Petrona y la muerte
Ayer en el hospital psiquiátrico conocí a una mujer llamada: Petrona, que intentó matarse cuando sintió que no tenía lugar en este mundo.
Ayer en el hospital psiquiátrico conocí a una mujer llamada: Petrona, que intentó matarse cuando sintió que no tenía lugar en este mundo.
Nereida es una mujer grande que hace mucho me saluda y sonríe sin cruzar palabra conmigo; la recuerdo en la fila de pacientes que sale a terapia, y en la que va al comedor. Nereida vive aquí en el hospital psiquiátrico, ese “vivir aquí” es literal como si detrás de estos muros no existiera nada, como si poco a poco al pasar del tiempo éste se hubiera detenido y lo de fuera careciera de existencia, circunscribiendo aquí su único mundo.
Varias veces me he intentado suicidar, también me he hecho cortadas y señales, mi cuerpo está marcado por las ganas de morir y el rancho está en mi mente como un sueño al que quiero volver.
Un viernes del mes de mayo encuentro a Nicanor en el patio del hospital de Salud Mental, me externa su interés por comunicar al público sus ideas y entablamos una conversación muy interesante que transcribo.
NICOLA SAMORÌ, “LA VERTIGINE” (2012) Madre loca Hace años que llegué a la conclusión de que Loca es una madre sin hijo, y …
Para hablar de psicoanálisis en el hospital, es preciso hablar del cuerpo mortificado. Thomas Bernhard decía que no es posible saber de uno mismo si no se está enfermo.
Un día llegó un señor a caballo y le comenzó a gritar a mi papá. El salió y se hicieron de palabras; el tipo sacó un cuchillo grande y se fue contra mi papá. Papá cargaba pistola y le disparó, vi caer al señor…
El hombre se llama Isidro como el santo patrón del agua, la que purifica, la que hace vivir.
“MAMA HABUELITO” Esto es lo que escribe Horacio cuando le presto mi cuaderno y mi pluma.
Tú te guías por los días y el mes, yo me guío por las horas, me dice Abi Nadat.
Vine porque empecé a escuchar voces otra vez y me trajo mi mamá.
Elsie lloraba, yacía en un colchón en el suelo con otra paciente y la enfermera que me la presentó y le sugirió hablar conmigo diciéndome previamente que hizo algo terrible.
Lo encuentro en un rincón de la sala de rehabilitación, tendrá unos veinticuatro años, un rostro muy agradable se oculta en las huellas de las drogas…
Circulo en el mercado con mi Leica, miro, registro, detengo el tiempo, olvido los nombres, me quedo con los rostros, con los ojos perplejos de luz, con las manos que acomodan los objetos, las frutas, las verduras, los quesos.
José es un paciente del hospital psiquiátrico que vive inmerso en una locura trágica, parece un animal al que han conducido al encierro en tres ocasiones, encadenado en los hechos que parecen rebasarlo…
Dora Luz, la niña que cargaba costales en el pueblo, encontró en su pareja al verdugo del que se enamoró. Ella se volvió loca …
Dice Francisco Toledo que cuando iba a la escuela le estaba prohibido hablar en zapoteco. “Era la lengua de mi madre Natalia y con ella hacía poesía”.
Ana luce como una mujer avejentada, despeinada; su edad es impredecible y su cuerpo traduce la tragedia muda de la soledad. Deambula por la sala, y me dice que quiere pintar, como si buscara dejar una huella de su paso por la vida. Ana se había acercado a mí antes pidiéndome algo: café, dinero, un refresco, pero ahora me dice que quiere hablar y comienza con una frase contundente:
Conocí a Mariela en la sala de mujeres, no había nada que me ligara a ella, la sentía lejana, pero toqué sus manos, buscando el contacto y ella fue sensible a eso. Me dijo: “¿Tiene usted calentura?” Y yo no supe qué responderle, pero advertí que su presencia tan niña en un hospital psiquiátrico me alteraba.
–Aquí, al hospital psiquiátrico, he venido tres veces, pero nunca me había internado, es que desde como a los once o doce ya me rayaba los brazos, descubrí que cuando estaba triste el dolor me quitaba el dolor. (Es como la medicina homeopática, pienso yo, un clavo saca otro clavo).
Me llamó la atención especialmente un hombre llamado Angel que me dijo:
–Usted es de México, ¿verdad? Yo estudié allá siete años en el Politécnico.
“Mi familia es de Huichapan, Veracruz que queda cerca de Nanchital. Recuerdo que de niña todo estaba bien, aunque pasaba mucha hambre, tenía dolores …
Margarita es una mujer que sufre, que llora sin lágrimas todos los días. Margarita esta seca de no vivir. ¿Por qué no me regaló …
Yo pasé muchos años de culpa por “mis aberraciones” porque de que cometí aberraciones sí, eso nunca se me va a olvidar, y de vez en cuando aparecen en mí como la comezón, como algo que sigue un poco vivo porque se hace presente para molestarme así de a poquito. Pero de que la dejé, sí las dejé.
¿Quién es Jorge de la Fuente? Se pregunta él mismo. ¿Jorge Alberto de la Fuente existe? ¿Con quién está hablando doctora? Él está muerto, existió, ciertamente. Yo estoy vivo.