en las necesidades de colaboración. Si no se quiere colaborar, un proyecto estético, atento a la situación actual, no funcionará. La entrada debe ser, creo yo, generosa. Las dinámicas de interpelación acerca del legado cultural (que han de pensarse quizás egoístamente: si no nosotros, quién; si no por nuestro conducto, por cuál) que comportan las artes en cualquier contexto social, han de atender también los problemas emergentes o recientes. Lo emergente es parte del centro de abordaje de la Estética transversal: lo emergente de los problemas en la formación de criterios de apreciación, aunados a una expansión de los debates sobre lo que sería lo estético, más allá del conjunto habitual de las artes.

El que vivimos es un contexto que amerita reconsideraciones enfáticas al respecto de la significación de las llamadas bellas artes y su estatus de vigencia, por cuanto que hoy parece contravenirse su sentido y pertinencia. Estoy hablando de las Bellas Artes como un concepto, como una estancia epocal. Hoy parece contravenirse su sentido y su pertinencia, toda vez que presenciamos la hora de sendos ejercicios de autocrítica. Por fortuna se ha reconsiderado si se deba seguir llamando “Bellas Artes”, para estar a tono con los tiempos; y no por coyuntura, sino por autocrítica, por régimen de ejercicio docente, investigativo, etc.; por convicción, incluso por las demandas actuales de las audiencias —y digo audiencias, no para fincarme sólo en los que escuchan; porque también se vislumbra a los que ven, los que tocan, los que huelen, los que gustan: a todos esos espectadores. Mismas demandas que ya no se conforman en la simple asistencia al espectáculo de las artes, sino que ejercen, hoy, una casi inmediata crítica y un profuso dictamen, incluso en cosas como la crítica culinaria.

Hace muy poco tiempo, se iba a las Guías Michelin y se conocían rutas, lugares, estrellas y precios; esto es, la reputación. Hoy está en decadencia un instrumento cultural como la Guía Michelin, porque ahora es muy fácil enterarse que alguien acaba de hacer una crítica (buena o mala, fundamentada o no, no importa) en tiempo real, por así decirlo, y es suficiente para generar nuevas rutas, críticas, nuevos asideros culturales, nuevos criterios personales, respecto de cualquier fenómeno. No estoy haciendo el elogio a la tecnología, estoy diciendo que a los académicos les andan comiendo el mandado estas actuales audiencias que practican la crítica novedosa, buena o mala, fundada o no. Es impresionante la generosidad con la que leemos sendas opiniones sobre cualquier cosa. No digo que tengamos que ser consumidores de eso, pero atentos, por lo menos, sí.

ESPECTADORES EN EXPOSICIÓN DE FRANZ ERHARD WALTHER, “DETERMINACIONES DE PROPORCIÓN” (2018)

El espectador de hoy, o sea, el esteta de siempre y este es un punto, un bastión, un argumento histórico muy fuerte: aún el artista no deja de ser esteta, porque antes de ser autores son percibidores del arte, son estetas. No se puede ser artista si se es esteta antes. Y no estoy tratando de quitar méritos, si no de posicionar una preocupación que está en todos nosotros. Podríamos no ser todos artistas, autores, pero no podemos dejar de ser estetas, y ahí tenemos un baluarte a compartirse, porque nos es dable a todos. El espectador de hoy, pues, ha rebasado el acostumbrado nivel de las cándidas glosas de otro tiempo, de meras impresiones, como la de los “me gustó” y “no me gustó”, para llevar en nuestros días a los protagonistas de las artes —sean intérpretes o sean creadores— al orden de la comparecencia estética, como rendición de cuentas a una sociedad, ahora más exigente, en la cualificación de sus actos de exposición o actos de presencia.

Sí, se puede justificar desde la estética que ahí está, a veces mejor, la propia estética. Y que lo demás tal vez sea pose o presunción. Pero esta apariencia, esta portada que somos, puede ser más elocuente y delatora de lo que se presume saber ser y haber hecho, estéticamente hablando. No se trata ya solamente de la expectativa individualizada de otros tiempos que se jugaba en el esquema autor-espectador. Hoy es menester la ampliación a un espectro en el cual también lo corporativo se encara a volúmenes de públicos diferenciados, pero públicos afrentosos, quienes se comportan en los márgenes de lo clientelar, complaciente, pero también de la erudición —irascible o enojada por los productos, por las promesas, por lo que se cumple y lo que no se cumple.

Casos presentes, como la pretensión de un turismo estético ubicuo —que está en boga—, extrañan sus aberrantes apropiaciones del patrimonio cultural, como quienes suben la Peña de Bernal y hasta arriba ponen que allí estuvieron. La apropiación del patrimonio cultural, aberrante, extraña, pero estética; de los famosos, y muy anunciados, 15 minutos de gloria, de los que hablaba Warhol, que todos queremos y parece que tenemos derecho. Expresiones creadoras provenientes de las minorías y en particular de los migrantes de todo el mundo —de esas hay que estar atentos. El cierto anonimato de un nuevo criticismo digitalizado.

Ejercemos esa función y a veces desbancamos a los especialistas del oficio. Las oleadas de consensos y disensos inducidos programáticamente —o sea, lo pre-digerido—, la generación y degeneración de famas y fortunas artísticas, los gustos tendenciales y de mera coyuntura, las proclividades disidentes, son asuntos de la Estética transversal. Pongamos por caso el Comic-con que es la perspectiva de una nueva estética que se nos anda yendo de las manos. También piénsese en lo impresionante de cómo uno de los más importantes arquitectos del momento, además gurú y famoso, está a punto de terminar el edificio de la compañía LEGO y además fascinado, él mismo, agradeciendo a LEGO, que cuando niño su vocación de arquitecto surgió de allí. Estas recuperaciones que sonaban infantiloides en otra época, hoy no lo son, hoy podrían fraguar nuevas tendencias y lo están haciendo.

La situación reciente pone retos sin zanjar en los estudios e investigaciones respecto del significado de las artes, los márgenes de obsolescencia e inadaptabilidad a categorías pretéritas. Es necesario que aprendamos a renunciar a ciertas categorías ya muy, muy pesadas, obsoletas. Es la estética transversal, según me parece, a la que toca esa pepena, a la que toca hacer esa interpelación o que debería aceptarse; venga de fuera, de un rival incluso, y que, a lo mejor, da una lección.

 

Bibliografía

  1. Arvizu, Antonio, Apuntes de estética, Omnes Homines, Querétaro, 2005.
  2. Barthes, Roland, El sistema de la moda, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1978.
  3. Carrit, E. F., Introducción a la estética, FCE, México, 1965.
  4. Lipovetsky, Gilles, El imperio de lo efímero, Anagrama, Barcelona, 1996.
  5. Sánchez Vázquez, Adolfo, Invitación a la estética, Grijalbo, México, 1992.

 

Notas

[1] Carrit, Introducción a la estética, ed. cit., p. 24.
[2] Cfr. Sánchez Vázquez, Invitación a la estética, ed. cit., pp. 13-16.
[3] Cfr. Barthes, El sistema de la moda, ed. cit.
[4] Cfr. Lipovetsky, El imperio de lo efímero, ed. cit.
[5] Cfr. Arvizu, Apuntes de estética, ed. cit., pp. 7-15.